Lo que Laurita, mi chica caliente, me contó
...Y quedó en el auto, desnuda, y aún sentía inmensos orgasmos por lo que le había ocurrido y por la mirada de todos los curiosos...
Uno de los cuentos de Laurita, mujer ardiente
Esta es una de esas historias que le cuentan las amigas a uno, y no vale la pena desaprovecharlas. Primero, empecemos por lo básico: Laura es una mujer joven, de 23 años, con un culo envidiable, una cintura perfecta y ojos negros, como el color de su cabello, que resbala por unos hombros casi siempre desnudos, porque su ropa preferida siempre incluye blusas sin hombros, que permiten observar siempre sus hermosos hombros desnudos.
Aquí va lo que ella me contó, y luego quiso escribir.
Sucedió un día, como ella me lo contó, que ella iba a hacer unas compras en un centro comercial, bastante concurrido. Generalmente en este tipo de sitios, gran cantidad de hombres (personalmente los entiendo) lanzan miradas furtivas, aún estando acompañado de sus novias e incluso esposas, porque esta mujer, aunque baja de estatura, tiene un cuerpo absolutamente bien balanceado. Mientras observaba una vitrina, un grupo de 2 muchachos con una muchacha pasaron cerca de ella, y comentaban descaradamente:
Mujer, si te agachas un poco mejor ni te cuento -
Usted que camina y a mi que me baila
Eran algunos de los comentarios que hicieron cuando ya estaban cerca, y otras tantas cosas que ella no recordó, o tal vez no quiso recordar. La muchacha que los acompañaba se notaba un tanto seria cuando los comentarios habían subido un poco de tono, pero luego se reía porque alguno de ellos le hacía un comentario en voz baja que Laura no alcanzaba a oír. Ella, acostumbrada a que no hay salida sin algún grupo así, solamente les daba la espalda, y seguía observando la vitrina.
Sin embargo, hacía un tiempo que ella no tenía sexo con nadie, y ese día particular se sentía con muchas ganas de hacerlo. Luego de que ellos pasaran, ella se volvió a mirar como se marchaban, y les lanzó una sonrisa burlona a sus espaldas y luego cerró los ojos y mandó un beso al aire, pero cuando los abrió se dio cuenta que uno de ellos se había quedado viéndola, y por su mirada había captado el momento en que ella hacía el gesto del beso. Un tanto apenada, se sonrojó; momento preciso para que el muchacho se devolviera, y como ella no levantaba la mirada, él le dio un dulce beso cerca al cuello. Ella se levantó como un resorte y salió de su ensimismamiento: ¿quién era aquel desconocido para atreverse a tanto?
Mientras tanto, el otro chico se había acercado, y observaba a su compañero con una sonrisa. Laura se sentía muy molesta, pero a la vez se le habían erizado los vellos de la espalda ante el repentino contacto de estos labios. La chica, sin que ella se hubiese fijado, se había parado detrás, y se juntó con ella suavemente, y le dijo al oído: no te preocupes, aquí todos somos liberales; a mí me gustaste también, no solo a los chicos.
Ella se volteó indignada, pero al ver el rostro tan tierno y sincero de esa chica, un salto de duda la abarcó. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué simplemente no podía irse? La chica tomó su mano en silencio, y le dijo que no se preocupara, que se dejara llevar. Su voz era tan suave y cálida, y su mirada inspiraba tanta confianza, que sin pronunciar palabra, empezó a caminar con ellos. Luego de un rato, salió del lugar y se encontró en el parqueadero, algo oscuro y solitario, y sintió que ella se le acercaba, lentamente. Trató de alejarse: se sentía algo confundida. La detuvo el cuerpo de uno de los chicos, el más robusto. Sentía ese bulto por encima del pantalón, y eso la detuvo como si fuese una espada en la espalda. Ella se acercó lentamente, y pasó la lengua por todo el cuello de Laura, bajó un poco acercándose hacia sus tetas, y volvió lentamente y se introdujo en su boca. Eso la puso a cien, ahora estaba ardida en deseo, y se puso nerviosa, respiraba más rápidamente. Ella se dio cuenta de eso, igual que sus amigos, así que la tomó nuevamente de la mano, y la condujo hasta un auto que estaba en medio del parqueadero. Le dijeron que se sentara atrás, y cuando Laura se agachó para entrar en el auto, ella la empujó haciéndola caer de espaldas, y por la otra puerta entró uno de los chicos y hábilmente amarró las manos, mientras ella forcejeaba, un tanto asustada, pero se detuvo cuando sintió una mano de la chica tocando su pantalón por encima, masajeándole el culo, las piernas, lo que la relajó un poco y dejó que el otro la atara de manos. Ella le decía cosas como: para que lo disfrutes más, relájate, te gustará
Cuando ya tenía las manos atadas, sintió que entre sus manos le ponían algo: era el miembro de uno de ellos!!! Terminaron de introducirla en el auto, y sintió que la chica se le acostaba encima, y la ayudaba a girar sobre sí, mirando boca arriba, y empezaba a bajarse el pantalón en su rostro, mostrándole unas cortas braguitas, y luego dejaba en limpio todo su sexo. ¡Ahí, a pocos centímetros, el sexo descubierto de una mujer! Nunca lo había tenido, pero aquella chica ya estaba caliente, y se sentía el deseo de sexo. Laura sintió que le jalaban los pantalones, y con una chica encima, quedaba bastante imposibilitada de moverse o hacer algo, por lo que sin mucha dificultad se dejó quitar el pantalón. Empezó a masajear el miembro que no veía con las manos, mientras escuchaba jadear al chico que tenía detrás. La chica encima de Laura le dijo: no, así nunca se va a venir, yo te ayudo. Se agachó y le dejó todo su sexo sobre el rostro, mientras mamaba el pene del chico, y Laura sentía todo el sexo de ella en el rostro mientras en las manos sentía un pene en movimiento, que crecía y crecía.
Al rato, una gran cantidad de semen brotó del pene de ese chico, y, cuando ella hubo terminado, se volvió a Laura y le dijo: bésame. Ella, ya muy caliente, abrió la boca y se preparó a recibir un beso, donde sintió cómo la hábil lengua de la muchacha, llena de los líquidos que acababa de tomar, se fundía en un beso que dejaba sabor a sexo, sexo de ambos géneros. Se le acercó nuevamente, y le dijo: mámamela, mámamela toda.
Laura puso sus labios entre los labios vaginales de ella, e introdujo la lengua dando círculos, primero lentamente, luego más rápido, como le gustaba que le hicieran a ella. Al momento, sintió como el otro chico, bastante caliente por la escena que había presenciado, la embestía furiosamente, mientras Laura se deleitaba con el sexo de una mujer. EL muchacho acabó rápido, con los gemidos de Laura de un orgasmo rápido, tapados con el sexo de aquella chica. Ella gemía, pero al ver que el chico terminaba tan rápido, se dio la vuelta y le dijo: creo que aún no estás satisfecha.
Laura abrió los ojos: pensaba que aquello iba a terminar. Pero la chica le dijo: primero, tienes que sentirme a mí al fondo. Se dio la vuelta, y empezó a chupársela toda, dejándole el coñito para que Laura lo chupara también. Entretanto, los otros dos chicos ya la tenían parada otra vez, y se turnaron pajeándose en su rostro rápidamente, y dejándola con todo el rostro lleno de leche. Con las manos atadas, ella no lograba hacer mucho para defenderse, además de que la chica restregaba su coñito, e hizo que por todo el rostro de Laura quedara lleno de los jugos de aquellos chicos. La sensación la excitaba muchísimo, y sentía cómo una hábil lengua ahora chupaba su coñito, y le sacaba un grito de extremo placer.
Cuando la otra chica ya estaba agotada, y se levantó, Laura trató de incorporarse, mientras uno de los chicos desataba sus manos y las ataba, una a cada silla de los lados. Ella, muy agotada, no hizo mucho esfuerzo para defenderse. Le ataron cada pierna a una de las sillas de adelante del auto, y ella sacó un vibrador, lo puso en vibración lenta, y se lo metió hasta el fondo a Laura, donde ella empezaba a sentir una nueva corriente de sensaciones por todo su cuerpo. Ella le colocó nuevamente sus braguitas (de amarrar a los lados) bien apretadas, para que el consolador no se pudiera salir, y le dijo a Laura:
Volveremos en media hora. Que te diviertas.
Ella les dijo que no la dejaran así, que qué iba a pensar la gente que pasara. Y ella le dijo: bueno, no creo que la escena a nadie le moleste, al fin y al cabo, mientras estés gozando nadie se va a molestar. Y se fueron. Cuando ya habían partido, se recostó en la silla, vio como estaba, y cerro los ojos. En más de una ocasión sintió que la miraban, y un rato después el auto estaba rodeado de curiosos, lo cual la excitaba más y más, hasta que volvió el dueño del auto, que resultó no ser ninguno de los que la metieron allí, un muy buen rato después. Ya había pasado por muchos orgasmos, reviviendo lo que había vivido y por las miradas de todos cerca. ¿Quiénes eran esos chicos, y cómo encontraron un auto vacío? Aún queda en el misterio.