Lluvia de besos

Es la historia de un chico joven que va a cortarse el pelo y allí conoce a Carla, una chica con la que comparte un maravilloso momento romantico con escenas de sexo.

3 meses 9 días 18 horas hacía ya que Hugo no se cortaba el pelo. Empezaba a tenerlo descuidado y el flequillo le molestaba. Pensó en que ya era hora de adecentarse y arreglarse un poco. Días atrás oyó hablar a un amigo de una buena peluquería que se hallaba no muy lejos de su casa. Dado que Hugo no tenía nada mejor que hacer decidió ir allí a probar.

Al abrir la puerta de la peluquería sonó un agradable tintilineo de una campana que colgaba de uno de los laterales de la puerta. La peluquería estaba vacía y solo estaba la dependienta Carla. La peluquera se giró para ver quien entraba, fue entonces cuando surgió el primer intenso cruce de miradas.

Ella era muy hermosa, tenía 24 años recién cumplidos; era morena, de pelo largo y medio ondulado. Tenía unos preciosos ojos de jade, una refinada nariz y unos labios carnosos color carmín. Media alrededor de un metro setenta y tenia la silueta propia de una mujer muy bien definida. Bestia toda de negro con unas botas metalizadas, unos pantalones vaqueros ajustados que le dejaban ver elegantemente una pequeña parte de la lencería roja que llevaba ese día. En el torso lucia una camiseta de tirantes negra y un poco escotada, de forma que se le podía ver un lunar que tenia en el seno izquierdo.

Ella le dedico una simpática sonrisa mientras se mordía el labio inferior y le invito a que tomara asiento en el sillón para lavarle la cabeza. Mientras Carla le regulaba la temperatura del agua para que saliera tibia Hugo le indicaba como quería el corte de pelo. Empezó a jabonarle la cabeza suavemente mientras le acariciaba la sien, Carla empezó a sentir emociones inexperimentadas en ella, sentía una fuerte atracción hacia Hugo. Mientras que este cada vez que notaba pasar sus húmedos dedos acariciándole sentía un gran cosquilleo que le recorría todo el cuerpo.

Pasó a ponerlo en la silla para cortarle el pelo, rebajándole un poco el volumen y arreglándole las puntas. Cada segundo que pasaban juntos la atracción física iba aumentando.

Terminó de cortarle el pelo y en el instante en el que Hugo sacó la cartera para pagarle su cabeza rebosó de ideas disparatadas. Nunca antes se había sentido tan bien con un hombre, y en un fuerte arrebato de lujuria se abalanzo a su regazo dejándolo caer en el sofá que había detrás.

Hugo no puso resistencia alguna y continuó lo que Carla había empezado, Mientras se besaban con una pasión insaciable poco a poco Carla le iba quitando a Hugo la camisa. Cada uno desnudaba al otro sin romper el contacto directo. Hasta que pararon repentinamente y se miraron a los ojos, fue entonces cuando Hugo dijo “Son tus labios el borde de una copa que quiero llenar de ternura”.Las pulsaciones de Carla se aceleraron al máximo, la dulzura de las palabras de Hugo la hicieron estremecer llenándola de amor y cariño.

Carla comenzó a besuquear el torso desnudo de Hugo mientras iba descendiendo lentamente; hasta que al fin alcanzo la altura de la cintura, con la mano derecha agarró los genitales de Hugo masajeándolos suavemente mientras dirigía lentamente hacia su erguido miembro viril. El contacto de los labios con el glande fue muy sensual, poco a poco iba empapando en saliva su pene. Comenzó a remover la lengua en círculos haciendo que se estremeciera. Hugo le recogió el pelo mientras no le quitaba la mirada de encima. Era incapaz de comprender como era posible que un chico como el consiguiera seducir a una diva como Carla.

Tras unos intensos minutos Carla se puso de pie y mientras Hugo permanecía sentado en el sofá ella dirigió su mano a su zona pubica y con los dedos separó sus labios y con un lento movimiento de cadera introdujo el erecto falo en su vagina. Al principio le costó un poco introducirlo y sintió un poco de dolor, pero poco a poco se iba acostumbrando a la situación que cada vez le gustaba más. Hugo deslizó sus manos hacia sus firmes aunque tersos pechos.

Lo que empezó como algo relajado y pausado fue convirtiéndose en una desenfrenada acción carnal. Momentos antes de alcanzar el súmmum el tintilineo de la campana volvió a sonar. Era una clienta que iba allí a cortarse el pelo pero al ver a la pareja yacer en el sofá gritó horrorizada y salió de allí dejando soltar una leve risa. En ese instante ambos se miraron asustados, Carla se levantó y cerró la puerta de la tienda con llave, cogió a Hugo de la mano y lo dirigió escaleras arriba donde había un amplio almacén con diversos productos de estética. Colocó una manta en el suelo y se tumbó.

En ese momento Hugo pasó a tomar la iniciativa; deslizó nuevamente sus manos hacia sus pechos, mientras con la lengua moviéndola en círculos iba acariciándole los pezones, durante un largo tiempo de masaje en la parte mas prominente de los senos fue descendiendo hacia la matriz femenina y con largos lametones llegó a la vulva. En un exhausto movimiento de lengua no paraba de zarandear el clítoris de Carla, cosa que a ella le hacia gemir de una forma muy exagerada. Mientras Carla gozaba de la situación era incapaz de parar de blasfemar, pues tal era su excitación sin previo aviso terminó corriéndose en la cara de Hugo. Este levanto la mirada y le reconfortó ver la mirada de su pareja que se mordía el labio inferior mientras se incorporaba.

Carla nunca antes había tenido un orgasmo sabía perfectamente que nunca mas volvería a tener otro como el que acababa de tener, pues las cosas majestuosas solo se viven una vez en la vida.

Terminaron la tarde abrazándose el uno al otro juntando sus cuerpos desnudos sudorosos en la manta. Eran incapaces de desviar la mirada a un lado que no fueran sus rostros. Cayeron en un profundo sueño y durmieron placidamente. Ambos sabían que sus vidas cambiarían para siempre, pues ya se tenían el uno al otro y nada desde el momento en el que Hugo decidió cambiar de peluquería volvería a ser igual.

“Fue una lluvia de miradas, un frenesí de besos, una lujuria de sentimientos. Fue un instante sin fin mientras duró, sin tiempo para soñar. Y entonces despertamos,... y seguimos amándonos.”