Lisa y su mundo (II) - Comienza la adicción.

Descubriendo que el sexo con Lisa me puede llevar a una adicción. Continuación del relato en el que Lisa, una compañera de trabajo que todos pensaban que era lesbiana, me introduce en el mundo del sexo anal.

Despues de una hora recorriendo de punta a punta la ciudad, llegué a casa aún desconcertado por lo vivido hace sólo unas horas y no me había parado a pensar en ello, pero después de comer, en la sobremesa, me comenzaron a venir remordimientos. Al fin y al cabo me levanté ese sábado con mi ano completamente virgen y en estos momentos me debatía, mirando la tarjeta de visita de Lisa, en si llamarla o no para que me follase de nuevo.

Como embobado permanecí así hasta cerca de las 7 de la tarde, hora en la que recibí un mensaje del grupo de amigos para quedar esa noche y tratar de pillar algo que llevarse a la cama.

A mis 32 años ya no suelo ir a sitios de chavales y conocemos sitios en los que, si no se da muy mal, no es complicado ligarse a una tía, claro, que a veces para contentarnos soltamos la famosa frase de "en peores plazas hemos toreao". Y ciertamente, estos polvetes del sabado noche te bajan un poco la calentura pero en general las chicas a las que nos follamos no son gran cosa. Supongo que si quisieramos un pivón tendríamos que ir a otros locales y seguramente no sería tan fácil ligar.

En el grupo de amigos, que seguimos juntos casi todos desde la época de la universidad, mas o menos todos hemos seguido la misma peripecia vital. Años atras todos nos desconectamos un poco por alguna relación que al romperse nos hizo volver al grupo de amigotes golfos.

En mi caso solo fue la ruptura de una pareja pero varios de los amigos estan divorciados, e incluso alguno con niños. Por eso cuando podemos quedar todos no se puede fallar, como ocurría este fin de semana.

El grupo de amigos quedaron a las 11 en una boca del metro de Sol. A mi la verdad es que no me apetecía mucho salir pero como digo, el hecho de quedar todos es una ocasion que no se puede desperdiciar.

Ya en los locales habituales había la fauna de siempre, el mismo tipo de chicas que cualquier otro día hubiera intentado pillar, como ya estaban haciendo algunos de los amigos, pero en mi caso, seguía con Lisa metida en la cabeza. Aún tenía su tarjeta en el bolsillo. ¿Y si la llamaba? No sería buena idea, supuse.

Poco a poco nos fuimos quedando menos en el grupo ya que el resto se iban largando con sus conquistas. Al final sólo quedamos Juanma y yo.

Juanma es el feo, por decirlo de algún modo, del grupo. Es el que menos liga siempre ya que aparte de sus cerca de 100kg en un cuerpo de 1,65m y su ya mas que avanzada alopecia, es un desastre en lo que a relacionarse se refiere. De hecho, sé que mas de una noche de juerga en la que casi todos habíamos ligado, él terminaba yendo a un puticlub a desahogarse.

  • Estas hoy un poco raro, no? -me preguntó Juanma.

  • No, que va. Es que no me apetece hoy ligarme a una de estas. Además, hoy na había gran cosa -respondí.

  • Pues ya verás, -dijo sonriente- te voy a llevar a un sitio que veras que jacas hay!

  • Déjalo -le dije sabedor de que me hablaba de un puti-, si además estoy un poco cansado y me apetece descansar.

  • Tu verás -dijo poniendo cara de fastidio-, pero te pierdes unas tías impresionantes. Y hay un par de ellas que por 100 euros... de todo, tío! de todo!

  • Jeje, todas para ti, machote -dije dándole con el codo.

Así pues, yo me marché para casa y Juanma supongo que acabaría soltando 100 euros por un rato de placer.

La mañana del domingo se me hizo corta ya que me levanté sobre las 11:30. Por la tarde estuve tentado de nuevo de llamar a Lisa, y es que no se me iba de la cabeza, pero me contuve, ya que podría buscarme un lío.

Y por fin llegó el Lunes (¿quién me diría que iba a desear que llegara el lunes?) y a las 9:00 en punto estaba en la oficina. Me fuí a mi despacho y tras solucionar algunos temas pendientes atendí las incidencias. Lo de siempre, mas o menos, pero estaba mas proactivo que de costumbre ya que eso me permitía subir a la primera planta en la que estaba el despacho de Lisa, que, para mi desconsuelo, permaneció cerrado toda la mañana.

Una vez, haciéndome el intrigado, pregunté a una secretaria que se sienta cerca del despacho de Lisa.

  • ¿Y esta? ¿Nos va a dejar en paz hoy?

  • Uff, menos mal. Esta mañana esta fuera en una reunión. Mejor así, por que ya sabes como es -me respondió aliviada la secretaria.

Después de la comida, en una visita para recuperar un documento de un creativo (que se habia borrado solo, claro), ví que la puerta del despacho de Lisa estaba abierta. Pude ver además que estaba sola, así que tras recuperar el documento de la papelera de reciclaje del ordenador del creativo me fui raudo hacia su despacho no fuera que se me colase alguien.

  • Buenos días... perdon, buenas tardes -dije azorado al entrar en su despacho.

  • Ah, Emilio, buenas tardes. Que es lo que quieres? -respondió Lisa sin apenas mirarme.

  • Puesss yo... -dije cerrando la puerta tras de mi-, quería hablar de lo del sábado.

  • ¿Y qué pasó el sábado? -me contestó ahora sí, mirándome.

  • Bueno, ya sabes, oficialmente nada -dije muy cortado- pero en fin, que... lo del portátil.

  • Ah! era eso? Pues muchas gracias. El portátil funcionó a la perfección el resto del fin de semana.

  • Aha, pues, que si alguna vez te hace falta que lo revise me lo puedes decir.

  • Claro, claro. Muchas gracias por tu ofrecimiento -me respondió mirando unos documentos-. ¿Alguna cosa mas?

  • Creo que no -dije muy cortado saliendo de su despacho.

Salí defraudado ya que pretendía salir de ahí con una nueva cita y por lo que pude ver, ella no le dió la mas mínima importancia.

Al llegar a mi mesa me quedé un rato absorto en el poster que hay en la pared de enfrente pensando que no podía ser que lo único que deseara en ese momento es que Lisa me estuviera sodomizando, pero así era. Buscando evadirme me conecté a internet a páginas de temática tecnológica para evitar cualquier pensamiento sexual, pero tras dos horas de navegación sin sentido, mi mente seguía en el sexo... en el sexo con Lisa, debería decir.

A las 6:30 ya estaba dispuesto a salir ya que tenía cosas que hacer en casa por la tarde (es lo que tiene vivir solo, que la nevera hay que llenarla) cuando de pronto Lisa entró en mi despacho y cerró la puerta.

  • Si quieres, a las 8 podemos tomar algo. Si puedes, claro.

  • Si, si si... si que puedo. ¿Dónde?

Lisa me dió la dirección de un pub por el centro y me dijo que allí a las 8 sin falta, que no podría esperarme mucho si tardaba.

Yo salí corriendo del trabajo para ver si me daba tiempo a comprar algo antes de acudir a la cita. Afortunadamente vivo cerca de la oficina y pude comprar cuatro cosas de emergencia y cambiarme de ropa antes de las 7:30. De este modo a las 8 podría estar sin problemas en el pub que me había dicho.

Y así fué, a menos diez ya estaba allí en la puerta esperando, tras comprobar que en el interior no estaba Lisa aún.

A las 8 en punto ví aparecer a Lisa. Venía con la misma ropa que tenía en la empresa pero aún así estaba impecable. Un traje de sastre negro, con una camisa de color salmón y unos taconazos de los que suele gastar de vez en cuando. Se acercó a mi y nos dimos dos besos y pude oler su perfume, embriagador y seguramente carísimo.

Entramos al pub que era un local con decoración muy clásica y con la música a un volumen que permite hablar sin problemas. Era el típico sitio afterwork, como lo llaman ahora, en el que si una tia se descuida le entran a ligar mas de cinco encorbatados por minuto, todos ellos con anillo de casado, claro.

Nos sentamos en una mesa bastante céntrica y nada discreta. Pedimos nuestra consumición y Lisa, que había estado algo distante hasta ese momento dijo:

  • Lo siento pero en el trabajo no puedo, y no se te ocurra a ti tampoco, hablar de cosas como lo del sábado.

  • Yo no lo he contado a nadie, lo juro -dije un poco a la defensiva.

  • Ya, supongo, tienes mucho que perder si lo haces. Recuerdas?

  • Si, claro, pero no es eso... el caso es que... bueno, no sé como decirlo...

  • Que te gustó, verdad? -dijo Lisa interrumpiéndome.

  • Si, eso es.

  • Y te avegüenza decirlo? -pregunto casi inquisitorialmente.

  • Pues si, a ver, no sé como explicarte.

  • A mi no me tienes que explicar nada -dijo cortante-, sé de sobra lo que pasó.

  • Ya, supongo -respodí-. El caso es que esta mañana quería decirte que si algún día te apetece, bueno, que puedes contar conmigo para esas cosas.

  • Jajajaja -estalló Lisa en una carcajada-. Pues a ver, algún día puede que te llame, claro, pero desde luego ni se te ocurra tomarte esto como algo estable.

  • No claro -dije-, no es eso, sólo es pasar un buen rato.

  • O sea -dijo Lisa acercándose a mi oreja-, ¿que si ahora quisiera petarte el culo me dirías que si?

  • Si, uff, claro -dije.

De nuevo Lisa rió llamando la atención de personas de mesas próximas. Durante un rato más seguimos hablando de temas intrascencentes hasta que llamó al camarero para que nos trajese la cuenta y tras pagar me dijo que fueramos a su casa un rato, textualmente "para que me arregles el portátil".

Salimos del bar y en un parking cercano cogimos su coche, una berlina alemana de alta gama con todas las comodidades y en apenas un cuarto de hora estábamos frente a la puerta de su casa. Se abrió el portón de su garaje y entramos.

Ya en su casa entramos al salón y me hizo sentarme en un silloncito bastante bajo. Me trajo una cerveza, ya que era lo que había pedido en el pub y ella se sirvió un refresco. Se sentó en el sofá que había al lado y comenzó a preguntarme sobre qué cosas había sentido el sábado, sobre qué había pensado al respecto.

Yo le conté que alguna duda si que había tenido pero que de hecho ahora estaba allí con ella, que me había gustado probar cosas nuevas. Ella, tras soltar su refresco en una mesa rincoenera se puso de pié y se bajó el pantalón hasta la rodilla. La camisa rosa le tapaba lo que parecía ser un tanga. Cuando se levantó la camisa, ahí estaba un tanga abultado. Lo bajó un poco y dejó salir su polla aún morcillona.

  • A ver si es verdad que te gustó... chúpame la polla.

Yo me quedé un poco sorprendido, pero dejando la cerveza en la mesa del rincon llevé una de mis manos a su polla y durante un rato la manoseé observándola. Era la primera vez que, conscientemente, me iba a comer una polla, y esta vez a pelo, ya que el sábado pasado Lisa se puso un condón de sabores.

Con la otra mano agarré su trasero. Lo tenía firme pero a su vez con una tacto exquisito. Echándola un poco hacia mí, abrí los labios par dar acomodo a su capullo. Saqué la lengua y pude saborear su polla y notar el ligero sabor salado de su liquido preseminal que ya comenzaba a asomar. Poco a poco mi lengua fue abarcando más de su capullo hasta que, con la boca bien abierta, éste se abría paso hacia mi garganta.

Era maravilloso tener su polla en mi boca y notar como respondia a mis lenguetazos poniéndose cada vez mas dura. Por mi parte llegó un momento que decidí masturbarla con mi boca y no me limite a chupar sino que comence a moverme alante y atrás un poco al ritmo de sus gemidos, que ya en ese momento se oían perfectamente.

En algún arreón de Lisa tuve que sacarme la polla ya que me daban arcadas pero conforme iba pasando el tiempo iba aprendiendo a tragar toda su polla. Mis manos jugaban con sus huevos y con sus gluteos mientras me agarraba a ella con fuerza por si se le ocurría sacar su polla.

Los gemidos de Lisa se oían cada vez mas alto hasta que noté como con sus manos me sujetaba la cabeza y embestía mas fuerte contra mi. La verdad es que me debería haber dado cuenta, pero me sorprendí cuando, con su polla en el fondo de su garganta, noté como se corría en mí y no me quedaba otra que tragar su semen.

Cuando aflojó un poco sus manos pude sacar un poco su polla de modo que con mi lengua pude saborear su semen, lo cual me resultó delicioso y por ello me deleité un rato mas chupando su capullo.

  • Veo que si que te gustó -dijo Lisa complacida-, y ahora casi mas aún, no?

  • Pues si... -respondí-, tienes una polla deliciosa.

Lisa se separó un poco de mi sacando su polla de mi boca y me cogió de las manos atrayéndome hacia ella con lo que me tuve que levantar. Ya de pié me abrazó del cuello y me dió un beso metiéndome la lengua hasta la campanilla, como queriendo ella también probar su propio semen. Así estuvimos un buen rato, entre besos y chupetones en la cara y orejas. En una de estas ocasiones, Lisa me dijo al oído, muy bajito:

  • Desnúdate, quiero follarte.

Yo me desnudé al tiempo que ella lo hacía. Por fín pude contemplar su cuerpo desnudo. Desde luego, a excepción de su polla, su cuerpo era el de una mujer muy atractiva.

La abracé y me fui directo a besarla los pechos, en los cuales me detuve un buen rato durante el cual Lisa disfrutaba. Una de mis manos la deslice hacia su polla que había perdido algo de firmeza, pero al poco rato estaba lista para el ataque.

  • Sientate en el sofá -me dijo echando una manta sobre el sofá-, y levanta las piernas.

  • Así? -dije tras sentarme.

  • Si, así. Hummm, que culito tienes...

Lisa agarró su pene y apuntó a mi ano directamente. Lo restregó a su alrededor para, supongo, lubricarlo con las gotas de semen que aún quedaban. Yo mientras la observaba su cara y la verdad es que expresaba vicio y ganas de follar, lo cual me encantaba ya que deseaba de nuevo sentir su polla en mi interior.

Empujó un poco y parte de su capullo entró en mi, aunque sentí un ligero dolor. No dije nada, por lo que ella empujó un poco mas. En ese momento si que el dolor fue mas fuerte y ella debió verlo en mi mueca, por lo que se detuvo un rato. Pasados unos segundos, acarició con su mano mis testículos al tiempo que empujaba, esta vez mas lentamente y su pene se introducía mas en mi.

De nuevo otra mueca de dolor y otro rato de espera. Lisa ya me masturababa claramente y por una parte sentía el placer propio de cuando te estan masturbando pero a veces, y cada vez que ella avanzaba un poco, notaba esas punzadas de dolor. Un rato despues ya no había rastro del dolor y no solo sentía placer en mi polla sino en mi ano.

A partir de ese momento, Lisa se concentró en la enculada y comenzó a moverse alante ya atrás. Las oleadas de placer que sentía iban a mas hasta el punto que me dí cuenta que ya no tenía mi polla entre sus manos y sin embargo estaba gozando de lo lindo. Cuando ya su polla entraba y salía fácilmente, se incorporó un poco y poniéndose sobre mí echó sus brazos a mi cuello y me besó, casi con furia. De este modo notaba su polla mas dentro incluso y me estaba abriendo en dos, pero yo estaba en la gloria.

Sobaba sus tetas que se movían a cada embestida de Lisa, que entre dientes me decía lo puta que yo era y lo que me gustaba que me dieran por el culo, a lo que yo respondia que si, ya que en ese momento me sentía una putita en manos suyas, y es mas, disfrutaba siendolo.

Decició entonces cambiar de posición. Ella se tumbó en el sofá y me dijo que me pusiera encima y la cabalgase.

  • Vamos, empálate como la puta que eres -me dijo.

  • Si... que gustazo, Lisa!!!

Me senté sobre ella y sin demora me clavé de un golpe su polla.

  • Vamos, puta, muévete y hazme disfrutar...

Yo me movía arriba y abajo, dejándome caer para notar los pollazos en el fondo de mi ano. Ella gemía como loca y yo daba auténticos aullidos de placer. Llevé mis manos a sus pechos y mientras la cabalgaba los amasaba siguiendo el ritmo y esto hizo que ella empezase a convulsionarse y decir que se iba a correr.

Un par de minutos mas tarde sentí que su leche me inundaba el culo y según yo la seguía cabalgando salía empapándome mis trasero y sus piernas hasta que me cogió y me echó sobre ella al tiempo que, casi en silencio, jadeaba como queriendo tomar aliento.

  • Ufff, vaya polvazo que te he echado -me dijo con una sonrisa.

  • Sencillamente delicioso -contesté.

  • Me has dejado muerta, ehhh.

  • Y tu a mi abierto del todo, pero aún asi no veas si he disfrutado.

Permanecimos un rato más abrazados sintiendo yo como su polla perdía tamaño y poco a poco se salía de mi. Miré el reloj de pared que tenía en el salón y eran cerca ya de las 11 de la noche. Ella, al verlo dijo que ya era bastante tarde.

Los dos nos levantamos y Lisa me preguntó que si quería darme una ducha. La verdad es que me hacía falta ya que estaba empapado de sus fluidos. Cogió la manta que había sobre el sofá (y menos mal que la puso porque estaba llena de semen) y me acompaño a un baño en el que me dí una ducha.

Al salir de la cabina de ducha vi a Lisa apoyada en la puerta del baño, completamente desnuda. Era una autentica belleza.

  • Tal y como estas, me dan ganas de empezar de nuevo -dije.

  • Jajaja, no, no... que ya es tarde. Y te recuerdo que mañana tienes que ser puntual en el trabajo.

  • Pues que pena! -dije con una sonrisa-, con lo que me gustas.

  • No te preocupes, a mi tambien me ha gustado follarte, y quién sabe si otro dia...

  • Otro dia? No puede ser mañana?

De nuevo Lisa se echó a reir.

  • Mañana no, que te vas a enviciar con esto. Por cierto, te recuerdo que en la empresa...

  • Ya sé -la interrumpí-, por supuesto que no diré nada.

Mientras charlábamos me fuí vistiendo e intentando programar ya otra cita, pero todos los intentos topaban contra un muro. Estaba claro que quería ser ella la que llevase el control de cuando nos veríamos y cuando no. Yo por mi parte comenzaba a necesitar su polla, empezaba a ser adicto a sus embestidas y sin embargo, por lo que veía, me lo iba a tener que trabajar.

Con un beso húmedo me despidió desde detrás de la puerta de su casa tranquilizándome de que algún otro día podríamos volver a tener sexo. Yo una vez fuera de la casa, bajando las escaleras que me llevaban a la puerta de la calle sentí un desconsuelo enorme.

A esa hora el transporte urbano tarda mucho tiempo por lo que no llegué a casa hasta las 12:20 de la noche. Lo único que pude hacer fue irme a la cama. Estaba cansado, si, pero es que lo único que me apetecía era estar follando con Lisa. De hecho, estaba también preocupado por haberme vuelto adicto a sus polvos.