Lo que nunca debí ver
Una chica de 16 años ve como su madre hace una felación a un familiar y recibe una visita inesperada.
Lo que nunca debí ver
Soy Juanita, una mujer de 52 años, casada y bastante satisfecha de mi vida sexual. Soy muy feliz en mi matrimonio . Cuando conocí a mi marido le dije que ya no era virgen, que había perdido la virginidad a los 16 años con un chico de mi edad y que no había sido nada agradable. Pero no es así. La verdad es que mi iniciación en el sexo sí fue a esa edad, pero no con un niño de mi edad, al contrario, fui seducida por un hombre de mas de cincuenta años; se llamaba Ramiro y era primo de mi padre. Y no solo disfrutó de mi cuerpo de niña-mujer una noche, sino que mi madre lo supo y lo consintió porque a su vez era su amante. Pero lo mejor es que pase a contaros como fue aquél suceso:
Era el mes de Agosto de 1.967, en un pueblo de la provincia de Valencia que no voy a descifrar, pasábamos las vacaciones mi madre, mi hermano pequeño y yo en casa de un primo de mi padre. Mi padre, como en años anteriores, no se reunía con nosotros hasta septiembre ya que sus obligaciones le tenían ocupado hasta entonces. Durante los primeros días de ese verano no pasó nada digno de contar, yo me pasaba la mayor parte del día en la playa, ajeno a todo cuanto acontecía en la casa. Pero ocurrió que un día me pinché con un pequeño anzuelo en la planta del pie, me curaron en la caseta de la Cruz Roja, me pusieron una venda y volví a la casa. Eran las 12:30 de la mañana; creí que no había nadie y en vez de entrar por la puerta, salte una pequeña valla de unos 50 centímetros que rodeaba el jardín del chalet de mi tío, (así le llamábamos), y me fui directamente a mi habitación que estaba en la primera planta y me eché en la cama.
Tenía la ventana abierta, (hacía un calor infernal), y empecé a oír unos gemidos y jadeos provenientes de la piscina que me extrañaron puesto que en la propiedad no debería haber nadie más que mi madre, a la que no le gustaba la playa, y mi tío Ramiro, (viudo hacía tres años y sin hijos) y que siempre estaba al cuidado de su pequeño huerto. Me asomé a la ventana y lo que vi me hizo agachar la cabeza y refugiarme tras los visillos para no ser observada. Ramiro, estaba de pie, completamente desnudo y mi madre con los pechos al aire estaba de rodillas frente a él metiendo y sacando de su boca la polla más enorme y gruesa que yo había visto en mi vida. Yo era apenas una niña, pero ya había visto algunas en unas revistas que circulaban por el instituto, pero jamás se me pasó por la imaginación que un hombre de apenas un metro sesenta de estatura y bastante gordito, (parecía una bola), tuviera un aparato semejante al que mi madre chupaba y lamía como si se tratara de un helado de fresa, (que por cierto, su punta, tenía la misma forma e igual de roja que esa fruta). Ramiro jadeaba moviendo su cabeza de un lado a otro, gimiendo y gritando: ¡ joder, Juana (por mi madre), que bien la chupas, sigue así cariño que estoy a punto de correrme...!.
Al principio sentí asco, vergüenza, ira, pero al mismo tiempo esa enorme cosa atraía mi mirada y me excitaba una barbaridad. Y lo queráis creer o no, cuando empezó a correrse, sentí que yo también me corría. Mi madre se había separado un poco y un chorro de esperma se estrelló en su cara, en sus labios, en sus tetas, y algunas de sus gotas llegaron hasta la piscina que estaba dos metros más atrás. Cuando el torrente se convirtió en goteo, mi madre volvió a metérselo en la boca, saboreando con lujuria la encabritada cabeza roja. Se la limpió de arriba abajo dejándola brillante al sol por su propia saliva hasta que poco a poco aquél tronco de carne se fue debilitando.
Se dieron un largo y apasionado beso en la boca, tumbados en la hierba, se tocaron ambos los genitales y el garrote volvió a resurgir con fuerza, momento en el que Ramiro se levantó con el mástil mirando al cielo y cogiendo a mi madre en brazos le dijo: Vamos a la cama que voy a echarte un par de polvos antes de que vengan los niños a comer, (por mi hermano y por mí).
Ahora me explicaba el porqué desde hacia más de dos años mi madre estaba tan contenta en Julio y Agosto y cómo le cambiaba el semblante y el humor desde septiembre hasta el siguiente mes de Junio que ya se le ponía de nuevo la cara de felicidad pensando sin duda en lo que la esperaba. Y todos en casa creíamos que era el mal tiempo el que la ponía de tan mal humor el resto del año. ¡ El Sol ¡, decía ella, y lo que nosotros no sabíamos era que el Sol lo tenía el "tio" Ramiro entre las piernas.
A la hora de comer apareció únicamente mi hermano Javier, de 10 años. ¿Dónde está tu hermana?. No sé, se hizo una herida en el pie, la curaron en la playa y se vino a casa, contestó el tonto del culo. De inmediato mi madre se subió corriendo a mi habitación; me estuvo interrogando durante más de diez minutos: ¿Cuánto tiempo llevaba?, ¿Qué había estado haciendo?, ¿Has visto u oído algo que debas decirme?. Y yo, callada como un muerto, pero ella sabía que yo había visto algo. Durante el resto del día, tanto Ramiro como ella me miraban a hurtadillas, y mi madre le susurraba cosas al oido señalándome al mismo tiempo. Yo rehuía sus miradas y procuraba no mirarles a los ojos. No sé lo que se imaginaba mi madre, pero yo no había pensado ni por asomo el contarle a papa nada de lo que había visto. Años después, supe que lo que me pasó esa noche había sido tramado por mi propia madre.
Era alrededor de la una de la madrugada, yo daba vueltas y vueltas en la cama sin poder dormir y sin poder quitarme de la cabeza lo que había visto al mediodía. Una hora antes me había masturbado soñando que era yo y no mi madre la que estaba con Ramiro en la piscina y había empapado las bragas, por lo que me las había quitado.
Así que tenía puesto únicamente el camisón de dormir ya que jamás duermo con sujetador. Sentí que la puerta de mi habitación se abría y alguien, de espaldas a mí, caminaba de cuclillas hacia mi cama y se metía entre las sabanas, detrás de mí. Al principio creí que era mi madre que venía a sonsacarme algo o quizás a contarme su aventura, pero de repente unas manos regordetas se posaban en mis tetas, una boca ardiente besaba mi cuello y sobre todo una cosa dura se posó entre los mofletes de mi trasero amenazando con romper mi camisón. Ese enorme bulto no podía ser otra cosa que el pene erecto de Ramiro. Quise gritar pero no pude y no sé aún porqué. Eché las manos hacia atrás para zafarme de él y supe que estaba completamente desnudo porque rocé con las yemas de mis dedos su falo. Sus manos me sobaban las tetas, los muslos y los pelillos de mi raja se erizaron cuando una mano se posó allí.
Comenzó a acariciarme los labios de la vagina que a su contacto aumentaron de volumen y se abrieron como los pétalos de una flor. Alargó la mano a la mesilla de noche y encendió la luz: Quiero verte el chocho, me dijo. Tiró del camisón y me dejó completamente desnuda. Se me quedó mirando de arriba abajo mientras su péndulo golpeaba suavemente mis muslos. ¡ Dios ¡, exclamó; tenía razón tu madre, ya eres una mujer hecha y derecha. Y qué mujer, qué tetas mas bonitas, qué muslos, que coño tan hermoso y a ver..., (me volteó boca abajo), y por Dios que en mi vida he visto un culo mas maravilloso que el tuyo. Me volvió de nuevo de cara a él, me abrió al máximo las piernas y enterró su cabeza entre ellas. Al instante sentí su lengua acariciar toda la zona, muy despacio, alrededor de la entrada, lamiendo los pelos de mi vulva, bordeando con la punta el contorno, separando con los dedos los labios exteriores y lamiendo goloso los temblorosos labios interiores. Yo estaba como os podéis imaginar más húmeda que una acequia, llena de fluidos que él lamía y lamía como si fuera leche condensada.
Arqueaba mi cuerpo para sentir con mayor claridad su lengua y cuando ésta alcanzó mi botoncito del placer, fuera ya de su capuchón, no pude evitar lanzar un gemido, al mismo tiempo que un espasmo recorría toda mi espina dorsal que acabó en mi vulva; caí en un desmayo leve y placentero que aunque duró unos segundos, me parecieron minutos. Sin embargo, su boca no se separó en ningún momento de mi coño. Siguió besándolo y acariciándolo hasta que caí en otro desmayo aún más placentero que el anterior. Se levantó enseñándome la verga para que la apreciara en todo su amplitud. Era hermosa, larga, muy gruesa, suave al tacto y al tocarla con mis manos pude apreciar su gran dureza. Me susurró al oido: ¿Quieres que te folle Juanita?, ¿Verdad, que estás deseando que te meta la polla en el chocho?. Desde luego no era nada romántico pero decía la verdad, yo estaba deseando que ese pene me desgarrara el coño.
Abrí las piernas al máximo alzándolas al techo para facilitar la penetración. Puso la enorme cabeza a la entrada de mi excitado chumino y de su solo golpe me la metió hasta la mitad. Chillé como una loca, algo se había roto en mi interior, produciéndome un terrible dolor. Por unos segundos no se movió, dejando que mi coño se acostumbrara a su grosor. Poco a poco se me fue pasando el dolor mientras él me penetraba centímetro a centímetro toda la estaca. Cuando sentí sus escrotos chocar contra mis nalgas supe que me la había metido hasta el fondo. No me podía imaginar que mi pequeño chochito pudiera tragar toda esa mole de carne.
La dejó toda dentro durante unos segundos y luego poco a poco, sin prisas, la fue sacando hasta tener únicamente el glande en mi interior, después, también con mucha suavidad volvió a enterrar su porra entera, mientras yo no paraba de gemir, chillar y patalear, no de dolor, sino de un placer indescriptible. Ante mis jadeos y gemidos, comenzó a follarme con furia, bombeaba mi conejo a gran velocidad y yo caía en un orgasmo y luego en otro y en otro, y de repente Ramiro bufó como un toro, sentí inflamarse aún más su polla y soltó un enorme chorro de leche ardiente que quemaba mis entrañas y me la metió hasta el final, dejando que el manantial de su semen se perdiera en lo más hondo de mi ser. Se quedó allí dentro de mí, besándome en la boca, chocado su lengua contra la mía y estrujándome las tetas con furia hasta que su pene, ya fláccido se escapó del interior.
Entonces caí en la cuenta y horrorizada exclamé: ¡ Por Dios, tio, te has corrido dentro, me vas a dejar embarazada ¡. No te preocupes mi niña, me tranquilizó, mis espermatozoides están enfermos, ninguna mujer puede quedarse embarazada conmigo, ¿Por qué te crees que no tengo hijos?. Tu madre también lo sabe, por eso siempre lo hacemos a pelo. ¿Te ha gustado?. No me dejó responder, me besó en la boca con pasión alocada buscando de nuevo mi lengua y cogiendo mi mano la llevó a su miembro caído. Moví mi mano de forma instintiva para provocar su rápida erección. Empezaba el muerto a levantarse cuando me quitó la mano y me dijo. Es mucho más delicioso que lo notes crecer en tu boca. Se puso de rodillas en la cama para que su semierecto pene estuviera a la altura de mis labios.
No lo pensé dos veces, abrí la boca y metí su miembro. Chupé, lamí, pasé la lengua tanto por el tallo como por la punta y en pocos segundos comprobé que duplicaba su longitud y su grosor de tal manera que ya no pude abarcarla toda. Otro día me correré en tu boca, - me dijo-,ahora quiero follarte de nuevo que veo cómo ese hermoso chocho está pidiendo a gritos que le meta mi polla. Y me puso de rodillas mientras su grandiosa verga penetraba por detrás mi ansioso coño.
Si la primera vez me gustó, en aquella posición era mucho más placentero porque sentía en toda su longitud y grosor la fabulosa polla entrando y saliendo con furia de mi húmeda cueva que no tardó en ser regada de nuevo por una buena cantidad de cremosa leche. Tumbados en la cama uno encima del otro, comenzó a acariciarme el trasero, y con un dedo dentro de mi pequeño orificio le oí decir: Mañana, después de un grandioso sesenta y nueve, haremos un homenaje a este culito. Oh no, -le contesté- ¿ no pretenderás meterme ese enorme cipote en mi culo ¿. No te preocupes, mi amor, a tu madre también le preocupaba eso y ahora no hay noche que no me pide que la encule.
Sólo te dolerá la primera vez, cuando te meta la gran bellota, después te volverás loca de gozo. Y sin darme opción a responderle, se levantó, se puso la bata se metió en su habitación. A pesar de sus cincuenta y cinco años, era un hombre de una potencia sexual extraordinaria. Diez minutos más tarde oí los gemidos entrecortados de mi madre; a buen seguro, estaba recibiendo su ración de polla y por los gritos que pegaba debía de tenerla clavada en lo más profundo de su puerta trasera.
Nunca supe si duele o no una enculada, hasta la fecha soy virgen por ese lado. No sé si por suerte o por desgracia. A las cinco de la mañana entró corriendo mi madre sollozando, pidiéndome ayuda. Salí corriendo detrás de ella hasta la habitación de mi tío. Allí yacía muerto de un infarto con los ojos abiertos y la cara relajada por una gran sonrisa. Aún se le escapaban unas pequeñas gotas de semen por su ya fláccido pene. Había muerto justo cuando estaba corriéndose dentro del culo de mamá. Ni ella ni yo le hemos olvidado jamás.