Lo nuestro eran las apuestas
Lo nuestro son las apuestas. Bueno, más que apuestas... llamémoslo tratos. Es la forma que hemos encontrado para hacer cosas que sólo llegábamos a imaginar o ni siquiera, la forma de picarnos y excusarnos para hacer lo que realmente deseamos, necesitamos y... bueno...
Antes de comenzar he de hacer una breve aclaración: Este texto es antiguo y no he podido editarlo o 'mejorarlo' como otras veces hago, además de que era jóven y tal vez sea algo más light de lo acostumbrado. Estoy en época de exámenes y, en cierto modo, quería dejar constancia de cómo escribía antes para que se notase la evolución. Dicho esto, disfrutadlo. Porque, la verdad, cuando recuerdo la situación, todavía se me mueve algo por dentro y...
Lo nuestro son las apuestas. Bueno, más que apuestas... llamémoslo tratos. Es la forma que hemos encontrado para hacer cosas que sólo llegábamos a imaginar o ni siquiera, la forma de picarnos y excusarnos para hacer lo que realmente deseamos, necesitamos y... bueno, en realidad muchas veces me da la impresión que simplemente te dejas llevar, y yo soy el que poco a poco consigue mellar en... centrémonos en el tema. Lo nuestro son las apuestas. Y por Dios... gracias porque hayamos apostado, porque eso sino era imposible hacerlo mejor. Pero empecemos por el principio.
Yo necesitaba cierto aliciente para exigirme más corriendo. Es un hecho, soy perezoso por naturaleza y con la labia necesaria para camuflar entre cientos de bromas cosas que realmente deseo. Y eso hice. Te comprometiste a que si aguantaba tu ritmo y me superaba a una marca desorbitada para mí... me harías el favor de quitarme una curiosidad que me llevara rondando desde hacía mucho tiempo: demostrarme cómo son tus besos. Obviamente te escandalizaste la primera vez que lo comenté. Con bromas y tratando de convencerte de que sólo era un beso, pasaste al estado de sorpresa simplemente. Con algo más de tiempo llegaste a la conclusión que tú también tenías esa curiosidad. Con un par de veces más que lo nombrase, accediste... pero sólo si cumplía la apuesta. Debía conseguir algo que sabíamos los dos que no lograría, y que nos sorprendió a ambos que llegase a conseguir.
Tú pensaste que tenía que tener muchísimas ganas para poder haber aguantado corriendo, incluso a mí me llamó la atención porque no sabía que podía llegar sólo a eso simplemente por un beso. Pero lo hice. Hay que decir que también influyó esas mayas que te hacían un trasero espectacular para motivarme a seguir corriendo, y que ese día estaba especialmente motivado. De hecho, mientras corríamos, de vez en cuando me escuchaste soltar bromas estúpidas por encima de tu música para obligarme a continuar... hasta el punto de que lo primero que oíste de mí tras superar la marca que era mi reto fue 'Debería haber pedido un striptease, o que nos acostasemos juntos.. si aguanto treinta minutos más, ¿haces eso?'. Reíste. Reí yo también y aguanté unos minutos más, para demostrar que todavía podía seguir teniendo fuerza. Cada paso después de superar la marca me dolía como tanto que, si no tuviese que volver a andar en mi vida, podría llegar a agradecerlo. Pero me gustaba disfrutarlos. Disfrutar cada paso y llegar a sentir lo que sería capaz por algo tan... estúpido. Tan infantil. Otro paso más. Y otro. No, esto no era sólo por una estupidez de un beso. Y obviamente no era por demostrarme a mí mismo a donde soy capaz. Otro paso. Bueno... tal vez por eso sí. Otro paso. Te miré y me estabas mirando sonriente. Estabas preciosa con esa cara de cansada, aunque también tiene que ver que no parecías un zombie como yo en ese momento. Otro paso. No... sólo he sido capaz de hacer esas locuras en mi vida por personas. Ni por un beso, ni por mí. Otro paso. Y si me lo pidieras, aguantaría otra hora más. Otro paso. Y...
Eso, por sí solo, no hubiera desencadenado todo lo que pasó. Quedó en el aire y pocas veces volvimos a nombrar que había ganado esa puesta, y obviamente no había encontrado el momento en el que pedirte el beso. Desde entonces tú habrías puesto en el suelo un par de noches que te lo pediría esa misma, y a mí me hubiera encantado habértelo pedido un centenar de veces. Pero por suerte, no lo hice. Normalmente estaba en el olvido, pero a veces recordábamos qué me debías y... nos hacía gracia. Era como esperar el momento de la ejecucción estando en el corredor de la muerte. Sí, es una analogía un tanto... bueno, parece absolutamente fuera de contexto. Pero en cierto modo yo lo veía así. Esperabas el momento con cierto miedo, pero esperanzado. Sabiendo que después nada sería igual. Temiendo que sea demasiado pronto o demasiado tarde, sabiendo que después todo estaría condenado a... ¿y si nos gustaba demasiado? No, no era el momento de pensarlo. Con otra de nuestras estúpidas apuestas, habíamos llegado a la conclusión de que, si te lo proponía, no podías decirme que no a bañarte en una buena. Bueno, rectifiquemos, en LA fuente. La única que, de camino a casa, me he imaginado desde hacía demasiado tiempo que compartiría con una persona especial. Primero bañándonos. Luego... bueno, los límites de mi imaginación son bastante lejanos, así que me ahorraré detalles. Pero yo me conformaba con compatirla contigo lo justo para que cuando pasases por delante no pudiese evitar pensar en mi; y lo necesario para crearnos un momento mágico. Y esa era la noche.
No parecía nada especial, de hecho, simplemente habíamos salido a cenar a un sitio relativamente barato, habíamos hablado en un banco durante horas, después jugamos a las cartas y nos tumbamos en el césped a hablar a ratos sin tener ya miedo de quedarnos en silencio el uno con el otro. Eso es algo que realmente valoro. Si teníamos algo digno de la situación por decir... lo decíamos. Sino, nos limitábamos a mirar el cuelo mientras las yemas de mis dedos recorrían tus hombros y hacían cosquillas hasta el antebrazo. No nos mirábamos, pero nos sentíamos. No sólo en el ámbito físico; sabía que tu pelo estaba ahí y me daban escalofríos cada vez que rozaba mi nuca por el viento, sentía tu olor emanando de él y envolviéndome como un aura, oía tu respiración y me sorprendía al sentirla acompasada con la mía, por lo que trataba de respirar profundamente para perder el tiempo y no creyeses que era un crío buscando tu compás... no, no era simplemente eso. Te sentía. Te sentía cerca.
Sentía como tu calor emanaba de tu brazo y me recorría desde la yema de mis dedos hasta sentir un cosquilleo en los dedos de los pies. Yo trataba de cerrar los ojos y enviarte toda la energía positiva por esa brecha que parecía unirnos cuando mi dedo se apoyaba en tu brazo. Imaginaba palabras y te las enviaba... tratando de sentir cómo la energía positiva crecía en mi cerebro o en mi corazón, y se iba transmitiendo por los vasos o los nervios hasta el dedo para pasar por tu cuerpo. Todo eran palabras... importantes, digamos. Y me sorprendí a mí mismo por lo estúpido que parecía. Hasta que al transmitirte la idea del beso sentí como tu brazo se erizaba y te sacudía un levísimo escalofrío. Ladeé un poco la cabeza para mirarte. Tú lo sentiste, me mantuviste la mirada y me sonreíste. "¿Lo habrías sentido?", me extrañé pensando... creo que ese era obviamente el momento del beso. Me lo estaban gritando las señales. Te seguía mirando y cada vez sonreíamos más. Abrí ligeramente la boca, pero te adelataste...
'Qué calor hace, madre mía', dijiste sin borrar la sonrisa. Yo respiré hondo. No me atrevía a acercarme más, pero la situación me había vuelto vulnerable. Había bajado las barreras y... había permitido que una parte de mí diese rienda suelta a todo su potencial. No es que sea una parte malvada, ni sádica. De hecho suelo valerme de ella para hacer reír como pocas personas lo consiguen, o para despertar cosas en la gente que mi físico no hubiera conseguido por sí sólo. Y no podía hacer nada por reprimirla. 'Bueno, yo me sé de alguien que va a tener que bañarse entonces en una fuente'. La sonrisa tomó un tono pícara y recorrí con los ojos tu ropa. Llevabas una camiseta básica oscura que adoro como te quedan. En serio, te quedan genial las camisetas básicas. Tienes el pecho perfecto para que las realce, y entallan haciendote una cadera espectacular. Además de ello, llevabas un pantalón corto que no pretendía ser provocativo sino más bien cómodo; pero dejaba ver tus piernas torneadas al horno de un alfarero experto (joder madre mía qué morena estabas), y unas zapatillas cómodas. 'Aunque dijimos que así no podrías ir!'. Y me abalancé sobre tí haciendo como si te fuera a quitar la camiseta pero simplemente subiéndola sobre el ombligo y... bueno, la definición es admirando. Yo sabía que no te iba a quitar nada pero era divertido pelearnos como críos dando vueltas uno sobre otro.
Reíamos y nos empujábamos mientras tú te tratabas de hacer la indignada gritándome que no ibas a hacerlo y yo te susurraba 'una apuesta es una apuesta... ¿o no recuerdas el día que tuve que salir de casa con un vestido de mi madre?'. Te saltaban las lágrimas al llorar y me diste la oportunidad de tumbarte y ponerme encima. 'Ve a coger el coche, que vamos a acercarnos'. Nos levantamos con calma porque todavía no habías podido dejar de reír, y caminábamos tranquilamente hasta el coche mientras decías que no pensabas hacerlo. Si no te hicieras de rogar, no serías tú, pero yo sabía que acabarías cediendo. Incluso tú sabías que acabarías cediendo. Y no sólo por el tonito de alcohol que habíamos alcanzado mientras hablábamos en el parque, que ni de asomo era suficiente para hacer locuras. Simplemente lo acabarías haciendo porque también te apetecía, aunque disfrutaras muchísimo cuando yo te demostraba que me moría de ganas. Y eso hicimos. Entre bromas, para evitar el tema, nos acercamos en coche a la rotonda y la aparcamos al lado. Ya sabíamos que el trato era hacerlo en ropa interior, y por suerte teníamos unas toallas en tu coche de cuando habíamos ido a la piscina.
Llegamos a la conclusión que ir con toalla era de débiles, así que las estiramos sobre los asientos traseros para cuando volviésemos corriendo. Yo me arrepentí en silencio de haber coincidido con ropa interior ese día... y tú me tratabas de convencer si podías hacerlo con pantalones cortos. Los dos sabíamos que a menudo usabas tanga pero... bueno, en cierto modo yo también entendía que te diese corte. Pero... soy hombre, y tú una mujer espectacular. No podía evitar... desearlo. Te prometí que si me lo pedías no te echaría ni una miradita de reojo, pero que un trato, era un trato. Sabías tan bien como yo que me sería inevitable pero aceptaste. Y entonces soltaste una frase que me trastocó la noche, casi tanto como cuando me cortaste el beso para decirme aquello.
No era una frase nueva, era uno de los argumentos que muchas veces había usado para demostrarte que no soy uno más y... creo que pocas personas te han dedicado tanto como yo en muchos aspectos. Ya estabas en sujetador, un sujetador oscuro con un toque de encaje al que no me atreví a mirar con mucho detalle. Te habías desabrochado el botón del pantalón y estabas ligeramente incorporada en el asiento para quitártelo mientras me mirabas fijamente. 'Bueno, sabemos que si alguien se lo ha merecido, ese has sido tú'. Yo te sonreí. Me habías derrumbado con la frase. Te habías quitado el pantalón y yo no podía dejar de mirarte a los ojos. Ya eran dos veces en menos de una hora que me has dejado totalmente sin barreras y... sólo podía seguir sonriéndote. '¿Te vas a quitar el pantalón ya, o qué?', me decías sentada de nuevo con las cejas elevadas. Y eso hice. Salimos del coche y, corriendo, llegamos a la fuente.
Por suerte era bastante tarde y un día entre semana, así que no pasó ningún coche en el tramo de recorrer la rotonda hasta el centro. Corríamos como jóvenes locos que buscaban el mar desde la horilla de la playa. Corríamos de la mano, tirando el uno del otro, y no nos paramos a mojarnos los dedos de los pies para desucbrir si estaba demasiado fría. Sabíamos que lo iba a estar, y no nos importaba. La situación empezaba a ser como siempre lo había imaginado... tal vez no había fuegos artificiales, ni conjuros saliendo de varitas pero era absolutamente palpable que era mágica. Para nosotros dos, era mágica. Lo sentía y estaba segurísimo que tú también. Se nos notaba porque no dejábamos de sonreír, incluso tú tenias esa mirada con los ojos absolutamente abiertos y perlados de emoción. Esa mirada de estar esperando el regalo más deseado, o de cuando te dan una sorpresa que te contrae el corazón. Si queríamos, podíamos llegar a masticar la magia del ambiente. Casi me había olvidado que estabas en ropa interior, sólo cuando entramos corriendo en la fuente y me preocupé porque no pisábamos los cables y los focos me dí la vuelta para ayudarte a moverte. Y te ví. Riendo, mirándome con esos ojos inmensos y totalmente resplandeciente. No era el reflejo de las farolas lo que se reflejaba en tu piel, ni había sudor que provocase destellos. Simplemente... resplandecías. Brillabas por tí misma. El escenario se volvía oscuro a tu alrededor y simplemente brillaba todo tu cuerpo. O así lo veía yo. Te miré y lo saboreé por un momento.
No era una mirada lasciva, aunque recorriese tu cuerpo. No te sentías atacada por mis ojos como si te estuviera evaluando. Notabas admiración en mis ojos. Gratitud. Notabas que te deseaba, que me encantabas y que me estabas dando un momento en mi vida que podría recordar cuando las cosas fueran como el culo. Miraba tus hombros, bajaba por tu esternón y me mordía los labios al pasar por tu escote. Seguía bajando por ese ombligo que me había provocado ya infinidad de problemas de autocontrol... bajaba por tus caderas y observé como tu ropa interior negra daba paso a unas piernas increíbles. Volví a morderme los labios con suavidad, levanté de nuevo la vista y te observé los ojos. Tú también me mirabas. Me recorrías el cuerpo y te hacía gracia. Subiste a mis ojos y mantuviste la mirada. 'Sin duda como bañera es espectacular', dije. Sonreíste. El agua nos llegaba casi hasta las rodillas y nos movíamos mirándonos de la mano hacia el centro de la fuente. No sabíamos qué decir. Simplemente mirábamos alrededor. Sólo había pasado un coche y, o ni siquiera fuimos conscientes de ello, o no hizo ningún comentario ni nada similar. Cuando estuvimos en el centro, me giré y te tuve de frente. Sabías lo que venía. Yo... llevaba soñándolo demasiado. Llevaba soñando demasiado esa fuente, la situación y... estaba superando con creces mis expectativas. Te miré.
No hacían falta las palabras, pero lo sentía con tanta fuerza que se me escaparon sin querer. Tú sabías lo que estaba sintiendo porque podías leerlo en mis ojos, pero yo no podía soltarlo en forma de palabras. 'Gracias por concederme este sueño. De verdad, gracias. Pero ahora sí que lo necesito. Necesito que me beses. Cerrar los ojos y disfrutar de un momento en mi vida que no quiero volver a repetir porque... es este. Es esto todo lo que puedo pedir. Perdóname pero...', fuiste tú la que apoyaste tus manos en mi mandíbula y me acercaste poco a poco. Yo apoyé una en tu cadera, sintiendo con las yemas la escasa tela de tu ropa interior y jugando con ella como si fuera un niño que no pudiese tener las manos quietas. La otra se apoyó en tu espalda, donde tus omóplatos se juntaban permitiéndome cogerte con cierta fuerza. Notaba como las curvas de tu cuerpo se amoldaban a mis dedos y te acercaba mientras ladeaba la cara y sentía cómo tú lo hacías también. No nos hizo falta palabras. Ni siquiera mirarnos. Nos acercamos lentamente, abrimos levemente los labios y sentimos cómo se apoyaba el uno sobre el otro. Sentimos la humedad que los caracteriza y el sabor del otro por un momento.
Nuestras lenguas se chocaron casi en nuestros labios y sonreímos. Se acariciaban la una a la otra como amantes primerizos, con miedo, con ternura. Nos fuimos recorriendo hasta sentir cada una de las curvas de la lengua, y poco a poco fuimos abriendo los labios para devorarnos con más fuerza. Nos encantaba el juego, y lo estuvimos disfrutando más de lo que se consideraría un simple beso. Mi mano subía a tu pelo y jugaba con él, hasta que te mordía la lengua con cuidado y bajaba hasta bordear tu trasero con las yemas suavemente. Me acercabas a ti y sentía como tu pecho subía y bajaba con cada respiración, y se me olvidaba preocuparme si te incomodaría sentir que una parte de mi cuerpo estuviera especialmente despierta en esa ocasión. Nos besábamos alternando pasión con ternura, mordiscos con caricias, pero en ningún momento dejando de sonreír. Cuando creímos que habíamos podido saborearlo lo suficiente nos alejamos poco a poco, apoyando las frentes la una sobre la otra. Abrimos los ojos y mantuvimos la mirada mientras sonreíamos. Yo iba a abrir la boca para agradecértelo pero uno de tus dedos la tapó antes... cierto, las palabras no iban a estar a la altura.
Nos separamos un poco más para mirar nuestro entorno y oímos cómo los coches pitaban al pasar a nuestro lado. Tal vez también pitasen en el momento que nos estábamos besando, pero no me di cuenta. No tenía ningún sentido ocioso para preocuparse de esas tonterías. Todos estaban volcados en disfrutarte. Nos cogimos de la mano y corrimos hacia el coche. Ya no eran dos amigos cogiéndose de la mano como si estuvieran en un bar para guiarse. No. Tú me cogías con fuerza, tratando de no sentirte alejada de mí, y yo te devolvía la sensación de seguridad. Cuando llegamos al asfalto volvimos a ser conscientes de la situación que nos rodeaba y nos entró cierta vergüenza. Tú corriste hacia el coche y yo no pude evitar al verte corriendo delante de mí... "joder, ahora cómo disimulo esta erección".
Abrimos la puerta de los asientos traseros y te lanzaste tumbándote sobre las toallas. Yo entré y me tumbé a tu lado, apoyando mi mano en tu cadera para no caerme. Nos miramos de nuevo. Creo que nunca me iba a cansar de mirarte, y menos cuando tuvieses esos ojos encendidos de fuego, pasión, felicidad... esos ojos eran pura vida. Eso es lo que rebosaban. Nos miramos y estallamos a reír. Fue eso lo que hicimos textualmente, estallar. Nos dió tal ataque de risa que no pude parar al terminar en el suelo. Seguimos riendo por lo absurda de la situación. Me incorporé y volví a tumbarme a tu lado. 'Y pensar que querías decirme que no…', te dije buscando cierto modo de picarte. 'Anda calla idiota. Si tampoco ha sido para tanto. Tú, que lo exageras'.
'Que no ha sido para...', y volvía a abalanzarme sobre tí buscándote las cosquillas. Reías y tratabas de defenderte pero... esta vez la situación no tenía un tono sólo de juego. Seguíamos en ropa interior. Los dos mojados de cintura para abajo. Yo con una erección considerable que era imposible de disimular y tú haciendo como si no notases nada pero... a veces se nos escapaban las manos. El empujón ya no era cogiéndote de la cadera sino tal vez del trasero. A veces parecía que te equivocabas y en vez de tratarme de echar del asiento te aferrabas más a mi pierna, envolviéndola con las tuyas. El agua se estaba empezando a evaporar demasiado rápido, aun teniendo en cuenta el calor que hacía en ese coche. Ya no dejaba de morderme los labios y a tí se te levantaban los colores. A veces cerrabas los ojos cuando te atraía a mí con las uñas y otras mirabas hacia el techo perdida cuando sentías que sin querer mi erección se apoyaba donde... se nos estaba yendo de las manos, y unos niños pasaron por una ventanilla y empezaron a gritar y reírse.
Nos serenamos como si nos hubieran lanzado un cubo de agua de la misma fuente sobre el rostro. Bueno, una parte de nosotros se serenó, se incorporó y se vistió casi en silencio, mirándonos de reojo de vez en cuando. Una parte de nosotros se asustó del tono que estaba tomando la situación. Esa parte, la culpable por la cual no había pedido el beso que me debías en las otras cien situaciones que podría haberlo hecho; e incluso la que te había controlado a no decirme tú misma en otras ocasiones "Vamos corriendo a la fuente" estaba volviendo a tener el control de nuestro cuerpo. Pero ya no era el control total como en esas ocasiones. Ni de coña. Ahora tenía que compartirlo con nuestro instinto más básico. Nuestro deseo más primitivo. Lo que en llevaba rondándonos por la cabeza demasiado tiempo y tratábamos de ocultar o lapidar. Pero ahora no podíamos, sencillamente... 'bueno, te llevo a casa'. Dijiste mientras arrancabas el motor. No, esto no podía acabar así. Cerré los ojos y me concentré en patearle la cara a ese señor que me trataba de llevar por el buen camino.
No quería reducirlo a cenizas, simplemente tomar un segundo las riendas de mis cuerdas vocales hasta lograr articular el... 'obviamente, nos tocará pegarnos un duchazo para quitarnos el pringue. ¿no? Creo que me sigue quedando espuma y sales'. Era la sonrisa más convincente que podría hacer en mi vida. No porque intentase convencerte, ni seducirte, hacerte caer... que tal vez también. Sencillamente porque en mi vida pocas veces había estado tan convencido de algo. "Esta noche ya me la has hecho mágica, convirtámosla en algo espectacular". Era la única idea que rondaba por mi cabeza. No pude evitar volver a reírme y recorrer tu cuerpo. Siempre me llevabas la contraria cuando calificaba de espectacular tu...
No nos hacían falta muchas palabras, aunque tampoco creía que fuésemos capaces de articularlas como Dios manda en esa situación. Encontramos por suerte un aparcamiento cercano a mi portal, cogiste una mochilita con algo de ropa que siempre llevabas y subimos. A ratos se me ocurrían comentarios que te arrancaban alguna sonrisa... pero la mayor parte del camino no nos hacía falta. Simplemente nos mirábamos. Nos mirábamos a los ojos y sonreíamos. Incluso llegábamos a buscar de vez en cuando cierto contacto el uno con el otro. Era sencillo... había un sinfín de escusas para poder pasarte la mano por la cadera y guiarte dentro del ascensor, para que pudieses tocar mi hombro al preguntarme algo, para que en el coche sin querer apoyase mi mano en tu rodilla al conducir... y subimos. Sabías que tenía la casa sola. No era la primera vez que venías con ella sola pero antes era sólo una remotísima posibilidad que acabase pasando algo. Esta noche nada tenía sentido. Y las posibilidades remotas tenían una probabilidad... desorbitada. Te invité a algo de beber y llegamos a la conclusión que un par de chupitos no nos harían daño. Ambos necesitábamos terminar de darle la paliza a esa parte de nosotros vestida con traje y responsable... y el alcohol ayuda bastante en eso. Fui a buscar las sales y mientras me pediste el portátil para escoger una buena banda sonora. No se me hubiera ocurrido pero me parecía una idea genial. Las encontré y empecé a llenar la bañera. Primero de agua caliente y después de agua tibia.
Nos ayudaría entrar algo en calor pero... no nos hacía falta mucho más para conseguirlo. Nos miramos en silencio mientras sonaba una música relajante que habías escogido de fondo. Bañarnos en una fuente daba vergüenza, pero la ropa interior nos escudaba el uno del otro. Una parte de nosotros estaba deseando proponer bañarnos también ahora en ropa interior pero... volví a cerrar los ojos. Y le ví. Vi al hombre trajeado que me había ayudado muchas veces pero en estas ocasiones sólo daban ideas estúpidas. La otra parte de mí daba ideas absurdas, pero esa es las que necesitaba. "No te necesitaré más esta noche", le dije mirándole a los ojos. Él sonreía. No se iba a ir por las buenas. Pero tenía demasiada voluntad cedida a la parte más surrealista de mi ser. Desde hacía mucho tiempo que le ponía el rostro de Tyler a esa faceta de mí, pero es un mero detalle. Sonreí y apareció en una mano un bate de beisbol gigantesco, con el que me aseguré que el puto ángel de mi hombro trajeado iba a pasar una larga noche sin molestar. 'Entro yo primero si quieres, y no abro los ojos hasta que hayas tapado con la espuma lo que no quieras que vea... ¿Vale?'. Me adelanté y me desnudé incluyendo también el calzoncillo. Me tumbé en la parte más alejada de la bañera y cerré los ojos. El agua me cubría hasta casi el pecho. Cuando tú te metieses, llegaría a cubrirnos hasta las axilas.
Una voz me estaba gritando que había llenado demasiado la bañera... pero en este momento me importaba más que no estuvieras incómoda. Con los ojos cerrados, el olor de las sales, el leve sonido de la música y el vapor elevándose hasta mi rostro; mis sentidos se centraron en buscarte como pudiese, pero sólo el oído te encontró en ese momento. Creo que era la camiseta lo que acababa de caer al suelo. El pantalón también se escuchó, pero luego sólo se oyó cómo te acercabas. Las otras prendas era demasiado ligeras como para poder sentirlas caer. El broche de tu sujetador lo delató, y esperé paciente. Te habías acercado, intuyo para comprobar que tenía los ojos cerrados y miraba al techo... sabías que lo cumpliría, siempre lo hago, pero te sentías más segura mirándome. O tal vez te sentías más especial sabiendo que era capaz de mantenerte la palabra en ese momento, cuando estaba deseando tantísimo mirar aunque fuese de reojo. Noté como tu pie entraba en el agua y provocaba suaves olas que chocaban contra mi pecho. 'Qué agradable está', susurraste sorprendida. Mi oído también te había encontrado por fin, y me pareció que pocas veces habías sonado con una voz tan... seductora. Entraste poco a poco en el agua y yo recogía mis pies, sin poder evitar rozarlos con los tuyos y disfrutar de la suavidad de tu piel. Me mordí la sonrisa sin dejar de mirar al techo. Ni se me pasó por la cabeza la idea de que hubieses entrado con el tanga puesto.... yo no me daría cuenta porque estaba la bañera llena de espuma, pero confiaba ciegamente en tí. Nunca mejor dicho.
Después de que movieses las manos dentro del agua, te acomodases y le perdiésemos el miedo a que tus piernas estuvieran puestas sobre las mías, rodeándome, volviste a hablar. '¿Vas a estar para siempre haciéndote el ciego?'. Entre ese tono de burla y el susurro de antes... no sabría decir cual me pareció más... erótico. Me mojaste un poco el rostro salpicándome con la mano. Yo moví las mías y te atrapé las muñecas, abriendo los ojos. Estabas espectacular. Te habías mojado el pelo y te caía por los hombros como no sería capaz de describir con palabras. No sé si era azar o lo habías medido pero el pecho estaba cubierto por la cantidad justa de espuma para que no pudiese ver nada pero sí se intuyesen las proporciones del mismo. "Sin sujetador gana un punto a favor", pensé sin lograr controlarme. Pero volví a subir la mirada obligándome, y encontrándome con tu sonrisa burlona. Es demasiado tarde como para disimular lo que estábamos pensando, y te hacía bastante gracia. Yo te devolví la sonrisa y nos mantuvimos en silencio unos segundos disfrutando del final de la canción. Yann Tiersen tiene una habilidad para conseguir momentos especiales, pero cuando éstos ya eran mágicos... lo bordaba. Cuando terminó la canción hablábamos sin preocuparnos ya de medir las palabras. No había sentido para la contención en esos momentos. Nos habíamos liberado de todo lo que nos sobraba esa noche... y gran parte de ello eran todas las barreras que nos imponíamos. Yo te decía las cosas que pensaba en ese momento. Lo que me habías hecho sentir en la fuente. Y tú me contabas tu versión de los hechos. Sólo pudo superarse la situación cuando...
'Oye, siempre me encantó que al bañarme me limpiasen la espalda... ¿tienes esponja por aquí?', dijiste mirando alrededor en busca de una. 'Creo que una vieja... pero nunca me ha gustado. ¿Te molesta que lo haga con la mano? Sabes que me encanta sentir esa curva de tu espalda en la columna...'. Sonreíste y mordiste los labios. Creo que nunca me había fijado que tú también lo hacías. Me cerraste los ojos con los dedos y me pediste que no los abriese todavía. Te incorporaste de rodillas y sin querer rozaste con tu pierna una parte de mi cuerpo que hacía tiempo me costaba disimular. Soltaste una risita pero continuaste. Te diste la vuelta y te mantuviste de rodillas. Me pediste que abriese los ojos y te encontré de espaldas, con el pelo mojado cayendo por tu cuerpo, con la cabeza ladeada mirándome con picardía, con el pecho disimulado porque te habías colocado espuma. Seguí bajando y descubrí como tu espalda terminaba y se veía empezar el trasero hasta que el agua lo tapaba. Apoyé mi mano en el hueso de tu cadera y me ayudé para levantarme, limpiando con un poco de agua todos los rastros de espuma de tu espalda. Tú te recogiste el pelo y lo colocaste para que cayese por delante, yo te pedí que mirases al frente porque me iba a incorporar y, tras un amago mientras reías, miraste al frente. Me incorporé. No me veías, pero lo sabías cómo estaba. Me acerqué a tu cuello para besártelo, y sin querer rozó la cabeza con la parte lumbar de tu espalda, recorriéndolo suavemente hacia el coxis al agacharme para besar también tu hombro.
Si no lo pensabas detenidamente, sí que parecía que te estuviese acariciando con un dedo. Pero para mí... empezaba a ser demasiado. Y la música no creo que ayudase para nada... no sé si fue ella la que hizo fluir la situación, o de verdad era el primer momento en que me percataba que la vie en rose era la canción que habías escogido. No puede ser que supieras que iba a sonar en ese momento. Fui recorriendo tu espalda con las manos mojadas haciendo presión en cada una de las curvas, tratando de darte un ligero masaje mientras buscaba el contacto de tu piel. Me encanta tu espalda. No es la parte que más me gusta de tu cuerpo porque tiene que competir con rivales muy dignos... pero es espectacular.
Apoyaba mi palma en el costado y con el dedo pulgar bajaba presionando alrededor de la columna. Bajaba hasta que el hueso de tu cadera me lo impedía. Y entonces… seguía bajando. No parecía que te molestaba porque te arqueabas ligeramente hacia delante para que saliesen unos milímetros más de piel a la superficie... pero yo volvía a subir masajeándote con cuidado. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero el suficiente como para plantearme que mi autocontrol está muy por encima de los límites que me imaginaba. Esta situación era tan excitante que mis dedos temblaban buscando otras zonas más delicadas que acariciar... pero tan mágica que quería disfrutar de todo lo que sucediera cuando fuera el momento. Con suerte, la noche iba a ser larga. Y esto formaba parte del conjuro. Estuvimos otro rato más hasta que me propusiste que ahora me diese la vuelta yo.
Normalmente, entre bromas, siempre solía tener yo la iniciativa de las cosas... o más que la iniciativa, la paciencia suficiente como para plantearte una infinidad de situaciones clave... hasta que tú quisieras tener la iniciativa en una. Porque adoraba cuando lo hacías. Cuando despertabas esa parte de mí que me había encogido el corazón con dos frases ya esta noche. Y ahora... continuabas. Me dí la vuelta y después tú lo hiciste. Jugaste un poco con el agua y me limpiaste de espuma lo que quedaba en mi espalda. Te acercaste a darme un beso en el cuello pero yo no me había ocultado con espuma... lo que se debería ocultar. Y me mordiste sonriendo al verlo. Entonces te apoyaste en mi cadera y te acercaste más... y más. Hasta que sentí como tus pezones erizados acariciaban mi espalda con el vaivén de nuestros cuerpos. Si lo pensara en frio... tal vez fueran como dedos. Pero entonces te acercaste más.
Y sentí el resto de tu pecho apoyarse esponjoso sobre mi espalda. Pero no sólo eso. Te habías asomado por mi hombro y sentía cómo espirabas en mi cuello. Como besabas mi mandíbula. Cómo la mordías. Sentía como tus dedos se clavaban en mi cadera para aferrarse. Como de tu ombligo me hacías coquillas en las lumbares sintiendo el tacto frío. Cómo tu sexo emanaba calor que hacía estremecerse la parte del cuerpo a la que se acercase. Yo ladeé mi cabeza y te besé donde llevaba, en tu nariz. La mordí burlón, mientras mis manos también se aferraban como podían a tus caderas, casi cogiéndote el culo. Qué demonios... una se adentró y cogió con fuerza una nalga. Sonreíste de nuevo. Sabías tanto como yo la de veces que habría deseado hacer eso y... bueno, te gustaba pensar que por fin te lo habías ganado. Levantaste el rostro y nos dimos de nuevo un beso. Esta vez más corto. Nos limitábamos a establecer el punto de partida. O la línea de meta. Ese beso significaba que terminaba la parte mágica de la noche para declarar que empezaba lo que yo denominaba... la parte espectacular.
'Te tengo que agradecer el masaje en la espalda', susurrabas mientras de mi cadera una de las manos se acercaba a una parte de mí que llevaba demasiado soñándote. Estabas con la mano mojada, y te deslizabas poco a poco por la piel haciendo una suave presión con la yema de los dedos. Esto se te daba genial... y me hacía ilusión pensar que era porque lo habías imaginado casi tanto como yo. Yo miré al techo antes de cerrar los ojos y aprovechaste mi movimiento para morder mi lóbulo de la oreja. El mordisco se podía considerar como tal porque le dabas bastante fuerza... y no entendía cómo podías poder conocerme tanto en estos aspectos. Descontrolado me giré, y tú adaptaste la mano para poder seguir con el movimiento dándole algo más de presión. Con una mano apoyada en tu rostro te acerqué a mí y empecé a devorarte, mientras la otra te recorría como me hubiese gustado en el beso de la fuente. De tu hombro bajó por tu brazo que estaba enganchado a mi cuerpo... y se desvió en el pecho para poder recorrerlo con la yema de los dedos. Sentí tu pezón erizado rogándome atención y no le defraudé. Entre dos dedos lo saludé durante unos segundos, alejándolos para poder disfrutar del otro pezón. Me mordiste el labio al sentir que apretaba algo más fuerte que antes y tu mano paró de jugar conmigo para limitarte a contener el aire y suspirar.
Aproveché el momento para separarme de tus labios y buscar con los míos el pezón tal vez dolorido. Si estaba dolorido... tendría que calmarlo. Mientras mi mano seguía en la búsqueda del tesoro, desviándose para volver a disfrutar de ese trasero. Colocado, duro y... Dios, no podía evitar hacer esa parada. Siguió su camino hasta sentir tu sexo y el calor que emanaba. Te dió un escalofrío al sentir cómo mis dedos jugaban con la entrada haciéndose de rogar. La postura era incómoda, así que te limitaste a dejarte caer y apoyarte con ambas manos en la bañera para mantenerte un poco en vilo. Te habías separado de mi miembro y sabía lo que eso significaba... ahora era el momento de disfrutar tú, y me esforzaría por dejarte sin fuerzas. Era un reto digno... pero sabía que no lo iba a poder conseguir. Mis manos te buscaron y te encontraron, permitiéndome disfrutar de los gemidos que todavía no te había podido escuchar. Jugaba contigo mientras mis labios se turnaban devorando los tuyos y devorándote a tí. Cuando sentí que empezabas a temblar con demasiada fuerza y los brazos apenas podían contener la postura; sentí cómo me separabas para devolverme el favor. Sabía lo que era sentir eso. Sentir que querías alargar el momento y no disfrutarlo hasta que la otra persona también estuviera cerca. Yo... yo te deseaba demasiado como para impedirlo.
Te deseaba demasiado como para negarme a nada que estuviera relacionado contigo. Me limité en apoyarme en el borde de la bañera y mirarte. Descubrir las siete diferencias que delataban tu anterior comportamiento al de ahora. Disfrutar de las siete diferencias que me hacían verte de una forma.... en serio, eras objetivamente un espectáculo. Esa mirada pícara que me trataba de devorar, era boca entreabierta buscando qué parte de mi cuerpo querías disfrutar en cada momento, esas manos que se aferraban a mi piel como si fuera tu merecida presa, esos movimientos que sólo tu cuerpo podría lograr, haciendo brillar cada uno de tus músculos en cada situación. Cómo se movía tu pecho con esos movimientos, e incluso cómo reaccionaba ante la respiración entrecortada. No podía dejar de observarte hasta que me empujaste contra la pared y caíste sobre mi vientre. Lo mordías. Buscabas la entrada de mi ombligo y lo mordías, tratándolo de dejar dolorido para que no me diese cuenta hacia donde realmente te querías acercar. Querías que se me cortase la respiración y eso hiciste. Estaba empapada ya del agua y de un movimiento la cubriste con esa humedad tan típica que... 'Dios...', suspiré. Se notó cómo cambiaba tu mueca y sonreías. Yo tenía los ojos cerrados. Tú habías acercado una mano para ayudarte, y me mirabas a la cara mientras jugabas con mi cuerpo. 'Mírame', dijiste antes de cerrar los ojos tú para moverte con más soltura. Era algo que siempre me había podido, mirar mientras... pero no quería que te sintieras incómoda mientras te miraba. Me lo habías dicho bien clarito el mensaje que se me había olvidado: Ya no deberían existir ni barreras, ni cohibiciones. Te miré y te disfruté.
Apoyé mi mano sobre tu pelo y te acompañé los movimientos con intención de dejarte bien clarito el 'no pares, por favor'. No parecía que tuvieses ningún interés en hacerlo y te movías con soltura, disfrutándolo casi más que yo. Aunque yo sabía que no era posible. Tal vez no sería el disfrute físico en sí... que era bastante. Sino la sensación que seas tú la que tengas tantas ganas como yo. Mierda... pensar en eso está haciendo que las cosas vayan demasiado rápido y... con mi mano apoyada tiré ligeramente de tu pelo hacia arriba, sólo como aviso para que me mirases. Cuando me dirigiste la mirada te ayudé a incorporarte y te puse de rodillas, de espaldas a mí. Apoyé todo mi cuerpo en tu espalda y sentí cómo nuestra piel resbalaba por el agua, recorriéndote con mis dedos hasta encontrar tu mano y apoyándola en la pared. Sabías qué venía a continuación y tú también lo estabas deseado. Abriste ligeramente las piernas y me facilitaste que yo...