Lola -2-

Final de la historia de lola

LOLA-2

-Una sobrina, hija de mi hermano, se vino a vivir a mi casa porque en la suya la convivencia era imposible. Tenía quince años y muy rebelde. Ante el temor de que se fugara o hiciera algo peor, sus padres me pidieron que si podía pasar una temporada conmigo y se tranquilizaba.

-Vaya. ¿Fuiste dura con la chica?

-Hable con ella antes de decir que si. Lo primero que tenía que aprobar los estudios, segundo ocuparse de cuarto y con eso nos llevaríamos bien.

-¿Fue bien?

-La chiquilla cumplió las dos cosas. Se fue relajando, yo no me metía en sus cosas, bueno no la preguntaba pero sabía lo que había y ella se sentía cómoda.

-Me alegro que saliera la cosa bien.

-Si Isabel salió muy bien. Ella misma me contaba cosas con sus amigos/as sin necesidad de preguntarle, llego incluso a pedir consejo. Lo malo o bueno pasó el día de su dieciséis cumpleaños.

-Salimos a cenar con sus padres y fue todo bien, pero al llegar a casa me pregunto algo que me alucino.

-Tía –me dijo- hay una chica que me gusta mucho. Creo que me he enamorado de ella, pero claro a mis padres no les puedo decir nada. ¿Qué debo hacer?

-No se –conteste- da tiempo al tiempo y ver cómo va evolucionando.

-No te molesta que quizás sea lesbiana.

-Cada uno es como es y si te gusta la chica pues no tengo nada que decir. –dije por que no sabía que decir-

Me dio un beso y se marcho a la cama. Note algo rato cuando me beso pero no le di importancia, a mi no me gustaban las mujeres, Isabel.

-Seria en esa época –me contesto, riéndose-

A los dos o tres meses me confesó que había avanzado con su amiga. Que se habían besado y tocado los pechos.

-¿Le gustó?

-Sí, pero se había dado cuenta que su amiga tenía experiencia y ella temía defraudarla. Le dije que no se preocupara que ya aprendiera Pasaron algunos días y note que mi sobrina se estaba poniendo nerviosa.

-¿Qué te pasa? –le pregunte-

-Tía tengo miedo. -^

-Por tu amiga, supongo.

-Sí, me podías ayudar.

-No sé cómo.

-Practicando conmigo.

-Estás loca, primero somos familia y segundo yo no he estado con una mujer.

-Mejor así aprendemos las dos –dijo con una sonrisa de oreja a oreja-

-Se acerco a mí y sin más me beso. Ella abría sus labios, los míos estaban cerrados. Tenía miedo de que se sintiera rechazada dados sus problemas. No sé cómo fue pero de pronto note que nuestras lenguas estaban juntas conociéndose.

-Joder Lola, tu sobrina casi abuso de ti, aunque tú colaboraste. Es excitante.

-No sé si abuso, pero si puedo decir que fue uno de los mejores polvos de mi vida. Repetimos varias veces y al final me confesó que la historia de su amiga era una trola que se había inventado para que nos liáramos ya que ella realmente estaba o creía estar enamorada de mí. Esta situación se alargo en el tiempo. Con veinte años me dijo que era hora de volar sola y que se iba a vivir con una amiga, pero que lo nuestro seguiría ya que no podía vivir sin mis besos. A sus padres les costó asumir que su niña era lesbiana pero al final lo hicieron.

-Al final te abandono.

-No Isabel, fui yo la que fui dándole espacio, pero antes de eso comenzamos a frecuentar sitios de ambiente y fue ella la que fue creando “mi leyenda” y el resto ya lo sabes.

-¿Sigues viéndola?

-Con frecuencia y de vez en cuando recordamos tiempos pasados.

Pedimos otra copa.

-¿Solo has estado con chicas jovencitas?

-Sí, no me ha hecho falta tener que ligar –le dije guiñándole un ojo-

-¿No tienes curiosidad de montártelo con una mujer de edad parecida a la tuya?

-No me lo he planteado ya que sexualmente estoy satisfecha.

-Bueno voy a pagar las copas.

-Y yo mi deuda con Almudena.

-¿Qué deuda?

-Le prometí un polvo de verdad en compensación por lo del baño.

Isabel se dirigió a la barra para abonar la cuenta y cuando regreso a la mesa venia con Almudena. Se sentaron.

-Lola –dijo Isabel- le he propuesto a Almudena que nos vayamos las tres ya que también merece una compensación por mi parte, si tú estás de acuerdo. Ella lo está.

Me quede un poco parada, pero no podía dar marcha atrás así que salimos del bar en dirección a mi casa.

Íbamos calladas, como si nos molestara algo, pero parecía que decididas. Cuando llegamos tomamos una copa más para romper el hielo.

-Almudena –dijo de pronto Isabel- como quieres que sea, primero con una y luego con la otra o con las dos a la vez.

¡Joder que atrevida!, pensé. Yo no había hecho nunca un trió, no me desagradaba la idea pero podía habérmelo consultado.

-No se –tartamudeo la chica, tan sorprendida como yo-

Isabel se acerco y le beso en la boca, después de varios besos comenzó a tocarle las piernas. Yo miraba ensimismada la escena, tremendamente erótica y comencé a excitarme. Me acerque por la espalda de Almudena y la bese el cuello.

Entre Isabel y yo la desnudamos. Cada una nos hicimos con de uno de sus pechos, yo le succionaba el pezón y de vez en cuando se lo mordisqueaba. No sabía lo que hacía Isabel.

Al cabo de un rato me fui bajando por su tripa rozándola con la punta de la lengua. Lamí sus muslos y vi como mi nueva amiga estaba jugando con su clítoris. Me fui haciendo sitio hasta que conseguí meter mi lengua entre sus labios vaginales.

Me pareció oír a Isabel como le decía que dejara sus dedos quietos, que ese polvo era para ella sola.

El primer orgasmo de Almudena nos pillo de improviso. Fue algo escandaloso pero muy placentero para la joven.

-Almudena –le dije cuando se recupero- cómele el coño a Isabel.

Se puso inmediatamente a la tarea. Yo fui al cajón de los juguetes y cogí un arnés. Me acerque a la joven y le levante el culo. Fui pasando la punta del pene de goma por sus labios vaginales para mojarlo con sus jugos.

Cuando considere que estaba lubricado apoye la punta en la entrada de su vagina y agarrándola de las caderas y de un solo golpe se lo metí hasta el fondo.

Mientras que Almudena no dejaba tranquilos los labios y el clítoris de Isabel,  le metía dos dedos en su vagina, yo la penetraba a buen ritmo.

En un momento dado agarre del pelo a la joven y le subí la cabeza.

-No quiero que te corras hasta que yo te deje.

Me miro extrañada como si no comprendiera lo que le decía.

-No te corras hasta que yo te deje –le repetí- ¿Entendido?

Balbuceo una especie de si. La solté el pelo y se aplico sobre Isabel.

Fui aumentando el ritmo al tiempo de vez en cuando le daba un azote en su precioso culo.

-Me corroooooo –oí que decía Almudena-

-Ni se te ocurra –le dije, al tiempo que me frene un poco y le di varios azotes con ganas o sea fuertes.

Seguimos con el trió. Isabel se corrió dando grititos y diciendo joder, joder, joder.

Al poco le dije a la joven que se podía correr. Reventó en un orgasmo salvaje. Isabel le tapo la boca para que no fuera escandaloso y se derrumbo sobre el cuerpo de la nueva amiga.

Tardo un tiempo en recuperarse, ya con la respiración más tranquila.

-Lola –me dijo- no me extraña nada la fama que tienes.

Almudena se quedo dormida en el sofá. Isabel y yo nos miramos y nos reímos.

-Creo que deberíamos hacer lo mismo –dije yo- pero solo tengo una cama asi que tendremos que compartirla.

-Encantada –contesto-

Nos acostamos desnudas, tal como estábamos. Los cuerpos empezaron a rozarse. Isabel tenía ganas de más y yo también. Quería probar con una mujer de mi edad ya que nunca había estado con una. Aunque parezca mentira siempre había estado con crías de jovencitas que gracias a mi sobrina no me faltaban y no me había hecho falta buscar ligues.

Fue un polvo bueno, muy bueno, diferente a los otros, más pausado. Disfrutando cada momento. Durante un buen rato nos besamos, en la boca, en el cuello, en la cara, nuestras lenguas se conocieron a fondo. No recuerdo quien fue la primera en acariciar los senos de la otra, no importa, otra gozada entre besos.

Isabel bajo su mano a mi vagina, me fue masturbando lentamente, yo me dejaba hacer. Me gustaba. Luego su boca se apodero de mi vagina y clítoris mientras me penetraba con dos dedos. Lo hacía completamente diferente a mis jóvenes amantes. Trate de fijarme bien en como lo realizaba.

Me corrí como una atentica perra en su boca. Saboreo todo mi flujo. Lógicamente correspondí a sus actos con unos similares. Por la forma en que llego al clímax no debí hacerlo nada mal.

Descansamos un momento.

-Quiero más –dijo Isabel-

Se incorporo en la cama y fue apretando a mi hasta que nuestras vaginas quedaron unidas y comenzó a moverse. ¡Por Dios! Las famosas tijeras y yo que no lo había hecho nunca. Comencé a moverme tratando de llevar su ritmo. Nos llevo tiempo. ¡Qué cansado era! Pero el resultado fue espectacular.

En la actualidad Isabel y yo somos amantes, bueno algo más que amantes, pero a pesar de ello no hemos dejado nuestra afición, tanto juntas como por separado, por las jovencitas, especialmente con mi sobrina.