Locuras liberales

Después del encuentro en la iglesia nos hemos visto muchas otras veces, pero recuerdo con especial emoció y placer el día que me dijo: esta noche tengo una sorpresa (dedicado a O.J.F. el gran amor de mi vida).

LOCURAS LIBERALES

Después de nuestro primer encuentro en la iglesia nos hemos visto muchas veces más y en cada ocasión nuestra pasión y amor ha ido creciendo. Él se ha convertido el centro de mi vida. Tengo mis obligaciones diarias, como todo el mundo, pero puedo asegurar que siempre está en mi mente por fatigosa que sea la tarea con la que esté. A veces me pregunto "cómo obraría mi amor en este caso" ya que para todo parece tener o encontrar una solución. Siempre es impredecible, me encanta que sus respuestas sobre lo que en ese momento me preocupe sean tan oportunas y me ofrezcan salidas muy airosas.

Es una persona que siempre piensa en nuevos motivos para que nuestras relaciones no se aletarguen, sino todo lo contrario; que cada día sean más vívidas, nuevas ideas de hacer el amor.

El otro día me llamó:

-Esta noche tengo una sorpresa, prepárate.

-¿Prepararme? ¿Para qué?

-¡Ah, sorpresa! Primero iremos a cenar.

Pasó a recogerme hacia las ocho, fuimos a un agradable restaurante fuera de la ciudad. La cena sin ser excesiva fue bastante buena, a lo que contribuyó la botella de vino que él pidió aunque no bebió ni un sorbo, hace años que no lo hace. A cambio, sería por los nervios con los que me inundan las sorpresas y que durante la comida no despejó en ningún momento, me la bebí casi entera. Sentía como los efluvios del vino corrían por mi cuerpo, aumentando mi excitación, pendiente de cual sería el siguiente paso.

Salimos y de nuevo enfilamos la carretera. Se metió por unos senderos muy bien cuidados, eran casi un jardín. Llegamos a una casa más bien grande y atractiva, semejante a una mansión. Pregunté donde estábamos y sólo me contestó que allí encontraría la sorpresa. Yo era un manojo de nervios y el vino en mi cuerpo hacía que estos nervios se transformasen en excitación creciente en mi cuerpo.

Entramos… una sala con sofás, luces indirectas, música suave, y una bonita muchacha que nos recibió. Carlos, mi amor, le dijo que había telefoneado con antelación para saber si aquella noche había una fiesta privada. Ella contestó que sí, que había fiesta, pero que no era privada aunque los clientes eran habituales del club. Preguntó si queríamos que nos presentara a alguna pareja o alguien sin compañía, él contestó que de momento no y que nos sirviera algo de beber en la otra sala. Cuando nos quedamos solos con una sonrisa pícara me dijo:

-Esta es la sorpresa, un club liberal, y creo que es la primera vez que estás en uno, ¿no es cierto?"

-¿Quéeeeeeeeeeeee… un club liberal? Vaya con la sorpresa, pues de momento no sé que decirte, por supuesto le encuentro morbo pero no sé cómo me voy a desenvolver aquí, como reaccionaré

-Niña –esta es la palabra cariñosa que usa para dirigirse a mí, me llamo Virginia- si te lo hubiese dicho quizás te hubieses negado y quería verte en esta situación. Sé que te va a gustar, de algo tiene que valer conocerte, ¿no? ¿Has rechazado alguna vez un reto? Quiero verte disfrutar al máximo y que otros contemplen tus orgasmos y se vuelvan locos como me vuelves a mí.

Para sellar su alegato me besó con una mezcla de dulzura y pasión. Nos sentamos en la otra sala donde ya había dos o tres parejas abrazadas. En la barra había otras pero no parecían que de momento hubiese algo entre ellas. Al cabo de un rato no dirigimos a lo que se denominaba "pista de baile", el lugar dónde se rompía el hielo con el contacto físico. A nuestro lado estaba otra pareja, él, con un disimulo escaso rozó su mano por mi culo y muslos, me quedé algo petrificada pero no me atreví a decir nada, no… porque dentro de mí algo se disparó. Me gustó que ese desconocido lo hiciera. Sin duda que me gustó.

Más tarde subimos al piso siguiente. Allí había una sala con pequeños armarios donde, después de desnudarnos, colocamos nuestras ropas y nos envolvimos en grandes toallas y, en ese momento, una idea atrevida pasó por mi cabeza: no sé para qué las toallas si en la sala donde fuimos las otras parejas ya estaban completamente desnudas. Había otro sofá, más allá un jacuzzi, y al otro lado de la habitación una gran cama, o mejor dicho, un largo colchón donde otras dos parejas estaban disfrutando de lo lindo. He de confesar que al llegar estaba algo avergonzada pero muy pronto la sensación de azoramiento se me pasó pues a pesar de todo, la naturalidad era la que impregnaba el lugar de una manera sorprendente.

Nos estiramos dejando las toallas al lado, detrás de nuestras cabezas, y comenzamos a besarnos con gran ardor. Nuestros gemidos se entremezclaban con los de las otros,… síiiiiiiiiiiiiiii disfrutaba como una posesa. Carlos me estaba volviendo loca, entonces sucedió algo que de momento no entendí, él me estaba acariciando un pecho con una mano, a la vez me succionaba el clítoris con gran maestría e introducía dos dedos en mi vagina con la otra mano, cuando de pronto noté que mi otro pecho estaba siendo acariciado también, no me salían las cuentas. ¡Caray, pero si sólo tiene dos manos! Y percibí que la otra mano era del hombre que estaba a mi lado, su compañera parecía estar descansando. En voz muy baja se lo dije a mi amor y su respuesta fue seguir atacándome con más ímpetu. Mi vecino avanzó en su aproximación, cogió mi mano, la empujó hacia su pene y empezó con ella unos primarios movimientos de masturbación. Yo me dejaba llevar y al notar su polla toda mojada y escurridiza me estremecí más de lo que mi amante había logrado en mí con sus caricias.

De nuevo comenté al oído de mi amor lo que había pasado con mi "vecino" y me preguntó:

-¿Es cierto que tienes la mano impregnada de semen?, naturalmente le dije que sí, que si quería comprobarlo por él mismo, a lo que respondió que me lo pasara por mi vientre y por el monte de Venus.

¡¡¡Wowwwwwwww!!! que morbo… lo hice y quizás para comprobar si yo decía la verdad, pasó su mano por allí, luego la puso en mi lengua y… me besó casi como un salvaje, ¡Estaba besando mis labios con los restos de semen del "otro"!, Esto me alucinaba, ¿hasta dónde puede llegar la mente humana en el juego del sexo? No hay límites y si por supuesto la pareja está de acuerdo, hay que llegar al final de lo que se busca.

Mis orgasmos se hicieron más seguidos y largos. Tengo una naturaleza muy ardiente con sensaciones muy difíciles de explicar. Y tanto. Parece que por mi vagina y clítoris esté teniendo una descarga de 1.000 voltios o que tenga varios ríos que se desplazan hacia el mar y esto es casi continuo, no paro y le tengo que decir a mi amor que me deje por unos momentos, pues quizás un día me dé un ataque cardiaco.

La verdad es que me sentí…, cuál sería la expresión más acertada. ¿Mucho más que excitada? ¿Ardiente? ¿Febril?… Más aún, me sentí como una cortesana del imperio romano… ¿Mesalina?... ¡Sí… Mesalina!

Con esa locura casi desenfrenada estuvimos largo rato, y mi vecino, aunque entonces quieto, disfrutó haciendo de voyeur todo el tiempo que duró nuestra sesión.

Ni que decir tiene que mi amor estaba, asimismo, más que excitado al comprobar que otro hombre me deseaba y estaba orgulloso de haberme doblegado a su capricho y dominio pues era él quien lo había urdido todo. Yo también estaba muy satisfecha, por dos motivos: haberle dado la satisfacción de ver que otro hombre me buscaba y por mi propio placer, que no era poco.

Era ya tarde, la gente iba desfilando y nosotros hicimos lo mismo, pero vi que mi niño, también este es mi apelativo cuando hablo con él, estaba comentando algo con el que yo había masturbado. Nos duchamos y marchamos para nuestros domicilios.

En el coche quise averiguar sobre qué trataba la conversación y me dijo que otro día ya me lo contaría. Así es él, siempre ha de llevar las riendas o hacer como el rey Arturo, que se hizo construir una tabla redonda colocándose él en medio de la mesa y de esta manera poder dominar a todos los caballeros.

Dedicado a O.J.F., el gran amor de mi vida del cual soy gratamente correspondida.

Rosa… Ave Fénix, 23.02.07