Lo que pasó tras la primera experiencia

Lo que quedó tras la primera experiencia con Silvina (Primera parte) En mi anterior relato les conté mi primera experiencia de juegos lésbicos con mi amiga Silvina, que además fue mi primera experiencia en el sexo en general, ya que hasta ese momento yo era virgen y nunca había tenido un orgasmo, ni siquiera uno logrado con mis propias manos, sucedía que hasta esa tarde con Silvina, jamás había sentido ni siquiera la necesidad de tocarme.

Lo que quedó tras la primera experiencia con Silvina  (Primera parte)

En mi anterior relato les conté mi primera experiencia de juegos lésbicos con mi amiga Silvina, que además fue mi primera experiencia en el sexo en general, ya que hasta ese momento yo era virgen y nunca había tenido un orgasmo, ni siquiera uno logrado con mis propias manos, sucedía que hasta esa tarde con Silvina, jamás había sentido ni siquiera la necesidad de tocarme.

En mi primer relato les conté como mi mejor amiga Silvina me hizo una paja luego de haberme ayudado depilándome la entrepierna.

Esa tarde después de haber estado en casa de mi amiga, regrese a mi casa hecha un mar de  dudas y confusiones. Por un lado había amado la experiencia  de sentir tan tremendo orgasmo, pero por otro lado no entendía que algo tan lindo y hermoso hubiera venido de la mano de otra mujer. ¿Será que era lesbiana? ¿Era mi amiga Silvina lesbiana? Yo hasta ese momento creía que no, ya que si bien ella era aún virgen, me había contado en infinidad de ocasiones sus andanzas con su novio, a quien no le había permitido aún penetrarla, pero si le practicaba sexo oral cada vez que podía, y con otros varios de sus amiguitos con quienes tenía largas sesiones de besos, franelas, caricias y pajas. Yo por mi parte nunca me había sentido atraída por ninguna mujer y sólo en un par de ocasiones por algún que otro chico, pero que jamás había pasado a ser más que una idea.

Esa noche dormí bastante mal. No podía sacarme de la cabeza el recuerdo de las manos de Silvina jugando en mi concha, ni de su cara de felicidad tras sentir que me había hecho acabar, ni del tierno beso que me había dado después. Incluso recordaba la sensación de haberme puesto por primera vez una tanga y sentir la tela clavándose en mi cola.

A media noche, y sin poder conciliar el sueño aún, me levanté a tomar agua, ya que la noche era muy calurosa, y aproveche para ir al baño. Cuando termine de hacer lo que iba a hacer me mire al espejo. Particularmente me miré la cola. Ese culo tan prominente que era la envidia de mi amiga y que hasta esa tarde me daba vergüenza. El espejo me devolvió la imagen de un lindo culo, firme y prominente, pero cubierto por una bombacha de lo más horrible y gigante en comparación a la tanga de la bikini que tanto me había gustado usar. Intente meterme la tela de ese bombacha infantil entre los cachetes de mi cola  y hacerla lo más similar a una colaless que se pudiera, pero igual quedaba horrible. Ya estaba por abandonar frustrada mi incursión al baño cuando noté que de la canilla de la ducha colgaba una de las prendas de mi madre. Una sutil bombacha negra con bordados y encajes. Mi mamá, a pesar de ser bastante joven y de tener también una hermosa cola para su edad, ella tenía en ese entonces poco más de 40 años e iba todos los días a hacer ejercicio, tampoco usaba tangas. Aunque debo reconocer que sus bombachas eran mucho más lindas que las mías y con bastante menos tela. Siguiendo un impulso me saque la que yo estaba usando, me puse la de mi mamá y me mire en el espejo de cuerpo completo que colgaba de la puerta del baño.  La imagen que me devolvía era mucho más linda y atractiva, pero aún no me sentía igual que con la tanga blanca. En ese momento tuve una idea, dar vuelta la bombacha y dejar hacia atrás el frente que era más cavado. El resultado me encantó. Ahora si me gustaba lo que veía y sentía. Sobre todo cuando sentí que volvía a humederse mi concha virginal y comenzaba a excitarme recordando lo vivido esa tarde. Decidí dejarme puesta la prenda de mi mamá, me volví a poner la vieja camiseta que fuera de mi hermano y que ahora era mi pijama y volví a mi habitación dispuesta a pajearme por primera vez en mi vida.

El resultado de esa primera experiencia de autosatisfacción fue horrible. Torpemente intente realizar lo mismo que había hecho Silvina en mi cuerpo, pero por mucho que lo intentaba no lograba llegar al orgasmo. Finalmente, y cuando el sol ya había comenzado a salir en el horizonte, abandoné frustrada mi masturbación, devolví la bombacha de mi madre a la ducha y me levanté a estudiar. Los parciales de marzo estaban cerca y quería sacarme geografía si o si de mí lista de cosas pendientes.

No volví ni ese día, ni los dos posteriores a pensar en la paja, aunque cada vez que iba al baño o me duchaba, no podía dejar de acariciar mi concha peladita y sorprenderme de lo suavecita que estaba después de la depilación.

Algunos días después mí amiga Silvina llamó al teléfono fijo de mi casa, no había celulares en esa época, para invitarme a la tarde a su casa a estudiar y meternos un rato a la pileta ya que el día se presentaba muy caluroso. Por primera vez en mi vida le dije que no. Que no podía y empecé a meterle mil excusas. Dentro mío me daba pavor volver a verla sin saber muy bien porque había pasado aquello y como iban a seguir las cosas a partir de ahí. Silvina, que me conocía de sobra y que era, y es una mujer muy despierta, enseguida se dio cuenta de todo e insistió en que fuera esa tarde a su casa amenazando incluso con venir ella a la mía aunque en mi casa estuviera toda mi familia y en la de ella no hubiera nadie.

Finalmente accedí a ir su casa a la siesta y cortamos la llamada. Esa mañana se me hizo eterna. Cuando finalmente comí el último bocado del almuerzo les pedí permiso a mis padres y me fui directo a su casa que quedaba a pocas cuadras de la mía.

Silvina salió a abrirme el portón y ni bien entramos dentro de su casa, lejos de miradas indiscretas, me abrazó como quien abraza a un ser querido que no vio por años y me estampó un beso en la mejilla mientras me contaba lo mucho que me había extrañado. Ni una sola mención a lo que había pasado entre nosotras unos días atrás.

-          ¿Tenés calor? – me preguntó, y ante mi afirmación dijo – en mi cajón de ropa interior está tu malla, yo ya la tengo puesta así que cambiate tranquila que no hay nadie en la casa. Te espero en la pile, ya arme todo allá – y la vi alejarse caminando alegre por el pasillo que llevaba al patio. Debajo de su vestidito se adivinaba que tenía puesta la misma bikini roja de la vez anterior.

Subí a su habitación, me desnude completa después de asegurarme que la puerta estaba cerrada y efectivamente en el cajón de su cómoda encontré la malla, mi malla. Pero además de ella estaban todas sus prendas, a las cuales sinceramente jamás les había prestado la menor atención, pero que ahora me tentaban espiarlas. Comencé de a poco a hurgar entre sus bombachas para descubrir la enorme variedad de telas, formas y adornos que puede tener la lencería de mujer cuando se sale de las bombachas infantiloides con dibujitos que ocupaban mi cajón de lencería.

Pero más allá de la obnubilación que me generaban tantas prendas, algo en el piso llamó mi atención. Tirada en el piso estaba el corpiño negro que evidentemente Silvina había estado usando antes de ponerse su bikini, y sobre él, hecho un bollito, una bombacha negra haciendo juego. No sé bien que me empujó a tomarla y extenderla para apreciarla mejor y de golpe me vino a la mente la loca idea de olerla. Fue como si un instinto primario me hubiera empujado a sentir el olor de mi amiga impregnado en la tela de esa prenda, y de inmediato la lleve a mi nariz y aspiré tan hondo como pude. El aroma penetró hasta el último rincón de mi cerebro generándome un choque eléctrico en todos mis sentidos. Casi en menos de un segundo sentí mis pezones ponerse duros y mi concha humedecerse.

Desde afuera me llegaron los gritos de Silvina apurándome porque ya había empezado el mate y eso me trajo de vuelta a la realidad. Asustada volví a acomodar la bombacha como recordaba que estaba, me puse la malla y baje a la pileta envuelta en un toallón.

Cuando llegué a la pileta, Silvina estaba sentada al borde con los pies en el agua y tomando mates. Ni bien me quite el toallón de encima y camine hacia donde ella estaba para sentarme a su lado me dijo:

-          Definitivamente esa malla te hace más justicia que la entera que usas para las clases de natación. Y ni hablar del cambio en esos pelos que ya no se asoman por debajo jajaja – reía mientras yo sentía ruborizarme toda –

-          Gracias – fue lo único que atine a decir –

-          Bah…son pavadas, no hace falta que agradezcas nada – dijo mientras me pasaba un mate y sin pararse se metió al agua y se puso a flotar boca arriba haciendo la plancha. En esa posición, sus enormes y redondas tetas quedaban apuntando al cielo y yo me quede petrificada sin poder sacar mi vista de ellas. Un salpicón de agua me devolvió a la realidad

-          ¿No te pensas meter Sofi? Esta divina el agua –

-          Si, ya me meto – e imitando el movimiento que ella había hecho, deslice mi cola del borde y me sumergí en el agua –

Durante un rato que pareció eterno estuvimos nadando casi sin hablar hasta que ella, que se había sentado en los escalones me invitó a sentarme al lado suyo.

-          ¿Qué te pasa Sofi que estás tan seria y callada? Incluso para vos es anormal tanta seriedad. ¿Tiene algo que ver con lo del otro día? –

-          Eh…bueno…si… - le respondí sin saber por dónde empezar

-          ¿Me queres contar? – dijo mientras se ponía boca abajo en las escaleras para quemarse la espalda

-          Es que no sé qué onda…-

-          ¿No te gustó?-

-          Al contrario, me gustó mucho-

-          ¿Y entonces? ¿Te da miedo volverte lesbiana?-

-          Y…si… - le contesté tímidamente y ella estalló en una carcajada.

-          ¿Te gustan las mujeres?-

-          No, me gustan los hombres, creo…-

-          ¿Te pondrías de novia conmigo’?-

-          No, creo que no-

-          Mejor, porque yo no me pondría de novia con vos – dijo riendo – me gustan mucho los hombres como para renunciar a ellos. Eso no quita que también me llame la atención experimentar con una mujer, y hasta ahora no había podido. Vos me caíste justo para eso-

-          ¿Pero entonces no somos lesbianas?-

-          Que yo sepa no – dijo sonriendo – a lo sumo somos bisexuales ¿No? ¿A vos te gustó lo del otro día?- y ante mi afirmación siguió – a mí también. Y si vos estás dispuesta podemos experimentar tantas cosas como quieras mientras sea placentero y no nos lastimemos entre nosotras ¿por qué no? Además yo tampoco había tenido experiencias con mujeres y la verdad que me gustó-

Y sin decir nada más acercó su cara a la mía y muy lentamente buscó mis labios. Suave al principio, con más ganas después, hasta que su lengua se metió en mi boca y perdí la noción del tiempo y el espacio. Era la primera vez que besaba a alguien con lengua, y vaya que primera vez me estaba dando Silvina. Ese beso duro lo que pareció una eternidad y cuando finalmente se separó de mis labios yo me quedé extasiada y sin poder abrir los ojos ni reaccionar. Cuando volví en mí, ella estaba sonriéndome. Sus rulos rubios y su cara llena de pequeñas pecas irradiaban luz.

-          ¿Vamos adentro? – preguntó con picardía. Yo le dije que si con la cabeza y ella se puso de pie, tomó mi mano y salimos del agua rumbo a la casa.

Silvina me llevó directo a su habitación. Ni bien entramos se abalanzó sobre mí como una posesa y estampándome contra la pared volvió a buscar con vehemencia mi boca, mientras sus manos acariciaban cada rincón de mi cuerpo. Yo no podía reaccionar ante ese torbellino de pasión que la había poseído y sólo me limitaba a devolverle sus besos con la misma pasión.

De pronto ella tomo mis manos y llevo mis brazos en alto sobre mi cabeza mientras su boca ya buscaba mi cuello. Cuando me soltó las muñecas mis brazos quedaron arriba, mi entrega era total y ella lo sabía. Sin dejar de lamer mi cuello me despojó de mi corpiño y después se deshizo de la tanga que llevaba puesta y me arrojó de espaldas sobre su cama. Para ser bastante más baja que yo, tenía mucha fuerza, o tal vez era la desesperación. Ella se puso a horcajadas sobre mí y volvió a atacar mi boca, con la diferencia que esta vez mis manos reaccionaron y comencé a acariciar su espalda. La quería encima de mí, no podía ni quería soltarla. Pronto mis manos estaban recorriendo su cola, enredándose con la tela de su tanga, jugando con ella.

Silvina entonces se incorporó lo suficiente para poder quitarse su corpiño y fue la primera vez que vi con tanto deseo y lujuria un par de tetas, algo que a ella no le pasó desapercibido.

-          ¿te gustan?  - pregunto mientras con sus manos juntaba sus tetas

-          Mucho – le respondí

Silvina entonces llevo sus pezones hacia mis labios y me pidió que se los lamiera suave. El contacto de su piel en mi lengua me produjo un escalofrío de placer. Era la primera de muchas veces que le iba a comer las tetas a mi amiga, pero esa fue sin duda la más especial de todas.

Ni lerda ni perezosa Silvina se puso de costado a mí y mientras yo disfrutaba sus pechos, su mano fue bajando lentamente hasta mi concha. La misma concha que ella algunos días antes había sabido manejar hasta hacerme llegar a un fenomenal orgasmo.

Cuando sentí su mano acariciando mis labios vaginales, tomé valor y sin dudarlo lleve una de mis manos a su entrepierna para hacerle lo mismo que ella me estaba haciendo a mí, aunque con una torpeza absoluta dada mi inexperiencia. Ella solo rio y diciéndome que ya iba a llegar mi turno de jugar llevo mis manos hacia atrás de mi cabeza y me pidió que abriera mis piernas y me dejara llevar. Bajó entonces nuevamente su mano a mi concha, que ya a esa altura palpitaba y parecía inundada y llevo sus labios a mis pezones para que experimentara por primera vez en mi vida lo que se sentía que alguien lamiera mis tetas.

Juro que pensé que me iba a morir de placer en ese momento, eran demasiadas las  emociones y sensaciones que se sucedían una tras otra. Sin embargo cada vez que ella sentía que yo estaba por acabar, bajaba la intensidad y me dejaba al borde de la locura. Silvina hizo esto varias veces hasta que acercándose a mi oído preguntó:

-          ¿Queres acabar? ¿Estas lista? -

-          Por favor – fue mi balbuceante respuesta.

Mi amiga bajo entonces su cabeza a mi entrepierna y antes que yo pudiera reaccionar para decirle que no y frenarla, sentí su lengua recorrer todo  lo largo de mi concha, desde la entrada de mi culo, hasta el clítoris, y simplemente me olvidé hasta de mi nombre.

Silvina lamió y chupó mi concha hasta que acabé una, dos, tres veces, y quedé hecha un flan tendida en su cama.

Cuando finalmente reaccioné Silvina estaba recostada sobre su costado mirándome y sonriendo con complicidad. Nos dimos un tierno beso y entonces me preguntó

-          Ahora sí, ¿estás lista para aprender a darme y darte placer?

Continuara….