Lo prohibido
El sexo con mi suegra es sucio, porque sucia es nuestra relación...
Mi suegra se llama Emi. Tiene 72 años. Es de escasa estatura, delgada, se tiñe el pelo de rubio. Se vino a vivir con nosotros hará unos 3 años. Nos acostamos desde hace unos meses. Procuramos ignorar el sentimiento de culpa. Ella es viuda desde hace 20 años. No había tenido relaciones con un hombre desde entonces. Además, con su marido eran distintas. Más... tradicionales.
Ella siempre ha sido muy autoritaria. En parte, es lo que me excitaba de ella. Que me mandara, me sometiera. Nunca me había tratado bien. Me ninguneaba, me despreciaba. Cuando se vino a vivir con nosotros la cosa no mejoró. Yo sentía que mi casa ya no era mi casa. Ella lo invadía todo. Estaba siempre pendiente de lo que yo hacía, no me dejaba en paz.
La primera vez que tuvimos un encuentro sexual fue una mañana de sábado. Mi mujer se había llevado a los niños al parque y estábamos ella y yo a solas en casa. Yo estaba en la ducha y ella recogía la casa. Tenía intención de poner una lavadora y cuando salí del baño envuelto con la toalla me la encontré esperando en la puerta de la habitación. "Cuando termines dame la toalla para que la lave". Yo estaba harto de ella. Ella me miraba de arriba abajo. Dio media vuelta y se marchó. Yo seguí desnudo sentado en la cama. Mi verga estaba erecta. No entendía muy bien por qué aquella mujer me excitaba tanto. Me la masajeé un poco con intención de masturbarme pero paré y fui a la cocina.
Ella estaba de espaldas a mí fregando algún cacharro. La observé. Decidí acercarme. "¿Pero qué haces?", se sobresaltó cuando la abracé por detrás. Cuando notó mi pene duro en sus nalgas se dio cuenta de que estaba desnudo. "¿Pero qué haces, Kike?", gritó escandalizada. Yo me pegué aun más a ella y empecé a acariciarla con mis manos. Le besé el cuello desde atrás. Enseguida saqué mi lengua y di pequeños lametazos por su nuca y su cuello mientras mis manos ya palpaban sus pequeños senos. Ella intentaba agarrarme las manos, pero ya no podía parar.
Pasé mis manos por sus nalgas y después las subí arrastrando su camiseta. Quedó con la espalda descubierta y solté el cierre de su sujetador negro. Envolví sus pechos con mis manos. Los acaricié, los agarré, cogí sus pezones entre mis dedos mientras no paraba de besar su cuello. Ella ya no se resistía y apoyó sus manos en la encimera de la cocina. El grifo seguía abierto.
Bajé mis manos hasta su cintura y así su pantalón de chandal y sus bragas. Tiré hacia abajo y se los arranqué de los tobillos. La tenía completamente desnuda. Observé sus nalgas flácidas por primera vez. Las toqué, las acaricié y las besé. En un momendo dado, debido a mis caricias, sus nalgas se separaron y pude ver su ano. Era oscuro al rededor, con bello negro. Me ecerqué y lo besé. Ella pareció extrañarse. Empecé a lamerlo. Su amargo sabor me embriagaba. Separaba sus nalgas con las manos y con mi lengua lamía el agujero del culo de aquella mujer de la que ya no me podría librar. Estaba enganchado a ella. Casi drogado. Y aquel sabor agrio, el fuerte olor... Sabía que ya no podría olvidarlos.
Seguí lamiendo su culo. Intentaba meter mi lengua dentro. Quería penetrarla. A estas alturas ella gemía. Podía oir sus jadeos y gemidos. Me levanté, le cogí la mano y me senté en una de las sillas de la cocina. Mi dura verga quedó tiesa frente a ella. La atraje hacia mí y separando sus piernas se sentó encima de mí a la vez que metía mi pene en su sexo. Era cálido y húmedo. Ella gimió y empezó a mover sus caderas adelante y atrás. No me miraba. Tenía la cabeza levantada, como mirando al techo. Yo movía mis manos por todo su cuerpo. Sus pechos, sus caderas, su cuello, sus nalgas. De pronto ella soltó una de las manos que tenía apoyadas en mis hombros y vi como se perdía por su espalda, por sus nalgas. Emitió un gemido y unos segundos después la alzó y la dirigió a mi boca. Sus dedos tenían el mismo sabor del que había disfrutado minutos atrás. Eso hizo que mi orgasmo se precipitara. Eyaculé dentro de ella mientras hacía mover sus caderas más y más hasta que emitió un grito de placer.
Se levantó y sin mirarme se marchó desnuda al baño y cerró la puerta. Yo me vestí en mi habitación. En todo ese tiempo no nos habíamos besado.