Llamando a Paco a un salón de clases_PALMERIN
Cómo llamé a uno de mis alumnos para hacerle conciencia de mejorar sus notas a cambio de un favor...
Mi nombre es Verónica y soy una mujer de 35 años, soy profesora de la facultad de ingeniería. Soy poseedora de unas piernas muy bonitas y largas, mi estatura es aproximadamente de 1.80 con zapatillas de tacón y de cabello castaño claro, mis nalguitas son aceptables. Mi cintura es delgada y mis senos son también una belleza para estar pegados a ellos todo el día. Por lo mismo que soy delgada y alta siempre luzco como una modelo en mi forma de vestir.
Por motivos de trabajo, casi siempre tengo que usar ropa de vestir y por lo regular uso faldas a la rodilla y blusas de diferentes modelos, siempre uso medias y zapatilla de tacón; hablando de mi lencería es chica y muy sugerente.
Hace poco pude concretar la fantasía de ser penetrada por una super verga, aunque halla supuesto ponerle un par de cuernos a mi abnegado maridito.
Como ya he dicho trabajo como docente y al comienzo de uno de los últimos ciclos escolares detecte problemas de aprendizaje en una de mis alumnos por lo que decidí platicar de manera amigable con él para que se pusiera a estudiar pues a estas alturas de la carrera no vale la pena desertar.
Llegado el día se presentó ante mí Paco, mi alumno, parecía que iba a tener una reunión importante por su forma de vestir.
_ Hola maestra, ya estoy aquí para lo que usted guste y mande.
_ Pues para lo que gusto no se si puedas hacerlo, pero te llamé porque tu desempeño no ha sido muy bueno, han bajado tus notas y quisiera saber por qué.
_Usted dirá y haré mi mejor esfuerzo por complacerla .
_No cambies el tema de nuestra reunión, que ahora lo que importa es que subas tus notas a costa de lo que sea.
No me sentía obligada a tener que ayudarle a subir sus notas. Su cara de asombro cambió por una de superioridad, como quien se siente importante. Llevando la mano a su entrepierna, me preguntó con evidente intención:
_ ¿A costa de lo que sea?.
Comencé a sospechar a lo que se refería y creo que me puse roja. No de vergüenza, sino de calentura. Hacia días que no tenía sexo, estaba necesitada y podía tener al alcance de mi mano lo que tanto me hacía fantasear. El se dio cuenta que si quería ver, aunque intentase disimularlo. Se tomaba con descaro la entrepierna donde su pantalón no podía ya ocultar algo de un tamaño excepcional.
_ Vamos maestra no sea tímida, usted quiere que yo suba mis notas y por su ayuda la compensaré en lo que usted quiera.
Se abran dado cuenta ya que me encanta el sexo y que soy muy calentona. No iba a desaprovechar la oportunidad de acostarme a un potente adolescente superdotado.
_ Si Paco -le dije con seguridad- quiero ver lo que tienes en el pantalón.
No se hizo rogar. Su pantalón y su calzoncillo cayeron por sus piernas, entre ellas un monstruo de 24 cm. rígido apuntaba ya al techo. Estiré mi mano y lo acaricié con ternura y deseo. Sentí mi vagina mojarse como nunca. A pesar de estar en un lugar incómodo para una situación semejante decidí que tenía que hacerlo mi macho ahí mismo. Al girar, Paco ya estaba desnudo de la cintura para abajo masturbando lentamente su inhiesto aparato. Me pare ante él expectante.
_ ¿Me la quiere chupar maestra?.
No me lo hice decir dos veces, caí de rodillas al piso, abrí la boca y tragué lo que pude. En realidad no chupaba, ya que me era imposible introducir todo en mi boca, solo lo lamía rodeándolo con la lengua. Me esmeré en la mamada y me di cuenta que la gozaba. Me calentaba aún más su sabor salobre.
_ ¡Basta! ordenó- sino me va a hacer acabar y se la quiero meter.
Me levanté la falda enrollándola a la cintura e hice mi tanguita a un lado, lo miré a los ojos y me acosté en el escritorio ofreciéndole mi vagina. Se arrojó sobre mí acariciando mis piernas desnudas. Estaba ansiosa y feliz; lo que esperé tanto tiempo estaba a punto de hacerse realidad.
_ ¿Quiere que se la meta patitas al hombro?
_ Quiero que me la metas, como sea, pero métemela.
Levantó mis piernas sobre sus hombros con suma delicadeza besando la cara interna de mis muslos. La cabeza del monstruo se apoyó entre mis labios externos buscando su lugar. No le costó encontrarlo. Mi humedad hizo que solito se deslizara a mi interior. Sentí como mi vagina se abría para dejar lugar a su enorme visitante. Me estremecí de placer. El -¡¡¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!- que escapó de mi boca debe haber retumbado en toda la manzana. Los últimos centímetros se deslizaron adentro de mi cuerpo hasta que sus huevos sudorosos hicieron tope a la penetración. Me miraba con satisfacción, sintiéndose victorioso, sus ojos dejaban traslucir una ligera emoción. Su carne caliente estaba muy adentro mío y se sabía mi dueño.
_ ¿Siente mi verga maestra?.
_ Llámame Vero, ya no soy tú maestra, ahora soy tu hembra y quiero que me cojas. ¡¡Hazme tuya!!.
La delicadeza mostrada hasta entonces desapareció como por encanto. transformándose en un semental alzado deseoso de poseer a su hembra. Con brutalidad la verga salió hasta la cabeza volviendo a desaparecer dentro de mi cuerpo en un solo y profundo envión. Sentí literalmente- en carne propia la dureza de esas primeras embestidas con que el inmenso falo me abría por dentro. Pero como siempre ocurre, luego de unos momentos, el dolor fue desapareciendo para dejar paso al placer. Comencé a acompañar sus movimientos oscilantes, con los movimientos de mis caderas, con lo que quedamos ambos firmemente acoplados; no miento si digo que me sentía una con él. Me parecía que su sable de carne me atravesaba toda, su punta parecía que llegaba a mi garganta y hasta que podría salir por mi boca. Perdí todo sentido de la realidad llevada por el placer, recuperé el sentido solo cuando noté algo caliente que inundaba mi cuerpo
_ ¡¡¡Te preño puta, te preño!!! -murmuraba jadeante a mi oído-.
Asustada, miré el reloj en la pared. Faltaban 10 minutos para que tuviese que retomar a mis clases, había tiempo de sobra y me tranquilicé. Acaricié maternalmente su cabeza y lo besé con dulzura agradeciéndole el buen momento que había pasado. Se bajó de mi cuerpo y al intentar pararme un mar de leche blanca y espesa corrió por mis piernas hacia el suelo, la vagina me ardía por dentro y por fuera, pero la sentía palpitante de satisfacción. Debí limpiarme las piernas como y con lo que pude y acomodarme la falda sobre la piel pegajosa de la consistencia de la leche que las bañara. Mientras nos limpiábamos y vestíamos hablamos de quedar nuevamente como en otras ocasiones. Salió rápidamente, no sin antes acariciar mis senos por debajo de la blusa lo que me obligó a volverme a arreglar la ropa.
Pasado esto volvimos a nuestra actividades normales y actualmente nos seguimos viendo para tener relaciones sexuales sin compromiso alguno como pareja.