Linda, una gran mujer 4

Su amante la induce a traspasar los límites de la decencia y aparece una nueva mujer, completamente liberada de sus trabas

La historia de Linda

Capítulo 4

Fantasías

Linda abrió la puerta del departamento y sintió que Salvador se abalanzaba sobre ella, buscando sus labios para devorarlos mientras sus brazos la apretaban como si buscara aprisionarla para que no escapara. Se sintió fascinada con la impetuosidad de su amante, que así le demostraba que el deseo en él estaba intacto, a pesar del tiempo transcurrido desde que empezaran a juntarse en ese departamento para poder desahogar sus ansias de sexo. Hacía tres meses que eran amantes y cada encuentro parecía que era el primero o el último, por la intensidad con que ambos los vivían.

Cuando Salvador se apartó para dejarla respirar, Linda abrió su abrigo y le mostró lo que llevaba debajo. A decir verdad, lo que no llevaba debajo, pues lucía solamente un brassiere y una tanga, ambos negros, el color que ella sabía que a el le gustaba. Se paseó unos momentos delante de él y finalmente se despojó de su lencería para quedar completamente desnuda. Mientras se quitaba el sostén pensaba en lo mucho que ese hombre la había hecho cambiar, desde una mujer recatada, tímida en cosas de sexo, a esta hembra segura de si misma, gozadora por excelencia, osada y atrevida para experimentar todo lo nuevo que su amante quisiera hacerle conocer y gozar.

Mientras se desprendía de su tanga para mostrarle su chochito depilado, pensaba en las primeras veces que se vieron en ese mismo departamento, cuando ella prefería desvestirse debajo de la cama por temor a mostrar su cuerpo.  Pero él fue venciendo su resistencia poco a poco, hasta convertirla en una mujer que gustaba de mostrar su desnudez, sabiendo que tenía un cuerpo que calentaba a cualquier hombre.

Sin embargo, estos meses han sido un largo camino para ella, ya que no le fue fácil el pasar de la mojigatería de esposa fiel a la audacia de esposa infiel. Sentía que de alguna manera junto con todo lo nuevo que había ganado en materia de sexo había perdido una cuota no despreciable de dignidad en manos de su amante, el que la ha conducido por un camino de perdición del que no veía la manera de salir. Es más, sentía que no deseaba dejar esta nueva vida.

Las primeras veces no fueron muy diferentes de lo que habían hecho en el privado de ella, cuando el temor a ser sorprendidos la hacía actuar con cautela. Pero el fue abriendo una por una las puertas de la confianza y casi sin darse cuenta se sorprendió gozando a plenitud del sexo que le entregaba su amante. Primeros fueron los grititos ahogados que se convirtieron en gritos fuertes para expresar el gozo que sentía. Después su actitud pasiva que se convirtió en participativa, llevando en algunos casos la iniciativa. Y ese recato inicial que después fue impudicia, sin ningún empacho en mostrarle todos los rincones de su cuerpo, sabiendo que el gozaba viéndola.

También recordó cómo empezó a sentir gusto por las palabras fuertes mientras hacían el amor. De un silencio inicial, que él intentaba romper alentándola a demostrar lo que sentía mientras tenían sexo, hasta su desenfreno de ahora, en que es ella quien lo alienta a el a ser cada vez más fuerte en el lenguaje.

La Linda de hoy es muy distinta de aquella que traspasó el umbral del departamento la vez primera.

“Quiero tu verga”

Le susurró con voz queda, mientras se aproximaba a la cama donde yacía Salvador, acostado y completamente desnudo, con su herramienta en ristre, apuntando al cielo raso.

“Ven por ella”

Y como una gata en celo, Linda en la cama acercó su boca y tragó el tronco que lucía espléndido, lleno de energía. Sin tocar el cuerpo de él, empezó a subir y bajar su boca de la verga, con los labios apretando el tronco, como si fuera una vagina.

“Mmmm, mijita, sigue”

Y el hermoso cuerpo de Linda seguía quieto al lado del de Salvador, mientras su cabeza era lo único que se movía al compás de la mamada que estaba brindándole.

“Rico. Chupas como una putita”

Un suave “mmmm” y un aumento en la presión que la boca de Linda ejercía en su verga, le dijo a Salvador que le había gustado el que la tratara así. Otra nueva faceta de esta mujer que cada vez tenía una nueva sorpresa para regalarle.

“Sigue, puta, sigue”

Linda pareció perder el control y aumentó sus mamadas hasta casi hacerse incontrolable.

“Puta, puta, sigue”

Ella se desprendió de la verga y se acostó a su lado.

“Métemela, ya, puto”

Asombrado, Salvador se preguntaba si esta mujer sería la misma que conoció en la clínica. ¡Cuanta diferencia había entre ambas! Esta era el tipo de mujer que el deseaba se convirtiera y al parecer lo estaba logrando. Así es como la deseaba, desinhibida, completamente entregada y participando al igual que el en todos los matices que el sexo proporcionaba. Sí, había hecho un buen trabajo con ella.

Se puso sobre ella, colocó su verga a la entrada del chocho de Linda y la miró fijamente, antes de clavárselo.

“Puta, pídeme que te lo meta”

Ella lo miró intensamente, intentando subir su cuerpo para lograr el acoplamiento, pero el se lo impidió.

“Perra caliente, pídemelo por favor”

Linda no aguantó más y poniendo los ojos en blanco, se rindió.

“Métemelo por favor, puto cabrón”

Se hundió el trozo de carne, perdiéndose en la cavidad de Linda, mientras sus ojos se abrían gozosos y abrazándolo se apretó al cuerpo de su amante, como si no quisiera soltarlo, moviendo sus caderas casi con desesperación.

“Mijito rico, siiiiiiii, asiiiiiiiiiiiii. Putooooooo”

“Toma, perra caliente, ¿te gusta mi pico?”

“Siiiiiii. Es ricoooooo, putooooooo”

“¿Eres mi puta?”

“Siiiiiii. Tu putaaaaaaaaa”

“Date vuelta, puta caliente, para metertelo por el culo”

“Mijita, ¿asi? Es todo tuyo mi culo”

“¿Sientes como te entra, perra?”

“Es rico. Sigueeeeee”

El se echó sobre ella y le soltó el semen en el culo, el que empezó a salir de su ojete y a bajar por sus muslos, mientras Linda se desmadejaba sobre la cama, exhausta por el esfuerzo reciente, pero con una sonrisa de felicidad y satisfacción que iluminaba su rostro.

Mientras besaba su cuello, Salvador acariciaba sus piernas, siempre dispuestas a abrirse para el.

“No creí que te atreverías a venir vestida con lencería, abrigo y nada más”.

“Mmmm. ¿Ves que cada vez estoy más atrevida?”

“Eso es cierto, cariño”

“También cumplí con lo de anoche”

“¿Calentaste a tu marido y después te negaste?”

“Me paré a la entrada del dormitorio vestida solamente con un baby doll”

“Imagino que debe haberse calentado de inmediato”

“Pobre, se notaba que lo único que deseaba era follarme”

“¿Qué hiciste?”

“Tenía un fuerte dolor de cabeza. La excusa infalible”

“¿Y después?”

“Me escondí en el baño y me masturbé pensando en ti”

“Bien. Eres una buena alumna”

“Gracias, maestro”

“Tu siguiente tarea será calentar a un desconocido”

“¿Pero donde a quien?”

“En la piscina”

“¿Cómo lo hago?”

“Eso queda a tu criterio. Estoy seguro que lo sabrás hacer”

“Bueno. Me gusta la idea”

“Pero solamente debes calentarlo, nada más”

Ambos rieron. Esto de las pruebas estaba resultando excitante para Linda, pero no se había percatado que el grado de audacia de estas era cada vez mayor.

El, por su parte, pensaba en la manera de lograr que la sobrina de Linda entrara en el juego y estaba seguro que la tía sería un buen aliado para lograr sus fines.