Locura maternal (1)

Mis amigas me invitan a una despedida de soltera a la que acudo con otro invitado inesperado.

LOCURA MATERNAL

( Este relato, aunque está contado en primera persona, proviene de una sesión de psicoanálisis a la que sometí a una mujer que llegó a mi consulta con graves problemas de conciencia y de sentimientos de culpa. Los lectores podrán conocer el caso y así hacerse una opinión ellos mismos. Igualmente animó a que me escriban contándome qué les ha parecido).

Me llamó Bernardina, aunque todo el mundo me llama Berna. Expondré lo que me sucedió en breves palabras, pues no me quiero poner pesada, sólo quiero saber qué opina usted doctora de todo esto, ya que yo me siento bastante mal pero precisamente porque la experiencia vivida me gustó.

Desde hace muchos años he tenido un grupo de amigas incondicionales. En total éramos siete mujeres inseparables y en el momento en el que esto sucedió estábamos entre los 24 años de Raquel, la más joven de todas, y mis 36 años. Yo era pues la más madura, pero en gustos y en diversiones todas éramos iguales. Mis amigas se llamaban: Gloria, Carla, Sara, Cati, Virginia, Raquel y yo. Menos Sara y Raquel, todas las demás ya estábamos casadas, pero la única que tenía un hijo era yo, las demás disfrutaban aún de un matrimonio "sin molestias". Mi amiga Sara se casaba en verano y todas estábamos locas por organizar una despedida de soltera tal y como lo hicimos en las anteriores bodas de las demás. Para ello alquilamos un piso en el centro de la ciudad y allí no iríamos de juerga las siete. El día de la despedida de soltera llegó, pero a mi me surgió un enorme inconveniente. No tenía con quien dejar a mi hijo Kim durante ese fin de semana, pues mi marido tenía un obligado viaje de negocios al extranjero y fui incapaz de encontrar a una canguro de confianza. A Kim, aunque casi tenía 10 años, no podía dejarlo solo y por nada del mundo me perdería aquella fiesta, así que decidí llevármelo conmigo. Sabía que mis amigas se pondrían hechas unas fieras, pues aquello a lo mejor fastidiaba los planes, pero no tenía otra solución; no me equivoqué y cuando llegué al piso, donde ya estaban las demás, y Gloria abrió la puerta me dijo:

  • ¿Pero a dónde vas con tu hijo?

  • No tenía con quien dejarlo y me lo he tenido que traer –contesté-.

Las otras también protestaron al vernos llegar a mi hijo y a mí, y yo, entre enfadada y avergonzada les dije que si lo preferían me marchaba. Sara, la novia, me lo impidió, pues dijo que siempre habíamos sido amigas y que yo no podía faltar en la fiesta, aunque tuviese que estar mi hijo. Las demás sonrieron y le dieron la razón a Sara, después nos besaron y nos dieron la bienvenida a Kim y a mi. Les dije que pronto se quedaría dormido y que podríamos hacer lo que quisiéramos.

A ellas siempre les resultó muy guapo y muy simpático mi hijo, el cual se parecía como una gota de agua a mi marido, y porqué no decirlo, mi marido siempre había vuelto locas a mis amigas. He de decir que cuando llegamos todas estaban en ropa interior (unos conjuntos preciosos), era un pacto en nuestras fiestas. Yo también había de quedarme en ropa interior y mi hijo Kim estaba acostumbrado a verme así, solo que cuando vio a mis amigas se quedó estupefacto y ya no pudo apartar la mirada de ellas. Sobre todo de Gloria, la que nos abrió la puerta, a quien la naturaleza dotó de un par de tetas formidables (era normal que Kim no le quitase ojo).

Tampoco dejó de mirar a Carla cuyas braguitas blancas se transparentaban tanto que su fabuloso coño negro resaltaba como ninguna otra cosa. La verdad es que Kim se quedó impresionado con todas y a la vez me miraba a mi comparándome con ellas. Las chicas reían por todo ello y yo me preguntaba si había sido buena idea venir con el chico. Lo peor es que yo preveía que él se quedara dormido pronto, pero me equivoqué, tenía los ojos abiertos como platos y estaba encantado con la fiesta. Le puse su pijama y le dejamos estar entre nosotras. La habitación era muy adecuada, pues nos sentamos en el suelo sobre una espléndida moqueta; jugamos a diversos juegos de mesa, bebimos algo de alcohol (Kim no) y nos hicimos cosquillas entre nosotras. También participaba Kim, que estaba encantado con todo aquello.

Mis amigas jugaban con él picaronamente, le acariciaban, le revolcaban, se echaban sobre él o lo cogían en brazos. Kim no se cortaba y les echaba mano prácticamente de donde le apetecía: las tetas de Gloria, las nalgas de Virginia... tiraba del hilo del tanga de Raquel... Mi hijo no tardó en mostrar una fuerte erección bajo el pijama. Ellas reían y yo, aunque algo nerviosa, también lo encontré gracioso. Pero ocurrió algo imprevisto: una de las chicas, nunca se supo cual, llamó a un servicio de boys streaper, algo que nunca habíamos planeado. A las doce de la noche el timbre sonó; yo misma fui a abrir la puerta y ante mis ojos contemplé a un chico negro guapísimo y de gran estatura. Dijo llamarse Gerome y que venía a "amenizar" la despedida de soltera de Sara Martínez, o sea, mi amiga. Le hice pasar no muy convencida y nos saludó a todas. Quedamos sorprendidas, pero Gerome nos dijo que nos relajáramos pues no divertiríamos con su baile. Sentí vergüenza por mi hijo que estaba allí, pero en seguida Gerome se hizo amigo de Kim y me dijo que el chaval también lo pasaría bien. No debía sentirme mal por él.

Gerome empezó a bailar y a quitarse ropa al compás de una música que pusimos en el CD´s player. A todas se nos caía la baba con aquel tío que estaba buenísimo. Inmediatamente Cati, Carla y Virginia se pusieron a bailar junto a él.

Ellas mismas le quitaron las prendas de ropa hasta dejarlo con un tanga masculino; yo miraba de reojo a mi hijo, pero él disfrutaba y se reía como todos. Gerome animó a Kim a que hiciese un streaptease y mi hijo no lo dudó y yo tampoco lo impedí, pero lo que no creía es que Kim se quedase completamente desnudo en menos de dos minutos. Su pequeño pene erguido saltó a la vista de los demás triunfante y orgulloso, así que quise poner fin a aquello inmediatamente, sin embargo las chicas me dijeron que no le diera importancia, que lo estábamos pasando bien. Gerome se acercó a mi y me abrazó por la espalda para traquilizarme. Se apretó tanto a mi que pude sentir su pollón tieso entre mis nalgas. La sensación me causó cierto vértigo por unos instantes y entorné mis ojos para sentir un fogonazo de placer.

Cuando los abrí contemplé como las chicas se habían desprendido del sujetador y cada una de ellas se lo había entregado a Kim, que hundió la nariz entre aquellas prendas para percibir bien su olor. Carla rió al ver esto y dijo: ¡Ahora verás cuando te demos las braguitas para olerlas! Kim estaba emocionado viendo todo aquello, no le importaba ver como Gerome me estaba metiendo mano por todo el cuerpo...

Continuará...