Lo prohibido es lo más rico (1)

El comienzo de una serie de cogidas prohibidas con mi vecina casada a la cual conocía desde hace 20 años.

Lo prohibido es lo más rico, el consuelo de mi vecina. Primera parte.

Todo comenzó un fin de semana cuando al salir de la casa de uno de mis amigos, ya algo tarde, -más o menos las 11 P.M.- y justamente cuando me acercaba a mi casa, sentada en la banqueta fumando un cigarrillo, me encontré con mi vecina, ella de unos 28 años de estatura pequeña, menudita y como yo me encontraba bajo los efectos de unos tragos pues empece a platicar con ella y precisamente conforme fue avanzando la platica, me iba aventurando en mi pensamiento sobre que es lo que podría yo hacer con aquel lindo culito y como el momento se prestaba puesto que a esa hora no pasa ya gente por la calle. Siendo así, le propuse que me diera un beso a lo cual no accedió por lo que tuve que empezar a tomarla un poco por la fuerza, al principio no quería por que decía era casada, a lo que conteste que su marido no estaba con ella, en fin pasaron unos mínutos y le dije que nos fuéramos hacía el fondo de una calle cerrada; ya estando ahí empezamos a juguetear con nuestros labios beso tras beso hasta el que de repente sintió la dureza de mi pene que ya estaba bastante dilatado y el cual pedía un respiro, ella al sentir aquello bajo el cierre del pantalón y libero al cabezón tomándolo firmemente con una de sus manitas y jalándolo hacía a tras y hacia delante con fuerza, yo para ese momento ya le había subido su blusa y le estaba mamando una de sus chiches, pequeñas pero firmes y suculentas, ella jadeaba de placer.

Justo en ese momento sentí la necesidad de consolarle con mis dedos dentro de su pucha por lo que con mis brazos baje a través de su pan –ella acostumbraba usar mucho el pantalón deportivo) sin necesidad de bajarlo y le agarre suavemente las nalgas y empece a sobarlas como si tuvieran dolor. AL mismo tiempo yo mamaba ya sus dos chiches, primero una y luego la otra ella ya gritaba de placer a lo que le respondí diciéndole que ahí mismo me la iba a tirar. A esto ella me respondió que no que ahí le parábamos, Yo ya estaba super caliente por el forcejeo que ella había echo con mi pene. –No te quieres comer mi pito- le dije, -sí- pero ahorita no. Acuérdate que soy casada por lo que me dijo que se tenía que ir por que ya era muy tarde. –No te vayas, no me puedes dejar así, aunque sea deja saco mi calentura-. –bueno esta bien, pero no te lo voy a mamar por que pueden salir alguno de los vecinos.

Acto seguido volvió a sacar mi pene ya que otra vez lo había guardado en mi pantalón y volvimos a juntar nuestros labios y nuestros cuerpos al mismo tiempo que ella jalaba el cabezón con fuerza y yo metía mis dedos en su panocha y mamaba sus pechos. El frenesí se apodero de nosotros y después de unos 10 minutos que parecieron una eternidad de placer por fin expulse mi semen. Después ella me dijo que no sabía porqué pero le encantaba lo prohibido y que la buscara en los próximos días porqué apenas habíamos comenzado y la expectación de sentir mi miembro suyo la volvía loca.

No es por nada pero esa noche no pude dormir solo de pensar cuando me iba a comer el culito de mi vecina a la cual conocía desde hacía como 20 años, o más bien a la que acababa de conocer.