¡Lléname el coño de leche, papá, llénamelo!

Agustina le cogió la polla, levantó la pelvis, la puso en la entrada del coño. le echó las manos al culo, lo atrajo hacia ella y la polla entró hasta el fondo.

Esta es la historia de una joven que se casó a los diecinueve años embarazada y que llevaba una vida de perros. Se llamaba Agustina, y era una chica morena de ojos grandes color avellana, sus labios eran carnosos, su nariz chiquita, su cara redonda, su cabello negro y espeso le llegaba a la cintura. No era ni alta ni baja, estaba rellena, sin estar gorda, sus tetas eran grandes, su culo un señor culo, su cintura inexistente y sus caderas anchas.

El marido se llamaba Rosendo, cuando se casaran tenía veinticinco años y era un mujeriego empedernido, lo que dice a las claras que no la atendía, bueno, sí, la atendía para insultarla y echarle las culpas de sus males.

Su suegro se llamaba Pedro, tenía cuarenta y cinco años, era de estatura mediana, moreno y estaba aún de buen ver. Una tarde cuando Pedro fue a casa de su nuera a coger una escalera la encontró en bata de casa sentada en un sillón del salón dándole el pecho a su nieto. Ver la leche bajar por la teta hizo que su polla se pusiera tiesa y le hizo un tremendo bulto en el pantalón. Se sentó en otro sillón y Agustina, que le había visto el bulto, le dijo:

-Vete, Pedro.

-¿No me preguntas que vengo a buscar?

-No hace falta, cada vez que sabes que tu hijo no está en casa vienes a lo mismo.

-Hoy venía a buscar una escalera, pero...

-Pero viste lo que no debía y se te puso dura. ¡Vete, coño!

A Pedro le llegaba el olor de la leche materna y no era cuestión de abandonar a las primeras de cambio. Le dijo:

-Tienes una teta preciosa. ¿La otra es igual de hermosa?

Sus palabras violentaron a Agustina.

-¡No tienes vergüenza!

Pedro tenía la cara bien dura, ya que le dijo:

-No, no tengo. ¿Se te moja el coño mientras mama el niño?

-¿Por qué me haces esto?

-Porque estás muy rica.

Lo miró, y le dijo:

-Se lo voy a decir a tu hijo. Le voy a decir que me acosas.

-No creo, si se lo fueras a decir ya se lo hubieras dicho -sacó la polla empalmada y comenzó a menearla delante de su nuera-. ¿Te gusta?

Agustina mirando cómo la cabeza de la polla aparecía y desaparecía debajo de la piel, le respondió:

-¡Qué haces, cabrón!

-Deja que me corra mirando para ti.

Agustina estaba realmente enfadada.

-¡¿Cómo te atreves a masturbarte delante de mí?!

-Es para ver si te caliento.

-Estás loco. Calentarme tú a mí. No me hagas reír. Guarda esa cosa.

-¿Qué te apuestas que si miras cómo me la pelo acabas corriéndote en mi boca?

-¡¿Yo?! Yo nunca haría tal cosa. Si tuviera cien euros los apostaba.

Pedro ya la tenía donde quería.

-Si pierdo te doy cien euros, si gano y te corres en mi boca no me tienes que dar nada, me conformo con conocer el sabor de una corrida de tu coño.

-Trato hecho.

Pedro recostado en el sillón siguió meneando la polla. Sabía casi a ciencia cierta que ese día iba a mojar, y lo sabía porque si Agustina no tuviera ganas ni cien euros ni hostias, se hubiera ido a su habitación. Le preguntó:

-¿Te tiene bien atendida mi hijo?

-Paso palabra.

-¿Cuándo?

-¿Cuándo qué?

-¿Cuándo hiciste tú la última paja?

-No te lo voy a decir.

Agustina cambió al niño de pecho y dejó las dos tetas al descubierto. Le estaba dando más motivos para masturbarse. La polla de Pedro veía cómo la teta que acababa de ser mamada echaba leche por el pezón y su polla soltaba aguadilla sin parar.

-Yo la hice ayer pensando en ti. Te hice todo lo que le hacía a la puta de mi mujer, te comí la boca, las tetas, el coño, el culo...

-A lo mejor te dejó por cerdo.

-Era ella la que me pedía que le comiera el culo y el coño. No había día en que folláramos y no se corriera en mi boca. ¿Ya te corriste en la boca de mi hijo.

-No soy de esas.

-¿Cuánto tiempo hace que no te corres con un hombre?

Agustina acomodó la boca del niño en la teta.

-No son cosas tuyas.

-Eso me confirma que no estás bien atendida, pues debías estarlo, coño, debías, no debías pasar hambre de polla con el tremendo polvo que tienes. Sé lo jodido que es...

Agustina mirando cómo se la pelaba, le dijo:

-¡¿También te va el pescado!?

-Hoy por hoy, si cojo un culo de hombre o de mujer lo reviento, pero no lo decía por eso.

-¿Y por qué lo decías?

-Porque sé lo jodido que es andar con ganas. Desde que me dejó mi mujer no he vuelto a probar un coño en mi salsa.

Agustina no se lo podía creer.

-¡¿Llevas cinco años sin follar?!

-Cinco años, dos meses y unos días, ¿y tú?

-Tampoco te voy a responder a esa pregunta.

Agustina no llevaba nada debajo de la bata. Abrió las piernas y sin querer queriendo le enseñó al suegro su coño peludo. Dejó que se lo viera, cerró las piernas, y le dijo:

-No me acordaba de que no llevaba bragas. ¿Qué es eso de un coño en tu salsa?

No le contestó a la pregunta.

-Abre otra vez las piernas que me quiero correr mirando para tu coño.

Agustina abrió las piernas de par en par. Pedro la sacudió a toda mecha y se corrió sobre la alfombra.

El bebé se había quedado dormido comiendo. Agustina guardó las tetas y llevó el niño a la habitación de matrimonio donde estaba la cuna. Pedro fue detrás de ella y al inclinarse para poner al bebé en la cuna, le apartó la bata para un lado y le arrimó la polla al coño. Agustina le dijo:

-Estate quieto, Pedro.

La agarró por la cintura y le frotó la polla entre las nalgas.

-Llámame papá y deja que frote mi polla en tu coño, frotándola ya me corro otra vez, hija.

-Vete a la mierda.

-Más quisiera, pero no me dejarías comerte el culo, hija. ¿O sí?

-No soy tu hija, cerdo.

Agustina para apartar a su suegro de ella empujó con el culo y sintió cómo la polla pasaba entre sus labios vaginales. A Pedro se le encharcó la polla de jugos.

-Estás muy mojada. Sé buena y deja que te haga disfrutar.

-No, no quiero.

Pedro le rogó.

-Anda, bonita, deja que juegue con tu coño.

Agustina ya estaba muy cachonda y se empezó a dar.

-Sin meter. ¿Te vale?

-Me vale.

Agustina se dio la vuelta, se quitó la bata y quedó en cueros. Pedro vio sus tetas grandes con areola oscuras y tremendos pezones y su coño peludo, y le dijo:

-¡Jesús qué buena estás, hija!

Su boca mamó la teta derecha y se le llenó de leche que se tragó con lujuria, luego la otra, y después volvió a la teta derecha mientras la otra goteaba... Así estuvo casi cinco minutos, luego Pedro se puso detrás de ella, se agachó, le abrió las nalgas y le lamió el periné y el ojete. Agustina, inmóvil cómo una estatua, le dijo:

-Eres un cochino, papá.

Le mordió las nalgas, se las volvió a abrir, y volvió a lamer periné y ojete antes de follárselo con la punta de la lengua. Agustina, entregada al vicio, le dijo:

-No debíamos hacer esto, papá.

-Los dos lo deseamos. Agustina.

-Hija, llámame hija.

Pedro al oírla aún se puso más perro. Le dio la vuelta. Vio el coño de su nuera goteando y el interior de sus muslos mojados. Le pasó la lengua por la humedad de los muslos y después por el coño, Agustina le dijo a su suegro:

-¡Allá van cien euros al carallo!

Pedro volvió a lamer su coño de abajo a arriba. Agustina con los ojos cerrados se había metido en un mundo desconocido para ella hasta ese momento. Tenía la cabeza de su suegro entre las piernas y en su imaginación quien le lamía el coño era su padre.

-¡Ay Rogelio que me corro! Sigue, sigue, sigue, sigue, sigue, sigue, sigue que me corro. ¡Me corro!

Se corrió cómo un torrente. Sus piernas comenzaron a temblar. Pedro la agarró mientras se retorcía y gemía cómo una posesa.

Al acabar de correrse le siguió lamiendo el coño hasta que paró de abrirse y de cerrarse. Luego se levantó, y le dijo:

-¿Me dejas ahora frotar la polla en tu coño?

-No, no que después de frotar vas a querer meter, papá.

-No, hija, no, me basta con frotar.

Agustina se dio la vuelta, puso sus manos sobre la cama y se abrió de piernas esperando a que su suegro se la clavase hasta las trancas, pero le dijo:

-¡Ni se te ocurra meter!

-Tranquila, no meteré.

Pedro, con la polla en la mano, se la frotó en el coño encharcado.

-¿Quieres que te haga correr otra vez, hija?

Agustina ya estaba acelerada e iba sin frenos.

-Claro que sí, hazme correr las veces que quieras, pero sin meter.

Pedro, sin dejar de frotar le dijo:

-No hace falta meter, te puedo frotar la polla en el clítoris hasta que te corras. Solo tienes que echarte boca arriba sobre la cama.

-Tú lo que quieres es follarme, falso.

-¡Qué no, tonta! Frotando nos podemos correr los dos.

-A ver si es verdad.

Agustina se echó sobre la cama con los pies apoyados en el piso. Pedro se desnudó para que su nuera no se sintiese cohibida, luego frotó el glande con los labios del coño y con el clítoris. De las tetas de Agustina comenzó a salir leche que bajaba por ellas y caía en la cama. Pedro se inclinó, lamió los pezones y después mamó las tetas... Frotó la polla en el coño, metió la punta dentro de la vagina y luego  acarició con el meato el glande del clítoris que estaba erecto y totalmente fuera del capuchón. Agustina, entre gemidos le dijo:

-Me voy a correr, papá. Méteme la polla. La necesito dentro de mi coño.

-Te prometí que no lo haría, cariño.

-Yo no prometí nada.

Agustina le cogió la polla, levantó la pelvis, la puso en la entrada del coño, le echo las manos al culo, lo atrajo hacia ella y la polla entró hasta el fondo. Pedro no pudo aguantar, la quitó, se corrió en la entrada del coño y se lo dejó perdido de leche. Al acabar de correrse, se arrodilló, metió la cabeza entre sus piernas, y antes de comérselo le dijo:

-¡Me encantan los coños en su salsa!

Le levantó las nalgas con las dos manos, le lamió el coño de abajo a arriba con su leche. Agustina le dijo:

-Así que a esto le llamas coño en tu salsa. ¡Qué cochino eres!

Se lo lamió dos veces.

-Guarro.

Se lo lamió tres veces.

-Asqueroso.

Se lo lamió cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez veces.

-Ay que me voy a correr -le cogió la cabeza-. Sigue, papá.

Lamió ocho veces más y Agustina, jadeando, se corrió a lo bestia diciendo:

-¡Me viene!

Su coño parecía las cataratas del Niágara, tanto jugo mucoso echó que Pedro se dio un atracón.

Al acabar de correrse quedó cómo muerta, respirando con mucha dificultad, pero con una sonrisa tan dulce que daban ganas de comerla a besos. Pedro se echó boca arriba sobre la cama. Agustina le preguntó:

-¿Quieres seguir?

-Si quieres...

Agustina cogió la polla, que estaba a media asta, la apretó contra el cuerpo de su padre y le lamió y chupó los huevos, uno a uno y los dos juntos, luego con la polla a lo largo de la palma de su mano lamió desde la base hasta el frenillo, después chupó la cabeza y apretó la base mientras le acariciaba los huevos con la otra mano. Al tenerla casi dura, la metió entre sus tetas, la apretó y se la folló mientras sus tetas echaban leche en cantidad que ella al masajearlas usaba cómo si fuera crema. Al tener la polla dura cómo una roca subió encima de él, se abrió de piernas, froto la polla en el coño y en el ojete y le dijo:

-¿Dónde quieres meterla?

-En el culo.

-En ese caso prepáralo.

A Agustina le había gustado que le comiera el culo, se lo puso en la boca y Pedro se lo lamió y se lo folló con la punta de la lengua. Luego Agustina bajó frotando el coño contra el cuerpo, y dejando una estela de babas se encontró con la polla tiesa entre sus nalgas. Pedro la cogió y se la puso en la entrada del ojete. Agustina lo besó. Al tiempo que su lengua entraba en la boca de su suegro empujaba con su culo y la cabeza de la polla entraba en su culo. Lo folló apretada a él con las tetas mojando su cuerpo de leche.. Tiempo después, frotando su clítoris contra la pelvis de su suegro, le dijo:

-¡Córrete conmigo, papá!

Pedro sintió cómo el ojete apretaba su polla y cómo el coño bañaba sus huevos con una tremenda corrida. Al acabar de correrse se la quitó del culo y la folló a lo bestia... Al ratito Agustina sintió que iba empezar a correrse de nuevo y se lo dijo:

-Me voy a correr otra vez, papá.

-¿Tomas precauciones, hija?

-No.

-Hay que andar con mucho cuidado porque yo también estoy a punto.

Agustina estaba tan cachonda que ni lo escuchó.

-¡Dame más fuerte, más fuerte, más fuerte! ¡Me voy a correr!

-¡Y yo!

-¡Lléname el coño con tu lecha, papa, llénamelo!

Pedro le llenó el coño de leche a su nuera y ella le bañó la polla a él con una brutal corrida mientras se devoraban las bocas en medio de un temporal de placer.

¿Queréis saber si la dejo preñada? Pue claro que la dejó, coño, claro que la dejó.

Quique.