Llevando a follar a mi pareja

Las sensaciones que se desatan de forma contradictoria cuando se producen situaciones sexuales que siempre hemos considerado como extremas.

LLEVANDO A FOLLAR A MI PAREJA

En ocasiones las historias de sexo olvidan las contradicciones que muchas veces se producen como consecuencia de la contradicción que producen la realización de ciertas prácticas con el descubrimiento de nuevas actividades sexuales. De ese tema y, sobre todo, de sexo, va esta historia.

Nuestra pareja ya era una pareja de mucho tiempo de convivencia, de esas que los chicos y chicas de 18 ó 20 años consideran que es una "pareja madura" y seguramente será así.

De ella no diré nada en cuanto a describirla, simplemente porque es una descortesía, y porque es mejor que cada uno ponga el cuerpo que quiera, aunque, está eso que se dice "muy buena", pero como todo el mundo tendrá sus defectos y como no es una "Nancy" pues los tiene, pero la grandeza de estas cosas es que está muy buena, con sus defectos y sus virtudes. A mi gusta mucho.

Para aquellos y aquellas que pensamos que el sexo está sobre todo en la imaginación, diré que una de las cosas más atractivas que tiene ella es que está constantemente caliente y no le importa reconocerlo, es más, de eso disfrutamos casi todos los días.

Esa conducta aceptada y desarrollada favorece mucho nuestra imaginación y nuestra tensión sexual. Basta con llamarla al móvil una mañana a eso de las siete cuando va en el autobús y preguntarle como va: sabes que con dos palabritas y poco más está mojando las bragas y dispuesta a juguetear y enseñar en el momento siguiente. Todo muy sugerente.

En una ocasión, no hace mucho tiempo, acordamos acercarnos a un Club de estos denominados de "ambiente liberal", no habíamos pisado ni uno en nuestra vida y el morbo, la curiosidad, incorporar nuevas experiencias era todo una novedad de alcance difícilmente descriptible.

Ella, vestido largo, suelto, ceñido, marcando sus rotundas formas redondas, yo vaquero, camisa y poco más. Ella, ropa interior negra, de encaje y medias de esas que tienen las ligas incorporadas y botines de tacón. Yo, ropa interior normal y corriente.

Tras la primera copa y las primeras charlas, nos fuimos a ver el local, había varias habitaciones con camas muy grandes que ocupaban como la mitad o más de cada cuarto, y alguna pareja tumbada se daba algún que otro magreo.

Al rato y tras ver el panorama, decidimos tumbarnos en una cama y ponernos a besarnos apasionadamente en la boca. El ambiente lo requería y era imposible permanecer impasible ante esa situación. Tumbados en la cama teníamos la cabeza contra la pared y los pies, lógicamente junta al borde de la cama, lugar donde una buena porción de gente estaba simplemente "de miranda".

Ella, sobre todo al principio, daba un respingo y me decía:

"Me están tocando los pies".

Yo le preguntaba:

"¿Y te gusta?".

Ella decía:

"Me molesta un poco porque me hacen cosquillas, pero no me disgusta".

La situación era de una tensión sexual difícilmente descriptible sobre todo porque nunca la había experimentado. Pero con la excitación le propongo un juego, un juego perverso pero profundamente deseado:

"Yo –le dije– te como el coño con las bragas puestas, y tú, según te vayas poniendo en situación te las quitas, o no, haces lo que te pidan tus deseos, no te pongas límites, y no te pidas lo que no desees".

"De acuerdo", me respondió.

La incliné un poco, de tal forma que sus pies ya no estaban al alcance de los mirones, que allí seguían, y ante esa "grada", baje a su entrepierna, subí la falda de su vestido y comencé a pasarle la lengua por encima de las bragas. Se la oía jadear, se notaba su humedad en el coño, incluso a través de la tela de las bragas, movía su cadera de arriba abajo, de izquierda a derecha, con su contoneo continuo, insinuante provocador, pero había algo más, había desesperación, desesperación sexual.

Recuerdo como un momento especialmente caliente cuando se quitó las bragas, lo hizo sin pudor, como si no existiera nadie allí, y al mismo tiempo con la excitación que tenía por todos los que miraban, era algo realmente difícil de transmitir.

Entonces me dediqué plenamente a comerle el coño, con toda mi pasión, con todo mi interés, con toda mi seducción, con toda mi excitación. La punta de mi lengua conoce cada uno de los rincones, de las hendiduras, de los lugares que a ella le ponen loca y por el orden que debe hacerse.

Para cuando llegó al orgasmo, explosivo, caliente, húmedo, se había quitado toda la ropa, estaba completamente desnuda a merced de todas y cada una de las miradas de aquella cantidad de tíos que estaban desesperados simplemente mirando. Pesaba en ese momento que no había ninguna chica, pero, decididamente, me excitaba muchísimo ver a mi chica ante las impúdicas miradas, ante la exhibición sexual que estaba haciendo y parecía que su coño los miraba, si es que se pudiera decir así, con el mismo desafío.

Volvimos a la posición inicial, cabezas contra la pared, pies contra el borde de la cama, lleno de mirones, yo boca abajo sobre su torso besándola en la boca y vuelta a la misma situación del principio:

Ella me decía:

"Me están tocando los pies".

Yo le preguntaba:

"¿Y te gusta?".

Ella decía:

"Me molesta un poco porque me hacen cosquillas, pero no me disgusta".

Pero para mi sorpresa y mi mayor excitación le volví a preguntar:

¿Te siguen tocando los pies?

¿No, me dijo ella, están subiendo por mi pierna?

Justo en el momento siguiente, con cierto tono de sorpresa complacida por su parte me dijo:

¡Me están tocando el coño!

Yo solo acerté a preguntarle:

¿Y lo hace bien?

Para ese instante ya la voz le temblaba:

Muy bien, me dijo, sin cortarse un pelo. Estaba posesa de placer, de morbo de excitación, y se había corrido hacia no más de dos minutos, pero, ella es muy caliente y volvía a empezar. Dios, como me excitaba, pero al mismo tiempo me encabronaba esa situación, creo que la mezcla de las dos emociones daban el punto adecuado a mis desbocada excitación.

La situación siguiente es que empezó a temblar debajo de mí, tal como estaba sobre su toroso, obviamente le pregunté:

¿Qué te pasa?

Me ha metido el dedo gordo en el coño.

Mi sorpresa fue fulminante, no podía con ello, mi excitación estaba llegando a niveles nunca conocidos. Allí estaba con mi pareja, ella completamente desnuda, yo comiéndole el morro apasionadamente y un perfecto desconocido tenía un dedo metido en el coño de ella y la movía como un guiñapo y yo estaba encantado.

Mi pareja tiene las cosas muy claras cuando está caliente y sabe lo que quiere, así que para cuando el desconocido se acercó y comenzó a comerle el coño, ella me pedía que le mordiera los labios de la boca, era indescriptible, pero lo más sorprenderte fue que cuando se corrió y se retiró de mi para poder respirar mejor, el desconocido se le acercó con la poya en la mano, se la puso en la cara y ella se la comió entera, de un solo empujón.

Ahí pasé yo a ser el mirón, reconozco que me escocía mi marginación pero me excitaba la entrega que tenía en comer aquella poya, abstraída de todo y provocada por todos era una locura.

Yo, desde mi posición… Pueden imaginarse la escena: Ella ligeramente reclinada hacia su derecha comiéndole la poya al desconocido, sus piernas separadas y el coño al alcance de todos los que quisieran tocarlo, las grandes tetas colgando y al socaire de cualquiera que quisiera tocarlas, chuparlas, morderlas, simplemente inenarrable.

Pero el carrusel de emociones no cesaba, desde el lado izquierdo de esa gran cama aparece un tío completamente desnudo, con la poya dura envuelta en un condón y me pregunta:

¿"Puedo penetrarla"?

Yo por mi le hubiera dicho que en ese mismo momento, pero me pareció más correcto decirle:

"Pregúntaselo a ella"

Lógicamente ella no podía contestar, tenía la boca llena de polla, me había oído la respuesta, pero no decía nada. El que quería penetrarla se quedó quieto esperando a realizarle la pregunta, mientras esperaba a que terminara, le tocaba las tetas, el coño, le metía un dedo en la vagina, haciendo turno eso sí, con el resto de los mirones que la sobaban sin parar.

Al que se la estaba chupando empezó a gritar "qué buena estás", "que piel tan suave", "que bien la chupas" y se corrió. Mi pareja se volvió se le acerco el solicitante, ella se abrió de piernas y el otro se la metió. Se la follaba delante de mis narices, con toda mi excitación.

Para entonces me di cuenta de la sensación que tenía: era como ver una película porno de ese tipo de argumentos, sólo que era mi chica la protagonista y con la diferencia de que ella no fingía, estaba completamente corrida y salida, se sentía como a ella le gusta decir, como una perra caliente.

Durante el polvo la seguían sobando, le tocaban las tetas, al encoger sus piernas le metieron un dedo por el culo, en fin, lo pasó divinamente. Cuando aquello terminó, me hizo una mamada en la que solté tanta leche que en mi vida recuerdo haberlo hecho así, prácticamente me tuvo que hacer aquello tres veces. Acto seguido se levantó, se fue al baño en pelotas cruzando entre aquella marabunta de gente salió, se vistió y nos fuimos.

Obviamente, nos asaltan las dudas, ahora no todo es tan mágico como en aquel momento, y existen las contradicciones de las que hablaba la principio, pero día a día sabemos que tenemos que repetirlo y con más intensidad: Que nos queme la pasión.