Lluvia dorada

Una noche de calor en la Facultad genera una calentísima situación.

Aunque era ya de noche el calor de diciembre se dejaba sentir e invitaba a estar en cualquier lado menos en la facultad. Una de mis compañeras parecía estar tan agobiada y necesitada de salir como yo. Acercándome le ofrecí compartir unas cervezas, lo que aceptó complacida. Susana era una chica de baja estatura pero de gran presencia. Le gustaba hablar tanto como a mí y se creó rápidamente un ambiente de gran confianza. La conversación derivó hacia el sexo y la temperatura de la misma se elevó más que la ambiental. Se la notaba caliente, le pedí que me acompañe hasta mi casa. Me costaba caminar de lo dura que tenía la pija.

Por supuesto que una vez en casa además de más cerveza terminamos compartiendo mi cama. Acompañando mis movimientos de una música sensual le quité lentamente sus ropas. Su lencería roja le daba a sus firmes carnes el aspecto de una diosa del amor. Me dolían los huevos de la calentura que me consumía, los sentía a punto de estallar por mi leche acumulada. Retiré su corpiño con delicadeza y lamí sus pezones lentamente, uno a uno como sopesando su sabor. El gusto ácido de su sudor y su olor a hembra en celo me mareaban y excitaban. Un deseo febril me pedía poseerla de inmediato. Me arrodillé ante mi hembra y busqué sus ojos como pidiendo autorización para retirar su bombacha empapada por sus jugos de pasión. Una sonrisa de aprobación y deseo se dibujó en su rostro. Hize girar la diminuta prenda por sus cortas piernas y una espesa mata de pelos negros y húmedos apareció a mi vista

  • Cómemela toda

Mi lengua comenzó a recorre la concha de la hembra que se me entregaba hasta instalarse sobre su clítoris inflamado por la calentura. Sus largos gemidos me acompañaban al mover la lengua en pequeños círculos sobre su centro de placer. Con sus manos y muslos aprisionaba mi cabeza, casi no podía respirar, pero por nada del mundo hubiera dejado esa concha que me excitaba hasta el delirio. Sentí su cuerpo sacudirse en un orgasmo profundo, sudaba copiosamente y sus gemidos se transformaron en gritos entrecortados por jadeos e imprecaciones

  • No pares, no pares macho cómemela toda, gastame la concha, dame mássssssss

Yo chupaba y chupaba y tragaba y tragaba más y más flujo y ella gemía y vibraba en una serie de orgasmos en cadena que la dejaron totalmente agotada. Cuando por fin liberó mi cabeza y pude alzar la vista sus ojos estaban en blanco y su cuerpo temblaba levemente, la piel parecía arder, lentamente, como si le costara moverse llevó mi cara a sus labios y con un largo y profundo beso limpió los restos de su flujo que quedaban en mis labios. Sonrió satisfecha y se durmió rendida. Me senté a su lado y me quedé extasiado observando la belleza infinita de su cuerpo femenino, sus tetas pequeñas pero firmes, sus bien formadas caderas, la suavidad extrema de su piel y su bien cuidado bronceado me recordaban a las antiguas sacerdotisas del amor. No se cuanto tiempo velé su sueño. Despertó de repente...

  • Todavía tenés la ropa puesta

Ahora fue su turno de sacar mis prendas una a una. Acarició mi cuerpo con la yema de sus dedos y me empujó sobre la cama.

  • Quiero comer pija

  • Es toda tuya

Deslizó su rodilla entre mis piernas para abrirlas y su lengua caliente recorrió lentamente mis huevos hinchados

  • ¿Toda esta lechita es para mí papi?

  • Si mi bebita es toda tuya, tomate toda la lechita de tu hombre, esta rica y calentita

  • Me vas a empachar de leche papito

Su lengua se deslizó ahora por el tronco de la verga. Las sensaciones aumentaron, estaba sobreexcitado y noté que no podría contenerme mucho más. Ella también lo notó y aumentó la velocidad de la mamada.

  • Dame hasta la última gota, para eso sos mi macho la quiero toda

Por unos segundos perdí toda noción de realidad y 3 o 4 potentes chorros vaciaron mis huevos de su exceso de leche. Mi hembra se ocupó de no desperdiciar nada. Se lanzó sobre mí y me besó con ganas, ahora yo debí limpiar los restos de mi leche que cubrían sus labios. Apoyó su cabeza sobre mi hombro mientras me acariciaba el pecho y la cara

  • ¿Ya tenés ganas de mear papito?

La muy guacha sabía perfectamente que después de eyacular los varones debemos orinar y esperaba ese momento con impaciencia

  • ¿Tenés muchas ganas?

  • Si mamita muchísimas

Me tomó de la mano y me condujo al baño rápidamente. Se acostó en la tina

  • Meame toda

La sorpresa se debió de haber reflejado en mi cara

  • ¿Por qué me mirás así? Meame toda potro

Me paré junto a la tina, apunté a sus tetas y dejé salir un chorro potente de orina tibia y amarilla. Regué todo su vientre. Abrió su concha con los dedos y dirigí el chorro hacia allí antes de que comenzara a perder fuerza

  • Meame más papi masssssssss..............

A esta altura ya tenía la verga otra vez totalmente parada y se me hacía imposible seguir meando.

  • Haceme tuya, haceme tu mujer acá mismo

Me arrojé sobre ella y de un envión la clavé hasta los huevos, la velocidad y la potencia de la arremetida la dejaron sin aliento

  • ¿Te gusta que te trate duro yegua?

  • Si papi me calienta mucho, soy tu puta dame pija

  • ¿Te gusta tener mi pija adentro puta de mierda?

  • Si macho me encanta, haceme tu hembra soy tu putaaaaaa...

Volaba de calentura, sacaba la verga casi en su totalidad y de una sola embestida la enviaba otra vez toda adentro, su flujo empapaba lentamente mis huevos cuando golpeaban su colchón de pelos enrulados. Susana apretaba y soltaba la pija con los músculos de su concha al ritmo de mis arremetidas. Los vaivenes del placer se prolongaron largo rato. Sentí su cuerpo sacudirse en un espasmo de placer al acabar, al mismo tiempo sentí el mío sacudido por un espasmo de dolor lacerante.

Había clavado, literalmente, sus uñas en mi espalda y me rasguñaba desgarrando parte de mi piel. Un hilo de sangre corría por mi cuerpo. Unas cuantas potentes embestidas me bastaron para inundar su vientre de leche caliente y abundante, mientras hundía con ganas mis dientes en su hombro que aún tenía el sabor de mi orina. El olor de esa tina, mezcla de orina, flujo, semen, sudor de ambos y la sangre de mi espalda era nauseabundo pero al mismo tiempo muy excitante y provocativo. Después de 2 potentes eyaculaciones estaba agotado y no podría seguir sin descansar antes un buen rato. Nos bañamos uno al otro, curó mi espalda lacerada y nos despedimos con un largo beso. Prometió volver cuando estuviese en celo. Esa ya es otra historia....