Locura Racional

Sorpresiva e inesperada aventura en un Madrid infernal por el calor del verano. Un motel muy especial será el escenario de la sorpresa.

Día infernal en Madrid, cerca de cuarenta grados a las cuatro de la tarde. Me llamaste loco cuando te pedí que me acompañaras a comprar unos discos al centro de la ciudad, pero la idea de pasar la tarde en un centro comercial con aire comercial, junto a mis alabanzas a tus gustos musicales, terminaron por convencerte. Eran las cuatro de la tarde cuando te vi venir a lo lejos. Vestías un pantalón vaquero y un top rosa, que resaltaba tus bonitos pechos. Unas gafas de sol cubrían tus preciosos ojos del fuerte sol y completaban tu vestuario. Buscabas los pocos resquicios con sombra que quedaban en la Plaza de Sol mientras caminabas hacia el Oso y el Madroño. Llegas a donde estoy yo y un beso suave y delicado de nuestros labios es nuestro saludo. Me recuerdas lo loco que estoy por querer quedar a estas horas y rápidamente te confieso que realmente no voy a comprar nada en la Fnac ni en otro centro comercial. -Tengo una sorpresa para ti... ¿confías en mí?"- Te quitas tus gafas de sol y me miras con sorpresa. Muchos días hemos fantaseado con cosas así y tus ojos me dicen que sabes que ha llegado una de dichas fantasías. Te he pillado por sorpresa, no articulas palabra y con tus ojos me dices que confías en mí. - Entonces déjame las llaves de tu coche y llévame a donde has aparcado- Cogidos de la mano caminamos buscando cada resquicio de sombra, mis dedos entrelazan los tuyos y aprovechan para acariciar tu mano. Cada pocos pasos te hago parar para que nos besemos. Son besos largos, extensos, deliciosos. Nuestros labios se juntan, nuestras salivas se mezclan mientras nuestras lenguas juguetean entre nuestras bocas, recorriendo cada centímetro de nuestras bocas. Tardamos más de la cuenta en llegar al parking donde has dejado tu coche, ese pequeño utilitario del que ya probamos los amortiguadores en múltiples ocasiones. Pagamos y nos dirigimos a la plaza agradecidos por librarnos del fuerte sol de la calle. Una vez dentro, vuelvo a preguntarte si confías en mí...me contestas con un sí callado, expectante, deseosa de conocer que te deparará mi mente en las próximas horas. A continuación ves como saco un pañuelo de seda de mi bolsillo y te pido que gires la cabeza. Con delicadeza cubro tus ojos con el y lo anudo detrás de ti, para comenzar a acariciarte tu cuello que, rápidamente, es besado por mi, lo que te provoca un deliciosos escalofrío que recorre tu cuerpo. Te tumbo en el asiento de nuevo y mientras beso tus labios extiendo el cinturón de seguridad. Escuchas su característico "click", para, a continuación, escuchar el "click" del mío y el arranque del motor que supone iniciar un viaje del que solo conoces el origen, no el destino. Lentamente recorro los recovecos del parking hasta que notas como el coche se empina para salir del garaje. Notas el calor del sol en tu cara y el tranquilo circular del coche por las calles céntricas de Madrid. Sin posibilidad de ver, tu oído se convierte en tu mejor aliado. Escuchas como cambio de marcha a medida que el motor me pide incrementar la velocidad, como freno en cada semáforo, como otros coches avanzan paralelos a nosotros...pero el oído no es tu único aliado, a cada poco tu sentido del tacto te permite disfrutar de mis caricias ya sea en tu mano o en tu pierna. Incluso voy más allá en los semáforos y me acerco a tu cara...en algunos te beso recibiendo tu pronta y húmeda respuesta, en otros solo me quedo cerca, para que sientas mis labios junto a los tuyos pero no voy mas allá....me quedo tan solo a unos centímetros. Para compensarte mis manos recorren tus pechos sobre tu top, me encanta su dureza y su forma, o bien la palma de mi mano recorre tu tripa, suavemente, en otros semáforos, mi mano cae a tu pubis y mis dedos dibujan en el lugar donde entraran en unos pocos minutos. Cada luz verde supone tener que poner fin a nuestros juegos, un final breve pero que provocaba algún que otro pitido de los coches que tenemos atrás y un gemido por tu parte de rabia porque mi mano no podría seguir jugando sobre tu cuerpo. De cuando en cuando te susurro que otros conductores nos observan en cada semáforo...se qué te vas excitando porque cada vez que mis dedos acarician tu entrepierna, apreció como se acumula más y más calor en esa zona. También te susurro lo fresquita que vas a estar en unos minutos y lo mucho que vamos a disfrutar en el lugar al que te llevo. Cada vez que te hablo al oído aprovecho para morder, soplar o chupar el lóbulo de tu oreja, sin que mis manos dejen de acariciar las partes del cuerpo a las que tienen acceso. Incluso llego a abrirte el botón de tu pantalón y bajar la cremallera de tu vaquero. Hacerlo me permite oler tu más intimo perfume y es una invitación irresistible para mis dedos, que comienzan a juguetear en tu vagina húmeda y caliente. Sin embargo el movimiento apenas dura unos segundos, pues apenas mis dedos se han mojado en ti, un claxon nos avisa de que el semáforo ya esta en verde y que debemos reanudar la marcha. En una detención del coche, me acerco de nuevo a tu oído y te pido que esperes, que no te muevas, que tardo unos minutos. A continuación escuchas el ruido de mi puerta al abrirse y el golpe que produce al cerrarse nuevamente. Durante cinco minutos estas sola en el coche, con los ojos vendados. No sabes donde estas, el sol te da de pleno y te hace sudar. Tomas consciencia de tu situación, tumbada en el asiento de tu coche, con las piernas estiradas y extendidas, tu top y tu sujetador fuera de su sitio, la cremallera de tu pantalón bajada y abierta, permitiendo a quien pasará junto al coche observar tu tanguita rosa sin apenas esfuerzo. Yo te observo desde el cristal y disfruto de la vista, hasta que decido dar por terminada esa pequeña tortura y volver al coche. Apenas recorro unos metros, notas como bajo la ventanilla y tras unos segundos aprecias de nuevo el lento caminar del coche, hasta que gira lentamente para, tras una nueva parada, escuchar como el motor se apaga, tras notar como el sol ya no golpea tu rostro. Abro mi puerta y a continuación aprecias como se abre tu puerta desde fuera. Quito tu cinturón de seguridad y te ayudo a bajar. Con cuidado cubro tu cabeza para que no te golpees con el borde del coche. En cuanto estas de pie, te beso con pasión, me aprieto contra tu cuerpo que choca con el cristal de tu coche. Todo tu calor pasa a mí. El de tu ropa, el de tu piel, el de tu pasión, el de tu boca...mi entrepierna choca con la tuya y ambos temblamos, tú al notar mi dureza y yo al sentir tu humedad. Seguimos así durante unos minutos, intentas quitarte la venda, pero no te lo permito, aun no has visto tu sorpresa. Solo estas en la antesala de ella. Cojo tu mano y tiro de ti, te susurro que tienes dos escalones, mientras notas un "beep, beep" y una puerta que se abre. -¿Dónde me has traído? - preguntas curiosa – Ahora lo verás – Te respondo mientras te empujo sobre la cama. Tras unos segundos de desconcierto notas el típico movimiento de una cama de agua. - Quítate la venda – te digo y tu, obedientemente, tiras hacia abajo del pañuelo que te impide la visión. Ante ti se muestra una gran habitación. Otra cama aparece enfrente de la que estas tumbada, mientras diverso mobiliario se distribuye por toda la habitación. Sin embargo, tus ojos se centran donde sabía que se iban a fijar desde el principio. A unos metros de la cama se abre un pequeño jardín donde ves un jacuzzi y una pequeña piscina, junto a un par de tumbonas. Me miras y solo eres capaz de decir – Me encanta. - Me acerco a ti, te incorporo tirando de tus manos y vuelvo a besarte. Mis manos buscan tu cintura y rápidamente tiran de tu pantalón hacia abajo, tus manos buscan mi cinturón y hábilmente consiguen abrir la hebilla. De forma ansiosa bajas la cremallera y abres mi pantalón. Nuestros vaqueros caen a nuestras rodillas y con nuestros pies terminamos de quitarlos. Tocas mi sexo con tus manos y sientes su dureza a través de la tela de mi calzoncillo. Yo froto tu vagina a través de tu tanga empapado gracias al sudor y, sobre todo, a tu excitación. Aguantamos unos minutos así...nuestras piernas comienzan a temblar y mientras me muerdes la oreja me susurras que quieres estrenar el jacuzzi. Tiras de mi mano y abres la puerta del jardín. Te abrazo por detrás y te levanto la camiseta para, a continuación, besarte por toda tu nuca y por tus hombros. Abro el cierre de tu sujetador y paso de besar tu nuca a lamerte tu espalda. Me agacho poco a poco y mientras mis labios siguen besándote mis manos tiran hacia abajo de tu tanga. Te doy un cachete en el culo y te digo – Al agua patos – No tardas ni un segundo en hacerme caso y entras en el jacuzzi, mientras lo pones en marcha, yo termino de desnudarme. Mi pene salta como un resorte en cuanto me bajo los calzoncillos al tiempo que las burbujas inundan el agua del jacuzzi redondo. Agradeces el contacto del agua con tu piel sudorosa y te sumerges completamente bajo el agua. Me siento en el borde y te acercas a mí. Tu pelo mojado se pega a tu rostro. Vienes hacia mí, abres mis piernas y las besas suavemente. Las rodillas, los muslos...tu boca recorre mi piel. Te agarras a mis piernas y te acercas a mi pene. Veo como tus piernas están dobladas, no quieres hacer pie, sino que solo quieres estar sujeta a mí. Me miras a los ojos y tienes mi confirmación. Quiero que lo hagas y, sin dilación, diriges tu boca a mi pene. Flotas en el agua y solo tus manos agarradas a mis piernas evitan que te hundas. Las burbujas golpean tu piel desnuda, chocan contra tus pechos, contra tus piernas, explotan contra tu vagina y contra tu clítoris. Tu lengua recorre mi pene de abajo a arriba. Disfrutas cada vez que tu lengua pasa por mi glande y aprecias cada escalofrío que provocas en mí. Besas con pasión la punta de mi pene, mientras tu lengua recorre cada centímetro de mi glande. Te entretienes subiendo y bajando tu lengua hasta que decides meterla entera dentro de tu boca. Sabes que me encanta eso y me deleitas con una gran felación. Aprietas mi pene con tus labios y comienzas a subir y a bajar a lo largo de él. Tu lengua se enreda a lo largo de mi pene y cada momento que pasa así es una oleada de placer que recorre mi cuerpo. Comienzas a incrementar la velocidad de tu felación. Cada vez recorres mi pene más y más rápido, mis manos acarician tu pelo y acompañan tu movimiento. Estoy cerca del orgasmo, lo sabes y lo quieres, pero yo no quiero correrme aun. Te paro...y me agacho a besarte, me encanta el sabor de tu boca y me deleito comiéndote los labios. Me lanzo al agua y me coloco detrás de ti. Hago que te apoyes en el borde del jacuzzi y me sitúo detrás de ti. Mis brazos te rodean mientras abres tus piernas para que me acomode tras tu espalda. Aprecias como mi pene se encaja entre los cachetes de tu culo. Te beso el cuello, me aprieto contra ti, Mis manos acarician tus pechos, pellizcan tus pezones y acarician tus pechos. Recorren tu tripa, acarician tu pubis, mi boca besa tus orejas, tus hombros...mis labios recorren tu nuca y te hace temblar con cada roce de mi lengua. Mis manos llegan a tu vagina, y mis dedos comienzan a buscar tu clítoris...mi pene busca la puerta de tu cueva y cuando la encuentra comienza a penetrarte. Muy lentamente al principio, al ritmo que te masturbo tu clítoris que cada vez lo noto más grande. Cada caricia sobre el es una ola de temblores que recorre tu espalda, y que me transmites a mi pecho que pegado a ti aprecia la suavidad de tu piel. Te penetro ya a un ritmo desenfrenado. Has girado tu cara y nuestras bocas se matan a besos. Mis manos se colocan sobre las tuyas y se entrelazan sobre el borde del jacuzzi, cuyas burbujas explotan a nuestro alrededor. Levantas tus pies, solo te apoyas sobre el borde. Mi pene sigue entrando en ti, estoy a punto de explotar, mi mano vuelve a tu clítoris, lo aprisiono entre dos de mis dedos y aprieto en su base hasta que empiezo a notar tu orgasmo, los músculos de tu vagina aprisionan mi pene y me provocan un orgasmo brutal dentro de ti....

Permanecemos agarrados, poco a poco noto como tus piernas intentan volver al suelo del jacuzzi. Aflojo mi cerrojo sobre ti y te giras. Me miras a los ojos y nos besamos tiernamente, pero sin separarnos. Tus pezones se clavan en mi pecho y te susurro – Habrá que probar la cama de agua, ¿no?