Lobo (4: Nevex - Parte 1)

"El gigantesco miembro se restregaba placenteramente por su interior arrancándole incontables gemidos y casi aullidos de placer ... Lobo posó sus manos sobre las nalgas del adolescente y las apretó firmemente haciendo que el hambriento culito de este se restregase aún más contra su polla" Capitulo 4

*NOTA:

Quiero decir a todos mis lectores que dentro de poco empezaré una nueva saga y espero que todos la leais. :) ... pero tranquilos, como dije a Lobo y Eric les queda aún mucho camino.*


La gélida brisa hizo que Eric se despertase en mitad de la noche. Su cuerpo desnudo se estremeció a causa del frio y decidió levantarse para cerrar la ventana. Acto seguido, cuando estaba a punto de volver a la cama para taparse con las sabanas una deliciosa visión le detuvo.

Al contrario que todas las demás veces Lobo aún estaba allí. Su tupido y musculoso cuerpo, así como su enorme tranca dura y palpitante, llenaban la cama de una manera espectacular. Quizá fuese por que Lobo le había salvado la vida, pero para el muchacho aquella visión era como la de  un guerrero espartano dispuesto a darlo todo por su protegido, armado únicamente con su poderosa y gigantesca lanza.

Sin poder evitarlo, Eric se quedó quieto admirando el basto monolito de carne que se erguía orgullosamente entre las piernas de Lobo y que tanto placer le había causado. No importaba la cantidad de veces que lo viese ni el hecho de que ya lo hubiese probado de todas las maneras posibles, siempre conseguía excitarle y dejarle perplejo.

–¿Vas a quedarte mirándome la polla toda la noche? –preguntó Lobo con su habitual sonrisa al tiempo que abría sus brillantes ojos ambarinos y le miraba fijamente.– No es que me importe, es curiosidad.

–Siempre consigue dejarme sin palabras –contestó el muchacho mirándole a los ojos.

–¿Quién? ¿Yo, o mi polla?

–Ambos –respondió el muchacho sorprendiéndose a si mismo por su descaro.

Lobo rió levemente.

–¿Te he despertado al levantarme? –preguntó el muchacho.

–No, de hecho todavía no he podido dormir. Me has dejado demasiado caliente.

Eric se dio cuenta en ese momento de que Lobo no había llegado a correrse esa noche. El entrenador había estado tan centrado en el muchacho, relajándole y dándole placer, que ni siquiera se había ocupado de si mismo, y ahora su enorme verga le estaba castigando por ello con insomnio y una férrea erección.

–Ya que mi polla te deja sin palabras… ¿por qué no te acercas más, me la chupas un rato y hago que te deje también sin saliva? –sugirió Lobo de pronto con su profunda y lasciva voz, al tiempo que se agarraba el miembro con ambas manos y se lo acariciaba obscenamente.

–Y… ¿por qué no me subo a la cama, me doy la vuelta, me la metes hasta el fondo… y haces que me deje también sin aliento? –preguntó el muchacho imitando la voz de Lobo, al tiempo que se agarraba las nalgas con ambas manos y las apretaba fuertemente.

El muchacho no pudo creerse a si mismo por un momento. Acababa de zorrear al entrenador de una manera tan descarada que hubiera hecho enrojecer incluso a las prostitutas más veteranas del mundo… y aquello le había puesto a mil.

Lobo se levantó lentamente, sin la más mínima prisa, y se acercó hasta el muchacho. Le envolvió totalmente con su inmenso cuerpo y le besó profundamente, al tiempo que agarraba también el culo del joven y lo palpaba sin la más mínima restricción. Eric lanzó un gemido dentro de la boca de Lobo y agarró la verga de este con ambas manos igualando de nuevo su nivel de descaro. Lobo subió entonces la apuesta y agarró al muchacho del culo con tal fuerza que lo elevó del suelo, haciendo que Eric se viese obligado a soltar el miembro y agarrarse para no caerse. Una vez libre, la dura verga de Lobo se coló entre las piernas del muchacho y se mantuvo firmemente en línea recta como un poste. El entrenador aprovechó entonces para usarla como apoyo y dejar que Eric se subiese encima tomando control total de la situación. Todo el cuerpo del muchacho estaba apretado contra el suyo, su verga chocaba contra su abdomen, sus huevos se restregaban sobre su polla, y ésta, debido a su inmenso tamaño, llegaba incluso a colarse entre las nalgas del muchacho, abiertas previamente por las manos del entrenador.

–Creo que he ganado –dijo Lobo de pronto, rompiendo el profundo beso que aun perduraba, sabiendo que al muchacho no le quedaba movimiento posible salvo el de dejarse hacer.

Para Lobo todo era un juego. Incluso el simple roce de sus cuerpos era una fuente tanto de diversión como de placer, y aquello hacía que el muchacho disfrutase el doble.

–Sí, has ganado –admitió el muchacho, agarrando con ambas manos la nuca y la espalda de su protector y usándolas como apoyo para poder restregar su culo y sus huevos sobre la tranca de este, como si fuese el caballito de un tiovivo.

Lobo deslizó con más fuerza su verga entre los muslos del muchacho y volvió a besarle profundamente antes de dejarle sobre la cama y retirarse un par de pasos para admirarle.

El muchacho observó la lujuria en los dorados ojos del entrenador y recordó la segunda vez que estuvieron juntos. Aquella calurosa noche hacía dos días en que el muchacho se estuvo masturbando para él y le imploraba con la mirada que le poseyese. La mirada de Lobo era la misma que aquella noche, llena de deseo y voracidad, como si quisiese devorar cada centímetro de su cuerpo usando solo los ojos. El que había cambiado sin embargo era el muchacho. Ya no era aquel joven inseguro de sus propios deseos y lleno de culpa por sus actos sexuales. Las cosas eran distintas ahora y debía demostrárselo a Lobo.

Eric se dio la vuelta sobre la cama y se puso a cuatro patas ofreciendo al entrenador su perfecto y ansioso culito. Le miró de reojo y movió las caderas lentamente incitándole sin el más mínimo pudor. Se relamió y se mordió el labio inferior de pura anticipación, y volvió a girar su cabeza hacia el frente, al tiempo que cerraba los ojos para poder maximizar la experiencia con los demás sentidos, sin dejar de mover las caderas en círculos.

–¿No quiere su premio, entrenador? –susurró lascivamente el muchacho entre falsos gemidos que sabía excitaban a Lobo sobremanera.

El entrenador tardó varios segundos en reaccionar, pero cuando lo hizo el muchacho se sorprendió enormemente.

Eric sintió la entrada de un enorme capullo en su agujerito… pero estaba totalmente helado y lleno de lubricante.

–Claro que quiero mi premio –contestó Lobo sonriendo–. Pero primero creo que el premio debe dilatarse un poco –dijo, metiendo un par de centímetros más del consolador en el interior del joven con la mano izquierda, al tiempo que rodeaba la cama y acercaba su boca al oído de este para susurrarle la siguiente frase–. A propósito, mi nombre es Ouquo.

Eric se sorprendió ante aquello y pensó que sin duda era el nombre más raro que hubiese oído jamás. A punto estuvo de preguntarle de donde venia, pero se dio un golpe mental y se dijo que ya habría tiempo para eso más adelante. Ahora la cuestión era el placer.

El consolador seguía entrando lentamente, centímetro a centímetro, en su cuerpo haciéndole gemir de placer.

–Oh, me encanta cuando haces esos ruidos –susurró Lobo en el oído del joven, al tiempo que sacaba un par de centímetros del consolador y volvía a meterlos después.

Eric gimió con más fuerza que antes y giró su cabeza para mirar a Lobo a los ojos.

–No, no vale si los finges –dijo este sonriendo y haciendo que el muchacho riese levemente.

–Quiero que disfrutes –dijo el joven, estirando su mano derecha hasta la tranca de Lobo y acariciándola lentamente después.

–No te preocupes por eso –volvió a susurrar Lobo en su oído–. Voy a disfrutar mucho cuando te la meta hasta el fondo y te haga gritar de placer –continuó, haciendo que el joven volviese a relamerse imaginándolo–. Voy a clavártela tan profundamente que seré capaz de levantarte de la cama sin usar las manos –siguió, susurrando tan cerca del oído del muchacho que cada vez que hablaba sus labios rozaban suavemente su oreja–. Voy a correrme tanto en tu culo que serás capaz de notar el sabor de mi leche en la boca –prosiguió, al tiempo que metía, sacaba y giraba el consolador–. ¿Y sabes que harás tú? Me pedirás más… ¿Y sabes lo que haré yo entonces? Te daré más… y más… y más… y más… y más… –susurró lentamente, casi lamiendo el oído del joven con cada palabra, al tiempo que acompañaba cada “más” con una nueva penetración del consolador, hasta que estuvo metido casi totalmente.

Eric se sentía embriagado de placer. Entre el consolador, la lengua acariciando suavemente su oído, y las palabras, se sentía al borde de la máxima excitación. Deseaba que Lobo cumpliese todo lo que acababa de decir, y gimió al darse cuenta de que en verdad lo haría. De nuevo se volvió a preguntar como era posible que no hubiese reparado en este monstruo del sexo hasta hacía un par de días, y gimió otra vez al darse cuenta de que ahora podría estar con él siempre que quisiese.

La boca del entrenador mordisqueó suavemente la oreja del muchacho como si fuese una gominola, aumentándole aun más la excitación. Los sonoros gemidos del muchacho se elevaron hasta el punto de que este temió que su familia pudiese oírlo, pero no podía controlarse. Cada bocanada de su entrecortada respiración creaba un inmenso vaho en la gélida estancia, indicando que su cuerpo estaba tan caliente que podía estallar en cualquier momento. Y justo cuando estuvo a punto de hacerlo, el entrenador paró de golpe.

–Se acabó el “calentamiento” –dijo Lobo con una ligera risa, mientras retiraba lentamente el consolador y volvía a rodear la cama para colocarse de nuevo detrás del muchacho.

–Lo has hecho a propósito –le acusó el joven girándose para mirarle, aún con el cuerpo en plena ebullición.

–La verdad es que si –admitió Lobo mientras echaba un poco más de lubricante sobre su inmensa tranca–. Esto después de todo consistía en bajarme la calentura a mí, no aumentártela a ti –dijo, extendiendo la sustancia por todo el largo de su falo–. Además, soy yo quien ha ganado ¿no?... y tú eras el premio, ¿no? –preguntó sensualmente mientras apoyaba el capullo sobre la dilatada abertura del joven.

–Eres terrible –dijo el muchacho mientras volvía a girar la cabeza al frente y cerraba nuevamente los ojos.

–Ya te lo dije, no te haces idea… –rió.

Eric se preparó ante lo que se avecinaba y mantuvo los ojos cerrados para poder disfrutarlo mejor. A pesar de la concienzuda dilatación, la enorme barra de carne ingresó con cierta dificultad en el interior del muchacho, haciendo que soltase un gemido mezcla de dolor y placer. La descomunal tranca era incluso más gruesa de lo que recordaba, y a su prieto y casi virgen culito le costaba trabajo tragársela incluso con la preparación. Centímetro a centímetro, el gigantesco miembro se restregaba placenteramente por su interior arrancándole incontables gemidos y casi aullidos de placer. Aquel rabo era tan sumamente grueso que, de no ser porque le estaba taladrando sin piedad, el muchacho apenas hubiera creído que fuera real. Lobo posó sus manos sobre las nalgas del adolescente y las apretó firmemente haciendo que el hambriento culito de este se restregase aún más contra su polla.

–Ahhhh… aaahh… no pares… aahhhh –Eric casi no podía contenerse ante semejante trozo de carne en su interior. Nunca había probado nada tan sumamente grueso y lo único que deseaba era que se hiciese aún más duro, largo y gordo.

Tras varios minutos de segunda dilatación, Eric logró tragarse la inmensa tranca hasta el final. El placer resultaba tan monumental que apenas había palabras para describirlo. Nunca había sentido la polla de Lobo tan gruesa, gorda y venosa. Era casi como si fuese otra polla totalmente distinta la que le estuviese poseyendo salvajemente.

–Ooohhhh, dios, no pares por nada… aaahhh –gimió Eric sin poder controlarse.

–Tranquilo, hijo, no voy a parar.

De golpe la mente de Eric sí que se paró.

Esa voz… ¡esa voz no era la de Lobo!... era… la de su padre…

El muchacho abrió los ojos, giró rápidamente la cabeza y lo que vio le dejó helado.

Una extraña criatura del tamaño de un hombre era quien estaba penetrándole realmente. Un ser antropomorfo, con la faz de un animal, de gran complexión y fuertes músculos, era quien estaba clavándole su gorda y dura polla sin la más mínima contemplación. La criatura parecía ser una especie de mezcla perfecta entre hombre y tigre; la cara (y la cabeza entera) era del segundo, pero con ciertos matices humanos. El cuerpo era casi totalmente humano, pero recubierto de un suave pelaje anaranjado que el muchacho podía notar ahora con total claridad. La gruesa polla, que entraba y salía sin descanso del interior del joven era sin duda humana, aunque con un tamaño simplemente desproporcionado que incluso superaba al de Lobo con facilidad. Y por si todo aquello fuese poco, el muchacho se percató de la existencia de una larga cola roja que salía de la parte baja de la espalda de su padre y se extendía libremente, movida por la pasión y las embestidas.

Sí, se trataba de su padre, Marcus. Eric no tenía la más remota idea de cómo lo sabia, pero no tenía duda alguna de que aquel extraño tigre gigante que le follaba salvajemente era su padre. Incluso había reconocido la voz sin dificultad. La criatura miró a Eric a los ojos y sonrió ampliamente sin dejar de clavarle su enorme tranca ni un solo instante. A pesar de aquella revelación y de saberse penetrado por semejante criatura, Eric no pudo hacer otra cosa más que gemir sonoramente. De alguna manera, esa nueva información conseguía que el placer se multiplicara hasta un nivel simplemente insoportable. Su padre le estaba restregando su gruesa tranca sin la más mínima compasión y solamente deseaba que no parase. Aunque sus ojos le dijesen no sólo que era su padre quien estaba incrustándole su gorda y pesada verga, sino que ni siquiera se trataba de una verga humana, la mente de Eric parecía negarse a que aquello le causase el más mínimo asco, de hecho, solamente conseguía excitarle más.

Ahora entendía Eric porqué aquella polla parecía tan distinta a la de Lobo. Porqué era ligeramente más larga, y sin embargo mucho más gruesa. Porqué a pesar de haber sido dilatado con el consolador, le había costado trabajo penetrarle.

Tras aquella enorme sorpresa, y como si fuese la cosa más natural del mundo, Eric volvió a mirar al frente, cerró los ojos y continuó disfrutando plenamente.

Saberse poseído por semejante criatura solamente lograba que su cuerpo se excitase más y más, y el conocimiento de que además se trataba de su padre solamente añadía la guinda de aquella follada salvaje. No importaba qué era, como había llegado hasta allí o porque le estaba penetrando, lo único que importaba era el placer, y al darse cuenta de que pronto ese ser se correría en su interior hizo que a Eric le embargase un enorme éxtasis imposible de contar.

El muchacho volvió a gemir de nuevo sin poder evitarlo. El grueso rabo de su padre en su interior le arrancaba oleadas enteras de placer. El sonido rítmico de sus peludas pelotas chocando contra su culito como un par de pompones de felpa le extasiaba de manera brutal, y en lo único que podía pensar era que no tenía suficiente.

–Aaaahhhh… más fuerte… más….aaaahh –suplicó Eric casi gritando mientras la bestia le mataba de placer.

De pronto su padre le agarró del hombro derecho y tiró hacia atrás haciendo que Eric se levantase. Aprovechando esa nueva posición la criatura empezó a dar estocadas más cortas y rápidas, al tiempo que acariciaba los pezones del joven y besaba cariñosamente su cuello. El tupido torso de su padre pegado a su espalda parecía una suave y cálida manta hecha a medida.

Eric continuó gimiendo sin poder evitarlo, la lengua de su padre era idéntica a la de Lobo y allí por donde pasaba provocaba la misma sensación de suave y carnosa lima que tanto le gustaba al muchacho. La única duda que le asaltaba ahora a su mente, aletargada por los increíbles orgasmos interiores que sentía, sería saber quien besaba mejor, si su padre o Lobo, y para averiguarlo solo había una manera.

Girando su cabeza hacía la derecha, el joven usó una de sus manos libres y atrajo la felina cabeza de su padre hacia si, hasta que ambas bocas se devoraron mutuamente. El muchacho no pensaba siquiera que en esencia estaba besando a un animal, y que ese animal era su padre, lo único que le importaba era recibir el mayor gozo posible antes de que todo llegase a su inevitable final. El beso de su padre era sin duda más dulce que el de Lobo, menos brutal y más cariñoso, pero ambos eran igualmente buenos usando sus gigantescas lenguas.

Aprovechando la nueva posición y el éxtasis del momento, la criatura hizo descender su mano libre a través del torso del muchacho, hasta llegar a su dura verga, que a punto estaba de explotar. Lo lógico hubiese sido pensar que una garra de semejante tamaño causaría estragos en la carne del joven, pero las almohadillas que cubrían ahora su palma junto con la suavidad que solo un padre que ama a su hijo puede dar, hicieron que la mano pareciese hecha de terciopelo.

Eric sentía que su cuerpo se derretía de puro placer: La suave garra derecha de la criatura acariciando lenta y firmemente su verga, la garra izquierda masajeando y pellizcando sus sensibles y delicados pezones, el hirsuto y caliente pecho de su padre cubriendo y frotando su espalda con cada embestida como un albornoz, la experta y larga lengua abriéndose camino en su boca explorando cada rincón, y la gorda y dura tranca clavándose sin descanso y enviando eléctricas descargas de pura lujuria fueron demasiado para el muchacho.

Al correrse, Eric se vio obligado a romper el profundo y húmedo beso para poder gritar sin restricción alguna, mientras los largos y copiosos chorros blancos volvían a inundar sus sabanas de nuevo. Como si lo hubiese previsto, su padre se corrió casi al mismo tiempo. La criatura llenó el interior del joven de abundante y espeso líquido caliente al tiempo que, viendo su boca ahora libre, daba un pequeño y amoroso mordisco al muchacho en el cuello, consiguiendo solamente aumentar la excitación de este. Eric sintió de pronto como una nueva ola de placer recorría su cuerpo, tan profunda que creyó que iba a tener otro orgasmo, sin embargo, sin previo aviso, el joven sintió dos pinchazos en el cuello, como agujas hipodérmicas…

…cuyo dolor le obligó a despertar.

La maldita luz de la mañana volvía a despertarle de mala manera y se dijo mentalmente que la próxima vez cerraría la persiana. Abrió los ojos sin desearlo lo más mínimo y confirmó sus sospechas. Lobo se había ido. Por razones lógicas no podía quedarse por la mañana, pero el muchacho deseo que por una vez eso cambiase.

El reloj de la mesita marcaba las 8:11.

Eric se dio la vuelta en la cama y comprobó la potente erección que se erguía entre sus piernas, y al hacerlo, recordó el sueño que acababa de tener.

Su descaró al hablar con Lobo, el hecho de que este hubiera desaparecido de golpe sin más y que hubiese sido sustituido por su propio padre, convertido en un monstruoso tigre follador… El joven cerró los ojos y suspiró. Todo en aquel sueño le indicaba que no tenía el más mínimo sentido y que, evidentemente sólo podía tratarse de un sueño, pero como suele ocurrir siempre en brazos de Morfeo, todo parece lógico y real hasta el momento de despertar.

Ahora que podía ver las cosas con perspectiva no podía creerse a si mismo dentro del sueño. El nunca hubiese reaccionado de esa manera. Imaginarse a su propio padre convertido en un monstruo que le poseía salvajemente ahora le daba lógicos escalofríos ¿Por qué estaba teniendo aquellos sueños tan extraños? Empezaba a plantearse si no debería ir a ver a un psicólogo, pero lo descartó al instante.

En fin , pensó suspirando, lo único que puedo hacer ahora es seguir…

Se levantó de la cama y comenzó una serie de acciones que, por raras que hubiesen sido en otro momento, estaban empezando a convertirse en una costumbre últimamente: ocultar el consolador (que aún permanecía en el suelo donde Lobo lo dejo) y el lubricante (la última vez no lo escondió en absoluto, pero ahora pensaba que también era mejor mantenerlo lo más alejado posible de la vista de su familia) en el fondo de la bolsa de deporte, limpiar concienzudamente toda mancha de semen en la habitación (lo que incluía poner las sabanas y demás en la lavadora antes de que nadie despertase), y finalmente darse una buena y larga ducha para quitarse cualquier rastro de encima.

Como tantas otras veces antes, su verga volvió a endurecerse bajo el chorro de agua, insatisfecha a pesar del ritmo salvaje que estaba teniendo los últimos días. Por un momento el muchacho pensó en masturbarse… pero el recuerdo de su “monstruoso padre” en el sueño hizo que se le quitasen las ganas. Pensó que quizá lo mejor fuese descansar del sexo durante unos días y concentrarse en la que, hasta el primer polvo con Lobo, era su vida… pero el recuerdo del intento de asesinato de Sandra le hizo resoplar mientras se le helaba la sangre. Rememoró lo ocurrido aquella noche y no pudo evitar que todas aquellas extrañas palabras volviesen de nuevo a su mente. ¿Nevex?, ¿PGN?, ¿Athour?, ¿Ádamir? ¿Qué demonios signifi…?

¡Un momento!

La mente de Eric dio un vuelco de golpe y se dio un leve golpe en la cabeza por su estupidez. ¿¡Cómo no lo había pensado antes!?

Salió corriendo de la ducha lo más rápido que pudo, se dirigió a su cuarto casi sin coger toalla alguna y encendió el ordenador.

¿Cómo no se me ha ocurrido buscarlas en internet?, pensó mientras aguardaba impacientemente a que el sistema operativo terminase de ponerse en marcha. Eric introdujo cada uno de aquellos términos en varios buscadores, pero no hubo ningún resultado… o al menos ninguno lógico: PGN le llevaba hasta una herramienta de cálculo para ajedrez. Nevex resultaba ser el nombre de una marca de detergente. Athour era el nombre propio de alguna persona sin relevancia ninguna, y Ádamir era un Nick usado por varias personas en la red, pero de nuevo sin ninguna importancia.

Bueno, tenía que intentarlo , se dijo mentalmente, antes de coger una toalla y secarse ahora con calma.

Lobo sabía el significado de todas aquellas palabras, pero por algún motivo no quería decírselas. El muchacho sabía que tenía que preguntarle como fuese antes o después y no aceptar ninguna negativa. Si una loca, que hasta hacía cuatro días era su novia, había intentado matarle al menos tenía derecho a saber porqué.

La gélida brisa del exterior le produjo un escalofrío mientras se sacaba, por lo que Eric paró un momento para cerrar la ventana y se puso algo de ropa. Unos bóxers azules y unos pantalones largos del mismo color, junto a una llana camiseta blanca, fueron lo primero que apareció en el armario, y el muchacho decidió no dar más vueltas.

Una vez vestido, bajó hasta la cocina y vio un pequeño post–it en el frigorífico que decía “Vuestro padre y yo hemos tenido que salir antes, tenéis café hecho si queréis, besos mama” Eric suspiró al darse cuenta de que “vuestro padre” le había producido un escalofrío. Sabía perfectamente que se refería a Antonio, su padrastro, pero aún así no pudo evitar la reacción.

Ignorando completamente la nota, Eric cogió su zumo de plátano habitual y se escanció un vaso grande, antes de poner también unas rebanadas en la tostadora.  Mientras el pan se calentaba, Eric bebió todo el líquido de un golpe y dejó el vaso sobre el fregadero.

Al cabo de unos segundos, mientras aguardaba a que las tostadas terminasen de hacerse, un fuerte retortijón en el intestino le hizo doblarse de dolor. Subió rápidamente las escaleras para ir al baño, pero antes de abrir la puerta otro pinchazo, en la zona del estomago le indicó que no era eso lo que necesitaba. Un tercer golpe más arriba, en los pulmones, hizo que se quedase sin aire por momentos. Se apoyó en la pared del pasillo y esperó a que el dolor cesase, pero solamente se desplazó más arriba hasta su garganta. Eric no sabía qué hacer. Sentía que casi no podía respirar, pero antes de quedarse sin aire, el dolor volvió a moverse hacia su cabeza. El daño inicial se convirtió en una horrible jaqueca que le martilleó sin descanso con cada latido del corazón. El muchacho decidió ir hasta su habitación y tumbarse en la cama para ver si se le pasaba, pero solamente fue a peor. Empezó a sudar de manera descontrolada, a respirar con suma dificultad y a tener temblores. Antes siquiera de darse cuenta, el dolor se convirtió en el mareo más brutal que hubiese tenido nunca en su vida. Ni la peor borrachera del mundo le hubiera causado nunca semejante sensación. Cerró los ojos intentando no mirar como toda la habitación daba vueltas, pero no importó demasiado, pues podía sentir todo girando sin control incluso con los ojos cerrados. La sensación era similar a una gripe repentina multiplicada por un millón, hasta el punto de que ahora que estaba tumbado dudaba poder levantarse de nuevo. Sus oídos comenzaron a pitar, su nariz moqueó sin control, sus ojos expulsaron lágrimas como un grifo, sus manos tuvieron ligeros calambres y espasmos, e incluso su boca empezó a babear sin control. Justo cuando pensaba que no podía ir a peor, su mente desconectó, y se quedó inconsciente, mientras escuchaba de fondo el sonido de la tostadora en la cocina.


La cabeza de Eric todavía daba vueltas cuando se despertó, podía notarlo incluso sin llegar a abrir los ojos. Sabía que estaba despierto por el ruido de los ventiladores del ordenador girando a gran velocidad. Aquello le extraño, ¿desde cuando hacían ruido esos ventiladores? Seguramente tendrían mucho polvo acumulado. Se dijo que tendría que abrirlo y limpiarlos un día de estos.

Un ligero y molesto click, click, click, llamó su atención. Giró la cabeza hacia la mesita de noche y abriendo los ojos comprobó que se trataba de las agujas del reloj moviéndose al compás del tiempo. Marcaba las 10:27. Fue consciente de golpe de que llegaba muy tarde al instituto, pero el enorme malestar que había sentido hacía escasas horas, tan grande que le había devuelto a la cama, le decía que quizá fuese mejor no ir.

Extrañamente ahora se encontraba bien, es más, se encontraba mejor que de costumbre. A medida que los minutos pasaban y seguía tumbado en la cama se iba encontrando cada vez mejor. El molesto sonido incesante de click, click, click, empezó a sacarle de sus casillas. ¿Desde cuando ese reloj era tan molesto? Queriendo descansar cómodamente, extendió el brazo para coger el reloj y apagarlo, pero al hacerlo algo más extraño llamó su atención.

Su brazo izquierdo se había vuelto extrañamente musculoso, hasta el punto de que parecía el de otra persona. Siempre había sido un chico bastante “en forma” debido al futbol y demás, pero aquello le extraño muchísimo. ¿Acaso su brazo siempre había sido así y no se había fijado?  Era posible. Al ver todos los días su propio cuerpo era posible que nunca hubiese reparado en su enorme musculatura. Era posible que parar tantos balones le hubiese dejado esos brazos sin haberse siquiera percatado. Flexionó el brazo para comprobar su bíceps y se sorprendió muy gratamente. El músculo debía alcanzar al menos tres centímetros de altura. Movió su brazo derecho para comprobar la dureza de la bola y se sorprendió al ver que este era igual de musculoso. Giró la cabeza para contemplar mejor el brazo derecho… pero al hacerlo una pequeña visión de su cuerpo por el rabillo del ojo le causó un escalofrío.

Eric se dio cuenta de golpe de que todo su cuerpo se había vuelto más musculoso durante aquella siesta de dos horas. Sabía que había que había sido en ese intervalo de tiempo porque la ropa que se había puesto esa misma mañana, los pantalones azules y la camiseta blanca, estaban reventados. La tela había cedido y se había roto por las costuras, revelando en cada rotura los músculos del muchacho.

Eric se incorporó sobre la cama y comenzó a palpar cada agujero en su ropa sin creerse lo que estaba viendo. Un tajo en mitad del pecho revelaba el brutal aumento de sus pectorales, que se habían convertido en montículos de músculo que incluso podía flexionar. Un par de brechas más en los hombros revelaban que también se había anchado de espalda y cuello. Se levantó la camiseta levemente y observó que sus abdominales también se habían definido dándole una ligera pero apreciable tableta de chocolate. Pero lo más llamativo, lo que sin duda hizo que se olvidase incluso del resto de su cuerpo, fue su entrepierna.

El botón del pantalón había reventado y la cremallera que le acompañaba se había abierto sola sin poder contener el enorme bulto que había aparecido en la zona. Los bóxers azules se habían vuelto visibles, y dentro de ellos una protuberancia gigantesca amenazaba con romperlos también. El muchacho acercó su mano con curiosidad y casi miedo hasta su entrepierna y agarrando la banda de la ropa interior la estiró y dejó que saliese lo que allí se escondía. Una enorme verga de unos veinte centímetros fue liberada de su cautiverio y extendió todo su cuerpo sobre el musculoso abdomen del muchacho llegando a alcanzar y cruzar incluso el ombligo. La vasta mole de carne estaba en reposo, pero su enorme largo y grosor hacían que pareciese erecta.

El muchacho se quedó sin habla. Su polla siempre había sido un par de centímetros más larga que la media, pero desde luego antes no media veinte en estado de reposo. Eric se vio obligado a cogerla para comprobar que de verdad era suya, pues más bien parecía la de otro hombre, pero un leve chispazo de placer al acariciarla le indicó que efectivamente él era su portador. La mano del muchacho descendió intentando medir toda su extensión pero descubrió al llegar a la parte más baja que sus testículos también habían crecido. Sus huevos se habían transformado en dos enormes cojones, del tamaño de pelotas de tenis, tan grandes y pesados que su contorno sobresalía por encima del calzoncillo incluso sin la polla en su interior.

Eric se puso en pie sin tener la más mínima idea de lo que estaba sucediendo, anduvo un par de pasos por la habitación, comprobando sus nuevos musculosos como si de un par nuevo se zapatos se tratasen, hasta que, de golpe,  una visión a su izquierda le hizo gritar de terror.

El tigre de su sueño, el extraño tigre gigante anaranjado le estaba mirando fijamente a menos de un metro de él. Sus enormes ojos azules, abiertos de par en par, estaban clavados en los del muchacho como agujas de hielo. Estaba totalmente inmóvil, solo observando al muchacho, mientras este se había quedado paralizado por el terror. Eric pensó, debido a su fría y salvaje expresión que se abalanzaría sobre él en cualquier momento, por lo que reunió toda la fuerza que pudo y dio un salto hacia atrás, hacía la cama, justo en el momento en el que el tigre se movió. Eric cogió la almohada y se cubrió la cara con ella, no queriendo ver lo que se aproximaba. Sabía que no tenía escapatoria posible. Pensó que había llegado su final. Aquello no era un sueño, podía sentirlo, y precisamente por eso sabía que todo aquello no acabaría en un polvo, sino con él hecho pedazos. Largos segundos pasó el muchacho con la cabeza enterrada en la almohada, hasta que finalmente tuvo el valor para quitársela y mirar el lugar donde el tigre había aparecido, pero de nuevo se quedó paralizado por el terror al darse cuenta de que ese lugar… era el espejo del armario.

La mente de Eric sabía lo que eso significaba, pero se negaba a creer que pudiese ser real. Su cabeza miró por todos los rincones de la habitación buscando al tigre, pero estaba solo. No, no podía estar solo, no era posible… porque si estaba solo significaba que… No, no podía ser.

Eric se mantuvo sobre la cama sin moverse durante largo rato, mirando fijamente el terrorífico espejo como si fuese  la puerta del infierno. Su curiosidad quería que se acercase a él, pero su cordura le decía que lo más seguro era quedarse sobre la cama, como si esta fuese un bote salvavidas en mitad del océano.

Tenía que saberlo. A pesar del miedo su mente necesitaba saberlo. Necesitaba saber si lo que creía era verdad… porque si lo era…si lo era… Oh dios, es imposible , pensó temblando de puro pánico. Es imposible, tengo que estar volviéndome loco , se dijo al tiempo que se frotaba las rodillas sin saber qué hacer.

–Es sólo un espejo –se dijo a si mismo en voz alta–. Vea lo que vea… es sólo un espejo.

Se levantó de la cama lentamente, llevándose consigo la almohada como si fuese un escudo y avanzó por la habitación. Llegó hasta el armario, pero antes de ponerse delante se detuvo.

–Es sólo un espejo –repitió de nuevo en voz alta, mientras elevaba una de sus manos hacía la superficie reflectante.

El joven miró el reflejo de la mano y… era totalmente normal. No había absolutamente nada raro en ella, por lo que reuniendo valor de nuevo decidió dar un paso adelante y miró directamente a su reflejo.

Su impresionante y nuevo físico le devolvió la mirada desde el otro lado. Sus músculos y su enorme verga resultaban aun más impresionantes en el reflejo que vistos directamente, pero lo que al muchacho realmente le alivió fue la ausencia de aquel extraño tigre.

Eric tragó saliva, cerró los ojos y suspiró aliviado, pero cuando volvió a abrirlos…

El tigre volvió a aparecer. Estaba justo delante de él, ocupando el mismo espacio y llevando la misma ropa hecha jirones. El muchacho volvió a asustarse de nuevo, pero no huyó, levantó la mano izquierda hacia el espejo y observó como él tigre hacía lo mismo con su garra derecha. Miró fijamente a los ojos a la criatura y esta, le devolvió el gestó con los suyos, profundos y cerúleos. La mirada del tigre era tan penetrante que se asemejaba a la profundidad del mar, parecía que aquellos globos pudiesen esconder los secretos más recónditos del océano y guardarlos de manera que nadie fuese capaz de encontrarlos jamás. El joven se sorprendió a darse cuenta de que su imagen todavía estaba en el espejo, en el mismo lugar donde se encontraba el tigre, como si ambos ocupasen el mismo espacio físico. Era como si el ojo izquierdo pudiese verle a él, pero el ojo derecho viese al tigre, y las dos imágenes se mezclasen y superpusiesen al enviar los ojos la información al cerebro.

–Tenemos que hablar –dijo de pronto una profunda voz a su espalda.

El muchacho se dio la vuelta de golpe encontrándose cara a cara con otra extraña criatura. Se trataba de un lobo gigante, de pelaje blanco y hocico afilado, vestido con una chaqueta vaquera, camisa amarilla y pantalones vaqueros que le miraba con unos ojos igualmente dorados y una expresión extrañamente relajada.

El muchacho, asustado por la aparición, intentó cubrirse con la almohada, cerró los ojos y agachó la cabeza, pero cuando volvió a abrirlos y se atrevió a mirar era Lobo quien se encontraba delante de él, vestido con exactamente la misma ropa y la misma expresión relajada.

–¿Qué demonios está pasando? –preguntó el muchacho sin pestañear, como si temiese que al volver a cerrar los ojos todo volviese a cambiar de nuevo.

Lobo dio un largo suspiro.

–Como he dicho, tenemos que hablar –dijo, poniendo una mano sobre el hombro del muchacho para intentar tranquilizarlo.

Eric miró la mano de Lobo, y tras un ligero parpadeo esta se convirtió en una enorme garra blanca. El joven cerró los ojos intentando quitarse esa imagen de la cabeza, y cuando volvió a abrirlos de nuevo apareció la mano de Lobo.

–No has ido al instituto –dijo el entrenador de pronto–. Pensé que quizá tu novia podía haber intentado alguna otra cosa y decidí venir aquí para asegurarme de que estabas bien –explicó, señalando el motivo por el que se encontraba en el lugar–. Pero ahora que te veo entiendo qué es lo que ha pasado –dijo, echando un rápido vistazo al cuerpo semidesnudo del muchacho.

Eric se percató de que su verga aun colgaba libremente fuera de la ropa interior y se la metió como pudo en los bóxers. No lo hizo por vergüenza o pudor, simplemente ese no era el momento.

–¿Qué demonios esta pasando? –repitió el muchacho sin querer mirar a Lobo a los ojos, pues temía que en cualquier momento todo cambiase de golpe y no fuese precisamente su cara la que viera.

–Es mejor que nos sentemos –dijo Lobo dirigiéndose a la cama–. Esta conversación va a ser densa… y querrás estar sentado –explicó, dando un par de palmadas sobre el colchón para indicarle al muchacho que se sentase junto a él.

Eric no sabía que estaba sucediendo, pero apartarse del espejo parecía una buena idea por el momento. Dejó la almohada sobre la cama y se sentó muy despacio a una distancia prudencial del entrenador. Estaba casi seguro de que este no le haría nada malo, pero tras todo lo ocurrido en los últimos minutos decidió poner cierta distancia.

–Eric, lo que estoy a punto de decirte es algo que tu padre te tenía que haber explicado hace mucho tiempo… pero evidentemente no pudo.

–Si va a ser una conversación sobre sexo creo que llega muuuuy tarde –dijo el muchacho bromeando. Era quizá el momento más inadecuado para hacer una broma, pero sentía que si no la hacia la tensión iba a provocarle un infarto en cualquier momento.

Lobo sonrió.

–Al igual que yo, Eric… eres un Nevex –dijo Lobo de manera tajante.

Nevex. De nuevo esa palabra.

–¿Qué significa eso?

–Básicamente que eres… mitad humano y mitad animal, por decirlo de alguna manera… aunque tampoco somos exactamente eso… Nunca se me ha dado bien explicarlo.

Mitad humano y mitad animal… ¿era eso siquiera posible? Eric no pudo evitar girar la cabeza y mirar de reojo el espejo.

–¿Es decir que eres una especie de hombre lobo? –preguntó el muchacho de manera atónita.

–No… y si. Es difícil de explicar.

–Todo es difícil de explicar –murmuró el muchacho.

–Somos algo así como… otra especie, alejada de los humanos, pero no del todo –continuó Lobo, intentando encontrar las palabras–. Y dentro de nuestra especie hay diferentes razas, igual que entre los humanos. Yo por ejemplo soy un Nevex Aurum, también llamado “Lobo de la sombra”… y tú eres un Nevex Thriom, también conocido como “Tigre dientes de sable”.

El muchacho pensó que aquello era la cosa más absurda que hubiese escuchado nunca, pero un nuevo vistazo de reojo al espejo le hizo replanteárselo.

–Soy… ¿un tigre?

–Un tigre dientes de sable, sí. Pero no como los de la prehistoria, sino… la evolución… por así decirlo. –A Lobo seguía costándole encontrar las palabras y el muchacho se dio cuenta de que era la primera vez que le veía nervioso y dubitativo.

–Juraría que somos bastante humanos –dijo el muchacho, señalándoles a ambos, como si quisiese resaltar la obviedad.

–Eso es porque esta es sólo nuestra forma humana. Como te he dicho somos humanos en parte…

–Es decir que tenemos otra forma…

–Sí… y sospecho que ya la has visto –dijo Lobo señalando levemente al espejo–. Y sé que la has visto porque yo también puedo verla ahora mismo.

–¿Qué quieres decir? –preguntó el muchacho sin entender.

–Todos los Nevex podemos reconocernos entre nosotros. Podemos ver nuestra autentica forma con un simple vistazo. Tú también eres capaz de ver mi otra forma si te concentras.

–La vi durante un segundo… pero ahora sólo te veo a ti.

–Requiere cierto tiempo –aclaró el entrenador–. Acabas de transformarte básicamente, tus ojos necesitan adaptarse. Cuando tus ojos estén listos podrás ver las dos formas al mismo tiempo, la humana y la Nevex, y con un poco de concentración podrás hacer que tus ojos solamente vean una de ellas, la que tú quieras. Y podrás cambiar de una a otra con un parpadeo.

–¿Por qué yo?, ¿por qué ahora? –preguntó el muchacho sin entenderlo.

–¿Por qué tú? Porque eres el hijo de un Nevex. Es lo natural.

–Espera, quieres decir que mi padre…

–Sí, era un Nevex, otro Thriom, como tú –explicó Lobo acercándose levemente al muchacho.

–Eso lo supones o…

–Lo sé –sentenció–. Yo fui amigo de tu padre… y durante un tiempo fuimos algo más –admitió sin querer extenderse.

–… es que conviertes en gays a todos los que te rodean o ¿que? –preguntó Eric sin poder creérselo del todo.

–No, eso lo hace la naturaleza –dijo Lobo con una media sonrisa.

–¿Qué? –preguntó el muchacho sin esperarse esa respuesta.

–Todos los Nevex… somos bisexuales –explicó el entrenador, al tiempo que miraba a los ojos al muchacho para calibrar su reacción.

–… ¿Qué? –Aquella declaración pilló a Eric se sorpresa.

–Se que suena raro pero en realidad es parte de nuestra especie, un hecho de nuestra biología –explicó–. Supongo que la naturaleza pensó, “¿por qué voy a cerrarles una puerta cuando pueden tener las dos abiertas?” –dijo, justo antes de encogerse de hombros.

–Así que… esa es la razón por la que…

–…por la que ahora te gustan más las pollas que a un tonto un lápiz –comentó el entrenador con otra media sonrisa.

A medida que la conversación avanzaba Lobo se encontraba evidentemente más cómodo. Viendo que el muchacho empezaba también a tranquilizarse el entrenador se fue acercando poco a poco.

–La naturaleza de los Nevex incluye otras cosas –continuó–, como la anulación del pudor, pero supongo que aún no has llegado a ese punto.

–¿Por qué ahora? –preguntó de nuevo el muchacho, viendo que la primera pregunta ya estaba más o menos resuelta.

–Lo común es iniciar a todos los adolescentes sobre los catorce o quince años, tú ya ibas con bastante retraso.

–¿Iniciar? Espera… ¿Tú me has hecho esto? –Eric no podía creerse lo que estaba oyendo.

–Más o menos –admitió el entrenador, con cierto recelo–. Los Nevex tenemos la capacidad de convertir a otros… a través del sexo. Con los humanos normales sería un proceso muy lento, se necesitaría hacer el amor como quinientas veces con el mismo Nevex sólo para empezar a notar algún ligero cambio… pero tu caso es distinto. Tu padre era un Nevex, eso hace que de alguna manera ya lo llevases en la sangre, por eso ha sido mucho más rápido.

–Tú…. has… –el muchacho ni siquiera podía terminar la frase.

–Sé que al principio es duro –intentó confortarle el entrenador poniéndole de nuevo la mano en el hombro–, pero con el tiempo…

Eric se levantó de golpe de la cama y retrocedió.

–No… esto es… es… es demasiado. –protestó el muchacho casi gritando–. En los últimos cuatro putos días, he sido secuestrado, maniatado, medio violado, follado de diferentes maneras, ¡me has convertido en bisexual!, algo que, ya de por si es la hostia, pero además de eso me han vuelto a secuestrar, me han intentado matar… ¿y ahora me dices que además me has convertido en un jodido monstruo? –preguntó de manera acusatoria, al tiempo que echaba un leve vistazo al espejo, viendo de nuevo su tigre interior– ¿¡En un puto tigre dientes de sable!? No… es demasiado… Es simplemente demasiado… –terminó el muchacho apoyando la espalda contra la pared y flexionando las piernas para sentarse en el suelo.

Lobo se levantó de la cama y avanzó hacia el muchacho, pero este le hizo parar.

–No… no te acerques. No quiero… yo… –Eric sentía que estaba a punto de echarse a llorar, pero no quería que el entrenador viese eso… más aún, no quería que estuviese ahí. Necesitaba estar solo.

–Eric… yo…

–No digas nada…. sólo… vete –respondió el muchacho sin siquiera mirarle.

–Eric… –insistió Lobo, sabiendo que no era nada bueno que el muchacho se quedase en ese estado.

–Sólo… váyase entrenador –dijo, intentando que esa forma “cortes” fuese lo más displicente posible.

Lobo se dirigió a la ventana sin decir nada, pero antes de marcharse miró al asustado muchacho y volvió a hablar de nuevo.

–Eric, entiendo que esto es más de lo que una persona normal puede soportar… pero no puedes huir de ello. Es parte de lo que eres, de lo que tu padre era. Sé que ahora mismo quizá me odies pero… en algún momento necesitarás hablar… y quiero que sepas que sigo estando ahí cuando me necesites…

Eric no dijo absolutamente nada, ni siquiera le miró.

Lobo abrió la ventana, puso un pie fuera y antes de marcharse volvió a hablar una vez más.

–Por cierto… sólo… para que lo sepas… mi nombre es Ouquo…