Lo que le paso al chongo.

Su oficio el más viejo del mundo. Su vida el intercambio de sexo por dinero de hombres ricos. Pero un dia le pasó algo que rompería todos sus esquemas

No soy de contar con lujo de detalles cómo se desarrolla mi trabajo.  Es un oficio bien conocido y antiguo.  Se gana bien, se conoce gente, a veces es divertido, pero claro, tiene sus contras.  Es un trabajo que sólo se puede desempeñar  por un período corto de tiempo: como le pasa a los futbolistas, o a los atletas. Cada año que pasa,  tu potencial se desvaloriza,  Además está mal visto socialmente (como si a uno le importara un carajo la opinión ajena), y a veces, bastantes veces, tendrías ganas de estar en otra parte y no en el ejercicio de tus funciones.

Por si no adivinaste, perejil, , yo soy escort, taxi boy, trabajador sexual, chapero, mostacero, chichifo,  acompañante masculino, muchacho de alquiler, agente del deseo,  puto, prostituto o como me quieras llamar.  Aunque algunos de mis clientes son internacionales de ahí que sepa sinónimos de España, Chile, México, yo prefiero que me digan chongo, palabrita del argot argentino que se utiliza para designar el prostituto que cobra por hacer de activo con otros hombres. Te juro que no me va ni me viene cómo me llames pero si crees que me ofendés.  mejor pagame  bien  y por anticipado y yo te permito que me insultes,  mientras te hago vivir la película que quieras, sin rencores lo digo eh.  Soy un profesional.

En mi vida, las viví todas: desde la seducción de un maestro a los siete años, el abuso sexual de un tío no recuerdo a qué edad, los primeros escarceos a los doce y trece años con un amigo menor a mí, y finalmente la búsqueda de lucro, ejerciendo mi oficio de dador de “amor” por un precio, aprovechando de este cuerpo y de esta flor de pija que me dio la naturaleza o mi vieja (a mi viejo le reconozco nada, porque nunca supe quién carajo fue),

Me puse de nombre de guerra, Frazer y asi me conocen en ciertos ambientes exclusivos de hombres ricos,  generalmente casados, poderosos, influyentes y muy pero muy putos,  que me van recomendando entre sí.  A esos les gusta la pija más que la plata.   Y con su plata alquilan mi garcha, periódicamente.  Y yo no la regalo: no soy mercadería de segunda, y me cotizo muy bien. No hago rebajas ni liquidaciones.  Soy puto de alta gama, me entendés ?.  Soy bien macho de cuerpo y alma y eso atrae a mucho puto rico, como la luz a los mosquitos.  Siempre exagero mi masculinidad, para que los clientes cumplan la fantasía de casi todos, hacerlo con un heterosexual. O sea que se los coja un macho de veras.  Y yo me los garcho por plata, mucha plata. Otra de mis cosas, es exagerar mi rusticidad, mi ordinariez, la vulgaridad de mi lenguaje en la cama, antes y después,: eso también los calienta mucho. Lo mío es puro teatro, papi, pero yo ni piso el escenario.

Tengo una página en internet donde ofrezco mis servicios,  que me la diseñó una loca destacada en el ámbito publicitario, Raul Piña, conocido en la intimidad, y para los amigos,  como Rosarito, al que le encantan que le orinen encima y lo insulten.

En mi página se dice algo sobre mí , sobre mis 24 cm. por 6,5 cm de pura carne sexual argentina, mi 1,83 m., mis 78 kg, pelo castaño claro ojos marrones Bien macho y peludo, participativo  y cien por ciento activo. También sobre mis veintitrés abriles (en realidad tengo 26)  Que voy a hoteles y departamentos privados y que también viajo al interior, claro que con todos los gastos pagos.

Mi rutina de siempre es, trabajo, ducha, gimnasio, cama solar, alguna salida a algún antro de moda, y descanso.   Como decían las abuelas, el sueño prolongado  es un buen baño de belleza y yo lo tengo en cuenta. Vivo de mi cuerpo. Mis clientes saben de antemano cuales son mis virtudes, mis exigencias y qué prestaciones ofrezco.  Yo soy sólo activo , dice mi aviso.  O sea no me doy vuelta.  Si quieren un pasivo que lo busquen, en otro lado,, porque a mí me gusta ponerla y no que me la pongan, aunque fuera por plata. Lo digo en serio, no te rías, perejil.  Tampoco beso. No me gusta besar lenguas que no sé en qué lugar estuvieron antes.

Un ganadero ya mayor, padre y abuelo, podrido en guita, miembro de una familia tradicional muy bien constituida que había contratado  mis servicios para que lo visitara en una suite de un hotel de categoría, me puso en contacto con un primo suyo, dueño de campos en el interior de la provincia, y durante una visita a la ciudad, este hombre que llamaremos Emilio, me llamó por teléfono invocando el nombre del ganadero (yo sólo trabajo por referencias) y dijo que quería contratar mis servicios. Recuerdo que era un día jueves y quedamos en vernos el siguiente domingo.  Apunté la dirección, el número de celular de Emilio, y al lado de su nombre anoté primo de G. (el ganadero).  Emilio paraba en un departamento de una zona distinguida de la ciudad, y allí fui con mi bolso, y mi ropa de guerra: una camiseta negra sin mangas muy “rollinga” con un dibujo de una lengua roja gigantesca , y unos bermudas haciendo juego que destacaban mis atractivos más evidentes. Anteojos oscuros de marca que una vez le robé a un cliente y mucho gel en el pelo.  Como hacía calorcito, era el fin del verano, me puse unas ojotas, chanclas, chancletas o como le dicen en Colombia, unas “tres puntás”.

Una vez que Emilio me hizo pasar por el portero eléctrico, me dirigí al piso 20 y toqué el timbre de la puerta.   Tardó en venir y cuando me abrió encontré a un hombre de unos sesenta y ocho  años, cabello blanco brillante y muy bien peinado, ojos celestes muy claritos, cara algo enrojecida y bastante arrugada, pañuelo de seda al cuello, y en silla de ruedas. Me dijo soy Emilio, pasá y yo pasé, todavía sorprendido de encontrarme con un hombre discapacitado.

Te asombra, me preguntó.  Le dije que no. Estoy acostumbrado a todo, quédese tranquilo le dije.  Me costó tutearlo.   Me dijo su nombre y me preguntó cuánto cobraría, le dije mi tarifa, y el fue con su silla de ruedas, hasta un pequeño cajón en una cómoda y sacó el dinero y  lo puso sobre un cenicero enorme de madera,  Está todo, preguntó, cuando observó que yo lo estaba contando y yo asentí con la cabeza.

Me convidó con una cerveza pero el solo bebió un poco de agua, y me miró.  Adivinó mi confusión, se dio cuenta que yo no sabía que iba a pasar.  Se me para todavía,  se me para, no camino pero la pija se me pone dura muy seguido, quedate,  tranquilo dijo.. Pareces tenso…..

Yo no estaba acostumbrado a este tipo de conversaciones.  Siempre con los clientes voy al grano, sin demasiado preámbulo mi tiempo es oro, y no lo malgasto.

Bueno me alegra que se le pare, dije y lo miré y esos ojos claritos me envolvieron como queriendo descubrirme.

Se acostó en la cama, con dificultad pero por sus propios medios, luego de sacarle el cobertor y me pidió que lo desnudara.  A veces hay clientes que se calientan con que uno les saque la ropa a la fuerza, incluso que se la desgarre simulando pasión pero el pidió que lo hiciera despacio.  Su cuerpo era fuerte, sus piernas eran gruesas, su torso apenas velludo, sus brazos fuertes de hombre acostumbrado al ejercicio y su pija , cuando le saqué el bóxer de algodón blanco que la cubría,  noté que era enorme , el tipo estaba dotado como un caballo , se lo dije y se sonrió por primera vez, una sonrisa triste, apenas esbozada.

Esa primera vez, me pidió que me desnudara luego de criticar mi indumentaria: me dijo que vestía como un tipo sin clase, y que mis ojotas eran inaceptables.  Nunca te presentes así otra vez agregó, como si pensara que yo iba a volver.

Le dije quedate tranquilo,  no repito clientes.  Asi que mejor cállate un poco y dejá que te lleve al cielo, viejito , contesté insolente y grosero. En bolas los dos, me atreví a tutearlo.  La desnudez iguala.  Supuse que como otros tantos de estos señores ricos, deseaba: un chongo ordinario y procaz, de lenguaje elemental y super varonil , que les rompiera el culo.  Pero ante mis palabras el tipo me miró con rabia, con esos ojos claritos fíos y me dijo vestite , ponete esa ropa ordinaria y mandate a mudar.  A mí no me hablás así, sabés… Terminó y dio vuelta la cabeza mirando a la ventana.  No me importaba.  El dinero ya lo había embolsado y la reacción histérica  del man me entraba por una oreja y me salía por la otra. Salté de la cama y me puse la remera y él me retuvo.  Había una urgencia y una necesidad en él, que me asustó y cuando quise liberarme de la presión de su mano, me pidió perdón y me dijo quedate,,  vos no tenés la culpa.  Me saqué la remera, tiré a la mierda el slip y me acosté a su lado.  Su perfume era intoxicante, dulce, como si toda su fiereza se viera compensada con la delicadeza de su colonia. Me subí sobre su cuerpo y dejé que me la hiciera parar con una chupada de su boca de labios finitos como rayas paralelas.

Chupó y se la metió mi verga hasta el fondo de la garganta sin el menor signo de ahogo. Mi pija estaba dura, gorda, completamente al palo.   En un momento creí que me iba a correr pero lo evité desviando su cara y acariciando su nuca. No puedo acabar con todos los clientes, obviamente.

El levantó la mirada, esa mirada de ojos celestes y se sonrió extenuado.  Vi su cuello enrojecido y traspirado, y me tiré a su lado con la pija todavía erecta, humedecida por su saliva y palpitando como si fuera el parabrisas de un auto.

De pronto me sentí cansado, lánguido, con la respiración acelerada como si quisiera hacerle eco a la suya.   Cerró los ojos y me tomó la mano entrelazando sus dedos con los míos.  Y no sé porque no me desenganché.  Por qué razón inexplicable dejé que sus dedos frios se adosaran a los míos,  y casi tuve miedo de flaquear, de ser conquistado por un vampiro de piel helada que me agarraba con una fuerza enorme

Cuando recuperé el aliento,  me vestí,, dije  buenas tardes y me fui.  En el ascensor que me llevó esos veinte pisos hasta la calle, todavía podía oler su colonia tan persistente y tan dulce. Pero aquellos dedos fríos sosteniendo mi mano me dieron un temblor.  Me estoy engripando,,  pensé.

El sábado siguiente me volvió a llamar. Quiero que vengas mañana me dijo.  Le contesté lo de siempre, que no repetía clientes.  El no aceptó la negativa, te pago el doble dijo y yo me quedé callado.   Qué te pasa, te doy asco, preguntó.   No, para nada le dije, pero tengo una regla, no repito mis clientes.  Tengo demasiados interesados, no necesito convertirme en el juguetito de nadie.   Yo no dije que quería que fueras mi juguete dijo.  Venite mañana a las tres de la tarde y repito , te pago el doble.  Cortó la llamada sin dejarme contestar.

A mi me gusta el vil metal tanto o más que a vos.  Vendo mi cuerpo porque me gusta vivir bien, tener plata, mucha plata.  No soy rico pero me doy mis gustos y hasta ahorro para cuando se me venga la noche, se me caiga el culo hasta el suelo y nadie me quiera….

Pero no quería dar mi brazo a torcer aunque me pagara el doble de mi tarifa.  No quería volver a sentir su mirada clarita como de desprecio.  Ni que le contara a nadie que con él, iba todas las semanas.  Uno tiene una imagen.   Un “prestigio” que defender. Me desnudé me acosté y en mi almohada me pareció oler su perfume dulce y penetrante.  Me dormí sin darme cuenta, Me desperté angustiado.   No iría pensé. En eso se largo a llover. Llovió todo el dia.

A las tres en punto de la tarde del domingo estaba tocando el timbre en su puerta, y el me abrió al rato, vestido elegantemente con su pañuelo al cuello, su perfume intoxicante,  su mirada de ojos celestes, su cara enrojecida y arrugada y su silla de ruedas.

Yo me había vestido con cierto cuidado, y llevaba unas zapatillas caras, negras de basketbol pero estaba todo mojado.  Hasta las bolas me había mojado bajo la lluvia y ni se me ocurrió guarecerme bajo un toldo, o protegerme del aguacero.

Estás empapado observó.  Andá,  pegate una ducha caliente que yo te alcanzo un toallón me dijo, mientras dejaba mi tarifa duplicada en el mismo lugar que la semana anterior.

Me saqué la ropa y me metí al baño y abrí el agua caliente temblando, no se si de frío.  Al rato el me abrió la puerta, y dejó un toallón color beige para que me secara y se quedó ahí, sentado en la silla de ruedas, mirándome mientras yo dejaba caer el agua caliente sobre mi piel, y me enjabonaba, el pecho, las axilas, el culo, la pija los brazos, las piernas, las bolas.  El miraba y yo comencé a hacer un show como si fuera un stripper sólo para él y Emilio comenzó a pajearse por encima del pantalón de su pijamas. Sos hermoso me dijo, mientras su respiración se hacía entrecortada.

Acabó muchísima leche y cuando terminó cerré la ducha y comencé a secarme.   Alcanzame una toalla placard me dijo, y yo se la enjaboné parcialmente con agua tibia y cuando lo hice se limpió la pija, el pubis, las inglés cuidadosamente.

Fui hasta el dormitorio y comencé a vestirme y el que me siguió dos minutos después y me pidió que no me fuera. todavía. Hablemos un ratito me dijo y en sus ojos vi como una súplica que al principio no entendí.   Soy puto no tengo temas de conversación le dije.  No lo creo me contesto y me pidió que al menos lo escuchara a él.   Lo ayudé a acostarse en la cama y me acosté a su lado semi desnudo. Hablamos mucho en la penumbra, y algo me hacía quedarme , era como un hechizo, un embrujo, una atracción a ese lugar, a ese instante, a su voz, a sus preguntas y a sus respuestas. Me sentía fascinado por su historia, por los lugares que conocía, por la vida que había tenido.

Cuando me incorporé para irme, me preguntò mi nombre y cuando se lo dije  me dijo que “no pegaba” con mi condición de chongo.   ¿Qué chongo que se respeta puede llamarse José María ?

Fui hasta la puerta y me dijo Gracias y antes de que la cerrara acotó “hoy te viniste mejor vestido”.  No vió mi sonrisa en el espejo del ascensor. Pero me salió del alma.

Venciendo mi política de no repetir nunca un cliente, lo volví a ver todo aquel invierno, una vez por semana, previo compromiso de confidencialidad.  No se lo cuentes a nadie le pedí.  Un dia dejé de cobrarle. Si,  no te rias perejil , alguna vez incluso una mierda como yo, se tenía que permitir hacer el sexo gratis.

No voy a hablar de su enfermedad.  No quiero contar sus últimos días.  No me gusta recordar momentos tristes que me deprimen.  Solo recuerdo aquella vez, aquella vez en que hicimos el amor, y el me sonrió en la oscuridad.   Quiero acordarme de las palabras que repetía mientras mi pija lo penetraba hasta el fondo, mientras yo cabalgaba por su cuerpo como un potro desbocado, mientras su culo se aferraba a mi garcha y conmovía mis huevos.    Quiero recordar aquel momento en el que empezó a gemir y a gritar “cógeme cógeme cógeme” como un mantra, y yo lo bombeaba, lo penetraba, me hundía en su piel gastada y caliente hasta perforar sus últimas fuerzas. Hasta que los dos perdíamos el aliento.

No me preguntes, perejil, porqué recuerdo aquella noche.  Si es por el tremendo polvo que nos echamos, por nuestros cuerpos unidos largo tiempo después del orgasmo, por el milagro de sus manos acariciando mi cara, mi pelo como nadie lo había hecho nunca. Por las palabras bajitas que me dijo al oído mientras  yo llenaba su orto de mi leche por fin.   No sé porque recuerdo aquella noche, si fue por la colonia que me regaló antes de irme, que era su colonia.  O si fue porque afuera había tormenta y me pidió que me quedara a dormir.  No sé si porque me sorprendió su boca en mi pija chupándola despacito como para no despertarme, o porque se tragó mi leche, sin importarle nada.  Sos mi elixir de juventud, me dijo después

La verdad que no puedo decirte porqué tanto tiempo después recuerdo aquella noche: si fue por su mirada triste de ojos cansados y ya no tan fríos, o por el sudor de su frente, o por sus dedos entrelazados en los míos.  Mentiría si te dijera porqué recuerdo aquella noche, metido en sus entrañas, oliendo su perfume, besando su cuello, apretado a su pie . A veces creo,  que es porque esa noche, por primera vez en mi puta vida, me mordí los labios para no decirle “te quiero”.

galansoy

Vuelvo después de un cierto tiempo, y me encantaría que este relato lo valoraran y me escriban a mi mail (skipe) exlegal64@hotmail.com .