Lo que sucede cuando sucede

Los azotes caían por todas partes de mi cuerpo, las puntas del látigo, con pequeños nudos en su extremo, estremecían todo mi cuerpo, sobretodo cuando caían en parte sensibles, me retorcía de dolor, de placer, de orgullo.

LO QUE SUCEDE CUANDO SUCEDE

No tengo la mas mínima idea de porque me sucede cuanto me sucede, sin pretender entenderlo lo asumo y cuando me deslizo por la pendiente que lleva hasta la razón, es cuando me encuentro perdida. Sin rumbo. Planteándome porque hago lo que hago, o peor aun, porque dejo de hacer cuanto me apetece hacer. No voy a decir como me llamo, tampoco de donde soy, aun menos confesaré si estoy casada o tengo hijos, cual es mi trabajo o que música me gusta escuchar. Porque todo eso es irrelevante, todo eso y mas aun. Todo lo que no sea relativo a mi condición de sumisa, es irrelevante. Es incompatible. Es irreflexivo. No tengo ni idea del porque pero si del como. Se lo que sucede cuando sucede. Lo recuerdo siempre, cada minuto vivido, cada segundo, cada palabra, cada humillación, cada suplica y cada consuelo. Me arde la piel de solo recordarlo.

Quien lo haya vivido sabe a lo que me refiero. Es posible explicarlo, es arduo acercarse a las sensaciones, es imposible definirlo en su exactitud. Soy sumisa, me gusta ser sumisa, no se porque. Solo se que así es. He aprendido que no debo buscar más allá de la razón sino disfrutar de la sinrazón de este torbellino de sensaciones. Mi amo así me lo indicó, mi amo me liberó de toda duda, también de toda esperanza. Mi amo me demostró que lo único importante en todo esto es vivirlo. El pasado, el futuro, carecen de importancia cuando mi amo pronuncia con firmeza las primeras palabras que retumban en la habitación y en mis oídos. "Arrodillate"

Llevo medias, de medio muslo, negras, tal y como le gustan a mi amo. El prefiere que no me quite las medias durante las sesiones, le gusta romperlas, coger trozo de ellas y metérmelas en la boca impidiéndome hablar, gritar o gemir. También llevo una especie de bañador de cuero, con un cinturón estrecho, este traje esta anudado a mi cuello y tiene un gran escote por el que mi amo desliza su mano y pellizca mis pezones hasta hacerme llorar. Siempre quiere que le reciba así, vestida de esta manera me arrodillo y meto si miembro en mi boca. Siempre ha sucedido así, en este orden. En esos momentos no pienso en nada, solo en hacerlo, en hacer cuanto se me ordene lo mejor que sepa. En el comienzo no siento excitación, solo miedo y responsabilidad. He aprendido que no debo negarme eso. La situación lo requiere.

Con su pene en mi boca intento no pensar. A veces me ordena que chupe y me entregó a esa tarea con toda mi alma, su placer es mi única recompensa. Otra veces no dice nada y permanezco durante mucho rato con su pene dentro de mi boca, sin hacer nada mas, me duele la mandíbula, no me atrevo a mirarle a los ojos, intento no pensar y aguantar. No se porque lo hace, incluso a veces se ha puesto a leer un periódico o mirar el televisor mientras mi boca rodea su polla. Otras veces, al cabo de un rato me ordena que empiece a chuparle o quizás retira su pene de mi boca, me acaricia el pelo como buena perra que he sido y me ordena que me estire en la cama. Siempre comienza atándome a ella. He aprendido que lo hace para que mi indefinición me fragilice, para que solo pueda confiar en el. Es una prueba de confianza, como cuando, atada a la cama, el desaparece y yo comienzo a elucubrar si volverá o no. Siempre vuelve, siempre dudo que vuelva. Por eso es único. Porque aunque 100 veces suceda la misma cosa nunca tengo la seguridad que suceda 101 veces.

La ultima vez que tuvimos una sesión me sodomizó a conciencia, a mi no me gusta eso, no le encuentro el mas mínimo placer, tampoco dolor, solo una molestia de la que no puedo extraer ninguna sensación placentera. Cada vez me penetraba mas fuerte, mas hondo mientras me repetía "¿te duele? Solo tienes que decir que pare… y pararé". Yo apretaba los dientes y negaba con la cabeza, quería llorar pero no tenía lágrimas, era molesto, incluso su placer me resultaba molesto en esos momentos. Pero no le dije que parase, a pesar de sentir que me estaba abriendo en dos. Al final sacó su pene de mi culo, me acarició el pelo y me dio un beso en la cabeza. "Muy bien mi querida sumisa, estoy orgulloso de ti". Yo también estaba orgullosa, muy orgullosa, precisamente porque acababa de dame cuenta que era el orgullo lo que me había impedido pedir auxilio. Ambos estábamos orgullosos. A mi me dolía el culo. "¿Qué quieres?" me preguntó mi amo. "Azotame" contesté sin pensarlo.

Los azotes caían por todas partes de mi cuerpo, las puntas del látigo, con pequeños nudos en su extremo, estremecían todo mi cuerpo, sobretodo cuando caían en parte sensibles, me retorcía de dolor, de placer, de orgullo.

Quien no se haya sentido nunca así, nunca sabrá lo que significa ser sumisa. Nunca sabrán que la sumisión es imposible de definir. Quien no sea sumisa, no puede entender que el orgullo te permita soportar el dolor, que el dolor te lleve al placer o que el placer te haga llorar de pura rabia. Todos son sentimientos contradictorios y pertenecen a esa raza de reacciones químicas que suceden en nuestro cerebro y que nunca conseguiremos comprender. Nos gusta sufrir pero no queremos sufrir. A mi amo no le gusta que yo sufra pero me hace sufrir. ¿Dónde está la solución? A veces pienso en ello mientras mi amo me folla con violencia, escupiéndome, golpeándome, insultándome mientras yo permanezco atada a la cama. Sintiéndome violada. Usada. Sintiéndome totalmente liberada. ¿Dónde esta la solución? No se, quizás la solución este en no pensar en la solución.

Amo, mi amo. Haz cuanto quieras conmigo porque todo cuanto quieras hacerme será todo cuanto deseo que me hagas. No voy a pensar en más. Solo contar los días que quedan hasta que vuelva a arrodillarme ante ti. Porque se que ese día, siendo tu esclava, volveré a sentirme auténticamente libre.