Lo hago por tu bien

Esto no es un texto erótico sino que trata un tema mucho menos agradable como es el de la crueldad.

¿Adónde vas? Ven, que quiero hablar contigo. ¿Qué te pasa? ¿Es que me tienes miedo? ¿Tienes miedo de tu propio padre? Vamos, acércate y no me hagas levantar, ¿eh?

A ver, dime cuántas veces te he dicho que no hables con desconocidos, ¿eh? ¡Y menos de lo que ocurre en nuestra casa! Entonces, ¿qué mentiras le contaste a esa profesora tuya? ¿Es que le dijiste que te pegaba, que te trataba mal? ¿Eh? ¡Quieres hacer el favor de contestarme cuando te pregunto! ¿Por qué no me miras a los ojos cuando te hablo? ¡Contesta! Yo lo sé: es porque sabes que te has portado mal y que mereces que te castigue.

Matilde, no te metas en esto, haz el favor. Nuestro hijo hace lo que le viene en gana, y esto se va a acabar. ¿Sabes la vergüenza que tuve que pasar dando explicaciones a esa profesora, a esa tocapelotas metomentodo? ¡¿Quién esa tipa para que tenga que darle explicaciones de lo que hago o dejo de hacer en mi casa?! ¡¿Quién es ella para decirme cómo tengo que educar a este zote de hijo que tengo?!

¿Recuerdas cuando cogió dinero de mi cartera? ¿Es que para eso me deslomo trabajando para manteneros? ¿Para que mi hijo se comporte como un ladrón? ¡Mi hijo, un vulgar ratero! Pero esto se va a acabar, vaya que sí se va a acabar… Lo que ocurre es que este hijo tuyo es tonto. Tiene la cabeza tan dura que sólo se le puede meter algo en ella a base de sopapos. ¡Y pienso darle de guantazos hasta que aprenda!

¡Que te calles, Matilde! ¡Me pongo como me sale de los huevos porque ésta es mi casa! ¿Qué quieres entonces? ¿Tenerle bajo tu falda y dejarle que haga lo que se le antoje? Eso es lo que te gustaría pero eso no va a ocurrir en mi casa, porque aquí mando yo. Voy a hacer un hombre de él, aunque me duela la mano de darle de bofetones. Tú no puedes entenderlo porque eres una mujer, así que cállate la boca cuando estoy hablando con mi hijo.

¿Qué crees? ¿Piensas que me gusta pegarte? ¿Que soy cruel? Mira, hijo, yo no soy malo, a mí no me gusta pegarte. Lo hago por tu bien, para que aprendas. En serio, si me obedecieras, yo no te pegaría. Pero es que me obligas a hacerlo. Tienes esa cabeza tan dura que te cuesta aprender las cosas si no es con bofetones. Soy bueno contigo y quiero lo mejor para ti. Por eso es por lo que te pego.

También mi padre, tu abuelo, me pegaba a mí, y a él le pegó su padre… ¡Vaya que si me pegaba tu abuelo! Y a veces estaba borracho y no dejaba de darme aunque yo no supiera muy bien ni por qué me estaba pegando. Decía que los niños son como los borricos, que hay que atizarles para que se muevan.

Pero tu abuelo hizo un hombre de mí y por eso no me importa, téngale Dios en su gloria. Y él me pegaba de verdad, no con el cinturón como yo, sino con la hebilla de metal del cinturón, como te voy a pegar a ti ahora. Lo hago por tu bien, no porque me guste, sino porque veo que es la única forma de que aprendas. Si fueras más listo… ¿Ves cómo me quito el cinturón? Pues pienso darte con él hasta que me aburra, hasta que se me canse la mano, porque es lo que tengo que hacer. Ya tendría que haberlo hecho hace mucho tiempo.

¡Matilde! ¡Haz el favor de quitarte de en medio! ¡Lo hago por el bien del niño! ¡No me obligues a pegarte a ti también! ¡TE DIJE QUE TE QUITARAS!

¿Ahora me pides perdón? ¡Levántate y deja de llorar como una niña! ¡Los hombres no lloran y yo voy a hacerte un hombre! ¡TE HE DICHO QUE TE LEVANTES! ¡¿Te duele?! ¡PUES TOMA Y TOMA! ¡Así aprenderás! ¡¡DEJA DE LLORIQUEAR O SERÁ PEOR!! ¡¡VOY A DARTE CADA VEZ QUE CHILLES!! ¡¡Y UNA, OTRA, OTRA VEZ, Y OTRA…!!


Creo que está de más decirlo pero, por si acaso, aclaro que este texto no es, en absoluto, una apología del maltrato infantil.

Agradeceré y responderé vuestros comentarios.

Un saludo cordial. Solharis