Linda, una gran mujer - 3

Instigada por su amante, Linda seduce a su sobrina

La historia de Linda

Capítulo 3

El amante

Abrió la puerta de su privado y le invitó a entrar. Nada en sus gestos hacía pensar que esa entrevista de negocio en realidad era  una cita amorosa, que el visitador médico era su amante y que ella, la seria ejecutiva de una clínica exitosa en verdad era una mujer ansiosa por volver  a sentir las delicias del sexo recién descubierto en brazos de ese hombre que la había cautivado primero con sus maneras y después con sus atributos masculinos.

Linda sintió abrirse un mundo nuevo en los brazos de Salvador, un mundo en que el sexo la hacía sentir sensaciones que no imaginaba y que la convertían en mujer plena, completamente entregada a delicias jamás antes sentidas en la cama con su marido. Desde la cita anterior, cuando se entregó a él en ese mismo despacho, sin importarle que había personas en la sala de espera que podrían escuchar sus grititos de placer, donde acabó como pocas veces lo había hecho desde que se casara, le empezó a dar vueltas en su cabeza a la razón de tanto goce, que la tenía subyugada. Si bien la herramienta de Salvador tenía proporciones respetables, la de su esposo no le iba en saga. Y la potencia sexual de ambos era relativamente similar, aunque debía reconocer que su amante ganaba en la comparación. Finalmente debió concluir que la diferencia estaba en ella misma.

Vivir el sexo a plenitud, a sabiendas que estaba poniendo los cuernos a su marido, al hombre al que había jurado fidelidad, que ello ponía en peligro su matrimonio y su estabilidad emocional, que lo hacía con un hombre al que recién venía conociendo, que sentía nacer en ella un ser desconocido que deseaba experimentar nuevas sensaciones y vivirlas hasta el límite. Se sentía en medio de un torbellino que la envolvía sin darle posibilidades de escapar. Era un cúmulo de sentimientos, sensaciones  y situaciones que iban convirtiendo su relación con Salvador en algo muy parecido a una droga. No podía ni quería dejarlo.

Había esperado con ansiedad este momento, imaginando que todo lo que había sentido la vez anterior cuando su sexo era besado con lujuria, cuando sus senos se entregaban al placer de Salvador y finalmente era penetrada con locura, volvería a revivirlo nuevamente, para sentir que otra vez tocaba el cielo y que el placer la invadiría completamente, tocando todas sus fibras. Cuando pensaba en lo vivido e imaginaba lo que volvería a experimentar, una humedad viscosa invadía sus partes íntimas, como si ya estuviera empezando a sentir lo que esperaba que ese hombre le daría.

Cuando Salvador traspasó el umbral y la puerta se cerró tras el, Lindase echó en sus brazos y le cubrió de besos, casi con desesperación. Estaba completamente entregada a ese hombre. Y Salvador comprendió que sus planes habían funcionado mejor de lo que imaginara, ya que tenía en sus brazos a una mujer ansiosa de entregarse por completo, ser toda para el, para que el hiciera lo que quisiera con ella. Era una entrega absoluta, producto del descubrimiento de un mundo nuevo, ignorado hasta ahora, en el que deseaba precipitarse y llegar al fondo para saborear las mieles de un sexo nuevo, que la llenaba de placer. Su vida matrimonial era una rutina que no lograba despertar en ella a la hembra lujuriosa que había descubierto en brazos de Salvador.

El devolvió sus besos con la misma pasión y llevó una de sus manos al sexo de Bella, que apretó con suavidad. Fue tan grande la reacción de ella que sus piernas flaquearon y debió apoyarse para no caer, mientras un espasmo de placer la recorría completamente. Salvador comprendió que esta mujer era un pozo sin fin de lujuria y que su cuerpo siempre quería más sexo parata satisfacer tanto deseo contenido, pero debía dosificar el placer para no agotar ni la búsqueda ni la novedad de Bella, de manera que fuera cayendo inconscientemente en las garras del deseo, hasta experimentar finalmente el placer total.

Sus manos abrieron las hermosas piernas de Linday se agachó, quedando en cuclillas entre los preciosos muslos que se le ofrecían. Abrió la boca y la metió en los labios vaginales que le esperaban con ansiedad. La blanca tela del calzón se humedeció con la saliva de Salvador y luego se fue impregnando del sabor salobre de Bella, que exudaba placer, placer en forma de gotas que él empezó a chupar con deleite mientras ella cerraba los ojos, apretaba la cabeza de su amante contra su entrepiernas y gemía como gata en celo, entregada totalmente al gusto que le proporcionaba sentir esa boca chupando su vagina como si en ello le fuera la vida. El se detuvo un momento y la miró a los ojos, gozando con la expresión de lujuria que reflejaban.

“¿Te gusta?”

“Siiiiii. Sigueeeee”

“Pìdemelo”

“Sigueeee”

“¿Sigue qué?”

“Chupando”

“¿Chupando qué?”

“Mi cosita”

“¿Tu chochito?”

“Siiii. Sigue”

“Dilo completo”

“Sigue chupándome el chochito, siiiiii”

El volvió a meter su cabeza entre los muslos de Bella, que afirmada a un mueble intentaba mantenerse en pie, resistiendo a duras penas el placer que le producía la mamada en su cuca. Salvador, por su parte, estaba feliz de comprobar cómo esa mujer se entregaba a él como si fuera una cera en manos de un escultor. El la moldearía a su antojo y ella se dejaría moldear. Eran el uno para el otro.

Su lengua se encontró con el obstáculo que tanto deseaba. El trocito de carne  respondió de inmediato al estímulo y Lindacasi pierde pie por efecto de la acabada que empezó a tener, la que se materializó en un chorro de jugo vaginal que inundó la boca de su amante.

“Siiiiiii, mijitooooooo. Siiiiiiiiiiiiii”

Solo cuando ya no quedaba nada que saliera de la cueva de Bella, Salvador dejó de chupar.

“¿Te gustó, mi vida?”

Casi sin respiración, ella respondió sonriendo.

“Lo máximo, mi cielo”

“Ahora me retribuirás el favor, ¿no crees?”

Salvador sacó su verga y la puso delante de Bella, que no necesitó que le dijeran más,  la tomó ansiosa entre sus manos y la llevó a su boca, iniciando una chupada salvaje, como si se tratara de un dulce.

“Así, mijita, asi”

“Mmmmmm”

“Chupa, chupadora”

“Slup, slup, slup”

“Rica, mi come polla”

“Slup, slup, slup”

“Así, mi chupadora de verga”

Salvador sintió en su polla la reacción de Lindaa cada frase que él le decía para animarla. Cada vez le decía algo más fuerte y ella respondía aumentando la intensidad de su chupada. Era evidente que a ella le gustaba que le dijeran cosas fuertes mientras tenía sexo. Este descubrimiento no lo desperdiciaría y lo usaría para alentarla a gozar a plenitud las folladas que vendrían.

Cuando sintió que el gozo venía galopando, la apartó para no desperdiciar esta acabada, la que tenía destinada a la chocha de Bella. La sentó en el escritorio y abrió sus piernas, dejando al descubierto su sexo completamente depilado, que ella se había preocupado de preparar para esta ocasión. La verga de Salvador quedó a la entrada de la cueva húmeda aún de Bella, que cerró los ojos y adelantó su pubis, esperando la invasión que tanto deseaba. Y esta no se hizo esperar. Salvador empujó con fuerza mientras tomó las piernas de la Lindamujer y las puso sobre sus hombros. Se agarró de las nalgas de Linday empezó a meter y sacar su herramienta, mientras miraba esos ojos llenos de lujuria y placer que delataban el goce que estaba sintiendo esa mujer.

“¿Así, mijita?”

“Siii, asíiii, mijito”

“Estas gozando como una mujer caliente, ¿verdad?”

“Si, amor, asiiiii”

“¿Te gusta mi polla?”

“Si, mijito, siiii”

“Dilo”

“Me encanta tu polla, amor”

“¿Tu cuquita es solamente para mí”

“Si, solo para ti”

“Dilo”

“Mi chochito es tuyo, amor”

“Eres mi putita, cariño. Así me gustas”

“Siiiiii. Tu puta”

El sonido de estas palabras fue demasiado para Bella, que no pudo resistir el gozo que le producían y soltó sus jugos que cayeron por sus piernas hasta el suelo mientras sus grititos de placer parecían fuera de control, al punto que Salvador debió tapar su boca para amortiguar el sonido de sus quejidos y ayes.

El soltó sus jugos también, que se confundieron con los de ella, en tanto intentaban recuperar la calma.

“Mi cielo, creo que no podemos seguir viéndonos aquí”

“Tienes razón, amor. Me cuesta mucho contenerme cuando hago el amor contigo y podrían escucharme”

“¿Qué tal en mi departamento”

“Estupendo, pues ahí podremos actuar más libremente”

“Debemos programarnos, ¿no crees?”

“Tienes razón, mi cielo”

“Solos en mi departamento podremos decirnos todo lo que ahora no podemos”

“Cierto, amor. Tengo tanto que decir y sentir”

“Puedes estar segura que lo harás. Yo me encargo de ello”

“Está naciendo una nueva mujer en mí. Alguien que no conocía”

“¿Y te gusta?”

“Me encanta como me haces sentir”

“No imaginas todo lo que falta por experimentar”

“Espero ansiosa lo que mi maestro me enseñe”

“Sólo te pido una cosa: déjate llevar confiadamente”

“Cuenta con ello, mi vida”

Se despidieron sabiendo que las visitas a la clínica volverían a ser puramente profesionales y que en el departamento de Salvador podrían dar rienda suelta a sus deseos, ansias y fantasías, sin ningún límite.

Salvador iba feliz por la manera en que había manejado la situación y por lo que le esperaba en los brazos de esa hembra, ansiosa de aprender todo lo que él quisiera enseñarle. En la sala de espera había solamente una muchachita, preciosa, de pelo negro y ojos vivaces, con una hermosa sonrisa en los labios carnosos, luciendo unas piernas estupendamente moldeadas, y un busto que se insinuaba bajo una blusa semi transparente. Quedó impresionado con su belleza.

La muchacha se levantó, le sonrió y se dirigió al privado de Bella, que la recibió con un beso y una sonrisa.

“Hola Andrea”

“Hola, tía”

Salvador se fue caminando pensando en la muchacha.