Líos en el salón de masajes

Carlos se ve envuelto en nuevos líos cuando su jefa en la empresa de limpiezas compra un salón de masajes eróticos y tiene que sacarlo a flote.

Este relato pertenece a la serie de los “líos”. Su lectura es completamente independiente de los relatos anteriores de la serie: “Líos en el viaje del INSERSO” ( https://todorelatos.com/relato/149954/ ), “Líos en la casa de la playa” ( https://todorelatos.com/relato/151322/ ), “Líos en el mercado de abastos” (https://todorelatos.com/relato/151809/ ) y “Líos en la empresa de limpiezas” (https://www.todorelatos.com/relato/154183/ ). Dejo los enlaces por si alguien que no lo haya hecho todavía quiere leerlos. Espero que lo disfrutéis y gracias por vuestros comentarios y valoraciones.

Para los que no me conozcáis por relatos anteriores, me presento. Mi nombre es Carlos, graduado por la universidad de Sevilla hacía unos meses y que tras diversos empleos había conseguido un trabajo más o menos estable en la administración de una empresa de limpiezas, que me permitía comer y seguir viviendo emancipado en un pequeño estudio de alquiler.

Mi jefa se llama Ángela, es una madura guapa, liberal y muy pasional con la que follo con cierta frecuencia. Por aquel entonces pasaba por una etapa estupenda de mi vida en lo que al sexo se refiere, pues además de con Ángela tenía relaciones con Julia, una vecina de unos cuarenta años, con Cristina, una empleada de la empresa de unos cuarenta y tantos años años, con Ana la segunda mujer de mi tío, un auténtico trueno de la misma edad de Ángela, y con Antonia, una belleza de más o menos mi misma edad, pero que vivía en Almería a más de cuatrocientos kilómetros de mi ciudad, Sevilla, por lo que no podía verla con la frecuencia que me hubiera gustado. En fin que no me podía quejar en absoluto.

Una mañana Ángela, mi jefa, se presentó en mi despacho de la empresa de limpiezas y me dijo:

-              Carlos tengo que pedirte un favor.

-              En lo que esté en mi mano cuenta con él.

-              Verás, como esta empresa está ya en marcha y con buenos resultados, he comprado otra empresa a precio de saldo.

-              Estupendo. ¿Qué es otra empresa de limpiezas?

-              No precisamente, se trata de un gabinete de masajes.

-              Está bien que diversifiques, ¿son masajes terapéuticos?

-              Depende de cómo lo mires, efectos terapéuticos producen en los clientes. Se trata de un salón de masajes eróticos con final feliz.

Qué capacidad tiene esta mujer de meterse en líos, pensé, pero para no desanimarla le dije:

-              Bueno, su clientela tendrá. ¿Y qué quieres de mí?

-              La administración y los recursos humanos de la empresa los llevaba quien me la ha vendido y parece que no demasiado bien. No como nos pasó con esta cuando la compré, sino que parece que por mera desidia. Necesito que me ayudes a poner la empresa en pie.

-              De acuerdo, ¿qué hacemos?

-              He pensado en ir al salón sin decir quienes somos y saber de primera mano como son las cosas.

-              ¿Me estás invitando a un masaje con final feliz?

-              Exacto.

-              Pues vamos allá.

El salón estaba en una casa bastante céntrica. En el exterior una pequeña placa tenía escrito: “Gabinete de masajes NEFERTITI. No se atiende sin cita previa”.

-              ¿Has cogido cita? –Le pregunté a Ángela-.

-              Sí, para una pareja

-              Nos van a atender juntos o por separado.

-              En principio he pedido por separado.

Llamamos al portero electrónico y al poco tiempo nos abrieron la puerta. Cerramos tras nosotros y subimos por una escalera. En la planta alta nos esperaba una mujer como de cuarenta y tantos años, rubia y guapa envuelta en una bata de seda azul.

-              Buenos días o buenas tardes ya. ¿Tenían cita verdad?

-              Sí, a nombre de Ángela.

-              Encantada, mi nombre es Mónica. ¿Cómo querían el masaje?

-              Lo queríamos completo y por separado –le contestó Ángela-.

-              Lo lamento, pero tendrán que estar juntos, mis compañeras no han podido venir.

-              Vaya que contrariedad, pedí la cita ayer.

-              Ya, pero son imponderables que ocurren. Si quieren anulamos la cita y se la tomo para otro día.

-              No, ya que estamos aquí nos lo daremos –dije yo, que no iba a desperdiciar que semejante mujer me diera un buen masaje-.

-              Son trescientos euros, ¿efectivo o tarjeta?

-              Tarjeta –dijo Ángela dándosela y la mujer me miró como si yo fuera un gigoló-.

-              Pasad por aquí –nos dijo Mónica cuando terminó la operación con la tarjeta-.

Entramos en una habitación grande con una amplia ducha, un sofá, un perchero y una gran cama futón.

-              La costumbre es que tomemos una ducha primero y luego pasemos al futón para que os dé el masaje. Permitid que os ayude a desnudaros. –Dijo Mónica quitándose la bata y quedándose desnuda-.

Era una madura impresionante, grandes tetas con unas areolas rosadas y unos carnosos pezones, un poco de barriguita, el chocho completamente depilado, un culo muy apetitoso y unas bonitas piernas. Se puso detrás de Ángela y le bajó la cremallera del vestido, recogiéndolo del suelo, una vez había caído. Ángela llevaba un sujetador y un tanga negros de encaje, que le sentaban de maravilla. Después de puso delante de mí y me soltó los pantalones mientras yo me desabotonaba la camisa. De ver a semejantes mujeres y saber lo que me esperaba mi polla estaba ya más que morcillona. Cuando terminamos de desnudarnos Mónica nos invitó a entrar en la ducha. Cogió un bote de gel y el rociador y empezó a enjabonarnos.

-              Por favor, enjabonadme vosotros a mí también. –Dijo Mónica-.

A mí me faltó tiempo para poner mis manos sobre su espléndido cuerpo. Ángela llevó sus manos a mi polla y empezó a enjabonarme mientras me masturbaba hasta conseguir que tuviera una erección de campeonato. Una vez enjuagados nos secamos los tres mutuamente y salimos de la ducha.

-              Sentaos en el futón frente a frente y abrazaros, besaros y acariciaros como os apetezca. Voy a preparar los aceites.

La obedecimos, Ángela se colocó sobre mis muslos apretando sus tetas contra mi pecho y me besó. Llevé mis manos a su culo y se lo fui acariciando. Yo estaba ya caliente como una plancha.

-              Tenéis dos cuerpos preciosos. Creo que hoy vamos a disfrutar mucho todos.

-              Eso esperamos –le contesté-.

Ángela y yo abrimos nuestro abrazo para acogerla, Mónica se puso de rodillas junto a nosotros y nos puso sus brazos en la espalda. Fue a besar a Ángela y ella le dijo:

-              Mejor besa a Carlos.

-              Cuando llevemos un rato ya verás como te apetece –le contestó Mónica-. Tumbaros ahora uno sobre el otro.

Ángela se tumbó boca abajo y yo sobre ella encajándole la polla entre sus nalgas y sobándole las tetas. Mónica se puso de rodillas alrededor de mi culo y fue vertiéndome aceite templado por toda la espalda y culo. Era muy placentero estar sobre Ángela y que Mónica me masajeara.

-              Esto es la gloria –le dije a Ángela al oído-.

-              Ya, pero a mí me hubiera gustado más que me masajeara un hombre.

-              Abre tu mente a las nuevas sensaciones.

-              ¿A ti te gustaría que te lo hiciese un hombre?

-              ¿Por qué no?

Mónica empezó a pasarme sus grandes tetas por la espalda, apretándose bastante sobre mí.

-              Uuummm, que bueno –suspiré-.

-              Me alegra que te guste –dijo Mónica-. Ahora, por favor, poneros en la posición del “69”.

Me tumbé boca arriba en el futón y Ángela se puso sobre mí, me cogió la polla con la mano y se la llevó a su boca. Yo empecé a chuparle el coño que lo tenía empapado. Mónica se puso de rodillas a nuestro lado y fue vertiendo aceite sobre la espalda y el culo de Ángela, luego puso una mano sobre su ojete y fue acariciándoselo con suavidad, mientras que con la otra mano le sobaba las tetas.

-              Tienes razón Carlos, esto es la gloria. –Dijo Ángela que no paraba de segregar flujos-.

-              Ángela, si sigues así no le vas a dejar nada que hacer a Mónica. -Le dije previendo que no iba a tardar mucho en correrme, si seguía con la mamada que me estaba haciendo-.

-              No te preocupes, eres lo bastante joven para correrte varias veces. –Dijo Mónica-.

-              ¡No parad ahora ninguno de los dos! –Gritó Ángela-. ¡Seguid, seguid, así, así, me corro, me corrooo, aaaggg, que bueno!

-              ¡No puedo más Ángela, me voy a correr, uuuugggg, aaaaggg! –Dije mientras me corría en su boca -.

Ángela se dejó caer boca arriba y yo me quedé quieto intentando recuperar la respiración. Mónica aprovechó la situación para verter aceite sobre mi pecho, mi polla, mis huevos y mis muslos.

-              Ahora me parece hasta barato –le dije a Ángela-.

-              Y a mí. Esta mujer es maravillosa y ya sabes que a mí, en general, no me gustan las mujeres.

-              Gracias por el cumplido –contestó Mónica-. Ahora poneos los dos boca arriba uno al lado del otro.

Cuando lo habíamos hecho, Mónica se colocó de rodillas entre los dos a la altura de los muslos, puso una mano entre mi ojete y mis huevos y empezó a hacerme un masaje prostático, con la otra mano cogió los labios vaginales de Ángela a la altura del clítoris y comenzó a masajeárselos. Me incorporé un poco para ver a Ángela, estaba con los ojos cerrados gimiendo y mordiéndose suavemente el labio inferior. El masaje de Mónica había hecho que volviera a empalmarme del todo. Mónica cogió una mano de Ángela y la llevó a mi polla para que me pajease a la misma vez que ella seguía masajeándome.

-              Si queréis podéis tocarme las tetas. –Dijo Mónica y los dos llevamos una mano a sus hermosas tetas-.

-              ¿Tú no te calientas con todo esto? –Le preguntó Ángela a Mónica-.

-              Claro que sí, pero yo estoy trabajando y no puedo desmelenarme.

-              Lo haces francamente bien. Nunca me habían hecho un masaje así. -Le dijo Ángela-.

-              Gracias, ¿y tú como estás? -Me preguntó a mí-.

-              De maravilla, no sabía que este tipo de masaje podía dar tanto placer.

-              ¿Os apetece correros de nuevo? –Preguntó Mónica-.

-              Creo que yo no voy a tener más remedio, no puedo quedarme así de caliente. –Contestó Ángela-.

-              Yo si no me corro no puedo vestirme ni salir a la calle así. –Le contesté-.

Mónica aceleró el ritmo de sus movimientos y Ángela la siguió sobre mi polla.

-              Correros a la vez –nos indicó Mónica-.

-              ¡Carlos ya no puedo aguantar más! –Dijo Ángela-.

-              Yo tampoco –le contesté-.

-              ¡Aaaaagggg, ahora, ahora, me corro! –Gritó Ángela-.

-              ¡Y yo, y yo, aaaagggg, aaaagggg!

Tuve un enorme placer al correrme, como pocas veces lo había tenido.

-              Os dejo a solas, podéis estar el tiempo que queráis y luego ducharos si os apetece. –Nos dijo Mónica y salió de la habitación cogiendo su bata-.

Cuando recuperé el aliento le dije a Ángela:

-              Esta mujer es oro para el negocio.

-              Y tanto, cuando me duche tengo que hablar con ella.

-              ¿Económicamente cómo es el negocio?

-              Un tercio para quien da el masaje, el resto según los clientes que haya, lo ideal para mí sería otro tercio para pagar los gastos y el otro tercio de beneficio. Lo malo es que si no tenemos bastantes clientes el tercio de beneficio se esfuma y además los masajistas se van a otros salones.

-              Yo que tú haría encargada a Mónica, da los masajes de manera insuperable y además es muy profesional.

-              Creo que tienes razón, vamos a ducharnos y hablamos con ella.

Tras ducharnos y vestirnos salimos de la habitación. Mónica no estaba en la recepción y decidimos buscarla por el local. Después de mirar en otras dos habitaciones muy parecidas a la que habíamos estado, abrimos la puerta de una tercera. Mónica estaba frente a un espejo sentada en una silla, desnuda haciéndose un pedazo de dedo. Cuando nos vio reflejados se levantó y nos dijo:

-              Perdonad pero tenía que desahogarme.

-              Lo comprendemos perfectamente –le dijo Ángela y continuó:- ¿Mónica podemos hablar un momento?

-              Claro, ¿pero de qué queréis hablar? –Preguntó mientras se ponía la bata-.

-              Acabo de comprar el salón y hemos venido de incógnito para conocer los servicios de primera mano. Desde luego hemos quedado encantados contigo, imagino que como el resto de clientes. ¿Dónde están los otros masajistas?

-              Eso es lo malo. Cuando se corrió el rumor de que la anterior dueña había cerrado un trato para vender el salón, la competencia empezó a captar a las otras masajistas y a Juan, el chico masajista, la única que no se ha ido soy yo. –A Ángela se le cambió la cara con la noticia-.

-              Pero este negocio no puede funcionar con una sola persona –le dijo Ángela-.

-              Lo sé, hacen falta al menos dos o tres chicas más y un chico.

-              Pues tenemos un problema gordo –dijo Ángela-.

-              Los clientes vienen sobre todo los viernes por la tarde y durante todo el sábado, por eso se necesitan más masajistas. En cuanto empieces a rechazar citas por no poder atenderlas, en un mes tienes que cerrar el salón.

-              ¿Tú te quedas con nosotros? –Le pregunté a Mónica-.

-              Sí, siempre que contratéis a más masajistas, si no me quedaré sin trabajo cuando tengáis que cerrar.

-              ¿Cómo está la cosa de citas?

-              He tenido que coger a otra pareja, que también querían el masaje por separado como vosotros, y ya veremos lo que pasa cuando les diga que no es posible.

Nos despedimos de Mónica y nos fuimos juntos Ángela y yo a comer.

-              A mi se me ocurre hacerle a la competencia lo que ellos han hecho con nuestros masajistas. –Dijo Ángela mientras nos traían la comida-.

-              Es una posibilidad, pero de entrada no me gusta. Nos enfrentaríamos abiertamente con toda la competencia y no se van a quedar de brazos cruzados.

-              En eso tienes razón, pero no se me ocurre otra cosa.

-              Nuestro modelo de masajista ideal sería como Mónica: buena presencia, apasionada, vocacional y, sin embargo, muy profesional.

-              Me parece muy bien, ¿pero de dónde las sacamos? –Se preguntó Ángela-.

-              De un casting no creo.

-              Ya.

-              Al chico lo tengo, mi amigo Luis.

-              ¿Cuál el amante de tu tía Ana?

-              Ese mismo.

-              No quiero líos con Ana.

-              No es ningún lío. Mi tío está otra vez lesionado y va para largo, con lo cual ella no puede ver a Luis. Luis se ha quedado otra vez en el paro, está aburrido y todo el día caliente y con el pollón que se gasta, le va a dar fama al salón de masajes en toda Sevilla.

-              ¿Pero sabe algo de masajes?

-              No, pero para eso está Mónica, para enseñarle.

-              De acuerdo, el masajista podría ser Luis, ¿pero y las chicas? –Preguntó Ángela asumiendo la contratación de Luis-.

-              Pensemos en nuestro alrededor.

-              ¿Qué quieres decir?

-              En la empresa de limpiezas podemos tener un buen filón. Sabes que allí trabajan algunas mujeres bastante pasionales y que seguramente no le harían ascos a triplicar su sueldo.

-              No volvamos a las andadas.

-              No se trata de eso. Aquí es todo transparente, se le propone a alguna y que ella decida.

-              ¿Estás pensando en una en concreto?

-              Sí, en Cristina.

-              ¿Por qué Cristina?

-              Porque hemos follado y sé que es muy caliente y que no le hace ascos a hombres ni mujeres.

-              ¡Joder eres una caja de sorpresas! ¿Y a quién más te has follado de la empresa?

-              Además de a la dueña, a ninguna más, bueno no, a la mujer de Buker, pero antes de que empezara a trabajar con nosotros. Eso ya lo sabías.

Buker era un empleado negro de la empresa, con un pollón de mucho cuidado, que se follaba a algunas de las empleadas, al menos antes de que su mujer también entrara a trabajar con nosotros.

-              ¿Se lo propones tú a Cristina? –Me preguntó Ángela-.

-              Sí, quedaré con ella fuera de la empresa.

-              Estoy pensando que hasta que encontremos a otra chica, yo podría echar unas horas. –Dijo Ángela con carita inocente-.

-              Has tardado en decirlo, le vas a sacar partido a la compra del salón de masajes.

-              Pues mira sí, ¿pasa algo?

-              Nada en absoluto.

Terminamos de comer, Ángela se fue a su casa y yo me dirigí a mi apartamento, pero por el camino decidí llamar a Luis.

-              Hola Carlos, menos mal que te acuerdas de los pobres alguna vez.

-              Hola Luis, anda invítame a una copa y te propongo un trabajo.

-              Para invitaciones estoy yo, ¿no sabes que estoy en el paro?

-              Venga no refunfuñes. Te espero en el pub de siempre en quince minutos.

Cuando llegué al pub ya me estaba esperando Luis.

-              Vamos a ver, si yo no recuerdo mal estás sin trabajo y sin compañía femenina. –Le dije-.

-              Está muy mal que le refriegues tus éxitos a un amigo sin suerte.

-              Tu suerte va a cambiar. ¿Quieres trabajar en un salón de masajes eróticos?

-              ¿Cómo?

-              Lo que has oído. Ángela, mi jefa, ha comprado uno, nos hemos quedado sin personal y he pensado en ti.

-              ¿Qué hay que hacer?

-              ¡Joder! ¿Tú que crees que hay que hacer en un salón de masajes eróticos?

-              Yo qué sé, no he estado nunca en ninguno.

-              Pues yo he estado esta mañana con mi jefa y ha sido la hostia. La masajista ha hecho que nos corramos los dos un par de veces y con un placer enorme.

-              ¡Calla por Dios Carlos, que llevo ya un mes sin mojar y estoy que me subo por las paredes! Pero yo no se nada de masajes.

-              En principio te formaría Mónica, la masajista que se ha quedado. Por cierto, que no veas cómo está de buena.

-              ¿Pero los masajes serían a mujeres y hombres?

-              Te vas a poner exquisito ahora.

-              No sé, eso me echa un poco para atrás, no me veo haciéndole pajas a los tíos.

-              De cada masaje que des te puedes sacar entre 50 y 100 euros o incluso más.

-              ¿Dónde hay que firmar? ¿Quieres que te haga un pajote para entrenar?

-              ¡Vete a la mierda!

Terminamos la copa y le dije que lo avisaría en cuanto tuviéramos las cosas cerradas. De camino al apartamento me acordé de Pepita, la chica que había conocido trabajando en verano en el mercado de abastos. Era prefecta para el trabajo, dieciocho años, buena como para reventar, caliente como una plancha y más redonda que un balón de fútbol. Llamé a Ángela.

-              Buenas tardes Ángela.

-              Hola Carlos, ¿novedades?

-              Luis está en el bote y me he acordado de una chica de menos de veinte años que conocí este verano, que es perfecta para el trabajo.

-              ¿Has hablado ya con ella?

-              No, ni con ella ni con Cristina todavía.

-              Pues ya estás tardando.

-              Ángela hablar con cualquiera de ellas supone echar por lo menos un polvo y esta mañana ya me he quedado a gusto.

-              Pobrecito, venga que vamos tarde, estamos a viernes y estoy perdiendo dinero.

Colgué con Ángela. En las fotos del teléfono busqué una que me había mandado Pepita en pelota picada delante de un espejo. ¡Joder que buena estaba la muchacha! Decidí llamarla.

-              ¡Qué alegría Carlos, cuanto tiempo sin saber ti!

-              Igualmente Pepita. ¿Qué es de tu vida?

-              Poca cosa, limpiando pescado en el puesto y peleándome con mi madre, como siempre.

-              Querría verte para un trabajo.

-              En veinte minutos estoy en tu casa, así paso luego a saludar a Julia. –Pepita y Julia habían tenido o tenían todavía un lío entre ellas desde que se conocieron en mi casa-.

Después de colgar con Pepita llamé a Cristina.

-              Hola Cristina.

-              Hola Carlos. ¿Qué quieres que no puede esperar al lunes?

-              Quería verme contigo para comer mañana, si no tienes otro compromiso.

-              Si lo tuviera lo cancelaría.

-              Gracias, tenemos que hablar de un posible trabajo.

-              De acuerdo, pero no me lo puedes contar por teléfono.

-              Prefiero en persona y así nos vemos.

-              Por mí perfecto. ¿Sabes algo de tu tía?

Cristina y mi tía Ana también se habían conocido un día en mi apartamento y se habían liado a lo bestia.

-              Hace tiempo que no, parece que está más tranquila ahora.

-              Sería una pena.

-              Para ti o para ella.

-              Para las dos, por lo menos.

-              Lo hablamos mañana más tranquilos. Te invito a comer en mi apartamento mañana a las dos en punto.

-              Perfecto, hasta mañana.

Le puse un mensaje a Ángela: “Contactadas las dos, ahora me veo con Pepita y mañana con Cristina. Habla tú con Mónica para la formación.”

Llamaron al portero, era Pepita. Poco después llamaba a la puerta. Estaba todavía más buena que en verano. Vestía un pantalón con el que no podía llevar ni bragas ni tanga y una camiseta ajustadísima que realzaba el tamaño de sus tetas.

-              ¡Qué guapa estás, Pepita!

-              Tú si que estás guapo. Por cierto, recuerdos de mi madre.

Su madre, Pepa, era una mujer de armas tomar, que más que habérmela follado yo, me había follado ella a mí algunas veces durante el tiempo que trabajé en el mercado.

-              Igualmente para ella y un beso.

-              Follamos primero y hablamos después o al revés. –Pepita era normalmente así de directa-.

-              Mejor hablamos primero del trabajo y así nos quitamos las obligaciones. ¿Quieres una copa?

-              Claro –me contestó sentándose en el sofá-.

-              ¿Te gusta dar masajes? –Le pregunté cuando me senté junto a ella después de darle su copa-.

-              Mucho, ¿te duele algo?

-              Me refiero a masajes eróticos.

-              Esos más todavía, ¿pero no íbamos a hablar primero del trabajo?

-              Estamos hablando del trabajo. Por una serie de circunstancias tengo que buscar por lo menos a dos mujeres masajistas para un salón de masajes eróticos con final feliz.

-              Has encontrado a una ellas. Me gusta mucho dar masajes e incluso hice un curso el año pasado de esos que se imparten en el centro de barrio. Y por lo menear la sardina a alguno no tengo problemas, bastante sardinas he tenido yo que menear para un lado y para otro en el puesto con mi madre. ¿Y de pasta?

-              De cada masaje que des te puedes sacar entre 50 y100 euros o incluso más.

-              ¡Pero bueno eso es un chollazo! ¿Cuando empiezo?

-              Si tú quieres mañana mismo, para formarte primero con la encargada del salón.

-              ¿Formarme yo en masajes eróticos? ¡Anda ya, si yo podría formar a la encargada y enseñarle cosas nuevas, que seguro que ella no sabe!

-              ¿Entonces cuento seguro contigo?

-              Vamos a sellar el contrato –me dijo acercándose para besarme y luego colocándose sobre mis piernas para seguir besándome-.

¡Joder que buena estaba Pepita! Puse mis manos en su culo, que no podía estar más duro.

-              ¿Quieres que te de un masaje erótico? –Me preguntó-.

-              No esperaba menos, así podré saber si es verdad lo que me cuentas.

-              Desnúdate y vete a la cama. –Dijo levantándose y yendo hacia el baño-.

Me desnudé corriendo y me tumbé en la cama boca arriba con la polla totalmente empalmada. Al poco apareció Pepita envuelta en una toalla y con un bote de aceite corporal en la mano.

-              Date la vuelta cateto, los masajes se comienzan siempre por la espalda.

Hice lo que me dijo. Ella se quitó la toalla y se quedó desnuda. Después fue poniéndome aceite por la espalda y ella se lo vertió sobre sus espléndidas tetas. De rodillas a mi lado fue masajeándome la espalda y el culo, luego se agachó y empezó a pasarme sus tetas por el culo y la espalda, mientras que con su mano me acariciaba el ojete.

-              Podría tener días como éste toda mi vida y no me cansaría. –Le dije-.

-              Yo también, un trabajo como el que me has ofrecido no aparece todos los días y además voy a echar un buen polvo.

Sus pezones me rascaban la espalda de duros que los tenía. Luego se puso sobre mi culo, podía notar los labios de su chocho y su humedad.

-              Sí que eres buena dando masajes. –Le dije-.

-              Date la vuelta -me dijo volviéndose a poner de rodillas a mi lado-. Estás calentito, ¿eh? –dijo cuando vio la erección que tenía-.

-              Mucho, no sabía de tus conocimientos de masajes.

Llamaron a la puerta y temí que fuera mi tía Ana en una de sus visitas sorpresa.

-              Debe ser Julia, le dije que iba a venir a verte y ella se ofreció a traer algo de picar. –Dijo Pepita yendo a abrir la puerta-.

-              Hola Pepita me encanta que me recibas así –escuché decir a Julia-.

-              Le estoy demostrando a Carlos que soy una experta en masajes eróticos.

-              Hola Julia –grité desde la cama-.

-              Levántate que he traído algo para picar y se va a enfriar. –Me contestó ella-.

-              ¿Ahora? Es que estoy muy animado con Pepita.

-              Venga ya, luego seguimos los tres.

Me levanté, me quité un poco el aceite con una toalla y descorrí los paneles que separan la cama del salón.

-              ¡Ja, ja, ja! –Se rió Julia cuando me vio aparecer completamente empalmado-. Pues sí, sí que estabas muy animado con Pepita. Sírvenos algo de beber.

-              Julia sabes que te quiero mucho, pero podrías haber imaginado lo que estábamos haciendo Pepita y yo.

-              No protestes más y ponnos algo de beber –dijo Pepita-.

-              ¿Y eso de experta en masajes eróticos? –Le preguntó Julia a Pepita-.

-              Carlos me ha contratado para trabajar en el salón de masajes eróticos de su jefa y le estaba demostrando que yo soy una experta en darlos.

-              ¿Pues tú no estabas trabajando en una empresa de limpiezas? –Me preguntó Julia-.

-              Y sigo, pero son los líos en que me mete mi jefa.

-              Tengo que ir un día, nunca me han dado un masaje erótico de esos. –Me dijo Julia-.

-              Si quieres te lo puedo dar yo hoy y gratis –le propuso Pepita-.

-              Por mí encantada. Dadme un minuto que me desnude, porqué estoy desentonando con vosotros.

Soy el tío con más suerte que conozco, pensé, al ver a aquellas dos espléndidas mujeres desnudas a mi lado. Picamos lo que había traído Julia y luego Pepita propuso seguir con el masaje.

-              Dáselo a Julia, yo prefiero miraros primero. –Le dije a Pepita-.

Julia se tumbó boca abajo en la cama, Pepita se puso a su lado de rodillas como antes había hecho conmigo para verterle el aceite corporal en la espalda, culo y muslos, después fue masajeándola con fuerza. De verlas comencé a empalmarme otra vez. Julia suspiraba quedamente al ritmo de las manos de Pepita, sobre todo cuando se las metía entre los muslos, hasta rozar su chocho.

-              Esto debía de pasarlo la seguridad social -dijo Julia-.

-              No digas eso que me quedo sin trabajo antes de empezar –le contestó Pepita-.

Tras masajear a Julia con sus durísimas tetas, Pepita le dijo:

-              Date la vuelta Julia que ahora viene lo mejor.

-              Mejor no puede ser –dijo Julia-.

-              Ya verás como sí.

Pepita se llenó las manos de aceite y de rodillas en la cama sobre Julia, fue masajeándole el vientre y las tetas. Yo estaba ya como una moto. Julia gemía cuando Pepita le masajeaba las tetas.

-              ¡Ah Pepita, pues sí que sabes dar masajes!

Pepita se desplazó para ponerse entre las piernas de Julia, comenzó a masajearle la cara interior de los muslos y después fue subiendo hasta llegarle al chocho, que fue masajeando por el exterior apretándole el clítoris sin tocárselo.

-              Pepita me vas a tener que enseñar como haces eso –le dije sentándome en la cama y tocándome la polla-.

-              Cuando quieras, pero tú sabes hacer otras cosas también muy gustosas.

Se echó más para atrás y con el culo en pompa pegó su boca al chocho de Julia, abriéndoselo con las manos. Julia empezó a sobarse las tetas con los ojos cerrados. No pude más, me puse detrás de Pepita de pie y lentamente le fui metiendo la polla hasta que no pude más y comencé a bombearle dentro.

-              ¡Cómo me gusta que me follen así! –Exclamó Pepita-.

-              ¡Pepita me voy a correr! –Dijo Julia-.

-              Espero que te guste el final feliz.

-              ¡Mucho, aaaaggg, ahora, ahora, no pares por Dios!

-              Yo me voy a correr también –dijo Pepita-.

-              ¡Y yo! –Grité comenzando a llenarle el chocho a Pepita-.

-              ¿Estoy contratada? –Preguntó Pepita con mucha guasa-.

-              Empiezas a trabajar mañana.

Me quedé en la cama tumbado, mientras Julia y Pepita se duchaban, se vestían y se iban después de darme un beso.

Me despertó el teléfono a media mañana, era mi amiga Antonia.

-              ¿No estarías todavía dormido?

-              Pues la verdad es que sí. Ayer tuve un día agotador.

-              ¿Agotador en el trabajo o agotador de los tuyos?

-              Mitad y mitad.

-              Explícame eso.

-              Ángela ha comprado un salón de masajes eróticos y primero lo estuvimos probando y luego me tocó seleccionar personal.

-              ¡No me lo puedo creer! ¿Pero cómo te metes en esos líos?

-              Yo no me meto, me meten.

-              Pues cuando vaya por Sevilla nos tenemos que dar un masaje de esos.

-              ¿Tienes previsto venir?

-              Por ahora no, pero con el aliciente del masaje igual me doy una escapada.

El teléfono me avisó de que tenía una llamada de Ángela.

-              Antonia te tengo que dejar, me llama mi jefa, mañana te llamo.

-              Buenos días Ángela.

-              Buenos días Carlos, ¿hay novedades?

-              Y muy buenas, he fichado a la chica que te dije ayer y lo mejor es que no hay que formarla, puede empezar en cualquier momento.

-              Estupendo, pero no voy a contratarla sin conocerla. Vamos a hacer una cosa, quedamos en el salón de masajes a las cinco, avisa a tu amigo Luis y a esta chica y si Cristina te dice que sí, tráetela también.

-              De acuerdo. ¿Has hablado con Mónica?

-              No, la llamo para quedar con ella también a las cinco en el salón.

-              Pues entonces hasta las cinco.

Cambié las sábanas, que de la noche anterior habían quedado llenas de aceite corporal y les mandé un mensaje a Pepita y a Luis citándolos para esa tarde. Luis no tardó ni un segundo en llamarme después de que recibiera el mensaje.

-              Creí que ya no me ibas a avisar. He pasado toda la noche con el teléfono en la almohada.

-              Pues ya sabes, esta tarde a las cinco en la dirección que te he mandado.

-              Allí estaré.

Fui a asearme y cuando salí de la ducha tenía cuatro llamadas perdidas de Pepa, la madre de Pepita. La llamé.

-              Hola Pepa. ¿Qué te pasa que tienes tanta urgencia?

-              Mi hija me ha dicho que le has ofrecido un trabajo de masajista erótica.

-              Sí, ¿y qué tiene de malo?

-              Yo no he dicho que tenga nada de malo, la cuestión es por qué no me lo has ofrecido a mí primero o al menos a las dos. Ahora me quedo yo sola en el puesto y no puedo atenderlo. Además, tú sabes lo que a mí me gustan esas cosas.

-              Pepa se trata de dar masajes eróticos no de follar.

-              Bueno, algo caerá de vez en cuando. Otra cosa te digo, las jovencitas como mi hija se cansan enseguida de todo y ya verás dónde está dentro de un mes.

-              Pues ya lo veremos.

-              Tú sabes que una mujer madura puede ser muy pasional y hacer feliz a los hombres con su pasión. –Pepa no se iba a dar por vencida con facilidad-.

-              Lo sé Pepa. Vamos a hacer una cosa, ve con tu hija al salón de masajes esta tarde.

-              ¿Ahora me lo dices, para que vaya oliendo a pescado?

-              Cierra pronto y te das un baño. Ahora tengo que dejarte.

Igual Pepa tenía razón y era mejor escoger sólo perfiles de mujeres maduras, pero ahora no podía decirle que no a Pepita. Salí a comprar los avíos para hacerle un arroz a Cristina, cuando estaba comprando recibí una llamada de mi tía Ana.

-              ¿Tú sabes que Ángela ha comprado un salón de masajes eróticos?

-              Sí Ana, lo sé.

-              ¿Y cuando pensabas decírmelo?

-              Pues nunca, debe ser Ángela quien te lo diga. Por cierto, ¿cómo te has enterado?

-              Pepita se lo ha dicho esta mañana a Pepa y a esta le ha faltado tiempo para contármelo.

¡Joder con las mujeres y la discreción!

-              Pues llama a Ángela y no a mí.

-              Mira…

Afortunadamente al móvil se le acabó la batería y pude seguir comprando tranquilo. Volví a mi apartamento. En cuanto puse el móvil a cargar vi que tenía cuatro llamadas perdidas de mi tía, decidí no contestarlas y puse el móvil en silencio.

Un poco antes de las dos de la tarde llegó Cristina muy arreglada y muy alegre. Era una mujer muy atractiva cuando quería. Nos besamos un rato en la boca como saludo.

-              ¿Qué querías hablar del trabajo con tanta prisa? –Preguntó cuando le serví una copa de vino blanco-.

-              Siéntate y te lo cuento mientras se cuaja el arroz. –Cristina se sentó en el sofá y yo proseguí:- Verás, Ángela ha comprado un salón de masajes, tenemos un problema de personal y he pensado en ti.

-              Te lo agradezco, pero yo no sé nada de masajes y para darlos hay que tener una titulación.

-              Espera que te cuente. No se trata de masajes terapéuticos, sino de masajes eróticos, para lo que no hay que tener ninguna titulación.

-              No sé como son los masajes eróticos, yo no hago más que fregar escaleras y limpiar oficinas.

-              Por eso no te preocupes, tendrías formación previa. Cristina he pensado en ti para el trabajo por tres cosas: eres una mujer atractiva y pasional; te gustan tanto los hombres como las mujeres; y sé que te hace falta ganar más dinero. Con este trabajo, yendo bien las cosas puedes triplicar tus ingresos.

-              ¿Triplicar has dicho?

-              Sí, eso he dicho.

-              ¿Por sobar y hacer pajas?

-              Por dar masajes eróticos con final feliz.

-              Pues eso es lo que he dicho a mi manera. No sé Carlos es muy tentador, pero no sé si yo serviría.

-              Ven conmigo esta tarde al salón de masajes y te lo piensas después.

-              De acuerdo, pero quiero ir bien follada.

-              Eso que no lo dudes.

Comimos y nos bebimos una botella de Albariño. Después nos sentamos en el sofá y Cristina se puso sobre mí de frente para besarme.

-              Carlos me alegra que te hayas acordado de mí, pero yo ya soy una mujer madura y no creo que valga para ese trabajo.

-              Eres una mujer muy atractiva y a muchos hombres y mujeres nos gustan las mujeres maduras, más que las jovencitas.

Mientras hablábamos le bajé la cremallera del vestido y le dejé el torso desnudo. Sus tetas casi no cabían en el sujetador blanco que llevaba. Se soltó el sujetador dejando sus tetas al alcance de mi boca. Fui mordiéndole los pezones alternativamente, mientras ella me abría el pantalón y metía su mano hasta cogerme la polla, que ya estaba durísima.

-              Vamos a la cama –me dijo levantándose y dejando caer el vestido al suelo-.

-              Estás buenísima Cristina.

-              Me gusta que me lo digas, aunque yo no me lo crea.

Me soltó los botones de la camisa, luego apretó sus grandes tetas contra mi pecho y yo apreté mi polla contra su vientre. Tras el abrazo nos dejamos caer en la cama. Ella terminó de desnudarme y de rodillas a mi lado empezó a comerme la polla. Puse una mano sobre su hermoso culo, luego la metí bajo su tanga y empecé a acariciar su clítoris. Lo tenía muy grande y húmedo.

-              Estoy muy caliente –me dijo-.

-              Aunque no te lo creas, yo también de estar con una mujer como tú.

Se movió para ponerse sobre mí mirándome a los ojos, me cogió de nuevo la polla, se echó el tanga a un lado y se la metió lentamente en el chocho. Llevé mis manos a su clítoris y seguí acariciándoselo mientras ella subía y bajaba por mi polla.

-              Carlos me voy a correr, sigue acariciándome.

-              ¿Me puedo correr dentro?

-              Sí, he vuelto a tomar anticonceptivos y me apetece sentir como te corres dentro. ¡Sigue por Dios, sigue, sigue, más, más aaaaahhhh!

Comenzó a correrse y yo la seguí corriéndome dentro de ella.

-              ¡Joder que bueno! –Le dije cuando terminé de correrme-.

Ella se tumbó a mi lado poniendo la cabeza en mi pecho. Miré el despertador, eran las cuatro y cuarto.

-              Vamos a ducharnos que tenemos que estar a las cinco en el salón de masajes.

-              ¿Quiénes vamos a estar?

-              Ángela, Mónica que es la masajista, Pepa y su hija Pepita, unas conocidas mías, mi amigo Luis y nosotros dos.

-              ¿Qué vamos a hacer? –Me preguntó mientras nos duchábamos-.

-              Pues la verdad es que no lo sé.

Nos vestimos y nos fuimos dando un paseo hasta el salón de masajes. Llegamos unos minutos antes de las cinco, llamamos, nos abrieron y subimos las escaleras. Arriba estaban Ángela con un ajustado vestido rojo y Mónica con el albornoz de trabajo.

-              Hola Cristina –dijo Ángela acercándose para darle dos besos-. Qué alegría verte. ¿Te has animado a meterte en esta nueva aventura? Te presento a Mónica nuestra masajista experta.

Mónica y Cristina se saludaron también con dos besos. Mientras tanto Ángela se acercó a mí y me dijo:

-              Tu tía se está poniendo pesadísima, me ha llamado por lo menos diez veces y no he querido cogerle el teléfono. ¿Tú sabes que quiere?

-              Se ha enterado de lo del salón de masajes y debe estar muerta de la curiosidad.

-              ¿Y cómo se ha enterado, si yo no se lo he dicho a nadie?

-              El mundo es más pequeño de lo que parece. Se lo ha dicho Pepa, una de las mujeres que viene ahora.

-              De ella no me habías hablado.

-              Es la madre de la chica con la que estuve ayer y se ha presentado voluntaria para el trabajo.

Llamaron a la puerta de abajo y contestó Mónica.

-              Un tal Luis –dijo-.

-              Ábrele Mónica es el candidato a masajista masculino –le dije-.

-              Por fin voy a conocerlo, tu tía lo tiene escondido –dijo Ángela-.

-              Buenas tardes –dijo Luis después de subir la escalera y miró expectante a su alrededor-.

Hice las presentaciones. Ángela no le quitaba ojo a la entrepierna de Luis. Volvieron a llamar.

-              Pepa y Pepita –dijo Mónica-.

-              Son las dos más que esperamos –dije-.

-              Hola, que sitio más chulo –dijo Pepita al subir-.

-              ¡Qué alegría Pepa! –Dijo Luis al verla entrar y se saludaron con un beso en la boca-. También de verte a ti Pepita.

Las dos venían muy atractivas y muy arregladas.

-              Bueno, pues ya estamos todos. Ángela cuando quieras. –Dije tras hacer las presentaciones-.

-              Sentaos, por favor, estáis todos informados por Carlos de lo que se trata el trabajo y de la remuneración. Pero ahora quiero que Mónica, que es la profesional, nos lo cuente.

-              Nuestro trabajo es hacer que los clientes se olviden de sus preocupaciones, dándoles todo el placer de que seamos capaces con nuestro masaje. No somos putas, somos masajistas y, por tanto, los clientes no pueden tocarnos, salvo que nosotros los dejemos. Quiero advertiros que vuestro trabajo os excitará mucho, pero tenemos que mantenernos profesionales.

-              Poneros los albornoces de trabajo y veamos que tal os sientan. –Dijo Ángela-.

Yo me levanté también para cambiarme, pero Ángela me dijo:

-              Tú no Carlos, para ti tengo otra tarea.

Las tres mujeres se fueron a una de las habitaciones y Luis a otra. Nos quedamos solos Ángela, Mónica y yo.

-              Carlos quiero que entre ellos, tú y yo nos recorramos todos los salones de masajes eróticos de Andalucía, para saber como son y que es lo que hacen.

-              Ángela me vas a matar –protesté, aunque por dentro me pareció el mejor trabajo del mundo-.

-              Carlos que nos conocemos bien –me contestó Ángela-.

El primero en volver fue Luis, que apareció con un bulto tremendo bajo el albornoz, tratando de disimularlo con las manos, pero sin conseguirlo.

-              Vaya con la criatura –dijo Mónica-.

-              Perdonadme, pero es que estoy muy excitado –dijo Luis tratando de disculparse-.

-              No hay nada que perdonar, eso va ser uno de los alicientes del salón –le contestó Ángela sin quitarle la vista de encima-.

Poco después volvieron Cristina, Pepa y Pepita. El albornoz les sentaba de maravilla, aunque a Pepita se le quedaba bastante más corto que a las otras.

-              ¿Quién quiere empezar? –Preguntó Ángela-.

-              Ángela yo no estoy todavía convencida del trabajo, mejor que empiecen otros y yo observo. –Dijo Cristina-.

-              De acuerdo, entonces nuestros clientes serán Pepa y Luis, Mónica les dará el masaje para que vayan aprendiendo y tú Cristina observas. Pepita, me ha dicho Carlos que tú sabes dar masajes, pues luego nos das uno a nosotros dos.

Fuimos todos a una de las habitaciones.

-              Lo primero es tomar una ducha con el cliente o clientes. –Dijo Mónica-. Así se rompe el hielo y los excita. Venga quitaros los albornoces.

Mónica se quitó el suyo y ayudó a Pepa con el suyo. Cuando Luis se quitó el suyo al resto de mujeres se les salieron los ojos de las órbitas.

-              ¡Joder que pollón! –Exclamaron a dúo Pepita y Cristina-.

-              Es la más grande y gorda que he visto en todos mis años de masajista –dijo Mónica-.

-              Ya se entiende que tu tía lo tenga escondido, que barbaridad de muchacho. –Dijo Ángela-.

Entraron los tres en la ducha y Pepa no tardó un segundo en coger el nabo de Luis con las dos manos.

-              Anda mamá que has tardado en echarle mano al brazo de gitano de Luis.

-              Carlos, coge a Pepita y vámonos a otra habitación, me estoy poniendo muy caliente.

Salimos y nos metimos en otra de las habitaciones.

-              Pepita ayúdame a desnudar a Carlos.

Pepita empezó a quitarme los botones de la camisa, mientras que Ángela me soltaba el pantalón y me lo bajaba junto con los boxes. Tenía otra vez la polla como un leño. Luego Pepita le bajó la cremallera al vestido de Ángela y le bajó el tanga, mientras yo le soltaba el sujetador, después se quitó el albornoz.

-              ¡Chiquilla que hechuras tienes! –Le dijo Ángela a Pepita-.

-              ¿Te gusto?

-              Y a quién no y eso que a mí no me gustan las mujeres.

-              ¿Entramos en la ducha? –Le pregunté a Ángela-.

-              Yo estoy limpia, lo que quiero es correrme no lavarme.

-              Tumbaos en el futón, que os voy a dar un masaje –les dije a las dos-.

-              ¿Pero tú sabes? –Me preguntó Ángela-.

-              Estoy aprendiendo muy rápidamente.

Se tumbaron boca abajo. Sus culos eran espectaculares y yo estaba caliente para reventar. Cogí aceite y lo vertí sobre sus culos, luego me puse sobre Ángela encajándole la polla en el culo, mientras sobaba el de Pepita y le acariciaba el ojete haciéndola gemir.

-              Carlos me encanta el trabajo. Te estaré agradecida toda la vida. –Dijo Pepita-.

Me cambié de culo y empecé a acariciar el chocho de Ángela. Después de un buen rato me incorporé y les dije que se pusieran boca arriba. Me coloqué entre ellas, las embadurné de aceite y comencé a acariciar sus chochos a la misma vez.

-              ¡Otra vez Luis, ya van tres! –Exclamó Mónica desde su habitación-.

-              Creo que todavía puedo un par de veces más.

-              Si eso se lo hace a tu tía, debe estar engorilada de no disfrutarlo ahora. –Dijo Ángela-.

-              ¡Sigue Carlos, sigue, estoy a punto de correrme! –Dijo Pepita-.

-              ¡Y yo también, sigue, sigue, siiiiii, ahora, ahora! –Dijo Ángela-.

Se corrieron las dos a la misma vez, luego junté sus torsos y me corrí sobre las tetas de las dos gritando como un loco, después me tumbé a su lado.

-              Ángela has hecho la compra de tu vida, lo que no sé es si tendremos fuerzas para soportar este ritmo. –Le dije tratando de recuperar el aliento-.

-              Yo, por lo menos, sí. –Dijo Pepita-.

-              Yo creo que también. –Me contestó Ángela-. ¿Nos duchamos y salimos a ver como han ido las cosas?

Entramos los tres en la ducha. Yo seguía empalmado como antes de correrme.

-              ¿No te has quedado satisfecho? –Me dijo Ángela acariciándome la polla-.

-              Totalmente, pero estaba tan excitado con las dos, que no se me baja.

-              Ayúdame a serenar a este hombre, Pepita.

Las dos se pusieron en cuclillas, Ángela se metió mi polla en la boca y Pepita empezó a chuparme y comerme los huevos.

-              ¿Queréis matarme del gusto? –Les dije poniendo las manos en sus cabezas-.

-              Es posible –dijo Ángela-.

-              ¿He sido malo con vosotras?

-              No, en absoluto, por eso queremos que estés más calmado.

Las dos habían llevado las manos a sus chochos y se los acariciaban suavemente. Se empezaron a oír voces fuera, debían haber terminado el masaje y charlaban entre ellos.

-              ¿Te gusta lo que te hacemos Ángela y yo?

-              Mucho, mucho, tenéis unas bocas perfectas.

-              Dinos cuando te vayas a correr, intentaremos hacerlo juntas. –Dijo Ángela-.

-              No voy a tardar nada con lo que me estáis haciendo.

-              Lo noto por cómo está tu polla de dura. –Dijo Ángela-.

-              Y tus huevos de gordos. –Dijo Pepita-.

-              ¡Me voy a correr, seguid, seguid!

-              Córrete en la boca de Pepita. -Dijo Ángela dejándole el control de mi polla-.

-              Córrete ya, no puedo esperar más para correrme yo también. –Dijo Pepita-.

-              ¡Aaaaagggg, ya, ya, ya aaaaggg! –Grité al correrme-.

-              ¡Aaaagggg! –Gritaron las dos al correrse también-.

-              Yo no soy Luis, que llevaba un mes sin mojar, yo me he corrido seis veces en poco más de veinticuatro horas. Tened compasión de mí.

Terminamos de ducharnos nos pusimos los albornoces y salimos de la habitación.

-              ¿Qué tal Mónica, como ha ido el masaje? –Preguntó Ángela-.

-              De maravilla, debes contratarlos a todos y la que decía que no estaba decidida, creo que ya sí lo está. ¿Verdad Cristina?

-              Totalmente.

-              Y el chico es la hostia. No sé como lo hará con los hombres, pero con las mujeres es insuperable. Nos van a llover clientas con semejante aparato. –Dijo Mónica-.

-              Carlos eres mi padre, primero me presentas a tu tía Ana y ahora me ofreces el trabajo de mi vida. –Me dijo Luis en un aparte-.

-              Vámonos y el lunes os quiero aquí al mando de Mónica –dijo Ángela, dando por concluida la sesión-.

Ángela y yo volvimos a la habitación dónde nos habíamos desnudado para vestirnos.

-              Carlos has hecho un trabajo estupendo y en un tiempo record, muchas gracias. –Me dijo Ángela-.

-              No hay de qué, es cuestión de tener amigas y amigos.

Cuando llegué a mi apartamento me puse una copa y me tumbé en el sofá. Cuando estaba medio adormilado sonó el teléfono. Era Ángela.

-              Hola Ángela. ¿Qué pasa?

-              Tenemos un problema con el salón de masajes.

-              ¿Cuál?

-              Me ha llamado la propietaria anterior. Al parecer había cedido parte del negocio a una para pagar unas deudas. Cuando ha hablado con ella para pagarle su parte, la otra dice que no quiere vender.

-              ¡Vaya putada! ¿Qué parte tiene la otra?

-              Me dice que un tercio. Ella se ofrece a devolverme la tercera parte de lo que le he pagado, pero a mí no me gusta tener como socia a alguien que no conozco de nada y menos gestionar todo el negocio para que alguien se lleve la tercera parte de los beneficios por la cara.

-              Pues tenemos un problema.

-              Piensa algo, a ver qué se te ocurre.

-              De acuerdo Ángela, buenas noches.

Nada más colgar llamaron al portero. Era mi tía Ana.

-              ¿Qué quieres Ana? Estaba ya medio dormido.

-              Hablar contigo ya que no me coges el teléfono.

-              Vale, sube.

Venía muy guapa como siempre y también muy enfadada.

-              Primero no me cuentas que Ángela ha comprado un salón de masajes eróticos, luego me cuelgas, después no me coges el teléfono y por último me entero que has colocado a Cristina y a Luis en el salón de masajes.

-              Ya te dije esta mañana que lo del salón te lo tenía decir Ángela no yo. No te colgué el teléfono, se le acabó la batería, luego no te lo he cogido porque he estado liado toda la tarde. Y que yo sepa, dónde trabajen Cristina y Luis no es cuenta tuya, sino de ellos.

-              Excusas, por lo menos ofréceme una copa.

Le serví la copa y nos sentamos en el sofá.

-              Carlos, estoy desesperada. La lesión de tu tío va para largo y no le permite que follemos, pero lo ha vuelto quisquilloso y está todo el día detrás mía queriendo saber lo que hago o no hago, así que tampoco puedo ver a Luis. Le he tenido que decir que venía a verte, porque tú me habías llamado para comentarme algo de una novia.

-              Lo siento Ana, pero qué quieres que yo le haga y, por favor, no me metas en tus líos.

-              Ya sé que no puedes hacer nada, pero enterarme de que Ángela había comprado un salón de masajes eróticos me ha sacado de quicio. La muy guarra se va a hartar de pollas con la leche de los masajes y yo mirando al tendido.

-              No te digo yo que no eche algún rato en el salón, pero tampoco creo que se pase allí el día cogiendo pollas.

-              Carlos necesito que me eches un polvo.

-              Ana ya sabes que no me gusta tener líos contigo. Si la familia se entera sería un auténtico desastre para todos. Además estoy agotado, esta tarde me he corrido tres veces y no puedo con mi cuerpo.

-              Eres un egoísta y un mal sobrino, ¿con quien has estado?

-              Eso no te interesa.

Pese a estar discutiendo con ella no podía dejar de apreciar lo guapa que era y lo buena que estaba con sus cuarenta y tantos años.

-              Me vas a decir que con veinte y pocos años estás agotado por tres polvos, cuando yo sé que has echado más otras veces y además seguidos. No puedes dejarme en esta situación.

Con la discusión se le habían abierto dos botones más de la ajustada blusa que llevaba, sus tetas se veían muy apetecibles debajo de un bonito sujetador rojo. ¡Cuidado Carlos! Me dije al notar que mi polla empezaba a sentir los efectos de la visión de las tetas de Ana. Llamaron al portero electrónico.

-              ¿Esperas a alguien?

-              No –le respondí levantándome para ver quien era-.

-              ¿Sí?

-              Abre Carlos, he traído champán para celebrar mi nuevo trabajo. –Respondió Luis-.

-              Sube –le dije abriendo-.

-              ¿Quién es? –Me preguntó Ana-.

-              Sorpresa, sorpresa.

-              No estoy para sorpresas.

-              Esta te va a gustar –dije abriendo la puerta-.

-              Hola Luis, Ana está aquí. -Luis entró y fue a besar a Ana-.

-              ¡Qué sorpresa! –Dijo Luis después de que se besaran-.

-              Sorpresa la mía cuando me he enterado que vas a trabajar en un salón de masajes.

-              Es el trabajo de mis sueños y todo gracias a Carlos.

Me preocupaba lo que me había contado Ángela y que se fuera todo el asunto al traste.

-              Bueno, me voy para que os quedéis solos –les dije-.

-              De eso nada Carlos, primero vamos a celebrar lo del trabajo. –Me dijo Luis, al que mi tía miró con muy mala cara-.

-              Una copa y me voy –acepté-.

Luis abrió la botella y yo fui a por las copas.

-              Pero cómo no te voy a estar agradecido durante toda mi vida. ¡Qué esta tarde he estado con tres maduras a la misma vez y me han hecho de todo! –Luis había empezado a hablar más de la cuenta con Ana delante-.

-              ¿Y qué te han hecho que yo no te haya hecho también? –Le preguntó Ana con bastante mala cara-.

-              Luis porque no te callas un poquito. –Le dije tratando de poner paz entre ellos-.

-              Ana, que me he corrido cinco veces, con eso te lo digo todo.

-              ¡Eres un insensible! Hace un mes que no te veo y que no follo y tú me vienes a contar tus hazañas con la polla.

-              Mujer creí que te alegrarías por mí.

-              Ven aquí –le dijo Ana cogiéndolo por la entrepierna-.

-              Ana córtate un poquito que estoy delante. –Le dije-.

-              Pues o te quedas y me follas también o te largas.

-              Quédate Carlos y os doy un masaje a los dos, que tengo que ensayar lo de hacerle pajas a los tíos. –Dijo Luis-.

-              ¡No tenéis huevos de follarme los dos! –Gritó Ana-.

La situación se había disparatado bastante, pero ya se sabe que la forma de obligar a un joven atontado como yo a hacer algo, es decirle que no tiene huevos de hacerlo.

-              Venga quédate y follamos los tres –dijo Luis-.

-              Tu amigo no es capaz, por lo visto ha echado tres polvos y ya no se le empalma.

-              ¿Cómo que no se me empalma? -Ana había conseguido sacarme de mis casillas-. Desnúdate y verás si se me empalma.

No se hizo de rogar, en menos de medio segundo se había desprendido de la camisa y de la falda, quedándose en sujetador y tanga rojos. Estaba de lo más excitante. De verla empecé a empalmarme.

-              ¿Qué, se te ha empalmado y a ti? –Me preguntó primero a mí y luego a Luis-.

-              Pues claro que me he empalmado –dijo Luis abriéndose los pantalones y sacándose el pollón-.

-              Ana esto se está saliendo de madre y mucho. Vamos a dejarlo aquí. –Le dije-.

-              ¿Qué pasa, que a ti no? –Volvió Ana a las andadas-.

Tenía tres posibilidades, seguirle el juego a Ana, echarla de mi casa o irme yo, opté por la última.

-              Me voy, en una hora vuelvo y no quiero verte aquí Ana.

-              Espera Carlos que me voy contigo –me dijo Luis-.

-              Esto es de locos. Quédate con Ana, folláis y luego cada mochuelo a su olivo. –Luis se quedó pensativo, yo cogí las llaves y me marché del apartamento-.

¡Joder, Ana está cada día peor! Pensé al cerrar la puerta después del numerito que había montado. Bajé al apartamento de Julia y llamé al timbre.

-              Hola Carlos, pasa.

-              Gracias, he tenido que irme de mi apartamento. Mi tía Ana se ha vuelto loca y ha montado una de mucho cuidado.

-              Tu tía Ana. ¡Peligro, peligro!

-              Peligro no, lo siguiente. Se ha presentado sin avisar para que follásemos, luego cuando ha llegado Luis se ha empeñado en que nos la folláramos los dos. Así que decidí marcharme y dejarlos a los dos solos.

-              Yo no he hecho nunca un trío con dos hombres, ¿y tú?

-              Una vez hice un cuarteto con una pareja alemana y una amiga de ellos.

-              ¿Y qué tal?

-              Muy bien, ha sido la única vez que me he comido una polla y no me desagradó. No sé si tendré algo de bisexual.

-              ¿Te molestaría?

-              No, tú eres bisexual como Antonia o mi tía y no me molesta en absoluto.

-              ¿Te apuntarías a un trío conmigo y otro hombre?

-              Contigo sí. El otro lo eliges tú.

Julia sacó algo de cenar y seguimos charlando tomando una copa de vino hasta que pasó más o menos una hora.

-              Me voy a mi apartamento que estoy derrotado. –Le dije a Julia, le di un beso y me fui-.

Cuando abrí la puerta las luces estaban encendidas, pero no escuché ruidos. Al pasar por delante de la puerta del baño, la luz también estaba encendida y la puerta entreabierta. Ana y Luis estaban en la ducha, ella, doblada por la cintura, le estaba comiendo el pollón a Luis, que le sobaba las tetas con las dos manos. Parecía una escena de película porno, que como el cada vez más raro buen cine porno, consiguió que me empalmara. Las grandes tetas de Ana, caídas por el efecto de la gravedad, parecían todavía más grandes. Escuché a alguien al otro lado de la puerta del apartamento, miré y era Julia. Le abrí antes de que llamara y con el dedo en los labios le indiqué silencio.

-              Te habías olvidado el móvil –me dijo al oído-.

-              Gracias.

-              ¿Qué pasa para no poder hablar?

La cogí de la mano y la acerqué a la puerta del baño. Enarcó las cejas cuando vio la escena. Luego me puso la mano sobre la entrepierna, notando mi erección.

-              Te pone caliente, ¿verdad? –Me dijo-.

-              Mucho, ¿y a ti?

-              También. ¿Nos unimos a ellos?

-              ¿Por qué no? –Le dije comenzando a desnudarme, mientras Julia se desnudaba también-.

Después de quedarnos desnudos comenzamos a besarnos y sobarnos sin dejar de mirar hacia el baño.

-              Mi amiga Julia quería saludaros –les dije entrando los dos en el baño-.

Ana y Luis nos miraron, dejando por un momento lo que estaban haciendo.

-              Hola Julia nos alegra verte. –Dijeron los dos. Ella se acercó y besó a los dos en la boca-.

-              Igualmente, me gusta veros tan a gusto –dijo Julia después-.

-              Esto es un poco pequeño para los cuatro, vamos al sofá. –Les dije. Se secaron un poco y nos siguieron al sofá-.

Ellas se sentaron en el sofá y comenzaron a besarse y a acariciarse, nosotros cogimos dos sillas y nos sentamos a mirarlas tocándonos el nabo.

-              No seáis aburridos, veniros al sofá y acariciaros también vosotros. –Dijo mi tía Ana-.

Luis y yo nos miramos sin saber que hacer. Tras unos segundos ellas dos se levantaron del sofá. Ana levantó a Luis y lo sentó en el centro del sofá, Julia me cogió de la mano y me sentó sobre Luis mirándolo. Mientras me sentaba Ana cogió el pollón de Luis para que pasara por debajo de mí. Luis puso sus manos en mi espalda y me arqueó para que lo besara en la boca. Julia se puso entre las piernas de Luis y empezó a chuparle el capullo, mientras Ana metía la cabeza entre nosotros para comerme la polla.

-              Me está poniendo mucho como dos hombres se besan y se acarician –dijo Julia-.

-              ¿Cómo te sientes? –Le pregunté a Luis-.

-              Extraño, pero bien, ¿y tú?

-              Igual, extraño pero a gusto.

Notaba el pollón de Luis bajo la raja de mi culo y de vez en cuando la lengua de Julia lamiéndome el ojete. Ana decidió cambiar de posición y se puso detrás de Julia para chuparle el chocho y el ojete. Luis cambió sus manos de mi culo a mi polla y empezó a pajearme.

-              Luis, desde ayer quieres hacerme un pajote y al final lo vas a conseguir. –Le dije bromeando-.

-              Me resulta raro, a ti te la abarco con una mano.

-              ¡Vete al carajo! –Le dije y volví a besarlo-.

-              Venga levantaos, que estáis por no hacer nada. –Dijo Ana-.

Nos levantamos y se sentaron ellas dos con las piernas abiertas, pidiendo claramente que les comiéramos el coño. Me apliqué sobre el coño de Julia y Luis sobre el de Ana, mientras que ellas se besaban y se sobaban mutuamente las tetas.

-              ¡Aaaggg, qué gusto! –Exclamó Ana-. ¿Quieres que te follen los dos a la vez? –Preguntó luego a Julia-.

-              No, siempre he tenido la fantasía de comérsela a uno, mientras otro me folla.

-              Pues no te cortes, ponte de rodillas.

Julia se puso de rodillas, yo me puse detrás de ella, Ana se metió debajo para llegar con su lengua a su clítoris y a mis huevos y Luis se colocó delante de Julia ofreciéndole su polla y sobándole el clítoris a Ana. Nos llevamos así unos minutos, hasta que Julia gritó:

-              ¡Me voy a correr, no paréis por Dios!

-              Yo también –dije yo-.

Noté como el chocho de Julia empezó a tener espasmos que me apretaban la polla.

-              ¡Aaaaahhhh, ahora, ahora, ahora, siiiii! –Gritó Julia-.

Yo empecé a correrme dentro de Julia, mientras Luis lo hacía sobre su cara, sus tetas y la barriga de Ana, que se corrió también a la misma vez.

-              ¡Joder llevo ocho hoy con cinco mujeres, es el día más feliz de mi vida! –Dijo Luis, dejándose caer en el sofá-.

Luis y Julia fueron a ducharse, me quedé a solas con mi tía.

-              Tú sabías que iba a pillaros antes en el baño.

-              Eso pretendía al menos, pero las cosas se han terciado todavía mejor.

Por fin se fueron todos pasadas las dos de la madrugada y pude echarme a dormir. Me desperté tarde, pasadas las doce, como muchos domingos había quedado en ir a comer a casa de mis padres. Antes de salir llamé a Antonia.

-              Hola guapa, buenos días o mejor buenas tardes ya.

-              Hola Carlos. ¿No ibas hoy a comer con tus padres?

-              Sí, me voy en cuanto terminemos de hablar.

-              ¿Y tus líos?

-              Tremendos Antonia, mejor te los cuento en persona. Sólo decirte que Ángela se ha empeñado en que me recorra todos los salones de masaje de Andalucía, para aprender de ellos.

-              Ja, ja, ja. Pedazo de trabajo que te han buscado, como te conoce tu jefa.

-              He pensado en iniciar el recorrido por Almería, para que me acompañes a algunos.

-              Por mí encantada, pero los quiero para los dos y dados por mujeres.

-              En ese tipo de masajes estaba pensando. ¿Tienes mucho trabajo? –Le pregunté-.

-              No, ahora la cosa está tranquila y puedo ir los fines de semana a Vera al apartamento de mi amiga, ¿te acuerdas?

-              Claro que me acuerdo, como para olvidar los días que pasamos allí los tres todo el día despelotados.

-              Cógete un fin de semana para venir y nos acercamos por allí.

-              De acuerdo, me apetece bastante. Muchos besos, estoy deseando verte.

-              Igualmente.

De camino a casa de mis padres estuve pensando en el problema con el salón de masajes que me había contado Ángela la tarde anterior. Decidí comentárselo a mi padre, que tenía mucha más experiencia que yo. Cuando llegué mi madre estaba un tanto seria conmigo, en cuanto nos quedamos un momento a solas en la cocina, me dijo:

-              Me ha dicho tu tío que tienes novia y que además tienes algunos problemas con ella que querías consultar con Ana. Ya sé que eres reservado, pero que me tenga que enterar por tu tío y que encima le consultes a Ana y no a mí, no me parece bien.

Me cagué en Ana y sus mentiras y en lo chismoso que era mí tío.

-              No es una novia mamá, se trata simplemente de una buena amiga y lo que quería hablar con Ana era un poco delicado para hablarlo contigo.

-              Carlos, ya sabes que yo soy una mujer muy abierta y no me voy a escandalizar por nada. ¿Cómo se llama ella? –Mi madre estaba dispuesta a someterme a un tercer grado-.

-              Antonia, es una buena amiga que vive en Almería, la conocí cuando fui con Ana al viaje del INSERSO. –Procuré mentir lo menos posible-.

-              ¿Y qué problemas tenéis?

Menos mal que en ese momento llegó mi padre a la cocina y dejó estar el tema. Salí con mi padre al salón a terminar de poner la mesa con él. Aproveché para contarle lo del salón de masajes y el problema que se había planteado. Mi padre se descojonó con lo del salón de masajes.

-              ¿Cómo se llama el salón?

-              Gabinete de masajes NEFERTITI.

-              Hace tiempo era un buen salón de masajes, pero con el tiempo ha ido empeorando.

-              ¿Y tú cómo sabes eso?

-              Tu madre y yo íbamos de vez en cuando. Si lográis mejorarlo, dímelo para que volvamos a ir.

La segunda juventud de mis padres se estaba convirtiendo en una forma de vida. Se vuelven nudistas, se lían con los vecinos de la playa, colocan un espejo encima de su cama en la casa de la playa y, además, iban a darse masajes eróticos con final feliz.

-              Así que Ángela lo ha comprado.

-              Sí, ¿conoces a Ángela?

-              Alguna vez la hemos visto con tu tía Ana, guapa mujer.

-              Papá estas cada día más salido.

-              Es posible. Yo conozco a la socia minoritaria.

-              ¿De verdad?

-              Sí. Como íbamos al salón con relativa frecuencia, conocíamos a la dueña, que, por cierto, daba unos masajes de escándalo. ¿Sigue trabajando Mónica allí?

-              Sí papa, pero céntrate. –La imagen de mis padres con la masajista y con Mónica, sabiendo de qué iban los masajes, me perturbó un poco y decidí cortarlo-.

-              Bueno hijo, yo estaré cada vez más salido, pero tú estas cada vez más rancio. A lo que iba, la mujer nos confesó un día que tenía problemas de deudas y que iba a peder el salón, le aconsejamos que vendiera parte del negocio, para salvar la otra parte. Le pareció una buena idea, pero nos dijo que ella no conocía a nadie a quien poder venderle parte del negocio y tu madre y yo nos ofrecimos para buscarlo.

-              No me puedo creer la casualidad.

-              El mundo es mucho más pequeño de lo que parece. Ya sabes que yo he sido siempre muy negociante y tu madre muy social.

En ese momento entró mi madre en el salón.

-              ¿Te ha dicho el niño que está trabajando en el gabinete de masajes NEFERTITI?

-              El niño no me cuenta nunca nada. Pero, ¿trabajando cómo?

-              En la administración, Ángela lo ha comprado y me ha pedido que le eche una mano, ha surgido un problema y se lo estaba consultado a papá. –Estaba pasando una vergüenza enorme-.

-              ¿Qué problema?

-              Que una parte no pertenece a la persona que se lo ha vendido y la propietaria de esa parte no quiere vender. –Le dije-.

-              Lucía está en su derecho de no vender. –Dijo mi madre-.

-              ¿Qué Lucía? –Le pregunté-.

-              Nuestra amiga Lucía. ¿No te acuerdas de ella?

La recordé vagamente de verla de adolescente. Una mujer alta, morena, guapa y con una figura espectacular.

-              Sí, vagamente –contesté-.

-              La cosa es que entonces había cogido un dinero de la herencia de un familiar lejano y nos consultó en qué podía invertir ese dinero. Tú madre ligó una cosa con la otra y se lo propuso.

-              Al principio dijo que no le gustaba ese tipo de negocio. –Terció mi madre-. Después la convencimos para que lo conociera y un día fue tu padre con ella a darse un masaje. –Miré a mi padre con cara inquisitiva-.

-              ¡Eh, eh, eh! Fue un masaje por separado, no te pienses otra cosa. –Me dijo él-.

-              La cosa fue que le gustó tanto el masaje, que aceptó comprar una parte del negocio, a condición de que nadie lo supiera ni siquiera el personal del gabinete. –Continuó mi madre-. Al poco se separó del marido, un tío vaina, y se hizo lesbiana. Alguna vez hemos tenido noticias de ella por otras amigas comunes, pero hace tiempo que no sabemos nada de ella.

-              ¡Joder que historia! –Exclamé-.

-              No hijo, tampoco es una historia tan extraña, lo que pasa es que tú eres muy joven todavía, aunque creas que no porque te hayas acostado con bastantes mujeres.

-              ¡Papá! –Protesté-. ¿Cómo podría convencerla de que venda su parte?

-              Lo dudo, ella se hizo asidua a los masajes y querrá conservar su parte, se ahorrará un pastón. –Contestó mi padre-.

Terminamos de comer y volví a mi apartamento a sestear. Cuando me desperté llamé a Ángela.

-              Hola Carlos, ¿también trabajas los domingos?

-              Todo por mi jefa. Tengo noticias del salón de masajes.

-              Cuéntamelas.

-              La propietaria de la otra parte es una tal Lucía, clienta habitual del salón.

-              ¿Cómo te has enterado?

-              Casualidades de la vida, pero la información es de toda confianza.

-              ¿Es posible convencerla para que venda?

-              Parece que es complicado, pero será cuestión de intentarlo. Habla mañana con Mónica y pregúntale por la tal Lucía, pero no le digas nada de que es propietaria de parte del negocio.

-              De acuerdo, mañana cuando hable con ella te cuento.

Pensé en mis padres y en lo poco que uno sabe de los demás. Toda mi vida creyendo que eran de lo más tradicional y ahora me iba enterando poco a poco que de tradicionales nada, sino todo lo contrario. Me arrellané en el sofá dispuesto a pasar una tranquila tarde viendo la televisión, pero me equivoqué, al momento llamaron al portero electrónico.

-              ¿Sí?

-              Hola Carlos, soy Pepa, ábreme.

-              ¿Qué quieres Pepa?

-              Hablar contigo.

Le abrí y al poco llamó a la puerta.

-              Carlos quería agradecerte lo del trabajo. Para  una mujer de mi edad y que no ha hecho otra cosa en su vida que vender y limpiar pescado, este nuevo trabajo me hace mucha ilusión.

La miré atentamente, desde el verano había perdido bastante peso, iba con el pelo suelto y maquillada. Era guapa y al estar más delgada lucía una bonita figura.

-              Estás más atractiva que este verano.

-              Volver a estar con hombres me ha devuelto las ganas de vivir. Ahora voy al gimnasio por las tardes y a clases de aerobic.

-              Respecto al trabajo no tienes que agradecerme nada, sólo hacerlo bien.

-              Déjame que te de un masaje.

-              No me duele nada.

-              Anda, no seas aburrido, déjame que te lo de.

Se acercó a mí y me fue desabotonando la camisa y luego el pantalón, dejándome desnudo.

-              Siéntate en el sofá. –Me dijo-.

La obedecí. De pie, se bajó la cremallera del vestido y lo dejó caer. Debajo llevaba sólo un liguero y unas medias negras, se había depilado completamente el chocho. Estaba muy apetecible. Del bolso sacó un bote de aceite de masajes y me dijo:

-              Túmbate boca abajo.

-              No quiero que me des un masaje, quiero follar contigo.

Sin decir palabra, empezó a untarse el aceite por sus grandes tetas hasta hacerlas brillar y luego comenzó a sobárselas. Era muy excitante verla y terminé de empalmarme. Me levanté del sofá y fui a abrazarla y besarla. Puse mis manos en su hermoso culo y le pegué la polla a su vientre.

-              Pepa se te está poniendo el culo de hierro.

-              Estoy muy contenta ahora con mi culo, mis horas de gimnasio me cuesta.

Nos besamos largamente en la boca, mientras ella deslizaba sus aceitadas tetas de un lado a otro sobre mi pecho. La llevé hacia la cama, la tumbé boca arriba, le puse la polla entre sus tetas, ella las apretó hasta capturarla y yo empecé a deslizarme adelante y atrás.

-              Acaríciame el chocho.

Llevé una mano hacia atrás, tenía las piernas abiertas para dejarme acceso, su chocho estaba empapado.

-              Carlos no pares de acariciarme, me voy a correr pronto. Tú no te corras todavía.

-              Pues estás haciendo todo lo posible porque no sea así.

-              ¡Aaaaggg, sigue, sigue, sigue, sigue! –Gritó al correrse-. Túmbate boca arriba –me dijo al cabo del rato-.

Lo hice, ella se puso entre mis piernas, me cogió la polla con una mano, mientras con la otra me acariciaba los huevos, empezando a hacerme un pajote de cuidado.

-              Pepa, lo haces de maravilla, parece mentira con una sola sesión.

-              Voy a confesarte una cosa. Lo que más me gusta del mundo es tener una polla entre mis manos. Desde muy jovencita le hacía pajas a los novietes. Me gusta jugar con ellas, los hombres pierden la voluntad y se la ceden a la que se la está haciendo. Noto como se van calentando hasta casi correrse y como bajando la presión y el ritmo se aleja la corrida, hasta que de nuevo vuelves a llevarlo al climax.

-              Joder Pepa eres una teórica de las pajas, además de una palillera vocacional. –Le dije muerto del gusto que me estaba dando-.

-              Por eso te insistí ayer sobre el trabajo en el salón de masajes. Puedo matar de gusto a cualquier hombre.

-              Me lo creo Pepa.

Su mano aceitada subía y bajaba sobre mi polla, mientras la otra me apretaba y soltaba los huevos.

-              ¡Pepa me voy a correr!

-              Eso será si yo quiero.

-              ¡Por Dios Pepa, aaaagggg, sigue, sigue, aaaagggg!

Me corrí con tal fuerza que me saltaron los chorros al pecho, al cuello y a la cara. Ella siguió pajeándome durante un rato después de haberme corrido produciéndome un gran placer.

-              ¿Qué tal? –Me preguntó-.

-              Descomunal, que pedazo de paja me has hecho. Los clientes te van a adorar.

-              Me da tanto placer hacerlas que alguna vez me he corrido a la misma vez, sin tocarme.

Me tuve que quedar un rato en la cama tumbado, la paja me había dejado completamente relajado, empezaba a entender lo de los masajes y el final feliz. Luego nos duchamos y Pepa se fue tras tomarnos una copa charlando

A la mañana siguiente fui a la empresa de limpiezas, Ángela no estaba, pero no tardó en llamarme.

-              Buenos días Carlos.

-              Buenos días Ángela.

-              He estado hablando con Mónica sobre Lucía. En efecto es cliente habitual, va todos los lunes y miércoles por la tarde desde hace años. Mónica no sabe mucho más de ella porque la atendía siempre una de las masajistas que se ha ido. No sé como abordar el tema con ella.

-              Atiéndela tú esta tarde y te presentas como la nueva propietaria del salón, a ver como responde.

-              Puede ser, pásate sobre las cinco por el salón.

-              De acuerdo.

Después de comer fui al salón de masajes. Cuando llegué estaban todos en albornoz dentro de una de las habitaciones, esperando para atender a las citas que habían solicitado los clientes.

-              ¿Qué tenemos esta tarde? –Le preguntó Ángela a Mónica-.

-              Una pareja, doña Lucía, otra mujer, y dos hombres. Está muy bien para ser lunes.

-              Estupendo. Avísame cuando llegue doña Lucía, quiero hablar con ella.

Para pasar el tiempo estuve hablando con Luis.

-              ¿Qué tal estás? –Le pregunté-.

-              Nervioso. Esta mañana Mónica nos ha dado otra sesión de aprendizaje, me ha tocado darle un masaje a Cristina y me he corrido nada más empezar. Creo que voy a tardar en ser más profesional.

-              No te preocupes, si ves que estás muy excitado antes de empezar, ve al aseo y te haces una paja. –Le dijo Mónica-.

-              Entonces me va a doler el brazo y la mano.

-              Ya verás como con el tiempo se te pasa.

Llamaron al portero. Abrió Mónica.

-              La pareja –nos dijo-.

Al poco tiempo oímos decir a Mónica:

-              ¡Cuánto tiempo sin venir por aquí!

-              Hola Mónica. Tienes razón pero ayer lo recordamos y hemos decidido volver a pasarlo bien con un masaje.

¡Coño era la voz de mi padre!

-              ¿No es la voz de tu padre? –Me preguntó Ángela-.

-              Creo que sí.

-              Me alegra verte Mónica.

-              Y esa la de tu madre, ¿no?

-              Pues sí.

-              ¡Qué bien se lo pasan!

No sabía si debía salir o era mejor mantener su intimidad, pero ellos lo tenían clarísimo.

-              ¿Está Carlos por aquí? –Preguntó mi padre-.

-              Un Carlos sí hay, pero no sé si será por el que preguntáis.

Decidí salir a saludar antes de que se liase más la cosa.

-              Hola mamá, hola papá. –Les dije dándoles un beso-. ¿Cómo vosotros por aquí?

-              Ayer, después de que nos comentaras lo del salón, lo estuvimos hablando cuando te fuiste y los dos echábamos de menos un buen masaje. –Contestó mi padre mirando a Mónica-.

-              Hola Ángela –dijo mi madre cuando la vio detrás de mí-.

Se saludaron con dos besos en las mejillas.

-              Me alegra veros por aquí y teneros como clientes. –Les dijo-.

-              Y a nosotros revivir otros tiempos. –Dijo mi padre-.

Volvió a sonar el portero y Mónica fue a abrir.

-              Doña Lucía –dijo al volver-.

Al momento apareció. Estaba como la recordaba de adolescente.

-              No me puedo creer que nos encontremos aquí después de tanto tiempo. –Les dijo a mis padres cuando los vio, mientras les daba dos besos en las mejillas-.

Ángela me miró al descubrir de dónde había sacado yo la información.

-              ¿Sigues viniendo a que te den un masaje? –Le preguntó mi padre-.

-              Dos días en semana, creo que ahora no podría vivir sin ellos.

-              Nosotros hace años que no veníamos, así que es toda una casualidad que nos hayamos encontrado. –Le dijo mi madre-.

-              Hola soy Ángela, la nueva propietaria. ¿Podríamos hablar un momento? –Le dijo a Lucía-.

-              Bueno copropietaria. Sí, claro que podemos hablar.

Se retiraron las dos a una de las habitaciones.

-              Mónica, nosotros vamos a lo nuestro. –Dijo mi padre, sacando la tarjeta para pagar-. ¿Nos vas a dar tú el masaje? –Le preguntó cuando terminó de pagar-.

-              Como vosotros queráis.

-              Por nosotros perfecto que seas tú. –Le dijo mi madre-.

Iban camino de una de las habitaciones cuando salieron Ángela y Lucía.

-              Podríais entrar un momento –le dijo Lucía a mis padres-.

-              Pasa tú también Carlos –me dijo Ángela-.

-              Ángela insiste en que le venda mi parte del salón y yo no estoy convencida de hacerlo. –Dijo Lucía-.

-              Estás en tu derecho –le dijo mi padre-. Pero también es razonable que ella quiera ser propietaria de todo el negocio si lo va a llevar. Os propongo un acuerdo, Lucía tú le vendes tu parte y Ángela que se comprometa a que te den dos masajes gratis a la semana.

-              Parece un buen acuerdo –dijo Lucía-. ¿Qué opinas Ángela?

-              Por mi parte conforme.

-              Pues lo firmáis y listo el asunto. Ahora dejadnos para que Mónica nos de el masaje. –Concluyó mi padre saliendo él y mi madre de la habitación-.

-              Mándame alguna chica que me de el masaje. –Le dijo Lucía a Ángela-.

Ángela le dijo a Pepita que fuera ella a dárselo y luego me dijo:

-              ¿Tienes algo urgente que hacer?

-              Urgente no.

-              Pues vamos a tu apartamento, que cerrar el trato me ha dado ganas de follar.

-              Y a mí, pero, por favor, no te metas en más líos durante un tiempo.

-              No puedo prometerte nada. ¿Cuándo empiezas la ronda de visitas?

-              Este fin de semana por Almería.

-              Que te diviertas con Antonia y dale recuerdos de mi parte.

-              Así lo haré.

Me pasé los tres meses siguientes recorriendo salones de masajes eróticos solo o acompañado. Fue una temporada agotadora, pero también deliciosa para los sentidos.