Lobo (4: Nevex - Parte 3)

"...Temiendo que su voz pudiera sacar al muchacho del trance de las feromonas, Lobo no pronunció palabra alguna. Sin embargo, no pudo evitar gemir quedamente al notar como la nueva y rasposa lengua del muchacho, cual suave y húmeda lima, acariciaba lenta y concienzudamente su sensible agujerito..."

Lobo suspiró pesadamente.

–Estoy seguro de que debes tener un millón de preguntas –dijo, al tiempo que daba un par de pasos en dirección al muchacho, sin llegar a acercarse del todo.

–¿Cuánto tiempo llevas ahí? –preguntó súbitamente Eric, mientras se bajaba la sudadera y se subía el pantalón, su enorme polla todavía erecta provocó un efecto tienda de campaña terriblemente evidente, pero Eric no podía hacer nada al respecto.

–El suficiente como para ver que a los gemelos también les ha gustado mucho tu cambio –respondió Lobo tras un segundo de desconcierto: no esperaba que la primera pregunta fuese esa.

–¿“También”? –preguntó el muchacho, lanzando una afilada mirada al entrenador, que dejaba entrever que a él seguía sin hacerle ninguna gracia.

–A parte de mi –explicó Lobo con un ligera y furtiva sonrisa.

–Todavía sigo muy cabreado –dijo el muchacho al ver la nada empática sonrisa de su entrenador.

–Esta bien, es comprensible –respondió Lobo, cruzándose de brazos.

Ambos se quedaron callados de nuevo durante varios segundos.

–¿Tenías más preguntas? –preguntó Lobo volviendo a sonreír furtivamente durante un instante.

–Yo… no se ni por cual empezar –admitió el joven sintiéndose mentalmente agotado, como si cada pregunta no resuelta en su cabeza martilleara su mente sin descanso.

–Eso también es comprensible –respondió Lobo–. Pero… la verdad es que este no es el mejor lugar para hablar de esto. Cualquiera podría entrar y escucharnos, ni siquiera se tendría que acercar mucho con el eco –añadió bajando levemente la voz.

Era cierto, el vestuario tenía un enorme eco, hasta el punto de que Eric todavía era capaz de oír ligeramente a Miguel y Daniel en la otra punta del lugar.

–Lo mejor para que nadie nos oiga ni nos moleste, sería que vinieras a mi casa… pero es tu decisión –dijo Lobo encogiéndose de hombros, aún con los brazos cruzados.

Eric meditó aquello durante un momento. Era verdad que prácticamente ningún lugar público era seguro para hablar de un tema como aquel, y ciertamente no podía llevar al entrenador a su casa porque eso requeriría demasiadas explicaciones que ni podía ni quería dar... por lo que la idea de ir a la casa del entrenador no parecía realmente tan descabellada. Además, a pesar de todo lo que Lobo le había hecho, también le había salvado la vida, e interiormente Eric se decía que como mínimo aquello merecía un voto de confianza.

–De acuerdo, supongo que no tengo muchas alternativas –respondió, pensando que su única otra alternativa viable era preguntar a los propios gemelos, pero tenía la impresión de que ahora sería difícil hacerlo sin que intentasen follárselo mientras tanto.

Como si una parte de ti no lo desease , susurró una voz en su interior, pero Eric la apartó rápidamente.

–Bien, en ese caso será mejor que nos pongamos en marcha –dijo Lobo al tiempo que sacaba las llaves del coche de un bolsillo del pantalón de deporte y hacía un pequeño ruido con ellas–. Voy a cambiarme de ropa y coger un par de cosas, espérame en el aparcamiento.

–De acuerdo –musitó el muchacho, mientras se preguntaba si aquella había sido una buena decisión.

Mientras se dirigía al aparcamiento no pudo evitar pensar en todo aquello de nuevo. Todavía no había perdonado a Lobo por haberle convertido en un monstruo, y de hecho no sabía si llegaría a perdonarle alguna vez. La razón por la que había decidido hablar con Lobo era porque era la única persona que podía solucionar sus dudas… pero ahora técnicamente los gemelos también podían hacerlo. Podía recurrir a ellos y librarse por fin de todas las incógnitas que rondaban su cabeza una y otra vez, sin tener que dirigir una sola palabra a Lobo. Por tanto… ¿por qué aún así iba a acompañarle a su casa, en vez de quedarse hablando con Daniel y Miguel?

Lobo me ha salvado la vida, como mínimo eso me dice que puedo confiar en él, se dijo de nuevo el muchacho, antes de suspirar profundamente.

Pero no tendría que haberme salvado de nada si no me hubiese convertido primero en un monstruo , dijo otra voz en su interior, equilibrando la balanza de la duda.

Era amigo de mi padre, y al parecer mi padre quería que me convirtiese en un Nevex, volvió a añadir otra voz.

Pero lo ha hecho sin consultármelo, sin haberme pedido permiso , agregó otra voz más.

¿Cómo iba a pedirme permiso? No es algo que se pueda contar así como así, dijo otra voz en su interior.

Pero tenía que pedirme permiso, es mi vida , añadió otra nueva voz.

Supongo que pensaría que me estaba haciendo un favor, aportó otra voz más.

¿Cómo va a ser un favor convertirme en un monstruoso tigre dientes de sable?, preguntó enérgicamente otra voz opacando a las demás.

En el fondo me está gustando el cambio, respondió tenuemente una última voz, que hizo que el muchacho rompiera de golpe todo su tren de pensamientos y sacudiese abruptamente la cabeza.

–¿Listo? –preguntó Lobo a escasos metros del joven, de brazos cruzados. Además de unas relucientes gafas de sol y una brillante cadena alrededor de su cuello, el entrenador llevaba ahora una ajustada camiseta azul claro, unos vaqueros ligeramente más oscuros y una bolsa de plástico blanca y azul que parecía hacer juego con todo el conjunto. Sin esperar respuesta y antes de que Eric pudiese decir nada, Lobo se dirigió a su coche, un utilitario básico de color gris.

Lobo en el aparcamiento:

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Pensando en última instancia que ya era demasiado tarde para cambiar de idea, Eric siguió a Lobo y se subió al asiento trasero de su coche.

A pesar de que el interior del coche era un lugar lo suficientemente aislado como para que hablasen de cualquier tema privado sin que nadie pudiese oírles, ninguno de los dos dijo palabra alguna hasta llegar a la casa de Lobo.

El lugar era un bloque de apartamentos bastante corriente, de clase media–baja. Las paredes exteriores estaban llenas de graffitis de diferentes tipos, cuya presencia a nadie parecía importar teniendo en cuenta la cantidad de tiempo que debían llevar allí. El edificio en si mismo, la acera de la calle y también el propio asfalto daban la misma sensación de abandono, hasta el punto de que a Eric le provocó un ligero escalofrío el simple hecho de encontrarse allí, aunque fuese en el interior del coche de Lobo. El joven estaba a punto de preguntar “¿De verdad vives aquí?”, pero se dijo al instante que aquello era un falta de respeto terrible. No todo el mundo a su alrededor tenía porque vivir en un barrio ligeramente acomodado como él, con su propia casa de dos pisos.

Lobo aparcó en un pequeño hueco en la acera, cerca de uno de los portales y tras coger la pequeña bolsa de plástico del asiento del copiloto, bajó como si tal cosa.

Eric no tuvo más remedio que seguir al entrenador, y al bajar del coche un terrible olor a podrido  le golpeó la nariz brutalmente.

–Siento lo del olor, hay una especie de vertedero a un par de calles –dijo de pronto Lobo como si le hubiese leído la mente.

–Es horrible –murmuró el muchacho sin poder evitarlo.

–Ya, bueno, la gran mayoría de la gente solo lo aprecia ligeramente –respondió Lobo, dejando al muchacho levemente confundido.

Eric no pronunció palabra alguna y decidió seguir al entrenador dentro del edificio confiando en que el hedor allí fuese más soportable. Un momento antes de hacerlo, sin embargo, el joven se percato de que todos los coches de la calle se encontraban en un estado lamentable; a prácticamente todos les faltaban las ruedas y alguna que otra parte más, y el muchacho supuso que alguien debía haberlos desmontado para vender las piezas o algo similar.

–¿No te preocupa que le pase algo a tu coche? –preguntó el muchacho sin dejar de seguir al entrenador.

–Digamos simplemente que nadie de aquí tiene huevos a tocarlo –respondió Lobo de manera tajante.

Ante aquella respuesta, Eric se preguntó de pronto qué sabía realmente sobre su entrenador, y al darse cuenta de que realmente la información que tenía era prácticamente nula hizo que le entrase un nuevo escalofrío.

El interior del portal tampoco rebosaba calidez hogareña precisamente. Todas las paredes se encontraban en un estado aún más lamentable que los coches de afuera, e incluso el suelo echaba en falta que reparasen dos o tres baldosas rotas y descolocadas. Si bien el olor del vertedero disminuía en el interior de aquel lugar, era desgraciadamente sustituido por otros olores igualmente repugnantes que el muchacho simplemente no quiso intentar examinar. Antes de cruzar totalmente el portal, Lobo se paró junto a los buzones y sacando una pequeña llave abrió uno de ellos para mirar el interior. Tras cerciorarse de que no había nada volvió a cerrarlo y continuó como si tal cosa. Eric no pudo evitar mirar el buzón en cuestión y le sorprendió encontrar las palabras “Alberto Martínez” escritas en él.

¿Ese era el nombre de Lobo? ¿Alberto Martínez? Entonces… ¿a que viene lo de Ouquo? ... Aún más preguntas para añadir a la lista , se dijo el muchacho negando suavemente con la cabeza.

En cuanto la puerta de entrada se abrió, Eric pudo comprobar que el apartamento, situado en el primer piso, era exactamente igual a como lo llevaba imaginando desde que llegaran a aquel barrio… cutre.

–Ponte cómodo –le dijo Lobo sin mirarle y dirigiéndose directamente a otra habitación–. ¿Quieres algo de beber?

–No, gracias –respondió el muchacho justo antes de examinar todo el lugar.

Cutre era la palabra que mejor describía absolutamente todo lo que había allí. La casa tenia un cierto aire a vulgaridad que rezumaba por todas partes, desde un gran armario antiguo junto a la entrada, decorado con una especie de falsa calculadora gigante de gomaespuma en el frontal, hasta unas viejas cortinas en la sala de estar que parecían dar a un pequeño balcón interior, y otras cortinas aún más viejas de color rojo que cubrían la entrada al pasillo. Un viejo televisor de tubo colocado en un mueble gigante de aglomerado que ocupaba una pared entera de la habitación, una mesa alargada sacada de cualquiera de los innumerables catálogos de Ikea y un antiguo sofá de color verde musgo.

Eric decidió sentarse en el sofá y comprobó que era extrañamente más cómodo de lo que su aspecto hacía pensar, por lo que pudo relajarse levemente apoyándose contra el respaldo. Sabía que se acercaba una charla larga y densa y ni siquiera estaba seguro de por qué pregunta debía comenzar, lo que si tenía bastante claro era que las respuestas probablemente no le hiciesen ninguna gracia, y aquello hacía que no pudiese relajarse totalmente. Y menos aún pudo relajarse cuando instantes después Lobo entró en la habitación totalmente desnudo (salvo por la cadena del cuello) y llevando una cerveza en la mano derecha.

Lobo desnudo: http://24.media.tumblr.com/4c002e25f92a5b59e396971ff7419ee6/tumblr_mrulyidw8k1req6deo2_500.jpg

Sin decir palabra alguna, el entrenador se dirigió al sofá y se sentó en el extremo contrario. Apoyó su espalda igual que el muchacho y alzó una de sus piernas apoyándola sobre la mesa, al tiempo que abría la lata sin esfuerzo y daba un ligero sorbo.

–Bien, pregunta lo que quieras –dijo el entrenador, tras dejar la lata sobre la mesa y girarse para mirar al muchacho a los ojos.

–Estás desnudo –dijo Eric, sin poder evitar dirigir su mirada al pesado miembro y los enormes huevos colgantes de Lobo.

–Eso no es una pregunta, es una obviedad –respondió Lobo con una ligera sonrisa–. Pero es mi casa y me gusta estar desnudo… espero que no te importe –respondió, pronunciando las últimas palabras de manera burlona, pues ambos sabían que la respuesta era un no rotundo.

Eric se percató de pronto de que el aspecto de Lobo parecía haber vuelto a cambiar desde la última vez que se fijo en él. El cuerpo del entrenador seguía siendo muy peludo, pero el exceso de pelo que el muchacho notó la última vez parecía haber desaparecido… al igual que el color amarillo de sus ojos, pues ahora tenían un atractivo y mucho más corriente tono miel.

De pronto, todas las preguntas que rondaban la cabeza del muchacho se apartaron para dejar paso a la más inmediata de todas.

–¿Por qué ahora pareces distinto?

–¿A qué te refieres? –preguntó Lobo con curiosidad.

–Ahora te veo con menos pelo que antes… y antes tenías los ojos amarillos… y ahora no –intentó explicar el muchacho sin saber muy bien como expresarlo.

Ante aquellas palabras, Lobo pareció quedarse descolocado unos segundos, pero tras un instante asintió con una larga sonrisa.

–Ya se a qué te refieres… Verás, los Nevex podemos ver la otra forma de los demás Nevex. Pero cuando no eres un Nevex completo, cuando todavía eres un Athour, los ojos intentan ver la forma Nevex sin poder hacerlo del todo, y como no pueden ver la otra forma, lo que hacen es darle a la forma humana características de la forma Nevex, como si ambas se mezclasen… por eso me veías con más pelo y con los ojos amarillos, porque es como soy en mi forma de lobo. Ahora que ya no eres un Athour, vuelves a verme como me ven los demás, porque ahora tus ojos si pueden separar perfectamente mi forma Nevex de la humana –explicó, volviendo a coger la cerveza y dando un nuevo trago.

–Entiendo –dijo el muchacho, pensándolo unos segundos–. Así que… Athour significa un Nevex que no está completo… –dedujo el muchacho la siguiente respuesta, basándose en las palabras de Lobo.

–Sí, un Athour es un Nevex que todavía no es Nevex del todo, se está transformando todavía y aún no sabe casi nada.

–¿Y porqué cuando le dijiste a Sandra que yo era un Athour ella dejó de intentar matarme? –preguntó el muchacho a continuación. Ahora que la conversación había empezado el orden de las preguntas parecía surgir de manera más natural.

Lobo suspiró.

–Para responder a eso… antes tienes que saber otras cosas. Verás… Sandra, tu novia, aunque supongo que ya es tu ex… es lo que llamamos una Lestrigole, una cazadora de Nevex. Los Lestrigoles quieren acabar con todos los Nevex por muchas razones… algunas se remontan a hace milenios. Sin embargo… hace unos cuantos años… se creó una especie de acuerdo entre los Lestrigoles y los Nevex, una especie de pacto de no agresión que afectaba a los “cachorros” por decirlo así. El pacto consistía básicamente en que los Lestrigoles se comprometían a no atacar nunca a un Athour… y los Nevex nos comprometíamos a no atacar a los hijos de los Lestrigoles. Es algo parecido a las normas pesqueras sobre no pescar peces pequeños. Por eso cuando dije que eras un Athour ella te liberó inmediatamente –terminó Lobo, antes de dar un nuevo trago a su bebida.

–Así que hay una especie de guerra… –musitó Eric preguntándose de pronto dónde le había metido Lobo.

–Teniendo en cuenta el tiempo que lleva, más que bandos opuestos se nos podría considerar enemigos naturales.

–Y ahora me has metido en eso…

Lobo le miró fijamente.

–Es mejor que no pienses en eso de momento… ¿quieres preguntar algo más? –le dijo, intentando que su tren de pensamientos no fuese en esa dirección.

–¿Qué es PGN? –dijo el muchacho, aún con la noche del secuestro en su mente.

–Polvo de Gazania Naranja… la gazania es una flor normal y corriente, pero las de color naranja puro tienen una peculiaridad, y es que cuando ingresa en el cuerpo convertida en polvo anula cualquier tipo de conexión mágica en el interior –explicó–. A un humano normal sólo le produce un ligero cosquilleo y un ligerísimo mareo de un par de segundos. Los Nevex, sin embargo, tenemos todos los sentidos aumentados por la magia… así que lo que el polvo hace es directamente anularlos del todo. Te deja sin vista, sin oído, sin olfato, sin gusto, sin tacto, sin equilibrio… en resumen, te deja prácticamente inconsciente… pero sin estarlo realmente. A un Nevex normal el efecto le puede durar horas y horas, a ti, como tu cuerpo aún no era Nevex del todo, solo te duró unos minutos.

Eric no salía de su asombro. ¿Ahora a toda la lista de rareza tenía que añadir la magia? Lo cierto es que era científicamente difícil de explicar que ahora fuese en parte un tigre dientes de sable.

–¿Qué es un Ádamir? –preguntó el muchacho, creyendo conocer en esta ocasión la respuesta.

–Un hechizo de adivinación muy básico. Se usa para averiguar cosas simples. Los Lestrigoles lo suelen usar para localizar Nevex entre la gente común –respondió Lobo de manera escueta, tras dar un último trago a su cerveza y dejarla después sobre la mesa–. ¿Alguna otra pregunta? –añadió el entrenador, colocando una de sus piernas doblada sobre el sofá, mientras la punta de su enorme verga la rozaba suavemente.

Eric volvió a pensar en la siguiente pregunta mientras observaba el miembro del entrenador sin decir nada.

–La noche antes de transformarme… –empezó a decir el muchacho recordando otro suceso extraño–, tuve un sueño muy raro.

–¿De qué trataba? –preguntó Lobo con curiosidad, mientras miraba fijamente al muchacho.

–Era… bueno… estábamos… follando en mi cama –dijo el joven, dándose cuenta de que no tenía sentido ocultarle nada a Lobo.

–Eso no es muy raro –dijo Lobo sonriendo, mientras sutilmente acercaba su cuerpo al del muchacho unos cuantos centímetros.

–Ya… “Jaja” –replicó Eric con sorna–. Pero luego…  mientras me follabas… bueno… tú… emmm… –Eric sentía una ligera reticencia a contarle esa parte y a que Lobo pudiese pensar que era un pervertido, pero si de verdad los Nevex no tenían pudor alguno, supuso que en realidad no le importaría–…te convertías en mi padre… convertido en tigre.

Lobo pareció extrañarse ante aquello, pero no dijo nada.

–¿Cómo pude soñar con mi padre siendo un tigre antes de saber que lo era? –preguntó finalmente el muchacho con suma extrañeza–. Además en el sueño también me dijiste tu nombre… y era el mismo que me dijiste después esta mañana…

–Ah… ya… los poderes –respondió Lobo quedamente, antes de suspirar largamente y continuar hablando–. Verás… todos los Nevex tenemos algún tipo de poder relativo a nuestra raza… algunos poderes son más directos y otros más pasivos. Los Aurum, por ejemplo, podemos hacernos invisibles y atravesar paredes, muros, etc…

–Así que… así es como te metiste en mi casa cuando…

–¿Cuándo te encontré masturbándote con mi consolador? –dijo Lobo con una nueva sonrisa–. Sí, fue así.

–Iba a decir “cuando me transformé esta mañana”… –aclaró el muchacho, mientras su mente volvía a revivir brevemente la noche de la masturbación a causa del comentario de Lobo, y se excitaba levemente al recordarlo.

–Ah… sí, eso también –admitió el entrenador con nueva sonrisa, mientras acercaba su cuerpo al del muchacho sutilmente otra decena de centímetros–. En el caso de los Leuriods, su poder es el de leer la mente… pero según tengo entendido solamente lo pueden hacer entre ellos, no con los demás Nevex.

Eric reflexionó sobre aquello y se dio cuenta de que eso explicaba porque los gemelos siempre parecían saber lo que iba a decir el otro antes de que lo dijese… y también explicaba como podían haber apostado sobre él sin decirse una sola palabra el uno al otro. En aquel momento, Eric se dio cuenta de que Daniel y Miguel debían llevar muchísimo tiempo teniendo conversaciones enteras en aparente silencio.

–Y el poder de los Thriom… –continuó Lobo sacando al muchacho de su meditación–, es el de ver el futuro… normalmente a través de los sueños.

–Ver el futuro en los sueños… –murmuró el muchacho dándose cuenta de que aquello básicamente explicaba todo lo que había soñado; su padre convertido en tigre, el nombre de Lobo. “ Todo sueño que no es disparatado no es un buen sueño ” se dijo mentalmente, recordando las palabras de su padre. Ahora más que nunca entendía el significado de aquella frase–. ¿Significa que todo lo que sueño se hará realidad? –preguntó el muchacho algo confuso.

–No, ni de lejos –respondió Lobo con absoluta seguridad–. Tu padre solía decirme que sólo se hacía realidad un 10 o 20% de cada uno de sus sueños…, y a veces no de la manera exacta en la que lo había soñado. A veces las partes que se hacían realidad eran como metáforas de otras cosas… No sé, nunca le entendí del todo –admitió con otra leve sonrisa.

Eric se quedó meditando todo aquello durante varios segundos, por lo que Lobo decidió volver a hablar.

–¿Algo más? –preguntó, acercándose unos cuantos centímetros más.

El muchacho salió de su tren de pensamientos y reflexionó. Todas sus dudas habían empezado a evaporarse y de pronto costaba trabajo encontrar más cosas que poder preguntar a Lobo.

–Ah si… esta mañana he visto a un niño de unos ocho años… que era un zorro en forma Nevex… con una cola muy larga… –empezó a decir el muchacho.

–Un Nevex Falstaff supongo, también llamado “Zorro Ígneo”…

–¿Zorro Ígneo?

–Sí, pueden convertir todo su pelaje en llamas cuando quieren, y luego volver a convertirlo en pelo al instante…  No conviene que te metas en una pelea con uno de esos, pueden ser muy cabrones usando su poder… De hecho llegaron a desarrollar su propio arte marcial basado en eso, el Telstago…

–Em…

–Ah, si, perdona, me he ido por las ramas –confesó el entrenador con una leve sonrisa.

–Bueno… la cosa es… ¿cómo podía ese niño ser un zorro si los Nevex se convierten a los quince años?

–Los hijos de dos Nevex nacen siendo Nevex desde el principio… pero se les sigue considerando Althours hasta los quince años –explicó de manera escueta.

–¿Entonces nacen pudiendo transformarse desde el principio? –preguntó el muchacho asombrado.

–Sí, y también nacen sin sentir ni haber conocido jamás el pudor… –añadió el entrenador–, y por eso suelen tardar mucho tiempo en aprender que hay situaciones en las que no deben transformarse… De hecho, a veces algunos padres eligen… “bloquear” los poderes de sus hijos cuando salen de casa, hasta que son lo bastante maduros para entender cuando pueden usarlos y cuando no.

Eric intentaba asimilar todas las palabras de Lobo, pero se hacía difícil. El muchacho se sentía como si toda su vida hubiese ido con un parche en el ojo, y ahora que se lo habían quitado podía percibir toda la profundidad de las cosas. Todo aquello no hacía más que demostrarle cuan poco sabía del mundo real, y eso le intrigaba y le asustaba a partes iguales.

–¿Más preguntas? –volvió a decir el entrenador, volviendo a sacarle de nuevo de sus pensamientos, al tiempo que se acercaba otra decena de centímetros, hasta estar casi sentado junto al muchacho.

Eric pensó en todo lo que había dicho y se dio cuenta de que sólo le quedaba una pregunta en la mente.

–¿Cómo podía saberlo Sandra? –preguntó.

–¿Saber el qué?, ¿que eras Nevex? Dijo que usó un Ádamir… –intentó responder Lobo pero Eric le frenó.

–No, no es solo eso. Sandra me dijo que no sentía nada por mí… así que solo salía conmigo porque era un Nevex y quería matarme… pero ella empezó a salir conmigo hace un mes y tú empezaste a convertirme en un Nevex hace tres días… así que… ¿cómo lo sabía? –preguntó el muchacho, dándose cuenta de que, de todas las preguntas formuladas, aquella era la más extraña de todas… y la respuesta de Lobo fue aún más extraña.

–Eso es porque… no empecé a convertirte en Nevex hace tres días… sino hace mes y medio –confesó Lobo con una media sonrisa indescifrable.

–¿Qué?... pero… ¿cómo…? –Eric nunca hubiese imaginado ese tipo de respuesta. ¿Qué quería decir Lobo con eso?

–Digamos que… el zumo de plátano que sueles tomar a las mañanas… tiene zumo de otro plátano también –dijo mientras su media sonrisa aumentaba de volumen y se convertía en una amplia sonrisa burlona.

–Espera… estás diciendo que… –la mente de Eric se había quedado parada intentando procesar el significado de esas palabras.

–Llevo mes y medio, colándome en tu casa todas las noches y corriéndome en tu botella de zumo –admitió Lobo mientras su enorme verga empezaba a despertar levemente al recordarlo.

De golpe, la mente de Eric ató todos los cabos. Esa era la razón por la que el semen de Lobo tenía un regusto tan familiar para él y que no podía identificar… era la razón por la que su cuerpo se transformó en Nevex justo después de beberse el vaso de zumo esa misma mañana. La mente de Eric no pudo evitar imaginarse al entrenador, de noche, desnudo, frotándose su enorme tranca silenciosamente a la luz del frigorífico y lanzando chorros y chorros de espeso y dulce líquido al interior de la botella, y aquello hizo que su polla se empalmase rápidamente, formando una enorme tienda de campaña en el pantalón de chándal.

–Piénsalo… cada vez que desayunabas delante de tu madre y de tu hermano, en realidad estabas bebiéndote mi leche sin saberlo… casi como si me hubieras estado comiendo la polla delante de ellos –dijo Lobo sensualmente, al tiempo que estiraba su mano derecha y acariciaba la verga del muchacho por encima del pantalón–. De hecho, ayer y la noche que te estuve follando en tu cama, también baje después de que te quedases dormido y volví a correrme en la botella, pensando en tus gemidos de placer –añadió, acercando su cuerpo al del muchacho y dejando que su gran polla, ya totalmente tiesa y babeante, se restregase contra la sudadera del muchacho, inundándola de pre semen.

Al notar el cuerpo de Lobo tan pegado al suyo, el muchacho simplemente se dejó hacer. Una parte de su mente aún seguía enfadada con Lobo por haberle convertido en un Nevex sin su consentimiento… pero el resto de su cerebro no podía concentrarse en otra cosa que no fuese el desnudo cuerpo de Lobo restregándose suavemente.

–Te pone cachondo pensar en ello ¿eh? Pensar en mi espesa leche deslizándose por tu garganta, día tras día –susurró Lobo en su oreja justo antes de lamérsela lentamente.

Sin poder contenerse más, el muchacho giró la cabeza y besó profundamente a Lobo agarrándole la nuca con la mano derecha. La aspera lengua del entrenador exploró su boca concienzudamente y el muchacho se encontró de pronto deseando que ese apéndice de carne fuese sustituido por otro más largo y grueso. La mano izquierda de Eric agarró la ferrea verga de Lobo acariciándola con vigor, y de pronto, el muchacho se encontró a si mismo queriendo hacerle una última pregunta a su entrenador.

–Cuando te colabas en mi casa… y te corrías en la botella de zumo… ¿te transformabas en Nevex? –preguntó el muchacho rompiendo el profundo beso y mirando a Lobo a los ojos.

–La verdad es que sí –respondió el entrenador con una media sonrisa–. Mi leche en forma Nevex es mucho más espesa, sabrosa, y potente. Además, en forma de lobo puedo llegar a correrme casi un litro entero con lo que… no me costaba mucho rellenar la botella –añadió, justo antes de volver a besar al muchacho. Sin embargo, aquel último beso sólo duró un ligero instante–. Espérame aquí, ¿de acuerdo?… voy a ponerme un poco más cómodo. –terminó de decir el entrenador. Y con ello, se incorporó separándose del cuerpo del muchacho y abandonando la habitación en dirección, supuestamente, al dormitorio.

El muchacho no entendió a que se refería con lo de ponerse más cómodo si ya estaba totalmente desnudo, pero no le dio más importancia. Con esa nueva información, el muchacho aprovechó para cerrar los ojos y re imaginar la escena de Lobo en su casa. Le imaginó convertido en un lobo gigante de blanco pelaje, con una enorme polla de treinta centímetros, derramándose brutalmente en la botella y llenándola totalmente de una sola corrida. Imaginó la botella prácticamente vacía antes de la llegada de Lobo y totalmente repleta al terminar, y después se imaginó a si mismo a la mañana siguiente bebiendo de ella directamente a morro, trago tras trago sin parar, hasta volver a dejarla casi vacía, sin saber que su sigiloso amante volvería a llenarla a escondidas esa noche.

Imaginando aquello estaba cuando al abrir los ojos, creyó que su imaginación había cobrado vida.

Lobo apareció en el marco de la puerta, tras retirar las cortinas, y aquella aparición hizo que al muchacho le diese un vuelco al corazón. El entrenador se había convertido en un enorme (unos dos metros y medio) y musculoso lobo de pelaje tan blanco como la nieve que ocupaba todo el alto y ancho de la puerta, y entre sus piernas, un gigantesco falo de color purpura palpitaba y chorreaba de manera impaciente, mientras se erguía de manera majestuosa hasta llegar casi hasta su pecho. Los dorados ojos de la criatura miraban fijamente al muchacho casi sin pestañear y su larga lengua jadeaba de pura lujuria mientras observaba el empalmado miembro del muchacho bajo el pantalón como si fuese un chorizo que anticipara devorar.

Lobo en todo su esplendor:

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Eric se quedó helado mirando a la criatura y su cuerpo empezó a temblar de terror, pero al cabo de escasos segundos, tras recordar la escena que acababa de imaginar, su atención se fijó en el gargantuesco pollón que no dejaba de palpitar y babear pre semen. El miedo fue rápidamente sustituido por una ardiente y creciente lujuria similar a la de la criatura.

–¿Cuánto... cuanto mide esa cosa? –preguntó el muchacho sin poder evitar que se le hiciese la boca agua, al tiempo que se daba cuenta de que esa verga era aún más grande que la que había imaginado que tendría.

–Treinta y nueve centímetros –respondió Lobo orgullosamente en un tono mucho más grave del normal que al mismo tiempo denotaba su enorme deseo.

–Treinta y… nueve… centímetros –repitió el muchacho lentamente sin poder creer que semejante miembro fuese real y estuviese a escasos dos metros de él.

–… y treinta de circunferencia –añadió Lobo de manera susurrante, mientras se acercaba lentamente al muchacho.

–Pero…. ¿cómo es posible? –preguntó el joven aún sin creerse la existencia de semejante vara de carne.

–Bueno… todos los Nevex tenemos una polla enorme para los estándares humanos… –dijo, señalando ligeramente con la cabeza la nueva verga del muchacho, cuyo gran volumen resaltaba obscenamente incluso bajo el pantalón–,  pero la mía es gigante incluso entre los Nevex –explicó, mientras la descomunal barra seguía palpitando y chorreando sobre el suelo de la habitación.

–Es…  –Eric se vio obligado a dejar la frase a medias para suspirar. El delicioso aroma que desprendía la tranca de Lobo invitaba a chuparla de manera descontrolada, pero incluso en mitad de aquel trance de lujuria el muchacho fue consciente de que aquel tamaño era imposible de abarcar.

–Se te hace la boca agua ¿verdad? –susurró sensualmente Lobo con su nueva y profunda voz, mientras bajaba una de sus grandes garras hasta sus enormes huevos y los acariciaba calmadamente.

–Si –contestó Eric sin poder evitarlo, pues negar, boquiabierto y empalmado como estaba,  que aquel enorme trozo de carne le atraía era simplemente absurdo–, pero… es imposible que me meta eso… en ninguna parte. –terminó Eric con un ligero atisbo de miedo.

Lobo rió levemente.

–Pues claro que es imposible, te destrozaría… en forma humana. –apostilló quedamente.

Por primera vez en casi un minuto, la mirada de Eric se separó de la descomunal verga de su entrenador y se posó en sus ojos ambarinos.

–¿Estás diciendo…?

–Sí, precisamente eso.

–No, no puedo hacerlo, no puedo transformarme –espetó el muchacho mientras el miedo volvía a tomar el control de su mente.

–Tienes que hacerlo.

–No, no tengo que hacerlo. Tú quieres que lo haga para…

–No, tienes que hacerlo –le interrumpió Lobo de manera tajante.

–¿Por qué? –preguntó el muchacho extrañado–. ¿Vas a obligarme?

–Lo que quiero decir es que es necesario que lo hagas –explicó el entrenador, obviando el hecho de que casi le acababan de llamar violador.

–¿Por qué es necesario? –preguntó el muchacho cada vez más confuso.

Lobo suspiró.

–¿Sabes lo que es una polución nocturna? –le preguntó al muchacho al tiempo que se sentaba pesadamente en el sofá, haciéndolo crujir con su aumentado peso.

–Me suena… –respondió el muchacho. Era cierto, le sonaba de algo el término pero no sabía de qué.

–Es una eyaculación involuntaria que se produce durante el sueño –dijo Lobo, como si leyese la definición directamente de un libro–. Es decir, correrse mientras duermes… a veces pasa si llevas mucho tiempo sin correrte. A los Nevex nos pasa algo parecido con las transformaciones –explicó–. Si estamos demasiado tiempo sin transformarnos es posible que la transformación ocurra de manera involuntaria y en el momento más inoportuno.

–¿Eso… es verdad? –preguntó el muchacho con cierta incredulidad.

Lobo asintió.

–Sí… vas a tener que acostumbrarte a transformar tu cuerpo cada cierto tiempo… igual que comes varias veces al día o que respiras cada varios segundos. Tu cuerpo te va a pedir que lo hagas… como mínimo una vez a la semana, pero lo recomendable suele ser una vez al día… aunque solo sea durante un par de minutos –insistió–… y dado que llevas todo el día sin hacerlo… lo mejor es que lo intentes por primera vez ahora que puedo enseñarte.

–No me gusta el tigre– dijo el muchacho mirando fijamente al suelo–. Me da miedo…. y pensar que me tengo que convertir en eso me da más miedo aún…

–Mentiroso –respondió Lobo de manera tajante, haciendo que el muchacho le mirase.

–¿Qué?

–¿Crees que no lo vi? –dijo Lobo con una media sonrisa, que en forma de lobo resultaba aún más inquietante.

–…¿ver el qué? –preguntó confuso el muchacho sin saber a que se refería.

–Después de irme de tu casa, decidí volver invisible, usando mi poder, para asegurarme de que estabas bien y no hacías alguna locura…  y te vi masturbándote como un loco delante del espejo –descubrió el entrenador–. Estabas mirando al tigre mientras lo hacías ¿verdad? Observando su cuerpo… Es normal, todos los Nevex lo hemos hecho alguna vez… La cuestión es que el tigre no te da tanto miedo como me quieres hacer creer… ya no, al menos –terminó elevando su sonrisa.

Saber que Lobo había estado espiándole mientras se masturbaba hacía que el muchacho se sintiese violado y excitado a partes iguales, pero lo cierto es que tenía que admitir que sus palabras eran ciertas. El cuerpo del tigre le aterró enormemente la primera vez que lo vio, pero tras machacársela frente al espejo debía reconocer que ese musculoso cuerpo lleno de rayas y esa enorme lanza de color frambuesa que lucía le ponían muy perro… o quizá fuese mejor decir que le ponían muy tigre.

–Aunque ya no me asuste –admitió el muchacho, intentando saltar rápidamente a la siguiente frase–, eso no quiere decir que quiera transformarme…

–Quieras o no debes hacerlo… aunque solo sea para aprender cómo se hace.

Eric volvió a mirar al suelo y suspiró.

Lobo debía tener razón como prácticamente todas las demás veces, y en el fondo el muchacho sabía que lo mejor era hacerle caso… pero imaginarse a si mismo cambiando de forma seguía inquietándole bastante.

–¿Es… es doloroso? –preguntó el muchacho preocupado, tras unos segundos de meditación.

–Lo lógico sería pensar que si –admitió el entrenador–, teniendo en cuenta que tu cuerpo cambia de forma y demás… pero la verdad es que no. De hecho da cierto gusto hacerlo… como estirar todo el cuerpo justo después de levantarse de la cama y sentir como se relaja de golpe justo después –dijo Lobo pensando en la mejor manera de explicar la sensación–. Puedes pensar en la transformación como… un estiramiento a lo bestia: requiere cierto esfuerzo, pero cuando lo haces te sientes genial.

–Y… ¿qué tengo que hacer? –preguntó el muchacho sin estar del todo convencido aún.

–Lo primero que deberías hacer es desnudarte –admitió el entrenador–. Si la ropa te queda bastante justa ya, cuando te transformes la reventarás de golpe.

Eric se dio cuenta de que aquello era lógico y decidió hacerlo. Se quitó rápidamente la sudadera, los zapatos y el pantalón y aguardo a que el entrenador le dijese el siguiente pasó. Pero al cabo de unos segundos sin palabra alguna, el muchacho miró a su entrenador y observó como este le devoraba con la mirada.

–¿Y ahora? –dijo el muchacho, de manera nerviosa e impaciente.

–Oh, perdona… me he quedado en el limbo –confesó el entrenador sin dejar de admirar el nuevo cuerpo del muchacho y su gruesa verga, que se había deshinchado del todo tras la conversación–. Bien… ahora cierra los ojos y visualiza tu cuerpo –ordenó el entrenador, y el muchacho obedeció–. Imagina que hay una especie de batería de energía mágica en tu interior, dentro de tu corazón, como un segundo corazón invisible, y que esa batería está apagada por el momento. Bien… imagina que esa batería se enciende y que una corriente de energía empieza a fluir lentamente por cada una de tus venas…

Al decir aquello, Eric notó como su cuerpo comenzaba a exaltarse y su respiración se volvía más rápida.

–… imagina que esa energía acompaña a tu sangre a lo largo de todo tu cuerpo, pero que está inerte, sin hacer nada en absoluto, como esperando… –Siguió diciendo la voz del entrenador, mientras el muchacho seguía concentrado en la energía–, pues bien… imagina que esa energía empieza a encenderse también y a tomar el control de tu cuerpo… de cada una de tus venas y arterias. La fuerza de la sangre normal empieza a apagarse y es sustituida por la energía que la acompaña, primero en los brazos y las piernas, y poco a poco en el resto del cuerpo…

Al decir aquello, las extremidades de Eric parecieron relajarse de golpe como si realmente se hubiesen quedado en sangre en ellas, sin embargo continuaba pudiendo mantenerse en pie.

–Cuando esa energía ha tomado el control… imagina que se extiende poco a poco fuera de las venas… a través de los músculos… los huesos… la carne… e incluso la piel….

Al decir aquello, el cuerpo del muchacho continuó alterándose y empezó a temblar, su respiración se aceleró más y más hasta el punto de que parecía que fuese a tener un ataque de pánico.

–Y ahora imagina que cada mínima gota de esa energía obliga a tu cuerpo a cambia de forma, célula a célula. Visualiza el tigre… siéntelo dentro de ti… y simplemente deja que salga…

De pronto, los espasmos del muchacho fueron menguando lentamente al mismo tiempo que su cuerpo cambiaba de forma. Al principio de manera casi inapreciable, aumentando su vello corporal y su estatura, pero pronto su nariz y su boca empezaron a fusionarse y deformarse dando lugar a un hocico. Las orejas del muchacho menguaron hasta meterse en el interior de su cráneo al tiempo que otras nuevas comenzaban a brotar por la parte superior de la cabeza. La cola surgió de la parte baja de su espalda y fue estirándose y creciendo hasta alcanzar un metro de largo. Sus manos y pies se transformaron en enormes garras, suaves como el terciopelo. Todo su cuerpo entero empezó a ser cubierto por una capa de pelo, al principio fina y luego más espesa, a medida que cambiaba de color y se volvía blanca, naranja y negra. Sus huevos crecieron enormemente y fueron cubiertos por el mismo suave y delicado pelaje que el resto del cuerpo. Y finalmente, la verga del muchacho cambió de color al tono frambuesa del tigre y creció y creció, no solo a causa de la transformación sino de una tremenda erección imposible de parar. Cuando la transformación prácticamente había finalizado, el muchacho, quizá por impulso o por voluntad propia, estiró todo su cuerpo con fuerza, y acto seguido, se relajó, soltando un largo y grave suspiró de alivio y placer.

–Oh dios… que gusto –murmuró el muchacho sin poder evitarlo mientras su respiración y su cuerpo se relajaban totalmente

Lobo se quedó mirando, sonriente y maravillado, al muchacho en su forma de tigre, trazando cada una de las rayas con los ojos hasta detenerse en su enorme polla color frambuesa.

–Dios… eres la viva imagen de tu padre –murmuró Lobo para sí de manera muy tenue, pero el muchacho se sorprendió al darse cuenta de que era capaz de oír el susurro gracias a sus orejas felinas.

–Esa no es la mejor frase en este momento –dijo el muchacho levemente contrariado, en un tono mucho más profundo y grave que le cogió levemente por sorpresa.

Lobo rio levemente.

–Lo siento pero es la verdad… tu cuerpo… tu pelaje… tu deliciosa polla… –murmuró Lobo relamiéndose.

Mientras su entrenador hablaba, algo captó la atención del muchacho por completo. Un olor que nunca antes había percibido y que hacia que su sangre pareciese hervir por momentos. Un aroma caliente, embriagador y sumamente penetrante que atravesaba todo el cuerpo del muchacho desde la punta de la nariz hasta la de la polla, haciéndole querer inspirar más y más.

–¿Qué…. Qué es ese olor? –preguntó el muchacho mientras olisqueaba el aire como un autentico gato.

–Es mi aroma –respondió Lobo quedamente sin dejar de observar el cuerpo del muchacho y en especial su dura lanza rosácea–. Mi esencia… el olor que sale de mi cuerpo…ahora puedes olerlo… igual que yo huelo el tuyo.

Eric estuvo a punto de decir algo pero Lobo continuó.

–Llevo oliendo tu aroma todo el día –explicó con una voz más lujuriosa a cada momento que pasaba–, en tu habitación esta mañana, en el vestuario… y ahora… –suspiró– ahora lo huelo totalmente… un olor dulce y penetrante que me pide a gritos que te deje follarme –dijo Lobo justo antes de alargar su garra derecha hasta la caliente verga del muchacho y acariciarla suavemente.

–¿Qué? –preguntó el muchacho, creyendo por un instante que no le había oído bien. De verdad Lobo acaba de decir que…

–El aroma de un Nevex esta jodidamente cargado de feromonas, hasta el punto de que podemos poner cachonda incluso a una piedra –explicó Lobo sin soltar la tranca del muchacho–.

–¿Feromonas? –preguntó el muchacho, mientras el olor de Lobo le embriagaba igualmente y hacia que se le hiciese la boca agua. Sin poder evitarlo, Eric llevó su garra izquierda hasta el descomunal capullo de Lobo y acarició suavemente el pequeño agujero, mientras una nueva oleada de fluido pre seminal inundaba las almohadillas de su garra y su pelaje y parecía multiplicar el atrayente olor.

–Es la razón por la que te atraía incluso desde el principio –continuó explicando Lobo mientras su voz se iba entrecortando por la excitación contenida–, los humanos también sienten las feromonas… mucho más sutilmente… de manera más inconsciente… pero las sienten –explicó sin dejar de acariciar la tranca del muchacho, que se erguía con sus veintiocho centímetros de longitud y comenzaba también a chorrear pre semen de manera abundante.

La excitación que le provocaba el aroma de Lobo era tan enorme que el muchacho no dejaba de respirar de manera agitada y entrecortada, impidiéndole casi pronunciar palabra alguna. Con su garra derecha libre, Eric acarició los pesados y repletos cojones de Lobo muy lentamente, y no pudo evitar cerrar momentáneamente los ojos e imaginar como se descargaban totalmente en su interior, justo después de que Lobo le follase brutalmente.

–Nosotros podemos oler directamente las feromonas, sentir el aroma. Y tu aroma hace que quiera que me folles hasta el fondo. Llevo oliéndolo todo el día y ahora si que ya no puedo resistirlo más –dijo, retirando súbitamente la garra derecha de la verga del muchacho y sustituyéndola por la izquierda, mientras llevaba la derecha hasta su boca y lamía el salado y dulce liquido del muchacho con deleite.

–Pero yo… –fue todo lo que el muchacho pudo decir antes de que Lobo le cortase.

–Lo sé, lo sé, querías chupármela y ahora también quieres que te folle, es normal, son mis feromonas… pero después de todas las veces que lo he hecho, creo que es mi turno, ¿no te parece? –preguntó, mirando al muchacho a los ojos–. Además, aún no estas totalmente preparado para esto –añadió mientras llevaba su garra derecha, ahora libre, hasta su descomunal miembro y lo frotaba suavemente–, pero tranquilo, pronto lo estarás.

–Yo… –Sobreexcitado por las feromonas que no paraban de inundar su nariz, Eric apenas podía pensar en nada que no fuese imaginar la gigantesca verga de Lobo partiéndole por la mitad.

Lobo rió levemente al ver la extasiada expresión del joven tigre y retiró su garra del miembro del muchacho para que algo de sangre le llegase a la cabeza y pudiese pensar con un poco más de claridad. Sabía cuan sobrecogedoras podían ser las feromonas la primera vez que se olían y se dijo que debía ayudarle un poco a reaccionar.

–Te lo voy a poner fácil –dijo acercando su cara a la del muchacho y mirándole fijamente a los ojos–. ¿Quieres follarme?

La mente de Eric todavía seguía abotargada por el exceso de excitación, pero finalmente consiguió reunir suficiente raciocinio para asentir levemente.

–Muy bien –respondió Lobo sonriente, antes de intentar dar un profundo beso al muchacho que este no terminó de recibir al chocar ambos hocicos–. Tengo que recordar enseñarte a besar en forma Nevex –dijo Lobo de manera juguetona antes de soltar una muy ligera carcajada.

A pesar del fallido beso, Eric consiguió captar una sustancia dulce y salada en la boca de Lobo, y se dio cuenta de que era el pre semen que este había lamido con anterioridad. De pronto, mientras su mente parecía desatascarse lentamente, se preguntó si el sabor de Lobo habría cambiado algo ahora que se encontraba en forma de lobo, y dándose cuenta de que una de sus garras estaba inundada de aquella sustancia Eric se la llevó a la boca y comenzó a lamerla con gusto. El sabor era prácticamente idéntico a la otra vez que bebió el semen de Lobo, con la salvedad de que todos los sabores estaban potenciados. El mismo regusto salado, pero multiplicado, el mismo dulzor pero aumentado enormemente… y la misma sensación de familiaridad que sintió la primera vez cuando le comió la polla en los vestuarios. El mismo sentimiento de dejavu que no podía situar entonces y que ahora comprendía que se debía a los chorros y chorros de blanca leche que Lobo llevaba tiempo ocultando en el zumo de plátano. Al probarlo se dio cuenta de que, efectivamente, tenía casi exactamente el mismo sabor que su zumo.

Mientras el muchacho nadaba en sus pensamientos, Lobo se había colocado a cuatro patas sobre el sofá, apoyando los brazos en el respaldo mientras aguardaba a que el muchacho diese el siguiente paso.

–¿Vas a follarme o no tigre? Hace mucho que no me folla nadie y empiezo a necesitar una buena, gorda y dura tranca dentro de mi.–susurró insinuantemente Lobo mientras llevaba su garra derecha hasta su culo y se abría lentamente los cachetes al mismo tiempo que apartaba la cola del camino y la dejaba caída sobre su espalda.

Eric se giró para mirarlo y la imagen hizo que el corazón le diese otro vuelco. Entre un enorme mar de pelaje níveo surgía una pequeña, apretada y perfecta rosa que parecía palpitar suavemente, incitando a cualquiera que la contemplase a probar su aroma y su sabor. La fragante flor volvió a inundar al muchacho de potentes feromonas en cuestión de segundos. Pero ahora la orden que parecían transmitir era distinta. La mente del joven tigre empezó a colapsarse por la excitación y el único pensamiento claro que parecía surgir era el deseo de tocar, oler y probar más profundamente aquel dulce rosetón.

Con un movimiento casi automático, unas de las garras del muchacho agarró suavemente las nalgas de Lobo y las apretó queriendo apartarlas, mientras el pulgar aprovechaba para acariciar muy suavemente la perfecta y sonrosada puertecita.

Un leve suspiro de placer escapó de la boca de Lobo mientras el adolescente acariciaba lentamente el sensible botoncito de carne, que parecía responder a las caricias palpitando más rápidamente. Sin poder evitar que las feromonas guiasen su cuerpo y le atrajesen hasta la suave y prieta flor, Eric terminó por cerrar los ojos y dejarse llevar. Agachándose rápidamente, hundió la húmeda punta de su hocico directamente sobre la dulce y atrayente rosa sin dejar de inspirar profundamente su aroma.

Un nuevo suspiró de placer escapó de la boca de Lobo al sentir la húmeda y fría nariz del muchacho palpando directamente su ano. Sabía que en ese momento Eric estaba simplemente sobrepasado por las feromonas y se movía únicamente por instinto, pero no le importó. De hecho, dio gracias de que así fuese, pues a la mente consciente del muchacho jamás se le hubiese ocurrido hacer lo que estaba haciendo en ese mismo instante.

Directamente en la fuente, la fragancia de la delicada flor era sencillamente inenarrable. Un cúmulo de dulzor, calidez, lujuria y placer que embotaba los demás sentidos dejando únicamente el gusto y el olfato, y que incitaba a seguir olfateando la suave y delicada flor sin parar. Al cabo de un minuto, queriendo no solo captar el aroma sino probarlo totalmente, el joven tigre sacó su larga y rasposa lengua y comenzó a lamer lentamente el pequeño botoncito de carne, saboreando su calidez y su turgencia.

Temiendo que su voz pudiera sacar al muchacho del trance de las feromonas, Lobo no pronunció palabra alguna. Sin embargo, no pudo evitar gemir quedamente al notar como la nueva y rasposa lengua del muchacho, cual suave y húmeda lima, acariciaba lenta y concienzudamente su sensible agujerito. El hecho de tener a aquel atractivo e inexperto muchacho paladeando dulcemente su pequeña aberturita, movido únicamente por puro instinto de lujuria, hacia que Lobo sintiese su cuerpo estallar de excitación, y esta aún aumentaba más al imaginar la dura, gruesa y aframbuesada verga que pronto le penetraría sin descanso.

Tras unos largos minutos de lamer lenta y concienzudamente la suave y carnosa hendidura, la excitación de Lobo hizo que sus feromonas aumentasen aún más su intensidad y los instintos del muchacho decidieron que aquello de nuevo volvía a ser insuficiente. La lengua del muchacho comenzó a moverse a mayor velocidad, intentando incluso entrar en el interior de la pequeña grieta. La ingente cantidad de saliva segregada por la enorme y rasposa lengua del joven empezó a humedecer y dilatar la zona, permitiendo que la lengua entrase más y más, hasta que, tras más de cinco centímetros de penetración, Eric empezó a devorar totalmente el culo de Lobo mientras este se retorcía y gemía de puro placer.

La larga y húmeda lengua del muchacho horadaba el interior de Lobo centímetro a centímetro eliminando cualquier posible resistencia, el calor y el placer se entremezclaban inflamando el deseo del entrenador a cada segundo que pasaba, y de pronto, esa sensación se multiplicó un centenar de veces cuando el muchacho comenzó instintivamente a ronronear.

La fuerte vibración se extendió rápidamente desde la garganta a la lengua del muchacho, y súbitamente esta pareció convertirse en un consolador hecho de carne con las pilas totalmente cargadas. Lobo, sin poder contenerse, gimió aún más fuertemente y cerró los ojos para poder sentir todo aquello con mayor profundidad.

Aparentemente ajeno a lo que su lengua provocaba en el entrenador, el muchacho continuaba chupando, lamiendo y devorando la suave entrada movido únicamente por el instinto. El sabor, el olor, y la suave calidez que emanaban de aquel lugar bloqueaban sus pensamientos dejándole únicamente con un deseo irrefrenable de seguir con su tarea.

Tras largos minutos, imposible determinar cuantos, pues ambos habían perdido la noción del tiempo en aquella vorágine de pura lujuria, las feromonas de Lobo cambiaron de golpe. El muchacho captó de pronto aquel nuevo aroma y su cuerpo obedeció como movido por un resorte. La lengua abandonó lentamente la fragante y carnosa flor dejando al entrenador con una momentánea sensación de vació. El aroma de Lobo parecía ahora instar al muchacho a algo distinto y este no se hizo rogar. Levantándose ligeramente, el muchacho agarró su gorda, dura y babeante tranca, que clamaba atención desde hacía rato y la dirigió a la suave y húmeda entrada apoyando suavemente la punta. A pesar del enorme grosor de la verga del tigre, tan grande como una lata de refresco, el hambriento y dilatado culo del entrenador engulló más de diez centímetros en un suspiró, concretamente el suspiro de enorme placer que dio el entrenador al sentir la gorda espada del muchacho ensartándole sin piedad.

–Oh dios… había olvidado lo que se sentía… –murmuró Lobo entre sonoros suspiros de pasión.

El interior de Lobo estaba más apretado de lo que Eric hubiese imaginado y cuando pasó el punto que no había sido humedecido previamente por su lengua, la penetración se volvió más lenta y suave. Cada nuevo centímetro que el muchacho clavaba en el interior de su entrenador parecía apretar su polla más fuertemente que el anterior, hasta que llegó un momento, alrededor de los dieciséis centímetros de estocada en que el muchacho se vió obligado a parar. Tras unos segundos para que ambos tomasen aliento, el muchacho sacó más de diez centímetros del caliente y palpitante túnel y volvió a introducirlos instantes después intentando crear un ritmo al que poder meter su gorda tranca.

–Hace mucho que no follas, ¿verdad? –preguntó Lobo tras un nuevo y largo gemido de dolor y placer.

–Un año, ya lo sabes –respondió el muchacho, dándose cuenta de que al haber apartado la nariz del cuerpo de Lobo, parte de las feromonas se habían disipado y había ganado algo de cordura–. Es que lo tienes muy estrecho. –añadió mientras volvía a sacar de nuevo unos cuantos centímetros y los introducía nuevamente.

–También hace mucho tiempo para mi –respondió Lobo, gimiendo ante la nueva estocada.

–Creía que te habías metido el consolador ayer –dijo el muchacho, mientras repetía varias veces sus acometidas, y el interior de Lobo le recibía cada vez con menor resistencia.

–Ese consolador y una polla real no son lo mismo ni de lejos –respondió Lobo gimiendo nuevamente–. Tú mismo deberías saberlo –añadió con una ligera risa.

Eric se dio cuenta de que Lobo tenía razón, mientras rememoraba la segunda noche que estuvieron juntos, follando en su habitación. A pesar de que en aquel momento el consolador y la verga de Lobo tenían el mismo tamaño, la sensación no era ni remotamente parecida.

A medida que la velocidad de las embestidas aumentaba, los gemidos de Lobo abandonaron el dolor y empezaron a reflejar únicamente placer, permitiendo que su interior se abriese y recibiese más suavemente el gordo pollón del muchacho. Eric intentó entonces introducir unos cuantos centímetros más, pues poco más de la mitad de su verga entraba todavía, pero volvió a encontrarse con más resistencia bloqueando su camino. El muchacho intentó presionar un poco más el interior de su entrenador pero desistió al notar que los gemidos de este volvían a mostrar dolor además del placer. Tenía que hacer algo para que Lobo sintiese más placer y se rindiese totalmente a sus acometidas, y en ese momento lo recordó.

La extraña zona erógena dos centímetros por encima del ano, justo debajo de la cola. Aquel lugar que el muchacho presionó una vez en los vestuarios del gimnasio mientras devoraba la enorme tranca de Lobo y que hizo que este se derritiese de placer en sus manos. Lo único que tenía que hacer era colocar una de sus garras en la posición justa para apartar la cola y luego con el dedo pulgar…

–¡Ahhhh! ¡Oh dios! –exclamó Lobo cuando la explosión de placer sacudió su cuerpo, obligándole a aumentar brutalmente la intensidad de sus gemidos. El interior de Lobo, más que dilatarse, pareció aumentar directamente de tamaño para dejar paso a la gruesa verga del muchacho, quien no dudo un momento en clavar todo su duro falo hasta el fondo sin dejar de apretar el secreto botón de placer de su entrenador.

Eric no pudo evitar sonreír al ver como Lobo se retorcía de gusto. Por muy enfadado que hubiese estado con él lo que le dijo en el sueño de la otra noche era totalmente cierto, le gustaba que Lobo disfrutase. Sin embargo, en ese momento no disfrutaba realmente de la verga del muchacho, incrustada profundamente dentro de él, sino de las extrañas descargas que la presión de aquel punto secreto debajo de la cola le proporcionaban. De alguna manera aquello no era justo, más aún cuando el muchacho parecía carecer de aquel punto de placer, pues Lobo había intentado presionarlo repetidas veces la noche del rescate y no produjo ningún resultado. Eric quería que el placer que Lobo sentía fuese lo más parecido al que él mismo había sentido cada vez que Lobo le había clavado su gran verga, y para ello, sólo podía hacer una cosa.

Lentamente, sin demasiada brusquedad, el muchacho fue suavizando la presión con su dedo pulgar en el secreto botón de Lobo, hasta que, pasado medio minuto, dejó de tocarlo totalmente y pasó a usar sus garras para abrir y apretar las nalgas de Lobo.

Lobo protestó levemente al sentir como el esotérico placer se desvanecía sin más, pero sus protestas fueron rápidamente calmadas por la rosada lanza del muchacho, quien empezó a restregar toda su largura y grosor lenta pero rítmicamente en su interior, sin ninguna prisa pero sin pausa.

Después de que el muchacho abandonase el masaje de su dedo pulgar, el interior de Lobo pareció menguar de nuevo y apretar suavemente la barra de carne del muchacho, sin embargo, al contrario que la primera vez, la presión era muchísimo más llevadera y no bloqueaba la profundidad de las estocadas en lo más mínimo, con lo que el muchacho continuó ensartando totalmente su grueso pollón en el interior de su entrenador, haciendo que este volviese a retorcerse de gusto.

A medida que la verga del muchacho aumentaba su velocidad, el interior de Lobo también parecía aumentar su calor, como si la excitación de Lobo encendiese unos fuegos ocultos, y lo único que el muchacho deseaba era incrustar su lanza aún más rápida y profundamente. Al hacerlo, de pronto, unos chispazos de energía sacudieron los testículos del muchacho y se dio cuenta de que sus gordos huevos del tamaño de cocos chocaban de pronto con los enormes cojones de Lobo del tamaño de melones, provocando un suave, aterciopelado y rítmico sonido al son de una música inaudible.

Lobo aumentó aún más la intensidad de sus gemidos al notar aquello.

–Oooohhhhh dios sigue… –dijo Lobo casi sin aliento–, ahhh, sigue Marcus no pares…

–¿Marcus? –preguntó el muchacho sin poder evitarlo, aunque sin detener sus acometidas, al oir el nombre de su padre.

Lobo giró su cabeza todo lo que pudo para mirar al muchacho y después volvió a girarla mientras cerraba los ojos.

–Lo siento –dijo Lobo entre gemidos de placer–. Es que… ahhhh, follas igual que tu padre… aaahhh, exactamente igual.

Eric se quedó sin palabras de golpe. Simplemente no sabía que contestar a eso, pero antes de poder hacerlo, Lobo continuó.

–El también empezaba profundo y despacio… aaahhhh, y luego más rápido, y más rápido, aaahhhh, hasta que nuestros huevos chocaban y hacían ese suave sonido como… aaahhh, como azotes de terciopelo… aún puedo oírlo… es el mismo sonido de ahora….aaahhh…

Eric seguía sin saber como tomarse eso. ¿Era un cumplido follar igual que su padre? ¿Debía tomarse como una ofensa que Lobo estuviese pensando en él? Eric sentía ambas cosas al mismo tiempo, por un parte debía ser un cumplido follar igual que su padre y en parte hacía que se sintiese orgulloso de ello, pero al mismo tiempo no quería que Lobo pensase en él mientras lo hacían, pues de alguna manera el muchacho sentía que aquello estaba simplemente mal. Tenía que hacer algo distinto. Tenía que enseñarle a Lobo que él era Eric, no Marcus.

Parando sus embestidas lentamente, el muchacho retiró su verga del interior de Lobo y dio un pequeño paso atrás.

–Date la vuelta –le dijo, casi ordenó, con una actitud impropia en él.

Lobo se giró extrañado, mirando con una cara sumamente confusa a los ojos del joven.

–¿Qué? –preguntó sin esperarse, y casi sin poder creerse, aquella reacción.

–Túmbate boca arriba –volvió a medio ordenarle–… quiero ver tu cara –añadió instantes después para intentar ocultar el verdadero motivo del cambio de postura.

Lobo obedeció sin decir absolutamente nada, pues se dijo que ya habría tiempo de hablar después si fuese necesario. Se recostó sobre el sofá alcanzo las piernas en el aire y esperó a que fuese el muchacho quien decidiese actuar.

Sin esperar demasiado tiempo, pues no quería que el interior de Lobo volviese a cerrarse, el muchacho incrustó nuevamente toda su verga hasta el fondo con una lenta estocada, tras lo cual volvió a sacarla del todo para volver a clavarla nuevamente instantes después, mientras pensaba qué hacer exactamente con el entrenador.

Mientras le penetraba, la monstruosa verga de Lobo continuaba palpitando entre sus piernas como un gigantesco y purpureo mástil de carne esperando atención, y el muchacho pensó que podía masturbar a su entrenador mientras le follaba… ¡qué demonios! Con ese enorme pedazo de carne podía incluso chupársela mientras se la metía hasta el fondo.

Pensando aquello estaba cuando Lobo pareció leer sus pensamientos y adelantarse a sus acciones. Mientras la enorme tranca del muchacho seguía penetrándole profundamente, Lobo aprovechó el gigantesco tamaño de su propia verga y la nueva posición para empezar a chuparse su propio capullo, llegando incluso a metérselo por completo en la boca.

Eric no pudo evitar sorprenderse ante aquello, jamás había visto a nadie haciéndose una mamada a si mismo, y menos de una manera tan aparentemente sencilla, sin esfuerzo alguno. Tan sorprendido estaba por lo que estaba contemplando que sin darse cuenta paró sus acometidas en el interior de Lobo, y este al notarlo miró fijamente al muchacho y retirándose el capullo de la boca sonrió.

–¿Qué? Soy como un perro después de todo –dijo para explicarse, señalando la habilidad de estos para lamerse su propio miembro. Tras lo cual, volvió a engullirse su propio nabo sin esperar respuesta del joven.

A pesar de que la imagen resultaba simplemente fascinante, Eric volvía de nuevo a sentirse de alguna manera infravalorado. ¿Acaso el sexo del muchacho era tan malo que Lobo necesitaba chupársela para poder correrse? No, de ninguna manera iba a quedarse mirando aquello impasible. Tenía que actuar y ya mismo.

Subiendo una de sus piernas totalmente al sofá y apoyando el pie sobre este, el muchacho cambió de postura y permitió que su verga penetrase totalmente a Lobo mientras su rodilla mantenía la pierna del entrenador en alto. En aquel momento, el joven recostó todo su cuerpo sobre el de Lobo sin dejar de clavársela y con un lento pero firme movimiento le obligó a sacarse la polla de la boca. Lobo miró al muchacho de nuevo extrañado por la reacción, pero antes de que pudiese decir nada fue Eric quien habló.

–Esto es mío –dijo quedamente, justo antes de llevarse el capullo de Lobo a la boca y lamerlo larga y suavemente, metiendo la punta de su áspera lengua directamente en el pequeño y chorreante agujerito.

Lobo gimió ampliamente ante aquello, pero antes de tener tiempo para continuar sorprendiéndose, las profundas embestidas del muchacho aumentaron súbitamente de velocidad y comenzó a clavar su gran tranca rosácea como una taladradora, haciendo que sus huevos chocasen directamente contra las nalgas del entrenador.

–Ohhh, me encanta muchacho, aaahhh no pares… –murmuró Lobo mientras dejaba que fuese el muchacho quien tomase todo el mando por una vez.

La nariz de Eric volvía a encontrarse muy cerca del cuerpo de Lobo, y no sólo eso sino que su lengua saboreaba directamente el presemen de este, por lo que las feromonas volvieron a embotar todos sus sentidos convirtiéndole en una lujuriosa bestia hambrienta de sexo

Sabiendo que la mente del muchacho volvía a encontrarse probablemente en piloto automático, Lobo aprovechó la situación para tomar de nuevo el control.

–Ahhh… Me gusta esta faceta dominante muchacho, y deberías… aaahhh… sacarla a pasear más a menudo… ahhh…  –murmuró directamente en su oido, mientras el joven, ajeno a todo, continuaba follándole como un animal en celo–. Pero… aaahh… no deberías olvidar que aquí el maestro… aaahhh… soy yo –terminó el entrenador, justo al tiempo que llevaba una de sus garras hasta la cola del muchacho y apretaba la base, justo dos centímetros por encima del ano.

En esta ocasión, Eric sí sintió el secreto punto G. Una sacudida eléctrica brutal desde la base de la cola hasta la punta de las orejas que hizo que abriese los ojos de par en par y gritase fuertemente sacándole del trance.

–¡AAAHHH!! ¡¡Dios!!! ¡¿Cómo…?! –el muchacho dejó la pregunta en el aire viéndose incapaz de articular más palabras.

–Aaahhh… En ese punto está la última terminación nerviosa de la cola… aaahhh conecta directamente con la medula espinal, con el cerebro y con aaahhh, el centro del placer… –explicó Lobo entre sus propios e incontrolables gemidos.

De pronto, mientras aquellas sensaciones sacudían todo su cuerpo; el dedo del entrenador en su segundo punto G; su verga masajeada una y otra vez por el interior de Lobo; y su mente siendo azotada por las feromonas de este, una nueva y desconocida sensación empezó a hacer temblar su cuerpo, especialmente en la boca, las manos y la polla.

Antes de que pudiese darse cuenta, sus colmillos crecieron mágicamente más de diez centímetros. De las puntas de sus dedos surgieron unas largas y afiladas uñas blancas. Y una ingente cantidad de blandas púas brotó a lo largo de todo su miembro, arañando suave pero firmemente el interior de Lobo con cada nueva embestida.

Ante aquello, el muchacho estuvo a punto de levantarse por la impresión, pero Lobo le agarró fuertemente de las nalgas e impidió que lo hiciera. Es más, casi pareció instar al muchacho a que continuase penetrándole.

–¡Ahhh!... Tranquilo, es normal… ¡aaahhh!... tu sigue… ¡aahhh!... no pares por nada –le dijo el entrenador con una voz mucho más exhausta de lo normal.

Aquel súbito cambio en su cuerpo volvió a liberarle momentáneamente del efecto de las feromonas y su mente recordó de pronto las palabras de los gemelos en el vestuario, hacía una hora escasa. “ He oído que los Thriom tienen unas pequeñas púas por toda la polla que lanzan como descargas eléctricas cuando te follan” “Y dicen que esas descargas son tan profundas y dan tanto gusto que hacen que te corras al instante”.

Eso debe ser. Las púas le están matando de gusto y por eso no quiere que pare, se dijo el muchacho sin dejar de taladrar a su entrenador.

Pasados poco más de dos minutos de ininterrumpidas estocadas, suaves y lentos lametazos en el capullo y profundos gemidos de gozo, el cuerpo de Lobo empezó a convulsionarse levemente. Sus quejidos de placer se hicieron más y más rápidos a medida que su respiración se entrecortaba, y entonces, casi sin previo aviso, Lobo echó la cabeza hacia atrás y soltó un enorme aullido que pareció extenderse por todo el vecindario, al tiempo que se corría brutalmente sobre la cara del muchacho, su propio cuerpo y sobre el resto del sofá. La tranca del entrenador se convirtió de pronto en un volcán en erupción que no dejaba de lanzar potentes chorros y chorros de leche por doquier inundando toda la habitación, y el muchacho fue consciente de que Lobo no mentía cuando decía que podía correrse un litro entero en esa forma.

Eric volvió a sentir en sus labios la leche de Lobo, pero ahora tenía un sabor mucho más profundo y penetrante, idéntico a su zumo de plátano de cada mañana. El ardiente y húmedo túnel se estrechó y sacudió también en el momento del orgasmo, y aquello hizo que la verga de Eric se viese mucho más apretada y exprimida que antes, dándole unas inmediatas ganas de correrse.

De pronto, el cuerpo del muchacho se agitó igual que el de su maestro, y una nueva y extraña sensación empezó a gestarse en la parte baja de su garganta, como si alguien estuviese apretándole la tráquea de golpe. El muchacho pensó que se trataba de una arcada, pues era la cosa más parecida que había sentido nunca, e intentó reprimirla con todas sus fuerzas, pero cuanto más tiempo lo intentaba más se intensificaba la sensación.

–Aaaahhh, Siento... un… aahhh –fue todo lo que el muchacho pudo pronunciar, pues fuese lo que fuese lo que subía por su garganta, le estaba dejando también sin palabras.

–Deja que salga… no lo reprimas… o no podrás correrte –dijo Lobo mientras acariciaba suavemente la cara del muchacho, sabiendo aparentemente de qué se trataba.

La mente del muchacho le decía a gritos que tenía que reprimir esa sensación, pero el resto de su cuerpo quería dejar que saliese, y tras escuchar las palabras de Lobo Eric decidió hacer caso a su cuerpo, pues ciertamente llevaba ya medio minuto queriendo terminar sin poder hacerlo.

El extraño temblor continuó subiendo a lo largo de toda la garganta, y en el último momento, justo al llegar a la boca, el joven sintió también la necesidad de echar la cabeza hacia atrás.

–aahhh… aaahhhh… ¡¡¡¡aaaaaaaaaAAAAAAAGGGGGGGRRRRRR!!!! –Eric soltó un enorme rugido que reverberó a lo largo de toda la casa, mientras su erizada verga inundaba completamente el interior de Lobo, quien se quedó contemplando la cara del muchacho durante el orgasmo sin dejar de sonreír. Tras aquello, sin poder evitarlo, Eric se dejó caer sobre el cuerpo del entrenador y se quedó dormido en pocos segundos de puro agotamiento.