Little Jessy en el salvaje oeste

Historia del salvaje oeste, con duelos, pasión y mucho sexo.

Little Jessy en el salvaje oeste

Dejó correr el plan y se abandonó a sus sensaciones. Loco Peck seguía masturbándola a buen ritmo, ahora con tres dedos. La otra mano empuñaba el revolver que le apuntaba directamente a la cabeza. Era una situación excitante. En cualquier momento podía morir o podía llegarle el orgasmo

El sol estaba en lo alto, asfixiando las desoladas calles de Tyrell City. Un caballo y su jinete se acercaban por el camino de entrada a la ciudad. Aquel era un pequeño pueblo en mitad del desierto de Nevada. Sólo tenía una calle, que estaba flanqueada por numerosos edificios construidos con madera reseca pintada de blanco. Allá estaban un pequeño local, Moe´s, el saloon del pueblo. Un poco más cerca estaba la pequeña sucursal del banco y casi al final de la calle se alzaba el único edificio construido en ladrillo: la cárcel y el edificio del sheriff.

El caballo que se acercaba era negro y alto, brillante si no fuera porque estaba recubierto de polvo. El jinete era un personaje delgado, con la cara tapada por un pañuelo rojo, también lleno de polvo. Un enorme sombrero tejano cubría su cabeza. Iba vestido con chaleco negro, pantalones de montar y botas. Ni que decir tiene que todo su atuendo estaba cubierto de polvo.

El jinete se acercaba por el camino, ya cerca del pueblo, levantando una terrible polvareda. Se le veía perfectamente desde la habitación más alta del saloon de Moe´s. Pero sus inquilinos no miraban por la ventana. Era una estancia pequeña y oscura, con una pequeña mesita apoyada junto a la pared y una mesa. Enfrente de la mesa se extendía una enorme cama de matrimonio de roble oscuro. Al lado de la cama estaba la ventana por la cual se veía al jinete acercarse. Pero nadie miraba por la ventana.

Allí, tendido en la cama, estaba Jimmy Peck, el loco Peck. El loco Peck era un bandolero, morralla asesina que campaba por los despoblados robando ganado, violando mujeres y cometiendo demás actos punibles. Jimmy Peck era un asesino, un ladrón y un loco, pero en estos momentos no parecía nada peligroso. Tendido en la cama, totalmente desnudo, aguantaba las cabalgadas de una joven yegua. Una puta de saloon, habitual de Moe´s.

Era joven, tenía la piel tersa y blanca perlada por gotas de sudor. Los senos pequeño la baliaban con cada acometida. Era rubia y sus ojos eran azules. Una preciosidad. Pero una preciosidad cara. Afortunadamente Jimmy Peck tenía dinero. Últimamente le había ido bien. Cambiaron de posición, mientras el jinete por fin se adentraba en el pueblo. Caminando lentamente.

Ahora joven puta estaba a cuatro patas sobre la cama y el loco Peck le clavaba la polla hasta dentro, a cada arremetida un feroz grito de la joven.

-Vamos maldita furcia que te quiero joder bien.- le chillaba el loco .

Siguieron con el mete saca. La polla entraba y salía por completo, no era muy grande. La velocidad aumentaba, y los gemidos de la chica también. Finalmente el loco Peck dio tres o cuatro espasmos y se corrió sobre la espalda de la chica. Ahora esta se reía.

Se tumbaron en la cama unos instantes. Ambos sudaban debido al ejercicio y al maldito calor. El polvo entraba por el resquicio de la ventana. Tras unos instantes de calma, el loco Peck se incorporó y comenzó a vestirse.

-¡Oh! ¡Vamos Jimmy! Quédate un ratito conmigo- le imploró la joven prostituta.

-Sí nena. No tengo nada más interesante que hacer que espera a que el maldito Sheriff venga a capturarme ¡Toma anda!

El loco Peck le dejó sobre la mesita un par de dólares y se colocó el cinto con las pistolas: dos precioso revólveres Colt. Se puso el gran sombrero y salió por la puerta. No había dado ni cinco pasos cuando se encontró con quien trataba de esquivar. Al menos con una de las personas que trataba de esquivar. Y allí estaba ella. Impasible. Marie Mandelman.

Marie era una puta. Pero no una puta cualquiera, era la madre de todas las putas. Y conocía al loco Peck desde que eran niños. Habían vivido juntos en un pequeño barrio de San Antonio, Texas, y ambos habían emigrado al Oeste en busca de mejor fortuna. Por eso a Peck le gutaba visitar aquel antro de mala muerte, porque la pequeña Marie le dejaba una de sus chicas a buen precio, y limpia. Pero Peck odiaba a Marie, siempre trataba de esquivarla. Normal. Marie era ese tipo de mujer que puede controlar cualquier tipo de hombre. Al igual que Peck, tenía ya cumplidos los cuarenta, pero aún era bonita y clientela no le faltaba. Incluso, se decía en el pueblo, se entendía muy bien con el sheriff.

-Vaya, vaya. ¿Otra vez te marchas sin despedirte Jimmy?- le dijo al tiempo que se interponía en su camino. Sus enormes tetas no le dejaban pasar- No te quedaras un rato más. Anda quédate. ¿Acaso Betty no te dio lo que querías?

-Sí, me dio lo que quería. Por eso me marcho. Y no te interpongas Marie. Si no me doy prisa soy hombre muerto. Ya sabes que el sheriff me busca. No se le olvida que maté a su maldito ayudante.

-Vaaaamos Jimmy, ¡quédate! Steve Patterson ya apenas si se mueve de su guarida de sheriff. Está viejo. Vamos a divertirnos tú y yo antes. ¡Cómo en los viejos tiempos, Jimmy!

Le agarró de la polla con mano experta y lo metió a la habitación. Descubrió sus enormes tetas y le metió la lengua en la boca.

-Vamos Jimmy, méteme tu tranquita. Vamos pequeñín.

El loco Peck puso manos a la obra. Le agarró los enormes melones y los chupó. Notaba como se endurecían al contacto de la saliva. Marie le desabrocho la bragueta y comenzó a mamarle la polla. Estaba en la gloria. Ni siquiera se había quitado el sombrero. Allí recostado, disfrutaba de la mamada. Marie sabía lo que hacía. Era toda una vida dedicada a aquellas labores. Tan pronto estaba pasándole la lengua por el maloliente glande como se metía toda la polla en la boca. Así estuvieron unos minutos. El loco Peck , tras follarse a la dulce Betty, había aumentado notablemente su aguante. Aún seguían en aquella posición, la vieja puta mamándole y él recostado, cuando ocurrió.

Todo fue muy rápido. La puerta se abrió, El loco Peck trató de desenfundar el revolver pero Marie le movió la mano. Peck la golpeó y lo desenfundó pero el Sheriff Patterson ya había desenfundado. Disparó. Erró el tiro que pasó cerca de la cabeza de Peck. Este ya apuntaba al sheriff cuando Marie le mordió la polla. Comenzó a manar la sangre.

-AHHHHHHHHH- chilló Peck- Furcia asquerosa.

En ese momento el sheriff entró en la habitación y desarmó al loco Peck . Después lo esposó y lo bajó a golpes por las escaleras.

Atravesaron el concurrido saloon de Moe´s. Allí había un par de vaqueros tomando unos tragos, unas furcias que se ofrecían en una mesa y al lado cuatro caballeros echando unas manos de póquer. Todos miraron al sheriff sacar al criminal a golpes de la tasca. Ninguno se inmutó. En ese momento llegaba por fin al pueblo el jinete. Tapado por completo, lo único que se le veía era dos grandes ojos castaños. El resto era polvo. Se cruzó con el sheriff y con el pobre loco Peck, la polla aun al aire, ensangrentada. Después entró en el saloon de Moe´s.


No se quitó el sombrero ni el pañuelo de la cabeza. ¿Para qué? Se acercó a la barra.

-Un güisqui, por favor- le dijo al camarero Moe con voz reseca.- ¿Quién era ese hombre que el sheriff llevaba preso?

-Un peligroso bandido señor. ¿Es usted de la zona? No le había visto antes. Últimamente vienen por estos lares peligrosos forajidos. Se habla de extraños individuos que recorren el oeste. El sheriff Patterson los mantiene, por suerte, fuera del pueblo. Pero bueno si no le dejo hablar. Repito ¿Es usted de la zona?

-No, no soy de esta zona- dijo el misterioso personaje. Se bajó el pañuelo y se quitó el sombrero dejando ver una cara femenina. Una mujer bella sin duda. Bebió el güisqui de un trago. Moe la miró perplejo. Después miró a los vaqueros, que también miraban a la dama estupefactos. Al instante, los dos vaqueros y el camarero Moe, comenzaron a reírse a carcajadas. A carcajada limpia. Sin duda, no esperaban que una mujer pudiera vaciar un vaso de güisqui de una vez. Sin embargo, ¿por qué no? Era el salvaje oeste. The Wild West. Sin duda aquella joven, pues era joven sin duda, era uno de aquellos extraños individuos.

-¿Hay buenas prostitutas por aquí?- preguntó la mujer. Esto, si cabe, aumentó las risas de los tres hombres.

-Acaso busca usted trabajo señorita- le dijo uno de los vaqueros con lágrimas en los ojos. Las putas de la mesa miraban la escena con cara sorprendida. Los caballeros que jugaban al póquer, incrédulos. De hecho habían dejado de jugar y ahora miraban la escena paladeando el güisqui.

-No, no busco trabajo. Busco servicio.

Los vaqueros y el camarero Moe redoblaron sus risas. Uno de ellos se tiró por los suelos de la risa. Mientras tanto, una de las rameras de la mesa se levantó y la cogió por el brazo.

-Ven conmigo- le dijo.

La joven la siguió escaleras arriba. Los cuatro caballeros continuaron su partida de póquer mientras pedían algo más de güisqui. Los dos vaqueros continuaron riéndose y Moe se quedó con cara de tonto. No le había pagado el güisqui.

Subieron por las escalerillas y llegaron a un largo pasillo. Había multitud de puertas en aquel pasillo. Entraron por la primera de la derecha. Allí había una mujer sentada tras una mesa grande que estaba cubierta de papeles. Llevaba la camisa desgarrada y tenía la marca de un bofetón en la cara. Justo donde el loco Peck le había dado.

-Marie ¿qué te ha pasado?- le dijo la joven puta.

-Nada, nada. Déjalo. ¿Qué quiere esta señorita?- preguntó Marie mirando a la joven desconocida.

-Servicio. Quiero comprar amor.

Marie no pudo reprimir una sonrisa. Nunca antes una chica había requerido de sus servicios. Pero sus jóvenes chicas estarían a la altura. Prácticamente todas habían hecho el amor entre ellas mismas. Era la única forma de practicar sexo con alguien que te apreciaba. Así pues todas sabían del arte de amar mujeres.

-Muy bien. Espere un minuto y todas las chicas vendrán. Branda ve a llamarlas.

La joven puta que le había acompañado se dio la vuelta para marcharse pero antes de llegar a la puerta.

-No hace falta. Me quedo con Brenda- dijo la joven misteriosa.

Ella y Brenda ocuparon una habitación. Era muy oscura, pues no tenía ventana. Pero era seca. Brenda sacó una palangana de agua para que la joven se limpiase el polvo del cuerpo. Después empezó a desnudarse. Ya se había quitado su camisa.

-No es necesario, Brenda. No quiero hacerte el amor. No así, al menos.

-Pero, entonces ¿para que has venido? Marie querrá cobrar- preguntó Brenda asustada. La joven se quitó el sombrero y dejó caer una melena de pelo. Era un pelo muy bonito, aunque estaba sucio a causa del viaje. Era castaño, pero castaño muy claro. O incluso era rubia, pero un rubio oscuro. Un pelo muy bonito, aunque sucio. La joven miró el cuerpo de Brenda y su bonita cara. La puta era pelirroja, con el pelo rizado recogido en un elegante moño. Tenía pecas en la blanquita cara. Era muy bonita. Su busto era firme y sus pechos generosos. Sus caderas también eran apetecibles. Una belleza. Pero no era el momento.

-No te preocupes. Pagaré a tu jefa. Sólo quiero información.

-¿Información? ¿Quién eres tú?

-Me llamo Jessica. Es lo único que puedo decirte. Quiero saber más acerca de ese hombre que se ha llevado el sheriff.

-¿Jimmy el loco Peck?

Hubo unos momentos de silencio. Brenda se volvió a poner su camisa. Y habló. Le contó a Jessica todo lo que sabía de el loco Peck , uno de los mayores forajidos que se hubieran conocido. Le habló de la fama de ladrón de bancos y salteador de caminos que se había ganado en los últimos años por aquello parajes y le habló del asesinato del ayudante del sheriff. Peck se había batido con él en un duelo y lo había matado ante la cara del sheriff Patterson.

Tras una hora de conversación salieron. Allí les encontró Marie, la puta. Jessica le extendió un puñado de dólares.

-Quiero ver al sheriff. ¿Dónde esta?

-Y ¿para qué quieres ver al sheriff?- inquirió Marie.- ¿Acaso te ha dejado insatisfecha Brenda?

-No. Pero me robaron ganado cerca de aquí. Creo que el hombre que se llevaba a rastras antes es el que me robo.

-Es probable- dijo Marie- Si quieres ver al sheriff ven conmigo. De todas formas yo iba a ir para allá.

Marie se guardó los dólares en los pechos y salieron del saloon. La tarde caía ya y el sol descendía rápidamente tiñendo el cielo de tono dorados y violetas. Pero el calor no arreciaba, y el polvo tampoco. Caminaron por la calle de Tyrell City y llegaron a la comisaría del sheriff. Era el único edificio construido en ladrillos. Allí, en la puerta, estaba Steve Patterson, sheriff del condado. Su aspecto denotaba que ya pasaba de los cincuenta, de hecho bien podía estar próximo a los sesenta.

-Y bien mis jóvenes señoras ¿qué desean?

-Esta joven forastera asegura que Jim Peck le robó ganado de su rancho. Quiere asegurarse.

  • Ah, bien.- El sheriff miró con cara de lujuria a Marie- Pasen entonces y dígame si este hombre fue el que le robo, señorita

-Jessica, gracias- le respondió entrando.- Preferiría hablar a solas.

-Oh- había sorpresa en los ojos de Patterson- desde luego. Espere fuera señorita Marie.

Entraron. Estaba muy oscuro allí dentro. Olía a humedad y el musgo crecía en las paredes, como si fuese largas barbas verdes caían hasta el suelo. Extraño con ese calor. Era una estancia bastante grande. Había tres celdas. La primera estaba libre. En la segunda había un hombre joven, de unos treinta años. Era moreno y lucía un gran bigote negro. Un arete de plata le colgaba de la oreja derecha y una enorme cicatriz le cruzaba la cara de lado a lado en diagonal. Una dolorosa herida. Y en la última celda estaba él. El loco Peck. Había restos de sangre en su ropa pero parecía que la herida de la polla ya no estaba sangrando. Tenía un par de brechas en la cabeza que Jessy no recordaba haberle visto antes.

-Y bien ¿es él? ¿Él te robo el ganado?- preguntó el sheriff.

-Sí.

-Otro cargo más para tu cuenta Pecky.

-PERO BUENO ¡YO NO HE VISTO NUNCA A ESTA FULANA!- Chilló Peck.- Maldito Patterson. ¡ME LAS PAGARAS TODAS JUNTAS!

-Lo que tú digas Jimmy- rió el sheriff- ¿Desea algo más, seño…?

La pregunta quedó en el aire. Jessy se había despojado del chaleco negro y la camisa blanca que llevaba debajo y ahora le mostraba su torso semidesnudo, sus deliciosas tetas apretadas por el corsé. Se acercó lentamente a la hembra. Su mano rodeo su cintura y empezó desabrochar el corsé por detrás. Jessy se acercó y le besó el cuello. Sabía a sudor. En un santiamén le arrebató el corsé y comenzó a chuparle los pezones. Jessy se dejaba hacer, recostada como estaba en la mesa. El sheriff desabrochó los pantalones de Jessy y metió una mano en las profundidades. Pronto comenzó a masturbar aquel coñito que se le había puesto en bandeja. Pero Jessy quería más. Agarró con las piernas al sheriff y lo acercó a ella.

-Vamos Steve, fóllatela- le increpaba el loco Peck desde su celda- métesela y demuestra que eres un puto hombre. ¿O no puedes? ¡Maldito cabrón, tienes la polla flácida!

Pero no era así. Estaba más dura que una barra de acero. Jessy sonrió. Se lo estaba pasando bien al fin y al cabo. El sheriff seguía lamiéndole las tetas y masturbándola con dos deditos. Jugueteaba con su clítoris y con sus pezones. Jessy empezaba a perder los papeles.

-Vamos gran hombre- le susurro al oído- métemela hasta el fondo antes de que tu novia puta entre.

Jessy miró a los ojos al loco Peck . Fue un instante. Un segundo. Pero esa mirada se le quedó grabada en la mente al salvaje pistolero. Por su parte, el sheriff quería acabar cuanto antes no fuera que Marie entrar de verdad y le pillara poniéndole la cornamenta. Apuntó con su verga al coñito de Jessy y la taladró. Pero nunca llego su pene al coño de Jessy. Con un rápido movimiento se encaramó al sheriff, le quitó la pistola y le dio tal golpe con la culata que cayó inconsciente en el instante mismo de empalar. El sheriff yacía tendido en el suelo, semidesnudo Jessy se ajustó los pantalones, le quitó el cinto con la pistola al sheriff (al menos con la funda de la pistola) y se lo puso ella. Después, guardó la pistola en su sitio.

-¿STEVE, PASA ALGO?- se oyó la voz de Marie. El tiempo apremiaba.

Jessy cogió las llaves de la celda y abrió al loco Peck . Inmediatamente se abalanzó sobre ella agarrándole una teta fuertemente.

-Que ¿Ese maldito viejo no te lo hacía bien eh, guarrilla?- le dijo intentando meter la mano por entre los pantalones de Jessy.

Un destello metálico y la pistola apunto al loco Peck.

-No es el momento. Nos vamos.- ordenó Jessy. Su mirada era ahora fría y dura. Todo lo contrario a la de hace unos segundos.

-EH VOSOTROS- les dijo el otro preso- no me dejéis aquí.

-Vamos amigo- Peck se acercó a su celda, quitó las llaves y empezó a abrir la del otro reo.

-Muchas gracias amigos- les dijo. Y entonces ¡¡¡BANG!!!

-Nos vamos solos Jim- le dijo Jessy al Loco Peck después de matar al otro.

De un portazo Marie entró al antro del sheriff chillando "STEEEVE" Jessy la apuntó con el revolver. Un movimiento y la mataba. Pero Marie no se amedrentó y se abalanzó sobre ellos. Con un golpe de culata Jessy la dejó inconsciente.

-Marchémonos maldita sea- apremió al loco Peck, que se estaba ajustando sus pistolas. Sacó una y disparó sobre Marie, en toda la cara.

-Esta Puta trató de comerme la polla- chilló. Luego apuntó al Sheriff pero de una patada Jessy lo hizo salir del local.

-No vamos a matar a nadie. Por ahora. Nos vamos- Peck obedeció y salió a la calle. Jessy recogió su corsé, su camisa y su chaleco y salió a la calle sin tiempo para ponérselos.

La gente empezaba a salir a la calle asustada por el sonido de los disparos. Jessy y Peck corrieron al saloon, donde tenían amarrados los caballos, en la puerta. Al llegar descubrieron que el de Peck no estaba, requisado por el sheriff. No había tiempo. Peck montó en un enorme corcel gris que había junto al negro de Jessy.

-Caballero, ese caballo es mío- dijo un hombre. Jessy reconoció a uno de los caballeros que jugaban a póquer en el saloon de Moe. El mismo Moe estaba en la puerta del establecimiento, atónito. Tal vez estaba así porque Peck había escapado, o porque el caballero del póquer había sacado un enorme rifle Winchester y apuntaba al loco Peck , o porque la hermosa Jessy seguía con los pechos al aire. Un bulto entre las piernas le delataba. Jessy sonrió al caballero.

-Es usted muy hermosa, dulce amazona- dijo el caballero- Pero una sonrisa no es el precio de mi caballo. Desmonte señor- señaló a Peck- o me veré obligado a matarle con mi Winches

Fue un instante, sólo una décima de segundo lo que dejó de apuntar para inclinarle la cabeza a la hermosura de Jessy. Pero esta aprovecho bien. Desenfundo y le desjarretó un tiro en la frente. El caballero cayó hacia atrás. Se oyó el disparo del Winchester, que se perdió. Jessy y loco Peck se alejaron de Tyrell City cabalgando en el crepúsculo. Ella, desnuda de cintura para arriba. Él, mirándola lujurioso. Nunca antes había deseado tanto follarse a una hembra. Y vaya hembra.

-Creí que no íbamos a matar a nadie por ahora.- le dijo. Jessy sonrió mientras se ponía la camisa y el chaleco. No había tiempo para abrochar el corsé que cayó y se posó levemente sobre el suelo del desierto.


Los forajidos habían huido la noche anterior. Steve Patterson miraba el corsé de la dama tirado en medio del desierto. Habían pasado por allí. En la arena aun se podían vislumbrar las huellas. Era por la mañana del día siguiente al asesinato de Marie. Pobre Marie. Tan buena y servicial y cariñosa. ¡Y cómo había acabado! Injusto. Ahora él tenía que hacerles pagar. Pero no con la ley. No con la ley. El sendero estaba claro y las huellas frescas. No irían muy lejos.

Jessy y el loco Peck habían cabalgado toda la noche en silencio, tratando de no hacer el más mínimo ruido. Ahora que ya había amanecido habían parado a descansar. Loco Peck estaba sentado comiendo una manzana. Había cinco manzanas en el fardo que el caballero del póquer llevaba en su caballo. Cinco manzanas, una bota de agua y un par de tajadas de carne en salazón. Jessy estaba encendiendo fuego para poder asar las tajadas de carne y tener comida.

-Dímelo otra vez ¿Por qué me salvaste?- preguntó Loco Peck.

-No lo sé. Me dolió ver como te abochornaba el sheriff delante de todo el mundo. Luego me entere que eres de lo mejorcito en tu especie.

-En mi especie ¿Cuál es mi especie?- preguntó Loco Peck.

-Tu especie es la de los tipos duros. Y deja el tema. Hay que encontrar un pueblo rápido.

Pero no lo encontraron. Pasó el día y nada. Todo el día trotando por esos andurriales. Al menos hubo suerte con la comida. Encontraron un ganadero y le compraron unos pollos. Peck insistió en asaltarle pero Jessy no lo permitió. No mientras tuviera dinero al menos. Ya estaba anocheciendo. Habían parado junto a un lago pequeño. Así tendrían agua. Al día siguiente remontarían el río y con un poco de suerte encontrarían un pueblo donde alojarse unos días, reunir pertrechos y volver a partir. Loco Peck estaba decidido a seguir con Jessy, pero esta estaba cada vez más harta del bandido. Se había equivocado liberándole. No, ese tipo no sería.

Así pues estaban asando el pollo juntó al río. Jessy se ojeaba el pelo enmarañado y sucio mientras Peck atendía al pollo.

-Tengo el pelo muy sucio y encima estoy llena de polvo- dijo Jessy.- Me voy a bañar en el lago. Haz el favor de no quemar el pollo.

Jessy se levantó y comenzó a desnudarse ante la atónita mirada de Loco Peck .

Primero la camisa y el chaleco le mostraron lo que ya conocía: dos preciosos pechos, turgentes tetas pequeñas tal vez pero bonitas y proporcionada. Desabrochó el cinturón con la pistola y lo dejó encima del chaleco. Después la vio quitarse las botas y los pantalones y quedó a merced de sus miradas. El culo era fenomenal, curvado, firme y moreno a la luz de la luna. Sin duda el culo de una atleta. Las piernas también eran bonitas, fornidas y de muslos gruesos, como le gustaban. Se metió en el agua a disfrutar de su baño y Loco Peck se empalmó, ardía.

Poco después salió del baño y se encontró con que la ropa no estaba donde la había dejado. Loco Peck la miraba con satisfacción recostado contra una piedra enorme.

-Vaya, eres preciosa- le dijo- ¿Por qué no me abrillantas la pistola? Últimamente ha estado mustia.

Se sacó la polla y Jessy comprendió. Quería una mamada. La herida que Marie la puta le había hecho aun no estaba cerrada y ya quería más. Menudo cerdo. Sin duda este no era el escogido. Advirtió que también había sacado el revolver y ahora le apuntaba directamente al corazón.

-Eres un cerdo y un estúpido.

-Cálmate preciosa- le dijo. Después le acercó una cuerda- átate bien las manos que vamos a empezar el juego. Venga que no tengo toda la noche. El pollo se enfría.

Jessy no vio escapatoria, de momento. Cogió la cuerda, hizo un nudo corredero y pasó las manos. Después le dio el otro extremo a Loco Peck que tiró. Ahora tenía las manos inmovilizadas. Se acercó lentamente a Loco Peck . Ya tenía un plan. Desafortunadamente tendría que mamarle la polla a Peck para poder llevarlo a cabo. Era bastante pequeña y fina. En fin.

Comenzó a darle unos lametazos. Notaba la mano de Loco Peck entre sus muslos, buscando calor. Lentamente comenzó a meterse la polla en la boca. Cuando la tuvo totalmente dentro le llegó a la campanilla. Casi vomita. Asquerosa sensación. Empezó a mamarle a buen ritmo para acabar cuanto antes, arriba abajo y succión. Seguía notando la mano de Peck entre sus muslos, ahora muy cerca de su coño húmedo. Empezaba a gustarle. Loco Peck notó la humedad. Le metió un dedo que entro perfectamente. Notaba ahora como le masturbaba muy lentamente. Estaba gozando y notaba arder las mejillas. Por fin Loco Peck se corrió manchando la cara de Jessy. Ahora o nunca.

Nunca. Dejó correr el plan y se abandonó a sus sensaciones. Loco Peck seguía masturbándola a buen ritmo, ahora con tres dedos. La otra mano empuñaba el revolver que le apuntaba directamente a la cabeza. Era una situación excitante. En cualquier momento podía morir o podía llegarle el orgasmo. Era excitante. Y llegó lo último. Se corrió dando voces y arqueando la espalda. Loco Peck sacó la mano.

-Se enfría el pollo zorra.

No la desató en toda la noche. No se fiaba. Y con razón. Ahora que el había bajado la calentura estaba mas que dispuesta a matar a Loco Peck. Peck decidió darla el mismo de cenar. Antes le ató las manos a la espalda y mientras con una mano le apuntaba a la cabeza con la otra le acercaba el pollo para que comiera. Era algo humillante. Así era el salvaje oeste.

Después de cenar la ató a un árbol y también le ató los pies era imposible que se desatase. Así podría dormir tranquilo. Con todo, durmió con el revolver muy cerca. Por si acaso. La noche pasó y llegó el día. Ahora Peck tenía un problema. No podía llevarla atada y desnuda a lomos del caballo. Pero tampoco podía desatarla para que se vistiera porque era bastante peligrosa. ¡Qué se lo digan a Steve Patterson! Aún estaba dudando que hacer cuando aparecieron dos hombres a lomos de un carro. Uno era un hombre muy anciano, con larga barba gris y sombrero de paja tapándolo del sol. El otro era más joven, de unos treinta años. Moreno y con bigote. No llevaba sombrero.


-¿Qué demonios pasa aquí?- exclamó el joven- ¿Qué hace esta chica en cueros atada al árbol?

-Toma el fresco- le dijo Loco Peck . Se había sacado el revolver y le apuntaba.- Seguid vuestro camino si no queréis que os atraviese con mi plomo.

Pero el viejo no le escucho. Bajó del carro y se dirigió a Jessy. Empezó a desatarle las ligaduras, primero la de los pies y luego la de las manos.

-¿Qué demonios haces, viejo asqueroso?- Chilló Peck- Apártate.

Pero el viejo continuó desatándola. Cuando por fin estuvo libre Peck alzó el revolver y disparó al viejo. La bala se le incrustó en la frente. Cayó muerto. El joven tiró de las riendas entonces y atropelló a Peck con el carro. Peck saltó de espaldas, el revolver sel e cayó por los suelos y al levantarse se encontró con Jessy apuntándole. Era una terrible imagen, una joven tan hermosa desnuda apuntándole con una pistola y con ojos rabiosos. Por un instante Loco Peck pensó que le dispararía.

-Joven, toma mi arma y apuntale mientras me visto- le dijo Jessy al del carro.

El del carro bajó y le apuntó. Jessy cogió su ropa, que estaba escondida junto a un árbol, y se vistió. Cuando se hubo colgado su propio revolver del cinto se subió al carro.

-Vamos joven, sube y vámonos- le dijo- ¿Cuál es tu nombre?

-William Smith.

El joven se subió a su carro y comenzaron la marcha. Loco Peck les seguía al trote, desarmado. Entonces oyeron que un jinete se les acercaba.

-¡Jessy! El sheriff- gritó Loco Peck - Nos ha seguido.

-Cálmate Peck- dijo ella- desmontemos y esperemosle en el camino. Joven Smith ¿sabes disparar?

-No señora. Bueno podría- dijo tartamudeando- sólo soy un minero, un buscador de oro. No se disparar contra le gente

-Un minero eh.

Jessy y Peck se situaron uno a cada lado del camino. Jessy le había devuelto su revolver a Loco Peck. Ahora se veía como el sheriff se acercaba, lentamente. Esperaron. Cuando llegó el también desmontó. Hacía un calor terrible, un sol de justicia. El polvo les envolvía. Se acercaba el sheriff andando. Y en un segundo sucedió. El sheriff cayó muerto a la vez que Loco Peck se revolvía por los suelos sangrando. Jessy era la única intacta. El Sheriff había desenfundado y disparado contra Jessy primero, pero había fallado por un palmo. La bala se había incrustado a dos centímetros de la mano de Smith. Después Loco Peck había disparado contra el sheriff dandole en la cabeza pero al instante Jessy lee había disparado al Loco Peck al estómago, que se revolvía por los suelos.

-Adios James Peck. Ha sido un placer conocerte. Pero no eres mi tipo.

Subió al carro y se marcharon lentamente.

-Así que eres un sacador de oro- preguntó Jessy- ¿Dónde vives?

-En un pequeño pueblo cerca de aquí. Te invitaría a vivir con nosotros pero desde que nació nuestro segundo hijo ya apenas si tenemos espacio.

-Estas casado y tienes hijos eh. Una buena vida.

Jessy se acercó a él y le besó en los labios. Él se quedó perplejo. Entonces ella le quitó la camisa y comenzó a besarle por todo el pecho, subiendo hasta el cuello. Ella misma se había quitado el chaleco y la camisa mostrándole sus delicados pechos. Él dudaba aún. Pero le agarró los pechos. Pronto estaban desnudos sobre el carro. Jessy se montó encima de Smith, que estaba tumbado, y se metió toda su polla en el coño. Por fin estaba haciendo el amor en el salvaje oeste. Había tardado en encontrar un buen hombre.

La tranca de Smith no era demasiado larga, pero si era gorda. Comenzó a cabalgarle más rápido. Sentía un hormigueo por toda su espalda. Estaba al borde del orgasmo. Era delicioso. Y se corrió. Dando salvajes gritos llegó al orgasmo. Luego se sacó la polla del coño y comenzó a mamarla. Tras unos instantes notó como la boca se le inundaba de semen. Aquello no le gustaba demasiado, pero bueno. Se lo tragó todo. Continuaron tumbados unos momentos sobre el carro, aún este estaba en movimiento.

-Estamos acercándonos a mi pueblo- dijo Smith- tal vez sería mejor que nos vistiéramos.

Jessy esbozó una sonrisa. Se bajó del carro en movimiento y puso rumbo al desierto, desnuda. Smith la miraba desde el carro atónito. Parecía que hubiera sido un sueño.