Loca por mamá

De como las fantasías por mi mamá se volvieron reales.

Loca por mamá.

A mediados de mayo siempre llueve, y esa tarde en especial, la tormenta era inclemente. No había electricidad para la televisión o la radio, no había ni siquiera luz para leer. Presa de la ociosidad tal vez, mi mirada entre la oscuridad buscaba algo en que fijarse, algo que evocara un sueño, pero todo era lo de siempre, inmóvil y silencioso, como siempre lo ha sido en esta casa donde pase mi infancia. Finalmente encontré algo, que si bien también había estado ahí desde siempre, desde poco tiempo antes, había empezado a mirar con otros ojos.

Era mi madre, que sin notar mi presencia, esculcaba en un cajón buscando –supongo- baterías para una linterna. Mis ojos se posaron estáticos sobre esa figura que las sombras envolvían como un velo; fatal y felizmente mis fantasías empezaron a volar nuevamente hacia esa maravilla de cuarenta y cinco años, mientras como por instinto, mi mano empezó a recorrer mi pierna como insinuando una caricia; el terso y firme cuerpo de mi madre, su rostro angelical de ojos azules y labios carnosos que las arrugas apenas mermaban, su cabello largo y rubio donde algunas canas empezaban a pintarse, sus piernas esculpidas en el gimnasio, sus senos altaneros y grandes, sus nalgas un poco anchas pero aún respingonas que escondían ese rincón sagrado donde, desde hace no mucho, mis fantasías alcanzaban su loco final. ¡ es un cuerpo maravilloso! Yo a mis veinte años quisiera tener ese cuerpo! Es curioso como esa frase tomaba un nuevo sentido, porque en ese momento literalmente quería tener ese cuerpo, poseerlo, perderme en sus recovecos...

Siempre había sabido que mi madre es hermosa, y de hecho, puedo enorgullecerme de decir que heredé muchas de sus características: no somos muy altas pero las dos somos de complexión delgada, nuestros pechos son naturalmente grandes con forma de gota - y por lo menos en mi caso, se desarrollaron cuando tenía doce añitos- y nuestras facciones son muy finas, aunque tenemos los labios carnosos; de hecho es curioso que desde hace como dos años, la gente nos confunde como hermanas. Siempre hemos vivido las dos solas, y siempre me resultó raro y a veces incómodo cuando salimos a las tiendas o al cine o que se yo, las miradas lascivias de hombres y mujeres sobre mi madre, aunque a ella parecía no importarle mucho, incluso en ocasiones parecía agradarle. Sobre todo me incomodaba la mirada de las mujeres, no entendía como a una chava podía gustarle otra; fue solo después de una cierta noche navegando en internet que cambió mi percepción sobre el tema, y al mismo tiempo, para mi sorpresa, también me di cuenta de cómo mis sensaciones empezaron a traicionar el cariño inocente.

Por alguna extraña razón, la dicha noche caí en una página porno. No es que me gustara mucho el tema, pero bueno, no tenía otra cosa que hacer y me pareció una buena idea investigar de que se trataba todo eso. Empecé a revisar las categorías en la sección de fotografías, y la verdad me parecieron casi todas grotescas, la categoría de lesbianas me la había saltado intencionalmente, pero al final también la abrí, esperando asquearme de entrada, pero no; la primera foto me impresionó mucho: eran dos chavas, una rubia y una morena super lindas dándose un beso de lo más tierno mientras la mano de la primera se posaba suavemente en uno de los senos de su amiga, y ella por su parte acariciaba el monte de la rubia. Me quede observando un rato aquella foto, notando como empezaba a excitarme un poquito, sabiendo sin embargo, que había algo extraño en aquella imagen, ¿ qué era? ¿Qué era? Por fin la respuesta me golpeo: la rubia se parecía a mi mamá, o supuse por lo menos que así se habría visto de joven. Mientras más miraba esa imagen la semejanza se hacía más evidente, y supongo que ya trastocada por la madrugada, los personajes empezaron a confundirse: en realidad estaba viendo a mi madre, evolucionando en todas las etapas del placer: mordiéndose los labios, gimiendo con los ojos cerrados, vuelta una hembra en fin, que gozaba como loca con las caricias de una igual.

Era una situación casi hipnótica de la que desperté con sobre salto al darme cuenta que me estaba excitando mucho, de hecho, cómo no sé, pero mi mano ya estaba en el interior de mis pantis comprobando la abundante humedad que había destilado mi vagina. Apenada con migo misma por mis pensamientos y por ese conato de masturbación –inspirado en la idea de mi madre desnuda y haciendo el amor con otra chava- apagué la compu, y corrí al baño a lavarme la mano. Era ya muy tarde, no me había dado cuenta, pero el tiempo se fue volando, y lo abrupto de mi movimiento despertó a mi mamá.

-Katty, estás bien? – dijo con voz adormilada.

Le respondí con la voz entre cortada por el esfuerzo de la carrera y por la pena, que si, que no había problema. Regresé a mi cuarto y me metí en las sábanas tratando de olvidarme de lo ocurrido buscando a fuerzas el sueño, pero fue imposible. Mi corazón latía al mil por hora y esas imágenes no se iban de mi cabeza, es más ya estaban un poquito cambiadas: las chicas se movían y en vez de la rubia anónima, podía ver claramente a mi mamá. Trataba de contar borreguitos, de pensar en la escuela, en mis problemas pero la imagen estaba grabada como un tapiz en mi mente, y no se fue sino hasta que finalmente mi lucha mental me venció y quedé dormida.

Desperté, y tarde un poco en recordar lo ocurrido, creí en ese momento que todas las sensaciones, las ideas y etc., habían sido provocadas por la desvelada. Entonces regresó mi mamá del gym – se va en la madrugada y me ha pedido que la acompañe, pero la neta estoy de vacaciones y no me interesa pararme temprano- dejó sus cosas y se metió a bañar. Pasados unos diez minutos, me hablo:

¡Katty¡ ¡Katty!

Me levanté de prisa llegando solo hasta la puerta del baño.

-¿Qué paso ma? Le dije.

Ay mi amor, perdón que te desperté, pero se me olvido meter una toalla, ¿Me pasas una?

Me metí al baño, y lo que ví a través de la puerta de acrílico empañada fue impactante, sobre todo tomando en cuenta lo de la noche anterior. Se estaba lavando la cabeza, tenía su melena enroscada en la espuma sobre su cabeza dejando al descubierto su hermoso cuello delgado y blanco, su espalda en la que se pueden ver a la perfección todas las líneas de sus músculos, en el centro de la misma una línea, mas parecida a una sombra, que serpenteaba sinuosa hasta perderse en sus nalgas, enormes, apantallantes; sus piernas humedas perfectamente depiladas relucían invitando a lamerlas y besarlas. Nuevamente quede estática presa de mis sensaciones, contemplando aquella perfecta figura, y más aún cuando volteó para volverme a llamar con los ojos cerrados por el jabón, y pude contemplar aquellos pechos perfectos y suaves de pezones rozados por donde se deslizaba el agua hacía su abdomen plano y fuerte, llegando hasta su monte de venus, para convertirse de nuevo en chorrito impulsado por sus vellitos pesados de humedad.

Las imágenes empezaron otra vez a llenar mi mente, solo que esta vez estaban inflamadas por el ambiente cálido que crea el vapor encerrado en el baño. Ya no se trataba de mi madre y una morenita cualquiera; empecé a soñar despierta, empecé a vislumbrarme a mí desnudándome completamente y soltándome el cabello, entrando sin hacer ruido a la regadera, cuya estrechez obligaría el roce de nuestros cuerpos. La caricia de los vellos de mi pubis en sus nalgas y de mis pechos en su espalda provocarían una descarga eléctrica en esa sensual línea de su espina, que vencería cualquier posible resistencia a mis caricias y le haría lanzar un leve gemido con su voz suave y profunda; El agua tibia sobre nuestra piel nos sensibilizaría a niveles alucinantes, mientras mi mano derecha, la misma que ayer se sumía en mi humedad, juguetaba con sus vellitos buscando romper la resistencia que sus piernas aún tímidas ofrecían en mi camino a su suave vulva; mientras mi mano izquierda sondeaba la perfecta redondez de su pecho, buscando su pezoncito rosa – para ese momento por supuesto ya erecto- para pellizcarlo y a amasarlo en busca de nuevos gemidos; ella que tenía sus manos enredadas en el cabello sobre la cabeza, y los ojos cerrados irremediablemente, estaría plenamente a mi merced. Mis labios mientras recorrerían su cuello intercalando los besos con lamidas, en su camino hasta su oído, donde mi lengua acomodada como flecha, marcaría los caminitos de su oreja, para finalmente demostrarle mis emociones con una voz más parecida a los rugidos de una hembra en celo, diciendo solamente: Te quiero mamá.

me oíste mi amor? Me pasas una toalla? – dijo derrumbándome de la nube donde fantaseaba, haciéndome de nuevo llenarme de vergüenza y culpa.

Desviando abruptamente la mirada hacía el piso le contesté que sí y fui al armario por la toalla. Nerviosa todavía revolví todo aquello y le lleve lo que quería. Cuando regresé ya se había limpiado el jabón de la cabeza y la cara, y frotaba su preciosa pierna con un estropajo, preferí no mirarla demasiado esta vez, temerosa de las jugarretas de mi mente.

¿Qué pasó mi vida, todavía estás dormida? Me dijo con su voz cariñosa, y notando supongo mi turbación y mis ojos encajados en el piso, preguntó: ¿Qué tienes nena, que pasa?

Nada. Le contesté.

  • No, esa carita no es de nada, a ver déjame verte. – Yo tenía mucho miedo de que notara alguna reminiscencia de mis sueños en mis ojos, y tal vez lo hizo, pero no dijo nada. Solo me beso en ambas mejillas, tomó la toalla, salió del baño, se vistió y se fue al trabajo. Yo me encerré en mi cuarto, fingí que estaba dormida para no volver a toparla y no tener que dar más explicaciones, mientras trataba de comprender todo aquello, pero presa de mis fantasías, todo se volvió más confuso.

Cuando escuché que salió, me levante y me fui a bañar, esperando que con el agua se apagara mi calentura, pero fue inútil. Al contrario, mientras frotaba mi cuerpo, sin querer empecé de nuevo a imaginar a mi madre, mis manos se convirtieron en sus manos, recorriéndome completa, frotando mis senos, abrazando mi cintura, sovando mis nalgas tratando de alcanzar mi ano, recorriendo mis muslos y jugueteando con mi vulva... abriendo mis labios frotando mi clítoris en círculos, luego me imagine su lengua lamiéndome toda hasta llegar otra vez a mi vagina, que ya rendida por sus caricias derramaría sus jugos sobre esa boca, que como nunca antes, me moría por besar y mordisquear. Nunca me había masturbado tan rico, tan plenamente, electrizándome de arriba abajo. Y no se quedó ahí. Salí del baño y me fui a su cuarto, saqué unas pantis blancas preciosas de encaje y empecé a restregarlas sobre mi cuerpo, a olerlas después buscando algún resquicio de la humedad de mi mami, mientras gemía y bramaba, metiéndome dos dedos en la panocha y otro en el ano, tuve ahí un orgasmo, y otro y luego otro. Finalmente quedé rendida, dándome cuenta de una situación obvia: no se trataba solo de fantasías, esto era mucho, pero mucho mayor, deseaba a mi mamá como nunca he deseado a nadie, y de alguna u otra forma, tenía que seducirla.

Pasaron como tres días, y mientras más pensaba en cómo, cuando y dónde abordar a mi mamá, mi deseo crecía y crecía, y ya no hacía nada por evitarlo. Me volví asidua a las páginas porno, y se puede decir que me envicié con la masturbación, me metía los dedos tres o cuatro veces al día y siempre pensando en lo mismo, imaginando como escudriñar sus rincones, soñando en su olor, en su humedad, en sus gemidos; en su piel, en sus tetas, en sus labios, en su ano; repasando las palabras que usaría para hacerla mía, llegué incluso a planear la mejor manera de violarla. Lo más curioso es que no se trataba de que la mirara únicamente como una deliciosa hembra, aunque de hecho lo era; creo que lo que más me volvía loca era que se trataba de mi madre .

Mientras tanto, y aunque parezca contradictorio, me alejé de ella; me encerraba en mi cuarto, me hacía la dormida hasta que se iba, la evitaba en fin. Hasta esa lluviosa tarde. Se veía espectacular. Tenía el cabello recogido en una cola de caballo, vestía una blusa de seda blanca abierta hasta el segundo botón descubriendo un magnifico escote decorado con unas perlas, el pantalón de su traje sastre azul que demarcaba su exquisito culo, y unos zapatos también azules de tacón de aguja.

El ambiente licencioso de la casa oscura y callada, y la imagen de su cuerpo contorneado por las sombras, me hicieron saber que ese era el momento que estaba esperando. Mi mirada incidiosa le hizo por fin notar mi presencia, con un poco de espanto.

¡ay, Katty! ¿Qué haces ahí en la oscuridad? Me asustaste.

Tomando el valor que me hacía falta le dije.

Nada, te estaba viendo.

¿Cómo me vas a ver si no hay luz, mi vida?

Me levanté y caminé hacia a ella de la manera más sensual que pude.

Ma, ¿Tu y yo siempre hemos podido platicar y eso, verdad?

Si mi vida, aunque en estos últimos días casi no nos hemos visto.

Si... ¿ te puedo preguntar algo?

Claro chiquita, dime.

Eh... bueno, ¿qué piensas de las lesbianas?

Nada- dijo cambiando el tono como asustada por lo que vendía y continuo:

Creo que cada quién es libre de hacer lo que quiera. ¿Porqué?

No por nada- le dije – y dime, ¿tu nunca has sentido que te late otra chava?

Lanzó una sonrisita de sus deliciosos labios y bajando la mirada respondió que no. Yo insistí hasta que finalmente aceptó algo que no me esperaba. Me dijo que cuando estaba en la universidad, tenía una amiga con la que se daba besos y como que andaban, pero nada más, no paso de eso. Yo ya estaba muy cerca de ella, pero por alguna razón no me atrevía a dar el paso final. Después de una pequeña pausa que uso para inspeccionarme, preguntó:

¿para qué me preguntas todo eso? ¿no me digas que te gusta una chava?

-pues algo así.

-¿Cómo que algo así? Dijo en tono severo. Tomando el último soplo de valor, me aproximé a la distancia de un beso y se lo dije: "Me gustas". Al principio pensó que estaba bromeando, se dio la vuelta y regresó a lo que estaba haciendo. Entonces la tomé de la cintura, torpemente le besé el cuello y susurré a su oído:

Me gustas. Me encantas, ma. Te necesito, necesito tu cuerpo, quiero hacerte el amor. La luz regresó en ese momento.

¡Suéltame!- dijo safándose violentamente. ¿Qué te pasa? ¿estás loca?

Te quiero, te deseo, quiero besarte y tocarte...

¡Cállate Katía!- me dijo y empezó a llorar. Mira, eso no está bien, no es natural, ¡Soy tu madre!

No alcancé a decir nada más. Salió corriendo, subió las escaleras y se metió a su cuarto. Lo había echado todo a perder, ahora ni siquiera iba a querer hablarme. Me quedé unos quince minutos pensando en lo ocurrido, y finalmente me decidí a subir y pedirle perdón, iba a negar todo lo que había dicho, esperando por supuesto, una mejor oportunidad para tenerla.

Mi mamá nunca le echa llave a su puerta, así que aunque estaba cerrada, sabía que podía entrar. No se escuché ningún ruido, por lo que ni siquiera toqué. Cual habrá sido mi sorpresa cuando al asomarme veo a mi mamá tendida sobre la cama, con sus pantalones y sus pantis en las rodillas, masturbándose exhorta en un gesto de placer. Estaba perdida, tanto que ni siquiera notó que había abierto la puerta, y la contemplaba, es más no notó mi presencia hasta que, ya acostada junto a ella, empecé a besar su rostro.

-Ka... ka...- intentaba decir entre gemidos. Yo la callé sellando su boca con un beso tierno.

Esto no esta bien, dijo sacando la mano de su vagina y separándome de su cuerpo.- So.. soy.. tu mamá... tu eres mi bebita.

Volví a besarla. - ¿qué tiene de malo? Dime, ¿no te gusto?- Le pregunté mientras acercaba su mano a uno de mis pechos para que sintiera la rigidez de mi pezón. Ella sin fuerzas por la descarga de las sensaciones no opuso resistencia, y cuando solté su mano, empezó a acariciarme la teta, rozando de vez en cuando mi pezón endurecido.

Pe... pe... pero...

Pero nada- la interrumpí bruscamente- ¿ te estabas masturbando, no? ¿ te excitó lo que te dije?

Yo ya estaba bañada en fluido, mientras lamía y besaba su cuello desabotonando su camisa. Ella permanecía estática, temblorosa, jugando con la teta que le había prestado, mientras levemente, ya casi perdida en la lujuria suspiraba: "No Katty, no, no"

Alcancé el borde de su brassier, y metí mis dedos para acariciar su pezón que ya estaba hecho una piedra. Nuevamente busqué sus labios y la besé, pero en esta ocación mi lengua entró en su boca, ella ya perdida en la calentura, la empezó a succionar como una loca, cambiando luego de posición e introduciendo su deliciosa lengua en la mía. Para ese momento, ya estrujaba sus senos plenamente con mi mano derecha mientras con la izquierda me abría paso hacia su monte jugueteando por su abdomen. Ella, que ya sin control escarbaba buscando el candor de mis senos me susurró: Quítate la blusa. Así lo hice, ofreciéndole mis senos a su boca. Los estrujaba furiosa con ambas manos mientras lamía todo su contorno. Luego empezó a jugar con su lengua en mis pezones, para después prenderse hambrienta de uno de ellos, lo succionaba, lo mordía lo besaba, luego el otro...

Yo por mi parte, conduje mi mano hasta su vagina cundida ya de delicioso y cálido fluido, friccionando mi dedo anular en su raja para separar sus labios, buscando el clítoris, el cual ya descubierto, empecé a frotar notando como ella gemía, gritaba y se retorcía de placer.

Rápidamente nos quitamos lo que nos restaba de ropa, sin dejar de besarnos y tocarnos, maravilladas ambas de la perfección de nuestros cuerpos para ese momento ya húmedos de sudor. Nos tumbamos en la cama, seguía besando los senos de mi mamá, excitándome más y más con el sonido de sus gemidos; bajé lamiendo su cuerpo hasta su vagina, quería devorarla, y antes de darme cuenta sus fluidos salados ya me cubrían todo el rostro. Ella que por el momento solo se aferraba a mis cabellos me pidió que le diera también mis jugos. Como no estaba dispuesta a dejar de lamer su raja, nos fundimos en un exquisito 69, y vino un orgasmo, y luego otro...

Éramos dos hembras insaciables ansiosas la una por la otra... separándome de su panocha, con el rostro lleno de sus jugos le dije

Volteate ma...

¿Por qué?

Quiero besarte las nalgas...

Bueno pero luego me toca a mí...

Se volteo, y a modo de juego le di una nalgadita. Ella respondió con un quejidito que me puso a mil. Me abalancé sobre su culo, lamí su rayita, y luego separando sus nalgas, su ano, rosadito y estrecho... lo bese, lo lamí, luego metí uno de mis dedos... ella lanzó un grito de dolor y dijo:

Despacito mi amor, así, asi...

Yo me lamía el dedo y se lo encajaba, haciéndolo vibrar dentro de su anito, luego fueron dos, hasta que explotó en otro orgasmo. Me incorporé y la volte. Tome su mano separando su dedo anular y lo introducí en mi boca como si fuera un pene. Entonces la bese en los labios, dejándole probar los restos de su propia humedad, me di la vuelta dejando mis culos a la altura de su cara. Ella me besaba y me mordía me hacía chupetones, me metió su dedo, y me hizo de nuevo explotar.

Después nos incorporamos quedando sentadas la una frente a la otra. Nos acercamos y empezamos a tallar vagina con vagina, una vez y otra vez, hasta perder la cuenta de los orgamos en ese torbellino de placer

Ya las dos agotadas, bañadas de sudor, saliva y fluidos, permanecimos abrazadas en silencio largo rato, dándonos besitos ocasionales e intercambiando caricias tenues. Me incorporé entonces, dejando mis pechos al alcance de su boca, mientras jugaba con mi dedo amenazando con regresar a su deliciosa vagina.

¿ te gustó mami? Le pregunte. Ella solo asintió dándome un dulce beso en la teta, me miró con su rostro de satisfacción y cansancio devolviendo la pregunta a lo que respondí encajando mi lengua en su boca. Su mano nuevamente se aferró a mis nalgas, y yo como respuesta incliné mi rostro hacia su monte. Ella, ya suponiendo lo que preparaba, separó sus piernas dejando expuesta su vulvita. Antes de lanzarme a devorar aquella preciosidad, me puse a jugar con sus labios, y le pregunte:

Entonces, ¿Yo salí por aquí? Ella incorporándose un poco, aún acariciándome la espalda respondió:

Si, y fue muy difícil sacarte, déjame decirte. Descubriendo su clítoris y besándolo al tiempo que le lanzaba una mirada traviesa le dije:

¿En serio? Pues ahora que me volví a meter, va ser más difícil que me saques.

Ya no quiero que te salgas, mi vida- respondió, impulsando mi rostro nuevamente entre sus piernas.