Lo que nunca jamás sucedió: Parte II.

Lo que nunca jamás sucedió. Parte II: Presentación en sociedad. // La esclava de mis amigos es presentada en sociedad esa noche, para comprobar su comportamiento, su manera de servir y el resultado de su adiestramiento.

LO QUE NUNCA JAMÁS SUCEDIÓ

PARTE II: PRESENTACIÓN EN SOCIEDAD

Lucas se paseó alrededor de la muchacha que, dócil y obediente, se había puesto nuevamente de rodillas con sus manos sobre sus muslos abiertos, la mirada fija en el suelo y una dulce expresión en su rostro (encantadoramente arrebolado en sus mejillas, provocado por su vergüenza al sentirse observada, sospeché). Cuando se hallaba a su espalda, mi amigo siguió representando su papel de maestro de ceremonias, con un aire teatral, dando vida al show en el que se iba a convertir la tarde. Alargó la mano para ayudarla a levantarse y entonces, cuando se puso de pie, con sus brazos colgando a cada uno de sus costados, pude admirar, anonadado, su piel cremosa en toda su esplendorosa desnudez. Como único complemento, un collar rígido, de metal plateado, rodeaba su cuello y, pegado al mismo, entre sus clavículas, se posaba una argolla, también de metal.

Tenía unos pechos grandes, casi tanto como para colmar mi mano -imaginé-. Su estatura no debía superar el metro sesenta y cinco, por lo que no era especialmente menuda, pero lo suficiente como para poder manejarla para usarla una y otra vez -imaginé-. No era delgada, ni gruesa, pero esas caderas eran perfectas en su plenitud para agarrar su dulce carne y marcar mis dedos mientras la montaba como el animal que se desataba desbocado dentro de mí -imaginé-. También imaginé esos labios, que se lamía en ese momento, presionando mi polla que se apretaba durísima en mi pantalón, e imaginé esos muslos alrededor de mi cuerpo mientras me suplicaba que se la metiera, como imaginé la increíble humedad que desprendería ese coñito sin un solo pelo que lo decorara o la suavidad de su pelo mientras tiraba de él para ahogarla con mi polla. Me sorprendí queriendo hacerle daño, ser cruel con ella azotándola hasta lo indecible, hasta que no supiera si sentir dolor o placer. Jamás había sentido ese impulso de querer hacer todo aquello que pasaba en mi imaginación en esos segundos en los que permanecía en el umbral de la puerta de casa de mi amigo, absolutamente paralizado por miedo a que todo aquello que estaba pasando por mi mente fuera demasiado evidente para cualquiera.

Sacudí la cabeza cuando Lucas me miró, a mí directamente, con una expresión que no supe descifrar (algo parecido al ¿triunfo?) antes de agarrar por un lado a su mujer de la cintura y tomar de nuevo la palabra, dirigiéndose a nosotros dos como un comerciante que mostrara su más preciada mercancía, señalando hacia Aurora con la mano abierta desde su cabeza hasta el suelo:

-       Aurora se ha incorporado a nuestra familia hace unos meses. He requerido un buen tiempo para educarla y esta noche hemos querido compartir con vosotros, nuestros amigos más íntimos, su presentación en sociedad. -Lucas puso su dedo índice sobre la barbilla de la muchacha, levantando su cabeza, aunque ella no le miró, manteniendo sus ojos sumisamente bajos. -Te vas a portar bien y vas a dejar en buen lugar a tu Amo y a tu Ama, ¿verdad que sí, esclava?

-       Sí, mi Señor. -No pude evitar estremecerme de placer y de algo parecido al miedo por lo que suponía para mí escuchar esas palabras, apenas pronunciadas en un susurro con voz ronca e increíblemente suave. Mi mente se llenó de imágenes que el significado de esa palabra (esclava) me evocaba. Me imaginé a mí mismo como un noble patricio romano, esa mujer engalanada en grilletes y telas vaporosas cubriendo lo justo de su cuerpo para dejarlo siempre accesible a mi mano, sirviéndome manjares de rodillas. Desviviéndose por mi placer y complacencia.

-       ¿Esclava? -Arturo se adelantó un par de pasos para mirarla mejor, sin ningún reparo, repitiendo con absoluto regocijo el apelativo con el que había descrito a Aurora. -¿Amos? ¿Qué significa todo esto, Lucas? -Pese a que no había ningún tono de censura en su comentario (más bien todo lo contrario, Arturo parecía absolutamente complacido por lo que veía e imaginaba que suponía esa reunión), no podía menos que demostrar sorpresa. Aunque no demasiada, y eso me intrigaba mucho.

-       Vamos al salón, mejor, y os contaré la historia… a menos que queráis iros. -Ese último comentario iba dirigido a mí, sin duda, que todavía permanecía ahí como una estatua y no había dicho una palabra. No respondí, simplemente hice un vago gesto negativo con la cabeza y seguí a la pequeña comitiva, justo a la cola. Tomé asiento en un sillón de cuero gastado, al lado de la chimenea.

Aurora se deslizaba caminando despacio, arrastrando suavemente las plantas de sus pies desnudos, justo detrás de Lucas, de la mano de su mujer, y se arrodilló entre sus Amos sobre una mullida alfombra de pelo, color marrón oscuro, apoyando la cabeza en la pierna de mi amigo. Sonreía y parecía inmensamente feliz en esa postura, como alguien que acaba de llegar a su hogar. Por primera vez en mi vida sentí una envidia rabiosa por mi mejor amigo. Por lo que poseía. Por lo que sabía que yo jamás conseguiría ni podría poseer. Y ese sentimiento me incomodaba en demasía. Lucas y Elga ocupaban un sofá biplaza, de cuero negro, en el lado opuesto del enorme salón y Arturo otro sofá idéntico que estaba justo al lado. Cruzó su pie derecho sobre su pierna izquierda, acomodándose, visiblemente encantado por los descubrimientos del día, mirando con descaro los pechos de la joven esclava. Lo que me sorprendió es que no parecía excesivamente sorprendido por todo aquello, no como yo, que estaba de piedra (en todos los sentidos…) con aquella situación.

-       Bien, como ya sabes, Arturo, soy Dominante. Me gusta llevar esa Dominación en mi relación, en el sexo y en muchos más aspectos. Ya has tenido ocasión de comprobarlo en algunos clubs a los que hemos ido varias noches y hemos disfrutado de algunas sumisas que querían jugar. -Eso resolvió alguna de mis dudas sobre la reacción de Arturo, pero entonces me arrepentí de no haber sido el compadre de esas juergas. -Mi mujercita es bien fogosa -le tocó la pierna y se miraron ambos con evidente complicidad -y, aunque en la cama disfruta de algunos juegos, incluso algunos bastante extremos -la aludida ni siquiera se sonrojó, sonrió con picardía -no tiene madera de sumisa ni tolera de mí que lleve más allá de la cama mi necesidad de Dominar. Lógicamente, yo eso lo respeto, la amo y quiero que sea feliz. Pero no siempre me he sabido controlar y eso nos llevó a tener varios problemas. Y entonces conocimos a Aurora. Una noche nos invitaron a una fiesta y ella venía sola. Tenía curiosidad y, enseguida, digamos que… la adoptamos. Quisimos evitar que cayera en malas manos y, como la vimos tan sola en una mesa, observando todo con curiosidad, la invitamos a sentarse con nosotros. La conocimos y, después de varias copas, se dejó llevar y jugamos con ella. Así que seguimos nuestra pequeña reunión en casa y la cosa se alargó todo un fin de semana de absoluto desmadre sexual -Lucas presionó el pezón de Aurora, que al instante reaccionó poniéndose duro, y dejó ahí su mano, amasando su pecho posesivamente mientras su otra mano seguía acariciando la pierna de su esposa. Parecía un jeque disfrutando de su harén. En ese momento, casi le odié por la envidia malsana que sentía. -Pero además de sexo, hubo risas, mucha complicidad, muchos descubrimientos… resulta que mi mujer es bisexual…

-       Heteroflexible, querido, soy heteroflexible. -Le corrigió Elga.

-       Eso, descubrió que es “heteroflexible” -Lucas hizo el gesto de las comillas como si no se creyera esa supuesta flexibilidad. A mí el palabro me sonaba a chino. -pero, además de ser… ejem… “heteroflexible” es un poco swicth (otra palabreja del todo incomprensible para mí), aunque conmigo sigue siendo más o menos obediente, ¿a que sí? -besó los labios de su mujer, cogiéndola de la cara, sin darle opción a réplica. -Total, que esta pequeña esclava -prosiguió, amasando el pecho de la susodicha -llegó a nuestras vidas en el momento oportuno. Ella estaba ávida de conocer, de experiencias y de sacar toda su sumisión de dentro, y yo descubrí todo el potencial que tenía. Yo no estaba dispuesto a engañar a Elga, pero Aurora despertó dentro de mí todas mis ansias de Dominar, en todos los sentidos posibles, y sabía que ella estaba deseosa de servirme. Lo había sentido en esos días que pasamos juntos. De servirnos a ambos, pero, sobre todo, de servirme. Así que, después de pensarlo unos días, hablé primero con mi mujer, le dije cómo me sentía y ella no se sorprendió en absoluto. Os puedo confesar que nunca había estado más nervioso en toda mi vida -sonrió, mostrando lo más parecido a la timidez que Lucas podía mostrar. -Básicamente, le estaba proponiendo a mi mujer tener una amante. Para los dos, pero al fin y al cabo me sentía un cabrón egoísta, aunque todo esto va mucho más allá del sexo. Una vez más, me demostró lo afortunado que soy al haberme casado con ella porque no sólo lo aceptó, sino que fue ella la que quedó con Aurora y se lo propuso.

-       Bueno, primero la emborraché y al principio se lo dije medio en serio, medio en broma, para ver cómo reaccionaba. Pero sabía que entre ellos se había creado una conexión a la que yo no podía corresponder.

-       ¿Y no tienes celos? -Arturo se adelantó a mi pregunta, que yo fui incapaz de formular.

-       ¿Celos? No, ¿por qué iba a tenerlos? Él me lo dijo primero a mí, no se escondió. No era la primera vez que jugábamos con una chica, bueno, yo sí, pero a mí me ponía cachonda verle follarse a otra delante de mí en algunas ocasiones. Pero esta vez era más importante. Era cubrir una parte de él que yo era incapaz de darle, porque me haría infeliz, y él era infeliz si no la cubría.

-       Aurora ha sido el complemento perfecto para nuestra relación. Al principio fue difícil domar a la fiera, enseñarle la educación y obediencia que le debe a sus Dueños, ha sido un proceso no exento de dolor y castigos, sobre todo para ella -apretó de nuevo su pezón-. La cachorra nos ha dado varios problemas para aprender pero ahora nos sirve con toda su devoción, como podéis y podréis comprobar este fin de semana. En realidad es mía, pero ha de cumplir con todos los caprichos y las órdenes de Elga.

-       La verdad es que es de lo más interesante tener una criada que además, siempre está mojada cuando me sirve la cena. -Fue entonces Elga la que adelantó su mano hacia la esclava, quien, con un toque de su Ama en su muslo derecho, abrió las piernas todo lo que su postura le permitía. Elga metió la mano entre ellas y frotó su coño. Aurora se abandonó ese instante, suspirando de placer, con la cabeza sobre el muslo de su Amo. Elga sacó los dedos empapados de ese chochito pelado, nos los enseñó sonriendo, corroborando su afirmación, y yo contuve la respiración mientras los acercaba a la boca de la muchacha y ella los lamía. El latigazo que sentí en mi polla, en esa ocasión, me provocó un dolor casi insoportable.

-       Pues el motivo de invitaros hoy -Lucas nos miró alternativamente a Arturo y a mí- es porque queremos comprobar su comportamiento frente a un público íntimo, discreto y de nuestra más absoluta confianza, antes de llevarla a otros eventos. Y, hablando de servir la cena, ya es hora de atender a los invitados, ¿no te parece, esclava? -tiró levemente de su collar, símbolo de su sumisión como ya había averiguado yo en mis solitarias pesquisas anteriores. -Si lo hace bien, y nos deja en buen lugar con su comportamiento, le regalaremos como premio anillar esos pezones que tiene con un arito de plata en el que colgarán nuestras iniciales, para que no se olvide a quién pertenece. ¿Te haría eso feliz, esclava?

-       Nada me haría más feliz, mi Señor, que ser marcada como la esclava de mi Amo y mi Ama.

-       Bueno, una marca permanente, si te la ganas, tendrá que esperar. Ahora sirve a nuestros invitados.

Aurora musitó un “sí, mi Amo” levantándose con elegancia, moviendo sus caderas al salir de la estancia. No obstante, su porte seguía siendo regio, no había muestra alguna de pudor o humillación en ella, más bien todo lo contrario. Mostraba orgullo en su condición. Es más, mostraba orgullo DE su condición, como si ser llamada “esclava” fuera igual que si alguien la erigiera emperatriz. Yo tenía un millón de preguntas que bullían en mi cabeza. Todo aquello me creaba estupor y consternación pero, al mismo tiempo, una increíble excitación al ver como, en realidad, no estaba tan loco, ya que mis fantasías (bueno, todo aquello superaba con creces mis fantasías) sí que podían ser realidad. Quería preguntarle a ella si disfrutaba de todo aquello, por qué disfrutaba, si era feliz. Quería preguntarle al cabrón de mi amigo cómo convivía con la culpa, si es que la tenía, de reducir a aquella ninfa a la “esclavitud”. ¿Y qué coño significaba esclavitud en pleno año 2020, si alguien me lo podía explicar?

Ella regresó con varios platos que colocó sobre la mesa de centro: una tabla de quesos con nueces, un enorme plato de jamón, canapés, encurtidos, una tortilla de patatas y otras delicias, aunque mi apetito iba más encaminado en saborear esos pechos que se mecían cada vez que se agachaba a dejar las bandejas.

-       Espero que no os importe que hayamos preparado una cena fría para hoy. Mañana por la noche ya organizaremos algo con más lujo, pero hoy hemos pensado que sería más distendido picar algo en el salón.

-       A mí me parece estupendo -Arturo alargó la mano para alcanzar tres lonchas de jamón que se metió directamente en la boca.

-       ¿Vino, Señor? -Aurora se acercó con un respeto casi reverencial a Arturo, ofreciéndole una copa vacía que llevaba en la mano y, en la otra, una botella de Marqués de Murrieta.

-       Gracias, hermosura -Arturo sonrió con amabilidad, tomando la copa con cuidado y esperando a que fuera servida, aunque la contemplaba con total descaro, repasando sus curvas que acariciaba con la mirada.

-       Quiero que sepáis que Aurora tiene orden de atender todos y cada uno de vuestros deseos. Ella lo ha aceptado, no se le ha impuesto nada, es más, ha ayudado a organizar esta noche con mucho esmero y muchas ganas. -Lucas dejó claro, sin ningún género de duda, que nos permitía disfrutar de los encantos de la muchacha. Es más, que ella así lo deseaba. Eso fue demasiado para mí, mi pantalón iba a reventar si sabía que podría disfrutarla en los modos en los que me imaginaba, con el expreso consentimiento de su… Dueño. Esa palabra me generaba una sensación de poder que desataba todos y cada uno de mis dichosos demonios que empezaba a conocer bien.

Dicho eso, Arturo no lo pensó ni un instante y, mientras caía lentamente el vino en su copa, puso su mano sobre el trasero de la joven, acariciándolo con sumo placer y bajando su mano para acariciar sus muslos desde la parte trasera. Ella le dedicó una sonrisa, sin mirarle a los ojos. Comprendí, entonces, que eso formaba parte de su ritual de sumisión y me pareció, sencillamente, sublime.

Entonces se acercó a mí. Yo me removí, inquieto, como si sus sinuosas caderas fueran el canto de las sirenas que me llevarían camino a la perdición en el valle que se escondía entre ellas. Pero, por Tutatis, que quería perderme en esa cueva. La miré, la penetré por todos sus orificios con mi mirada mientras se acercaba. Me acercó una copa que había dejado antes sobre la mesa de centro y yo la cogí, esperando, simplemente, a que me sirviera. Me sentí como un Dios, servido a capricho. Pero cuando se agachó y el borde de la copa tocó uno de sus pechos, me sobresalté como si a través de ese roce fuera sentenciado como un pecador. Ello provocó que el vino se derramara en el suelo y sobre mis zapatos, tras lo cual ella abrió mucho los ojos, turbada.

-       Yo, yo… lo… lo siento mucho, Señor… disculpe la torpeza de esta esclava. Por favor… -su apuro era evidente, no esperaba fallar tan pronto.

-       No ha sido culpa tuya. He sido yo, no me pidas perdón -quise consolar esa expresión de pesar de su rostro, ya que, en efecto, había sido culpa mía.

Pero antes de que pudiera levantarme, rápidamente ella había dejado la botella a un lado y se arrodilló a mis pies. Cielos, jamás en mi vida me había sentido más excitado que en el momento justo en el que su lengua se dispuso a lamer mis zapatos para limpiar toda gota del líquido derramado. Mi polla palpitaba, urgente, necesitada, reclamando la atención de esa lengua que me lamía. Juro que estuve a punto de correrme sin que ni siquiera me tocara la piel. Si hubiera esperado un segundo más en separarse de mis zapatos para lamer las baldosas del suelo y limpiar todo rastro de vino, me habría corrido como un chaval en sus primeras pajas. Me dolían tanto los huevos que casi no podía tolerarlo más.

-       Si usted considera que debo recibir el castigo que me merezco, se lo suplicaré a mi Dueño, Señor. -Cuando el suelo hubo quedado reluciente, Aurora se arrodilló de nuevo, agachó la cabeza y suplicó por su castigo. Eso era una auténtica tortura.

-       No.. pero… no… qué dices… culpa… yo… -balbuceé. Respiré una vez para tratar de recuperar la compostura. -La culpa ha sido mía, me dio un tirón en la pierna y me moví -mentí, claro, ¿qué otra cosa podía hacer? -No tienes nada por lo que pagar.

-       Gracias, Señor, es usted muy bondadoso. –“Eres un buen hombre”. En ese momento, las palabras de Claudia se me clavaron en el pecho y las ganas de castigarla, por recordármelo, volvieron con fuerza. Quería oírla gritar. Pero mi momento había pasado, ella se puso en pie y terminó de llenar mi copa de vino. Después se retiró de nuevo, para servir a Lucas y a Elga, y arrodillarse en su sitio, a los pies de su Dueño, que le acarició la cara, complacido y orgulloso, susurrándole algo que adiviné un halago.

-       Por supuesto… -Lucas se dirigió nuevamente a Arturo y a mí -Todo esto es consensuado, repito. Ella es feliz con nosotros. Desea todos y cada uno de los momentos que vive con nosotros, como ha deseado compartir esta velada con vosotros. De no ser así, no estaría aquí ahora. Y esa libertad de elección va también por vosotros. Soy consciente de que no os he contado el propósito de mi invitación… quería que fuera una sorpresa. Pero si os sentís incómodos u os parece demasiado… excesivo, no os sintáis obligados. Solo os pido discreción, por supuesto, no sólo por mí, sino por mi mujer y por Aurora. Sobra decir que, si hemos querido compartir este momento tan especial con vosotros, es por la confianza incondicional que conlleva nuestra amistad. -Todos los presentes sabíamos que ese discurso iba por mí. Apenas había pronunciado una palabra, apenas había reaccionado, tan sólo me había quedado como un muñeco, mirando incrédulo todo lo que sucedía a mi alrededor. Pero nadie, salvo yo, sabía el motivo real de todo mi reacción, ni el significado que tenía sobre mis sentidos lo que estaba viendo y viviendo.

-       No está incómodo, Lucas, está totalmente empalmado. Quiere follarse a tu pequeña mascota sobre esta mesa una y otra vez. -Arturo, que no se había perdido detalle de la escena del vino (quizás porque quería seguir admirando el culo de Aurora) me había descifrado mucho mejor de lo que yo hubiera creído. -Nunca pensé que te pondrían como un mono las sumisas, más bien creía que te gustaría ser tú a quien le dieran p’al pelo. -Arturo tomó un sorbo de vino. No había burla, quizás un atisbo de asombro. Pero estaba feliz de no ser yo, ni mi reacción o falta de ella, el motivo que quebrase la camaradería, la sensualidad y la promesa que invitaba a ser nuestra estancia en el chalet de Lucas.

-       Bueno, quizás eso más tarde, Darío, que si la tumbas ahí ahora vas a echar a perder un jamón de puta madre. -Lo cierto es que Lucas no parecía sorprendido por la revelación de Arturo y no entendía por qué. Yo me mantuve en silencio, ¿qué podía decir? Quien calla, otorga.

-       ¿Por qué no te ocupas ahora un poco de tu Ama, pequeña? Me tienes muy descuidada y por aquí te reclaman… -Dicho esto, Elga se subió la falda y abrió totalmente las piernas mostrando un coño igual de bonito que ella. Nunca había pensado en el coño de la mujer de mi amigo, y nunca sentí deseos de verlo siquiera, pero en ese momento no pude hacer otra cosa que admirarlo. Elga era rubísima, con el pelo largo hasta la cintura, muy alta, esbelta y atlética, pero voluptuosa. Desde que había dejado las pasarelas había ganado peso, que le sentaba francamente muy bien. Su rostro exótico y atractivo estaba coronado por unos labios gruesos, perfectos, y una mirada de tigresa, con unos ojos verdes muy sagaces. Aurora se acercó, presta, a cumplir su cometido. A dar placer a una Elga absolutamente espatarrada, que exhibía sin atisbo de vergüenza su coño abierto, expuesto, abriéndoselo con las manos para frotar su clítoris deseando las atenciones de su esclava a su servicio.

Iba a darme algo. Cuando la lengua de Aurora se posó en el coño de Elga creo que tuve un orgasmo sin correrme. De no ser así, no sabía cuánto tiempo podría controlar una copiosa corrida. Me apreté el paquete, no podía evitarlo, cuando la pequeña esclava se esmeró en comerle con ganas el coño a su Ama. Yo tenía plena vista de lo que sucedía, así como del culo de Aurora, a cuatro patas, abiertas, enseñándome un primer plano de su coñito increíblemente húmedo. Elga no tardó en empezar a gemir, retorciéndose como una serpiente en el sofá y posando una de sus piernas sobre las pierna de Lucas que apretó la cabeza de Aurora contra el coño de su mujer.

-       Como podéis ver, está bien entrenada para dar placer…

-       Si eso es lo que sabe hacer con una lengua en un coño, no me imagino lo que hará en una polla. -Arturo se tocaba abiertamente el paquete sobre la ropa, agazapado hacia delante para no perderse detalle de lo que veía.

-       Creo que no te lo puedes ni imaginar… con una polla es mucho mejor -Dijo Lucas, levantando su copa a modo de brindis.

-       Joder, me va a reventar en el pantalón… eres un hijo puta con suerte. -Arturo parecía querer dar voz a todo lo que yo estaba pensando.

-       Bufffhgg… joder, puta… qué bien lo haces… así… -Elga estaba a su bola, en su burbuja de placer, y poco después era ella quien apretaba la cabeza de su esclava hacia su coño, dirigiéndola a su gusto. Aurora le metía enérgicamente dos dedos mientras lamía con frenesí su clítoris, sin duda sabiendo bien cómo darle placer. Elga sonreía en su momento de exhibición, llevó su mano a su escote y se sacó sus pechos por encima de su jersey para acariciárselos.

-       Ay… mi esposa exhibicionista… te gusta jugar con nuestra mascota, ¿verdad? -su marido le dio un beso apasionado, y se escucharon los gemidos ahogados dentro de su boca cuando Aurora incrementó el ritmo. Lucas agarró su mano para llevársela al paquete que la pequeña esclava apretó con ganas.

-       Joder. -Arturo ya no podía decir nada más. Se levantó para echarse más vino y miraba con evidente gusto la escena, imaginándose que era él mismo quien tenía a esas dos hermosísimas mujeres prodigándole esas atenciones. Cuando me disponía a imitarle y llenar mi copa, que me había bebido muy deprisa, nervioso y excitado a más no poder, Elga empezó a gritar de placer sin ningún tipo de disimulo mientras se corría agarrando a Aurora del pelo para que no se le ocurriera dejar de hacer lo que fuera que estuviera haciendo con su lengua. Desde luego ninguna mujer había gritado así mientras yo se lo hacía, por lo que asumí que tenía mucho que aprender al respecto. No me odiéis si admito que, hasta entonces, en mi experiencia sexual tampoco le había dado mucha importancia al placer de mi pareja. Pero cuando escuché esa forma de correrse, deseé haberle prestado más atención a esos asuntos, ya que deseaba provocar ese mismo placer a otra persona.