Lo que no se puede decir - Capítulo 3

Esto era pura droga, siempre te hacía desear un poquito más la siguiente vez. `Y hasta aquí las estupideces por hoy, chaval. `, se dijo.

La situación era de lo más ridícula. En la parte de la película que se suponía que era más emocionante, Lucy ya empezaba a cerrar sus ojos… parpadeaba muy lentamente. Alex estaba tratando de poner su atención en los actores de la pantalla, pero si en la parte de los créditos le hubieran preguntado algo de la trama, quizás habría acertado dos preguntas de cinco.

Y ahora es cuando descubrió que en otra vida él tenía que haber sido alguna cómoda o mueble de la habitación de alguna mujer. Lucy estaba situada entre la almohada y él, y sería lógico que, si estaba a punto de dormirse, girase su pequeño cuerpo hacia la derecha, hacia la parte blandita y mullida de la cama, la almohada. Pero en su lugar ya hacía rato que las pestañas de Lucy hacían leves cosquillas en la piel de Alex. Tenía la mitad de su rostro enterrado en la parte baja de su hombro, y su pequeña boquita expulsaba el aire de manera acompasada, la cual le había puesto la piel de gallina, los pelos totalmente hacia arriba.

Dios… Era imposible que esta nimiedad me estuviera alterando tanto, maldijo.

Alex no estaba esperando a que acabase de una vez la maldita película, sino a que Lucy se durmiera de una vez y tuviese una excusa totalmente viable para no permanecer más en esa habitación, en la que había soñado tantas veces que…

¡No, no! Mantén la calma, estúpido.

Se intentó centrar en cualquier otra cosa, y movió sus ojos a cualquier cosa que no estuviera a su derecha. Vio las fotos de Lucy, y todas ellas incluían a personas de la familia. Ella con todos, en viajes o en situaciones totalmente normales. Agudizó un poco más la vista, y vio que encima de la estantería de las figuritas de hadas y brujitas que tanto le gustaban a Lucy había en medio una foto de ellos dos, sentados en la habitación de Alex, en el suelo con un montón de libros, estudiando, y parecía que lo estaban pasando en grande. Los dos parecían disfrutar de ese momento con el otro… Eran los momentos que más apreciaba Alex sobre otra cualquier cosa, el estar a solas con Lucy en su habitación… y como se suponía que estaban estudiando se mandaban notitas en trozos arrugados de papel con chistes y observaciones cómicas de las lecciones. Ella siempre encontraba algo gracioso hasta en la nariz de algún personaje histórico.

Era algo que atesoraba, un recuerdo valioso.

Sus pensamientos fueron cortados por un cambio en su hombro. Ahora el cuerpo de Lucy marcaba más resistencia y parecía que por fin ella se había rendido y estaba dormida finalmente. Esperó unos minutos hasta que se aseguró de que su respiración era acompasada, y luego procedió a moverse lentamente mientras dejaba que el cuerpo de Lucy se apoyara suavemente sobre el lugar que él había usurpado antes. Antes de que su cabeza tocara el colchón, ágilmente cogió la almohada y la colocó debajo de ella.

Estaba inclinado sobre ella, encima de su cama, y los pensamientos impropios habían aflorado otra vez, y lo único que podía pensar era en ella.

La pequeña camiseta de tirantes dejaba ver algo más que sus brazos y su cuello, sino que había bajado hasta ver la parte superior de su sujetador. Tragó saliva. Ya no controlaba más sus instintos.

Su mano se acercó al brazo para acariciarlo con el dorso de los dedos, de arriba abajo, despacio. Parecía responder a sus caricias, pero quizás no del modo que él esperada, pues todo el cuerpo de Lucy se puso bocarriba en la cama. Alex se detuvo al momento, y un ligero sudor frío le recorrió el cuerpo, temiendo que le pillaran en esta situación que no podría explicar de manera racional.

Un minuto pasó hasta que volvió a escuchar la respiración acompasada y tranquila de Lucy. Seguía durmiendo. Alex suspiró tranquilamente de alivio. No le habían pillado.

Pero ya había sobrepasado la línea, y tenía ganas de más. Si ella estaba dormida…

Se acercó a su rostro, esa carita que tenía grabado a puro fuego en sus deseos. Los labios de Lucy estaban entreabiertos, y en algún lugar lascivo de su mente a Alex se le ocurrió pensar que esos labios estaban pensados para ser besados, de una manera suave y delicada. Su cara estaba frente a la suya, y el aliento de Lucy le deslizada por sus mejillas. Estaba a punto de…

Las llaves de una puerta resonaron en el oído de Alex, y su pepito grillo particular le estaba reprendiendo de mil maneras distintas al recuperar la cordura. Por segunda vez, Alex se paralizó por lo que estaba haciendo, y esperó unos segundos. No eran las llaves de su casa, sino la de sus padres, en frente de la suya. Aquí no iban a entrar… de momento.

Vale, hasta aquí hemos llegado. Lárgate de aquí, idiota.

No se había movido, pero estaba reprimiéndose de las ganas que tenía… Después de todo, era un hombre. Podría… pero al menos sí podría llevarse algo que también había hecho alguna vez, para aguantar la tentación un poco más.

Pasó de largo los labios de Lucy, su nariz  y sus ojos, y se paró en su frente, donde apoyó levemente sus labios y dio un ligero beso, como queriendo decir “Buenas Noches, Princesa.”.

Esto era pura droga, siempre te hacía desear un poquito más la siguiente vez.

Y hasta aquí las estupideces por hoy, chaval., se dijo.

Se incorporó de esa maldita y afortunada cama, colocó y apagó el ordenador de Lucy y salió por la puerta de su habitación.

Alex sonreía con amargura. Mantenerse en este límite era lo único que podía hacer. Lucy era su querida “hermanita”. Se adentró en su habitación y cerró la puerta.

En ese momento, cuando escuchó la puerta cerrarse, el corazón de Lucy iba a cien por hora, su respiración era agitada y tenía los ojos muy abiertos.