Lo intentamos nosotros solos

Queríamos follar sin nadie que nos estorbase, aprender nosotros solos

Jugábamos desnudos en casa cuando nos dejaban solos, el buen tiempo además favorecía que nos quitásemos la ropa, y siempre acabábamos en algún lugar medio escondido, tocándonos la polla y comparándolas cuando estaban bien tiesas.

  • Te gustó cuando te la metieron el otro día?

  • Fue una sensación maravillosa, me contestó.

  • ¿Quieres que lo intentemos nosotros?

Bueno, la única duda era quien iba a dejarse penetrar primero, así que volvimos a medir y la mía parecía un poco mas grande, de modo que empezaba yo.

Le hice colocar apoyado sobre los codos, a los pies de la cama, para que me ofreciera el culete cómodamente para mí, y le abrí un poco los glúteos con las manos.

Su agujerito estaba ahí, sonrosadito y expectante, y mi polla creció un poquito mas al verlo así ofrecido, de modo que apunté con cuidado y me aproximé a él. No conseguí entrar, era como si se hubiera cerrado de pronto, o si hubiera una barrera para mí. Pero yo lo había visto bien el otro día y era así como se hacía.

  • Tienes que darte un poco de saliva en la punta, para que resbale mejor.

Vaya, como él había sido espectador mas veces parecía que se había fijado mas. Escupí en la mano y me moje bien el pito, a ver si ahora tenía mejor suerte.

Y ahí fue entrando, ahora sí, muy fácilmente, de un tirón, y sentí todo el calor de su interior y un enorme gusto me entró por todo el cuerpo.

Fue de nuevo él quien me indicó como debía moverme, para darnos gusto y empecé a agitarla dentro y fuera, casi con furia, empujándole contra la madera de la cama, hasta que se quejó de que le hacía daño. Continué mas despacio, y ahora sus suspiros me indicaban que lo iba haciendo bien, hasta que de pronto me sacudió una calentura extraña, mi cuerpo se movía  dentro de él casi sin mi conocimiento y entre sacudidas nerviosas me corrí en su interior.

Lo dejamos ahí y quedamos de acuerdo en que la próxima vez lo intentaría él. No hubo que esperar demasiado, a los pocos días estábamos de nuevo en pelotas por la casa, buscando un sitio seguro donde poder jugar sin que nadie nos descubriese.

Nos calentamos un poco, hasta que con unas buenas lamidas puse su pito en condiciones de trabajar. Yo estaba también a tope, pero ahora era su turno y había que respetarlo así que me coloqué en la postura que le pareció mejor: tumbado boca arriba y con las piernas levantadas, ofreciéndole todo, porque opinaba que era mejor si me veía la cara y así podría concentrarse mejor y ver cuando podía correrse.

Imagino que el vería mi agujerito como yo el suyo el día anterior, prácticamente virgen y expectante, porque noté su polla empujar bien dura casi enseguida. No se parecía apenas a la de su hermano mayor, estaba bien pero no me llenaba, sin embargo estaba claro que le gustaba, su cara se puso encarnada, y su respiración agitada. El ritmo aumentó en rapidez y sentí algo caliente en mi interior cuando se corrió, pero no era igual, indudablemente.

Entonces los dos pensamos casi lo mismo, y estuvimos de acuerdo enseguida: si queríamos pasárnoslo mejor, no había mas solución que dejar entrar a alguno mas mayor en nuestros juegos, pero intentaríamos que no hubiera sorpresas.