Logré que me follara mi cuñado de 18 años (2)

Sigue el relato (imprescindible leer antes la 1ª parte).

Los acontecimientos tal como se sucedían, parecían desinhibirle por momento, ya que en la piscina jugueteamos y nos rozamos en la medida de lo posible, todo con la apariencia, claro está, que fuera casual. En un par de ocasiones pude rozarle su paquete con la mano, ¡Cómo no rozar aquello tan prominente!. Lucas, totalmente despreocupado, entraba y salía de la piscina haciendo alarde de su aparente excitación y yo, para no ser menos, le hacía ver que aquello me gustaba mostrándole también lo abultado de mi entrepierna y las miradas antes discretas, se tornaron descaradas. Le invité a subir a la colchoneta detrás de mí para ver hasta donde conducía aquello y una vez más no rehuía el contacto con mi trasero, más al contrario, aquello estaba más duro que nunca y parecía encajar perfectamente entre mis nalgas. Sentado como estaba sobre la colchoneta con los pies dentro del agua, me incliné hacia delante como descansando y retrayendo el trasero hacia atrás (a ver si ya se enteraba lo que quería de él). Me dejé hacer y aquél efebo, como disimulando e imperceptiblemente, me restregaba su enhiesto palo por detrás, por lo visto, no era el único en aquella piscina con un considerable calentón ¡Si no me hubiera masturbado antes me hubiera corrido en ese momento!.

La cosa estaba progresando, pero a estas alturas, yo ya estaba loco, quería llegar más allá sin importarme las consecuencias. Al buen rato de estar a la piscina, le dije que si quería salir, yo la verdad ya estaba cogiendo frío y además habíamos llegado al máximo de roces y había que pasar a la siguiente fase, ¡Había que pasar a la ducha!. Vencí su resistencia inicial de ducharse, pues como todo adolescente, es reticente a la ducha, pero le dije que se lo había prometido a sus padres y que debía hacerlo. Me adelanté lo suficiente para que cuando entrara me pillara desnudo y además todavía salí a por una toalla pasando a su lado por el pasillo buscando el contacto de mi picha por su pierna al pasar. Entré en la ducha y volví a meterme los dedos para facilitar el paso en caso de que mis deseos se realizaran, a lo que añadí una buena dosis de jabón en el ano antes de salir. Le llamé para que entrara y le volví a deleitar con una sesión de exhibicionismo, al secarme, me pasaba la toalla por mis partes y me la masajeaba;

-¡Venga!, insistí, -entra, que yo ya he acabado-.

De nuevo le forcé a quitarse el bañador en mi presencia (todo cada vez era menos casual y más premeditado); su polla relucía y estaba un poco contraída por el agua fría, pero sin duda le eché una mirada más que insistente y él evidentemente se dio cuenta, pues volvió a aumentar de tamaño. Al darse cuenta, intentó precipitadamente entrar en la ducha por el poco espacio que le dejaba y me paseó su bamboleante cilindro por mi retaguardia.

Yo ya estaba fuera de mí, aunque era evidente que estaba cediendo, pero no iba a dar el primer paso, así que debía dar el asalto final. Hice tiempo, esperando a que acabara, me anudé la toalla a la cintura y me dispuse a afeitarme. Deleitándome del momento, disfruté con la visión de su desnudez y cómo se pasaba la toalla por mi centro de atención, todo ello sin disimulo ya, pues simplemente estaba de pie con templando el espectáculo, sin ninguna excusa. Deseaba por su parte alguna orden del estilo de:

-Ven aquí y chúpamela, ya que tanto la estás mirando.

Pero esto era mi imaginación, Lucas era un cortado habitualmente (en esto más, claro), quizá lo estaba deseando (hasta el momento no había protestado), pero debía abalanzarme de alguna forma, pero sin que se asustara y me rechazara. Se me ocurrió de repente que el día anterior habíamos bajado al comedor el colchón grande, en el que dormíamos su hermana y yo, para no molestarle cuando nos despertáramos para ir al trabajo y, como molestaba, le dije que me ayudara a subirlo de nuevo a la habitación, pues pesaba mucho. Se puso el slip y yo seguí con mi toalla, y me las arreglé para que fuera delante y así poder controlar la situación. Después de intercambiarnos en la estrechez de la escalera, pude aprovechar para volver a comprobar el volumen de su bulto y cierto nerviosismo, pues parecía que se le quebraba la voz. Se sabía acorralado y parecía adivinar lo que iba a sucederle.

Entramos en la habitación, que estaba en penumbras, pues la persiana estaba bajada y nos apañamos con la luz que entraba de la puerta. Una vez más nos intercambiamos, pasé yo delante y en la refriega se me cayó la toalla, delatándome una erección más que clara, Lucas estaba alucinando. La tensión sexual estaba al máximo. Antes que reaccionara y saliera corriendo, me volví a poner la toalla como pude y pasé hacia la puerta, entrecerrándola para dejar sólo un mínimo de luz y me dirigí hacia él. Al ver mis movimientos, se quedó inmóvil, como esperando acontecimientos. Tan sólo se oía nuestras respiraciones. Desde atrás le pasé la mano, primero por la espalda, haciendo correr la mano muy lentamente hacia su pecho y la fui bajando después de entretenerme en sus deliciosos pezones y en el ombligo, desde donde crecía tímidamente su escaso vello, hasta el slip. Empecé a sobarle el paquete por encima de la tela (¡Por fin!), su polla estaba dura como un palo y el slip a duras penas podía contenerlo, recorría todo su talle desde las bolas hasta la cabeza, que parecía que iba a estallar. Para romper el silencio, dije con mi voz visiblemente turbada por la excitación:

-¿Te gusta esto?.

Contestó con una especie de gemido, pero la dureza de lo que estaba palpando y su respiración alterada lo aclaraba todo. Por fin liberé mi tesoro de su prisión, y bajé la prenda hasta sus pies, a lo que él facilitó la operación levantándolos. ¡Estaba desnudo, excitado y a mi merced!. Intenté moderar mi ansiedad, me puse a su lado y proseguí con mis tocamientos pausadamente, como recreándome y mi otra mano la utilizaba para recorrer todo su torso. Yo estaba a cien, con lo que mi toalla volvió a caer al suelo, imposible de sujetar lo que ocultaba , con lo que por la proximidad, le rozaba en su muslo derecho. Mientras proseguía con mis manipulaciones, me las ingenié ara aproximar mi polla a su mano derecha, inmóvil como estaba. Al principio pareció no hacer caso, incluso parecía evitarla, pero al final cedió a la atracción de aquella barra caliente que le brindaba, dándole suaves toques y por fin rodeándola con sus dedos, a lo que acompañó con unos sonoros suspiros (¡después de un rato así, éramos dos animales en celo!). No podía más, nos soltamos , recogí la toalla y la extendí sobre la cama, me puse de rodillas en el borde y cogiéndole de la mano lo acerqué hasta que aquella delicia caliente la tuve a mi alcance. Como avisándole de lo evidente a tenor de la maniobra, me sorprendí diciéndole:

-Ven, te la voy a chupar.

Después de besarla con dulzura, le pasé la lengua por toda su extensión, lamí sus bolas, pude recoger unas gotitas de líquido seminal que salían de la punta (que me supieron a gloria) y por fin me la metí en la boca. Él se estremeció y continuó con sus suspiros, que se juntaron con los míos. El ambiente no podía ser más caliente, el silencio de la sala sólo se rompía con el sonido de mi boca lamiendo y chupando aquella maravilla, mezclado con las sonoras respiraciones entrecortadas con suspiros que emitíamos al unísono. Me dí cuenta que de seguir así, Lucas se iba a correr pronto, ¡Pero yo quería sentirla en el culo, hacía tanto tiempo que no me follaban!. Empecé con una mano a ensalivarme y dilatarme mi gruta trasera, que con el jabón que allí había dejado, pude meter tres dedos sin dificultad. Debía hacer el cambio de una forma rápida y certera, pues él no tenía ninguna experiencia y se podría romper el encanto, dije después de sacármela de la boca;

-Acércate, ahora me la vas a meter.

Me puse a cuatro patas en el borde de la cama con la elevación máxima que pude, él se acercó torpemente y, como pude, después de que él flexionara un poco las piernas, maniobré con mis manos para aproximarlo y dirigir su sable hacia mi abertura, que la esperaba caliente como un volcán. Una vez atinó a presionar la cabeza del dilatado glande sobre el agujero, le ayudé ensanchándolo desde ambos lados y empujando hacia él con mi cuerpo. ¡Dios, aquello empezó a abrirse paso!. Yo ayudaba empujando con mi culo y con el balanceo que provocaba lo iba introduciendo más y más, compensando así su pasividad (que dicho sea de paso, me excitaba aún más). Me quemaba por dentro, pero conforme que la dilatación se iba ajustando al intruso, sentía un calor cada vez más turbador. Cuando la tuve toda dentro, empecé con movimientos acompasados, que, poco a poco, empezó a imitar Lucas y que acabó con un movimiento claro de mete-saca.

¡Por fin me estaba follando!, Lucas acabó por tomar el mando de la situación cogiéndome con ambas manos de las caderas y moviéndose con autoridad dentro de mí, a lo que yo sólo intercalaba ligeros movimientos de pelvis. Los suspiros se tornaron gemidos por mi parte y me abandoné totalmente a mis deseos, los que me habían llevado a convertirme en su puta. Perdido por completo el autocontrol, alternaba mis gemidos con algún que otro comentario del tipo de:

-Ssssiii, fóllame así, me gusta.

Al fin, Lucas aumentó el ritmo de forma frenética, lo que auguraba una buena corrida. Ésta le vino un poco más tarde, entre espasmos y fuertes gemidos, no haciendo ademán de retirarse con la corrida, lo que agradecí, pues me agradó aquél chorro caliente que noté en mis entrañas. Su orgasmo duró una eternidad a juzgar por los resoplidos y gemidos que estuvo emitiendo durante rato. Yo, por mi parte, me corrí sobre la toalla casi al unísono y prácticamente sin tocarme.

Caímos rendidos sobre la cama y tras recuperarnos, a partir de este momento llegó la etapa más difícil, había que hablar del tema en frío, pues la situación no podía ser más kafkiana (éramos prácticamente cuñados y nos separaban 12 años). Creo que por la vergüenza que sentía al haberse dejado llevar hasta ese extremo por la excitación no atinaba a decir nada, así que tomé la iniciativa y desplegué todas mis dotes de psicología y le hice un largo discurso con un tono tranquilizador. Entre otros argumentos, le dije que no debía sentir vergüenza por haberlo pasado bien, que el sexo era una cosa buena y que nos hacía comportarnos diferente de cómo éramos habitualmente si así nos hacía sentir mejor, pero que estas cosas se hacían siempre en secreto porque los demás nunca entendían estas cosas tal como las sentíamos y que mejor era no contarlo a nadie. Me estaba prestando bastante atención a mis argumentos, con lo que me pareció que iba por el buen camino, con lo que añadí que tampoco debía tener vergüenza por haber practicado el sexo con otro hombre, que no era mi primera vez, que todos pasaban por esto para aprender y practicar sexo para hacerlo con las chicas, pero que esto no se contaba y que no debía temer convertirse en marica, pues yo como tantos otros manteníamos relaciones con mujeres y nos casábamos, que nos enamorábamos y practicábamos el sexo con las mujeres pero que también nos gustaba practicar el sexo con hombres. Terminé añadiendo que si le apetecía podía practicar el sexo conmigo estos días, que estaba a su disposición, que aprendería a follar para el día que tuviera que hacerlo con una chica, siempre y cuando lo mantuviéramos en secreto, pues sus padres y su hermana se enfadarían mucho si se enteraran y nunca se lo perdonarían.

Dicho esto, nos vestimos (lavé la toalla del delito, por supuesto, y eliminé posibles rastros) y a partir de este momento, empecé a tratarlo como si nada hubiera pasado, para que lo digiriera y quitara hierro al asunto. Por la tarde y noche, mientras estuvo con nosotros su hermana, se comportó con bastante normalidad, quizá estaba un poco pensativo y yo, por supuesto, disimulé con gran profesionalidad, un poco asustado quizás por si se le escapaba algo. Por encima de todo, Lucas debía aprender que la situación exigía un tipo de comportamiento cuando estuviera gente delante que cuando estuviéramos solos y no hice ningún tipo de insinuación ni exhibición a lo largo del día, pues ya eran bastantes emociones por un día. Esa noche tuve muchos sueños de alta carga sexual respecto a mi nuevo amante y para mí pensé que le pasaría por su cabeza en la habitación contigua, ¿Querría seguir con aquello, o se arrepentiría? Era evidente que disfrutó mucho, pero todo lo había montado yo por en factor sorpresa y en frío quizás reconsideraría volver a caer. Por mi parte, la experiencia se había quedado corta y deseaba repetir y profundizar con aquello, al día siguiente tendría una nueva oportunidad de seducirlo.

Por supuesto, al día siguiente volví al ataque, aunque me planteé que fuera con menos agresividad, debía ponérselo todo lo fácil que pudiera y emitir todas las señales que necesitara, pero el paso decisivo debía darlo él, un nuevo ataque en toda regla por mi parte sería como una violación y se vería agredido, si entendió el mensaje que le di el dia anterior, yo estaba a su disposición en cuanto él quisiera, tan sólo debía allanarle el camino. Preparando el terreno, subí una toalla a la habitación y buscando por la casa, encontré un tubito de vaselina, más adecuado que el jabón y unos viejos pantalones cortos rookis que habían perdido el calzón interior, pequeños pero dados de sí, que apenas sujetaban mis atributos y de paso, resaltaba de forma más que atrevida la redondez de mi trasero, incluso adivinaba el comienzo de la divisoria de las nalgas. Ante el espejo, sólo la visión posterior que iba a mostrarle a mi adorado semental me produjo una erección que rebasó el exiguo pantalón, pero me concentré en volver a dilatar lo que hacía las veces de sexo femenino preparando una posible penetración. Estar comportándome así, con esa actitud de zorra viciosa, me produjo dulces sensaciones en todo mi cuerpo mientras me penetraba con mis dedos.

Como el día anterior, le desperté y desde el principio le hice ver que iba a seguir con mi seducción del día anterior, de nuevo todo era como un juego, pero esta vez esforzándome en mostrar mis encantos traseros, pues estaba seguro que él prefería ser el macho y yo quería sin duda ser follado como una mujerzuela. Las aventuras del día anterior no habían sino despertado unos deseos más fuertes en mí y esperaba con ansia que él respondiera a mis expectativas. No perdí ocasión de mostrar mis encantos a la vista, pues el pantalón transparentaba mis atributos, tanto delanteros como traseros, con lo que pícaramente adopté posturas y contoneos en las que mi culo aparentemente se ofrecía, abierto y dispuesto. En un par de ocasiones lo pillé mirando, lo que descubrí con gran placer. Repetimos las ceremonias del día anterior (y de nuevo pude comprobar como su verga respondía a los estímulos), incluso la de subir el colchón, pero esta vez era yo quien iba delante, sin parar de contonearme como una putilla. Un rápido vistazo a su pantalón mostró que parecía estar dispuesto de nuevo para la guerra, pero, fiel a mi plan, no le asalté como era mi deseo, pues deseaba que él diera el primer paso. Se quedó un poco contrariado cuando le dije:

-Voy a echarme un rato, pero no me dejes dormir mucho, sube a despertarme en máximo media hora.

Allí me quedé, enfermo de deseo y expectante, quise que volviera en seguida y empecé a arrepentirme, pensando que me iba a quedar sin mi ración de follada por mi cabezonería. Esperaba que estuviera, como yo, deseoso de sexo, pero quizás se había echado para atrás. Por fin, no había pasado ni diez minutos cuando le oí subir la escalera y me quedé inmóvil acostado boca abajo. Oí como se acercaba sigilosamente y parecía que dudaba, pero más bien estaba gozando de la visión de mi culo entregado, tuve una erección tremenda que se incrustó en el colchón pensando en que ya se estaba tocando. De repente, noté una presión en una de mis nalgas, ¡Por fin se había decidido!, empezó a tocarme primero a ambos cachetes y después entre ellos. Yo, fuera de mí, le respondí moviendo la cola acompasando sus maniobras y abriendo las piernas para que accediera con más comodidad entre ellas, me tocaba allí donde hubiera estado una vulva, yendo desde mi agujero hasta el nacimiento de los huevos, y empecé a gemir como una perra en celo. Por aquél entonces, ya había vencido la resistencia del pantalón y manoseaba directamente sobre mi carne totalmente entregada. Me bajó el pantalón y se situó sobre mí, restregándose entre las nalgas, todavía en calzoncillos. Mientras notaba su aliento entrecortado sobre mi nuca, yo boqueaba como una posesa, acompañando el vaivén de mi amado y buscando el máximo roce. Tras un rato así, loco de pasión, y temiéndome que se corriera demasiado rápido, quise complacerle. Le dije:

-Túmbate boca arriba, sobre la toalla.

Se acostó y allí estaba de nuevo, expuesto a mis deseos. Quizá el día anterior no había disfrutado lo suficiente de ese soberbio nabo, ahora lo iba a saborear a gusto, no tenía prisa. Me entretuve en lamerle los pezones, que los tenía muy duros y fui bajando, pasando por el ombligo hasta el calzoncillo, donde empecé a besar y morder por encima de la tela, ¡Dios, Lucas estaba muy excitado, su longaniza parecía más dura y más grande que el día anterior!. La saqué de su funda y saltó a mis ojos como un resorte, le saqué el calzoncillo y me lancé a lamerla y chuparla con fruición. Disfrutaba con su sabor y el olor a sexo joven que desprendía su vello púbico, me golpeaba con ella en mi cara, intercalaba besos y lametones a lo largo de su tallo con succiones que llegaban hasta el fondo de mi garganta...en fin, estaba descontrolado. Lucas se recostó más hacia atrás y abrió las piernas para facilitarme la tarea, a lo que yo respondí poniéndome a gatas y acercando mi parte trasera a su alcance.

Amplié mi área de acción a sus bolas y a la zona perianeal, hasta llegar a su ano, disfruté lamiendo como una perrita arriba y abajo, para acabar metiéndome el nabo en la boca. Él empezó a manosearme tímidamente mis huevos y mi polla, centrándose con más interés en mi redondo trasero, que abarcaba toda su extensión con sus lagos dedos, me pasaba la mano por entre las piernas, como si estuviera masturbando un coño y se detenía en mi abertura deseosa de carne, introduciendo un dedo, a lo que yo respondía meneando mi culín caprichoso como una zorrita con suaves movimientos y gemidos. No me importaba que no se interesara por mi rabo, ¡Él era mi macho y yo su hembra deseosa de ser penetrada!. Sus maniobras terminaron por desquiciarme y succioné como una loca mi fuente de placer hasta que noté que empezaba a contraerse y a bombear su leche caliente sobre mi garganta, que, después de los primeros chorros, que dejé que salieran de mi boca, succioné y lamí los restos que quedaron encima de él, lo que le hizo retorcerse de placer durante un buen rato. No había dado tiempo para que me penetrara, pero supongo que ya habría tiempo.

Una vez más nos habíamos dejado llevar por nuestros bajos instintos y había que volver a romper el hielo, pero la diferencia es que esta vez era Lucas quien tomó la iniciativa. Deseé seguir con aquello, así que, mientras todavía estábamos en la cama desnudos y antes de que escapara, volví a desplegar mis dotes para la conversación, a un nivel más directo, más subido de tono:

-No pensaba que ibas a subir-

Dije, después que recobráramos el resuello,

-Ya- respondió lacónicamente.

-Se nota que disfrutas mucho con esto-, insistí.

-Sssssi-,

Seguía en su tono como avergonzado. Me la tenía que jugar el todo por el todo;

-No creas que por hacer esto vas a ser maricón, a mi me gusta mucho y lo hago para divertirme y no soy marica. Además, no es mi primera vez pero fue hace mucho, a mí me gusta tu hermana, por eso estoy con ella pero me gusta probar cosas nuevas-.

-No quiero que se entere nadie-, dijo, -ni mis padres ni mis amigos, se burlarían de mí-.

La cosa iba bien, se estaba abriendo, añadí yo:

-Si lo que te preocupa es eso puedes estar tranquilo, a mi tampoco me interesa que se sepa. Si quieres podemos mantenerlo en secreto, nunca tiene porqué enterarse nadie, y tenemos unos días más para jugar aprovechando que no están- .

Sonrió, ya se iba relajando. Dí un paso más;

-Tienes una buena polla, más grande que la mía. Desde que la ví me gustó, y bien que me la has enseñado-.

-Jaja, la tuya también está bien-.

-Pero te gusta más mi culo, ¿no?-

Rió nerviosamente, e imperceptiblemente su minga empezó a revivir. Insistí:

-Lo que te gusta es follarme el culo y la boca y tienes suerte que desde que vi esa hermosura de polla que tienes lo he estado deseando.

Ahora éramos los dos los que teníamos una buena erección. Hablar así tan abiertamente nos estaba calentando. Le cogí la minga y empecé a sobarla después de ensalivarme la mano. Le mantuve la mirada y en ella adivinaba lo que le gustaba aquella situación. Proseguí mientras continuaba con mis maniobras y él se dejaba hacer:

-¿Sabes que has hecho de mí una puta?, y sabes que me gusta. Di, ¿quieres que siga siendo tu zorra?

-Sssi- Su voz temblaba.

-No soy más que una golfa y tu eres mi macho follador-

Lucas estaba a cien, su porra palpitaba entre mi escurridiza mano y yo sentía que mi culo glotón tenía vida propia y suspiraba por ser horadado, con mi otra mano volví a ensancharme el esfínter con dos de mis dedos y abundante saliva. Dije, finalmente:

-Fóllame-

Me tumbé sobre la cama boca abajo con un cojín bajo el cuerpo para elevar el trasero y, así, ofrecí mi flor al semental que tanto me había costado educar para que me montara. Balanceaba lentamente mi culín vicioso como anhelando la invasión que se avecinaba, me comportaba como una gata en celo, a lo que lejos de avergonzarme, me excitaba aún más. Se situó detrás de mí y empezó a restregarme su salchicha por detrás y me golpeaba con ella en los cachetes. ¡Caramba con el niñato, ya sabía como volverme loco!. Presionó la entrada con la punta durante unos segundos y tras vencer la resistencia inicial, fue metiendo poco a poco todo el miembro hasta que prácticamente sus pelotas descansaban sobre mi cuerpo. Estuvo unos segundos así, como esperando el ajuste de mi cueva al tamaño de la herramienta y se dejó caer encima de mí, inmovilizándome. Allí estaba, sometida y sumisa, tal como había soñado una y mil veces, a merced de las embestidas que me iba a propinar; Añadí;

-Soy tu putilla y tu eres mi macho y quiero que montes como una yegua-

Sentí su polla palpitar dentro de mí y yo empecé a culear lentamente, yo solo me sacaba y me volvía a ensartar hasta el fondo aquella barra caliente que tanto me enloquecía, a lo que él empezó a moverse también, primero acompañando mis suaves movimientos y luego cada vez con más rapidez. Ya me dejé hacer, me quedé inmóvil y sumisa y me limité a gemir y boquear incontroladamente. Lucas se animó más aún, se arrodilló para moverse con más libertad (imagino que le gustaría la visión de zorra ofrecida que le daba), me cogió fuertemente de las caderas mientras me ponía a cuatro patas y aumentó la fuerza de las embestidas, me arañaba y me propinaba cachetes en las nalgas. A estas alturas yo ya me había corrido como una colegiala y estaba a punto para la segunda corrida. En la habitación se oía unos sonoros chasquidos que se producían de chocar piel contra piel, su respiración agitada y mis gemidos, más femeninos que nunca. Finalmente, se corrió ruidosamente soltando su leche, menos abundante que antes, pero a mí me supo a gloria ese torrente caliente dentro de mí.

Ya las cosas más relajadas, borramos los rastros y bajamos a ducharme, donde todavía tuve ocasión de ser penetrado de nuevo mientras le enjabonaba. Afortunadamente para mí, el hecho que fuera joven hacía que fuera como un toro, se pudo correr varias veces y, en fin, en los 5 días que tuvimos ocasión pudimos disfrutar del sexo profusamente y fui follado de todas las formas posibles, contando ambos con una gran complicidad tanto en los papeles que habíamos adoptado cada uno en nuestra relación física, como en mantener las formas cuando no estábamos solos. Después de aquella maravillosa semana, tuvimos breves escarceos, pero nunca fue lo mismo. La cosa se fue olvidando, sobre todo después que nos separamos su hermana y yo, ya que no hubo nuevas ocasiones de coincidir.

En mis escasas experiencias homosexuales, ninguna fue tan intensa como la vivida con Lucas y con el paso de los años todavía lo recuerdo con gran excitación, lo que me ha servido el poner en orden mis recuerdos y escribirlos aquí. He disfrutado mucho plasmar en palabras lo que tenía en mis recuerdos ( he mantenido una tremenda erección durante todo el relato), y espero que haya sido de agrado, y si os ha excitado, mejor todavía. Volveré con nuevas experiencias.