Logro que mi vecino me comparta a su hermosa mujer
La historia de cómo planeo todo para hacer que al vecino me ponga una tentadora trampa con su joven y bella mujer, haciéndome vivir asombrosos e inolvidables momentos con ella.
Todo empezó con una agradable imagen matutina. Luego pasó a ser una loca idea en mí cabeza que derivó en una potente fantasía. La fantasía generó un plan improbable pero realizable. Y finalmente llegó inesperadamente, la inolvidable experiencia personal que compensaba todo el esfuerzo y la paciencia anterior.
Y ya se imanarán de que estoy hablando. La imagen en mi cabeza me la generó una hermosa y joven mujer que todos los días muy temprano salía a correr cerca de mi casa en ropa ajustada. Mostrando su menudo y atlético cuerpo de forma atractiva e inocente.
Ella era extremadamente joven, apenas pasaba la mayoría de edad y vivía junto con su también joven esposo, en una casa a lado de la mía. No tenían hijos ni mascotas y se habían mudado tiempo atrás al vecindario, por lo que no sabía mucho sobre su pasado. Ellos eran una pareja de jóvenes sanos, educados y muy amables. Algunas veces coincidimos en reuniones sociales del fraccionamiento y de ahí nos fuimos conociendo. Yo me hice amigo del marido, algunas veces lo invitaba a tomar un café o cerveza a la casa, y a veces él hacía lo mismo conmigo, la relación era cordial y ambos nos inspirábamos confianza mutua.
Pero antes continuar hablando de mi agradable vecina, me es necesario platicar brevemente sobre mí. No quiero aburrirlos con detalles sin importancia. Solo voy a mencionar una de mis manías que me parece relevante si quieren entender cómo es que generé la loca idea a partir de una inocente y deportiva corredora matutina. Yo soy de ese tipo de personas que disfrutan mucho con la idea de ver a su mujer tenido sexo con otro. Y lo sorprendente es, qué el curioso gusto es más frecuente de lo que pudiéramos pensar.
Como mi esposa era muy tímida y nunca aceptó realizar mi fantasía, tuve que recurrir a métodos más creativos para lograr verla con otro. Para resumir, por los detalles son dignos de otra historia, basta con decir que terminé grabándola con una cámara escondida, mientras ella dormida bajo los influjos de pastillas somníferas administradas por mí, era visitada por un sorprendido y excitado amigo, que sin saber que yo lo había planeado todo, parecía encontrar, por casualidad, la oportunidad de estar a solas con mi vulnerable y apetitosa mujer.
Teniendo esa experiencia como antecedente, me quedé pensando que sería fantástico si mi vecino fuera del mismo tipo de persona que yo. Ya que no faltarían voluntarios para estar a solas con su deliciosa mujer.
Su mujer era guapa, no muy alta, menudita, de pechos entre medianos y chicos, con un trasero firme y apetitoso, y un rostro de finas facciones. Ella estaba rebosante de salud y juventud. Cuando la veía correr en las mañanas podía darme cuenta que no tenía un gramo de grasa en su cuerpo. Era delgada y sus curvas armonizaban con su gracia al moverse. Tenía una voz muy agradable, era muy alegre y siempre estaba sonriendo y haciendo bromas. Desde que llegaron al vecindario la noté atractiva. Aunque debo confesar que nunca tuve fantasías acerca de ella, antes de preguntarme si su marido sería igual que yo. Ella era mucho más joven que yo. Con un poco más de diferencia en edad, y ella podría llegar a ser mi hija. Siendo tan guapa y joven, era normal que yo empezara a tener curiosidad por ella.
Entonces me propuse investigar si mi vecino era de los que podrían disfrutar la idea de compartir a su mujer. Sin tener mucha esperanza en que así fuera, empecé casi con desgana mi investigación. Me llevó mucho tiempo acercarme de forma adecuada a él. Generé una cuenta falsa en las redes sociales, y a través de grupos que él frecuentaba, como el de jardinería o coleccionistas de insectos, empecé a entablar comunicación con él desde mi cuenta falsa. Me tomé varias semanas en ir tocando un tema y luego otro, hasta que él se sintiera más cómodo para hablar del tema que realmente me interesaba.
En mi cuenta falsa, yo inventé que estaba en otra ciudad muy lejana y que tenía una esposa muy candente. Alguna vez le dije que mi esposa había aceptado tener sexo con otros hombres con mi consentimiento. Y eso, a los dos, nos ponía muy cachondos. Él me escuchaba con interés, pero sin mucha insistencia, y preguntaba sobre cómo le hice o como la había convencido. Luego le pregunté si le interesaba ese tipo de cosas y si había considerado hacer lo mismo con su esposa. Él me respondió que él nunca había pensado sobre ese tema y que además su mujer nunca aceptaría hacer algo similar. Es más, que él nunca se atrevería a proponerle algo así.
Quedó ahí el asunto por algún tiempo, pero luego él empezó a pedirme más detalles sobre las actividades de mi mujer. Yo le platiqué los detalles sobre mi mujer inventada, y luego le dije que el otro día había visto una historia sobre una mujer muy tímida que fue compartida por su esposo sin que ella lo supiera. Y le mandé una copia de mi propia y verdadera historia que tuve con mi esposa y que yo mismo había relatado en otra oportunidad. Le dije que la había encontrado en algún sitio de Internet. El quedó fascinado con el texto y me confesó que lo había leído varias veces. Luego de unos días me dijo que le empezaba a excitaba mucho la idea de aplicarlo con su mujer. Pero que lo consideraba muy difícil y peligroso intentarlo. Y me explicó sus razones. Me dijo que su mujer peculiar. Porque además de ser inexperta y haber estado con un solo hombre en la intimidad, era un poco delicada y fácil de lastimar. Yo no entendí bien en ese momento a que se refería. Pero luego comprendería porque pensaba así de su mujer.
Por otro lado, no podía creerlo, aunque no llegara a pasar nada, mi vecino había dado señas de que se parecía mucho a mi en cuanto a sus fantasías sobre compartir a su esposa. Y la historia que le había excitado tanto era sobre sus propios vecinos, pero por supuesto, él no lo sabía.
Y entonces, empecé poco a poco a trabajar la idea, desde mi cuenta falsa, sobre cómo podría suceder algo similar con su esposa. Y qué tipo de persona era la ideal para participar involuntariamente en una experiencia como esa. El sujeto de mi cuenta falsa no estaba disponible porque estaba supuestamente muy lejos de nuestra ciudad. Además, cuando yo describía al hombre ideal, trataba de describirme a mí mismo para que él solito terminara pensando en mi sin que yo se lo dijera directamente. Yo era, según yo mismo, una persona cercana, confiable, considerado, discreto, sano, limpio y atrevido. Por supuesto, en nuestras reuniones en su casa, tuve que empezar a ser un poco más evidente mi interés en el cuerpo de su mujer para completar otra de las características necesarias para ser el candidato ideal: desear a su mujer. Cuando ella me daba la espalda, yo “discretamente” le veía el redondo trasero con una mirada penetrante pero rápida. Él lo notó y en lugar de enojarse se hizo el desentendido.
Yo estaba muy excitado al ver que estaba empezando a convencer a mi vecino de ponerme en charola de plata a su joven y guapa mujer para su propio disfrute y el mío. Era como armar una trampa dónde yo mismo iba a ser la “víctima inocente” de la travesura. Está de más decir, que conforme avanzaban las “negociaciones”, yo cada vez veía más buena y sabrosa a mi vecinita. Cuando ella corría por las mañanas, mi imaginación corría más rápido en mi mente que ella en su apretada ropa deportiva. Y me quedaba pensando que mi vecino era un hombre afortunado de tener una esposa tan guapa y joven. Y me preguntaba a mí mismo ¿Realmente yo iba a ser capaz de convencer a su esposo de que me compartiera a esa delicia de mujer que tiene?
El proceso de convencimiento pasó por altas y por bajas. Él se animaba y me daba detalles sobre las pastillas anticonceptivas que su mujer tomaba y preguntaba por el nombre de las pastillas para poder dormirla, dosis y muchos detalles. Luego olvidaba la idea por miedo o remordimiento. Empecé a sentirme frustrado y cansado, porque además no podía, en ningún momento, presionar demasiado desde mi cuenta falsa. Y entonces empecé a comprender que el necesitaba otro tipo de estímulo adicional que yo nunca necesité para compartir a mi esposa.
Tuve que pensar mucho antes de que se me ocurriera como generar ese estímulo de forma artificial que pudiera contrarrestar el sentimiento de remordimiento en mi vecino. Tenía que bajar a mi vecinita un poco de su pedestal. Y entonces se me ocurrió algo simple pero eficaz. Con mi cuenta real, indagué el nombre de algún contacto masculino de mi vecina que viviera en la misma ciudad y que fuera su contacto desde hace mucho tiempo. De preferencia desde antes incluso que su actual marido. Además, que no estuviera feo. Una vez que encontré una persona con esas características, me fui a una florería, compré un ramo de rosas y en la tarjera puse las siglas del nombre de ese contacto seleccionado con la frase: “gracias por lo de la otra noche, nunca la voy a olvidar”. Y pedí en la florería que lo mandaran a su domicilio a una hora que yo sabía que él estaba en casa y ella no.
El efecto generado fue el correcto. De inmediato, contactó a mi cuenta falsa y volvió a tocar el tema del plan para compartir a su esposa. Dijo que además de que le excitaba el plan, necesitaba darle una buena lección a su mujer. Se me puso duro el pene cuando escuche esos argumentos. Se me puso más duro cuando dijo que ya tenía las pastillas para dormirla. Y casi eyaculo cuando dijo que ya tenía un posible candidato para hacerle esto a su mujer: ¡su vecino!
Yo estaba impresionado con los resultados de mi plan y con la suerte que estaba yo teniendo. Debó decir que yo nunca había estado con otra mujer desde que empecé a salir con mi esposa. Así que mi emoción y curiosidad no tenían límites. Ya no me acordaba que era estar con una mujer diferente a mi esposa. Y menos con una mujer tan joven, pero después de muchos planes, parecía que tenía posibilidades reales de experimentarlo en carne propia.
Finalmente llegó el día en que me invitó a su casa como muchas otras veces, pero con intenciones completamente diferentes. Yo estaba muy nervioso y él también se notaba un poco nervioso. Empezamos a tomar alcohol los tres, su mujer, él y yo. Me dijo en corto y sin que ella pudiera escuchar, que su mujer tomaba pastillas para dormir y que tenía el sueño muy pesado. Él tenía que darme esa información para que el plan funcionara y yo me hice el desinteresado en ese dato. Pero no puedo dejar de advertir que su mujer lucia hermosa esa tarde. Ella andaba con un pantalón blanco pegado y una blusa delgada y colorida muy fresca que permitía advertir el sujetador que estaba usando por debajo. El cabello recogido hacía lucir su cuello delgado y alto. Y una cálida sonrisa en la cara, que hoy más que nunca, ayudaban a resaltar sus profundos y grandes ojos negros. Su sonrisa, que siempre me encantaba, y ese día me encantaba más, porque era una sonrisa inocente y desinformada de los planes que su marido tenía para ella ese mismo día. La veía y no podía evitar imaginármela desnuda y acostada en frente de mí. Yo me ponía más y más nervioso con el paso del tiempo, porque sabía lo que podría llegar a pasar esa misma noche. No era lo mismo estar viendo cómodamente lo ocurrido a través de una cámara, que ser el actor principal de la escena. De una escena que podría salir bien o podría ser todo un desastre. Él podría arrepentirse de repente y entrar a darme de golpes mientras estoy solo con su mujer. Estaba a la expectativa, nervioso y analizando cada uno de los movimientos de mi amigo y de su joven y delicada mujer.
Después de varias horas, yo había bebido poco, pero siempre tuve mi vaso lleno para no desanimar al resto a tomar. Tomaba muy despacio para no emborracharme. Mi amigo si tomo algo, y mi vecinita tomó bastante, pero a diferencia de mi esposa, parecía que ella aguantaba más. Sin embargo, yo empecé a percibir a mi vecina con mucho sueño, no estaba borracha, pero bostezaba a cada rato, tal vez su esposo ya le había suministrado las pastillas de alguna manera y empezaban a hacerle efecto.
Llego el momento que los dos esperábamos ansiosos, ella no pudo más y se despidió de nosotros entre bostezos y se fue a su cuarto. Al alejarse pude como movía su gran trasero dentro de ese apretado pantalón blanco. Luego de un momento, él se levantó y me dijo que iba al baño del fondo, ya que era el único que servía. Esa frase era parte del discurso preparado para que la supuesta trampa funcionara. Ya que cuando estuviera solo y quisiera usar el baño, me vería obligado a ir cerca de la habitación donde estaría su esposa y la trampa esperándome. Yo podía imaginar que actividades estaba realizando en el cuarto con su esposa. Por lo tanto, yo cada vez estaba más nervioso. Si los planes no habían cambiado, estaría preparando a su hermosa mujer para dejarla lista para mí. Él tenía que poner a su mujer en una situación provocativa para que durante su ausencia yo tuviera ideas y deseos sobre su mujer y cayera en la trampa. Él no sabía que yo ya no necesitaba recibir esas ideas pues yo era el que las había puesto en sus planes.
Luego regresó y me dijo que tenía que ir a la casa de un primo, o algo así, porque le habían mandado un mensaje pidiéndole apoyo de emergencia mientras él estaba en el baño. Que no se tardaba, que si no me importaba esperarlo un momento ahí en su casa. Yo le dije casi temblando que no había problema y que lo esperaría. Dicho esto, salió por la puerta de su casa y se fue en su auto, dejándome sólo en su casa con su esposa dormida en su habitación.
El plan estaba saliendo exactamente como fue diseñado. Yo empecé a sentir el palpitar de mi corazón golpeándome el pecho y mi miembro llevaba rato de estar duro e impaciente. Empecé a acercarme a la habitación del fondo, la puerta estaba abierta y había una luz tenue saliendo de él.
Cuando llegué a la puerta de la habitación pude comprobar que todo el esfuerzo había valido la pena. ¡Y de qué forma! ¡Mi joven vecina estaba dormida sobre su cama acostada boca arriba y completamente desnuda, tal y como su esposo la había dejado preparada para mí! A pesar de que eso era lo que yo esperaba ver, la escena no dejaba de ser impresionante. Muchas veces la vi haciendo ejercicio y me imaginé su cuerpo sin ropa, pero la realidad estaba superando por mucho a mi imaginación. Su rostro trasmitía tranquilidad, y su juventud se reflejaba en su tersa piel. Sus pechos, no muy grandes, se movían al compás de su tranquila respiración. Sus pezones eran pequeños y sus aureolas medianas y medio levantadas. Gracias al tamaño de sus pechos y a su juventud, se mostraban erguidos sin vencerse por la gravedad, por lo que resultaban muy atractivos en esa posición. La lámpara del buró estaba encendida haciendo sombras sobre su cuerpo y acentuando sus curvas. Su cintura era estrecha y su cadera bien proporcionada. Su pubis estaba completamente rasurado y su monte de venus, que se levantaba apenas un poco sobre su vientre, hacía resaltar la pequeña e increíble hendidura de su intimidad que iniciaba cuesta abajo y se perdía entre sus blancas y largas piernas. Había logrado lo que hace unas semanas parecía casi imposible. Había convencido a mi vecino que me entregara a su inocente mujer en un estado de delicadeza y vulnerabilidad absoluta para que yo hiciera con ella lo que yo deseara.
Regresé un momento del éxtasis que esa imagen me provocaba, porque recordé que de esa misma manera se había encontrado mi amigo a mi esposa. Entonces, por relación de ideas, pensé que debería de haber una cámara escondida por ahí. La busqué rápidamente sin entrar bien al cuarto y la encontré sobre una silla en un costado alejado a la cama. Buen ángulo pensé, aunque yo la hubiera puesto en un lugar con mayor altura para mejorar la toma. Me quedé pensando, ¿qué hago? ¿apago la cámara? Me quedé pensando en las implicaciones legales de dejar evidencia de mi entrada al cuarto y de mis actos siguientes. Pero al mismo tiempo no podía hacer notar que yo sabía que estaba la cámara ahí, porque en teoría, yo no sé nada sobre los planes de mi vecino. Yo era supuestamente una víctima en los perversos planes de mi vecino. Entonces hice algo intermedio, entré al cuarto despacio tratando de darle la espalda discretamente a la cámara para que no se viera mi rostro. Era fácil justificar mi postura porque de esa forma veía mejor el delicioso cuerpo de mi vecina.
Una vez que estuve a lado del buró, más cerca de la cama y a escasos 30 centímetros de su hermoso cuerpo desnudo, puede ver muchos más detalles en ella. Su joven cuerpo era casi perfecto. Sus pechos ya no lucían tan pequeños desde ahí. Su estómago plano estaba dividido por una delgada raya muscular que pasaba desde dónde terminaban los pechos y corría camino abajo hasta su pequeño ombligo. Algunos diminutos lunares acentuaban la blancura de su piel. Uno de ellos lucía hermoso en uno de los redondos contornos de sus pechos. Podía verle hasta el bello de su tierna piel y sentir su tranquila y acompasada respiración. Todo en ella era diminuto, sus dedos, sus manos, sus orejas, su nariz y su rasurada rayita que lucía extrañamente pequeña desde mi ángulo. Yo permanecía inmóvil porque sabía que había una cámara detrás de mi observando cada uno de mis movimientos. Pude haber llegado hasta ahí nada más, y aun así habría valido la pena. Pude quedarme con esa hermosa e íntima panorámica de mi vecina, y luego irme del lugar y olvidar el resto del plan. Pero, ¿cómo resistir y no hacer nada ante tanta belleza tan cerca de mi?
De pronto, se me ocurrió que, apagando la única fuente de luz del cuarto, la cámara ya no sería un riesgo y podría moverme con tranquilidad, pero me dificultaría ver los detalles del cuarto y por lo tanto actuar con cautela. Tomé mi decisión y con las manos aun temblando apagué la lamparita del buró y todo quedó en penumbra. Para mi fortuna, después de unos segundos, mis ojos se acostumbraron a la poca luz que aún entraba por la puerta del cuarto. No era mucha, pero si suficiente para detectar la cama y los límites contorneados de su cuerpo.
Ya a obscuras, lentamente y con mucho cuidado, toqué uno de sus pechos con una mano. La sensación de tocarla desnuda por primera vez fue mejor de lo que yo esperaba. Su piel era extremadamente suave y la punta de mis dedos se hundieron con facilidad, y casi sin querer, unos pocos milímetros en su piel, deformando delicadamente la perfecta forma de su tierno pecho. Mientras hacía eso, yo estaba al pendiente de alguna reacción que me indicara que tenía que emprender la huida. Sin embargo, con mi experiencia previa, yo le había dado a su marido el dato de la dosis necesaria para no tener ningún problema con ella esta noche. Como era de esperarse, no hubo reacción por parte de ella y mi mano dejó de temblar al contacto con su calor. Empecé a apretar suavemente su pecho, sintiendo escalofríos en mi espalda que partían desde arriba y recorrían todo mi cuerpo, cuando sentí como la carne de sus senos se intentaba escapar por los espacios existentes entre mis dedos sin lograrlo del todo. Invité a mi otra mano a hacer lo mismo con el pecho sobrante. Lo hice con delicadeza, pero también con firmeza y más confianza. Sus suaves pechos se adaptaban y deformaban a placer y voluntad de mis dos manos. Pude comprobar que los senos de mi vecina eran tersos y firmes, y la sensación que me acompañaba en este descubrimiento era increíble.
Seguí explorando su cuerpo. Empecé a bajar una mano por su estómago apenas rozándolo y sintiendo su plano vientre consecuencia del ejercicio matutino que todos los días practicaba. Cuando llegué a su pubis, mi excitación no tenía precedentes y tuve que esperar unos segundos para evitar venirme en ese mismo instante. Aunque casi no veía nada, podría sentir con mi mano la forma exacta de su exquisito y perfecto pubis. Yo sé que era una mujer adulta y casada, pero como estaba afeitada y era bastante joven, parecía que estaba tocando el cuerpo de una virgen.
Con uno de mis dedos empecé recorrer su rayita de arriba abajo. Su piel era suave y conforme bajaba mi dedo, se hacía cada vez más fácil entrar un poco entre sus labios. Sus muslos no detuvieron el avance de mi dedo, pero ya no pudo avanzar por afuera, tuvo que sumergirse entre sus labios y empecé a sentir su humedad. Mi avance era lento pero constante. La otra mano apretaba delicadamente uno de los pezones que empezaba a ponerse duro.
Noté con mi dedo que la agradable y húmeda entrada a su vagina era más estrecha de no que esperaba. Continúe avanzando y lentamente metí como pude el resto de mi dedo, cuando la punta mi dedo superó la estrecha entrada de la vagina de mi amiga, sentí como empezó a avanzar con mayor libertad y amplitud en un espacio relativamente mayor, en ese mismo instante ella se estremeció brevemente y luego continuó tranquila. Fui capaz de doblar mi dedo para explorar la pared anterior de su vagina. Y provocar con ello, nuevos estremecimientos en todo su cuerpo. Luego acerqué mi boca a su pubis y con la lengua busqué y encontré su clítoris, con el cual jugué durante un rato. El cuerpo de mi vecina agradeció mi jugueteo con pequeños estremecimientos y sonidos casi inaudibles. Su aroma y sabor eran suaves y delicados. Cómo no había sacado mi dedo mientras jugaba con su clítoris, mi posición era incómoda e inestable. Para apoyarme mejor, moví la mano que tenía en uno de sus pechos y me sujeté de ella metiendo mi mano entre su cadera y la cama del lado opuesto al que yo me encontraba. Pude sentir parte de uno de los glúteos que tanto me atraían de ella desde que la primera vez que la vi. Y pude confirmar que estaban tan firmes y duros como se veían cuando corría.
En esa posición, rodeando y hurgando de cerca su vientre, me pregunté nuevamente si hasta aquí debería de llegar o si podía continuar con la íntima experiencia. La respuesta era obvia. Había que aprovechar esa enorme oportunidad probablemente irrepetible, para conocer con mayor profundidad a mi vecinita. Así que retrocedí un poco sólo para deshacerme de toda mi ropa y la dejé cerca de la puerta por si tenía que salir corriendo de ahí. Cuando liberé mi pene sentí mucho alivio y placer, pues ya no aguantaba la ropa. Abrí lentamente sus piernas y me subí a la cama entre sus muslos.
Todo estaba obscuro, pero era imposible perderse. No necesitaba ver a mi vecina. La calidez de su cuerpo me guiaba a ciegas. Mi piel quería estar pegada a la suya lo más posible. Puse mi cuerpo sobre el suyo, la abracé con mis manos delicadamente y empecé a sentir su calor en todo mi cuerpo. Ya no sabía nada de mí, había perdido el control. Mi cuerpo se movía solo. Mi boca busco uno de sus pezones y mi pene busco su razón de ser. Lo buscó con soltura y vehemencia. Como si hubiera nacido para ese día, como si no hubiera nada antes o después de ese momento. Mi mente se puso en blanco, mi instinto estaba superando a mi cerebro con creces. Ya no pensaba, solo sentía el cuerpo de esa joven mujer en contacto con el mío, su olor, su calor, su suavidad eran enajenantes. Su inmovilidad la hacía vulnerable, pero nunca la sentí insensible o ausente. No estaba consciente, es cierto, pero estaba sintiendo y disfrutando todo lo que yo le hacía. Su cuerpo reaccionaba suavemente agradeciendo cada toque y roce del mío.
Mi pene, encontró de inmediato el camino correcto hasta la estrecha puerta de su cuerpo. Cómo quien reconoce el camino a su hogar, a un hogar en dónde nunca había estado antes, pero del cual sabe que pertenece. Y en automático y casi con voluntad propia, empezó a intentar penetrar en el tierno e inmóvil cuerpo de mi inocente vecinita. Yo trataba de controlarlo, de detenerlo por momentos para pensar y tomar decisiones, pero ya era demasiado tarde. Ya no sabía bien yo, dónde termina mi cuerpo y dónde empezaba el suyo. Ella no tenía control sobre su cuerpo porque estaba dormida, pero de alguna manera, yo tampoco tenía control sobre el mío. Mi insistente pene ganaba terreno poco a poco, abriéndose camino por la diminuta hendidura de mí vecina. En ella todo era pequeño y yo nunca había estado con alguien así.
Al principio, tuve un breve instante de dificultad, probablemente por el ángulo de mi pene, o por la posición de sus piernas, o por lo apretada que estaba su tierna vagina. Para mí eso era algo nuevo y sorprendente. Sin embargo, mi pene no tardó mucho en encontrar una solución al problema y conseguir lo que tanto anhelaba. Apenas logré entrar y noté de inmediato otras dos agradables diferencias de cuando estoy con mi mujer. Probablemente era injusto comparar a mi querida esposa con esta joven chica, Pero era inevitable y sorprendente la comparación. La primera diferencia era que cuando metía todo mi pene en mi resignada vecinita tocaba algo suave y húmedo con la punta de mi pene en el fondo de su vagina. Ese contacto, era nuevo y placentero. Podía empujarlo y no me impedía entrar por completo, pero era muy agradable sentirlo, ya que el glande es extremadamente sensible. La segunda diferencia, y tal vez la más impactante y a su vez lógica por la edad de mi inconsciente amiga, es que cuando me encontraba en su húmedo interior, yo podía sentir como ella me apretaba enérgicamente con la primera parte de su vagina la base de mi pene, que, a su vez, hinchado de placer respondía automáticamente a dicha resistencia con movimientos rítmicos y constantes.
A pesar de que yo tenía muchos más años que ella, mi viejo pene estaba respondiendo de maravilla y sacando además provecho de la situación y la experiencia. Cada vez que mi pene hacía la maniobra de salir casi por completo de su vagina para que ella regresara a su tamaño original en reposo, regresaba mi pene con más fuerza y determinación. Y de esa forma, la increíble sensación de abrir y penetrar hasta el fondo la apretada intimidad de esa dulce mujercita se repetía una y otra vez con mucha intensidad. Cada vez que entraba era sumamente placentero. Pero incluso el retroceder también lo era. Como mi pene es ligeramente más grueso como a la mitad de su longitud, yo podía sentir como su vagina ofrecía una ligera resistencia en mi intento de retroceder para sacar mi pene. Cómo si ella tuviera que abrirse un poco para dejarme salir. Esa sensación sé aumentaba si yo dejaba un rato quieto mi pene en el fondo de ella. El resultado de esto, era una agradable y extraña sensación nunca antes experimentada por mí, parecida a que ella me estuviera jalando ligeramente el pene durante mi salida.
La increíble estrechez y corta longitud del interior de mi vecina me hicieron sentir como si yo tuviera un pene enorme que no cabía holgadamente en mi resignada anfitriona. Parecía que su cuerpo se resistía a que yo entrara en cada uno de mis intentos, pero una vez adentro, su cuerpo parecía querer que ya no me fuera de ahí sujetándome con fuerza. En otras palabras, en cada uno de mis movimientos encontraba una deliciosa y constante resistencia acompañada de pequeños jadeos y estremecimientos por parte de ella. Seguro su cuerpo reconocía que el pene que la estaba penetrando no era el de siempre, el del tamaño y forma conocida, el de su joven marido. Y era obvio que el cuerpo de mi vecina estaba luchando instintivamente por repeler y retener al mismo tiempo al novedoso y agradable intruso, con el que tal vez mi vecina estaba soñando esa extraña y placentera noche. Y definitivamente me costaba trabajo creer lo afortunado que estaba siendo yo justo en ese momento.
Porque no solo la estaba penetrando, la estaba explorando, descubriendo, inaugurando sensaciones. Mi pene era un viejo conquistador en terrenos desconocidos. Pero el hecho de que ella no fuera una persona desconocida lo hacía todavía más intenso. ¡Ella era nada más y nada menos que mi vecina! La de todos los días del otro lado de la calle ¿Cuántas veces en las últimas semanas al verla correr, me imagine como sería su cuerpo desnudo? ¿Cuántas veces me imagine besarle un pezón y sentir su piel pegada a la mía? A partir de ese día, ya no sería mi imaginación, sino mi memoria la que ronde mi mente traviesa. Ya puedo ponerle tamaño y forma a sus pezones cuando me imagine mordiéndolos. Y cuando mi vecina me salude en la calle me sentiré agradecido de haber tenido la oportunidad de conocerla en forma íntima, cercana y por dentro.
No tengo idea del tiempo que había pasado con ella, desde que mi nivel de excitación pasó a niveles muy altos, mi habilidad para detectar el correr del tiempo se había visto afectada. Mi mente veía todo como en cámara lenta. Registrando cada instante y detalle de ella. Y ella no sé si lo registrará en su memoria, probablemente no, pero si lo estaba disfrutando, ya que se estremecía y hacía pequeños ruidos parecidos a gemidos ahogados, ella lucía agitada y excitada. Su incremento de humedad era evidente y sus pezones se mantenían erguidos como antenas receptoras de placer. Yo los chupaba y mordía indistintamente cuando me encorvaba para alcanzarlos. El tono muscular de todo su cuerpo era sobresaliente. Tal vez por eso me apretaba sin aparente esfuerzo desde su intimidad.
Mi ritmo seguía en aumento poco a poco, no estoy seguro por cuanto tiempo. Yo traté de controlar mi ritmo porque no quería que ese momento acabara pronto. Pero no pude, mi cuerpo me desobedeció nuevamente y mis movimientos se volvieron más rápidos y violentos. Mi inocente amiga respondía a mis embates con pequeños jadeos ya no tan imperceptibles. Al final ya era una locura, la velocidad era insostenible por mucho tiempo. ¡Y de pronto pasó! Mi pene instintivamente entró hasta el fondo del cuerpo de mi pequeña amiga y ahí se atoró firmemente por unos instantes mientras se estremecía y eyaculaba repetidamente sin miramientos. Mientras tanto yo perdía temporalmente la noción de todo mi entorno por la oleada de placer que recorría todo mi cuerpo.
Me tomó unos instantes recuperarme de lo sucedido. Yo estaba quieto y agitado, pero mi pene seguía duro y en el interior de mi dulce vecinita, y ella seguía apretando sin darme tregua. Mi excitación era tan fuerte que no perdí nada de dureza en el pene, recuerdo que eso me pasaba con mi mujer los primeros años que empecé a vivir con ella. Pensé en repetir la faena y me empecé a mover lentamente otra vez, pero ya recuperada la cordura me empecé a preocupar por el tiempo que había pasado. Dude un poco y me puse a pensar por unos instantes que debía hacer, todo esto sin salirme de ella y sin dejarme de mover lentamente para poder mantener mi erección de segundo aíre. Luego tomé una decisión como adulto, y como niño que no quiere soltar un juguete, me salí despacio y sin muchas ganas de hacerlo. Para eso tuve que dar un último y pequeño tirón para que ella me dejara libre.
Me vestí de inmediato y salí de la casa de mi vecino sin dejar rastro, mi casa estaba a lado, pero caminé un rato por el parque para recuperarme antes de entrar a mi casa y bañarme.
Al día siguiente mi vecino contactó a mi cuenta falsa para contarle excitado que había funcionado el plan. Que, aunque sólo se veían siluetas en la grabación por la falta de luz, era obvio que había podido darle una lección a su esposa por andar de coqueta con su antiguo amigo, el que le había mandado flores. Y contó que se había masturbado varias veces viendo la grabación. Yo lo felicité y le dije que en un futuro cercano debería de considerar repetir el plan con mejor luz.
Después de ese día entiendo mejor a los esposos que, como yo, nos gusta compartir a nuestras mujeres. Y yo descubrí que ser el actor principal en estos enredos tienen sus riesgos, pero también sus beneficios.
Ahora cuando veo a mi vecinita corriendo y me saluda con su agradable sonrisa y sus enormes ojos negros, no puedo dejar de imaginármela desnuda y jadeando de placer. No puedo olvidar el olor de su piel o el sabor de su clítoris. Y la calidez y fuerza de su estrecha vagina. Fue una experiencia sorprendente e inolvidable la de aquel día. Ella es una buena amiga y la mejor vecina que he podido tener.