Locura maternal (2)

Una de las continuaciones más solicitadas ya está aquí.

LOCURA MATERNAL (II)

Me ha costado decidirme a mandar esta segunda parte del relato, por eso se ha demorado tanto. Todo debido a que el contenido puede dañar la sensibilidad del lector. A ello ha de atenerse quien se aventure a leerlo:

Allí estábamos en la despedida de soltera: Cati, Carla, Virginia, Sara la novia, Raquel, Gloria, mi hijo Kim, Gerome el streaper y yo. El ambiente estaba totalmente caliente. Mi hijo estaba tan entusiasmado viendo a mis amigas en braguitas que casi no reparaba en el trato que me daba Gerome. El joven negro me acariciaba sensualmente y me estrujaba las tetas con sus poderosas y hambrientas manos. Yo jamás le había sido infiel a mi marido; ningún otro hombre me había puesto nunca una mano encima, pero en aquellos momentos mi voluntad estaba vencida ante Gerome. Semejante semental era digno de al menos un buen magreo, porque quizá de ahí no pasaría la cosa.

Empezamos a morrearnos, ¡por qué no!, mientras mis amigas una por una se iba bajando las braguitas ante mi hijo. De nuevo me asaltaron las dudas y pensé en decirles que al menos sacásemos a mi hijo de lo que parecía que iba a ser una orgía, sin embargo temí también que si yo ponía esa condición, las chicas se negarían a dejarme seguir pegándome el lote con Gerome, cosa que me estaba excitando una barbaridad.

Me pregunté porqué Gerome me había elegido a mi para ponerse cachondo y supuse que el ser la única mamá de allí le hacía sentir cierto morbo y atracción por mi. Me alegré por ello. Aunque también las demás querían caña y solo podían conformarse por lo pronto con un hombrecito, Kim. Les pedí a mis amigas que fueran tiernas y delicadas con él, porque era un crío. Era curioso, a su corta edad y Kim tenía a seis tías fenomenales a su disposición.

Gerome me acarició el coño por encima de las braguitas; no sabía si rechazarlo o dejar que continuase, pero sus brazos eran tan fuertes y mi excitación tan acelerada que hube de doblegarme. Entonces mi hijo empezó a mirarnos a Gerome y a mí, prestando atención a qué hacíamos. Gerome dijo: Ahora vamos a ver que tal folla tu mamá, pequeño. Y desde luego sería lo que aquel hombre decidiese, porque yo estaba dispuesta a lo que me pidiera, aunque fuese follar delante de mi hijo para que viese lo puta que era su mamá.

Me quedé desnuda, como ya lo estaban los demás. Kim me miraba con ansia, pero yo no sabía a qué se debía, si era porque no le gustaba verme con aquel hombre o por todo lo contrario. Entretanto la situación se aceleraba; Sara y Gloria se estaban morreando. Aquello me sorprendió porque en nuestro grupo de amigas jamás creí que se diera el lesbianismo. A la vez se acariciaban mutuamente los senos y los glúteos. La escena me excitó.

Pero Kim seguía mirando como Gerome y yo nos morreábamos y nos metíamos mano. Casi sin darme cuenta eché mano de su pene y lo empecé a masturbar. Cati y Carla acariciaban a mi hijo; Raquel se masturbaba delicadamente y Virginia cogió una videocámara para empezar a grabar con una mano, mientras que con la otra también se masturbaba. Aquello era de locos, pero ya no se podía parar. Gerome me amarró del pelo y me hizo arrodillar. Quería que se la chupase y desde luego yo lo deseaba, pero me daba vergüenza ante mi hijo. Gerome supo que hacer ante tal situación:

¡ Eh, zorra... –dijo Gerome dirigiéndose a Carla- métete la polla del niño en la boca!

Carla lo hizo lujuriosamente. Kim creyó morir de gusto con su pequeña polla siendo mamada por una de mis mejores amigas. A la vez Cati le puso las tetas al chico a la altura de la boca y él no dudó en morder sus duros pezones. Por su lado Sara y Gloria ya habían montado un 69 y se comían el coño la una a la otra. Esta vez Gerome le preguntó a Kim:

¿Te gusta como te la chupa esa mujer?

Sí –contestó Kim- con los ojos entornados y gozando como un condenado.

Pues a mí también me gusta que me la chupen –dijo Gerome- y quiero que lo haga tu mamá. ¿Por qué no le dices tú que me la chupe?

Kim me miró implorante. Aquello significaba que estaba disfrutando con la mamada de Carla y que no quería que se detuviese; la condición era pues que yo se la chupara a Gerome, y así lo hice, me metí su verga de golpe en la boca. Jamás se la había chupado a nadie, ni siquiera a mi marido. Al principio por poco me ahogo, ya que Gerome me cogió de la nuca y me obligó a tragarla entera. La sensación me fascinó. Su glande golpeaba mi garganta pero era lo más excitante del mundo.

Miré durante unos instantes a los demás. Ahora era Cati quien se la chupaba a Kim. Mis amigas estaban tan sedientas de sexo como yo. Virginia se acercó a Gerome y se abrió de piernas ante él para que este le comiese el coño. La muy puta gimió de gusto. Por su lado Gloria y Sara se entretenían con un enorme vibrador de caucho que no sé de donde sacaron.

-Quiero correrme en tu boca- me dijo Gerome.

  • Lo que tu quieras mi amor –dije yo invadida de excitación.

Gerome agarró mi cabeza con las manos para incrementar el ritmo de la felación. En pocos segundos su orgasmo le hizo eyacular en el interior de mi boca. Un río de semen caliente fluyó por mi garganta. Lo tragué todo. El grito de placer del hombre hizo que todos allí nos quedásemos mirando su rostro de inexpresable placer.

  • Jamás me la habían chupado como tú, nena- dijo Gerome.

Eso me enorgulleció, pero seguía estando cachonda y tremendamente excitada. Mi coño quería un regalo. Le imploré a las lesbianas que me dejasen su vibrador y ambas se negaron. Pedí a Gerome que se ocupase de mi, pero su polla flácida necesitaba de unos minutos de descanso, además Raquel y Virginia ya se habían abalanzado sobre él para acariciarle. Sin embargo Gerome me dijo algo que me dejó estupefacta y llena de dudas:

  • Eh, ¿por qué no le pides a tu hijo que te la meta él? La tiene grande y dura y además el chaval se muere por follar un rato con quien sea.

Continuará...