Lo único que realmente importa 1

Tal vez pensar en magia y cuentos que se escribieron en algún lugar muy cerca de donde habitamos, casi sin darnos cuenta que la magia esta en todo lo que vemos

Siempre he pensado que escribir aleja malos pensamientos, además mantiene tu mente ocupada para que no puedas pensar en cosas e imaginar filosofía donde no hay, tal vez pensar en magia y cuentos que se escribieron en algún lugar muy cerca de donde habitamos, casi sin darnos cuenta que la magia esta en todo lo que vemos, olemos, decimos o escribimos, así que de nuevo me encuentro frente al computador intentando olvidar porque estoy aquí, entrelazando palabras y letras que parecen tener algún sentido, cuando se leen rápido, cuando alguien por alguna razón piensa que tienen sentido.

En fin, esta historia en esencia es muy sencilla es básica y casi sin algo de magia, no es como los cuentos populares, más bien en un popular cuento que alguna vez en medio de un día gris, alguien al ritmo de una cerveza relato para mí… y que sin duda alguna a dejado huella desde el momento que la escuché… por eso quise compartirla para que tal vez todos aquellos que se sientan identificados sepan apreciar en sus letras la magnitud de su significado…

Samantha vivía en una ciudad en la cual el cine era la atracción principal para la multitud de perdedores según ella, que a sus puertas se agolpaban pidiendo boletas y pagando altos precios por ver televisión en pantalla gigante… vivía agobiada por la estupidez colectiva que amenazaba con una ignorancia que corroía los huesos.

Afortunadamente para Sam,  Odilia, quien la encontrara en la calle desde muy pequeña había conseguido que su señora la aceptara por  nieta suya, aprovechando el aprecio que le tenía, así la crio y educo como hija suya enseñándole lo único que sabía, servir a los dueños de la casa.

Pero Sam pronto dio muestras de su gran inteligencia y ganas de aprender, le hacía pilatunas a las hijas del señor y cada nada estas, iban dando quejas a sus padres porque Sam las molestaba o les quitaba las onces o simplemente las empujaban para que sus lindos vestidos se ensuciaran y así  la señora se los regalara por que según ella habían sido tocados por el diablo.

Odilia no hacía más que recriminar su comportamiento, pero muy dentro de sí, agradecía al cielo por haberle dado una hija tan astuta que no se dejaba de nadie, pensaba en conseguirle una beca para el colegio, tal vez si era buena con su señora le consiguiera una,  y así fue que un día esta llego con la gran noticia que había un cupo para Sam.

Era tan buena estudiante que Odilia no tenía que pagar sino un pequeño porcentaje del total de la matricula, muy diferente de las hijas de la señora quienes no pasaban año sin dar líos. Como es de suponer más de uno de sus compañeros se burlaba porque era la niña pobre en un colegio de ricos, los chicos no hacían más que recordarle con maldad en sus palabras que su madre no era más que una sirvienta, entonces ella llena da rencor se metía debajo de los puestos y desataba sus cordones atándolos a las patas de las sillas, así cuando intentaban levantarse estos caían al suelo con las sillas encima.

Pronto Sam se convirtió en una señorita más que hermosa sus 1,70cm de estatura, ojos color azul intenso, cabello finamente peinado y limpio color castaño claro, labios suaves y delgados, acompañados de una figura esbelta y delicada, llena de gracia en su andar contoneando sus caderas delicadamente, arrancando suspiros entre sus compañeros quienes no desaprovechaban oportunidad para hacer propuestas a la chica quien gustosa las rechazaba.

Solo aceptaba a aquellos que le parecían simpáticos. Como su madre le había enseñado “no dejes que otros tomen las decisiones por ti… solo tú eres dueña de tu cuerpo y de tu destino”… así que cuando un muchacho le gustaba, no dudaba en dar un si aunque jamás pasaba de una noche, no le gustaba mantener a sus amantes por más de una noche.

En los ratos en que no estaba en la escuela tenía que cumplir con los deberes de la casa, hacer los cuartos de las hijas de la señora, ayudar a su madre en la cocina y el oficio que más le gustaba, atender el jardín que la señora había hecho construir a su esposo cuando ellos se casaron como muestra de su amor.

Le encantaba entrar en él y admirar los colores que las flores le ofrecían a su paso, llenarse del olor a flores frescas en la mañana, sentir el roce de los pétalos en su rostro como una caricia que jamás nadie podría robarle.

Estando en aquel jardín Sam sentía que era dueña del mundo, sentía que podía llegar más alto que nadie, volaba sin control por los recónditos lugares del mundo donde sus ojos no podían llegar, se sentía entre largas praderas llenas de flores y las recorría rozándolas con sus manos, tumbándose entre el pastizal y alzando la mirada al azul cielo que se presentaba con todo su esplendor, mostrándole que mas allá de esa vida que llevaba había algo más hermoso que la aguardaba.

El año pasó rápido y pronto la navidad y el año nuevo llenaron de risas el hogar, hacía mucho tiempo que las cosas allí habían cambiado positivamente para su madre y para ella, ahora los señores las consideraban como de la familia y las invitaban a las fiestas donde los vecinos se reunían.

Sam ya pasaba los 20 cuando le llego la notificación que la aceptaba en la universidad de la capital con una beca completa para el primer semestre por haber sido la mejor estudiante de su clase. Su madre orgullosa le ayudó a empacar las maletas y la señora le dio dinero para la renta de su apartamento donde tendría alojamiento en la ciudad. Todos en la casa hasta las hijas de la señora se sentían tristes por su partida.

-te extrañaremos-

-cuídate mucho hija – decía la señora mientras ponía en su bolso un sobre lleno de billetes. – ya sabes cuándo necesites más nos llamas.

-te extrañare mucho mija - decía Otilia sin poder contener las lagrimas  parece mentira que hallas crecido tanto.

-tranquila mamá estaré bien te llamaré todos los días

-no te olvides de nosotros- decía la señora

-¡claro que no! Les escribiré y los llamare - dijo Sam percatándose de que su bus ya estaba llegando y abrazando a su madre conteniendo un gran sollozo en su garganta dijo - te amo madre, volveré pronto ya vas a ver como tu hija se convertirá en la mejor chef que el mundo haya conocido.

-eso espero hija - Otilia no podía casi hablar porque las lagrimas se lo impedían - ¡vete ya! O te dejará el bus.

-¡los amo!... - Gritaba mientras el bus se alejaba de lo que ella conocía y la llevaba a un nuevo mundo de experiencias y expectativas.