Lo hago por ti, para que puedas follar
[...] unió sus labios a los de ella y presionó con su lengua hasta introducirla en su interior. Al principio ella apretó los labios prohibiendo el paso, pero finalmente abrió la boca y ambas lenguas se encontrarron...
Luis y Pedro habían quedado a solas para tomarse juntos unas cervezas. Los dos treintañeros compartían una conversación íntima tras la tercera cerveza.
- Por cierto, ¿cómo está Silvia? – haciendo referencia a la esposa de Pedro.
- Como siempre. – Dijo apartando la mirada hacia otro lado.
- No lo dices muy convencido.
- Buff Luis, qué quieres que te diga. Todo bien, aunque esto de no follar por bien vaya todo lo demás, quema.
- Ya… es una putada, pero ¿tan poco lo hacéis?
- ¡MESES! – dijo abriendo mucho los ojos.
Luis dio un largo sorbo de cerveza y le apoyó su mano en la espalda de su amigo. Acercándose un poco más a él para cerrar el círculo de la privacidad le habló en voz baja.
- Al menos merecerá la pena la espera… ¿no?
- No, aunque no estoy en situación de elegir.
- Debes de explotar; es eso, ¿no?
- Eso, y que ella no creas que se esfuerza – Pedro se mordió los labios y finalmente soltó toda la frustración que llevaba dentro – Verás Luis, que quede entre nosotros, pero es como follarse una vagina en lata. No hace nada. Casi ni la chupa porque dice que le da asco y acabo follándomela como un animal en apenas unos minutos. Minutos que se transforman en meses de espera hasta el siguiente acontecimiento sexual. ¿Cómo crees que estoy?
- Joder Pedro, me dejas de piedra. Mira que ella está en buena forma, y bueno, ambos parece que os lleváis bien y sois, con tu permiso, atractivos. No entiendo qué le pasará.
- Que es una vaga, eso es lo que pasa.
- ¿Tú crees? ¡A ver si es que le haces daño machote! – dijo intentando infundir un poco de humor ante la desazón de su amigo.
- No, para nada. Y te aseguro que no es cuestión de las típicas escusas. Es que básicamente no le apetece, y cuando lo hacemos yo creo que es que cede por agotamiento de mis coñitas y por insistirle.
- Seguramente tengas razón, pero, y no es por dármelas de gigoló, como sabes, antes de estar con mi novia estuve con unas cuantas mujeres.
- Sorpréndeme.
- Bueno, creo que en parte tienes razón, pero aparte creo que a Silvia le falta motivación.
- Joder Luis, yo lo he intentado todo. Desde la parte romántica hasta la más salvaje, y nada.
Tras unos minutos de silencio, la conversación cambió a otros temas políticos del momento. Cuando ya se estaban despidiendo, Luis se acercó confidencialmente.
- Pedro, de lo que hemos hablado antes de tu mujer. ¿Qué estarías dispuesto a hacer para que tu situación mejorara y se normalizara?
- Joder Luis…
- Responde.
- LO QUE SEA – respondió con rabia.
- Te tomo la palabra. Lo hago por ti, para que vuelvas a follar.
En la mente de Luis se fraguó un plan que con delicadeza fue contando poco a poco a su amigo.
- Mira Luis, agradezco que quieras ayudar, pero creo que es una locura. No sólo no funcionará, sino que tendremos un problema.
- Te entiendo. Mira, al más mino signo de que no va a funcionar, abortamos el plan. Traeré varias excusas preparadas para el mismo.
- Tú mismo, pero a mí no me incluyas en tus excusas. No quiero encima de no follar tener problemas con Silvia. Si no funciona me pondré de su lado.
- ¿Trato hecho?
Mirándole con desconfianza, finalmente Pedro le estrechó la mano.
Eran las nueve de la noche y las dos parejas habían quedado para cenar. Cuando Pedro y Silvia llegaron, se encontraron a Luis solo en la mesa esperándoles.
El chico se quedó mirando a la chica mientras se acercaba. Su cuerpo delgado encajaba perfectamente en su indumentaria: un vestido cruzado azul marino con estampado de lunares blancos, manga corta, escote en uve, lazo en la cintura y por encima de las rodillas. Su piel clara destacaba sobre aquella sobriedad de vestido al tiempo que su larga melena oscura era un eclipse para los topos de la espalda.
Ambos preguntaron extrañados por la ausencia de la novia de Luis. Éste se excusó diciendo que les habían coincidido cenas, pero no romper sus compromisos ninguno de los dos, se habían dividido. Que más tarde igual se encontraban si salían a tomar algo.
La mariscada transcurrió con normalidad regada por vino blanco y risas entre los tres.
- Bueno, ¿y ahora qué? ¿nos vamos a tomar algo por ahí?
- Bufff – resopló Pedro.
- Cariño, siempre estás igual. Eres un muermo – Dijo Silvia.
- Tú sí que eras un muermo… - Dijo él mirándola fijamente a la cara.
- Oye, pues si quieres vete a casa.
- Chicos, no os peleéis, sino ya quedamos otro día – intentó mediar conciliador Luis.
- No, no, si no nos peleamos. Es la verdad. Para estar quejándose todo el rato, mejor que se vaya a casa y vamos a buscar a…
- ¡Vale! – dijo Pedro interrumpiéndola.
- ¿Sí?, pues no se hable más.
Pedro se despidió no sin mirar fijamente a Luis al alejarse. El chico, risueño, animó a su amiga a ir a un local cercano. No bien se tomaron una copa, cambiaron en seguida de local.
- Beber está bien, pero hay que bajar la cena.
- Jo, qué marcha llevas.
- ¿Prefieres sentarte y hablar hasta que empieces a bostezar y te quieras ir a casa?
La chica le respondió sonriendo, cogiéndole de la mano y yendo a la pista de baile. Bailaron como buenos amigos cogiéndose de las manos, dando giros, vueltas y revueltas sin parar.
Tras una docena de canciones decidieron descansar un poco y pedir otra copa.
- Ay Silvia, casi parece que somos pareja.
- Mejor, así no se me acercará ningún chico.
- Qué segura estás de ti misma. ¿Aún crees que puedes ligar?
- ¿Quieres verlo?
- Vale. Pero si no te entra ningún chico en cinco minutos, invitas a ronda de chupitos.
- Ok, sino pagas tú.
Los jóvenes miraron sus relojes y la chica se alejó un poco de la barra y se puso a bailar. Lanzaba miradas de soslayo en varias direcciones. El tiempo corría, pero ella no se atrevía a mirar el reloj. Finalmente, Luis se acercó.
- Vaya, vaya. Han pasado siete minutos. Invita.
Ella cumplió con la apuesta. Transfiguró su cara en varias muecas tras el chupito.
- Igual es que han visto que estábamos juntos. Apuesto otra vez, pero que sea un cubata y no un chupito. El gin tonic de la marca más cara que tengan. Que sean 10 minutos y probaré a alejarme un poco más. No te acerques a no ser que pase el tiempo o te llame.
- Tú misma…
Esta vez Silvia se alejó hasta el otro extremo del abarrotado local. Comenzó a bailar más provocativa que antes. No habían pasado ni dos minutos cuando un chico se le acercó. Era más bajito que ella, y no paraba de sonreír. Sin oírla, Luis pudo apreciar cómo ella se reía, y el otro empezaba a bailar lentamente frente a ella hasta ajustarse a su ritmo. Pronto ella se dejó coger por las manos para bailar con él. En ese momento Luis se percató que ella le había mirado directamente varias veces. Justo en ese instante le estaba saludando rápidamente con la mano. Aquello era una bengala en altar mar.
Cruzó la discoteca hasta llegar a la pareja. Ella le saludó con un forzado “hola cariño”, y él, aprovechando la oportunidad de aquel rol, la abrazó por la cintura.
- Hola mi amor, ¿te lo está pasando bien?
- Sí, este es Néstor. – ambos se dieron la mano con frialdad.
- ¿Estáis juntos? – preguntó ingenuo.
Luis, ni corto ni perezoso le contestó besando el níveo cuello de la chica.
- ¿Tú qué crees?
- ¿Qué sois amigos? – dijo sonriendo.
El interpelado se pegó más a Silvia. Pudo sentir la dureza de su pequeño trasero contra su cintura.
- ¿Y unos amigos harían esto?
Sin darle tiempo a reaccionar, cogió la cara de Silvia, la giró, unió sus labios a los de ella y presionó con su lengua hasta introducirla en su interior. Al principio ella apretó los labios prohibiendo el paso, pero finalmente abrió la boca y ambas lenguas se encontraron. La pareja rotó y quedaron abrazados besándose. Se separaron lentamente mirándose fijamente a los ojos.
- Yo… - balbuceó ella.
- ¡Ha funcionado! Néstor se ha ido y te debo una copa. Vamos.
Sin darle tiempo a reaccionar la cogió de la mano y la guio hasta la barra.
Silvia saciaba su sed y se cubría con un halo de silencio mientras que degustaba demasiado rápido un Gin Tonic G'Vine.
- Me ha salido cara la apuesta – bromeó Luis.
- Te daré la mitad, que me he pasado aceptando esta marca cuando le has pedido a la camarera el más caro que tuvieran.
- Es igual, no te preocupes.
- Sobre lo que ha pasado antes…
- Sí, qué pesado el chico aquel ¿eh? – interrumpió.
- Sí. Pero no me refiero a eso – dijo ella con una sonrisa maliciosa.
- Ah, no te preocupes. Me han enviado un mensaje y vamos a estar solos, así que nadie lo ha visto.
- Oh.
- Y tranquila, no se lo diré a nadie. Aunque…
- ¿Qué?
De repente Luis lanzó su mano hacia la entrepierna de ella colándola por la parte baja del vestido hasta llegar a su ropa interior.
- Veo que el beso no te ha dejado indiferente. – respondió al notar calor y humedad.
- Lui…. ¡estás loco! ¿qué haces?
- Cállate y escúchame. – Dijo con tranquilidad mientras que hacía caminar sus dedos sobre el sexo cubierto de su amiga. – Yo sé lo que te pasa y sé lo que quieres.
- ¿Qué? ¿Cómo? – Dijo ella desconcertada.
- Nada de preguntas y respuestas. Eso es el qué, y el cómo… - La última palabra fue apenas un suspiro mientras que ya abiertamente estaba masturbando a la chica.
- Huele – dijo sacando su mano y poniéndosela en la cara. – Sí, sí, no pongas cara de asco. Deja de fingir y sé sincera. Estás excitada.
- Joder sí. Pero esto no está bien. Como Pedro se entere…
- A Pedro le da igual.
- No, te aseguro que no.
- ¿No?
Luis le enseñó un vídeo en el móvil en el que se veía a su marido hablando. Lo reprodujo otra vez y ella se pegó el móvil al oído para poderlo escuchar mejor.
- ¡¿Qué coño es esto?! – dijo enfurecida.
- Lo que oyes. Me lo ha enviado tu chico. Ya le has oído, le da igual lo que pueda pasar esta noche.
- ¿Cómo será así de cabrón?
- ¿Cabrón? Es lo que tú has conseguido pasando de él. No hablo de patriarcado y satisfacción al marido, sino de una relación. De un sentimiento entre ambos que se traduzca en hechos, que se traduzca en sexo.
- Estoy flipando ahora mismo.
- No Silvia, no estás flipando. ¡Ahora vas a flipar!
El chico la cogió con cariño de la cara y se acercó hasta que sus labios se encontraron de nuevo. Ella no opuso nada de resistencia esta vez. Se besaron cada vez con más pasión. Él se acercó más a ella, que estaba sentada en un taburete, y ella le respondió abriendo un poco las piernas para que hubiera más contacto. Contacto que ocurrió a través de ropa.
- ¿Notas lo dura que me la has puesto? – le dijo al oído.
- Joder Luis, ¿qué estamos haciendo? Como nos vea algún conocido…
Luis la cogió por la cintura y la acercó haciendo que ella se levantara.
- ¡Qué culo tienes! ¡Eres increíble! – le dijo mientras apretaba su trasero con ambas manos por encima del vestido. – te follaría aquí mismo. O más bien me follarías tú, porque noto lo caliente que estás por encima de la ropa. ¿A que me follarías?
- Luis, vaya pregunta.
- Responde.
- ¡Sí, sí, sí, joder, sí! – dijo ella más fuerte de lo que pretendía.
Una pareja que estaba al lado se giró y les miraron con complicidad interpretando aquellas interjecciones como exclamaciones de otro tipo.
- Vamos a bailar un poco.
La pareja se colocó en el centro de la sala y bailaron sin tapujos. Él aprovechaba cualquier oportunidad para restregarse contra ella y acariciarla más abajo o más arriba de lo que estrictamente era la cintura. De espaldas, ella alargó un brazo para acariciarle el cuello y atraerle hasta sus labios. Luis podía sentir cómo la chica bailaba de forma provocadora restregándose a conciencia contra su paquete.
Ni corto ni perezoso trepó con su mano desde la cintura hasta sus pechos y se los acarició por encima de la ropa. Eran pequeños y turgentes, y se apretaban formando la pequeña línea de un escote cada vez que él se los estrujaba.
- Ahora mismo te comía esas tetitas que tienes hasta dejártelas rojas.
Desinhibida, ella se rio. Aquella chica “necesitaba salir de la rutina, arriesgarse y hacer cosas que le hicieran sentir algo”, pensó. “Necesitaba una aventura”.
Sin salir de aquella postura él le acercó un dedo a la boca.
- Chúpamelo como si fuera mi polla.
Excitada, ella obedeció. Le daba igual que un grupo de jóvenes la estuvieran mirando y haciendo comentarios jocosos. Se sentía liberada.
Justo cuando empezaba a hacer demasiado realistas los movimientos sobre el dedo de Luis, éste la agarró de la mano.
- Vámonos.
- ¿Qué? ¿A dónde?
- ¿Acaso eso importa? – le dijo él guiñándole un ojo.
Cogieron un taxi, y Silvia no pudo oír el destino por la música de la radio. Luis no había perdido el tiempo y le acariciaba las piernas al tiempo que la besaba. Ocultando sus movimientos con el bolso de la chica, Luis la masturbó por encima de su tanga.
Al poco tiempo el taxi se detuvo y ambos bajaron tras pagar.
- Un momento… ¿Ya me traes casa?
- No te traigo, yo también vengo.
Ella no entendía nada. Abrió la puerta asegurando que seguro que su marido llevaría horas durmiendo. Se asomó al cuarto, y se le encontró despierto viendo una peli.
- ¡Hola! – dijo totalmente despierto.
- Pensaba que estaría dormido… - dijo acariciándose el pelo.
- Ya ves que no. Y tú tampoco vas a dormir ahora mismo – dijo Luis entrando por la puerta.
El chico la abrazó por detrás. Ella intentó impedírselo respondiéndole alarmada. Se fijó que Pedro no reaccionaba. Esbozaba una sonrisa impertérrita que no dejaba transmitir ningún otro tipo de reacción más allá de… ¿la conformidad?, pensó.
Dejó de poner barreras y pudo ver como su marido se relamía cuando Luis empezó a besarle el cuello. “¿Con que esas tenemos? ¿te da igual” – pensó – “¡pues ahora verás!”. Se giró y besó a su amigo con decisión. De reojo podía ver como Pedro seguía sin decir o hacer nada. “Joder, sí que estaba mal Pedro para no importarle esto”.
Luis le metió las manos por el escote de su vestido hasta agarrar sus pechos desde abajo. Se coló por debajo del sujetador y los cubrió por completo con sus manos. Le pellizcó sus pequeños pezones rosados, dejando a la vista de su marido alguna diapositiva fugaz de sus senos.
El chico la empujó con delicadeza hasta que ella se subió a la cama apoyando las rodillas. Le acarició el pelo y le empujó la cabeza con suavidad hasta que ella la apoyó sobre la cama formando con su cuerpo un “7” horizontal.
Su nuevo amante le arremangó los bajos del vestido, y lentamente le bajó el tanga no sin forzar rozarla con sus dedos inquisidores. Justo en ese momento se dio cuenta que estaba a apenas un metro de su esposo quien la miraba divertido. De pronto ella abrió mucho los ojos cuando Luis hundió su cara entre sus nalgas y comenzó a lamerle el sexo.
La masturbó con su mano más rápido de lo que era propio de unos preliminares haciendo que ella gimiera e intentara frenarle. Él no se detuvo, y ella se acomodó a aquel torrente de placer. Alzó la vista, y pudo ver como su marido se masturbaba mirándola sin dejar de sonreír. En aquellos momentos todo le daba igual. Estaba disfrutando muchísimo con el placer que le proporcionaba su amigo y no podía pensar en otra cosa.
De repente Luis detuvo todas sus acciones por unos segundos. Justo cuando se disponía a protestar, sintió como algo grande y ardiente llamaba a la puerta de su vagina. Su amigo rozaba su pene contra sus labios inferiores como preludio de lo que estaba por llegar. El chico seguía jugando con ella y no terminaba de decidirse.
- Venga… - dijo ella en apenas un suspiro.
- ¿Qué? – oyó que le respondían a su espalda.
- Vamos…
- ¿Qué quieres?
- Ya lo sabes, venga.
- Pídemelo – dijo frenando aún más sus roces.
- Métemela… - dijo con timidez.
- No te oigo.
- Métemela. – pronunció un poco más alto.
- ¿Qué?
- ¡Fóllame! Joder, métemela ya – dijo casi casi gritando al tiempo que inclinaba su culo hacia atrás para buscar el pene.
Luis obedeció y se la metió lentamente y hasta el fondo. Aquel tren de placer entró perfectamente por el túnel del amor que estaba totalmente lubricado y ansioso por recibirle.
La chica sintió como le agarraban de la cintura, e impulsándose desde ahí, comenzaban a follarla en embestidas constantes y profundas. Ella gemía con cada empujón y apenas era consciente de cómo los testículos le golpeaban contra su cuerpo.
De un último empellón más fuerte que los demás, ella se dejó caer bocabajo en la cama. Su amante no perdió ni un segundo y la sepultó rápidamente con su cuerpo. Con ambos cuerpos totalmente pegados, ella sentía el peso del otro que apuntalaba aún más fuerte sus embestidas.
Sintió como Luis se separaba rápidamente y antes de que pudiera girarse se le encontró de frente.
- Cómeme bien la polla si quieres que siga.
Ella no se hizo de rogar y agarrándola por la base, comenzó a chuparla como si no hubiera comido en días.
- Joder, a mí nunca me la ha comido así.
Silvia apenas fue consciente del comentario de su marido, y siguió succionando. Había que reconocer que su amigo tenía un aguante extraordinario. Lo que no sabía es que él, en previsión de que su plan tuviera éxito, se había masturbado dos veces el día anterior para estar fresco y poder resistir aquella noche si es que todo iba bien. Y estaba yendo mejor de lo que nunca se hubiera imaginado…
Luis se apartó, y le pidió, totalmente sereno, que por favor se quitara toda la ropa.
Una vez desnuda, el chico se abalanzó encima besándola, chupándole los pezones para detenerse en su sexo. Tumbada bocarriba esperó lo inevitable. Luis la acomodó al borde de la cama, y él, de pies en el suelo, la penetró. El ritmo era frenético, y por si no fuera poco, le masturbó el clítoris haciendo que gimiera como una loca ante el orgasmo incontenible.
El chico frenó y se paró permitiendo que ella se recuperara.
- Ahora quiero que me folles tú. Hazlo como nunca lo has hecho. – Dijo antes de tumbarse en la cama al lado de su cornudo amigo.
Silvia pasó una pierna por encima del cuerpo de su amigo hasta montarle a horcajadas. Él inspeccionó el atlético cuerpo de ella, la suavidad de su piel con sus manos, la forma de pera de sus pechos y su mirada descontrolada de pasión. Pronto, la chica guio el pene hasta la conocida entrada y empezó un lento oscilar.
- ¡Venga, fóllame, que no soy una mecedora! – dijo Luis.
Ella mostró los dientes y agitando su cintura comenzó a cabalgarle cada vez más rápido. Sus pechitos saltaban al tiempo que Luis se relamía. Se dejó caer sobre él, quien le ayudó sincronizando los movimientos de cintura del uno con los del otro.
De repente ella se paró.
- ¿Qué haces? – dijo tras notar como él acercaba su dedo hasta su ano.
- Confía en mí, no te voy a hacer daño.
Sin tenerlo del todo claro ella siguió cabalgando al tiempo que sentía un dedo húmedo y viscoso sobre la entrada de su culo. Descubrió que no le dolía, y que la combinación de la penetración y aquel dedo le provocaba nuevas sensaciones. Acelerando el ritmo apenas se dio cuenta cuando Luis ya le había metido medio dedo dentro de su ano.
Frenaron un poco su ritmo cuando de repente sintió un peso que desequilibraba la cama. Se giró, y pudo ver como su marido se aproximaba con el pene erecto en la mano.
Se dispuso a descabalgar cuando Luis le indicó que esperara. Sintió como el conocido pene de su esposo tocaba su ano.
- No, no, no. ¿Estás loco? ¡Me vas a matar así?
- Silvia, mírame. NO te pasará nada. ¿Te he hecho sentir mal en algún momento de esta noche? Tú relájate y verás cómo lo disfrutarás más que el dedo. Ven.
Reticente pero excitada pegó el cuerpo al de su amante. Éste le besó con devoción al tiempo que ella sentía como su marido empujaba tímidamente su pene contra la entrada de su ano. Ella ayudó echándose un poco hacia atrás y sintió como se deslizaba un poco en su interior. Al parecer Pedro se había lubricado el pene con el gel que usaban cuando follaban de forma muy esporádica.
En todo este proceso, Luis no había parado de penetrarla. Poco a poco los dos chicos sincronizaron sus movimientos penetrándola a la vez. Ella gemía extasiada olvidándose de los vecinos y de cualquier otra cosa que no fuera aquel momento. Luis le succionaba los pezones mientras su marido le daba azotitos en las nalgas.
- ¡Cómo me aprieta la polla tu culo cariño! ¡esto es una pasada! – dijo su marido disfrutando de aquella nueva experiencia.
Los penes entraban rápidamente como un pistón orgánico. Pedro recordó el consejo de su amigo que en aquel momento tomó como una locura: “hoy aprovecha y alíviate a ti mismo porque mañana vas a follar”. En aquellos se lo tomó como una bravuconada, pero ahora se daba cuenta que, si no le hubiera hecho caso, se habría corrido a los dos segundos.
Extasiado de placer, Pedro se separó provocando un sonido de succión y se acercó a su mujer.
- Cómemela… por favor – no pudo evitar rogar.
Ella, sin pensar de dónde venía aquel falo lo mamó con devoción mientras que Luis aceleraba penetración moviendo su cadera como un poseso.
Pedro volvió a su sitio y la penetró de nuevo. Ella dejó caer su cuerpo sobre el de Luis sintiendo como su marido tomaba la iniciativa y aceleraba, mientras que su amigo se mantenía quieto con su pene dentro de su coño. Su marido apoyó las manos en su espalda y la folló por el culo como un perro salvaje.
Silvia gemía como una loca y pronto sus lamentos fueron apagados por los estertores de Pedro quien eyaculó dentro de su ano. La chica sintió el torrente de lava ardiente llenando su interior para después derramarse por sus nalgas.
Su marido se dejó caer exhausto sobre la cama y Luis le invitó a que se levantara.
- Estoy molida. ¿Es que tú no acabas nunca?
- ¿Quieres que acabe? ¿Cómo?
- Pues no sé, lo normal…
- ¡¿Cómo?!
- ¡Cómo quieras!
- Eso está mejor – dijo sonriente. – No le pongamos barrera al campo, je, je.
Túmbate aquí, así, muy bien, con la cabeza sobre tu marido.
Sonriente, Luis se acomodó entre sus piernas y las colocó sobre sus hombros para una penetración más profunda. Inició un mete-saca in crescendo hasta que al final se sacó el pene, y soltó un chorro de semen a presión que impactó contra la cara de su amiga. Otros dos chorros golpearon en su boca, en sus tetitas. Ella se limpió el semen de la cara como pudo no sin sentir su sabor en los labios. Antes de que se diera cuenta Luis la besó con pasión.
A la mañana siguiente Silvia se despertó sola en la cama. “¿Cuándo se había quedado dormida?”, pensó. Era de día, y podía oír a su marido silbando por casa. No había rastro de Luis.
Desnuda, llegó a la cocina donde Pedro le esperaba con un suculento desayuno listo. Apenas hablaron mientras reponían fuerzas.
- Sobre lo de ayer… - empezó a decir ella.
Él se llevó un dedo a los labios pidiendo silencio. Se acercó y abrazaron. La pareja se besó, y pronto ella comenzó a acariciarle de forma automática.
A partir de aquel día, el sexo en aquel matrimonio, afortunadamente, nunca fue el mismo