Lobo (4: Nevex - Parte 2)

"...las garras de la bestia cogiendo sus nalgas y apretándolas con lujuria mientras su larga y rasposa lengua le devoraba la boca..." Segunda parte del cuarto capitulo.

***NOTA

:*** En vista de que había gente que quería ver imagenes y gente que no... he decidido poner simplemente el Link a las imagenes para que quien quiera pinche en él y quien no, pues no. Aviso que las imagenes son NSFW, y sinceramente espero que os gusten, ya me direis en los comentarios. (Los links son de ImagesHack, asi que son totalmente seguros)

(He comprobado que los links, no se muy bien porque, no funcionan, asi que simplemente he puesto la direccion junto a una pequeña descripcion de la imagen en negrita. Lo unico que teneis que hacer es copiar la dirección en el navegador para ver la imagen)


El reloj de la mesita todavía continuaba con su incesante click click click más de quince minutos después de que Lobo hubiese abandonado la habitación.

Eric no se había movido un ápice ni tenía intención de hacerlo. La conversación con el entrenador había sido demasiado increíble como para poder ser asimilada en tan poco tiempo.

En menos de un minuto Lobo le había revelado que ahora era una especie de tigre dientes de sable, que su padre también lo había sido antes que él, y que Lobo había sido el causante de esa transformación.

Era simplemente demasiado.

Giró su cabeza contemplando la ventana abierta de par en par y sintió un escalofrío. El frio de la mañana, tras la gélida noche, entraba en la habitación libremente, y las ropas medio destruidas del muchacho no llegaban a tapar su cuerpo lo suficiente para protegerle.

A pesar de todo, seguía sin querer moverse, porque de alguna manera temía que si daba un solo paso pudiera transformarse en el tigre del espejo. Daba igual que Lobo le dijese que ahora el tigre era parte de él, no quería verlo.

El frio continuó entrando en la habitación y por mucho que el muchacho no quisiese, se vio obligado a levantarse para cerrar la ventana. Una vez lo hizo, tuvo el impulso de mirarse las manos y comprobó, para su alivio que seguían siendo humanas.

Eric seguía sin entender del todo aquello. ¿Cómo podía transformarse en otra criatura en una fracción de segundo? ¿O quizá es que no se transformaba, sino que simplemente podía de alguna manera ver al tigre en el interior de su cuerpo? Lobo había dicho que ahora sus ojos podrían ver su otra forma y la de los demás Nevex… si eso era verdad entonces no era que se transformase realmente sino que podía ver la otra forma en el interior de las personas… pero lo malo de la explicación de Lobo es que solamente hacía que surgieran muchas otras preguntas: ¿Cuándo decía los demás Nevex a cuantos se refería?, ¿cuántas criaturas como ellos había en el mundo?, ¿de verdad podía ver la otra forma de los demás Nevex con un simple vistazo, como si sus ojos pudieran hacer una radiografía de su “animal interior”? Si lo que Lobo decía era verdad… bueno, quizá la mejor pregunta de todas fuese ¿Lobo dice la verdad?  Ciertamente el entrenador le había ocultado muchísima información hasta el momento y todavía seguía ocultándole más… pero por más que le daba vueltas a la cabeza Eric no conseguía recordar una sola vez en la que el entrenador hubiese mentido. Si Lobo no le había mentido nunca… podía suponer, al menos de momento, que todo era verdad… pero si todo era verdad…

Eric negó con la cabeza sin poder evitarlo y cerró los ojos.

“Cuando tus ojos estén listos podrás ver las dos formas al mismo tiempo, la humana y la Nevex, y con un poco de concentración podrás hacer que tus ojos solamente vean una de ellas, la que tú quieras. Y podrás cambiar de una a otra con un parpadeo.” Esas fueron las palabras exactas de Lobo. A Eric se le habían quedado grabadas en la cabeza a fuego tras todo lo ocurrido… y si eran verdad…

Sin poder evitarlo, Eric dirigió una mirada al espejo del armario y suspiró.

Si lo que Lobo decía era verdad, entonces el tigre formaba parte de él. Y si era así, debería acostumbrarse a verlo cada vez que se mirase a un espejo. Quizá con el tiempo podría encontrar alguna manera de sacarlo de su cuerpo, pero por el momento debería acostumbrarse a él.

Intentó dar un paso hacia el espejo, pero se detuvo antes siquiera de moverse. ¿De verdad tenía que hacer aquello?  A pesar de ser básicamente un reflejo de él mismo, aquella criatura le asustaba enormemente, y el hecho de haber visto a su padre con la misma forma en el sueño no mejoraba la situación…

El sueño… ¿Cómo había soñado la forma de tigre de su padre antes de saber siquiera que su padre fue un tigre antes que él? Más aún, el nombre de Lobo en el sueño, Ouquo, también era el mismo que este le había dicho justo antes de irse. Ni siquiera se había dado cuenta hasta ese momento. No es posible soñar algo que desconoces… ¿o si?

Eric volvió a negar con la cabeza.

Cada vez que creía llegar a algún tipo de conclusión lógica solamente surgían más y más preguntas enrevesadas que no parecían tener respuesta posible de momento. Estaba claro que necesitaba más información y no iba a encontrarla por internet. Necesitaba hablar con un Nevex y desgraciadamente Lobo era el único que conocía. Se había ofrecido a ayudarle en todo lo que pudiese pero, tras todo lo ocurrido, no sabía si quería su ayuda. Él era el responsable de que ahora fuese un tigre después de todo. Una criatura tan terrorífica que el muchacho apenas tenía valor para mirarse al espejo.

Eric cerró los ojos y suspiró. Pero tras un par de segundos volvió a abrirlos de manera alarmada y mirándose las manos comprobó que seguían siendo humanas. De nuevo suspiró. ¿Así iba a ser a partir de ahora su vida?, ¿asustándose cada vez que cerrase mínimamente los ojos? Ni siquiera sabía si se transformaba de verdad o no, y hasta que no lo supiera no podía salir de la casa… más aún, no debía salir de su cuarto.

Corrió rápidamente hasta la puerta y echó el cerrojo. Probablemente era algo que tenía que haber hecho hacía bastante tiempo, pero no fue consciente.

De nuevo suspiró y se puso a pensar. No podía salir de la habitación hasta que no estuviese seguro de que nadie más podría ver al tigre… ¿pero como averiguarlo sin descubrirse al mismo tiempo? Lobo le había dicho que a partir de ese momento podría ver la verdadera forma de los Nevex… ¿significaba eso que los demás no podían? Bueno, él mismo no había visto la verdadera forma de Lobo hasta esa misma mañana después de la transformación así que… Si, lo lógico era que nadie más pudiese ver al tigre, pero debía estar seguro al cien por cien si no quería acabar en un laboratorio de experimentación.

De pronto se le ocurrió una idea. Hacerse una foto con el móvil y enviársela a alguien. Si no veían al tigre todo estaba bien, y si lo veían… podía decir que era Photoshop o algo así. Convencido por su propia inventiva, Eric cogió el móvil y se dispuso a sacarse una foto, hasta que cayó en la cuenta de que sus ropas medio destruidas iban a resultar raras de cualquier manera, por lo que se las quitó a toda prisa y se puso las más holgadas que pudo encontrar: unos pantalones de chándal blancos y una sudadera a juego.

Mientras se desvestía y vestía no pudo evitar volver a admirar su nuevo cuerpo. No el del tigre, sino el humano. Aquella transformación había sido del todo indeseada, pero Eric tuvo que admitir que sus nuevos músculos y su nueva verga eran un regalo de agradecer. Nunca había tenido ningún complejo físico… pero no podía evitar admitir que un centímetro aquí, otro ahí, y otros tanto allá, eran bienvenidos.

Su ropa más holgada le estaba ahora bastante justa, pero al menos no se rompía por las costuras. Se puso en una pose simple, casual, y dejó que el móvil hiciese el resto del trabajo. Una vez tuvo la imagen en el móvil, la única incógnita era a quien enviársela. Tenía que ser una persona lo bastante cercana para molestarse en responder y comentar la imagen, y al mismo tiempo lo suficientemente ajena para no tomársela en serio. Tras unos minutos pensando, se dijo que la mejor opción era su hermano Jason, no había persona en el mundo a quien le importase menos lo que le pasase a Eric, y al mismo tiempo era lo bastante acido como para soltarle alguna puya que le diera una pista sobre lo que estaba viendo.

Pulsó el botón de enviar y suspiró de nuevo intentando calmar su respiración. Si algo de aquello salía mal…

Pasaron más de diez minutos hasta que su hermano contestó y Eric cayó en la cuenta de que debían estar en mitad de las clases.

El sonido del móvil indicando un mensaje por poco le provocó un infarto, pero necesitaba abrirlo y saber qué veían los demás.

“Nuevo look? Eminem ya no está de moda” fue el mensaje enviado por su hermano, y Eric no pudo evitar sonreír. Suspiró una vez más, esta vez de alivio y se relajó. A punto estaba de guardar el móvil cuando cayó en la cuenta de algo…

Él mismo se veía con forma humana. Y si sus ojos de Nevex le veían con forma humana… ¿cómo iba a verle nadie como un tigre? … No, aquella foto no valía. Tenía que hacerse otra mientras se veía a si mismo como tigre. Solamente entonces sabría si los demás lo veían también o no…

Puso una de sus manos delante de la cara y cerró los ojos. Intentó concentrarse como Lobo le había dicho, pero al abrirlos solamente vio su mano humana. ¡Qué irónico! Justo ahora que quiero ver al tigre no aparece , se dijo tras resoplar. Volvió a cerrar nuevamente los ojos e intentó concentrarse de nuevo con mayor profundidad. Intentó recordar la imagen del tigre en el espejo, y se imaginó a si mismo de esa manera. Se imaginó al tigre llevando aquella sudadera blanca y los pantalones grises, cogiendo el móvil con la zarpa izquierda y con la zarpa derecha justo delante de la cara, y entonces abrió los ojos.

La zarpa del tigre estaba ahí, sustituyendo a su mano. Era grande, anaranjada, con la palma blanca, y totalmente cubierta de pelaje.

Sabiendo que no debía perder el tiempo, de nuevo preparó su móvil para tomar una nueva foto. De pronto pensó que quizá solo con la cara no bastase para que Jason le dijese algo… por lo que optó por quitarse la sudadera y volver a hacerse otra foto con el pecho descubierto. Lo miró brevemente y se sorprendió, era totalmente blanco hasta llegar a los extremos, que se tornaban naranjas. Sus pezones parecían más grandes de lo habitual y aquello también le sorprendió, pero decidió no distraerse y tomar finalmente la foto.

ERIC TRAS LA TRANSFORMACIÓN:

http://img191.imageshack.us/img191/1229/erictraslatransformacio.jpg

Una parte de él no quiso ver el resultado, pero otra parte de alguna manera lo necesitaba. Observó la imagen en la galería del móvil y se sorprendió. Al igual que cuando se miró al espejo, la imagen del tigre estaba superpuesta a la humana… aquella foto si podía valer. De nuevo volvió a enviársela a su hermano y esperó.

Esta vez Jason respondió en menos de un minuto.

“Tomas esteroides? Te diría que te joden el cerebro pero en tu caso da igual”

Eric no pudo evitar reír. Su hermano acababa de llamarle idiota, pero no pudo evitar reír. Idiota siempre era mucho mejor que “monstruo”, “engendro” o simplemente “¿Qué coño es esa cosa?”. Eric suspiró sonoramente y por fin se relajó. Solamente él podía ver al tigre, por lo que podía salir de casa sin miedo a que el gobierno quisiese usarle como conejillo de indias… o quizá debería decir “tigrecillo” de indias. Estaba tan contento en ese instante que incluso se permitía bromear mentalmente.

Sus problemas realmente no habían desaparecido, después de todo, el tigre seguía estando ahí, en su interior. Pero ahora sabía que todo lo que tenía que hacer era ignorarlo… claro que ignorarlo no era tan simple cuando te daba incluso miedo. Aunque nadie más viese al tigre, Eric no podía tirarse el resto de su vida sin mirarse al espejo, y lo sabía. Sabía que tenía que acostumbrarse a la imagen del tigre, aunque solo fuese lo suficiente para tolerarla... y la única manera estaba en el espejo.

Con una renovada determinación que la alegría del mensaje de Jason le había dado, anduvo hacia el espejo lenta pero firmemente.

De nuevo, antes de mirarse, se vio en la necesidad de recordarse a si mismo que sólo era una imagen, que por horrible que fuese no le iba a ocurrir nada malo. Sabiendo lo que se aproximaba, respiró profundamente intentando calmar su corazón… y abrió los ojos.

El tigre, como no, se encontraba en el cristal. Su rostro, blanco en la parte inferior, y naranja en la superior, denotaba el mismo nerviosismo con el que Eric miraba.  Los ojos azules, profundos y llenos de vida, continuaban clavándose como puñales cerúleos, algo que en realidad le asustaba bastante. Las orejas, redondeadas  y por encima de la cabeza, eran negras por la parte exterior y casi rosadas por la interior. El pelo corto y moreno que tenía en su forma humana se conservaba extrañamente en la forma de tigre y destacaba entre las orejas como una suerte de peluca bizarra. Bajando la vista Eric contempló el musculoso pecho del tigre, totalmente blanco como la nieve y con los pezones enormes y rosados, como botones de carne, que ya había visto de pasada al sacarse la foto. Si su forma humana había aumentado su musculatura en las últimas horas, su forma de tigre era más musculosa todavía. Sus gigantescos brazos, gruesos como troncos, eran ahora del mismo tono anaranjado que el resto del cuerpo y estaban cubiertos de finas estrías de pelaje negro a modo de decoración. Las palmas de las manos, ahora enormes y peludas garras, eran también blancas en su mayor parte, a excepción de las almohadillas centrales que eran totalmente negras, como las estrías. Contrariamente a lo que hubiese supuesto, las garras no tenían uñas o al menos no parecían tenerlas, pues las puntas acababan en almohadillas suaves como el resto de la garra.

Eric necesitó bastante tiempo, pero poco a poco fue acostumbrándose a la imagen del espejo. Odiaba reconocerlo, pero la cara del tigre de alguna manera tenía una expresión extrañamente majestuosa, un gesto de perfección como jamás había visto antes. A Eric le pareció curiosamente irónico que su forma humana no gozase de la misma cualidad y no pudo evitar sonreír de medio lado, y al hacerlo, el tigre lo hizo también. De alguna manera, ver a aquella enorme y terrorífica criatura medio sonriendo hizo que el muchacho perdiese algo de miedo. Sintió curiosidad por saber cual sería la expresión del tigre al sonreír totalmente y realizó el gesto. Los amplios y afilados dientes del felino no resultaban tan intimidantes como el muchacho había pensado que serían y decidió abrir la boca para examinarlos con más detenimiento. Los cuatro colmillos resultaban simplemente impresionantes, cada uno de ellos debía medir a ojo casi cinco centímetros, y su anchura era tan grande que estaban ampliamente separados de los demás. Todos los demás dientes restantes parecían incisivos, aunque Eric no tenía el conocimiento de un dentista para asegurarlo. El muchacho pasó la lengua sobre sus dientes y contempló como el tigre hacía lo mismo con su largo y rasposo apéndice. En aquello estaba cuando Eric de golpe cayó en la cuenta de algo extraño, si se suponía que era un tigre dientes de sable… ¿dónde estaban los sables? Cierto era que sus colmillos eran enormes, pero no se diferenciaban mucho de los tigres que había visto en documentales de naturaleza, así que… ¿dónde estaban? Supuso que se trataba de otra de esas incógnitas que tendría que averiguar y decidió no darle más importancia por el momento.

Ahora que Eric tenía al tigre delante de él resultaba irónicamente molesto no poder examinar ciertas cosas con más detenimiento. No podía saber lo que se sentía con el pelaje, ni la sensación de tocar algo con las almohadillas de las manos, ni tampoco la sensación de lamer algo con aquella enorme lengua rasposa. Se giró levemente en el espejo y contempló la cola que sobresalía y se movía libremente por encima del pantalón. Un largo y flexible miembro rojizo de más de un metro de largo que tampoco podía sentir de manera alguna… solamente podía observar su movimiento a través del espejo.

Observando el movimiento de su rabo estaba cuando el muchacho fijó su atención en el enorme bulto de la parte frontal del pantalón y se preguntó sin poder evitarlo cómo sería el otro rabo.

Lentamente, con cierto miedo todavía, el muchacho desató el nudo del pantalón de chándal y lo bajó lentamente, centímetro a centímetro… hasta verse obligado a dejarlo a la altura de las rodillas.

Lo que sus ojos vieron en ese instante fue tan espectacular que apenas podía creerlo. La tranca del tigre era todavía más grande que la que lucia el muchacho. Tenía una forma básicamente humana, aunque más venosa y con un color más claro, entre rojizo y rosado. El largo, en estado de reposo, debía rondar los veinticinco centímetros pero lo realmente impresionante era el grosor, pues fácilmente debía ser tan gorda como una lata de refresco. Una descomunal barra de carne que colgaba pesadamente entre las piernas del tigre, acompañada de unos gordos cojones blancos del tamaño de cocos.

ERIC EN FORMA DE TIGRE:

http://img210.imageshack.us/img210/9269/ericenformadetigre.jpg

Sin salir de su asombro, el muchacho se quedó helado observando la extensión de semejantes monstruosidades, nunca mejor dicho. Ni siquiera en las películas porno había visto una porra de semejante grosor, y al darse cuenta de pronto de que técnicamente era suya, no pudo evitar sentir un enorme orgullo.

Joder con el tigre dientes de sable, más bien debería ser tigre polla de sable, pensó sin poder apartar los ojos de aquella enorme vara color frambuesa.

Con curiosidad, Eric bajó la mano hasta su verga y observó como el tigre hacía lo mismo con la suya. La movió lentamente de lado a lado y no perdió detalle de cómo el enorme badajo del tigre se bamboleaba también de manera mucho más lenta y pesada, casi hipnótica, como el péndulo de un reloj de salón. El muchacho abrió suavemente el capullo estirándolo hacia atrás con sumo cuidado y prestó atención a como el tigre de nuevo repetía la misma acción con parsimonia. El capullo del tigre era ligeramente más claro que el resto de la verga, más cercano al color carne del muchacho, pero terriblemente enorme. Siendo consciente del desproporcionado tamaño del tigre en estado de reposo, Eric no pudo evitar preguntarse cuan grande y gorda sería su tranca cuando se empalmase, por lo que aprovechando que su mano se encontraba ya en ese lugar, decidió masturbarse lentamente para poder observar con detenimiento como la descomunal polla del felino crecía lentamente.

Resultaba difícil de creer, y más difícil aun de admitir, pero de alguna manera ese monstruoso miembro colgante empezaba a excitarle seriamente. Y el hecho de verlo crecer poco a poco no hacía más que confirmar esa excitación. La garra del tigre, al igual que su mano, bajaba y subía lentamente sobre su falo acariciándolo lenta y delicadamente. La gran masa de carne se endurecía más y más a cada segundo que pasaba, convirtiéndose poco a poco en una caliente, venosa y rojiza lanza dispuesta a clavarse en cualquier agujero. Al elevarse, la tranca del tigre dejó a si mismo al descubierto los inmensos cojones blancos que había detrás. Dos perfectos y níveos orbes recubiertos de un suave y sedoso pelaje que invitaba a acariciarlos durante horas. Sin poder resistirse, Eric llevó su mano derecha hasta sus propios huevos y los masajeó, sólo para observar como el tigre hacía descender así mismo su garra izquierda y se frotaba los suyos igualmente

Aquella experiencia era extrañamente placentera. El sentirse de alguna manera observado por el tigre hacía que el simple hecho de tocar se cuerpo frente al espejo fuese más delicioso de lo normal, como la noche en que se estuvo masturbando para Lobo. Sabía que la criatura en realidad no era más que su propio reflejo, pero al ser tan diferente a él se hacía fácil olvidarlo. No costaba demasiado trabajo imaginar que en realidad el tigre era otra persona distinta, un voyeur de otra dimensión que le comía con la mirada al tiempo que se exhibía también para el muchacho, como si el espejo fuese en realidad una ventana a otro mundo por la que ambos pudiesen espiar y ser espiados.

Sin poder evitarlo, Eric se encontró a si mismo queriendo explorar más profundamente a su nuevo amigo, por lo que se dio la vuelta frente al espejo y abrió con fuerza sus nalgas, observando como el tigre hacía lo propio y le mostraba su hambrienta, prieta y rosada abertura. El pequeño agujerito casi parecía palpitar por la excitación, mientras la cola del tigre, cuya base se encontraba a escasos cuatro centímetros más arriba, se movía de manera frenética. Llegados a ese punto, Eric no pudo evitar ir un paso más adelante e introdujo los dedos índice y corazón de la mano derecha lentamente en su pequeña grieta, sin perder detalle de cómo el tigre le imitaba metiéndose despacio los mismos dedos de su garra izquierda. Ver a una criatura tan amenazante, fiera, musculosa y viril, dándose placer con los dedos de una forma tan suave, dulce y delicada hizo que el poco miedo que aun sentía hacia el tigre desapareciese totalmente, y fuese sustituido por una enorme complicidad.

Sin sacar los dedos, Eric volvió a darse la vuelta y contempló la figura del tigre desde una perspectiva totalmente distinta.

Por primera vez desde que viera a la criatura, Eric deseó que el cristal desapareciese, que sus cuerpos pudieran tocarse y que pudieran gozarse mutuamente sin nada que les detuviese. Y cerrando los ojos lo imaginó.

Imaginó al tigre cruzando el espejo y abrazándole con pasión. Imaginó las garras de la bestia cogiendo sus nalgas y apretándolas con lujuria mientras su larga y rasposa lengua le devoraba la boca. Se imaginó a si mismo explorando cada negra raya y cada músculo de su peludo cuerpo mientras sus espadas y sus cojones se frotaban y luchaban entre si como si fuese un duelo sin perdedor. Imaginó al tigre cogiéndole con sus zarpas, elevándole como si no pesase absolutamente nada y clavándole después todo su descomunal sable de un solo golpe. Después se imaginó cabalgando sobre la aframbuesada lanza de carne de manera enloquecida, mientras su boca se aferraba a los duros pezones del felino y los chupaba con deleite. Se imaginó al tigre rugiendo de placer sin dejar de clavarle en su mástil y casi sin dejarle respirar. Imaginó el aliento de la criatura en su cuello y su larga y rasposa lengua lamiendo y mordisqueándole las orejas con furor.

ERIC Y SU TIGRE INTERIOR:

http://img716.imageshack.us/img716/2633/ericysutigreinterior.png

Sintiendo que estaba ya próximo a correrse, Eric abrió los ojos y lo vio. El rostro de la fiera reflejaba la misma excitación y el mismo placer que el muchacho sentía en ese momento. Eric se relamió de puro gozo y observó al animal haciendo lo mismo con su áspera y ancha lengua. El depredador se masturbaba furiosamente con su garra derecha mientras Eric hacía lo propio con la mano izquierda. De pronto, dándose cuenta de que tenía un miembro mucho más largo que tantas otras veces, el muchacho decidió subir su mano derecha, que todavía se encontraba masajeando lentamente su agujero, y poner aun más fuerza masturbándose con ambas manos. El tigre, por supuesto, no se quedó atrás, y posó sus dos grandes garras sobre su tranca machacándosela con vigor.

La enorme extensión de sus gordas pollas les hubiera permitido usar tres manos, e incluso cuatro en el caso del tigre, sin embargo, ambos llegaron al orgasmo en poco más de cinco minutos de frotamiento ininterrumpido. Los potentes chorros de blanca leche, más de diez, golpearon fuertemente el espejo, inundándolo completamente. Eric no recordaba haberse corrido nunca de una manera tan abundante, y supuso que era otro de los cambios de su nuevo cuerpo. Imaginó brevemente al tigre corriéndose de la misma manera en su otra dimensión, y no pudo evitar que el pensamiento le excitase y le hiciese sonreír. Todavía no salía de su asombró al ver la todavía dura tranca del felino en el espejo y se dijo a si mismo que debía saber su tamaño exacto.

Antes de que la erección desapareciese, Eric corrió a coger una regla de entre su material de matemáticas, y la puso directamente sobre su polla, revelando que medía veintitrés centímetros en erección. Tras ello, y aún con curiosidad, volvió a colocarse delante del espejo, consciente de que era la única forma de medir a su otro yo. Puso directamente la regla contra el cristal, colocando su polla justo al lado. Mirando a través del espejo, Eric podía ver que la verga de su nuevo amigo felino llegaba hasta los veintiocho centímetros, y aquel conocimiento le causó un escalofrío de placer. Ciertamente debería ser tigre polla de sable , volvió a decirse, sonriendo de nuevo.

Una vez pasada la excitación del momento, la mente del joven fue retornando lentamente a su estado normal. Fue consciente de que acababa de masturbarse mirando a un tigre gigante y su mente empezó a reprimirle por ello. Las palabras enfermo y degenerado cruzaron su mente, pero intentó evadirse de ellas distrayendo su cuerpo con otra tarea. Cayó en la cuenta de que el espejo ahora estaba totalmente manchado de semen y, consciente de que a esas horas todavía no habría nadie en la casa, fue corriendo a la cocina, tal cual estaba, para buscar algo con lo que poder limpiarlo.

Realmente no quería pensar en lo que acababa de hacer o en porque acababa de hacerlo… pero al mismo tiempo no podía pensar en otra cosa. ¿Cómo era posible que esa imagen le hubiese excitado tanto? ¿Acaso al convertirse en un Nevex no sólo se había vuelto bisexual sino también zoofílico? Una vez más pensó que la culpa de todo aquello era de Lobo. Si no le hubiese convertido en esa criatura todo hubiese sido mucho más fácil. Su vida no estaría dando tumbos sin control entre nuevos y extraños sentimientos, cambios corporales brutales y una novia psicópata…

Un momento.

La mente de Eric dio de pronto con algo. Cayó en la cuenta de un detalle que había pasado por alto anteriormente, y ese pensamiento hizo que todos los demás se parasen momentáneamente.

Lobo dijo que los Nevex se convierten a través del sexo, y el sexo con Lobo se remontaba a cuatro días atrás… pero si había empezado a convertirse en Nevex hacía cuatro días… ¿Cómo demonios sabía Sandra que iba a convertirse en un Nevex, hacía más de mes y medio cuando empezaron la relación? Ella misma le había confesado en su sótano que en realidad le repugnaba, por lo que toda la relación había sido una farsa, pero eso también quería decir que ella ya conocía la verdad desde el principio, mucho antes de que Lobo hubiese intentado nada.

De pronto Eric recordó aquella otra extraña palabra, “Ádamir”, y recordó como ella le decía a Lobo que lo había comprobado con un Ádamir genérico… ¿Se trataba de un aparato detecta–Nevex? Eso quizá tuviera algo de sentido…

Un momento.

La mente de Eric volvió a detenerse de golpe y cayó en la cuenta de otro detalle.

Lobo lo sabía. Por eso le hizo todas aquellas preguntas en el vestuario. Todo aquel interrogatorio sobre su relación con Sandra, si lo habían hecho alguna vez, e incluso sus preguntas sobre la fecha de aquel día. Lobo sabía que ella lo sabía. Por eso había allanado su casa aquella noche… porque sabía lo que ella planeaba hacer.

Eric fue consciente en aquel momento de que todavía había muchísimas cosas que no sabía, muchas dudas que nadie le había despejado. Sabía que el único al que podía preguntar era a Lobo, pero no estaba seguro de querer volver a verle.

Que la única persona que pudiese resolver sus dudas fuese precisamente aquel a quien quería evitar en ese momento resultaba de lo más molesto… pero no tenía más opción. Había demasiadas dudas en el aire como para pasarlas por alto. Eric se dijo a si mismo que lo mejor sería intentar que Lobo le contestase a todo sin evasivas… y después ya vería qué hacer.

El reloj de la mesita marcaba ya las 12:52. Eso significaba que su familia llegaría para comer en poco tiempo. Pensó que después de todo lo ocurrido le vendría bien reponer fuerzas, pero un rápido vistazo a su nuevo cuerpo le hizo replanteárselo. Cierto era que su hermano ya había visto su nuevo cuerpo en las fotos que le había enviado, pero su madre si que se preocupaba por él y no dejaría las cosas en un simple comentario. Conociéndola lo más probable es que también le preguntase si tomaba esteroides, pero de manera mucho más seria… y Eric no estaba preparado para ese tipo de conversación. ¿Qué iba a decirle si preguntaba? ¿Qué la pubertad le había dado un último golpe de crecimiento brutal? ¿Qué los músculos eran retención de líquidos? No, definitivamente no podía dejar que le viese de esa manera… al menos de momento.

Finalmente, pensó que lo mejor era comer fuera de casa. De modo que se volvió a vestir y bajó a la cocina. Igual que su madre hiciera aquella misma mañana, pensó en escribir un post–it, inventándose algún motivo por el que no estar en la comida. Recordó que hacía un par de noches, mientras Lobo le follaba brutalmente en la habitación, su madre había llamado a su puerta preguntando que era ese ruido y él dijo que estaba haciendo ejercicio. Si conseguía convencer a toda su familia de que llevaba mucho tiempo haciendo ejercicio en su cuarto, e iba al gimnasio con regularidad, era posible que no encontrasen tan raro su cambio corporal. Finalmente, decidió escribir que no iba a comer porque iba a ir al gimnasio después de las clases, y de esa manera mataba dos pájaros de un tiro.

Salió de casa sin un rumbo fijo y anduvo durante largo rato por la calle. A esas horas del día la ciudad estaba bastante repleta de gente, y entre las decenas y decenas de personas a su alrededor, hubo varias que le llamaron poderosamente la atención.

Con un enorme asombro, Eric vio como un corpulento ejecutivo de traje, corbata y maletín que cruzaba la calle en dirección a un banco cercano tenía sin embargo una forma Nevex con el cuerpo y la cabeza de un oso pardo.

Una mujer rubia con un vestido verde y zapatos a juego, que salía de un taxi cargada de bolsas y se metía en una tienda de moda, era en su forma Nevex una gata de pelaje dorado y tres colas distintas que se movían de manera independiente.

Un musculoso obrero de la construcción, vestido con el típico casco, unos vaqueros azules, unos guantes marrones y una camisa roja, que portaba una enorme maza en su mano derecha mientras se movía por un andamio cercano, era en su forma Nevex un rinoceronte con la piel totalmente gris.

EL RINOCERONTE OBRERO:

http://img827.imageshack.us/img827/1267/rinocerontealbail.jpg

Y finalmente, un niño de poco más de ocho años, parado frente al escaparate de una tienda de golosinas, era en su forma Nevex un zorro con una larguísima cola que se movía de manera frenética a izquierda y derecha.

Al igual que él mismo, todos ellos tenían rasgos ligeramente humanos incluso en sus formas Nevex, pero se hacía apreciable con un simple vistazo el tipo de criaturas que eran.

Un momento… ¿no dijo Lobo que los Nevex se suelen convertir a los quince años? ¿Entonces como era ese niño un Nevex? Otra pregunta más para añadir a la lista…

Aquello era demasiado para Eric. Lobo ya le había dicho que había otros pero… era simplemente demasiado. Se le cruzó por un momento la idea de preguntarle a alguno de ellos sobre los Nevex, pero lo desechó de inmediato ¿Y si alguno de ellos intentaba matarle como Sandra o algo así? No… debía ser cauto. Eric cayó en la cuenta de golpe de que si podía ver la forma interior de todos ellos… significaba que ellos también podían ver la de él. Y aquel pensamiento hizo que se sintiese desnudo de alguna manera.

No estaba preparado para aceptar a todas aquellas criaturas merodeando a su alrededor. Saber que estaban ahí, tan cerca, era simplemente desconcertante. Recordando de nuevo las palabras de Lobo Eric intentó cerrar los ojos y concentrarse. Intentó imaginar a todas y cada una de esas personas sólo en su forma humana, intentando desechar de su mente cosas como pelaje, colas, hocicos… cualquier cosa remotamente animal. Al cabo de casi medio minuto, cuando finalmente creyó estar preparado volvió a abrir los ojos y se sorprendió. Tanto la mujer como el ejecutivo habían desaparecido de su vista, pero el obrero y el niño seguían estando ahí, solo que ahora únicamente en forma humana.

El muchacho suspiró sonoramente y se felicitó. Entre ver sólo Nevex, ver Nevex y humanos a la vez o ver solo humanos, esta última opción era sin duda la más cómoda. Quizá lo mejor fuese ir con ese tipo de mirada por el momento y que sus ojos ignorasen a cualquier Nevex a su alrededor. Después de todo no estaba preparado para entablar conversación con ninguno de ellos y el simple hecho de saber que lo eran sólo iba a ponerle más nervioso.

Al cabo de un rato rondando las calles, decidió meterse en el primer sitio de comida rápida a la vista, una hamburguesería bastante cutre y sin ninguna importancia que suponía estaría medio vacía. Lo lógico hubiera sido pensar que dado su nerviosismo y extrañeza por toda la situación no tuviese hambre alguna, pero resultaba ser justo lo contrario. Nunca en toda su vida había tenido tanta hambre y sospechaba que eso también se debía a su nuevo cambio. Su estomago rugía, nunca mejor dicho, y se vio casi obligado a comerse más de siete hamburguesas de tamaño grande y beberse más de tres vasos de agua para quedar mínimamente saciado.

Durante toda la comida no pudo evitar seguir dándole vueltas a la cabeza a todo: ¿Qué eran todas esas palabras que todavía desconocía?, ¿Cómo supo Sandra que era un Nevex incluso antes que él mismo?, ¿dónde estaban los dientes de sable?, ¿cómo era posible que un niño fuese un Nevex?... Eric sabía que tenía que encontrar las respuestas o la incertidumbre acabaría provocándole un infarto.

No quería que nadie conocido le viese con su nuevo cuerpo, al menos de momento, por lo que únicamente le restaba hacer tiempo hasta la hora del entrenamiento. Lobo le dijo el día anterior que solía ducharse cuando todos se habían ido, por lo que sería el momento perfecto para poder hablar a solas. Otra opción mucho más simple era ir directamente a casa del entrenador, pero Eric no sabía si podría aguantar con todas aquellas incógnitas tanto tiempo.

Tras varias horas aparentemente eternas, el muchacho decidió poner rumbo al instituto. Se quedó esperando a la salida, en un lugar lo suficientemente oculto para que nadie llegase a verle y quisiese hablar con él. Y esperó.

Sus compañeros de equipo fueron saliendo uno a uno, de una forma tan extremadamente lenta que hizo que el muchacho hasta se desesperase. Eric decidió esperar otros diez minutos para asegurarse totalmente de que nadie se encontraba ya allí y entró lo más deprisa que pudo en los vestuarios.

El vapor en el aire provocado por las duchas recientes le golpeó en la cara como si acabase de meterse en una sauna, pero al cabo de unos segundos se acostumbró.

El sonido del agua corriendo le indicó que el entrenador ya debía estar duchándose, por lo que no tendría que esperar demasiado. Aunque, no sabiendo exactamente cuando saldría el entrenador, Eric decidió ir a su taquilla y quedarse esperando allí.

Una parte de él hubiera querido aprovechar la soledad del lugar para acercarse hasta la ducha del entrenador y poder volver a ver su magnifico cuerpo desnudo, pero la parte dominante estaba demasiado angustiada y enfadada para pensar en hacer nada con el entrenador.

Al cabo de un par de minutos el sonido de la ducha desapareció y Eric oyó unos pasos y unas risas que se acercaban…

Un momento. ¿Risas?

Antes de tener tiempo para esconderse en ningún lugar, Eric observó los cuerpos semidesnudos de Miguel y Daniel, cubiertos únicamente con un par de toallas.

–Vaya, el desaparecido –comentó Daniel, o quizá Miguel, deteniéndose levemente y apoyando un brazo sobre una de las últimas taquillas de la fila.

–¿Dónde coño te habías… metido? –preguntó Miguel de forma amistosa, justo antes de dejar la pregunta levemente en el aire y quedarse mirando el cuerpo de Eric de arriba abajo.

Mierda, pensó el muchacho sin poder evitarlo. Esperaba que no se diesen cuenta de sus nuevos músculos pero al mismo tiempo era difícil no percatarse. Miguel y Daniel le veían casi a diario, de hecho la última vez que se vieron fue el día anterior, y para colmo la ropa de Eric, tanto la sudadera como el pantalón de chándal, le quedaban terriblemente justos.

–He pasado todo el día haciendo ejercicio –dijo intentando dar algún tipo de explicación a algo que evidentemente no podía tenerla.

Miguel y Daniel se miraron a los ojos durante casi medio minuto y después se acercaron lentamente al muchacho sin quitarle la vista de encima.

–¿Y llevas mucho haciendo ejercicio? Porque parece que no has hecho otra cosa –dijo Daniel, mientras rodeaba el banco situado en el centro de las taquillas y se acercaba a Eric por el lado contrario a su hermano.

–Es que también tomo batidos de proteínas –dijo Eric sin saber que decir, mientras sus amigos seguían acercándose más y más sin dejar de mirarle.

–Joder, pues has debido tomarte una tonelada –dijo Miguel con una media sonrisa, mientras se paraba en la taquilla contigua a la derecha y apoyaba de nuevo el brazo contra ella.

– O eso… o has tomado algo más a parte de los batidos –dijo Daniel igualando la sonrisa de su hermano, mientras, al igual que él, apoyaba el brazo contrario en la taquilla contigua a la izquierda.

Ambos se miraron de nuevo a los ojos durante varios segundos y después dirigieron su vista de nuevo hacia Eric, volviendo a mirarle de arriba abajo.

¿Algo más? ¿Estaban sus amigos insinuando que también tomaba esteroides? En parte no podía culparles por pensar algo así, un cuerpo como ese no aparece de la noche a la mañana de manera normal.

–No, no he tomado nada más –dijo el muchacho intentando no sonar demasiado brusco. No quería que pensaran que estaba tomando nada raro…aunque la verdad fuese aún más rara.

–Pues entonces es que los batidos deben ser muy buenos –dijo Miguel, justo antes de alargar el brazo y palpar el bíceps izquierdo de Eric con fuerza.

–Nos tienes que decir de que marca son –dijo Daniel mientras imitaba a su hermano y palpaba el otro brazo de Eric.

Eric no sabia que decir. A medida que la conversación avanzaba se iba quedando poco a poco sin palabras y la situación se iba volviendo cada vez más extraña.

–¿También has estado haciendo pectorales? Los tienes como rocas –dijo Miguel justo antes de acercarse un poco más a Eric y darle un par de golpecitos en el pecho con su mano libre.

–A ver –Daniel se acercó también e hizo el mismo gesto que su hermano–. Joder es verdad, parecen de cemento –dijo asintiendo con la cabeza.

–Si, he estado haciendo mucho ejercicio –volvió a repetir Eric sin saber que más añadir.

–¿Y abdominales? –preguntó de nuevo Miguel levantando la sudadera de Eric sin el más mínimo pudor.

–Tiene una tableta como el granito –dijo Daniel al tiempo que pasaba suavemente una mano sobre el abdomen del muchacho.

Eric empezó a extrañarse con toda aquella situación. El joven nunca había tenido ningún problema con el contacto físico de otros chicos, pero había una enorme diferencia entre eso y lo que estaba ocurriendo, pues los gemelos se estaban pasando por el forro cualquier concepto de “espacio personal”. De golpe, como si todo aquello no fuese suficiente, el siguiente paso fue tan surrealista que le dejó momentáneamente sin aliento.

–¿También has estado haciendo ejercicios de polla? –preguntó sensualmente Miguel, al tiempo que los dos gemelos deslizaban sus manos bajo el pantalón de chándal y sobaban la polla y los huevos de Eric con total descaro.

Eric no pudo soportar aquello y se apartó rápidamente de la taquilla. Atravesó el banco en un abrir y cerrar de ojos y se dio media vuelta para mirar a sus amigos quienes… se estaban partiendo de risa.

–¿Qué cojones hacéis? –preguntó Eric sin poder creerse todo aquello.

–Te lo dije, diez euros a que no aguantaría ni un minuto –dijo Miguel sin dejar de sonreír.

–Venga ya, nos hemos lanzado encima –contestó Daniel negando con la cabeza.

–Una apuesta es una apuesta –dijo Miguel encogiéndose de hombros.

–¿Qué estáis haciendo? –preguntó Eric de nuevo al verse súbitamente ignorado.

–Apostar… ¿no es evidente?

–¿Habéis… apostado sobre si dejaría que me metierais mano? –preguntó Eric sin poder creérselo.

–Sabíamos que no te ibas a dejar, por el estúpido pudor, pero la cosa era saber cuanto aguantarías –explicó Daniel como si fuese una obviedad–. Por cierto tío… ¿batidos de proteínas y ejercicio?, ¿en serio? –añadió Miguel con cierta incredulidad.

Eric no sabía qué decir. Estaba tan confuso que apenas podía siquiera balbucear. Los gemelos siempre habían sido bastante bromistas, pero nunca habían llegado hasta ese nivel solo para tomarle el pelo. Y ahora para colmo se debían creer que tomaba esteroides o algo similar.

–No me meto esteroides ni nada raro si estáis pensando eso –se defendió Eric.

Miguel y Daniel volvieron a mirarse de nuevo a los ojos durante unos segundos, hasta que Daniel empezó a sonreír ampliamente.

–No se ha dado cuenta –dijo Daniel sonriendo de oreja a oreja.

–Si que se ha dado cuenta –respondió Miguel en un tono más serio

–No lo saaabe –repitió Daniel en un tono mucho más burlón

–Sí que lo sabe, sólo se está haciendo el tonto –volvió a decir Miguel aún más serio. ¿A que si que lo sabes? –le preguntó Miguel mirando fijamente su cara como si calibrase la reacción.

¿Que si sabía el qué? Aquella conversación empezaba a no tener ningún sentido, y el joven ya tenía demasiadas incógnitas en la cabeza como para añadir todavía más.

–¿De qué estáis hablando? –preguntó directamente Eric esperando que alguien, por un vez en todo el día, le diese algún tipo de respuesta directa.

La sonrisa de Daniel aumentó todavía más.

–Venga, corta el rollo tigre, ¿a que sí que lo sabes? –volvió a preguntar Miguel mirándole fijamente.

¿Tigre? ¿Desde cuando le apoda…?

…Un momento…

La mente de Eric estuvo a punto de pararse en seco. No era posible. ¿Estaban diciendo lo que creía que estaban diciendo? Aunque al muchacho no le hiciese ninguna gracia solo tenía una manera de estar seguro.

Cerró los ojos y concentró su mente en todas las características animales que había desechado previamente: colas, pelaje, hocicos, garras… y tras unos cuantos segundos volvió a abrir los ojos de nuevo.

Ante él, y con la misma pose y en el mismo lugar donde antes estaban sus amigos, se encontraban dos extraños chacales de color azabache con unas enormes orejas puntiagudas. Ciertos fragmentos de la cara, como el contorno de los ojos, las cejas y el interior de las orejas eran de un tono dorado muy brillante que contrastaba bruscamente con el resto del cuerpo. Los ojos habían cambiado parcialmente de color. Mientras el ojo izquierdo de Daniel y el ojo derecho de Miguel continuaban siendo verdes, los contrarios se habían vuelto amarillos igual que los del entrenador… y aquella distinción hacía que resultase mucho más fácil distinguir un gemelo de otro.  Al igual que su tigre interior, los chacales gemelos eran mucho más musculosos que sus versiones humanas y su pelaje extremadamente corto solo conseguía resaltar aún más esos enormes músculos.

–Sois… ¡Sois Nevex! –exclamó Eric casi sin poder creérselo.

–¡Ajá!, te lo dije, diez euros a que no se había dado cuenta, estamos en paz –declaró Daniel, justo antes de acercarse a Eric y colocarse de nuevo a su lado.

A pesar de saber que se trataba de su amigo, ver a semejante criatura medio desnuda acercándose hizo que Eric volviese a sentir escalofríos. La sonrisa amistosa de Daniel parecía terriblemente más amenazadora con todos aquellos colmillos afilados.

–¿Cómo no se ha podido dar cuenta? –preguntó retóricamente Miguel justo antes de hacer lo mismo y colocarse también al lado de Eric–. Sólo hace falta un vistazo.

–Ya sabes que los ojos no funcionan bien al principio –explicó Daniel–. Por eso aposté –añadió sin dejar de sonreír.

–¿Qué sois? –preguntó Eric intentando tranquilizarse. Tenía que recordarse continuamente que eran sus amigos si no quería que sus piernas le hiciesen correr de manera despavorida.

–Géminis, con ascendente a escorpio, ¿y tú? –preguntó Miguel de manera seca.

–¡Qué bestia eres! –exclamó Daniel–. ¡Es un novato, tiene curiosidad!

–Joder, es que lo pregunta como si fuésemos monstruos –se excusó Miguel.

–Yo… ¿cómo sabéis que soy novato? –preguntó Eric intentando no concentrarse en sus innumerables y enormes dientes afilados.

Por si no fuese suficiente que su aspecto resultase terriblemente amenazador, el hecho de que sus amigos de toda la vida estuvieran tratándole de golpe como si fuese un niño pequeño resultaba ligeramente irritante.

–Bueno… ayer eras humano… –empezó a decir Daniel

–Y ahora eres un Sable –añadió Miguel.

–Así que como mucho debes llevar un día. Es normal que no sepas nada de nada.

–Y respondiendo… somos Leuriods.–dijo finalmente Miguel con un cierto orgullo en la voz–. También conocidos como “Hijos de Anubis”.

–Aunque se nos suele llamar solo “Anubis”.

¿Anubis, el dios egipcio? Eso podía tener algo de sentido. Ciertamente eran idénticos a las imágenes de los jeroglíficos y las figuras.

–Aunque aquí el verdaderamente interesante eres tú –dijo Miguel de pronto, al tiempo que volvía a acercarse aún más y colocaba suavemente una de sus garras sobre el pecho de Eric.

–Y que lo digas –añadió su hermano al tiempo que se acercaba también y acariciaba lentamente el abdomen de Eric–. Ver a un Thriom es bastante extraño.

La actitud de los gemelos había cambiado totalmente en un par de segundos e incluso sus voces sonaban más suaves y profundas. Por un momento se le pasó por la cabeza que los muchachos estuviesen tomándole el pelo de nuevo… hasta que recordó lo que Lobo había dicho sobre que todos los Nevex eran bisexuales. En ese instante se dio cuenta de que los gemelos ya no estaban bromeando… y ese pensamiento  hizo que su polla diese un leve respingo.

–Además lo que decíamos de tu cuerpo no era de coña –siguió hablando Daniel mientras su otra mano se deslizaba por detrás de Eric y le acariciaba la espalda–. De verdad que tienes unos músculos como rocas.

–Aunque, para ser justos, el cuerpo del tigre impresiona más aún –dijo Miguel al tiempo que hacía descender su otra mano por la parte trasera del pantalón y le apretaba firmemente el culo, llegando incluso a deslizar un dedo hasta el pequeño agujero.

Eric se dejó llevar momentáneamente por el placer, pero todo cambió cuando miró hacia abajo. Las enormes garras negras moviéndose por su cuerpo de manera tan casual, como si fuese la cosa más normal del mundo, le provocaron un escalofrió sin poder evitarlo. A pesar del placer que le causasen, verlas le resultaba terriblemente inquietante, y el hecho de que al mirar abajo viese también un fragmento del cuerpo del tigre en lugar del suyo propio solamente elevaba aún más ese horrible sentimiento.

De pronto el joven cayó en la cuenta de que en realidad podía controlarlo. Podía controlar exactamente qué quería ver, lo único que necesitaba eran un par de segundos de concentración. Cerró los ojos una vez más y volvió a desechar todas las partes animales de su mente, y tras volver a abrirlos, sus amigos aparecieron de nuevo a su lado, acariciándole como si nunca se hubiesen ido.

Solucionado el problema de los chacales, solamente quedaba el otro problema. ¿De verdad quería enrollarse con sus mejores amigos?, ¿qué suponía eso para su amistad? Esas dudas le resultaban bastante pesadas… pero los gemelos no parecían tener ningún atisbo de incertidumbre.

–Dime Dani, ¿alguna vez te lo has montado con un Thriom? –preguntó Miguel de manera sensual, casi susurrante, sin dejar de mirar a Eric ni de acariciar su cuerpo de manera cada vez más descarada.

–No, la verdad es que no, ¿y tú? –le devolvió la pregunta Daniel igualando el tono, mientras retiraba un instante su mano del abdomen de Eric sin dejar de mirarle y la llevaba hasta su toalla. De un fuerte tirón, la tela cayó al suelo dejando su moreno y fibroso cuerpo totalmente desnudo, tras lo cual, volvió a acariciar el abdomen de Eric como si nada hubiese ocurrido.

–No, yo tampoco –respondió Miguel, justo antes de imitar la acción de su hermano y quedarse igualmente desnudo. Tras aquello ambos apretaron aún más fuertemente sus cuerpos contra el de Eric, haciendo que sus vergas se restregasen suavemente contra el muchacho.

La tranca de Eric empezó a endurecerse seriamente ante todo aquello. Jamás hubiese pensando en la posibilidad de montárselo con sus mejores amigos, pero ahora que se estaban ofreciendo de una manera tan obvia y que la imagen de los chacales había desaparecido, no había razón alguna para no hacerlo.

–He oído que los Thriom tienen unas pequeñas púas por toda la polla que lanzan como descargas eléctricas cuando te follan–susurró Daniel en el oído de Eric mientras hacía descender lentamente su mano y la metía en el interior del pantalón de Eric–. Y dicen que esas descargas son tan profundas y dan tanto gusto que hacen que te corras al instante –añadió Miguel susurrando igualmente en el otro oído al tiempo que deslizaba también su mano en la entrepierna del muchacho.

Los dos hermanos comenzaron a acariciar la ya semi erecta polla de Eric igual que lo hicieran minutos atrás, solo que esta vez el muchacho no tenía intención de retirarse. Eric era consciente de que cuando se empalmaba todo su visión del mundo cambiaba de alguna manera debido a la excitación, y en ese preciso instante no le importaba lo más mínimo que sus mejores amigos, totalmente desnudos, estuviesen restregando sus cuerpos contra el suyo y acariciándole la polla de manera totalmente libre. Ya no se planteaba si eso representaba algo para su amistad o no… lo único que quería era que no parasen de tocarle.

Tras un par de segundos frotando sus manos contra la verga de Eric, los gemelos dejaron que esta saliese para poder admirarla mejor. Eric era consciente de que realmente no estaban mirando su polla sino la del tigre, pero de alguna manera no le importaba, después de todo él mismo se había excitado con aquella imagen en el espejo.

–Vaya, supongo que lo de las púas es un mito –dijo Miguel levemente decepcionado tras echar un rápido vistazo a la tranca de Eric.

–No, no es un mito –dijo de pronto una voz a sus espaldas.

Lobo estaba de pie apoyado junto a la última taquilla de la fila y daba la impresión de que llevaba un rato observándoles.

–Las púas de la polla de los Thriom son retractiles, igual que los colmillos superiores o las uñas. Solo salen cuando están muy excitados. –explicó sin dejar de mirarles.

Eric se sobresalto ante la aparición del entrenador, pero los gemelos apenas reaccionaron.

–Hola entrenador –dijeron Miguel y Daniel casi al unísono, con una sonrisa de oreja a oreja, sin apartarse un ápice de Eric ni cubrir sus desnudos cuerpos.

–Chicos, ¿sois consciente de que básicamente os estáis aprovechando de un cachorro? –preguntó el entrenador enarcando una ceja con una actitud levemente reprobatoria.

–Le aseguramos entrenador que este pedazo de polla no es de cachorro –dijo Miguel con una media sonrisa mientras cogía la verga de Eric entre sus manos y la agitaba levemente.

–Miguel…

–Vale vale… está bien –admitió Miguel al tiempo que soltaba el miembro de Eric y se apartaba de su lado.

Daniel hizo lo mismo y ambos se quedaron mirando al entrenador mientras este hablaba.

–Tendréis tiempo de jugar con Eric mas adelante, ¿vale? Por ejemplo a finales del mes que viene –dijo Lobo, al tiempo que les hacia un gesto con la cabeza para que se marchasen.

Los gemelos sonrieron sin poder evitarlo y recogieron sus toallas del suelo antes de dirigirse a sus taquillas.

–Ya hablaremos tigre –dijo Miguel, al tiempo que le daba un par de palmaditas en la polla a Eric, justo antes de marcharse junto a su hermano.

A Eric no dejaba de sorprenderle el hecho de que ninguno de ellos mostrase el más mínimo pudor por estar totalmente empalmados delante del entrenador, hasta el punto de que ni siquiera se volvieron a cubrir con las toallas tras recogerlas del suelo.

Una vez hubieron desaparecido, cuando solamente se les oía de lejos en la otra punta del vestuario, Eric fue consciente de que Lobo le miraba fijamente. El muchacho cubrió su cuerpo como buenamente pudo y se quedó mirando al suelo sin decir nada.

No queriendo presionar al adolescente, Lobo tampoco dijo palabra alguna durante casi un minuto, hasta que finalmente fue Eric quien empezó la conversación.

–Entrenador… Quiero que hablemos…