Llamala puta

Hacía mucho tiempo que Luisa y Sergio no se veían, por lo que deciden follar como salvajes.

A la boda fueron más de cien comensales, deseosos de degustar los placeres que suelen dar esta clase de eventos. Se celebró a las afueras, en una rúnica estampa a la que los novios y sus amigos llamaban "el cortijillo", estampado en un idílico paisaje natural que en cada primavera llegaba a su cenit de belleza.

Luisa y su marido José se encontraban algo alejados de la fiesta, mal humorados pero logrando disimularlo cara a los demás invitados. Hacía ya cinco años que llevaban casados, pero ese tiempo de vida juntos codo con codo no había fortalecido sus lazos de amor, más bien todo lo contrario. Cada día se sentían más dependientes uno del otro. Tantas temporadas encerrados en su casa, sin ver a nadie porque ya creían tenerlo todo con su mutua compañía, hizo que se sintieran vulnerables ante el mundo exterior, ante sus allegados y después ante ellos mismos. Algunos decían que era culpa de Luisa, otros que de José y los más neutrales simplemente decían que se querían demasiado. Lo cierto es que nadie sabía porque una pareja tan alegre se había vuelto con el paso del tiempo en dos completos desconocidos esquivos e irascibles, pero por fuera vellos y jóvenes.

Sergio, que era un amigo de José de la infancia le hizo un guiño a este y se acerco para hablar:

  • ¿Cómo lo estáis pasando Jose?
  • Bien, gracias. Cuanto tiempo, ¿verdad?
  • Pues sí, desde que os mudasteis a la ciudad ya no sabemos nada de vosotros.
  • Bueno, ya sabes. Estamos siempre muy liados con el trabajo – Intervino Luisa harta de estar callada. – además a José no le gusta mucho volver a
  • ¿Cómo? Pero si eres tú la que nunca quiere venir
  • Pero no discutáis que estamos en una boda chicos – amainó de este modo el temporal Sergio, viendo lo que parecía que iba a ser una tormenta. – Oye José, ¿ves a esa chica con el vestido morado?
  • Si – se esforzó para interrumpir el cabreo que hervía en su sangre.
  • Pues es mi novia ¿Por qué no vas y la sacas a bailar? Es muy tímida.
  • Pero… - se resistía José
  • Anda José, hazle caso a Sergio y saca a su novia a bailar que parece estar aburrida

Dicho esto Luisa le dio un empujón para acabar de convencer a José y quedarse a solas un rato con Sergio.

  • Como se resiste el cabrón a soltarte un ratito
  • Es un pesado, no me deja ni respirar
  • Sabes porque creo que os mudasteis, José no quería perderte con nosotros acechándote todo el rato.
  • Puede ser. Siempre ha sido muy celoso, pero lo vuestro más bien era acoso sexual no acecho. Todavía recuerdo como si fuese ayer cuando tu y Javi os la sacasteis dentro de las piscina para restregármela.
  • ¡Jajajaja! No se lo cuentes a nadie, que vergüenza que paso ahora
  • Tranquilo que no se lo cuento a nadie. Pero sabes lo curioso de los celos de José, que son delante vuestra solamente, después cuando estamos con desconocidos no le importa que me desnude y haga todo lo que quiera
  • ¡Joder, que cabrón!, con lo que me gustaría verte desnuda.
  • Bueno ahora no nos ve.

Mirando fijamente a los ojos de Sergio, Luisa fue subiéndose la falda hasta dejar al descubierto las braguitas rojas que había elegido para ir a la boda.

  • Si quieres ver lo que tengo debajo tendrías que enseñarme algo
  • ¿Cómo qué?
  • Podrías volver a sacar eso que ya sacaste en la piscina
  • Pero Luisa no sabía que
  • ¿Que qué? Que era tan zorra – puso su mano derecha en el paquete Sergio y lo empezó a apretar.
  • ¡Joder! Me estas poniendo cachondo de verdad.

Con un movimiento calculado le bajo la cremallera del pantalón, introdujo la mano a través de ella y le saco la polla sobre la palma de la mano dándola golpecitos por debajo.

  • Tienes el doble de polla que Jose
  • ¿Te gusta? A mi novia no le cabe ni en la boca
  • A mi solo me gustan grandes. Con Jose lo único que siento es como si me diera el aire en el coño. Sin embargo creo que esto lo voy a sentir mejor. – Mientras le dice esto se va agachando- Tu y yo éramos buenos amigos, pero no sabes ciertas cosas sobre mi personalidad. - Luisa ya le sostenía la polla enfrente de la cara, como si fuera un micrófono
  • Sorpréndeme
  • Pues que soy una puta zorra a la que le encantan los rabos como este, grandes y bien gordos.
  • Chúpamela puta – Luisa inmediatamente obedeció – eso es, muy bien.

La polla de Sergio desaparecía y volvía a aparecer cuando Luisa quería. Viendo que ya se venía en su boca, y sabiéndole esto a poco, Sergio levantó a Luisa y de un tirón brusco rajo el vestido que se había puesto, quedándosele en la mano.

  • Pero ¡mi vestido!, ahora me va a ver todo el mundo.
  • No si te llevo a otra parte, pero antes te voy a quitar las bragas de zorra que te has puesto.

La quitó las bragas y las puso junto al vestido roto en el bolso de Luisa. Completamente desnuda, solo con los zapatos y sortijas puestos, la subió a su hombro para bajarla por un terraplén que les alejaba de la gente que había en la boda, y ya seguro de que nadie les vería entre unos arbustos se detuvo y la puso en el suelo.

  • Aquí puedo follarte a gusto.

Luisa se dio la vuelta dándole la espalda a Sergio y fue agachándose lentamente hacia delante de manera que su culo y su conejo quedaban descubiertos completamente.

  • ¿Te gustan las vista Sergio? ¿Cuál de los dos agujeros te gusta más?

Sergio mientras oía esto se la estaba cascando y acercando muy despacio la punta de su polla al estrecho esfínter anal de Luisa, que trataba de abrirse metiendo y sacando sin parar dos dedos. Una vez contacto el capullo totalmente hinchado con las rugosidades de la entrada del culo de Luisa, esta no pudo soltar un gemido en voz alta mientras sentía como la penetraba con toda violencia la polla de Sergio.

  • ¡Si, cabrón! ¡Folla, folla, folla! ¿Te gusta darme por culo hijo puta?
  • ¡Si zorra!, parece que te va a estallar.
  • ¡Ah! ¡Golpéame el culo! ¡Dame como si fuera un animal!

Sergio la empezó a dar palmaditas en el culo, pero al ver que su esclava le pedía que le diera más fuerte, la empezó a soltar verdaderos tortazos en el culo y en la espalda. Luisa frenética por el polvo fue agachándose para ponerse a cuatro patas. La ponía esa postura más que ninguna otra. Sergio mientras tanto no paraba de envestirla por el culo, sin perder ningún detalle de su polla entrando hasta el fondo. Luisa estaba soportando tres cosas: las envestidas, las ostias y los enormes tirones de pelo que la doblaban el cuello todo lo que este se podía doblar. Ya era tanto el dolor que se impuso al placer de ser una puta barata, que era como la gustaba ser en sus fantasías.

  • Sergio, por favor para, me duele demasiado
  • ¡Cállate puta!
  • ¡He dicho que…! –Sergio empezó a darle sacudidas bestiales por detrás a toda velocidad
  • ¡Cállate puta! Te voy a follar como te mereces, zorra.
  • ¡Ah! – Luisa no podía parar de gemir- ¡Fóllame Sergio! ¡Oh si! ¡Fóllame! ¡Fóllame como a una puta! Quiero que me lo vuelvas a decir.
  • ¡Cállate puta!
  • Otra vez Sergio, vuelve a decírmelo por favor
  • ¡Eres una hija de puta! Una zorra que solo vale para chupar pollas hasta que se corran.

Sergio ya no pudo resistir más, y después de una última sacudida que hizo que Luisa pusiera un grito en el cielo, cogió del pelo a Luisa para levantarla y poner su cara frente a la suya. Una vez estaban cara a cara, Luisa le cogió de la polla y se la empezó a cascar a toda pastilla mientras Sergio la escupía en la cara.

  • ¿Te vas a correr ya cabrón? ¿Qué poco me has durado cabrón? – decía mientras se tragaba los silabazos que la venían a la boca.
  • Es que eres… ¡Ah! Eres una puta. – Luisa le soltó la polla, le dio un manotazo y acto seguido siguió cascándosela.

Cuando estaba a punto de soltar todo el chorrazo, la golpeo una bofetada en la cara que la tiró al suelo y se sentó sobre el pecho de Luisa dejando la polla apuntando a la cara de la pobre chica. Mientras la escupía y esta le contestaba con insultos fue descargando todo el semen sobre su cara.