Lo conocí
Lea es una joven de 17 años interesada en el mundo de la sumisión. Tiene un amo que no le sabe dar lo que necesita y lo busca ella misma. Conoce a Álvaro, un amo poco mayor que ella y que conectan divinamente.
Ella, la dulce Lea, sentía una terrible desesperación a causa de aquel inútil que la utilizaba, que no le hacía caso y ella, consciente de lo poco valorada que estaba siendo, aún seguía ahí. Se encontraba sentada en su cama, ligera de ropa como de costumbre y la ventana, como todas las noches de verano, abierta de par en par. Tenía el ordenador entre las piernas y unas ganas terribles de practicar cibersexo. Le encantaba que la miraran mientras se masturbaba. Que eso es otra, le encantaba masturbarse y sentirse suya. Amaba su delgado y delicado cuerpo. Consciente del poder que provocaba sobre los hombres, le encantaba jugar. Nunca le habían dicho no y acostumbrada a seducir, se sucumbió en uno de esos chats de amos y sumisas. Ella, con su particular nombre Lea95, poniéndose años de más, no creía encontrar nada interesante por esos mundos, pero ahí estaba, entretenida. Le apetecía jugar con cada ventada privada que le hablaba de una manera distinta. Ninguno llamaba su atención más de dos preguntas. Demasiado mayores, demasiadas faltas de ortografía… Ese día, estaba muy excitada. Buscaba alguien con quien compartir su orgasmo y nada más. Al final, tal era su desesperación por encontrar algo medianamente decente que la convenciera que empezó por acariciándose los pezones hasta tenerlos duros, cada vez más excitada, comenzó a rodear sus bragas. Esa vez quería ir poco a poco, disfrutar con deleite lo mojada que estaba. Decidió que nadie la vería esta vez y después de jugar con su excitación, decidió quitarse las bragas. Anhelaba que alguien la mirara, pero bueno, ella sabía que igualmente disfrutaría de un magnifico orgasmo. Disfrutaba probando sus flujos por lo tanto, no iba a quedarse con las ganas. Tumbada en la cama, con su camiseta de pijama y un dulce sonido proveniente de su respiración agitada mezclado con el sonido de campo a altas horas de la noche, se acomodó, abrió las piernas, cerró los ojos y comenzó a pasear sus manos por su sexo, con una mano subía fluidos hasta su boca que saboreaba con gran satisfacción. Al volver a bajar a su sexo, se paraba por sus pequeñas y redondas tetas. Le encantaba tocarse los pezones, apretarlas, sentirse suya. Lo hacía una y otra vez; probarse y acariciarse. Con la otra mano masturbaba su clítoris, círculos encima de él que la hacían vibrar. Notaba que iba a llegar a ese esperado momento cuando entonces, paraba. Le gustaba jugar con ella hasta no poder más. Después de unas repetidas veces, lo notó. Era el momento, temblando, su clítoris se hinchó. Más rápido, más, más, una y otra vez. Con la otra mano, apretaba sus pechos con fuerza, le gustaba el dolor en el placer. Esa dulce mezcla que muchos no entendían. Se mordía los labios hasta que soltó un gemido cálido. Siguió hasta quedar totalmente exprimida. Tumbada en la cama, sonreía agotada. Después de disfrutar cada segundo de aquella libre sensación, fue al baño y al volver, volvió a mirar el chat. Tenía varios privados, todos llamándola maleducada por no contestar. Contesto a varios, juguetona como siempre.
-AMOxputa: donde te has dejado las bragas guarra¿
Le vino a la cabeza el agradable momento que acaba de vivir, se colocó las bragas y contestó:
-Lea95: y tú la cabeza?
-Amoxputa: entre tus bragas
Era imposible no divertirse, le siguió el juego un rato más hasta que alguien más interesante para divertirse le habló. Alvy, ese nick tan poco original como el suyo, la intentó seducir con mano dura. La llamó perra y ella con ganas de jugar, le siguió el juego.
-Llea95: guau, guau
-Alvy: no te rías estúpida zorra
-Lea95: a sus órdenes mi capitán
Fue una conversación vacía en la que él pedía respeto, se ponía años de más y ella, inocente como siempre, era sincera. Le decía lo poco respeto que conseguía así, lo gilipollas que le parecía y que en esos chats solo había abuelos aburridos. Le confesó su edad y poco a poco lo sedujo. Él, empezó a abrirse, pocas veces había hablado con una chica así. Desmintió su edad, comentó que no había encontrado nada interesante… Los dos, en el anonimato, deseaban que no se desconectara el otro, tener algo más. Ella, con ganas de seguir jugando, pensó haber encontrado al adecuado. Atrevida le pidió el skype. Comenzaron a hablar por ahí y Lea, interesada por lo que aquel desconocido le contaba, decidió cerrar el chat.
-Alvaro Alvy: has cerrado el chat para hablar conmigo eh jajaja
-Lea Martínez: sí, pero no te flipes jajaja
-Alvaro Alvy: me he dado cuenta porque me he metido para cerrarlo también
Me lo como pensó nuestra pequeña Lea. Hablaron sobre pinceladas de sus vidas, de lo que hacían en ese chat que ambos odiaban. Los dos esperaban que el otro pidiera poner la webcam, ninguno quería mostrar interés pero los dos deseaban saber más el uno del otro. Tenían en común que no se metían mucho al chat, odiaban pender el tiempo y que eran jóvenes. Él tenía 22 y ella 17. Crearon cierta complicidad, hasta que decidieron verse. Quietos, así estaban. Se miraban y sonreían. Él pensaba que tenía una joya delante, que por esa joven con una camiseta de bugs bunny había valido la pena perder el tiempo en el chat. Que sonrisa, que bonita es.
-Alvaro Alvy: que ojos más bonitos
-Lea Martínez: no me vas a ver las tetas jajajaja
Ella lo deseaba, deseaba que ese joven la mirara disfrutar. Le encantaba como sonreía y su mirada con profundidad. Nunca la habían mirado con esos ojos, la ponía nerviosa, necesitaba disfrutar con él. Sus tonterías le hacían reír y se sentía cómoda. Le daba vergüenza pensar que sólo quería masturbarse, pero siguió su juego. Cogió un kínder bueno y con su peculiar forma de comérselo, empezó. Empezaba saboreando el chocolate, después lamiendo la crema y comiendo la galleta. Así, cada pedacito. Él dejó ver su excitación, miraba su miembro, lo agarraba… Pretendía calentarla. Como el que no quiere la cosa, se deseaban, los dos querían jugar pero ninguno lo admitía. Después de discutir quien era el pajillero, ella lo admitió. No quería nada más con él. Le parecía interesante, pero suficiente tenía con el inútil que la tenía atada a él. Él le pidió que le enseñara sus pechos. Ella insegura lo hizo. Él comenzó a alagarlos y ella, tímida, se moría de ganas por enseñarle más. Estaba muy mojada y sentía unas ganas terribles de acariciarse y proporcionarse placer. Comenzaron a decirse lo que les apetecía y poco a poco las webcam bajaron a la vez que el tiempo corría más deprisa, las bocas se abrían para dejar paso a la respiración y se desnudaban dejando ver eso que deseaban deleitar. Comenzaron a masturbarse mirando al otro. Ella tenía a la vista ese cuerpo desnudo que durante la conversación no dejaba de imaginar. Lo veía de pecho hasta las rodillas. Dejando ver como con un pie apoyado en la silla, se movía para delante y para atrás cogiendo su duro y erecto pene entre una de las manos. Ella deseaba estar con él, deseaba meterse aquella bestia en la boca y saborear cada parte de su masculina piel. Ella en cambio, mostraba sus pechos moverse, para arriba y para abajo. De vez en cuando los escupía y los estrujaba con maestría. Estaba tumbada, por lo que también mostraba su dulce sexo. Se acariciaba el clítoris y se restregaba sus fluidos por alrededor. Ella no podía más, el ritmo de aquel chico que acababa de conocer la estaba volviendo loca. Intentó reprimirse y aguantar un poco más, pero resulto imposible al ver que él se contraía y dejaba liberar lo que ella más deseaba. No pudo evitar imaginárselo cayendo de la boca a las tetas y disfruto de un placentero orgasmo. Se recompusieron, él comenzó a vestirse y ella lo imitó hasta que Álvaro le dijo que no, que quería ver sus pechos mientras hablaban. Ella había conseguido su objetivo y satisfecha se dejó llevar. Después de aquel momento, de la excitación y las respiraciones entrecortadas, volvieron a discutir quien era el pajillero. Él no quería perderla de vista, quería más de ella. Le pidió su número y Lea, contenta por su conseguida victoria se lo dio encantada. Comenzaba a amanecer y los dos decidieron irse a dormir.