Lo que no se puede decir - Capítulo 2
En ese momento Lucy cambió su expresión. Le miraba con desaprobación, como si la hubiera rechazado descaradamente aun sabiendo que los dos tenían hambre y que él había dicho que no cuando le preguntó de cenar juntos.
Lucy estaba en la entrada de la puerta, y en cuanto vio a Alex se acercó para ponerse a su lado. Él no dijo nada, pero con un pequeño asentimiento de cabeza fue como darle permiso a estar ahí con él. Llevaba un pequeño pijama conjuntado de pantalón corto y camiseta de tirantes.
Lucy extendió su mano para arrebatar el cigarro encendido de su mano. Estaba a la mitad de consumir, y ella dio una pequeña y suave calada al cigarro, y expulsó el humo por la ventana.
- No deberías fumar.- la reprendió con un suspiro.
Levantó el cigarro y arqueó una ceja, como si le estuviese diciendo exactamente lo mismo. Estaba divertida y contraatacaba con sus mismas armas.
La quitó el cigarro a Lucy y dio una calada. Mientras él ahora expulsaba el humo, pudo observar por el rabillo del ojo que ella estaba expectante de algo.
De todo este embrollo que surgió desde el primer día hasta este mismo momento es lo que le fastidiaba (y alegraba como a nadie) era la capacidad que tenía para entender lo que quería decir Lucy sin que mediara palabra entre ellos.
Sus gestos, su mirada… había sido casi innato para él saber qué quería o qué necesitaba Lucy con sólo mirarle.
Lucy levantó las cejas y puso las manos sobre sus rodillas, como un acto de sumisión.
- Ahora no me apetece cenar, Lucy, pero gracias.
En cuanto escuchó su respuesta, volvió a su postura inicial y ni hizo ningún gesto más. Se quedó con él mientras encendía un segundo cigarro. Necesitaba fumar un poco más si ella estaba cerca, pues fuera de casa no precisaba de ello.
Lucy cogió el cigarro y le dio una única calada a éste. Era sin duda una mala manía. Sólo fumaba de lo que él tenía, y tenía que estar empezado. Ella siempre rechazaba los cigarros intactos. Alex suponía que era por no fumar más de lo que se podía permitir, o por no quitarle el poco tabaco que podía conseguir al ser menor de edad aún.
Le devolvió el cigarro, y pensó en lo afortunado que era este condenado cigarro por haber tocado el designio de sus deseos. Maldijo internamente.
Tuvo que respirar hondo para relajarse, pues empezaba a no controlar sus pensamientos.
Lucy buscó la mirada de Alex mientras se levantaba, y con un asentimiento se fue de su habitación y encendió la luz de la cocina, y oyó los platos y cachivaches. Lucy se estaba haciendo la cena.
Sin ella cerca, sus pensamientos volvieron a un cauce normal, pero su agonía volvió. ¿Cómo poder estar cerca de ella sin estar deseándola a cada minuto? Se tumbó en la cama y esperó a que la luz de la cocina se apagase.
Ahora era su turno. Podía cenar tranquilamente si ella estaba en otra habitación, y podía evitar cortarse un dedo con un cuchillo si estaba cerca. Ya había pasado más de una vez, y otras tantas cosas que pasaban cuando estaban juntos en la cocina. Su familia pensaba que era un cocinero espantoso y que tenía que alejarse de los fogones, pero no era así. Lo que pasa es que tanta distracción le estaba costando quemaduras de tercer grado y posibles heridas de guerra.
Abrió la nevera de la cocina y cogió el jamón en lonchas, el queso y tomate para hacerse un sándwich rápido y volver a su escondrijo lo antes posible.
En cuanto cerró la nevera observó la cara de su “hermana” en la puerta de la cocina. Le estaba mirando fijamente y tenía las mejillas hinchadas a propósito y los labios apretados para que no se escapara el aire. Le miraba con enfado.
Parecía un adorable pez globo hinchado. Alex no pudo reprimir una sonrisa por lo gracioso de la situación.
- ¿Sabes que eso que haces es de mala educación?- preguntó entre risas.
Lucy se acercó, y señaló los productos que había sacado de la nevera, con enfado.
- Ya te dije que no tenía hambre antes, pero ahora sí tengo.- intentó disculparse, pero eso sólo hizo que ella hinchara más todavía las mejillas y pareciera más enfadada.- Sólo voy a hacerme un pequeño bocadito para matar el gusanillo, nada más…
Lucy se acercó lentamente a un armario superior de la cocina y sacó de él un sándwich ya hecho con los mismos productos que él había sacado de la nevera. Lo había escondido para dárselo a él.
Obviamente, le había pillado de pleno.
Lo puso a su lado y le miró con una cara ofendida, pero al mismo tiempo esperaba su aceptación para ver si era de su agrado. Alex suspiró, indicando rendición.
- Gracias…
En ese momento Lucy cambió su expresión. Le miraba con desaprobación, como si la hubiera rechazado descaradamente aun sabiendo que los dos tenían hambre y que él había dicho que no cuando le preguntó de cenar juntos. Sin palabras, claro.
Alex tragó saliva de un modo audible. Estaba claramente arrepentido. Por nada del mundo quería hacer sentir mal a Lucy, pero si no escapaba de ella…
Lucy guardó el jamón, el queso y el tomate en la nevera, y cogió de la mano a Alex, mientras éste cogía con la mano libre el plato con su cena.
Le llevó a su habitación, y allí Lucy le enseñó una lista de películas que había en su ordenador. Quería que vieran alguna de ellas juntos. Eligió una al azar, sabiendo que la película no iba a ser su centro de atención. Se acomodó en la cama de Lucy, dejando algo de espacio, mientras ella giraba la pantalla para que pudieran verla desde la cama.
Ella cogió su propio sándwich y se acurrucó al lado de Alex. Éste se puso rígido, como un gato al que estaban salpicando con agua. Estaba rozándolo hombro con hombro.
Dios, ¿cómo una personita tan pequeña puede alterarme tanto?
, pensó Alex.
Agónicamente también pensó en cómo iba a soportar dos horas de película, en la que una hora Lucy estaría despierta y a la mitad de la peli ella estaría dormida plácidamente sobre su hombro.
Miró al techo como esperando una respuesta a todo esto.