Literatura erótica

Recordando cómo fomenté el gusto de mi ex por la lectura.

Cuando llega el verano sólo pienso en el momento de ir a la playa. No hay mejor sensación que escuchar el murmullo de las olas mezclado con la brisa, el olor a salado y ese airecillo caliente sonrojando mis mejillas.

Miro hacía el horizonte sentada junto a la sombrilla. El reflejo del sol me deslumbra justo en la línea donde su unen el cielo y el mar. Allá a lo lejos se va mi mente, revolotea algo de cordura mientras doy otro trago a mi refresco, pero un escalofrío recorre mi cuerpo desde el cuello hasta los pies. Me dejo llevar por la magia estival. Mi mente se va, se va…Y me transporta en el tiempo.

Verano del 2001, Torrevieja, Alicante.

Acabo de cumplir los veinte y es nuestra primera escapada juntos. Casi cuatro años de novios y entre nosotros sigue habiendo una pasión explosiva. Cada experiencia sexual es brutal, salvaje, tan intensa que sólo con pensarlo se eriza cada poro de mi piel. Y luego dicen que la pasión sólo dura los primeros meses. A nosotros no. Tal vez faltaran muchas cosas en nuestra relación, pero el deseo era bestial. Nuestra sexualidad rebosaba hasta límites insospechados. Pensar en él es revivir fotogramas de una eterna y variopinta peli porno. Y esas vacaciones no eran para menos. Sol, arena y mar. Mi Adán, el paraíso y los dos solos las veinticuatro horas para amarnos y follarnos por los siglos de los siglos.

Y recuerdo que en el salón del apartamento reinaba un cutre sofá cama con un estampado floral de lo más hortera, pero que desde aquel día tendrá para mí un "gran valor sentimental". Y es que la hermana de mi chico nos dejó un libro de la versión erótica de La bella durmiente. Y como tenemos que incentivar la lectura en los jóvenes le propuse a Ángel leerlo entre los dos en voz alta. Al principio supuso risas por parte de ambos. No conseguíamos leer un párrafo sin romper a reír. Pero él le cogió el gusto a la narración y yo empecé a ponerme en situación. Le veía como a mi príncipe valiente, salvando los peligros del bosque, buscando el castillo en el que permanezco inerte, sumida en un profundo sueño.

Entre roces, literatura, caricias y frases arcaicas se mezcla realidad y ficción. El castillo y el sofá de flores, el príncipe y yo, Ángel y la bella durmiente. Entrelazamos en momento con el libro, y cada vez nos acariciamos más, y leemos menos. Nos besamos dulcemente, y nuestras manos se mueven cada vez más aprisa recorriendo el cuerpo del otro. Le abrazo y me besa con fuerza, las lenguas con su danza frenética giran a compás de nuestras cabezas. Le deseo y el me desea a mí. El libro cae al suelo mientras nos abrazamos sin dejar de besarnos. Le quito la camiseta. Sus ojos verdes centellean, esa mirada suelta cada vez más chispas. Su respiración entrecortada acelera mi corazón. Noto como palpita mi pubis sobre su cada vez más abultada entrepierna. Lo deseo tanto que cada vez parece única. Estoy excitadísima y él también. Seguimos besándonos, y acariciándonos. Nos desprendemos de más ropa. Él acaricia mi pecho amasándolo, con la presión ideal, ni muy suave ni demasiado brusca. Esa forma de tocarme me vuelve loca. Qué manos! Conocen cada rincón de mi cuerpo, saben dónde tocar y cómo hacerlo, sin palabras. Sólo nuestras miradas, perdidas, llenas de lujuria. Le quiero, le deseo. Quiero que me haga suya. Ya, ahora mismo. Y arranca mis braguitas para penetrar su fiera dentro de mí. Me agarro fuertemente a él y logro ponerme a horcajadas sobre él. Me encanta galopar y frotarme fuertemente contra su pelvis. Hacia dentro, más fuerte. Más dentro. Follamos como animales en celo. Cada sacudida está mezclada de sudor y lujuria. Esa polla vigorosa entra y sale desgarrando sin piedad suspiros cada vez más bruscos. Jadeamos a gritos, sin apenas poder respirar. Sólo hay fuerza para cada empujón.

  • Dime cosas!

  • Ah, ah. ¿Qué cosas?

  • Que soy tu puta y me vas a follar hasta reventarme.

  • Oh sí, claro que eres mi puta. Mira cómo te follo, zorra! ¿Te gusta así? Claro

  • No pares de follarme, más fuerte! Más fuerte!!!!!

  • Venga, mira mi polla. Está llena de leche para ti. Cómetela

  • Dame, te la voy a chupar hasta que te corras en mi boca, quiero toda tu leche.

  • Fóllame un poco más, salta, salta.

  • ¿A que nadie te folla así? ¿A que no hay nadie que te lo haga como tu putita?

  • Sigue que me voyyyyy.

  • Toma, toma.

Está a punto de correrse y saco su verga de mi coño y bajo con mis labios para acabar con esto. La lamo de arriba abajo, paso mi lengua por el prepucio. Es como mi particular chupa chups. Succiono un poco en la cabeza y lo introduzco por completo dentro de mi boca. Y chupo, y chupo. Y lo succiono fuerte. Vuelvo a chupar. Arriba y abajo, dentro, casi fuera. Noto unas palpitaciones fuertes en tronco, las venas van a estallar. Un poco más, un poco… ah, ah. Un torrente viscoso y calentito desemboca en mi boca. ¡Um, qué rico sabe! Se ha corrido en mi boca. Y ahora le beso dulcemente

  • Mira qué rico estás.

  • ¿Y ahora no quieres terminar tú?

-Pues claro, fiera.

Se arrodilla contra el sofá y rodeo sus hombros con las piernas. Tiene mi coño en primera plana. Sólo para él. Y sabe agradecerlo. Comienza a dar pequeños lametones en los labios, como si fueran besos. Van siendo más húmedos. Más intensos. Introduce la lengua en mi coñito empapado y juguetea con ella a escribir letras para que adivine lo que dice.

-Zorra

Mueve la cabeza en gesto de negación, sigue con su lengua chupando mis jugos.

-Puta

Ahora gesticula en modo de afirmación, sorbiendo mi leche y chupando sin parar. Me estoy estremeciendo, no puedo más. Ahora me toca a mí. Agarro su cabeza enredando mis dedos en su pelo y le aprieto contra mí mientras grito y jadeo:

-Me corro, Ángel. Me corro

Me desvanezco inmóvil sobre el sofá. Me cuesta recuperar la respiración. Él me mira pícaro y sonríe mientras enciende un cigarro y me lo pasa.

-Es el mejor polvo que hemos echado.

-Siempre dices lo mismo, tonto.

-Será porque siempre son los mejores.