Lo bueno si doble, cuatro veces bueno 2

Dos amos, cuatro esclavas. Empieza la acción.

Primer ciclo

OCTUBRE, 2006

1

El primer día de octubre amaneció claro y despejado, con un sol naciente que auguraba un día caluroso. Laura abrió los ojos mientras oía a su madre gritar por la puerta (el despertador llevaba sonando media hora pero ella ni se había enterado) y se levantó rápidamente. Tenía que darse prisa para llegar a clase. Recorrió su cuarto perfectamente recogido (a Laura le gustaba tener todo en orden) hasta llegar a su armario.

Laura odiaba los días calurosos durante el curso por una sencilla razón: si se ponía ropa que tapase sus generosos atributos femeninos se asaba de calor; si se ponía ropa ligera y fresca que dejara enseñar un poco de su cuerpo, todos los chicos se abalanzarían sobre ella para sobarla, no sólo sus melones, sino también su culito respingón. Finalmente se decidió por unos pantalones no demasiado ajustados, tanga (las bragas se marcan que dan asco) y una camiseta de cuello alto sin nada de escote que inevitablemente marcaba sus tetas pero no las hacía destacar como dos faros.

Rápidamente entró al baño. Mientras se duchaba observó su cuerpo y pensó cuánto le gustaría tener aún un cuerpo casi infantil como el de sus compañeras de clase, como el de su amiga Soraya. Pero no pudo ser, y por eso cada vez que tenía que salir de casa le daba miedo, de tal modo que cada vez salía menos. Salió del baño, se secó todo su cuerpo desde los pies hasta la larga melena, pasando por sus grandes tetazas y su coño sin depilar, se vistió y tras lavarse la cara (nunca se maquillaba) bajó al piso de abajo, a la cocina, donde su madre estaba desayunando.

-Venga, que vamos tarde –le dijo Sara, que no soportaba levantarse pronto. Laura cogió sus galletas y su tazón de leche y se sentó. -¿No vas muy tapada para el día que hace hoy? Han dicho que hará mucho calor

-Estoy bien, mamá –contestó Laura sin mirar a su madre a los ojos. Los notaba clavados en ella, como si supieran exactamente lo que pensaba. Pero ella no podía ayudarla

-Bueno… -Sara bebió otro trago de su café y se levantó de la mesa. –A todo esto… ya que últimamente has salido poco, has estado ocupada y todo eso… -Laura creía adivinar sobre qué hablaba, "mierda, no" se dijo –pronto es tu cumpleaños.

-Ya –dijo ella, como si no supiera de lo que hablaban. "No, por favor…"

-No todos los días se cumplen trece años. Pensaba… -siguió su madre con una sonrisa dubitativa –que podríamos organizar una fiesta en casa. Para todos tus amigos, ya sabes, los de tu clase también… Si hace buen tiempo podéis estar en el jardín, con música, en la piscina, con bebidas

Laura no dijo nada. Era exactamente lo que se temía.

-No lo sé, mamá

No sabía qué excusa dar a su madre. Tampoco estaba segura si le apetecía o no celebrar su cumpleaños. Para cualquier otra chica de su edad, que su madre le dejara organizar una gran fiesta en el jardín de su casa hubiera estado genial, pero Laura sabía que su madre sólo lo dejaba porque estaba preocupada por ella. Hacía tiempo que no hablaba más que con Soraya, una fiesta suponía invitar a mucha gente, básicamente a toda su clase, puesto que llevaban muchos años juntos, y habían sido muy amigos antes.

Antes

Había un antes y un después en la vida de Laura.

-¿Qué me dices? No todos los días te voy a dejar invitar a veinte o treinta personas a mi casa… -su madre no cedía terreno. ¡Como si Laura quisiera invitar a un montón de chicos a su casa todos los días! –Además, te prometo que no vigilaré lo que hagáis.

¿Qué hacía? Por un lado no podía negar que la idea de celebrar su cumpleaños por todo lo alto le entusiasmaba… siempre había sido una chica muy alegre y abierta. Pero la idea de que un montón de chicos se emborracharan en una fiesta donde ella era la protagonista, vestida con ropa nueva y "moderna" (y peor aún, con una piscina de por medio, lógicamente el traje de baño sería obligatorio, y eso si su madre no se empeñaba en que se pusiera un bikini) era insufrible.

Su madre esperaba una respuesta… Y súbitamente dentro de Laura brotó una llama de valentía. Ella siempre había sido atrevida. Los últimos meses de su vida habían sido un infierno, pero había llegado el momento de agarrar al toro por los cuernos y volver a ser la chica que era antes, con melones o sin ellas.

-De acuerdo, mamá –y le dedicó una sonrisa radiante, que su madre le devolvió en el acto. –Haremos esa fiesta. ¡Pero que no te pille controlando lo que hago!

-Prefiero no saberlo, descuida.

2

Sara entró contenta al trabajo. Que su hija hubiera aceptado la idea de la fiesta tan fácilmente había disminuido sus preocupaciones. Al fin y al cabo, Laura era una pre-adolescente y era normal que tuviera altibajos.

Entró con paso decidido a la primera clase, que era de cuarto de ESO. El calor que hacía aquel día había hecho que se decidiera por unos vaqueros y una camiseta de manga corta que marcaba bastante bien su figura. No acostumbraba a hacerlo en clase, aunque tampoco le desagradaba pensar que sus alumnos la consideraran atractiva. Mientras se sentaba en la mesa de profesores miró a sus alumnos, pensando que había muchos que le parecían atractivos. Sin duda, estaba Álex, que a pesar de ser un sinvergüenza (o quizás por ello precisamente) era su favorito. Aunque lo disimulara bien, los chicos muy jóvenes, rubios, altos y musculosos apasionaban a Sara.

-Silencio, que hoy tenemos muchas cosas que hacer. Empezamos con la gramática, en la página 37

Todos los chicos y chicas, muy lentamente y a regañadientes empezaron a abrir los libros, mientras Sara los miraba disimuladamente. A simple vista podía verse cómo era cada alumno: había varios que indudablemente sacarían buenas notas y no darían ningún problema. Desgraciadamente, los chavales de 4º en general no eran así. La mayoría de las chicas sólo se ocupaba de su aspecto (lo cual Sara consideraba una tontería) y eran capaces de estar horas maquillándose incluso para ir a clase, e incapaces de perder un minuto leyendo el libro de texto. Sin embargo, las chicas casi nunca daban problemas en clase, siempre parecían más formales. "Las chicas siempre hemos sido más zorras", pensó sonriente.

La mayoría de los chicos sin duda eran mucho más infantiles, y con lo cual, causaban muchos más problemas. Para empezar, Sara sabía perfectamente que mientras la mayoría de las chicas fumaba como una locomotora (un hábito que Sara odiaba) los chicos solían fumar petas cada día, antes de entrar a clase, en el recreo, después de clase… "No sé cómo permiten sus padres semejante descontrol en sus hijos…" Ella siempre se ocupaba de controlar a Laura.

A todo esto, Sara se dio cuenta de repente que Álex ni siquiera había abierto el libro, que estaba cerrado sobre la mesa. Decidida a ignorarlo, continuó.

-Bien, espero que recordéis lo que visteis el año pasado porque este trimestre tenemos que aprender a analizar… ¿Álex, quieres hacer el favor de abrir el libro y no hacer ruido? –Álex estaba haciendo un ruido exagerado rompiendo en pedazos pequeñísimos una hoja del cuaderno, y Sara no pudo aguantarlo.

-No –contestó el chico, mirándola a los ojos y con una rotundidad que por un instante dejó a Sara desarmada. Era normal que los chicos pasaran de hacer lo que se les decía pero nunca nadie se había atrevido a desobedecerla mirándola así

-Como quieras –Sara continuó la clase como si no hubiera habido ninguna interrupción. Lo mejor en esos casos era no dar leña al fuego. –Como estaba diciendo, este año comenzamos a ver las oraciones compuestas. –Álex había arrancado otra hoja del cuaderno y la estaba quemando con el mechero. –Pero antes –continuó Sara alzando mucho la voz– espero por vuestro bien que todos recordéis cómo se analiza una oración simple.

Álex tiró el cuaderno al suelo produciendo un ruido sordo. La mitad de la clase se rió, mientras la otra mitad miraba a Sara, que se estaba cabreando.

-Álex, ¿cuál es la diferencia entre una oración simple y una compuesta? –dijo súbitamente. Este la miró directamente con aquellos ojazos azules y una sonrisa muy gamberra.

-La oración simple consta de un solo verbo y por lo tanto de una sola proposición, mientras que la oración compuesta consta de dos o más verbos, y por lo tanto de dos o más proposiciones, que pueden tener la misma categoría, en cuyo caso son coordinadas, o pueden depender una de otra, en cuyo caso son subordinadas.

Sara esta vez se quedó muda. Álex había dicho todo eso de un tirón y mirándola fijamente. ¿Cómo podía aquel chico que pasaba de estudiar haber dicho la definición que venía en el libro palabra por palabra?

Y de pronto Sara se sintió desnuda ante su mirada, que seguía fija en ella. Ahora le parecía que la camiseta marcaba demasiado sus tetas y que sus vaqueros se pegaban mucho a su culo. En casi once años de profesión Sara nunca se había sentido así, acosada por un alumno que se limitaba a mirarla.

-E… bueno… -dijo intentando recuperar el hilo. –Sï, eso es, muy bien Álex. Pues… vamos a analizar un par de oraciones simples para recordar cómo se hace… Sonia, sal a la pizarra.

Mientras una chica pelirroja se levantaba Sara vio de reojo que Álex seguía mirándola. De pronto, el móvil del chico comenzó a sonar, a todo volumen.

Pero Álex no se movió.

-Alex, apaga el móvil en clase por favor.

Álex siguió sin moverse.

-Alex… -pasaba algo allí que Sara no comprendía. –Álex, apaga el móvil.

Como si de repente hubiera despertado de un trance, Álex miró el móvil que estaba sonando en su mesa y ante la mirada de asombro de toda la clase lo cogió.

-¿Sí?

-Serás… -Sara se abalanzó sobre el chico, para intentar quitarle el móvil. Pero entonces algo pasó. Álex hizo un gesto con la mano, ordenando a Sara que parase, y Sara paró.

"¿Por qué he parado?" No sabía por qué, pero instintivamente había obedecido aquella orden que le había dado. Y súbitamente Sara se dio cuenta de que se estaba excitando por dentro. ¿Se había excitado sólo porque aquel niñato le había ordenado que parase? Era como si uno de aquellos varios amos que tenía por internet le hubiera ordenado algo… la misma sensación.

Álex apagó el móvil y bajó la mano.

-Es que era urgente –se disculpó con una sonrisa.

Perfectamente consciente de que todos estaban mirándola, Sara respiró profundamente.

-Dame el móvil ahora mismo Álex.

-Lo siento, es mío.

¿Cómo era posible? Álex no la obedecía para nada. Y lo peor era que en vez de enfadarse, se daba cuenta de que en realidad aquello le estaba gustando. "No, por favor". Con un gran esfuerzo para recuperar el control sobre sí misma, dijo con voz queda:

-Cuando acabe la clase quédate aquí. Quiero hablar contigo.

3

Ni en sus mejores sueños se había imaginado Álex que las cosas pudieran salir tan bien. Su intención al portarse mal en clase era únicamente que Sara le castigara, pero no esperaba que su profesora de hierro obedeciera una orden instintivamente. Aquello provaba que Álex le gustaba. Sin duda, le gustaba, le era atractivo. Y también demostraba que en su interior existía una verdadera sumisa, que Álex pensaba explotar como era debido.

Todos salieron de la clase, y Álex y Sara quedaron solos, mirándose el uno al otro. Tras una pausa en la que Sara parecía buscar afanosamente un bolígrafo concreto en su estuche, se levantó y se dirigió hacia el chico.

-Álex, no permitiré que nunca más me desobedezcas ni te comportes así. Sé que tienes muchas faltas de asistencia a clase. Otra falta de comportamiento y el consejo escolar podría expulsarte temporalmente.

Pero Álex fijó su mirada en las tetas de Sara. Aquellas preciosas y grandes tetazas

-Álex, ¿me estás oyendo? –preguntó Sara visiblemente nerviosa. –¿Te pasa algo?

-Tienes unas buenas tetazas, Sara –soltó el chico de repente.

Sara se quedó muda. Por un instante ni siquiera respiró: parecía a punto de estallar. Pero Álex estaba seguro de que la había excitado.

-¿Qué? –farfulló Sara para ganar tiempo.

-Que me encantan esas tetazas. Bueno, en general tienes un cuerpo muy bueno para tu edad. Mejorando un poco tu aspecto podrías ser una buena puta. –Álex sonrió a Sara, que echaba chispas. Por un instante le entró la duda si iba a funcionar, pero las cartas ya estaban sobre la mesa.

-¿Pero quién coño te has creído que eres? Voy a hablar con tu padre ahora mismo, y también con

-Vamos, si en el fondo sé que te gusta. En el fondo eres una puta perra viciosa. Y yo diría que serías una buena esclava.

Sara parecía a punto de darle un infarto.

-No te permitiré que me hables así. Me aseguraré que te expulsen de aquí en seguida.

-No lo harás. Sé que no lo harás –en aquel momento Álex ya no estaba seguro de nada, pero no había más remedio que seguir. Aparentar seguridad y no ceder terreno era lo único que podía hacer. -¿Crees que no he notado que estás loca por mi polla?

Sara enrojeció, y por un instante pareció a punto de flaquear. Pero en seguida dijo con tono autoritario.

-Ya puedes olvidarte de mi, niñato de mierda. Mañana ya no estarás en este instituto. –se dio la vuelta para salir, pero Álex la llamó.

-Sara –Álex cambió el tono. Ahora no era un tono autoritario, sino muy atractivo, muy seductor. -¿por qué lo niegas? Yo puedo ayudarte. Puedo hacer que disfrutes más que en toda tu aburrida vida. –Sara había parado pero seguía dándole la espalda. –De cualquier manera, tú veras. Aquí te dejo mi msn –dejó un papel encima de la mesa-. Espero que me agregues y podremos hablar más tranquilamente. Eso me demostrará que no me equivoco.

Álex pasó al lado de Sara, le tocó suavemente el culo (Sara no se movió para nada) y una vez en la puerta se dio la vuelta:

-Por cierto, yo que tú iría eliminando todos esos amos que tienes de tu lista de contactos. No te harán falta, te lo aseguro.

Y salió de clase, sonriente, mientras silbaba.

4

Iniciando sesión

Sara no paraba de levantarse, dar cuatro pasos y volver a sentarse ante la mesa de su ordenador. No sabía lo que estaba haciendo, no podía controlarse.

Tenía el papel con la dirección del correo de Álex en la mesa.

"¿Le agrego o no le agrego?"

Una parte de su ser peleaba por triunfar sobre otra, que había sido la dominante durante años. Sus ansias de vivir la vida y hacer lo que siempre había querido fueron silenciadas trece años atrás, y por fin intentaban rebelarse.

Y lo estaban logrando.

Sara desde muy joven se había sentido interesada por la dominación, por ser dominada por otra persona. Depender enteramente y para todo de alguien, y obedecerle ciegamente era algo con lo que siempre había fantaseado. Pero durante años había sido una buena madre y profesora que simplemente se calentaba pensando en ello en su intimidad.

Pero ese chico tenía algo especial… Siempre le habían gustado los jovencitos, aunque ningún chico de quince años había logrado lo que Álex había logrado: que Sara estuviera a punto de sucumbir ante él.

Finalmente tomó una decisión. Le agregaría. Tal vez podría convencerle de tener una relación cyber, más real que nunca, pero con unos límites. Seguramente el chico había aparentado una excesiva confianza en sí mismo, o no tendría suficiente fuerza para hacer realmente lo que había dicho. Sí, no sería más que un juego.

Sara agregó a Álex a su lista de contactos, pero éste aparecía como desconectado. El calentón que había impulsado a Sara a hacerlo estaba desapareciendo… pero aún así se resistía a apagar el ordenador. Distraídamente entró en algunas páginas web, mientras miraba constantemente el msn

Álex ha iniciado sesión.

El corazón le dio un vuelco.

Hola Álex.

Hola putita. Veo que me has agregado.

Sara sintió humedecerse al ser llamada putita. Decidió no decir nada al respecto. Intentó buscar el control de la situación, como siempre hacía.

Mira, no voy a decir a ningún profesor nada de lo que ha ocurrido hoy… No estoy enfadada. Pero debes entender que no podemos hacer todo lo que quieres.

Álex no dijo nada. Sara temió que apagara el ordenador, así que siguió escribiendo.

Si quieres, estoy dispuesta a tener una relación cyber contigo, te obedeceré por la web-cam y… mientras escribía Sara se humedecía con sólo pensar que obedecería las órdenes de un alumno… ¡y qué alumno! Pero Álex le cortó.

Mira pedazo de zorra (los pezones de Sara se ponían cada vez más duros con cada insulto del muchacho, pero ella evitaba pellizcarlos, no debía calentarse…) o una cosa o la otra. Tú eliges, pero no puedes jugar conmigo. Puedes entregarte a mí y te ayudaré a dejar atrás toda tu vida y a convertirte de cuerpo y mente en una gran puta. Pero si decides que no, no hay punto medio. Tú verás.

Sara no dijo nada. ¿Dejar toda su vida y entregarse a un chico (hombre)? Exactamente su sueño más morboso y erótico multiplicado por diez por el hecho de que aquel hombre era un chico de quince años, un alumno suyo. ¿Pero cómo podía tirar por la borda todo lo que había conseguido durante años? Y su familia… su hija

Como si hubiera adivinado sus pensamientos, Álex siguió.

Si aceptas yo seré lo más importante para ti, por encima de cualquier cosa.

El silencio que siguió a aquel mensaje fue horrible y eterno para Sara. Sólo oía su corazón, latiendo con fuerza.

Si de verdad no quieres ser una gran puta y mi esclava dímelo. Dime que no quieres.

Sara fue incapaz de negarlo, ni de escribir nada. Aquello no podía ser, estaba más cerca que nunca de ver cumplidas sus fantasías, pero, por otra parte, era una estupidez todo aquello

Yo me voy, puta. Pero te pondré una pequeña prueba (que no es nada comparado con lo que harás más adelante). Si aceptas significará que aceptas todas mis condiciones y te conviertes en mi esclava totalmente y en todos los sentidos. Si no, me olvidaré de ti, te lo juro.

Sara, dudando (y más que nada para ganar tiempo) preguntó:

¿Cuál es la prueba?

El lunes irás a clase vestida como una calientapollas… una falda cortita, muy cortita y un pequeño tanga… Y arriba una blusa que te marque bien las tetas, con muchísimo escote, y sin sujetador. Tienes que llamar la atención más de lo que ya haces con tus tetazas… Muévelas y bamboléalas sin vergüenza… Insinúate, muéstrate sensual, esté quien esté delante… Tienes todo el fin de semana para pensártelo, zorra. Hasta el lunes no nos veremos. Adiós.

Y se desconectó, dejando a Sara sumida en un mar de dudas.

5

El reloj marcaba las siete y media mientras Ricardo se arreglaba el nudo de la corbata. Tenía apenas media hora para llegar a su cita con Ángela.

Era el primer paso.

Mentalmente repasó todos los detalles, una y otra vez. Había planificado todo, sabía lo que debía y no debía hacer. Le había dicho a Marisol, su mujer, que era una cena entre médicos, entre colegas, y que tardaría un poco en volver. No quería tener ningún problema por esa parte.

"La tengo en el bote" pensó. Pero eso no era suficiente. Para poder llegar hasta el extremo que quería llegar necesitaba que aquella estúpida depositara toda su confianza en él.

"Tiene que abrirme su alma para mi."

Ricardo se tomó dos pastillas para relajarse. Lo bueno de ser psicólogo era que se podía automedicar. Y a veces, tomar alguna pastilla de más para estar más relajado

Lentamente cogió su abrigo y salió de la casa.

6

Ángela estaba nerviosísima, mirando por toda la calle, esperando a que Ricardo apareciera. Ricardo, aquel hombre tan maravilloso… Un verdadero encanto. Era una cena formal, obviamente, ambos estaban casados y no esperaba nada… Además su matrimonio iba bastante bien, apenas tenía riñas con su marido.

Aún así, se había vestido lo mejor que pudo, con un elegante vestido beige que la hacía parecer (al menos en su opinión) muy bella, y que disimulaba bien los tres o cuatro kilitos de más… "Quiero que Ricardo me vea como una mujer maravillosa…" Su marido apenas se había fijado en cómo se vestía, estaba muy ocupado. La verdad era que su matrimonio iba bastante bien, pero tampoco era como para echar cohetes.

-Buenas tardes, Ángela –dijo súbitamente una voz por su espalda, una voz profunda y bella.

-Hola Ricardo –dos besos.

-.Siento haberte hecho esperar

-No, sólo llevaba aquí dos minutos, en serio… -llevaba seis minutos y medio, como bien sabía, pero no le importaba. Ricardo la agarró del brazo, y se dirigieron al restaurante, a través de un bonito parque (hasta entonces nunca se había fijado Ángela en lo bonito que era aquella zona), mientras Ricardo le hablaba y Ángela reía embobada.

La cena fue deliciosa, el restaurante perfecto. Ricardo no había reparado en gastos. Hablaron mucho, aunque por alguna extraña razón (que ella misma no se explicaba) ella habló mucho menos que de costumbre, dejando que Ricardo hablase la mayor parte del tiempo. De alguna manera, comparado con él, todo lo que Ángela decía parecía burdo, sin interés, absurdo. Ni siquiera quiso discutir cuando Ricardo le habló de sus tendencias políticas (algo que Ángela siempre había tenido muy claro, pero ahora que lo pensaba, lo que Ricardo decía parecía mucho más sensato…), y no pudo decir que no cuando él le propuso ir a un salón de baile, aunque había prometido a su marido estar con él a la noche para hablar de ciertas cosas relacionadas con el dinero… Pero, ¿qué eran unas facturas comparadas con estar con Ricardo?

Ambos bailaron, agarrados el uno al otro, con música muy romántica, muy "a la antigua" (afortunadamente a Ricardo tampoco le gustaban las discotecas modernas). Tras una hora bailando muy pegados y dos copas (ella apenas solía beber) sus pensamientos empezaron a vagar a escenas mucho más íntimas con Ricardo, casi deseaba besarle (aunque en seguida la razón se imponía al corazón), quería abrazarle apasionadamente, estaba disfrutando de cómo sus dedos rozaban su culo suavemente

-Creo que es hora de irnos a casa, Ángela. Es casi la una de la mañana.

Fue como despertar de un trance. La música, la pasión, el deseo… todo sonaba muy alejado ahora. Allí estaban los dos, ambos casados y con vidas estables

-Sí, mejor si nos vamos de aquí.

Afuera hacía bastante frío. El aire nocturno aclaró más los pensamientos de Ángela.

-Muchísimas gracias por todo, Ricardo, ha sido estupendo.

-A mí también me ha gustado mucho. Me gustaría volver a estar contigo algún día –dijo con una amplia sonrisa.

-Si, sí… claro… me encantaría –y era la verdad.

-¿Qué te parece dentro de quince días otra cena?

-Perfecto –otra inocente cena, no había nada malo en eso.

-Pues te acompaño a casa ahora.

-No hace falta, vivo a dos manzanas de aquí.

-No, no, te acompaño. Faltaría más

Anduvieron juntos, tranquilamente, sin decir nada. Los pensamientos de Ángela volvían a estar confusos… Casi deseaba besarle cuando llegó el momento de la despedida

-Hasta la próxima, Ángela –dijo aquella voz de ángel.

-Adiós Ricardo –los dos besos fueron estrictamente formales y de pronto se sintió como vacía, como si un globo se hubiera desinflado dentro de ella, mientras veía a Ricardo alejarse en por la calle, desapareciendo en la profunda oscuridad.

Para cualquier contribución me podéis escribir o agregar al msn:

algun-desconocido@hotmail.com