Lobito

Su mano poco a poco se fue introduciendo por la amplia pernera del pantaloncillo hasta llegar a tocar la goma de mi calzoncillo. Luego sus dedos se introdujeron por debajo.

Continuación de mi relato Bultaco.

La verdad que no había sido para tanto, meditaba tendido en mi cama. Una manera fácil y por qué no decirlo placentera de ganarme unos pavos. Me habían hecho una paja y además quinientas pelas engrosaban ahora mi hucha. Empecé a calcular el número de pajas que me tendría que dejar hacer para alcanzar la suma necesaria para la compra de la moto.

  • Joder me va quedar el rabo seco- exclamé en voz alta.

Pero luego, pensandolo friamente, llegue a la conclusión que mas pajas me hacia por mi cuenta y no obtenía nada a cambio. Así que me decidí a seguir dejándome ordeñar por el viejo bujarrón. La Bultaco Lobito bien merecía la pena.

Deje pasar unos días y de nuevo me dirigí al parque por la noche. En el banco se encontraba el pajillero hablando animadamente con uno de mis compañeros de clase. Por lo visto hoy ya tenía plan así que me di la vuelta con intención de irme. Pero al volver la vista atrás vi como se despedían y el joven abandonaba el lugar. El hombre me chistó y con la mano me indico que me acercara. Me aproximé al banco donde estaba.

  • Hombre tu por aqui de nuevo - me dijo con una sonrisa de medio lado.
  • Si estaba dando una vuelta - le respondí de pie ante el.
  • Anda siéntate un momento. - me indicó dando una palmada en el banco.

Me senté y nos quedamos mirando.

  • Por cierto me llamo Raúl - me dijo mientras me tendía la mano.
  • El otro dia ni nos presentamos. Pero creo que ya nos conocemos lo suficiente para hacerlo en condiciones. ¿Cómo te llamas?
  • Me llamo Benjamín - le respondí mientras le estrechaba la mano.
  • Lo pasaste bien el otro dia? - me preguntó con la risa en los ojos.
  • Si, muy bien. - le respondí mientras me sonrojaba.
  • ¿Y que, vienes por mas pasta? - me dijo risueño.
  • Bueno yo….
  • No, si no me parece mal. Me gusta la gente emprendedora. Pero verás, acabo de darle lo último que llevaba al chico que se acaba de marchar.

Me quedé mirándolo decepcionado.

  • Si quieres nos lo hacemos ahora y te doy el dinero en otro momento - me dijo
  • Bueno es que….
  • ¿Acaso no te fias de mi?
  • No, no es eso. Pero….
  • No si yo lo decia por ti, igual te apetecía que te hiciese una paja. Yo ya voy servido. He estado con el chico que se ha marchado tras los matorrales y ya estoy aliviado.
  • Mejor entonces lo dejamos para otro dia - le respondí mientras me levantaba.
  • Vale, como tu quieras.
  • Entonces me marcho - le dije mientras me daba la vuelta para largarme.
  • ¿Qué te parece si nos vemos el viernes? - me preguntó entonces.
  • Por mi vale.
  • Entonces el viernes. Pero mejor quedamos en otro sitio, no quiero que te vean rondando por aquí con tanta frecuencia.
  • ¿Donde entonces?
  • ¿Conoces el Puente Viejo?
  • Si
  • Pues a las siete debajo del Puente Viejo, del lado de las escombreras.
  • Allí estaré -le dije y me escabullí presuroso.

Ese viernes todavía era de dia cuando cogí la bicicleta y me dirigí al encuentro de Raúl. El Puente Viejo era una construcción de hierro por la que pasaba el tren de las minas, más desde que habían inaugurado el nuevo trayecto estaba abandonado. Se encontraba a las afueras de la población y apartado de otros caminos por lo que era un lugar solitario que nadie solía frecuentar.

Cuando llegue oculté la bicicleta tras unos matorrales y descendí el escarpado terraplén hasta el borde del río, donde se asentaban unos enormes pilares de piedra que soportaban la estructura. Bordeé con dificultad el muro y pase debajo del puente. Entre las dos paredes laterales que formaban los grandes pilares se ocultaba un amplio espacio exento de vegetación. En él se encontraban un desvencijado sofá y en un rincón un mugriento colchón. La profusión de colillas y gomas desperdigadas por el suelo indicaba bien a las claras que aquel rincón era usado como improvisado picadero por la gente. Alguna mancha oscura era testigo que más de un virgo se había roto sobre el mugriento colchón..

Me senté en el sofá y aguardé mientras veía deslizarse las oscuras aguas del industrioso rio. Evidentemente era imposible que nadie viniese a pescar en aquel contaminado cauce. Sobre mi cabeza la luz del sol se colaba entre los huecos del entablado de maderas que formaba el suelo del puente. Aquí y allá algunos tablones se habían desprendido dejando ver el cielo azul a través de grandes huecos. Debido a ello se habían tapiado ambas entradas al puente para evitar alguien se precipitara al intentar cruzarlo por aquel desvencijado solado.

Había pasado un buen rato y me temía que el minero no acudiría a la cita. De repente oí el ruido de alguien que bajaba el terraplén. Me puse en pie de un salto esperando que fuese Raúl el que se acercaba. Si no cómo iba a explicar mi presencia en aquel lugar.

Gracias a dios a los pocos instantes fue él quien  apareció tras rodear el muro.

  • Hombre ya estas aquí - me dijo sonriendo mientras se dirigía a donde yo estaba.

Permanecí de pie mientras le veía acercarse. Me di cuenta entonces que cojeaba levemente. Tal vez a causa del accidente de la mina que me había contado mi amigo  Ramiro.

Cuando llegó a mi lado me quedé expectante esperando que fuese inmediatamente al asunto como la primera vez. Estaba un poco nervioso y lo debió de percibir porque mientras me alborotaba el pelo con una mano me dijo

  • Siéntate hombre que no te voy a comer. Vamos a charlar un poco. Asi nos conocemos mejor. No hay prisa.

Me senté de nuevo en el sofá y él se sentó a mi lado mientras me miraba risueño.

  • Bueno cuéntame algo de tu vida. Ya se que te gustan las motos. Pero que mas te gusta.
  • El fútbol
  • Ah el fútbol.
  • Si y los coches.
  • ¿Y te gustan las chicas? ¿O te gustan mas los chicos? - me dijo guiñandome un ojo.
  • No a  mi me gustan las chicas - le dije ofendido mientras me sonrojaba hasta la punta de las orejas
  • Osea que esto lo haces solo por dinero.- me espetó con una sonrisa torcida
  • Si, solo por dinero - le dije enfadado
  • Vale, vale, no te encabrones. Solo estamos charlando

Guardamos silencio durante unos breves instantes. Al fin envalentonado decidí ser yo el que hiciese las preguntas.

  • ¿Y a ti te gustan los hombres, por lo que veo? - me atreví a preguntarle.
  • Bueno a mi me gusta la carne tierna. Chicas y chicos -  me respondió muy serio.
  • Pero solo te he visto con chicos. - le dije
  • Veras es mas facil montarselo con jovencitos que con jovencitas. Primero no son tan recatados. Además las mujeres son más peligrosas, puedes dejar preñada alguna y se puede montar la de San Quintín. Por otro lado son más complicadas en las relaciones. En cambio los hombres no necesitamos arrumacos ni carantoñas, sabemos que el sexo es sexo y punto. Menos problemas.
  • ¿ Y nunca te has casado?
  • No nunca tuve una novia muchos años y me dejo por otro.
  • ¿Ah tuviste novia?
  • Si que pasa ¿Es que yo no puedo tener novia porque me pajeo con hombres y tu si aunque hayas hecho lo mismo?.
  • Pero yo es por la pasta. .-me reafirmé.
  • Y yo porque me sale de los cojones. De hecho estuve muchos años yendo de putas. Siempre temiendo coger unas purgaciones o algo peor. Además las que hay por aquí son todas unos viejos adefesios. Un dia se me acercó un muchacho y me dijo que me hacía una paja si le daba dinero. Acepté la oferta para probar y me gustó la experiencia. Así que ahora soy yo el que escojo el material. Y te puedo asegurar que  a veces tengo cola esperando.
  • Pero tu pagas por menearsela a otros.
  • Bueno no siempre. También me gusta que me la meneen. Pero los primerizos siempre sois remisos a agarrar una polla ajena. No obstante algunos acaban cediendo.
  • ¿Y como los convences? - le pregunté intrigado.
  • En vez de quinientas, mil cucas. Así va la tarifa.
  • Ramiro tambien me a dicho que algunos se la dejan chupar.
  • Si y algunos me la chupan - me dijo burlón.
  • ¿Por qué?
  • Más pasta. Mira,  a mi me gusta el sexo y ando siempre caliente. Una paja, una mamada, follar como un loco.
  • ¿Follar? ¿Con Hombres? - le dije poniendo los ojos como platos.
  • Con hombres y con mujeres. Al fin al cabo si todas las manos son iguales todos los agujeros lo son también.
  • Así que les das por el culo.
  • Si, si quieren, sin problemas. Les doy mas pasta y todos tan contentos.
  • ¿Y a ti te han dado alguna vez por el culo? - le pregunté intrigado.
  • Si alguna vez. Pero prefiero mas dar que recibir. En algunas ocasiones me he dejado y tampoco se pasa mal. Es distinto digamos.

Me quedé mirándolo entre asombrado y asustado. Raúl me puso la mano en el muslo. Aquel dia habia llevado unos pantalones cortos para ir en la bici y el contacto de su mano en mi piel me hizo estremecer. Me aparté un poco.

  • No te asustes. No te voy a hacer nada que tu no quieras. Estate tranquilo. Nunca he forzado a nadie contra su voluntad. - me decía mientras me acariciaba la pierna suavemente.

Su mano poco a poco se fue introduciendo por la amplia pernera del pantaloncillo hasta llegar a tocar la goma de mi calzoncillo. Luego sus dedos se introdujeron por debajo.

  • Y hoy que quieres hacer lobito. ¿Me dejas que te llame lobito, verdad?

Yo asentí con la cabeza. Sentí entonces como sus yemas acariciaban mi escroto y luego su mano profundizó en busca de mi verga que empezaba a empinarse con sus caricias.

  • Bueno ¿Qué hacemos?.
  • Lo del otro dia. Si me das quinientas pelas por supuesto.
  • Esta bien, esta bien.

Sacó su mano de mi entrepierna y cogió un billete de quinientas  y me lo metió en el bolsillo de la camisa.

  • Ya tienes tu dinero. Ahora levántate.

Con sus manos en mis cadera me situó frente a él y comenzó a desabrocharme el pantalón con parsimonia. De vez en cuando levantaba la cabeza y me sonreía. Luego acercó su nariz a mi sexo y aspiró profundamente.

  • Que bien hueles. A carne fresca.

Cogió entonces mi ropa por las caderas y me quitó lentamente los pantaloncillos hasta media pierna. Me acarició con levedad a través de la tela de mis calzoncillos. Yo ya tenia la verga dura como el hierro. Cuando me bajó los calzoncillos mi rabo saltó como un resorte.

  • Si que tienes una buena polla, lobito. - me dijo mientras la tanteaba con la mano.

Me descapulló y me sopló la mota. Me estremecí. Me masturbó con suavidad durante unos instantes. Mis pantaloncillos cayeron al suelo.

  • Espera vamos a quitarte los pantalones no los vayas a manchar. Levanta una pierna - me ordenó

Obediente seguí sus instrucciones. Luego levante la otra pierna y me despojó de la prenda dejándola sobre el sofá y a continuación hizo lo mismo con mis calzoncillos. Una vez despojado de mis ropas sus manos acariciaron mis piernas casi sin vello deslizándose suavemente de arriba a abajo.

  • Tienes unas piernas preciosas. Se nota que practicas fútbol.

Se incorporó y quedó frente a mi. Comenzó a desabrocharme la camisa. Yo me dejaba hacer sin oponer resistencia. Cuando acabó me quitó la prenda depositandola al lado del resto de mi ropa.

Totalmente desnudo delante de aquel tiarron me sentía indefenso y vulnerable. Miré hacia mis ropas pensando en cogerlas y marcharme a toda prisa. Pero Raúl me lo impidió.

Sus manos acariciaron entonces mi pecho y fueron descendiendo lentamente hasta llegar a mi sexo que frotó delicadamente. Agarró mi polla y rodeándola con sus dedos me empezó a masturbar dulcemente retirando mi prepucio y tapando mi capullo e nuevo.  Aproximó sus labios a uno de mis pezones y me lo chupó. Creí morir de gusto con aquella nueva experiencia. Cuando cerró sus dientes sobre el puntiagudo mamelón y me mordió con suavidad a punto estuve de correrme.

Colocó sus manos en mis hombros y me aproximó a su cuerpo estrechándome entre sus brazos.Un olor fuerte a macho en celo lleno mis narices y noté en mi estómago el enorme bulto de su sexo inhiesto.

Sus manos acariciaron mi espalda y poco a poco fueron descendiendo hacia mis glúteos que estrujó con suavidad. De nuevo estuve a punto de venirme. Al notar mi zozobra me apartó con suavidad y me dijo.

  • Te doy otras quinientas pesetas si me dejas que te la chupe. ¿Qué me dices? - me dijo mirándome a los ojos

Tras dudarlo unos instantes acepté, haciéndoselo saber con el movimiento de mi cabeza. Me tenía tan caliente que incluso le hubiese dejado hacerlo sin recibir más dinero. Pero a nadie amarga un dulce.

Se sentó de nuevo en el sofá y cogiendome por el rabo me acercó a él. Comenzó a besarme el bajo vientre aproximándose lentamente a mi babeante polla. Cuando su lengua lamió mi capullo suspire profundamente. Descendió por todo mi tronco humedeciendo y dando pequeños chupetones en su descenso.  El roce de su bigote cosquilleba mi piel. Luego besó y chupó mis huevos con deleite mientras su mano me acariciaba la verga. Bajó el rabo e introdujo mi capullo en la boca.

Empecé a jadear como un poseso. Sentir la humedad de su interior, su boca sorbiendo mi néctar y su lengua acariciándome tan sensible piel, me produjo una sensación jamás experimentada y ni tan siquiera imaginada. Era la primera vez que una parte de mi cuerpo se introducía en el de otro ser humano y la cálida sensación me transporto de tal forma que las palabras surgieron de mis labios sin ser consciente de ello.

  • Ay qué gusto. Que gusto - empecé a exclamar entre suspiros.

Raúl sacó mi polla de su boca y me miró a los ojos mientras me decía.

  • Te gusta lo que te hago, lobito.
  • Si. Mucho- le dije mientras mi cuerpo temblaba como un mimbre en el vendabal.

Con la punta de su lengua fue acariciándome el frenillo y el borde de mi capullo, propiciando que la sangre se agolpara de tal forma en él que alcanzó la coloración de las guindas.

  • Chupamela más Raúl - le implore.

Entonces comenzó a mamarmela con tal maestría que mis piernas flaquearon y a punto estuve de venirme al suelo, de tal manera que tuve que cogerme a sus amplios hombros para no desfallecer. La sacaba dejando sus labios en la puntita del rabo y lo sorbía con suavidad , para luego se introducirlo hasta las trancas. Al notar su  bigote en mi vientre y las barbas de su mentón rascandome los huevos, supe que tenía toda la polla dentro de él. Inició entonces un frenético mete y saca que me volvía loco.

  • Me voy a correr.
  • Que gusto
  • Ay dios me corrro
  • Me corroooooooooo . - grité como un poseso.

Mi polla empezó a hincharse de forma desaforada y empecé a eyacular en incontables trallazos, mientras la boca de Raúl continuaba mamandome el rabo tragandose toda la corrida. Siguió chupando hasta que la última gota manó de mi verga. Exhausto me abracé a su cuello y me recliné sobre su cabeza. Tras unos instantes el minero hizo que me apartase  y me miró pícaramente.

Sobre el mostacho quedaban restos de la leche que no había conseguido tragarse y con la lengua relamió mi esencia como un gato goloso. Luego me hizo sentar sobre su pierna y mientras me acariciaba la espalda me dijo-

  • Has gozado lobito

Yo todavia con el corazón a mil,azorado y circunspecto, se lo confirmé moviendo raudo la cabeza. Luego aproximó su boca a la mía y me besó. En su lengua cimbreante pude paladear el sabor de mi propio semen. Me pilló desprevenido.

  • Joder que asco. Eres un cerdo. - le increpé mientras escupía repetidamente en el suelo.

Pero el sabor de mi polla permanecía en mis papilas gustativas.

Furioso me levanté  y comencé a vestirme mientras seguía escupiendo repetidamente. Más el sabor metálico no desaparecía.

  • ¿Te vas?
  • Si. Ya cumpli con mi parte. Además no se te ocurra besarme más. - le dije enojado
  • No te enfurruñes lobito. Fue un impulso.
  • Pues la próxima vez te aguantas. Yo no soy una maricona para que me beses.¡Te enteras!
  • Esta bien, esta bien.¿Pero me vas a dejar asi?

Y abrió las piernas para mostrarme la turgencia que su abultado sexo producía en el pantalón. Le mire con desprecio y le espeté rabioso.

  • ¡Pues hazte una paja!.
  • Si me la haces tu te doy otro billete.

Dejarme hacer una paja, incluso permitir que me la chupase era una cosa, pero agarrar con mis manos aquel rabaco era otra bien distinta. Bien es verdad que el llevarme 300 duros en un dia era muy tentador, mas mis escrúpulos a cascársela a otro hombre eran muy grandes.

  • Mejor te la haces tú solo. No quiero tocarle la polla a un tio.
  • ¿Y si en vez de quinientas te doy mil pelas?

¡Mil más otras mil que estaban en el bolsillo de la camisa era un pastón! Mi determinación empezó a flaquear . Nos quedamos mirando silenciosos.  Al fin claudiqué.

  • Esta bien mil pelas. Te la casco y luego me voy.

El minero se incorporó y se situó frente a mi.

  • Venga sacatela - le apresuré de mal café.

Me miró con una sonrisa torcida. Metió la mano en el bolsillo y sacó un fajo considerable de billetes. Cogio uno y me lo mostró.

  • Por mil pelas me la sacas tu. ¿Vale?

Mis ojos clavados en el billete verde me tentaron de tal manera que raudo acepté.

  • Vale

Me introdujo el dinero en el bolsillo de la camisa y tras  poner los brazos en jarras me dijo con pícara sonrisa.

  • Pues venga dale muchacho.

Nervioso me acerqué comenzando por desabrocharle el cinturón. El botón me costó más esfuerzo pero tras repetidos intentos lo conseguí. Y luego, cuando bajé la cremallera de la bragueta, mis manos rozaron por primera vez su paquete. Me estremecí pensando en lo que estaba a punto de hacer.

  • Quítame los pantalones. No quiero que se ensucien- me ordenó

Metí los dedos por los bolsillos y tire hacia abajo. Tuve que agacharme para completar la operación y al pasar por su sexo pude ver el bulto que formaba una carpa en sus calzoncillos. Eran unos tipo pantaloncillo de un blanco inmaculado y allí donde acababa su verga se podía ver la humedad que destilaba.

Con dificultad le saque una pernera y cuando mire hacia arriba para indicarle que se sacase la otra, vi como se desabrochaba la camisa. Al fin pude despojarle de la prenda y me levanté presuroso. Raúl se quitó la camisa y la dejó caer en el sofa. Entonces pude verlo con claridad.

Era un tio enorme. Su pecho abultado, donde se destacaban dos oscuros pezones apuntados como pitones, estaba profusamente tapizado de un pelo negro y ensortijado. Una pequeña barriga sobresalía en su vientre cuyo vello se perdía en su ropa interior. En los musculados brazos se marcaban sus bien definidos músculos. Los antebrazos velludos acababan en dos manazas grandes como zarpas de oso. Era estrecho de caderas y todo él se sostenía sobre dos poderosas y peludas piernas. En uno de sus muslos se dibujaba una tremenda cicatriz. Me quedé con la boca abierta mirándole. Era un auténtico oso.

  • No te embobes y quítame los calzoncillos. - me conminó sacándome de mi perplejidad.

Intenté bajarle la prenda pero la goma de la cinturilla se enredó con su rabo y me resultaba imposible. Tras repetidos intentos Raúl me dijo impaciente.

  • Joder chaval, sacala con una mano o vamos a estar aquí hasta mañana.

Asqueado tiré del elástico y introduje la mano. Por primera vez toqué su polla. Estaba dura como el pedernal y era más grande de lo que recordaba. Al fin la pude desenredar de la tela y conseguí liberarla permitiendo bajar los calzoncillos que quedaron en sus muslos. Fue el propio Raúl el que se los quitó en un periquete mientras yo observaba. Con el movimiento sus peludos testículos se balancearon como dos bolsas y su polla palpitó un par de veces.

Lo tenía totalmente desnudo ante mi. Me quedé mirando su sexo sin atreverme a comenzar impresionado por  semejante visión. Un cipote enorme que a medio descapullar se elevaba hasta llegar a su ombligo. La carne que no cubría el prepucio era de un rojo escarlata y de su agujero babeante manaba líquido sin cesar. De sus dimensiones no se que decir,  la verdad no se como describirlas. Era grande, muy grande y ancha como mi antebrazo. Toda ella surcada de venas azuladas que le conferían el aspecto de un priapo tallado en piedra. Su piel era oscura y se acentuaba más en los dos poderoso cojones que colgaban entre sus piernas. Y luego una extensa y frondosa pelambrera selvática lo cubría por doquier.

  • Anda cogela que no te va a morder - me dijo

Temeroso la rodeé con mi mano que apenas abarcaba su circunferencia y tire hacia abajo. Tenía tal erección que me costó que alcanzase la horizontalidad. Pero lo que mas me impresiono era el calor que desprendía, el palpitar que en mi mano notaba y  aquella piel tersa y suave como la seda.

Con esfuerzo le descapullé mostrando un balano enorme, hinchado y enrojecido por la sangre que en el se acumulaba. Se desprendió entonces un hilo de líquido cristalino que acabó cayendo al suelo tras estirarse lentamente .

Me costaba tenerla hacia abajo así que deje que su propia fuerza la alzase de nuevo y comencé a pajearle con rapidez-

  • Más despacio lobito, Mas despacio - me dijo frenando mi mano con la suya.

Empecé a pajearlo con suavidad mientras Raúl suspiraba profundamente. Sentía aquella carne ardiente latiendo entre mis manos y, como él me había hecho a mi, con el pulgar le empecé a frotar el frenillo.

  • Joder qué manos tan suaves. Y qué bien lo haces chaval. Anda acariciame un poco los huevos - me pidió ansioso.

Así pues con la otra mano le acaricié las afelpadas pelotas que se movían autónomas en mis manos.

Durante minutos estuve meneándosela y acariciando todo su sexo mientras el hombretón suspiraba. La cara de gusto que mostraba delataba el placer que le estaba dando. La verdad, me complació tener aquel tiarrón derritiéndose con el trabajillo que le estaba haciendo con mis manos.

Aquel pepino no paraba de babear. Pero por mucho que me esmeraba acelerando y  refrenando, apretando y acariciando; su polla no parecía que se fuese a correr con prontitud. Evidentemente aquel tío tenía mucho más aguante de lo que pude observar la primera vez. Aquello no iba a ser una paja rapida.

Ya me dolían las muñecas de tanto trajín y sin poder aguantarme le dije.

  • No te vas a correr ya me duelen las manos de tanto cascartela.

Me retiró las manos y se me quedó mirando como un sátiro.

  • ¿Que estara pasando por su cabeza? - pensé

Me guiñó un ojo y me dijo

  • ¿Qué te parece si lo haces de otra manera?
  • ¿Como? - le dije extrañado
  • Con la boca. Chupamela - me dijo anhelante.

Me aparté de él como una centella. Le quede mirando con cara de asco

  • De eso ni hablar. Que te la chupe tu puta madre. Bujarrón - le grité

Se acercó meloso hacia a mi con la polla babeante.

  • ¿Y si te doy otras quinientas?
  • ¡NI POR TODO EL ORO DEL MUNDO. SO MARICÓN! - LE GRITE FURIOSO
  • ¿ Y por mil?
  • QUE NO HOSTIA, QUE YO NO TE LA CHUPO. JODER QUE ASCO.
  • Yo te la chupe a ti y no me dio asco
  • Pero tu eres un maricónazo de mierda.
  • Tan maricón es el que da como el que recibe. Te enteras.
  • Vete a la mierda - le escupí rabioso.

Me di la vuelta con intención de largarme con viento fresco. Pero cuando me aleje unos pasos me dijo

  • Te doy cinco mil pesetas. Mil duros.

Frené en seco. ¡Cinco mil pelas era muchisima guita! Durante un tiempo que parecía eterno estuve meditando. La puta de la Bultaco ronroneaba en mi cabeza. Al fin aunque la repugnancia que me daba era mucho las ganas de coger aquel dinero me hicieron doblegarme. Me di la vuelta y le dije

  • Esta bien. Te la chupo. Pero no me trago la leche. Te enteras.
  • Vale - me dijo con una amplia sonrisa
  • Me lo juras.
  • Te lo juro
  • Cuando te vayas a correr me avisas y te apartas.
  • No te preocupes asi lo hare.
  • Pues venga la pasta por adelantado - le dije indicándole con la mano que soltase la mosca.

Se dio la vuelta mostrándome su culo peludo como el de un mono y sacó el fajo del que extrajo varios billetes y volviéndose me los metió en el bolso de la camisa.

  • Nunca he pagado a nadie tanto para que me la chupase. Pero esos morritos bien lo valen - me dijo y pasó obscenamente su pulgar por mis labios.

A punto estuve de vomitar.

  • Agáchate - me indicó ayudandome a hacerlo poniendo su mano en mi hombro y empujándome hacia abajo.

Quedé de rodillas con mi cara a la altura de su babeante polla. De su entrepierna se desprendía un fuerte olor de sexo, de macho en celo, que golpeó mi nariz. Le miré a la cara sin saber cómo empezar.

  • Lamela antes par acostumbrate a ella me dijo palmeandome la mejilla.

Saqué la lengua y recorrí todo su palo. Al igual que cuando la acaricie con mi mano me sorprendió el tacto de su piel satinada. Repetidas veces lamí su tranca de arriba abajo con mis manos apoyadas en sus muslos.

  • Chupame un poco la puntita, lobito - me dijo meloso

Le agarré el nabo con las manos y mis labios se posaron sobre la punta de su hinchado y babeante balano. Sorbí el agüilla que su verga destilaba. Me desconcertó su sabor, no me pareció desagradable, de hecho no sabía mal, eran un aguado y azucarado liquido que me entretuve en paladear.

  • Abre esa boquita y chupame el capullo- me indicó

Abrí la boca y fui sorbiendo el enorme pedazo de glande a la vez que poco a poco lo introducía en la boca. Para alojarlo por completo casi tuve que descoyuntar las mandíbulas, tal era su grosor. Durante minutos estuve sorbiendo como un ternero mamón aquel húmedo mamelon. El minero suspiraba sin cesar.

Me saqué la verga de la boca y comencé a jugar con la lengua alrededor del capullo. Cuando le mordí con suavidad el frenillo un profundo suspiro surgió de su garganta.

  • Que bien que lo haces mamoncete - me dijo mientras me acariciaba la mejilla

Alcé los ojos y me entretuve en ver la cara que ponía mientras se la chupaba. Él lascivamente sacaba la lengua haciendo obscenos gestos con ella. Incrementé el ritmo de la mamada a la vez que me introducía cada vez más de  aquel rabo descomunal en la boca. En una de estas me chocó contra la campanilla y me produjo un arcada. La siguiente vez que llegué a meterla tan profundamente, Raúl me agarró por el cogote y me la clavó de tal manera que se introdujo en mi garganta, reteniendome durante unos instantes mientras yo intentaba zafarme para poder respirar.

Al fin conseguí separarme de él  e intente recuperar la respiración mientras de mi boca abierta se descolgaban las babas.

  • Joder tio casi me ahogas - Protesté.

Me tendió una mano y ayudó a incorporarme. Me limpió mis babeante morros con la mano y me dijo.

  • ¿Quieres que hagamos un sesenta y nueve?
  • ¿Qué es eso? - le pregunté extrañado
  • Que te la chupe mientras me la chupas.

Me cogió el paquete con la mano y tras tantear en busca de mi polla, la agarró con fuerza.

  • Ya veo que estas todo empalmado. ¿Quieres que lo hagamos?

La verdad es que estaba palote. Mi verga, sin yo ser consciente, estaba a reventar y a mi pesar no me desagradaba, tanto como pensaba, estar chupándosela a un tio. Es más podría decir que disfrutaba viendo como se derretía con su polla en mi boca.

  • ¿Y como lo hacemos? - le pregunté sin imaginarme cómo realizar tal cosa.

Me cogió por la mano y me condujo hacia el colchón que estaba en un rincón.

  • Túmbate boca arriba- me ordenó.

Yo lo hice obediente. Con prontitud me desabrochó  y de un quite me arrancó pantalones y calzoncillos que arrojó a un lado. Se situó vuelto sobre mi cuerpo y se metió mi polla en la boca. Yo tenía su rezumante pollón sobre mi cara.

Comenzó a mamarmela con frenesí. Yo suspiraba y me dejaba hacer hasta que se detuvo y tornando la cabeza hacia mí me dijo-

  • Chupamela tu tambien.

Le agarré el cipote y lo  introduje en la boca . Él comenzó a dirigir la mamada dando golpes con sus caderas, de manera que su polla entraba y salía al ritmo que marcaba. Me estaba literalmente follando la boca. Aquella enorme tranca apenas cabía en mi interior y sus pelotas sudorosas me golpeaban la frente en cada embestida. Mas yo estaba tan concentrado disfrutando de como Raúl me devoraba la polla que dejaba que él se desfogase mientras yo gozaba de su boca hambrienta. A veces la sacaba y me chupaba los huevos dejando todo mi sexo chorreante con su saliva. Me agarraba las nalgas y las apretaba mientras engullía todo mi sexo. Me mordisqueaba el frenillo o con su lengua acariciaba el contorno de mi glande .En una de estas su mano recorrió toda la raja de mi culo. Me removí inquieto cuando acarició mi esfínter. Más pronto dejó de hacerlo.

Me estaba matando de gusto y los sonidos que nuestras bocas emitían tragándose nuestros rabos, así como los gruñidos que ambos dábamos como animales en celo, me empezó a calentar de tal manera que empecé a llegar al punto de no retorno. Y como un terremoto mi cuerpo empezó a estremecerse mientras me derramaba profusamente en su boca.

Raúl mientras chupaba goloso hasta la última gota de leche que destilaba mi rabo, incrementó el ritmo sacando y metiendo aquel cipote de forma frenética. Yo extasiado en plenol orgasmo veía todo su sexo acercandose y alejandose de mis ojos y como sus poderosos testículos se balanceaban sobre mi. Observé cómo poco a poco estos se contraían pegándose a su cuerpo.

Entonces aquel descomunal pepino comenzó a expandirse en mi boca hasta casi descoyuntarme las mandíbulas. Al darme cuenta que se iba a correr intente apartarlo pero me fue imposible. Y cuando sentí el primer trallazo de leche estrellándose en el fondo de la garganta fui consciente de lo inevitable. Se retiró levemente dejando solo su glande en mi interior. Aquella polla continuó expulsando su néctar. Al principio intentaba no tragar aquel espeso y caliente caldo, pero era tal la cantidad de leche que expelía que no me quedó más remedio que empezar a hacerlo.

Fue tal la lechada que soltó aquel rabo mastodóntico que, a pesar de engullir sin cesar,  terminó por rebosar saliendo por la comisura de mis labios y embadurnando mi cara. Entregado y sin capacidad ya para resistirme segui mamando el sedoso balamo hasta extraer la última gota de aquello crema pastosa. Poco a poco su polla se fue aflojando y al fin agotada se salió de mi. Una última gota cayó desde su pendulante rabo sobre mi frente.

Paladeé entonces la corrida que restaba en mi boca. Era una sustancia untuosa que se pegaba al paladar. No podía decirse que su sabor fuese desagradable. Digamos distinto, dulce y a la vez salado. Saboreé gustoso su esencia gozando de esta golosina nueva para mi. Luego con la lengua me limpié los alrededores de la boca por donde se había desparramado el semen que había desbordado y tras degustarlo por última vez empujé al exhausto macho que se desplomó a mi lado. Me incorporé mirando al tiarron que yacía junto a mi. Su polla morcillona todavia tenia los restos de su leche y mis babas. Me sonrió pícaro.

  • Me juraste que no te correrias en mi boca - le dije medio enojado.

Pero  tal vez no lo suficiente, porque me guiño un ojo y con la risa luchando por salir de su boca me dijo.

  • Lo siento lobito no lo pude evitar.