Lluvía y pasión
Lola y Gabriel se ven cada año en el pueblo. Su pasión siempre acaba desatándose, no importa donde ni cuando. No hay nada mejor que follar con el peligro de que te puedan descubrir.
No era el típico amor de verano porque cada verano era una nueva aventura juntos. Desde adolescentes Lola y Gabriel se encontraban en el pueblo y parecía que el tiempo no pasaba. Muchas veces uno o los dos tenían pareja, pero poco importaba para ellos.
Habían ido a dar una vuelta por el campo y una tormenta de verano les había sorprendido. Corrieron juntos al pueblo riendo a carcajadas hasta un establo abierto. Aún riendo se miraban el uno al otro, empapados por la lluvia. Lola tenía su pelo largo y negro alrededor de los hombros y su vestido pegado a la piel. No era una chica delgada pero tenía una buenas curvas peligrosas por las que perderse. Gabriel la miraba como si se tratara de un manjar. Las carcajadas cesaron y se fundieron en un largo y apasionado beso.
Se besaban y sus cuerpos se apretaban, sintiéndose. La mano de Gabriel bajo a la cintura de Lola para acercarla más así: quería sentir su calor. Lola le correspondió con un gemido y aumento la presión del beso, jugando con su lengua. Gabriel busco uno de los pechos de Lola encima del vestido. Sintió el calor y el pezón duro de Lola bajo su mano. Rodeo el pecho con la mano dejando que su dedo pulgar se posara en el pezón y empezó a masajearlo. La respiración de Lola se aceleró, fue suficiente para que Gabriel supiera que ella quería más. Con un rápido movimiento saco el pecho de Lola del vestido. Mirándola fijamente a los ojos iba bajando por su cuerpo, acercando su boca al pecho. Ella respondió mordiéndose el labio. Eso fue más de lo que Gabriel pudo soportar y beso su pezón, un pezón excitado y duro.
Lo besaba, lo lamía, jugaba con el en la boca mientras Lola suspiraba. Con una mano tiro del vestido para sacar el otro pecho y enseguida se hizo cargo de él. Con sus labios, con su boca, con sus dientes, con sus manos... no paraba de hacerla disfrutar encargándose de esos pechos que tanto le gustaban.
Oyeron un ruido. Eran unos pasos que se acercaban. Sin dudarlo corrieron tras unas alpacas. Era el dueño del granero, un amigo de sus padres... Lola se apoyo contra una de las alpacas y Gabriel se quedo frente a ella. Lola rio nerviosa ante la situación. Gabriel la beso de nuevo, iba a ser un beso para calmarla, pero la excitación hizo que el beso fuera a más, y a más... apoyo su cuerpo contra ella. Lola podía sentir la erección de Gabriel mientras sus manos recorrían de nuevo sus pechos.
Con una mano Gabriel movió la pierna de Lola apoyándola en un cubo, dejando sus piernas abiertas. Subió el vestido de Lola y busco su entrepierna.
¡Para! Nos va a oír. - Dijo ella.
No si no haces ruidos. - Contesto con una sonrisa pícara.
Su mano se coló dentro de sus braguitas. La acariciaba levemente, sintiendo su calor y humedad. El granjero se paseaba buscando algo sin saber lo que pasaba a unos metros de él. Las caricias de Gabriel se intensificaron mirando a Lola fijamente, que disfrutaba de la situación. Los dedos se paseaban por su coño que se humedecía cada vez más. Los dedos de Gabriel se mojaban con su caricias. Cuando supo que Lola estaba bien húmeda y caliente, metió con uno de sus dedos rápidamente. Lola soltó un leve gemido de placer y sorpresa, pero Gabriel la tapo la boca: sshhh.
Saco el dedo y repitió el movimiento. Lola se tenso y reprimió un gemido, le encantaba el placer que le estaba dando en sintonía con el morbo de la situación. Lentamente Gabriel empezó a masturbarla, haciendo que ella disfrutara de cada centímetro de su de dedo. Ella se dejaba hacer y con la cadera acompañaba el movimiento de la mano de Gabriel. Él empezó a bajar su boca hasta uno de sus pezones y lo aprisiono entre sus dientes. Mantenía la manos en la boca de Lola que se moría por gemir de placer. Cuando apartó un poco la manos de la boca de Lola, ella susurro:
Para...
¿Seguro que quieres que pare? - Contesto él a la vez que le metía su dedo hasta el fondo. El gemido de ella fue suficiente respuesta.
El granjero oyó algo, pero no supo que era. Se encogió de brazos y salió del granero. Gabriel continuaba masturbando a Lola, haciéndola disfrutar como solo él sabía.
Vas a conseguir que me corra... - susurraba.
Todavía no. - Dijo él incorporándose. Empezó a desabotonarse el pantalón. Su polla erecta se moría por salir de sus pantalones. - Te vas a correr mientras te follo.
Si me follas no podré aguantar las ganas de gemir.
No lo hagas, ya se ha ido. - Dijo y con una fuerte embestida le metió entera la polla. Lola soltó un fuerte y agudo gemido. Gabriel mantuvo unos segundos su polla completamente dentro de ella, la saco y la embistió con una fuerza todavía mayor. Un segundo gemido acompaño a las manos de Lola arañando la espalda de Gabriel.
Gabriel empezó a dar largas embestidas a Lola mientras que los gemidos de Lola iban en aumento. Cada vez la follaba con más fuerza y más rapidez. Las piernas de Lola perdían fuerza pero las embestidas de él no la dejaban caerse, al contrario, la levantaban haciendo que su polla se metiera hasta lo más hondo de ella.
Me voy a correr... - Gimió.
Córrete para mí. Córrete conmigo.
Gabriel la embestía con fuerza y rapidez, el sonido de los huevos rebotando en el coño de ella se acompasaba con los gemidos. En apenas unos segundos Lola se corrió soltando un grito en el oído de Gabriel. La presión del orgasmos de Lola hizo que Gabriel se corriera, un orgasmo no muy largo pero intenso, tan intenso que aún habiéndose corrido no podía para de penetrarla.
Poco a poco, fue parando hasta que cayó su cuerpo sobre el de ella.