Llegó por fín... el día
Un relato caliente y sensual en el que hago un ensayo de pensar como una mujer, relatandolo en primera persona de la protagonista en cuestión.
Llegó por fin el día, después de haber convencido a mi marido de lo inocente del viaje y de quién, en teoría, me acompañaría, allí estaba sentada en una cafetería con esos amigos del chat, todos desconocidos en las caras, pero conocidos de sentimientos..
Mis ojos buscaron encontrarse con los de Pedro, con el cual, en mas de una ocasión nos habíamos visto por la cámara web y habíamos conversado infinidad de veces sin que por ello significase haber llegado siempre a un cibersexo...
Él, justo estaba sentado frente a mí, y alrededor estaban la veintena de amigos y amigas que nos habíamos encontrado para celebrar una cena y conocernos personalmente después de hablar tiempos y tiempos por el frió ordenador.
Por un momento le mire, nuestras miradas se cruzaron, algo me subió por todo el cuerpo provocando un escalofrió. En ese momento todos hablaban entre todos, yo solo lo miraba y pensaba lo mucho que lo deseaba, deseaba tenerlo entre mis brazos, hacerlo mío aunque solo fuera unas horas, unos minutos, pero sentirlo dentro de mí. Así que en ese instante, me decidí. Decidí que era posiblemente la única posibilidad que tenia de cumplir mi sueño.
Quise utilizar esas armas que la naturaleza ha puesto en manos de las mujeres y me insinué a él, por supuesto con el cuidado necesario para que nadie se diera cuenta.
Llevaba un vestido azul cielo precioso, ajustado a mi torso y falda de amplio vuelo. Era bastante provocativo, mi marido no sabia ni que lo había llevado a la quedada. Dejaba ver el canalillo y mis insinuantes pechos y entre la tela mis pezones erectos y excitados.
Sin dudarlo, deje entreabrir mis piernas enseñando poco mas de las rodillas, Pedro se daba cuenta perfectamente de mis movimientos. Mis manos se paseaban por mis muslos acariciándolos con mucha discreción para el resto pero no para él.
Pedro no dejaba de mirarme, ahora a los ojos, luego a las piernas, a mis pechos... y yo con cierta crueldad relamía mis labios y me mordía el inferior.
Una ligera mirada a su pantalón, me convenció de que mis insinuaciones lo estaban provocando fuertemente. Mi mente se deshacía en deseo de estar a solas con él. Tras unos minutos, sin aguantarme mas, excitada como estaba, me dirigí al baño ofreciéndole una mirada con una clara invitación. Sus ojos brillaron con cierta nota de lujuria y comprendí que el paso ya estaba dado.
Ya en el aseo, me mire al espejo viendo una cara de deseo, una cara de excitación. El corazón me latía deprisa. Pasé mis manos por las braguitas y noté su humedad, me acaricie los senos... Fuera del aseo, sentí unos pasos. ¿Sería él?
Mi libido estaba fuera de sí, mi cuerpo temblaba de emoción y miedo. Era la primera vez que me encontraba en esta situación; siempre había sido fiel a mi esposo.
Los pasos estaban mas cerca, apoyé mi mano en el pomo de la puerta y abrí...
Allí estaba él, esa mirada, esa sonrisa con aire de diablillo, esos labios...
Sentí como mis braguitas se empaparon nada más abrir la puerta. Se abalanzo sobre mí abrazándome y poniendo sus labios en los míos, fundiéndonos en un beso apasionado. Sin parar de acariciarme el cuello, paseando sus manos por mi cuerpo, rozando mis pechos, se apretaba a mí haciendo notoria su erección.
Sus manos subieron mi vestido por las piernas, acariciando mis muslos...
En momento de locura posé mi mano en su enorme bulto, palpando su dureza y restregué mi mano por todo. Él con destreza, bajó la cremallera del vestido dejando al aire mis senos y lo dejó caer por mi cuerpo. Con premura echó el cierre de la puerta y sin perdida de tiempo comenzó a besar mis pechos. Mis pezones se erguían señalando al frente, cuando su boca llega a uno de ellos, chupando y mordisqueándolo. Mi mano sobaba el bulto, mientras trataba de ahogar los gemidos que salían de mi garganta.
Una de sus manos se poso en mi vagina por encima de las braguitas cogiendo todo en su palma. Sin apenas apretar, la mano inició un movimiento cadencioso llenándome de escalofríos de placer.
-Pedro, cuanto he esperado este instante... uhmmmmm- Se escapo de mi boca como un susurro.
-Laura, mi vida, ya no puedo aguantar mas el deseo... ¡ te quiero para mí!- Su voz profunda y melodiosa llega a mis oídos.
Me cogió de la cintura y me subió a la encimera del lavabo. Mi culito al contacto del frío mármol, hizo que emitiera un pequeño grito...
Me hizo inclinarme hacia atrás y abriendo mis piernas metió su cabeza entre mis muslos. Besó la cara interior de estos, desde la rodilla hasta las ingles. Mi cuerpo temblaba de la excitación.
Con habilidad retiro a un lado mi braguita dejando ver mi chochito, con sus pelitos recortados cubriendo toda la vagina y bien delimitados por las ingles. Me puso un dedo en la boca par que lo chupara, sentí deseo de comérmelo... Lo relamí y llene de mi saliva.
Él tomó el dedo y lo arrastró por la rajita de mi vagina, abriendo los labios mayores e impregnándose de los jugos que la mojaban. Pasó su lengua por los labios suavemente de abajo a arriba, sin apretarla y deteniéndose unos segundos en rodear el clítoris, que ya sentía hinchado. Mordisqueaba los labios mayores y tiraba con los dientes de los pelillos de mi chochito, era excitante tanta demora en sus gestos. Me miraba desde abajo con esos ojos penetrantes y lujuriosos sin dejar de chupar y mientras, yo, estrechaba mis senos con mis manos, pellizcando los pezones presa de un estado que jamás había sentido. Solo mi marido me había hecho disfrutar con su boca en mi chochito, pero esto era diferente, ni mejor ni peor, distinto y estaba dispuesta a disfrutarlo.
Gozando como estaba y con mis pensamientos, no me di cuenta cuando había metido dos dedos en mi vagina. Estaba concentrado en dar toquecitos suaves y firmes en mi clítoris sorbiendo mis jugos, mientras los dedos entraban despacio.
Se oía el ruido del chapoteo conjuntado con el mete y saca de sus dedos y mi mojada vagina. Sentía como una pequeña corriente eléctrica salía de mi clítoris subiendo por todo mi cuerpo incitando a un goce extremo, cuando sus dedos tocaron algo en mi interior y me lanzó por un vacío inmenso. Mi cuerpo entró en convulsiones y el placer que sentía casi producía dolor de lo fuerte que era. Era un orgasmo en su pico mas alto que no terminaba nunca. Mordía mis labios, intentaba ensordecer mis gemidos, mis gritos... Él, sin sacar los dedos se levantó y puso su boca en la mía para acallar eso gritos de pasión y angustia desaforada. Al poco saco sus dedos y siguió acariciando mi rajita, mientras volvía a mi yo, sin dejar de besarle y morder sus labios. Mis latidos volvían a su ser, mis gemidos se apagaban y justo cuando un cierto relax acondicionaba mi cuerpo, sus dedos en mi clítoris hacían estallar un orgasmo profundo y fuerte, dejándome sin respiración y sin fuerzas par sostenerme en la encimera del lavabo. Saco su mano y metió sus dedos en mi boca mientras el placer se alejaba y pequeños espasmos en mi vagina reproducían pinceladas del placer que había sentido.
Nos enganchamos en un beso fuerte, mientras bajaba del lavabo y desabotonaba su camisa, dejando a mi disposición ese pecho que tantas veces había visto en fotos o en la cámara. Un pecho cubierto de vello suave con alguna cana escondida. Paseé mis manos por él, enredando mis dedos en sus pelos, besé sus tetillas y mordí con cuidado sus pezoncitos.
Mis manos agarraron su culo con fuerza y lo apreté contra mi pubis, besando, mas bien mordiendo sus labios. Quité su cinturón y abrí su pantalón, dejando su bulto solo tapado por el bóxer y deje caer al suelo su pantalón. Lo empuje par apoyarlo en el lavabo sujetando su bulto con mi mano... ¡No quería dejarlo escapar!
Mordí su duro pene a través de la tela y a la vez masajeaba sus testículos con premura. Con ambas manos bajé el bóxer a lo largo de sus piernas, dejando a mi vista un hermoso trozo de carne dura y caliente. La punta del glande se veía humedecido por un liquido transparente y denso. Con una mano sujeté su verga contra su estomago tapando su ombligo y acerque mi boca a sus testículos recogidos por la tensión del momento. Mis labios jugaron con su escroto, tirando de él y chupando por encima. Introduje un testículo en mi boca moviéndolo con mi lengua suavemente y notando como Pedro se retraía con cierto miedo y placer. Luego el otro... Mientras me decía casi susurrando palabras cargadas de sensualidad y morbo...
-¡Si! Mi ángel, chupa así, es todo tuyo... Mi perrita... Dame placer... ¡Uhmmm!
Con mi lengua recorrí el pistón de carne, desde su base hasta la punta, que pugnaba por seguir pegada a su cuerpo de dura que estaba su polla. Soplé sobre el glande y paseé mi lengua por el contorno del glande haciendo que ligeros estremecimientos pasaran por su cuerpo.
Mirándole a los ojos con cara de lascivia, me introduje la punta de su polla en la boca, paseando la lengua por toda ella. Poco a poco, fui metiendo mas profundamente la verga hasta casi tocar mi garganta, para luego sacarla apretando con mis labios y a la vez mojándola con mi saliva. Inicié un vaivén con mi cabeza metiendo y sacando la polla de mi boca, notando los gemidos de Pedro. Sus testículos estaban apretados en el escroto, clara señal de que estaba a punto de sacar su leche. Esa leche que había imaginado muchas veces caer en mi cara, en mis tetas y restregarla por mi torso.
Una de las veces que metía su polla en mi boca, rocé el glande con mis dientes y le oí decir:
-¡Así! Cómela... ¡Aghhhh!
Con eso, me aplique a dar una mamada fuerte sin tener el cuidado que tenía con mi esposo. Su cuerpo temblaba, sus manos en mi cabeza sujetaban mi cabello.
-Laura sigue así, me voy a correr ya.- me grito en un susurro hondo con connotaciones animales.
A la vez que chupaba, mi mano subía y bajaba masturbándolo. En un instante se quedó tenso y gruñendo desde lo mas profundo soltó una lechada que dió en mi paladar saliendo liquido por la comisura de mis labios. No dejé de chupar y mover mi mano y otra lechada conseguí atrapar en mi boca, mientras la sacaba de la boca para recibir los restos de su corrida me fijé en sus ojos cerrados y en su cara llena de emoción.
Limpié cuidadosamente con mi lengua todos los restos de lefa, dejando la polla brillante y aun erecta y desafiante. Me puse a su altura y le invite a un beso con los restos de su corrida, y él chupó con golosinería mis labios y mi lengua.
Coincidimos al decirnos un te quiero, con nuestras miradas enfrentadas y...
Me dijo:
-Mi niña... arréglate, vamos a levantar sospechas en los amigos. Salgo yo delante y te espero.
Mientras recomponía sus ropas y se vestía, me dio un beso muy tierno... Me miró con dulzura y salió del baño. Me vestí y recompuse mi peinado y me pinté los labios de rojo fuerte que contrasta con mi piel morena. Estaba retocando mis ojos, cuando entró "Princesa" una de las amigas que había venido a la quedada.
-¿Te encuentras bien, Laura?- me espetó.
-Si, no me he encontrado mejor en muchos días.-Le dije mirando a su cara con expresión de mujer satisfecha.
Por la expresión de su cara, pude comprobar que había imaginado algo de lo sucedido allí con Pedro. Ella no sabia de nuestra relación, pero sé que la intuía.
Salimos ambas del baño, dirigiéndonos hasta donde se encontraban todos, Pedro me miro con un gesto interrogante, que yo devolví con una sonrisa pícara, tranquilizándolo.
Continuamos hablando todos con todos, haciéndonos bromas, las mismas que muchas veces nos hicimos en el chat. Los ojos de Pedro y los míos pugnaban por encontrarse constantemente, hasta que las charlas con unos y con otros nos dejaron uno al lado del otro.
En un momento, se inclinó a mi oído y dijo:
-Esto solo acaba de empezar, Laura. Espero que no termine nunca esta noche.
Un escalofrió recorrió mi columna vertebral y una sonrisa ingenua salió en mis labios.
Dentro de unas horas iríamos a cenar, luego a bailar y tomar unas copas, pero luego...
CONTINUARA...