Lo que cuesta el amor verdadero

Daniela es una puta fina.

LO QUE CUESTA EL AMOR VERDADERO

Por: Horny

Para Jairo, mi amigo especial, gestor de esta historia, con todo mi cariño, gratitud y admiración.


Es sábado en la tarde, miro el calendario y me doy cuenta que hace dos meses no tengo sexo... eso es demasiado tiempo. Mi verga lo confirma comenzando a crecer y endurecerse lentamente dentro de mi pantalón de dril hasta que comienza a dolerme... hasta que me siento mareado, con las bolas repletas de leche. Por suerte hay una alternativa, no la ideal para muchos pero es una buena salida a mi literalmente "duro" problema el cual ya alcanza su máxima expresión. Tomo un baño, me preparo para salir... pero antes una pajita que me alivie un poco... no, mejor no... cambio de opinión, el agua fría hará su trabajo en mi verga dolorida; la espera valdrá la pena, como siempre.

Tomo un bus que me llevará a ese lugar que tan bien conozco, para ver a Daniela... o al menos así dice llamarse. Daniela es una puta fina... o una dama de compañía como se autodenomina ella para que suene mas bonito... aunque para mí el nombre es lo de menos, su apodo y su profesión me tienen sin cuidado porque no la juzgo, pues imagino que lo hace porque necesita el dinero. Me limito a disfrutar de ella y de su cuerpo... y por qué no? también de su compañía; me gusta estar con ella porque me cuenta cosas, me habla y así me siento mejor, no como un simple cliente... casi puedo sentir que es como una visita a casa de la novia el sábado por la tarde... casi..., lástima que casi no cuente y que al final no pueda evitar sentirme un poco vacío. Pero bueno... en este instante no estoy pensando en después sino en el presente... y ahora me siento emocionado, excitado, con miles de expectativas... ¿qué tendrá puesto encima? ¿qué haremos? ¿de qué hablaremos? Lo que si sé es que no habrá penetración pues el "servicio" no lo incluye, solo sexo oral, caricias y a lo mejor se desnude sensualmente para mí.

El lugar está ubicado en un buen sector al norte de la ciudad. No hay letreros, nada que indique lo que adentro ocurre. Supe de aquel sitio por Internet donde lo promocionaban como un centro de masajes, pero es bien sabido que muchos de esos lugares son fachada para otras cosas mucho más interesantes.

Por fin llego y como soy un cliente frecuente entro directamente a la habitación donde Daniela se encuentra. Por suerte no está ocupada en ese momento. La veo y no puedo evitar experimentar lo de siempre cuando estoy en su presencia... deseo, ansiedad, admiración por su belleza y unas ganas enormes de detener y alargar esos minutos que paso a su lado para perderme entre sus manos y labios horas y horas... Lleva puesta una bata de seda rosa con encaje negro sobre ropa interior del mismo material y color. Su cabello largo teñido de rubio, cae en ondas sobre su rostro, sus hombros pecosos y su espalda. Se me acerca, me besa en los labios apasionadamente y me dice que le da mucho gusto volver a verme... eso me alegra porque a mí también me encanta verla de nuevo. Me desnuda como toda una experta, despacio, besando cada parte de mi cuerpo que va quedando al descubierto, luego me toma de la mano y me lleva hasta la cama donde me tumbo bocabajo para comenzar a disfrutar de la calidez y experiencia de sus manos masajeando mi piel. Poco a poco el estrés de la semana va desapareciendo, comienzo a relajarme y a concentrarme en sentir cada caricia del suave masaje de Daniela, primero en la nuca luego en los hombros, los brazos, las manos, la espalda, los glúteos, las piernas para culminar en los pies. Cuando llega allí estoy algo somnoliento, entonces ella me pide que me de la vuelta... ahí sí me mantengo bien despierto y mi miembro también comienza a erectarse para darle a Daniela el saludo que se merece.

Comienza masajeando mi rostro mientras me cuenta lo que ha hecho durante esas semanas que hemos estado sin vernos. De vez en cuando la interrumpo y le pregunto cosas, opino o le cuento algo de lo mío. Le hablo de mi trabajo y de aquella escritora de relatos eróticos a la cual me gusta seguir sin que ella se de cuenta. Cierro los ojos y su voz me transporta mientras sus manos van bajando lentamente hasta mi verga que la espera de pie. La toma entre sus manos y sin dejar de hablar de cosas que no vienen al caso en esos momentos de efervescencia y calor, empieza a acariciarla con suavidad. Solo se calla en el momento en que su boca se ocupa pues se inclina para ofrecerme aquello para lo que he ido a ese lugar: sexo oral. Esa mamada es la principal razón de mi visita. Su boca es tan bella que parece diseñada para eso pues es pequeñita y de labios gruesos. Me encanta cuando se cierra sobre mi glande y lo succiona suave pero firmemente, sabiendo lo que hace, ensalivándolo bien... luego comienza a bajar por el tronco, muy despacio hasta que llega a su límite... entonces se devuelve y una oleada de sensaciones recorre mi cuerpo entero. Puedo sentir su aliento, la humedad de su boca a lo largo de todo mi agradecido miembro, de arriba hacia abajo y viceversa, una y otra vez. Toma un hielo de un envase que tiene en su mesita de noche, lo lleva a su boca, lo chupa, lo mastica un poco para luego dejarlo. Se inclina de nuevo sobre mi verga y la engulle. El contraste entre el frío y el calor me lleva al séptimo cielo.

Con unos chupones ya tengo ganas de venirme, entonces le pido que se detenga un momento, que vaya más despacio, pues ese primer orgasmo es el más delicioso e intenso y quiero que dure lo más que se pueda. Ella se incorpora comprensivamente y acaricia otras partes de mi anatomía, primero con sus manos, luego con sus labios; muy sensualmente besa mi abdomen y toda esa zona tan sensible alrededor de mis genitales pero sin tocarlos siquiera. Baja incluso hasta la parte interna de mis muslos; minutos después sube y entonces sé que va de nuevo al ataque de mi verga indefensa, por lo cual me preparo... suspiro, cierro los ojos y siento otra vez su cálida saliva en contraste con su aliento un poco menos tibio. Saca la lengua y le da unos golpecitos a la punta con ella, luego la acaricia, la lame de arriba abajo y en círculos, ensalivándola bien, penetrando levemente en el pequeño orificio por donde ya sale algo de fluido. Se introduce de nuevo mi fusil en su cueva bucal... imagino el viaje que hace mi verga en su interior tan caliente y oscuro lo cual es una delicia. Ayyyy, uyyyyy, comienzo a gemir pues Daniela es estupenda para mamar, dentro de su boca me siento en la gloria... ¿cómo sería estar dentro de su vagina? Debe ser el paraíso... se lo propondré en un rato pues ahora la estoy pasando de maravilla y no quiero interrumpir su labor.

Nuestros ojos entran en contacto mientras ella me ofrece sexo oral lo cual me parece algo muy excitante. Siento que no puedo durar mucho más, que en un par de minutos voy a explotar dentro de su boca por lo que mi cuerpo comienza a estremecerse involuntariamente, casi siento mi verga chocar contra su paladar; ella me mama con más fuerza y no sé cómo lo hace pero no siento ni uno solo de sus dientes lastimándome, todo es placer.

Cuando parece que no habrá vuelta atrás ella toma la punta de mi verga con dos de sus dedos y no sé cómo y qué rayos me hace pero detiene mi clímax; pero eso lejos de molestarme me excita porque sé que el final será aún más explosivo. Por ahora me siento emocionado mientras ella acaricia mis bolas libres de vello con sus manos y sus uñas larguísimas, rascándome ligeramente; luego su boca las engulle una a una pasándoles la lengua. Después baja un poco para culminar en un delicioso beso negro, introduciendo su lengua entre mis más íntimos pliegues.

Solo hasta ese momento se arrodilla y se despoja de la bata con una lentitud que casi me mortifica. Luego le corresponde el turno al sostén y sus melones saltan apuntando como si estuvieran a punto de disparar pero balas de placer. Comienza a acariciarlos con lujuria, a consentirlos para mi gusto y por supuesto el de ella. Toma una fresa enorme, roja y jugosa de su mesita, la lleva a sus labios que son del mismo color, la saborea, saca la lengua y la pasa por su contorno, la muerde un poco, luego la desliza por su cuello hasta llegar a sus pezones, juguetea un poco y me da el resto de la fresa la cual por supuesto tiene un sabor especial: a ella.

Me toma ambas manos y las lleva hasta sus pechos indicándome cómo acariciarla. Aprendo rápido y solo quiero complacerla. Me parece mentira estar acariciando de nuevo ese par de poderosas armas de seducción, tan grandes y firmes.

Luego se inclina, atrapa mi verga con sus senos de modo que solo se ve sobresalir la punta por encima, muy cerca de su rostro. Sube y baja pajeándome con ellos, manteniendo las manos a lado y lado para que mi miembro no se salga de su prisión ni por casualidad. La paja rusa, cubana o como se llame es supremamente excitante, pero más aún cuando al bajar ella aprovecha para darle un chuponcito a la punta de mi verga o un lametón. El deseo es por momentos insoportable...

Me encantaría penetrarte – le digo al borde del éxtasis - ¿con esa variante cuánto cuesta el servicio?.

Lo que cuesta el amor verdadero – responde ella cuando mi verga sale de su boca, dando por terminada la charla y de paso acabando con mis enormes ganas de ir un poco más allá en mi búsqueda de placer con ella.

Es muy caro, pienso yo y eso no lo puedo pagar. Me olvido del asunto y sigo disfrutando a pesar de lo impactante de sus palabras y del significado que tienen. No quiero pensar en eso ahora, lo haré más tarde.

Sus maniobras continúan y lo mejor es que ella parece disfrutarlo tanto como yo. La velocidad aumenta, separa mi verga de sus senos y la introduce de nuevo en su boca presintiendo que ya voy a terminar. Uno y otro chupón... luego otro más y mi miembro comienza a palpitar, primero levemente, después más y más fuerte. Cierro los ojos, la tomo del cabello tratando que se detenga tan solo unos segundos más, dejo de mover las caderas contra su boca y luego la emprendo con fuerza cuando se que no hay retorno. Es imposible para ella tragar todo el semen acumulado durante dos meses por lo que parte de él se escurre por la comisura de sus labios. Lo limpia con una toallita sonriéndome. Se ve encantadora en ese instante.

Nos tumbamos uno junto al otro, sudorosos, jadeando. Ella me cuenta de su hija y que quiere ahorrar para salirse de ese mundo y dedicarse a otro oficio, o ejercer su verdadera profesión dejada en stand-by meses atrás. Yo ya no la escucho, poco a poco me voy adormilando, sus palabras son como un sueño, el placer me ha dejado agotado y solo quiero descansar un poco... solo unos minutos...

Al despertar, Daniela ya no está a mi lado y no puedo evitar experimentar una sensación de soledad y de vacío, a pesar de lo bien que la pasé con ella. No se me ocurre cuánto puede llegar a costar el amor verdadero, lo que si se es que el precio que yo debo pagar por negarme a tener una relación convencional, libre de promesas y compromisos es mi soledad.