Lo que me enseñó Maribel

Un matrimonio me alquiló una habitación en su casa y la mujer me abrió una puerta nueva de sensaciones.

Hay veces que nada es lo que parece. Momentos en que aquello que habías considerado deleznable, indigno y malo para el cuerpo y la mente se transforma en una brisa refrescante y alegre que te acaricia la cara y te abriga el alma. A veces algunos tenemos la suerte de encontrarnos con personas que nos llevan a esos momentos y nos liberan de tantas y tantas cosas que impiden que desarrollemos nuestra felicidad en todos sus ámbitos. Esta historia habla sobre una de esas personas a los que yo tuve la suerte de encontrarme cuando tenía veinte años. Espero que resulte de vuestro interés.

Recién cumplido los veinte años me tuve que trasladar de ciudad para estudiar la carrera lejos de mi casa. Mi familia y yo habíamos contactado con un matrimonio que alquilaba una habitación en su casa y quedaba muy cerca de la facultad. Me despedí de mi padres y con mi maleta llena de libros cogí el tren que por primera vez iba a separarme de mis seres queridos. Al llegar a mi nueva ciudad cogí un taxi que me llevó directamente a la dirección que por teléfono me había dado el matrimonio. Era un edificio de clase media muy cerca de donde iba a estudiar la carrera así que ya de primeras me pareció un buen sitio. Toqué al timbre y enseguida se escuchó ruido de tacones que correteaban por el pasillo de la casa y cuando se abrió la puerta apareció ante mí una mujer de unos treinta y siete o treinta y ocho años enfundada en un ceñido vestido rojo de una sola pieza con un generoso escote y el pelo rubio bastante corto.

  • Hola!!! Tú debes ser Javi, cómo me alegro de que ya estés aquí.

Y dicho esto y antes de que pudiera responder se abalanzó hacia mí y me dio un largo abrazo a la vez que me plantaba dos sonoros besos en la mejilla. Me cojió de la mano y me introdujo en el piso a la vez que llamaba a su marido:

  • Antonio !!!!! Ya está aquí el chico !!!!

Al final del pasillo apareció un hombre bastante mayor que ella, calvo y una prominente barriga:

  • Hola chaval, me alegro que ya estés aquí. Trae para acá esa maleta.

La mujer se llamaba Maribel y agarrándose de mi brazo me enseñó toda la casa y al llegar al que iba a ser mi cuarto me advirtió:

  • Como puedes ver huele mucho a pintura . Lo pintamos hace dos días para que estuviera bonito a tu llegada pero no se ha secado lo suficiente. Así que habíamos pensado que lo mejor era que esta noche durmieras con nosotros. El sofá es realmente incómodo así que nosotros no tenemos ningún problema en que duermas en nuestra cama con nosotros, es muy muy ancha y sólo será por esta noche.

En ese momento en el que te encuentras en casa ajena, con veinte años y todo te desborda un poco lo único que puedes decir es lo que salió de mis labios:

  • De acuerdo.

  • Estupendo, entonces sácate lo imprescindible para ducharte y si quieres te pones ya el pijama que enseguida cenamos.

Me duché en el único baño de la casa un poco desconcertado por la situación y acudí a la cena ya en pijama. Mientras cenábamos y el matrimonio me bombardeaba a preguntas sobre el viaje y mis estudios empecé a reparar en la belleza salvaje de Maribel. A pesar de su latenten madurez era una mujer increíblemente atractiva. Tenía unos labios muy gruesos y carnosos que acariciaban la comida antes de ser masticada, sus pechos se adivinaban muy grandes y voluminoso y no sé por qué pero imaginé que los coronaba un pezón de aureola ancha y cálida. Sus caderas también eran muy generosas al igual que sus piernas. Yo había tenido relaciones con chicas de mi edad pero no con ninguna que pudiera parecerse a la mujer con la que me disponía a convivir. El marido parecía muy buena persona, bastante callado y al que se le adivinaba que lo que le gustaba era no tener problemas y disfrutar de la tranquilidad y su prejubilación. Más tarde vimos un poco la tele y por fin llegó el momento de irse a la cama. Estábamos lo tres en el dormitorio delante de una cama de matrimonio muy amplia e intentando dilucidar cómo íbamos a dormir:

  • Yo pienso que lo mejor es que yo esté en el centro – dijo Maribel – Verás, es que Antonio ronca mucho y como te pongas a su lado no te va a dejar dormir nada.

  • A mí me parece bien – respondí mientras observaba cómo Antonio ya estaba introduciéndose en la cama.

Maribel se quitó la bata y se metió en la cama con un camisón que le llegaba por las rodillas así que no pude ver nada que me acompañara en mis sueños. Los tres nos pusimos de lado, tipo posición fetal para que cupiéramos mejor en la cama. Nos dimos las buenas noches y Maribel apagó la luz. Yo sentía perfectamente sus pechos contra mi espalda y cómo se movían levemente con su respiración. A los pocos minutos el marido empezó a roncar sonoramente. Yo empezaba a coger el sueño cuando Maribel en total silencio deslizó una mano debajo de mi pantalón y empezó a acariciarme una nalga. Mi pulso se aceleró al instante. Me la acariciaba suavemente y de vez en cuando me la agarraba fuerte. Cuando había pasado un par de minutos me separó un poco las dos nalgas y me introdujo parte de uno de sus dedos. Estuve a punto de saltar de la cama y ponerme a gritarle pero por alguna razón no lo hice. Entonces se acercó por detrás hacia mi oído y me susurró:

  • Ahora voy a meterte todo el dedo y voy a dormir toda la noche así, con mi dedito dentro de tu culo y no se te ocurra decir esta boca es mía. No sólo vas a aprender cosas en la universidad, preciosidad.

Y dicho esto me introdujo el dedo entero dentro de mí, yo tuve que morder la almohada para gritar.Maribel ya no volvió a decir nada y su respiración se hizo regular, realmente se había quedado dormida así. Los primeros minutos fueron muy desagradables para mí pero poco a poco mi esfínter fue dilatándose y acostumbrándose a su dedo que me había metido hasta dentro. Sin saber muy bien qué hacer finalmente me quedé dormido mientras su marido no paraba de roncar.

A la mañana siguiente sonó el despertador y mientras su marido se levantaba para apagarlo e ir al baño Maribel se pegó a mi oído y me dio los buenos días mientras muy despacio iba sacando su dedo de mi culo a la vez que lo movía sinuosamente. Me incorporé para mirarla y me sonrió abiertamente:

  • He dormido de maravilla.

Desayunamos los tres juntos y yo me despedí de ellos para empezar mi primer día de universidad. En las clases no podía dejar de pensar en la noche anterior y tuve más de una erección recordándolo. Cuando llegué a casa me encontré a Maribel en mi cuarto. Había ordenado todos mis libros y guardado la ropa de mi maleta. Llevaba sólo una bata roja y blanca y se notaba que no tenía puesto sujetador. La saludé bastante serio y ella se acercó a mí:

  • Antonio ha ido a comprar el periódico y a dar un paseo por el parque. Siéntate un momento quiero hablar contigo, sé que estás algo enfadado.

Me senté en la cama y ella se sentó a mi lado.

  • Sé que puede ser muy desconcertante para ti lo que te hice anoche. Me encantaste desde que entraste por la puerta y supe enseguida que nos íbamos a llevar muy bien. Mi marido ya no tiene erecciones y hemos tenido que buscar maneras alternativas de sexo para que disfrute y yo necesitaba divertirme con alguien más. Si te molesté anoche lo siento. Para pedirte perdón había pensado en hacerte una mamada, ¿ qué te parece ?

Yo que había estado escuchando muy atentamente al oír eso no pude más que reírme con la típica risa nerviosa y le dije que estaba de acuerdo.

  • Ya sabía que nos íbamos a entender – dijo Maribel sonriéndome.

Me quitó el cinturón y después los pantalones. Me bajó los calzoncillos muy lentamente hasta que asomó mi capullo hinchado y enrojecido por la situación. Empezó a acariciármelo con la yema de su dedo mientras me miraba fijamente a los ojos. Lentamente se fue inclinando hasta que se metió todo mi miembro en la boca. Sus labios gruesos subían y bajaban matándome de placer. Caí de espaldas en la cama mientras ella seguía pidiéndome perdón de aquella forma tan maravillosa. Cuando ya llevaba un rato así dejó de chupármela y empezó a besarme la boca apasionadamente metiéndome la lengua hasta la garganta mientras con la mano me masturbaba a un ritmo frenético. No tardé en correrme sin que ella dejara de masturbarme y besarme. Nos interrumpió el sonido de una llave en la puerta y la voz de Antonio avisando que ya estaba en casa. Maribel sin decirme nada se incorporó y salió de la habitación corriendo mientras yo cerraba la puerta y limpiaba todo como podía. Comimos hablando de todo un poco y cuando Antonio se levantó para coger la fruta de la cocina Maribel se inclinó hacia mí y me susurró:

  • Esta noche a eso de las doce asómate con cuidado a nuestro dormitorio, habrá un momento en el que podrás entrar y follarme mientras yo me follo a mi marido.

  • Eso es imposible. ¿ De qué estás hablando ?

Maribel sonrió maliciosamente y me dijo:

  • Hay muchas formas de follarse a un marido.

Pasé toda la tarde en mi cuarto pasando a limpio los apuntes de clase y después de cenar me despedí alegando que estaba muy cansado. Vi una película en la tele de mi habitación y cuando dieron las doce me acerqué descalzo y de puntillas al dormitorio de matrimonio. La puerta estaba entornada y al abrirla un poco nunca olvidaré lo que me encontré. Antonio totalmente desnudo se encontraba a cuatro patas encima de la cama y con un antifaz de esos que se usan para dormir puesto. Maribel también desnuda de rodillas sobre la cama acariciaba el culo de su marido. Los pechos de Maribel eran increíbles, grandes y carnosos con unos pezones como yo había imaginado. Maribel miró hacia la puerta y al verme me guiñó un ojo mientras me hacía un gesto para que espera un poco más. Se levantó y sacó del armario un arnés con un pene de goma. Se lo ajustó a la cintura y volvió a ponerse de rodillas detrás de Antonio. Le abrió bien las piernas y empezó a metérselo mientras Antonio gemía débilmente. De repente de una sola embestida le metió el aparato entero mientras Antonio profería un grito que llenó toda la casa. Maribel empezó a embestirlo a un ritmo constante mientras me hacía una señal para que entrara en el dormitorio. Entré y me quité toda la ropa. Me puse también de rodillas en la cama detrás de Maribel y le agarré los pechos con las dos manos. Empecé a masajearlos mientras ella no dejaba de follarse a su marido que a su vez no paraba de gritar de placer. Maribel se reclinó apoyando los pechos en la espalda de Antonio para besarle en el cuello con lo que me dejó su coño totalmente a la vista. Sin pensarlo dos veces y con mucho cuidado de no tocar a Antonio se la metí por detrás a Maribel y empecé a follármela con el ímpetu que mi juventud me facilitaba. Así que allí estábamos, follándome a esa pedazo de mujer mientras que ella le daba por culo a su marido. Maribel volvió la cabeza hacia mí y gritó:

  • Oh Dios, cariño me encanta !!!!

A lo que Antonio contestó:

  • Y a mí preciosa, no pares por favor !!!!!

Estuvimos así bastante tiempo, yo dándole por detrás a Maribel mientras ella agarraba las caderas de su marido y lo enculaba al mismo ritmo que yo me la follaba. El cabecero de la cama golpeaba con fuerza contra la pared. Maribel se corrió en el mismo momento que yo, mientras yo no podía emitir ningún ruido ella no paró de hacerlo:

  • Aaahhhhh, qué gusto, qué barbaridad, cómo me siento….

Antonio también gritaba:

  • Oohhh, cariño, ha sido la vez que mejor me has follado, me has dejado listo para una semana, me ha encantado mi reina.

Y esto fue sólo el primer día. Si queréis saber más no tenéis nada más que escribirme a olasdespuma@hotmail.com prometo responderos a toda/os. También si queréis que os escriba un relato por encargo podéis pedírmelo. Espero vuestros correos.