Lobo y yo
Mi primera ves con mi amor lobo
Desde chica solía ir a visitar y quedarme unos días en la casa de unos
tíos que viven muy cerquita de la zona mencionada, me encantaba
porque acostumbraba hacer ciertas incursiones en ese lugar, llevando
mi mochila, acampar y hasta quedarme a dormir.
Me encantaba hacerlo, muy pocas veces iba acompañada, el ir sola
me daba la libertad de recorrer por donde me parecía o hacer
campamento en lugares totalmente agrestes, disfrutando de la
naturaleza.
Una mañana, mientras peregrinaba por esos lugares vi un perro grande
negro que estaba apareándose con una perra, si bien habían percibido
mi presencia me mantuve observando ese acto, lleno de sensualidad
donde el animal, penetraba a su hembra de una manera, salvaje y
bestial, apreciando sus jadeos, llegando a perturbarme, hasta percibir
una rápida excitación..
Después de un rato, habiéndose desacoplado de esa penetración, lo
llamé, pero solo me miró sin llegar a acercarse a mi lado. No sé que
me sucedió pero mientras regresaba a la casa, mis pensamientos
estaban evocados en ese momento de apareamiento.
Desconociendo el real motivo, regresé al día siguiente, sin suerte de
verlo, así lo repetí, un par de veces más, llevando unos pedazos de
carne sobrante, hasta que pude localizarlo, la carne que traía, sirvió
para tener un leve contacto, acariciando su cabeza, que algo receloso
me permitió hacerlo. Aunque por más que intenté contenerlo se alejó
sin hacer caso a mis llamados, creo que eso me llevó a ser más
insistente para encontrarlo.
A la mañana siguiente, iba a salir cuando mi tía me dice:
“Esta anunciado lluvia, sería mejor que te quedes”
“No te preocupes tía, llevo un equipo para la lluvia además iré cerca”
“Como quieras, te aviso para que no te pase nada”|
“Gracias tía” Le digo saliendo en mi excursión prevista, al encuentro de
Lobo, al que bautice así, por su aspecto tan similar.
Me alejé un poco de los senderos habituales, no me di ni cuenta
cuando comenzó a llover intensamente, mi gorro y mis cabellos se
empaparon, el agua penetraba mis ropajes y me encontré mojada
hasta la medula, un fuerte trueno me hizo erizar la piel, no parecía
prudente continuar sin rumbo por suerte pude ver un hueco obscuro
en el cerro y me dirigí hacía allí, me encontré con una especie de
cueva, ingresando inmediatamente.
Por suerte en mi mochila tenía una muda y un cobertor térmico, poco
a poco me despojé de mi ropa, las esparcí empapadas dentro de ese
lugar para que se secaran, y me puse la que tenía en la mochila, me
acurruqué y recosté en un ángulo de la cueva y me adormecí mientras
afuera se desataba una feroz tormenta.
Cuando me desperté, estaba bastante oscuro, vislumbrando una
sombra que se movía en el interior de la cueva, en la penumbra no
podía estar segura de que cosa era, pero si hubiese sido peligroso
para mí, me hubiese atacado mientras dormía, esperaba solo que no
fuera un puma, que solían merodear por la zona, afuera se sentían
algunos truenos y relámpagos.
El fulmíneo de un rayo me hizo detectar que era una figura canina, y
por su aspecto no dudé que era Lobo, sentí una alegría y un
estremecimiento al verlo, llamándolo y ofrecerle un pedazo de carne
que llevaba, se acercó más confiado, permitiendo que lo tocase, le
hablé, sin dejar de acariciar su lomo, sintiendo su pelaje, en una
especie de escalofríos, estaba tenso, luego se giró, dejando de comer
y lengüeteó mi mano, después se alejó y se echó a un par de metros.
Al despejarse la tormenta ya había bastante luminosidad, cuando pude
ver al gran macho que estaba lamiendo la punta de su rosado pene,
cosa que me turbó trayéndome al momento que estaba apareado con
su hembra.
Hoy estaba en el segundo día de mi ovulación, esto me hacía sentirme
receptiva a esas estimulaciones lascivas y no pude evitar que mi sexo
comenzase a emitir fluidos excediendo mis labios vaginales, el olfato
del animal lo percibió, se levantó, y vino con la cabeza gacha hacía mí.
Su intensa mirada en un verde intenso, se fijó en mis ojos como para
transmitirme su cercanía o demostrar su confianza, como un signo de
paz, su observación era de curiosidad, de sondeo, como un macho que
se acerca a una hembra para ver si esta está dispuesta a jugar, el
antiguo juego del cortejo para percibir su disponibilidad a aparearse,
su mirada era una invitación a tener un contacto físico, o era eso lo
que pasaba por mi mente, compartiendo deseos y sueños, pero no
amenazas ni agresiones.
Acaricie su cabeza, e instintivamente como atraída hacia ese
desconocido animal, con un cierto magnetismo, me fui quitando mi
ropa térmica, lamiendo mi cara, como en demostración de cariño o de
conquista, diciéndole de una manera instintiva.
“Pues aquí me tienes, quieres que sea tú hembra, tómame si quieres”
‒ le susurré y él lengüeteó mi rostro nuevamente como acepyando mis
palabras, acercándose a oler mi sexo.
Inconscientemente terminé quitando mi trusa, y hasta mis botas,
quedando desnuda ante ese animal, como si fuese el Dios Supremo,
separé mis piernas, entregándole mi cavidad vaginal, que sin aviso
previo, recibí el primer golpe de lengua en pleno, contra mi clítoris
alterado, haciéndome estremecer, dispuesta a entregarme a ese
animal desconocido.
Le estaba ofreciendo el tesoro de mi desnudez, mientras su hocico,
empujaba más y más adentro de mi sexo, donde su áspera lengua,
friccionaba la parte más sensible de mi anatomía.
Mis líquidos fluían excesivamente y el aroma que emanaba mi sexo
femenino parecía abarcar todo ese recinto, con quejidos y gemidos
recibía sus esplendidas atenciones, él era el elegido, sentía la
necesidad de entregarme a este Macho Alfa, después de un largo
tiempo de abstinencia.
Lo acaricie y abracé sintiendo el contacto de su pelaje contra mi
sensible piel, diciéndole:
“Soy tuya, trátame bien” como adivinando mis palabras, me respondió
con una lamida a mi barbilla y labios, sacando mi lengua para entrar
en contacto con la suya, apreciando como ser respondida por un beso,
me sentía ardiente de sus cariños, sin yo siquiera incitarlo me lamió
mis pechos, sintiéndome su pareja.
Como su sumisa hembra, sin más preámbulos, me puse en cuatro y él
me montó con sumo agilidad, sabiendo que buscaba, que después de
solo tres embates, centró mi útero y me penetró, grité y gemí solo del
placer, al sentir su puntiagudo pene, taladrando mi cavidad vaginal en
forma salvaje y bestial, como solo un macho alfa podría hacerlo, me
encabrité arqueando mi espalda, contrayendo mi vagina.
Su bola se estrellaba contra mis gruesos labios haciéndome chillar, me
atenazo fuertemente con sus zampas y empujo finalmente toda su
bola dentro de mi cavidad, provocándome uno de tantos orgasmos,
que se iban sucedieron.
Estoy una vez más en el paraíso terrenal, él me domina, aplacando su
necesidad sexual, me tiene a su merced, estoy abotonada a él y su
frenesí es fornicarme llenándome de su copioso y cálido semen.
Esa mezcla de sexo y morbo es atrapante, ser apareada por un animal,
tiene algo que es difícil de explicar, creo que te termina dominando, lo
deseas, te trata como su perra, esa inmoralidad te excita, el hecho de
sentirte humillada, desnuda, concediendo tu cuerpo a una bestia, pero
creo que esas sensaciones hacen enardecerte, te estimulas, te
arrastras hacia él, capaz de hacer cualquier cosa, al punto de llegar a
mamar su miembro, mientras el animal disfruta de lo que le estas
proporcionando. Pero esa sensación de degradación, te atrapa, no deja
de transportarte a un estado de paroxismo total.
Después de tanto tiempo sin experimentar esta sensación
incomparable, sentí un poco de dolor, me sentí muy estrecha para sus
dimensiones, me colmaba mi útero, no comprendía como esa especie
canina puede desencadenar un sinfín de efectos que te sobrepasan,
esa verga caliente y trepidante en mi interior me enloquece.
Lobo estaba martillando mis carnes sensualmente, me administraba
mucho goce, un placer único y muy placentero, su pene ensanchaba
todo el interior de mi vulva, copaba cada ángulo y recoveco, su bola
sellaba mi matriz, preparándome para ser inseminada con su simiente,
me tenía totalmente anudada y comenzó a vaciar sus acuosas
simientes en lo profundo de mi ser, como tratando de llenarme de
cachorritos.
Cada nervio sensible de mi útero, vibraba en consonancia a sus
embates que ahora más que nada eran ligeros empujones de bombeo
de su semen, sintiendo mis tetas agitarse al unísono de esos
empujones.
Al estar con la cabeza tocando el suelo, sus patas se apoyaron en mis
hombros, sin quitar su aparato de mis entrañas, como en una postura
de total predominio
Desde que comenzó a evacuar sus flujos en mí, ahí comenzaron mis
convulsiones orgásmicas y no había forma que se detuvieran, estaba
exhausta, sin fuerzas, pero mi cuerpo funcionaba automáticamente en
respuesta a los provocaciones de la poderosa verga de este animal.
Mi capacidad cerebral había sido anulada, todo mi ser reaccionaba a
las presiones que me imprimía este macho, su verga todavía emitía
chorritos de semen, pero se sentía que su bulbo comenzaba a
empequeñecerse, mientras esto sucedía, algo escapaban de mi
cavidad, rociaban mis muslos y piernas, luego toda su bola resbaló
fuera de mi, comenzando a evacuar el resto de esos líquidos.
Me derrumbé sin energías, Lobo vino a hozar mí encharcada vagina
procurándome temblores y otro maravilloso orgasmo, me quede allí
por un largo rato con mis ojos fijos en la enorme polla que se
balanceaba bajo el vientre de mí galán, él se acomodo a la entrada de
la cueva y procedió a lamer su imponente órgano sexual.
Me pasé las manos por mi ardiente sexo y las saqué humedecidas por
su flujo, que escurría fuera de mi hinchados labios inferiores, luego de
esto un sopor me llevó a quedar dormida por unos minutos, que al
despertar ya no estaba. Salí de esa cueva pero no lo pude divisar,
estaba refrescando así que me vestí, continuando la espera, partiendo
al ver que comenzaba a oscurecer.
Al llegar a casa, mi tía me reprendió por haber salido así y regresar tan
tarde, me disculpe, pensando en regresar lo antes posible.
Al día siguiente, amaneció bastante soleado, comenté que quería
conocer unas partes de esas sierras y me quedaría a pasar la noche,
que a pesar de las negaciones de mi tía, preparé todo para hacerlo.
Transité cerca de dos horas, con mi mochila algo pesada, prevista
para pasar la noche, cuando estaba cerca de la cueva, lo divisé a
Lobo, que al verme corrió hacia mí, sorprendiéndome su entusiasmo,
me saltó tan fuerte, que caí al suelo, lamiendo la cara como tratando
de disculparse.
Caminamos hasta la cueva, cuando llegamos acomodé todo mientras
me observaba, lo que hacía, cada tanto lo acariciaba, girando a mi
alrededor, moviendo la cola, suponía que deseaba, comprobando, al
ser tratada de ser tirada más de un par de veces, como para ponerme
en posición,
Me dio gracia, al punto que traté de demorarme como para dar más
intensidad a la estimulación de ambos.
Jugué con Lobo, intentando en todo momento de montarme a pesar de
estar aun con ropas, fui gradualmente sacándomela, ante cada prenda
que me quitaba, movía la cola, como sabiendo que acontecía.
Al quedar desnuda, me arrodillé ante él, lamiendo mi cara, pasando su
áspera lengua por mis pezones, alterándome más de lo que estaba,
nuestras lenguas se pusieron en contacto, era otro acto que me
alteraba.
El estado de estar totalmente desnuda ante un animal, al que como la
vez anterior me había entregado, me llevaban a un momento de
paroxismo indescriptible, no comprendía bien como algo tan
promiscuo podía transportar a esa etapa.
Después de un rato, me saqué las bragas, ofreciéndole mi alterado
sexo, que unas nuevas y excitantes lamidas, me perturbaban cada vez
más, me giré quedando de nuevo en cuatro, apoyando mi rostro en el
suelo, elevando mi culo. Una vez en postura, su lengua se fue
esparciendo de una cavidad a otra, quizás cerciorándose de la
abundante humedad de mi abertura
“Me deseas, verdad?” le hablaba suavemente sintiendo el
estremecimiento que me causaba su lengua separando mis labios
genitales intentando introducirla en mi vagina, miré a mi alrededor y
detrás de él había un espacio donde arrodillarme, lo empujé
delicadamente con mis muslos, me acomodé y me acuclillé, y
ponerme en posición para recibir sus atenciones carnales, porque era
obvio lo que él estaba reclamando de mí y yo lo deseaba
ardientemente, cada vez que lo pretendiese.
Saltó sobre mi espalda y atenazándome con sus zampas comenzó a
puntear su agudo miembro contra mis nalgas y luego centró mis
tiernas carnes rosadas introduciéndose en mi vagina, grité algo
dolorida, pero no impedí su intención, feliz de sentirlo nuevamente,
luego mis gemidos acompañaban los frenéticos embates de su sexo
contra el mío, sus cojones goleaban rítmicamente la funda de mi
clítoris, obligándolo a emerger y enfrentar las lujuriosas sensaciones
de placer que le infundían estos continuos embates.
Cuando sentí que clavaba sus uñas en mis muslos, recibiendo una
especie de estimulación ante ese ímpetu, sumado al dolor de sus
garras, oprimiéndose contra mi epidermis.
No dejaba de gozar esa brutal la penetración enérgica de mi macho
que había tomado posesión de mi sexo, me hacía suya, me poseía con
autoridad, se adueñaba de mi cuerpo entero y lo gobernaba con la
fricción de sus carnes en las mías.
Deseosas de su espléndida verga empotrada firmemente en mi
cavidad, me dominaba totalmente, su pene estaba enterrado
profundamente en mi y su bola se había deslizado suavemente
oprimiendo y amoldándose a mis paredes de mi castigada vulva.
Mientras crecía y crecía, aumentando su volumen, adueñándose de mi
claustro, percibiendo la aguzada punta de su pene tocando a las
puertas de mi útero, las sensaciones excesivas de ardor y erotismo me
hacían estallar en continuas oleadas orgásmicas que mi cuerpo entero
se deleitaba y mi mente se perdía en ese mar cubierto de lujuria.
Su verga enorme punzaba, el diminuto orificio a mi útero, una mezcla
de placer y dolor me mantenían meneando mis caderas y mi culo hacía
atrás, todo en mi interior se contraía abrazando ese caluroso pene que
palpitaba dentro de mis entrañas, el hormigueo de mi vagina era
intenso, las cosquillitas exquisitas me tenían locas, casi me estaba
orinando, del placer que recibía mi sexo.
Estaba como loca suplicándole que me llenara con su semen y como
si hubiese entendido, él explotó en mí con tal fuerza que me arrancó
un chillido de esos y un orgasmo brutal, creí que moriría ahí empalada
en este maravilloso pene que vibraba en armonía con mi clítoris
trepidante y esos temblorcillos descendían por mi espina hasta mis
muslos y piernas que tiritaban con escalofríos de placer,
Me plegué apoyando mis tetas sobre la tierra fresca que me regalaba
esa frescura y alivio a mis pezones adoloridos por la fuerza del placer,
mis botoncitos estaban a punto de explotar.
El perro estuvo eyaculando por largos segundos, mientras no me
soltaba, permaneciendo prendido, como si temiese que me escapase,
mientras goteaba su semen, humedeciendo el suelo en que estaba
acuclillada.
Nos desabotonamos y yo me desvanecí agotada, contra la parte
humedecida del suelo, tratando de recuperar el ritmo de mi
respiración, viniendo a lamer mis abusadas carnes con su áspera
lengua provocándome una serie de mini orgasmos.
Acostada sobre ese suelo húmedo, lo observaba mientras lamia su
verga, aun erecta, atrayente y sumamente sexual, gatee hacia él,
subyugada por su aparato, sin poder contenerme, comencé a lamerla,
besarla, mientras el perro se mantenía tirado disfrutando de mi
contacto oral.
La comencé a chupar, atraída, por un sabor especial, mezcla de su
esperma con mis flujos, llevándola hasta lo más profundo de mi
cavidad bucal, sintiendo cada tanto regar mí interior. No dejaba de
explicarme como podía llegar a semejante extremo, pero me era
imposible dejar.
Continué un buen rato, mientras Lobo disfrutaba de los mimos de su
hembra, me dormité pegada a su cuerpo, su pelaje calentaba mi
cuerpo, al despertarme estaba algo fresco, prendí unos leños, en la
boca de esa cueva, para hacer de barrera térmica, entibiando el recinto.
Mi desnudes atraía a Lobo al sentir buscar mis partes intimas para
lamer, alterándome ante ese contacto imposible de rechazar,
husmeando mis partes impregnadas de mi olor.
No tardó en intentar tener contacto, tratando de acomodarme
entregando mi intimidad nuevamente ante el requerimiento de este
animal, que minuto a minuto se iba convirtiendo en un deseo
incontenible.
A pesar que estaba algo fresco, permanecí desnuda, como en un
estado primitivo, conviviendo esas horas con un animal, que cada
tanto buscaba tratar de aparearse, donde mi sueño entrecortado, era
suplantado por ese sexo salvaje.
Los primeros rayos del sol me despertaron, después de esa noche
nupcial. Pero ante mi sorpresa y tristeza estaba sola, la ausencia de
Lobo me apenó. Comí algo, me fui vistiendo, oliendo mi cuerpo a su
esperma, que se mantenía aun adherida a mi piel, limpiándome con
algo de agua que tenia, preparándome para mi regreso a casa de mi