Lo que hace el frio
A veces el mejor remedio para el frio no es una estufa...
Hacía frío en el piso cuando subieron desde la calle, a pesar de lo cual aun se notaba una gran diferencia con el exterior, donde el frío era aun más intenso. Los dos entraron resoplando en el piso debido al frío, e inmediatamente empezaron a encender las estufas que encontraban a su paso para calentar las habitaciones. Tras repasar mentalmente todas y cada una de las estufas, los dos se sentaron en el sofá del salón y, muy apretaditos, empezaron a ver la televisión.
El tiempo pasaba lentamente y un ligero calor comenzaba a dejarse notar, ya fuera por la acción de las estufas o por los abrazos y caricias que se prodigaban el uno al otro. No obstante, y casi sin darse cuenta, las caricias iban siendo cada vez menos inocentes. Una caricia perdida que rozaba inintencionadamente la base de un pecho, una mano que topaba por accidente con un pubis así hasta que, casi sin darse cuenta, ambos estaban ya besándose y acariciándose apasionadamente.
Al cabo de un rato de besos apasionados y de besos cargados de cariño por las dos partes, los dos pararon de repente de hacerlo tan solo para mirarse fijamente a los ojos. Tanto en los de uno como en los de otro, los ojos reflejaban el mismo paisaje: amor y deseo. Tanto las manos del chico como de la chica volaban buscando esas zonas que, sabían, harían enloquecer de pasión a su pareja. El chico prodigaba besos a su novia, besos dulces pero muy apasionados, recorriendo su cuello y sus hombros; ella, a su vez, lamía juguetonamente el lóbulo de las orejas de su novio.
Sus manos tampoco permanecían inmóviles, y tampoco paraban de prodigar caricias a los amantes. Las firmes manos del chico, escondidas entre las ropas de ella, recorrían su cuerpo centrándose en los pechos de su novia. A su vez, la chica no paraba de atraer a su novio hacia ella cogiéndole de las nalgas y cerrando los dedos en ellas espasmódicamente.
Poco a poco, la pasión y el deseo mutuos se desbordaron. Ya no había marcha atrás. Dejando momentáneamente las caricias, ambos comenzaron a desnudarse mutuamente de cintura para arriba. Tras eso, ambos se abrazaron de nuevo, fuertemente, como si en ello les fuera la vida. Él sintió un escalofrío, y como éste recorría todo su cuerpo desde su pecho hasta todos y cada uno de los vellos de su cuerpo, al notar los pezones endurecidos de la chica sobre su piel. Tras soltar un leve suspiro de pasión, él volvió a besarla apasionadamente. Ella le rodeaba con los brazos y le arañaba sutilmente la espalda con sus uñas.
Lentamente, él comenzó a descender, besando de nuevo el cuello y los hombros de la chica. No obstante, esta vez permaneció poco rato ahí y, tras besar y lamer sus hombros unos instantes, continuó bajando por el cuerpo de su novia siguiendo el camino que marcaba la punta de su lengua sobre el cuerpo de la chica hasta llegar a sus pechos. Una vez en ellos, comenzó trazar lentos y sinuosos caminitos con la punta de su lengua sobre los pechos de la chica hasta llegar a sus pezones. Él comenzó a besarlos, a lamerlos, a succionarlos y a pellizcarlos con los labios, lo que provocó una serie de gemidos de placer en su novia. El chico casi podía notar como la respiración de la chica se hacía cada vez más y más acelerada, a la vez que más entrecortada.
La chica comenzó a arquear la espalda, al mismo tiempo que a arañar a su novio con un poco más de fuerza, debido a las caricias de la lengua de su novio pasando por sus pezones repetitivamente. Poco a poco, y con manos hábiles, el chico fue acariciando el cuerpo de su novia hasta llegar a sus pantalones, los cuales desabrochó y comenzó a deslizar lentamente. Él dejó de lamer los pezones de su novia un momento, pero solo para poder quitarle los pantalones. Tras eso, él continuó besando y lamiendo los pechos de la chica, a la vez que comenzaba a deslizar una mano entre las piernas de la chica hasta llegar a su pubis, donde empezó a acariciar la vulva de su novia por encima de las braguitas.
Al notar los dedos de su novio acariciando sus labios, ella soltó un intenso gemido de placer. Cuando se calmó un poco, ella empezó a desabrochar los pantalones del chico, tras lo cual deslizó una mano dentro de sus boxer y empezó a acariciar el pene ya erecto de su novio. El chico imitó a su novia y, a su vez, deslizó la mano dentro de las braguitas de la chica y empezó a acariciar sus ya húmedos labios.
Estuvieron un buen rato así, masturbándose mutuamente. Jadeando a la vez y haciendo que sus gemidos se mezclaran en la sala, hasta que sintieron que tenían ganas de algo más. Entonces la chica dejó de masturbar a su novio y le susurró al oído que la dejara hacer. El chico paró también y entonces ella le quitó los pantalones y los boxer y le tumbó suavemente sobre el sofá, tras lo cual ella se quitó las braguitas.
Entonces ella se tumbó sobre el chico, poniendo su pubis sobre la cabeza de su novio. Ella cogió el pene del chico con las manos y empezó a acariciarlo lentamente, mientras su novio comenzaba a besar los muslos de su novia, evitando su vulva a propósito. Al poco rato, ella comenzó a lamer el pene del chico, recorriéndolo con su lengua hasta llegar a la cabeza, la cual comenzó a acariciar y a juguetear con ella.
El chico jadeaba y suspiraba. Nunca antes su novia lo había hecho sentir así. Poco a poco, él empezó a acercarse más y más con sus besos a la vulva de su novia, hasta que ya no pudo más y comenzó a lamerle los labios y el clítoris. Ella soltó un gemido al sentir la lengua de su novio recorriendo todo su sexo, penetrando levemente en su vagina, recorriendo los repliegues de sus labios y de su clítoris Suspiraba y jadeaba hasta que, para intentar ahogarlos un poco, puso sus labios sobre la cabeza del pene del chico y comenzó a introducírselo en la boca muy lentamente. Ambos se besaban, se acariciaban, lamían y se chupaban los sexos. Tanto el uno como el otro se sentían excitados como nunca antes lo habían estado.
Como la chica estaba ya muy excitada y muy húmeda, el chico comenzó a penetrarla con dos dedos mientras se centraba en chupar y lamer el clítoris de ella. Al notarlo, la chica arqueó la espalda y comenzó a respirar más aceleradamente. Imitando a su novio, ella comenzó a masturbarlo mientras se deleitaba chupando y lamiendo el glande del chico, a la vez que con la otra mano le acariciaba los testículos lentamente.
La pasión iba en aumento, así como también lo hacía el placer. Ambos comenzaron a acelerar sus caricias: el chico masturbaba a su novia introduciéndole los dedos cada vez con más rapidez, a la vez que movía la lengua sobre el clítoris de su novia rápidamente; ella, por su parte, masturbaba a su novio con ansiedad, al mismo tiempo que chupaba y succionaba su glande.
Y así estuvieron durante un rato hasta que, entre suspiros entrecortados y jadeos ahogados, ambos llegaron a la vez a un orgasmo intenso y placentero. Ella comenzó a gotear, y su novio absorbía las plateadas gotitas que surgían de la vagina de su novia, a la vez que él eyaculaba en la boca de su novia y ella se lo bebía con anhelo.
Tras el orgasmo, la chica se dio la vuelta y se tumbó agotada sobre su novio. Él la abrazó, le dio un dulce beso en los labios y la rodeó con los brazos, tras lo cual ambos se quedaron placenteramente dormidos