Lobo (2)
Continuación de la historia y de como la vida de Eric va tornandose más y más extraña.
MEA CULPA: Ante todo quiero pedir disculpas a todos los lectores por la ENORME tardanza de la continuación. Os prometo que no volverá a ocurrir, y que este es solo el inicio de la saga…
La luz de una claraboya entró súbitamente y le despertó.
Eric necesitó desperezarse durante varios segundos antes de darse cuenta de que todavía seguía tumbado en el sofá, en el sótano del antiguo gimnasio.
Se giró bruscamente para mirar a su alrededor y comprobó que Lobo ya no se encontraba allí. Se relajó, respiró profundamente y suspiró.
De pronto volvió a reparar en la luz de la claraboya y miró rápidamente su reloj. Las 6:42… eso significaba que todavía podría llegar a casa sin que sus padres se diesen cuenta de su ausencia, pero tenía que ser rápido.
Recogió rápidamente todas sus cosas, se vistió lo más deprisa que pudo (pues todavía seguía desnudo), y subió las escaleras del sótano. Antes de marcharse algo le hizo mirar atrás. Algo le hizo observar aquel lugar por última vez y rememorar lo que allí había ocurrido el día anterior. Observó la mesa de billar y recordó las ataduras. El armario le recordó el cilindro metálico y el lubricante y la sensación que vino con ellos… y finalmente su mirada se quedó clavada en el sofá. El mismo sofá donde había pasado la noche, el mismo en donde debió quedarse dormido tras lo ocurrido… el mismo donde cabalgó la enorme polla de Lobo como si no existiese el mañana.
No. Sacudió la cabeza. Tenía que olvidar aquello. Tenía que olvidar como fuese lo que había sucedido. No podía dejar que algo así le afectase. No había nada que pudiese hacer ni nadie a quien poder decírselo. Lo único que podía hacer era intentar olvidar, y el primer paso para ello era salir de allí y no volver jamás.
El camino hasta su casa fue largo, o al menos le pareció más largo de lo habitual, seguramente por la prisa que tenía por llegar, pero finalmente lo consiguió. A esas horas de la mañana, por fortuna, todavía no había prácticamente nadie en la calle, por lo que decidió trepar por el árbol que daba a la ventana de su habitación, como tantas otras veces que había deseado entrar o salir sin ser visto.
Dejó la bolsa de deporte en el suelo nada más entrar y se dejó caer pesadamente sobre la cama. Volvió a mirar el reloj de nuevo. Las 7:09. Intentó despejar su mente todo lo que pudo, pensando en los estudios, el instituto, etc. Pero todos sus pensamientos le devolvían de forma irremediable a lo sucedido el día anterior. De pronto se dio cuenta de que todavía no había tenido oportunidad alguna de limpiarse, y que cualquiera que le hubiese olido en la calle hubiera detectado sin demasiado esfuerzo un aroma a semen reseco y sudor. Pensó en que quizá podría despertar a algún miembro de su familia si encendía la ducha en aquel momento, pero el hecho de permanecer le asqueaba demasiado para dejarlo pasar.
Se dirigió al cuarto de baño lo más sigilosamente que pudo, cogió una esponja lo suficientemente suave para no hacerse daño al frotar y se dio una larga y concienzuda ducha. Mientras pasaba sus manos por cada palmo de su cuerpo no pudo evitar que aquello le recordase de nuevo a la noche anterior. Mientras se frotaba el pecho no pudo evitar recordar la mano de Lobo acariciándole exactamente la misma zona. Su mano fue después a la espalda y recordó como Lobo había manoseado cada milímetro de aquel mismo lugar. Bajó todavía más la mano y dejó que la esponja se frotase especialmente contra su dolorido ano, sin poder evitar que aquello le recordase a la áspera lengua del entrenador, restregándose y luchando por entrar en su interior. Un ligero suspiro escapó de sus labios al tiempo que movía la esponja hacia la parte frontal, y fue entonces cuando se percató de la potente erección que tenía sin siquiera haberse dado cuenta.
Volvió a negar de nuevo con la cabeza al tiempo que tornaba más fría el agua de la ducha para que le ayudase a bajar aquel mástil. Levantó su cabeza para que el chorro de agua le diese directamente en la cara e intentó relajarse.
Un golpe en la puerta del baño le sacó de su ensimismamiento.
-¿Eric, eres tú? –preguntó su madre al otro lado de la puerta.
-Sí, soy yo –respondió el muchacho al tiempo que apagaba la ducha para no tener que gritar.
-¿A qué hora viniste?
-Vine muy tarde, no quería despertaros –respondió el muchacho pensando que en realidad era cierto.
-No quiero ser una de esas madres controladoras… así que no te voy a decir que vengas a una hora concreta. Pero si vas a quedarte hasta tarde podrías al menos llamar por teléfono, tu padre y yo estábamos preocupados.
Y con razón , pensó el muchacho para sí.
-Llamaré la próxima vez, lo siento.
-Voy a hacer el desayuno –dijo su madre cambiando de tema.
-Yo no quiero nada, no me encuentro muy bien.
Hubo un silencio de unos segundos hasta que su madre volvió a hablar.
-Si tienes resaca lo mejor es que bebas mucha agua.
-No me he emborrachado mama –dijo el muchacho. Ojala hubiese sido eso , pensó.
-Yo sólo lo digo… En fin, voy a la cocina.
-Vale –respondió el muchacho volviendo a accionar la ducha de nuevo. Miró hacia abajo y pensó que por lo menos la conversación con su madre había servido para bajarle la hinchazón. Salió del cuarto de baño y se dirigió rápidamente a su habitación. Cuando iba a vestirse se percato de que la ropa con la que había vuelto a casa probablemente también estuviese manchada de semen reseco por lo que tendría que echarla a la lavadora, pero si no quería que nadie se diese cuenta debía disfrazar el olor de alguna manera y entonces recordó la ropa de la bolsa de deportes, si la echaba a la lavadora junto con esa ropa nadie notaria nada, y encima era perfecto porque también tenía que lavar esa ropa. Abrió la bolsa para sacarla y tras hacerlo se percato de algo inusual.
En el fondo de la bolsa de deportes había una extraña bolsa de plástico que él no había dejado allí, pero cuando fue a comprobar qué contenía la sorpresa se multiplicó por cien.
Un enorme consolador rojo de treinta centímetros apareció súbitamente junto con una pequeña nota: “Lo encargué para que tuviera la forma exacta de mi polla, disfrútalo”
No es posible. El muy cabrón debió haber metido esta cosa en mi bolsa después de que me quedase dormido , pensó. Debe haber estado planeando todo esto desde hace tiempo. Pero… ¿en serio espera ese cabrón que me meta eso? ¿En serio espera que…
El teléfono móvil sonó de pronto y el muchacho recordó que tenía puesto el modo despertador. Lo cogió apresuradamente y al apagarlo miró la hora en él. Las 7:30. En ese momento también se dio cuenta de otro detalle que había pasado por alto. Seis llamadas perdidas de su novia Sandra a diferentes horas de la noche… aunque después de semejante plantón a esas horas ya sería su ex-novia. ¿Qué iba a decirle? ¿Acaso podía decirle algo? No, por supuesto que no… pero la mentira tendría que ser algo convincente. Algo que explicase porque no había ido a su casa y ni siquiera había podido llamarla.
Mientras pensaba que decirle su vista volvió a dirigirse al enorme consolador y gruño levemente. Los problemas se le acumulaban y cuando no terminaba uno empezaba el siguiente.
Estaba claro que tenía que tirar aquella cosa, pero donde exactamente. Si lo tiraba sin más a la basura su familia lo vería, si lo dejaba en algún rincón de su habitación cabía la posibilidad de que su madre lo encontrase mientras hacía limpieza, incluso si lo tiraba por la ventana corría el riesgo de que alguien lo viese en el jardín.
Lo mejor que podía hacer por el momento era mantenerlo bajo la cama y no salir de su cuarto para nada. Si decía a todo el mundo que estaba enfermo quizá podría salir a la noche y tirarlo en la otra punta de la ciudad.
Tras aquella decisión su mente volvió de nuevo a Sandra y por más vueltas que le daba a la cabeza seguía sin saber que decirle. ¿Se había quedado sin saldo? Eso no explicaba porqué no había cogido el teléfono… ¿Estaba enfermo? No, si le decía eso era capaz de presentarse en su casa queriendo cuidar de él. ¿Había perdido el móvil? Podría ser… Sí, eso podría sonar creíble, lo único que tendría que decirle después es que se lo había dejado en las taquillas de los vestuarios por ejemplo…. pero eso no explicaba porque no había ido a su casa aquella noche… ¿quizá una mezcla entre “he perdido el móvil” y “me puse enfermo”? Sí, tendría que ser algo así, no se le ocurría otra cosa.
Necesitaba borrar de su mente todo lo sucedido el día anterior, por lo que decidió pasar el día en casa jugando a videojuegos y viendo películas. Lo último que necesitaba era ir al instituto para ser interrogado por su novia, sus amigos (que supondrían que había pasado la noche en casa de ella y querrían detalles), etc. Y mucho menos quería ver ni de pasada a Lobo. Lo único que necesitaba era descansar…
El día pasó en un abrir y cerrar de ojos, le dio tiempo a jugar varias horas, ver 3 o 4 películas, asaltar el frigorífico unas cuantas veces y vagar por la casa pensando en todo lo ocurrido. Sí, se había propuesto no pensar en ello pero era una misión imposible. Lo único que no terminaba de entender era como había decidido voluntariamente tirarse sobre los brazos de Lobo (y lo que no eran los brazos). Por más vueltas que le daba a la cabeza no conseguía comprenderlo.
Dieron las 9:46 de la noche y todos los miembros de su familia fueron llegando uno a uno. Decidió volver a encerrarse en su habitación confiando en que nadie fuese a preguntar que tal se encontraba y por fortuna así fue. Vio otro rato más la televisión hasta casi las 11 de la noche y después la apagó para intentar dormir… pero eso no iba a ser tan sencillo.
Una extraña ola de calor le recorrió todo el cuerpo aquella noche, no podía explicar de qué se trataba pero sólo sabía que se encontraba terriblemente caliente. Echó el cerrojo de la puerta de su cuarto y se desnudó completamente sobre la cama. Necesitaba masturbarse, no era algo que le apeteciese como en tantas y tantas otras ocasiones, sino que esta vez lo sentía más como una necesidad. En cualquier otra ocasión hubiese mirado porno en internet pero aquella vez no lo necesitaba. Su cuerpo se encontraba totalmente sobreexcitado. El más mínimo roza, la más mínima caricia era suficiente para darle placer. Consciente de que disponía de toda la noche si quería decidió no apresurar el momento. Acarició lentamente su polla con una mano mientras con la otra masajeaba suavemente los huevos. Cada gesto lanzaba un torrente de placer como nunca antes había sentido… no, era mentira, sí que lo había sentido antes y había sido precisamente el día anterior. Aquella ola de calor y placer recorriendo su cuerpo era exactamente igual que la que había sentido mientras Lobo le poseía. Si cerraba los ojos era capaz de recordar cada gemido y cada suspiró de placer. Las manos de Lobo sobre su cuerpo explorando cada centímetro. Y aquella maravillosa barra de carne perforándole profundamente. Había tratado de esquivar aquel recuerdo todo el día pero había sido en vano, y ahora, en la soledad de su habitación y con aquella calentura entre sus manos no podía negárselo a si mismo más tiempo. Cada vez que venía a su memoria el recuerdo de aquella enorme verga empalándole una y otra vez no podía evitar lanzar un pequeño gemido de placer. Su propia polla había empezado a babear recordando cada embestida de Lobo, y como el calor del duro rabo del entrenador no hacía más que llenarle de placer a cada instante.
Se mordió el labio inferior de puro gozo y restregó sus dedos por la cabeza de su polla para usar el liquido para lubricársela sin dejar de masturbarse, mientras nuevos recuerdos venían a su cabeza. La sensación de la lengua de Lobo en su agujero, lamiendo una y otra vez sin descanso como si hubiera querido arrancarle su virginidad usando tan solo su lengua. Los dedos del entrenador entrando y saliendo sin piedad causando una nueva ola de placer…
Justo en el instante en que recordó la sensación de los dedos del entrenador, no pudo evitar que su propia mano izquierda abandonase los huevos y se dirigiese a su agujero de nuevo para volver a experimentar la sensación. La yema de los dedos acariciando la entrada le hizo gemir de nuevo como si estuviese en celo. La sensación era tan magnífica que decidió seguir acariciando un rato más y demorar el momento de meterlos del todo. Su mente mientras tanto seguía vagando de nuevo en los recuerdos de la noche anterior. Se recordó a si mismo chupando y lamiendo los pezones de Lobo y sin darse cuenta repitió los mismos gestos con la almohada que tenia junto a su cabeza. La ola de calor que estaba sintiendo, lejos de apaciguarse, parecía aumentar a cada segundo que pasaba, como si no fuese más que el principio de algo mayor que estaba por venir. Y cuanto más crecía esa sensación, más vívidos se volvían los recuerdos. La enorme tranca de Lobo atravesándole una y otra vez sin descanso, haciéndole gritar de placer. La sensación de los huevos de Lobo chocando contra su culo con cada embestida. El placer de sentir su propia polla restregándose contra el abdomen del entrenador….
El muchacho había dejado de acariciar lentamente su polla y empezaba a masturbarse firmemente. Los dedos de su otra mano ingresaron lentamente en su agujero provocándole una nueva oleada de placer. Su polla prácticamente chorreaba líquido pre seminal sin llegar a correrse y el calor era tan enorme que por un momento sentía que iba a prender fuego a la cama si se quedaba mucho más tiempo tumbado… pero algo fallaba. El placer que sentía era sencillamente inenarrable, aquella era sin duda la mejor paja de su vida… pero faltaba algo, y en el fondo el muchacho sabía qué era.
Irónicamente había olvidado tirar el consolador, que había sido el motivo principal por el que se había quedado en casa vigilando que nadie lo descubriese, y ahora de pronto sentía que lo necesitaba. Se levantó de la cama sin ninguna duda en su mente y lo cogió de debajo de su cama donde más que escondido, parecía haber estado esperando que el muchacho eliminase sus remordimientos. Abrió el lubricante y echando una generosa cantidad sobre él se lo llevo a la cama. Volvió a colocarse en la misma postura de antes, tendido boca arriba y con la mano derecha sobre su polla, pero esta vez usaría el consolador en lugar de los dedos de la mano izquierda. Estaba tan lubricado y dilatado por el sudor y los dedos, que casi ni le hizo falta presionar para que su hambriento culito engullese aquella enorme vara.
La súbita sensación por poco le mata de placer, se había tragado medio consolador de la primera estocada y no estaba satisfecho. Necesitaba más. Mientras se iba penetrando poco a poco aquel gigantesco falo puso su mente en funcionamiento y volvió a recordar. Su memoria se centro únicamente en la tranca de Lobo, esa poderosa y monstruosa espada que el entrenador le había clavado sin descanso. Recordó la sensación de cada centímetro de aquella barra de carne y se dio cuenta de que el consolador en verdad tenia la misma forma y tamaño. Tener aquel tremendo palo en su interior era como ser violado de nuevo por el entrenador, como si el entrenador hubiese entrado en su habitación y le estuviese poseyendo de nuevo.
-Veo que te ha gustado mi regalo –dijo de pronto una voz en la habitación.
El joven abrió los ojos de golpe justo para ver como Lobo le tapaba la boca para impedir que gritase por el susto. En efecto, era Lobo. De alguna manera había llegado hasta la habitación de Eric y no solo eso sino que al igual que el muchacho se encontraba totalmente desnudo. Tras la sorpresa inicial, el entrenador sonrió mientras retiraba la mano de la boca del muchacho y se cruzaba de brazos haciendo que su polla diese un leve respingo. Su enorme y empalmada verga parecía un bate de beisbol entre sus piernas, su tamaño era tan descomunal que el más mínimo movimiento, roce o incluso su propia palpitación hacían que se bambolease de manera hipnótica. La sonrisa de Lobo permanecía impávida ante cualquier cosa, como si se supiese ganador de un juego que aún no había empezado. Sus ojos contemplaban al muchacho de manera lasciva mientras parecía aguardar a los pies de la cama a que fuese el joven quien diese el siguiente paso.
El muchacho, aun con una mano sobre su polla y la otra en el consolador no sabía que decir. ¿Cómo podía estar el entrenador en su habitación? ¿Cómo había llegado hasta ahí sin que se diese cuenta? Y lo más importante de todo ¿por qué su sola presencia le excitaba tanto?
Era cierto, el simple hecho de que Lobo le observase mientras se masturbaba o el pensar que quizá llevaba observándole desde que se desnudó no hacían más que ponerle más caliente. Su polla no había menguado lo más mínimo desde la aparición del entrenador, de hecho, ahora la sentía más dura que antes, y mientras el entrenador seguía observándole no podía pensar en otra cosa que no fuese seguir dándose placer.
Bajo la atenta mirada de Lobo el muchacho reanudo el movimiento de su mano derecha sobre su polla y gimió sin poder evitarlo, o más bien sin querer evitarlo. La mano izquierda, a su vez, volvió a retomar el control del consolador y se lo introdujo de nuevo lentamente. El efecto combinado de ambas manos le causaba un enorme placer, pero de alguna manera la mirada de Lobo le daba todavía más. El entrenador no hizo absolutamente ningún movimiento mientras observaba aquello. Ni siquiera acarició su enorme verga, sino que la dejó bambolearse frente al muchacho libremente., lo único que hacía era observar de brazos cruzados y de alguna manera aquello era más que suficiente.
El muchacho continuó dándose más y más placer, pero algo en el interior de su cuerpo volvió a decirle que aquello no era suficiente. Igual que cuando se estaba introduciendo sus propios dedos un impulso le hizo sustituirlos por el consolador, un nuevo impulso se abría ahora paso en su mente, y aun siendo consciente de que en cualquier otro momento lo hubiese desechado de manera instantánea, ahora le era sencillamente imposible. Tras aquello el muchacho no pudo más que pensar que Lobo había vencido. Usando tan sólo su mirada, sin siquiera mover un ápice de su cuerpo más que el palpitar de su enorme falo, había vencido.
El muchacho cogió el consolador con su mano izquierda y lo sacó lentamente de su agujero hasta que estuvo totalmente fuera. Acto seguido lo arrojó sobre el suelo de la habitación, y abrió las piernas todo lo que pudo sin dejar de observar al entrenador.
Lobo aceptó la táctica invitación sin abandonar su impertérrita sonrisa. Subió a la cama y avanzó lentamente por ella haciéndose rogar. Sostuvo las piernas del muchacho con sus brazos al tiempo que las acariciaba suavemente, y de un solo golpe, sin necesidad de aviso ni preparación alguna, le clavó hasta el fondo su enorme espada sin dejar de mirarle a los ojos. La verga del entrenador atravesó sin esfuerzo todo el interior del joven como si fuese mantequilla y el muchacho no pudo hacer otra cosa que no fuese gemir suplicando más. Lobo se dejó caer sobre el muchacho sin dejar de penetrarlo ni un solo instante ni de sostenerle la mirada, juntó sus cuerpos lo máximo posible e hizo que sus caras quedasen a escasos centímetros de distancia. Igual que la primera vez, aguardo en esa postura a que fuese el muchacho quien diese el primer paso, como si de alguna manera le divirtiese que Eric fuese quien se entregase a él voluntariamente. Su pelvis se movía salvajemente sin dejar de penetrar al muchacho, pero su cara, sus ojos y su boca permanecían inmóviles aguardando.
Eric sabía que es lo que Lobo quería de él, y el también lo deseaba, con lo que con un pequeño esfuerzo levantó su cabeza de la almohada y se acercó para lamer los labios de su entrenador una única vez antes de volver a recostarse. No sabía exactamente porque había hecho aquel movimiento y no le había besado sin más, pero no importaba, el entrenador aceptó el gesto y bajó su cabeza para devorar la boca del joven sin dejar de poseerle bestialmente. La rasposa lengua de Lobo se movía furiosamente en su boca como si quisiese penetrarle también con ella y el muchacho no pudo evitar sonreír mentalmente ante aquella idea. Cruzó sus brazos sobre la peluda espalda de Lobo y los fue bajando lentamente hasta llegar al culo del entrenador. Una vez allí no pudo evitar agarrarlo fuertemente para instarle a que continuase con sus salvajes acometidas, pero al mismo tiempo una extraña y malévola idea empezar a gestarse en su mente. Bajo un poco más las manos atravesando el culo de Lobo y usando las yemas de sus dedos comenzó a masajear su ano.
Lobo paró súbitamente el profundo beso que aún seguía dándole al muchacho y levantó levemente la cabeza. Por un momento el muchacho pensó que quizá le hubiese hecho enfadar, pero la sonrisa de Lobo retornó como si nunca hubiese desaparecido.
-Vaya… parece que empiezas a dejarte llevar… me gusta –dijo, pronunciando las dos últimas palabras con una enorme lascivia sólo propia de un autentico macho en celo. Y acto seguido continuó devorando la boca de Eric.
El muchacho, ahora con permiso expreso de su amante, continuó acariciando el agujero de Lobo e incluso introdujo levemente uno, dos y hasta tres dedos sin demasiado esfuerzo. El muchacho se sorprendió levemente al ver que podía hacer aquello sin demasiado esfuerzo y como si Lobo le hubiese leído la mente, rompió de nuevo el beso para contestar.
-No creas que eres el único que disfruta de una buena polla de vez en cuando -explicó entre susurros, justo antes de volver a besarle.
Un par de golpes sonaron de pronto en la puerta de su habitación.
-Eric, ¿qué es todo ese ruido? –preguntó su madre desde el otro lado.
Sólo entonces el muchacho se percató de que no estaba solo en la casa, que su cama estaba haciendo un ruido espantoso y que sus gemidos hasta el momento no habían sido precisamente silenciosos. Por fortuna el cerrojo de la puerta todavía estaba echado, por lo que su madre no podría entrar, pero tenía que pensar algo que decir y rápido.
Lobo, por su parte, no parecía demasiado sorprendido. Cualquier otro hombre en su situación se hubiera muerto de miedo ante la posibilidad de que le pillaran fornicando brutalmente con un alumno, pero Lobo era distinto. De hecho, su sonrisa seguía sin esfumarse a pesar de la situación, lo único que hizo en consideración por el muchacho fue romper el beso para que el muchacho pudiese hablar, y reducir levemente la fuerza de sus embestidas. De nuevo, cualquier otra persona hubiese parado el polvo en seco, pero Lobo parecía verlo más como un nuevo juego que como una situación de peligro.
-Es que estoy haciendo ejercicio –explicó el muchacho tras liberarse de la lengua de Lobo.
-Oh si, ejercicio… arriba, abajo, izquierda, derecha, dentro, fuera –susurró Lobo en el oído del joven, acompañando cada palabra de una nueva embestida.
-Para por favor –susurro también el muchacho mirándole a los ojos.
Lobo contempló la cara del muchacho y percibió el súbito miedo que le inundaba.
-Sólo por esta vez –volvió a susurrar el entrenador parando totalmente sus acometidas.
-Es que me había parecido oír una voz –dijo su madre ligeramente preocupada.
El muchacho cogió raudamente el mando a distancia de la mesita que había junto a su cama y encendió el televisor.
-Sería la tele –dijo, rezando silenciosamente porque le creyese.
-Pues baja el volumen, que es casi la 1 de la mañana. –espetó su madre volviendo de nuevo a su cuarto.
Sorprendido, el muchacho miró el reloj en la pantalla del televisor y comprobó que efectivamente marcaba las 12:48. ¿Cuánto tiempo llevaba follando con Lobo? Ciertamente el tiempo vuela cuando te hacen gritar de placer…
Lobo todavía continuaba sobre él, con su enorme verga incrustada en su interior pero sin mover un ápice de su cuerpo. De nuevo parecía como si aguardase el permiso del muchacho para continuar.
Eric le miró a los ojos y suspiró, la conversación con su madre le había devuelto parcialmente a la realidad y de nuevo recordaba que quien estaba sobre él era la persona que le había violado el día anterior… ¿violado? No, atado y “capturado” sí, pero violado no. La decisión de lanzarse sobre la polla de Lobo había sido suya igual que esta noche. En cierto sentido Lobo no le había dado nada que el mismo no hubiese pedido primero. Y el muchacho lo sabía. Era algo muy difícil de reconocer pero lo sabía en el fondo. De alguna manera que todavía no alcanzaba a entender aquel hombre le había hecho de cambiar de perspectiva y le había obligado a replantearse ciertas cosas… pero ahora que lo había hecho no tenía más dudas.
-Sigue, por favor –susurró el muchacho volviendo a recostar su cabeza sobre la almohada.
La sonrisa de Lobo, que había parecido irse levemente tras pedirle que parara retornó de nuevo, al igual que retornaron las embestidas. Primero suaves y lentas para volver a hacer que su culo se acostumbrase y después veloces y profundas como estocadas. El televisor ahora encendido opacaba parcialmente el ruido de la habitación, por lo que Lobo volvió a poseer salvajemente al muchacho como al principio.
El joven, temiendo que su madre pudiera regresar y no se conformase con hablarle desde el otro lado de la puerta imploró a Lobo con la mirada para que fuese más despacio. Pero este, sin disminuir un ápice la velocidad se acercó a su oído y susurró.
-Te dije que sólo por esa vez… Ahora voy a llenarte de leche y voy a hacer que te corras tan fuerte que tendrás que morder la almohada para no despertar a toda la ciudad con tus aullidos.
Sin que el muchacho creyese que fuera posible, Lobo aumentó todavía más la velocidad, la enorme verga del entrenador entraba y salía de su culo como un pistón y Eric se vio obligado a agarrarse a la cama para mantenerse en el sitio. Por alguna extraña razón aquel polvo estaba siendo incluso mejor que el del sótano y el joven no tenía idea de por qué. La tranca de Lobo de nuevo volvía a matarle de placer sin poder o querer evitarlo. El gigantesco rabo del entrenador llegaba hasta zonas de su cuerpo que el muchacho ni siquiera sabía que existían y sus colgantes y descomunales cojones como pelotas de tenis golpeaban fuertemente su culo una y otra vez como pequeños azotes haciendo que se retorciese de placer. Al contrario que la primera vez en el sótano, Lobo no intentó regular la velocidad de las embestidas para que aquello durase lo máximo posible, sino que simplemente dejó que su verga penetrase a máxima velocidad. Varios minutos después cuando estaba próximo al orgasmo el muchacho se dio cuenta de que Lobo tenía razón, el placer que estaba sintiendo hacía que tuviese ganas de gritar y gemir a pleno pulmón, por lo que cogió rápidamente la almohada y la mordió con todas sus fuerzas. Los chorros blancos salieron disparados con una fuerza espectacular llegando a alcanzar casi toda la habitación: la mesita, el televisor, los armarios, la pared e incluso el techo ¿cómo era posible que se hubiese corrido hasta el techo sin siquiera tocarse la polla? No importaba, nada de aquello importaba, solo el placer.
De golpe Lobo incorporó su cuerpo y el muchacho comprendió que también estaba próximo al orgasmo, pero justo en ese momento, en el mismo instante en que sentía que su culo era inundado de la leche de lobo, este hizo algo simplemente increíble. Echó la cabeza hacia atrás mientras daba las últimas embestidas y aulló. Aulló con la fuerza de un autentico lobo, pero en un tono mucho más grave, algo que nunca jamás había visto hacer a nadie ni creía que fuese posible.
Después de aquello, súbitamente, se quedó dormido sin poder evitarlo...