Lo que pudo ser 12 (Parte 1)

Temí lo peor, creí que me diría que estaba enferma y que ya no querría ser más mi amiga pero entonces hizo algo que me sorprendió, me beso. Ese ha sido el momento más maravilloso de mi vida, cuando calmo todos mis miedos con sus labios

Este capitulo forma parte de los flashback pero decidí dividirlo en dos porque es algo largo, simplemente para facilitar la lectura. Es por eso que dice "Capitulo 12 (Parte 1)". Espero les guste.


  • ¿Qué es a lo que tanto temes, Nahomi? – pregunto mi psicólogo

¿Qué clase de pregunta es esa? Le temo a tantas cosas que no terminaría de nombrarlas en lo que resta de la sesión. Mi mirada estaba clavada en el techo. Llevaba más de un mes yendo a terapia y no sentía que en realidad estuviera funcionando. ¿Acaso uno debe sentir cómo va sanando su mente? Las heridas físicas son fáciles de tratar, tienes la ventaja de que puedes ver cómo sanan, aunque sea lentamente notas la diferencia, y al final solo queda una cicatriz, si acaso. Las heridas mentales son mucho peores, nunca sabes qué es en realidad lo que te ocurre, no sabes si mejoras, ni tienes una cicatriz que te confirme que no volverán a abrirse.

-          Nahomi, ¿me estas escuchando?

-          Sí

-          ¿Vas a responder a mi pregunta?

-          No

-          ¿Por qué, Nahomi?

-          Es una pregunta estúpida

-          ¿Por qué es una pregunta estúpida?

-          Le temo a muchas cosas

-          ¿Puedes decirme una?

-          Me temo a mí misma

-          ¿Por qué te tienes miedo, Nahomi?

-          Mis pensamientos

-          ¿Qué pasa con ellos?

-          Están llenos de odio, quiero ver sufrir a ese hombre. Quiero verlo retorcerse de dolor y luego, cuando haya sufrido lo suficiente, quiero verlo morir

-          ¿Qué tan recurrentes son estos pensamientos?

-          Todo el tiempo

-          ¿Por qué no me habías hablado de ellos?

-          No había preguntado

Mi mirada seguía clavada en el techo, 15 minutos más y se acababa la sesión de ese día. Solo debía de conseguir que en los próximos 15 minutos Sergio, mi terapeuta, se convenciera de que estaba estable para que así mis padres pudieran dejarme tranquila por el fin de semana al menos.

-          Tu mamá dice que comenzaste a aprender a tocar la guitarra

-          Así es

-          ¿Cómo va eso?

-          No lo sé, creo que me gusta

-          La música podría ser de gran ayuda en tu proceso, Nahomi

-          Supongo

-          Regresaste a la escuela esta semana, ¿cierto?

-          Sí

-          ¿Has hablado con alguno de tus amigos últimamente?

-          Ya le he dicho que no tengo amigos

-          Bueno, con tus compañeros

-          Sí, los veo en la escuela, es inevitable hablar con ellos

-          ¿Han hablado sobre lo sucedido?

-          No, al parecer tienen la estúpida creencia de que no hablar sobre lo que sucedió hará que todos lo olvidemos

-          Nahomi, ¿Qué opinarías sobre cursar tu último año de preparatoria en una escuela diferente el próximo año?

-          Me da igual, pero no creo que eso me ayude a olvidar

-          No, no es para que olvides; solo creo que conocer gente nueva te haría mucho bien

-          Si usted lo cree

-          Escucha, estuve hablando con tu papá y me comento que tiene la oportunidad de trabajar en la ciudad, ¿Qué dices? ¿Te gustaría vivir en la ciudad?

-          No estaría mal

-          Bueno, piénsalo y lo hablamos la próxima sesión, de acuerdo

-          De acuerdo

¿Vivir en la ciudad? La verdad sonaba bastante bien, lo único que quería era largarme de ese maldito lugar. Sabía que nunca podría olvidarlo, aunque me mudara a otro continente, pero al menos no tendría que ver la cara de la bola de idiotas que decían ser mis amigos; todos sintiendo lástima por mí, como si fuera un perro de la calle, no necesitaba su lástima. No necesitaba nada de nadie.

-          Nahomi, ¿Cómo te fue en tu sesión de hoy, amor? – pregunto mi mamá cuando llegue a la casa

-          Bien, Sergio dijo que estoy mejorando – que gran mentira

-          Eso me alegra mucho, cariño – beso mi frente

-          Mamá…

-          Sí, linda

-          Sergio me comento algo sobre vivir en la ciudad, ¿es posible?

-          Oh, bueno, sí. A tu papá le ofrecieron un empleo allá, pero no sabemos si tú

-          Sí, sí quiero mudarme, mamá. No soporto estar aquí, todo me la recuerda, a donde quiera que volteo solo la veo a ella

-          En ese caso nos mudaremos, cariño, haremos todo lo necesario para que te sientas bien

Los preparativos para mudarnos comenzaron esa misma noche; el plan era esperar un mes a que terminara la escuela y después irnos tan pronto como fuera posible. Yo tendría dos meses de vacaciones para conocer la ciudad antes de entrar a la escuela, la única condición era continuar con mi terapia allá. Sergio les recomendó a mis padres un colega suyo que podría atenderme, yo no estaba muy contenta con el hecho de seguir yendo al psicólogo pero no me quedaba otra opción.

La idea de salir de ese lugar le había devuelto un poco de esperanza a mi vida, por lo que el último mes de escuela pude llevarlo bien. Salí de ese pueblo sin mirar atrás, tenía que comenzar una vida nueva y tratar de ser feliz aunque no fuera con ella. La nueva casa era maravillosa, más pequeña que la anterior pero tenía algo que daba paz. A pesar de que la idea de mudarnos apenas terminara la escuela era que yo conociera la ciudad y, más importante aún, tratara de socializar; me pase los dos meses de vacaciones aprendiendo a tocar guitarra en una escuela de música a la que mi mamá me había inscrito.

-          Es increíble lo mucho que has mejorado, Nahomi, en verdad tienes talento

-          Gracias Arturo, en gran parte es porque tú eres un maravilloso maestro

Arturo era mi maestro de guitarra, un par de años más grande que yo y tenía una banda de metal, los había escuchado practicar un par de veces y aunque no sonaban mal no eran para nada mi estilo. Por supuesto Arturo tenía el aspecto del típico metalero, cabello largo, ropa negra y una pose de rudo, aunque era de lo más noble. No era feo y me agradaba demasiado, en parte porque era la única persona con la que realmente conviví en esos dos meses, pero nunca podría verlo como algo más que un amigo.

-          Oh, no, yo solo te enseñe lo básico, tú fuiste la que hizo todo. Además tienes una hermosa voz, Nahomi, también deberías entrenarla; seguro que con un poco de practica serías una maravillosa cantante

-          Para ya, que me lo voy a creer

-          Pues más vale que lo hagas, en serio eres maravillosa Nahomi – puso su mano sobre mi pierna

-          Gracias Arturo – moví mi pierna delicadamente para quitar su mano sin que lo tomara a mal

-          Nahomi… ¿te gustaría salir conmigo algún día?

-          ¿Salir? ¿a dónde?

-          A comer, a cenar, al cine, a donde quieras

-          Eh… no, no lo creo, Arturo, perdón

-          Pero, ¿por qué? juro que me comportare como un caballero

-          Lo sé, Arturo, no lo dudó ni un segundo, pero no es por ti, es por mí. No estoy lista para salir de esa manera, ni contigo ni con nadie – dije mientras me paraba y tomaba mi mochila

-          ¿Por qué no? ¿Quién te hizo tanto daño?

-          Sabes, creo que ya me tengo que ir, tengo una cita y voy tarde. Nos vemos el miércoles

Salí corriendo de ahí porque realmente tenía una cita, era mi primera sesión con mi nuevo terapeuta, el que Sergio nos recomendó tan bien. Llegue a la dirección que mi mamá me había escrito y me sorprendí al ver que el #45 no era un consultorio sino una bonita casa con un jardín lleno de flores, revise varias veces que se trataba de la colonia y calle correcta; no había duda, era ahí. Toque el timbre y enseguida salió una guapa chica a atenderme.

-          Hola linda, ¿en qué te puedo servir? – pregunto amablemente

-          Eh, hola, me llamo Nahomi y

-          ¡Ah! Tú eres Nahomi, te estaba esperando, pasa –dijo animada

Por dentro la casa era mucho más bonita que por fuera, los colores eran cálidos y te provocaban una sensación de tranquilidad. Me hizo sentarme en un sillón color mostaza  que en cualquier otro lugar se vería horrible pero en esa casa encajaba a la perfección y lucia maravilloso.

-          ¿Dónde me van a atender? – pregunte buscando con la mirada una habitación que pudiera parecer el consultorio

-          Justo ahí – dijo con una enorme sonrisa en su rostro, vaya que era bonita

-          ¿Aquí?

-          Sí

-          ¿No hay diván?

-          No – dijo mientras se sentaba en un sillón a un costado de mí

Al tenerla tan cerca no pude evitar examinarla, era alta y con buen cuerpo, sus ojos eran color miel como los míos, pero los suyos estaban ocultos por unas gafas que la hacían ver tremendamente sensual. Vestía de manera muy casual, tenis, playera, chamarra deportiva y unos jeans que marcaban sus largas y torneadas piernas. Pero en definitiva lo más hermoso era su sonrisa, era tan sincera que te hacía querer sonreír también. Se veía bastante joven, seguro no pasaba de los 22, posiblemente era hija del terapeuta.

-          Y… ¿Cuándo vendrá el doctor? – pregunte mientras dejaba de verla antes de que lo notara

-          ¿Cuál doctor Nahomi? – pregunto confundida

-          Pues el terapeuta, quien me va a atender – ella se rio

-          Nahomi, yo soy la terapeuta

-          ¿¡Tú eres la terapeuta!? – dije sorprendida, ella río de nuevo

-          Sí, Nahomi, yo seré tu nueva terapeuta

-          Pero, pero, ¿no se supone que era un hombre?

-          ¿Tienes algún problema con tomar terapia con una mujer?

-          ¿Qué? No, no, no, para nada. Solo que estaba muy segura de que sería un hombre porque vi la tarjeta y decía Felipe

-          Pues supongo que no la viste completa, Felipe es mi apellido, Nahomi – dijo riendo – yo me llamo Sandra, mucho gusto – dijo extendiéndome la mano

-          Ahhh, mucho gusto Sandra –  dije apenada mientras estrechaba su mano – lamento la confusión

-          No te preocupes, linda. ¿Tienes alguna otra duda?

-          ¿Qué edad tienes? - pregunte sin pensarlo

-          Vaya, que directa

-          Oh, lamento si fui grosera yo…

-          No te preocupes, no lo fuiste. Tengo 28

-          ¿¡28!? Vaya – me tomo por sorpresa

-          Oye, no soy tan vieja, ¿qué edad tienes tú?

-          Recién cumplí los 17. Pero, no lo digo por eso, es que te ves mucho más joven ¿eres una clase de vampiro acaso? –se rio

-          Tomare eso como un cumplido. ¿alguna otra pregunta?

-          No, creo que ya no

-          Perfecto, entonces ¿podemos comenzar?

-          Claro

-          Muy bien, puedes empezar diciéndome cómo estuvo tu día

-          ¿Mi día?

-          Sí, qué hiciste hoy, a dónde fuiste, a cuántas personas les has cambiado el sexo, ya sabes – no pude evitar reír, era muy simpática, definitivamente me caía mejor que Sergio

-          Pues, creo que ha sido un buen día, digo, llegue a mi nueva terapia esperando encontrar a un señor calvo con barba y en su lugar encontré a una hermosa mujer vampiro – pude ver como se sonrojaba mientras esbozaba una sonrisa enorme

-          Así que, ¿mujer vampiro? Cuéntame más sobre eso

-          Bueno, es muy guapa, de esas guapas que te hacen ponerte nerviosa, y tiene unas increíbles piernas, pero definitivamente lo mejor de ella es su sonrisa, te hace sentir en confianza

-          Eres una coqueta, eh

-          No, solo digo la verdad – dije mirándola fijamente

-          Bueno, y aparte de la mujer vampiro, ¿paso algo más en tu día que merezca contarse?

-          Ehh, no realmente, estuve en mi casa practicando y luego fui a mis clases de guitarra a practicar más y... ¡oh! Sí sucedió algo

-          Cuéntame

-          Mi maestro de guitarra me invito a salir

-          Muy bien, ¿aceptaste?

-          No

-          ¿Por qué no?

-          No es mi tipo

-          ¿Cómo sabes que no es tu tipo si no le das una oportunidad?

-          Bueno, la verdad es que por ahora no quiero salir con nadie, no estoy lista

-          ¿Eso a qué se debe?

-          ¿Acaso Sergio no te hablo de mi caso? – pregunte extrañada

-          A mí no importa lo que Sergio me haya dicho, Nahomi, quiero que todo lo que hablemos aquí sea porque tú hayas tenido la confianza de decírmelo

-          Suena bien

-          Entonces, ¿Quieres contarme qué te sucedió? ¿Cuál es la causa de que no quieras salir con nadie?

Me quede callada unos minutos pensando. Hablar abiertamente con Sergio de ese tema me había tomado casi todo el tiempo que estuve con él, no me gustaba relatar ese día. Pero con Sandra era diferente, me sentía segura, en solo 20 minutos se había ganado más mi confianza que Sergio en toda su terapia.

-          Está bien – dije al fin – te contare

-          Muy bien – dijo sonriendo -no te sientas presionada a hablar si no quieres hacerlo y puedes tomarte el tiempo que necesites, aquí no hay prisa, no se acaban las sesiones hasta que tú lo decidas. ¿De acuerdo? – esto me hizo sentir aún más segura de contárselo

-          De acuerdo

-          Te escucho entonces

-          No sé por dónde comenzar

-          Donde tú creas que sea correcto

-          Bueno… Mi papá es químico y tiene, tenía, un mejor amigo llamado Eduardo, eran muy unidos, amigos desde la prepa, fueron a la universidad juntos y estudiaron la misma carrera. Eran tan parecidos que hasta tuvieron hijas al mismo tiempo, yo, por supuesto y… - me costaba decir su nombre, en los últimos meses solo decía “ella” – y la hija de Eduardo…Selene. No falta decir que obviamente, por la cercanía de nuestros padres, Selene y yo crecimos juntas. Éramos como una gran y feliz familia. Selene era mi mejor amiga, mi hermana y todo era maravilloso… hasta que comenzamos a crecer

-          Fue hace dos años, cuando tenía 15, que me di cuenta de que sentía cosas por Selene; más allá de quererla como amiga, ella me atraía demasiado. Habíamos crecido y ella se había vuelto muy atractiva, sus ojos son lo más hermoso que he visto; no suelen ser muy comunes, son color amatista. En fin, esos sentimientos fueron creciendo poco a poco y de pronto no podía verla sin querer besarla, hace un año no pude seguir ocultándolo más y decidí arriesgarme, se lo confesé todo, le dije que me volvía loca y que estaba enamorada de ella. Temí lo peor, creí que me diría que estaba enferma y que ya no querría ser más mi amiga pero entonces hizo algo que me sorprendió, me beso. Ese ha sido el momento más maravilloso de mi vida, cuando calmo todos mis miedos con sus labios

-          Me dijo que no había ningún problema conmigo, que era normal y que no debía avergonzarme de eso; dijo que ella también se sentía confundida y que, aunque yo también la atraía, no podía estar conmigo hasta que estuviera segura de qué era lo que sentía. A pesar de eso yo era la más feliz de la vida, Selene me había besado, pero aún más valioso que eso, me había dado esperanza. Le dije que la esperaría hasta que ella estuviera lista, no me importaba si tardaba meses o años, estaba dispuesta a hacerlo por ella. Y así comenzó todo, durante todo un año me dedique a pensar solo en ella, en esperar el día en el que llegara y me dijera que me amaba, le escribía cartas y ella decía que le encantaban, escribí tantas que lleno toda una caja con ellas. Por supuesto nuestros padres no sabían nada de esto. A pesar de que quizá ella me correspondía me dolía tener que verla solo como amiga así que comencé a conocer a otras chicas, todas eran muy guapas pero ninguna logro hacerme sentir nada. Así se pasó casi un año, yo estaba más enamorada que antes y Selene comenzaba a confirmar que también me quería, pero todo se fue a la mierda hace un par de meses.

-          ¿Qué paso hace par de meses, Nahomí? – pregunto Sandra interrumpiéndome por primera vez desde que había comenzado a hablar

-          Hace unos meses fuimos a acampar a un rancho abandonado a las afueras del pueblo, íbamos Selene, yo y otros amigos, en total éramos ocho. Todo iba de maravilla, ese día Selene y yo habíamos estado muy juntas, estaba segura de que esa noche al fin me diría que me amaba y de nuevo podría besarla después de un largo año de espera. Había cuatro casas de campaña, en una de ellas estábamos Selene y yo, nuestros amigos seguían afuera bebiendo. Eran aproximadamente las 2am, cuando escuchamos un disparo muy cerca de donde estábamos. No era raro escuchar disparos en el pueblo pero aun así supe que algo no andaba bien; pasaron unos 5 minutos cuando escuchamos dos autos derrapando y estacionándose justo donde nosotros estábamos acampando. Mis amigos comenzaron a gritar y se oían risas de hombres ebrios. Rápidamente envíe un mensaje a mis padres diciéndoles que fueran rápido y llevaran a la policía, no sabía qué más hacer, solo abrace a Selene con mucha fuerza y rogué porque no nos encontraran, pero por supuesto fue inútil. “¿Quién está en la tienda?” escuche que uno de los hombres preguntaba a mis amigos, “Ah, no piensan decirme, no importa, yo lo averiguo ahora mismo” abrió la tienda y nos vio, estábamos abrazadas muertas de miedo. “Mira nada más qué tenemos aquí” dijo el tipo, “¿Son noviecitas o qué?” no podíamos hacer nada, ellos eran 4 hombres armados contra 8 adolescentes muertos de miedo. “Vengan para acá, muñecas. Ahorita les voy a enseñar lo que es bueno” Nos sacó a la fuerza de la tienda y nos aventó al piso; mis amigos estaban en la misma posición, tirados con la cara contra la tierra. Dos de los hombres buscaban cosas de valor, uno vigilaba que no nos moviéramos, el otro parecía ser el líder. “¡ey! ¿A quién de las dos me chingo primero?” – para este punto mi cara comenzaba a llenarse de lagrimas

-          Puedes parar cuando quieras, Nahomi – dijo Sandra mientras acariciaba mi brazo, no le hice caso

-          “Creo que primero a esta, se ve que tiene más aguante “dijo, entonces levanto a Selene del piso y se la llevo a una camioneta – se me quebró la voz – no hace falta decir qué paso después, solo sé que cada vez que cierro los ojos escucho los gritos desesperados de Selene pidiéndome ayuda, pidiendo piedad. Trate de hacer algo, aunque no sabía qué, me levante y corrí a la camioneta pero antes de poder llegar el tipo que nos vigilaba me disparo en la pierna y caí. Después de minutos, que parecieron horas, de escuchar llorar y gritar a Selene al fin la dejo y volvió a aventarla en la tierra, al caer su cabeza golpeo contra una roca y comenzó a sangrar. “Eres un pendejo, ya la mataste” dijo el tipo que nos vigilaba “Y tú qué, cabrón. Le disparaste a la otra”. Yo no podía dejar de ver a Selene, no se movía, ya no gritaba, solo salía sangre de su cabeza sin parar. “Ya mejor hay que pelarnos, ya te agarraste a una y les sacamos buen varo a estos chamacos” el hombre no se quedó muy convencido pero acepto que era mejor irse. “Luego regreso por ti, chaparrita” me dijo al oído y después se largaron. En cuanto se fueron me arrastre hasta donde estaba Selene, pero ella no reaccionaba. Minutos después llegaron nuestros padres con patrullas y ambulancias.

-          Nahomi, ¿te sientes bien? ¿quieres seguir contándome?

-          Ya paso lo peor – dije con una sonrisa falsa – Nos llevaron a todos al hospital, el disparo que me dieron atravesó la pantorrilla por lo que, aunque fue doloroso, no represento gran peligro. El resto de mis amigos solo tenían golpes; la que estaba muy mal era Selene. La llevaron al quirófano y estuvo ahí durante casi 8 horas

-          ¿Se salvó?

-          Sí, pero entro en coma, aún está en coma; bueno, eso creo

-          ¿Eso crees?

-          Sí, sus papás… no me dejan verla

-          ¿Por qué no?

  • Tres días después del ataque su mamá buscaba unas cosas en el cuarto de Selene para llevarlas al hospital y encontró la caja llena de mis cartas, las leyó todas y cada una. Yo estaba en el hospital con Selene cuando la señora llego gritándome que me alejara de ella, me dijo que sabía que había estado “acosando” a su hija y que estaba enferma. Su hija había sido violada y golpeada por un hombre y a ella le preocupaba más el hecho de que yo le escribía cartas de amor. Así de irónica es la vida. En fin, me corrió, le dijo a su esposo y a mis padres; mis padres fueron maravillosos y me apoyaron en todo momento diciendo que lo que yo hacía no era nada malo, pero los padres de Selene no pensaban lo mismo. Me prohibió ir a verla pero por supuesto yo no le hice caso y seguí yendo, un par de días después sus padres la transfirieron a un hospital en Texas, más que porque fuera bueno era porque yo no podía seguirla hasta allá. Y así fue como se terminó todo, la amistad de años entre mi padre y Eduardo y mis oportunidades de estar con Selene. Desde entonces tengo pesadillas cuando duermo: escuchando los gritos de Selene una y otra vez; y pesadillas despierta: sabiendo que está tan lejos de mí. Además de todos esos deseos que tengo de hacer sufrir a ese hombre tanto como hizo sufrir a Selene

-          Esos pensamientos no son sanos, Anna

-          ¿Crees que no lo sé? Pero no puedo evitarlo

-          Nahomí, lo que has pasado es muy duro, en realidad me sorprende la fortaleza que tienes

-          No soy tan fuerte

-          Yo creo que sí. Voy a romper un poco las reglas y te daré un abrazo, ¿está bien?

Solo pude asentir con la cabeza, tan pronto me abrazo comencé a llorar de nuevo. De cierta forma había sido liberador sacarlo todo.

-          ¿Sabes qué es lo único que espero? – dije mientras me separaba de ella

-          ¿Qué Nahomi?

-          Que cuando ella al fin despierte del  coma no recuerde nada… aunque eso signifique que olvide todo lo que pasamos este último año

-          Olvidar no siempre es lo mejor, Nahomi, a veces hay que enfrentar la verdad, aunque duela, solo así podemos superarlo

-          Solo quisiera verla una última vez, besarla solo una segunda vez. Eduardo le dijo a mi padre que le avisaría si despertaba, como un último acto en nombre de su amistad; pero hasta ahora no sabemos nada

-          Seguro todo mejorara, ya verás. Entiendo que todo esto ha sido demasiado para ti, pero no puedes vivir tu vida atrapada en el pasado Nahomi, debes seguir adelante

-          Lo sé, es solo que aún no encuentro una razón para hacerlo… quizá sea la música

-          Puede que sí

El tener a Sandra fue un gran apoyo para mí, poco a poco las pesadillas fueron haciéndose menos frecuentes y comencé a dejar de tener los pensamientos llenos de odio. Para cuando terminaron las vacaciones había mejorado muchísimo. Mi nueva escuela era pequeña pero aun así mucho más grande que la anterior, tenía bien clara cuál sería mi actitud al entrar, no sería grosera pero me mantendría al margen, no quería intimar con nadie ni tratar de hacer nuevos amigos; este año me dedicaría únicamente a terminar la preparatoria para después aprender fotografía. Pero no contaba con una hermosa sorpresa.