LINDA Historia de un transexual.

Por fin soy desvirgada por un macho y consigo ser sometida por un Amo.

LINDA

Capítulo 2

Nacimiento de una esclava.

Un día, a la salida del gimnasio coincidimos en la puerta. El vestía un chándal azul muy elegante. Yo, como hacía bastante calor, iba vestida con mi pantaleta rosa mínima y me había puesto una blusa de flores sobre mi camiseta transparente.

-        ¿Vives lejos?-me preguntó-si quieres puedo llevarte en mi coche.

-        Muchas gracias, Enrique-le contesté- me encantaría-¿No te importa, verdad?

-        Claro que no, lo haré con mucho gusto- me dijo mientras me cogía del brazo y me llevaba hasta su coche un Minisport de color rojo.

Aquellos metros de distancia hasta encontrar su coche en la acera fueron los momentos más importantes de mi vida. Sentí el calor de su brazo y me estremecí interiormente. Llegamos al coche y me abrió la puerta delantera. Me senté a su lado, toda nerviosa. Se sentó estirando sus fuertes piernas, dedicándome una sonrisa cariñosa mientras se ponía el cinturón de seguridad sobre su pecho espectacular. Quieta y emocionada sentí cómo se inclinaba sobre mí y me ponía mi cinturón. Sentí el olor de su cuerpo y respiré profundamente su aroma. Era la primera vez en mi vida que me subía al coche de un hombre.

Después de preguntarme mi dirección arrancó el automóvil. Era casi la hora de comer. A los diez minutos de conducción me dijo:

-       Vivo cerca de aquí, si quieres podemos tomar una cerveza en mi apartamento. Tengo unas botellas holandesas extraordinarias. Ya sabes que la cerveza ayuda mucho a reponer la fatiga de los entrenamientos. ¿Te apetece un aperitivo?

-       No quiero molestar a tu familia- le dije nerviosa.

-       No te preocupes, vivo solo en mi apartamento. Estaremos a gusto. Nada como tratar adecuadamente a mis alumnos.

Introdujo su coche en el garaje de los apartamentos en que vivía y me acompañó hasta el ascensor.

-       Vivo en el ático. El apartamento es pequeño pero tiene una terraza espléndida- me dijo muy sonriente mientras apretaba el mando del último piso.

-       ¡Qué suerte tienes, yo vivo en un pisito interior. Debe ser maravilloso tomar el sol en una terraza.

-       Sobre todo si nadie puede verte al estar a esta altura- me dijo en un tono muy confidencial.

Una vez llegado el ascensor entramos en el apartamento. Efectivamente, era muy pequeño. Tenía una cocina americana, una nevera, una espléndida cama y un aseo cerrado por una cristalera. Una cómoda, una mesa, un sillón dos o tres sillas y unas pinturas abstractas en las paredes. Un enorme ventanal daba a una terraza muy luminosa y grande en la que había una mesa y varias sillas, unas macetas de rosas y una tumbona blanca.

-       Ponte cómodo y pasa a la terraza. Yo sacaré el aperitivo.

Salí a la terraza, disfrutando y sentándome en una de las sillas. Estaba muy nerviosa. Era la primera vez que un hombre me invitaba a su casa. Claro que se trataba simplemente de un detalle caballeresco, pero aún así mi corazón latía apresuradamente.

-       Ya estoy aquí, dijo Enrique, poniendo varias botellas de cerveza sobre la mesa y un plato con aceitunas, patatas fritas y almendras.

Sirvió delicadamente las cervezas en los vasos y brindó: “por nuestra mutua afición”, bebiendo de un trago casi todo su vaso. Yo mojé mis labios temblorosa y correspondí al brindis con mi mejor sonrisa.

-       ¿Por qué no te quitas la blusa-me dijo- aquí hace mucho calor; además me gusta mucho la camiseta que llevas para los ejercicios.

Me quité la blusa y quedé temblorosa exponiendo mi cuerpo pequeño y delgado ante un hombre de ese porte. Enrique sonrió y propuso otro brindis, haciéndome beber el contenido de mi vaso y abriendo otras dos botellas de cerveza. Yo no sabía qué hacer, me senté, crucé las piernas y las estiré adecuadamente, como una pequeña mujercita. Tengo que reconocer que me encontraba muy a gusto, medio mareada, exhibiendo mis piernas tan finas y depiladas.

Enrique, después de apurar nuevamente su copa se levantó y se puso de pie detrás de mi silla. Todo era silencio. No había ningún ruido. De repente sentí que sus dedos pinzaban mis pezones con delicadeza. Sólo pude ver sus brazos desnudos sobre mí. Un temblor sacudió mi cuerpo. Cerré los ojos y empecé a sentir un escalofrío por todo mi cuerpo. Mis pezones se pusieron erectos, los dedos de Enrique comenzaron a apretarlos, girándolos sobre ellos, halándolos, doblándolos. Lancé un pequeño gemido que le encantó a mi hombre.

-       No sufras, Linda - me dijo con toda dulzura – sé que te gustará este nombre. Me ha encantado que subas a mi apartamento porque aquí voy a someterte. Sé perfectamente que eres muy sumisa y te sientes mujer desde el primer día en que te vi. No te preocupes, aquí nadie puede vernos- dijo quitándome despacio mi camiseta interior. Desde ahora eres toda mía, Linda.

Me sentí realmente desnuda. Sus manos comenzaron a recorrer lentamente mi pecho, desde el cuello a mi ombligo, pellizcando, sobando lo que consideraba suyo. Me hizo poner de pie y comenzó a besar suavemente mi nuca, mi frente, mis labios. Mi polla es pequeña pero se puso a punto de explotar y sentí que mojaba mi slip con unas gotitas anticipadas de semen. Entonces me ordenó que me desnudara totalmente y metió su mano entre mis piernas cogiéndome a la vez la polla y los huevos. Ese contacto maravilloso me hizo gemir nuevamente Sus dedos movieron la piel de mi glande haciéndome gritar de placer. Uno de sus dedos penetró por mi agujero anal produciéndome un fervoroso escalofrío.

-       Me gustas mucho, Linda, tienes un cuerpo muy bonito y la forma en que estás depilada es formidable.

Yo saqué las pocas fuerzas que me quedaban para decirle:

-       Por favor, Enrique, quiero verte desnudo- sollocé- tienes un cuerpo tan      hermoso y fuerte que deseo verlo. Sueño con él desde que te conocí.

Enrique sonrió abiertamente, ordenándome permanecer desnuda de pie ante él. Lentamente fue desnudándose, primero su hermoso tórax y después su pantalón deportivo. Por fin pude ver de cerca su maravilloso sexo. La polla estaba dura y empinada. De ella colgaban dos hermosísimos cojones. Todo estaba lleno de pelo negro ensortijado. Sin pedirle permiso me puse de rodillas ante él y comencé a lamer todo su sexo, recreándome en la polla erecta en la que destacaba un glande blanco y rosado, con un agujerito delicioso en su punta, mojado ya por su ansiedad.

Me entregué totalmente  a lamer esa gotita de néctar que afloraba de la punta de su glande y sentí un encanto inesperado al pensar que yo, una pequeña sumisa, estaba creando placer a un hombre tan fuerte y autoritario. Me encantó su sabor. Seguí lamiendo el tronco hermoso y duro de su polla, surcada de grandes venas, recorrí toda su longitud, despacio, sintiendo su sabor y su consistencia pétrea, hasta llegar a su base, volviendo a repetir la lamida de nuevo hasta su glande.

-       ¡Mete mis cojones en tu boca, Linda, saboréalos, piensa en ellos y disfruta, porque no habrás probado nada mejor en tu vida!

-

¡Sí, Amo! - grité inconscientemente, intuyendo cuál era nuestra relación de poder

entre nosotros.

-       Veo que eres inteligente, Linda. Ésta será nuestra relación de ahora en adelante, Me llamarás Amo y de usted. Serás mi sierva, mi esclava, mi sumisa, mi perra. Esos cojones que irás metiendo en tu boquita significarán que nada es más importante para ti que servir a tu Señor. Me dedicarás tu vida, serás un objeto sexual para mí,  y desde hoy mismo vas a ser usada por mí.

Con mis ojos cerrados, manteniendo alternativamente en mi boca sus cojones, alargué instintivamente mis brazos pata tomar sus pezones con mis dedos y pellizcarlos, retorcerlos, hacerlos míos. Mi Amo sollozó:

-       ¡Qué puta eres, Linda, apriétalos con fuerza, así quiero que me busques, que me sobes, que me des placer por todo mi cuerpo!

Volví a subir mi boca hasta alcanzar su enorme glande que puso contra mi boca, apretando mis labios. Abrí mi boca y esa maravilla penetró hasta mi garganta. Sentí mi boca llena de su carne, de su sabor, de sus jugos. Cuanto más penetraba su polla en mi boca más apretaba sus pezones con mis manos, en un éxtasis de entrega y

dominio alternativo.

-       Linda, saborea bien mi polla, chúpala con tus labios de puta, pero ten cuidado

con tus dientes. Mi polla es lo más excelso de mi cuerpo y debes lamerla con

amor y extremo cuidado.

-       Sí mi Amo, intenté decirle con su polla en la boca mirándole con amor.

-       ¡Así me gusta, mi putita sumisa, por primera vez podrás tragar mi semen y te va a encantar. Después de esta primera toma serás una verdadera esclava, porque habrás tragado el néctar de tu Amo y serás para siempre mi esclava!

Seguí chupando y lamiendo ese trozo de carne rosada, llenándome de su aroma y sintiendo cómo se introducía parcialmente en mi garganta. Tosí un poco al sentir una sensación de ahogo y mi Amo sacó bruscamente su polla. Vi cómo la tenía empinada, enorme, chorreando mi saliva. Me cogió en brazos y me llevó hasta la tumbona de la terraza, me puso de espaldas sobre ella,  y me ordenó abrir mis piernas. No pude ocultar nada, podía verse mi pequeña verga, mis huevos y el agujero de mi culito. Fue la exhibición más completa de mi cuerpo, que me encendió internamente al sentirme humillada plenamente ante mi ahora Amo, que ató mis brazos abiertos al respaldo de la tumbona con unos cordones que tenía preparados. Mis piernas, libres y abiertas del todo estaban a su disposición para lo que quisiera hacerme. Dirigió entonces su verga hacia mí, sintiendo cómo su glande rebuscaba mi apertura. Noté su empuje sobre mi círculo mágico y el glande entró en él lentamente, produciéndome un dolor que fue mitigándose a medida que rozaba la pared de mi conducto anal.

-       ¡Amo!- pronuncié embargado por mi felicidad.

-       ¿Me adoras, verdad, putita? No te preocupes- dijo introduciendo cada vez más       su tolete dentro de mí - Este pequeño dolor dará paso a una maravillosa            sensación de placer, que solo una mujer puede sentir al ser penetrada por un macho.

Comenzó a pellizcar mis pezones con fuerza, haciéndome gritar de gozo y dolor al mismo tiempo, mientras su verga entraba con fuerza, llenándome de placer cada vez que llegaba hasta el fondo. Me convertí en una mujer de verdad, gozando de una violación consentida. Sentí chocar sus huevos contra mí cada vez que se repetía la entrada de su polla y la terraza se llenó de mis quejidos y gritos de placer. Noté una electricidad interior, unos espasmos, que me hicieron creer que estaba teniendo un orgasmo de mujer. Aquello no terminaba, mi Amo me follaba con fuerza y su polla subía y bajaba por mi conducto de manera caprichosa, unas veces con enorme fuerza, otras con delicadas introducciones. De vez en cuando apretaba yo mi esfínter, sintiendo su cálido tamaño y mi Amo rugía de placer.

-       ¡Así, puta, aprieta mi verga, que quiero sentirte, frotarme dentro de ti y poderte

premiar con mi semen, que beberás como mi ofrenda para convertirte en mi

esclava!

De repente mi hombre se irguió con fuerza y me pareció que su verga estallaba dentro de mí. Un chorro de semen caliente me llenó mientras él gritaba de placer y aceleraba sus golpes de verga. Sentí delirante cómo me llenaba con su orgasmo y sacó repentinamente la polla, dirigiéndola hacia mi cara. Vi cómo salían, chorros de sustancia blanca, caliente y densa sobre mi cara, mi frente, mis ojos, mi boca. Abrí mi boca para dejar entrar parte de ellas en mi garganta, tragando con placer la cantidad que pude. Fui consciente de que ahora tenía el semen de mi Amo dentro de mi culo y de mi vientre.

Una vez acabada esta sesión, mi Amo se dejó caer dulcemente sobre mi cuerpo. Le rodeé con mis piernas y sentí su respiración sobre mi pecho. Se había consumado mi sumisión. Me sentí una mujer amada, una putita sexual que a partir de ese momento se convirtió en la nena propiedad del Amo, en su puta preferida. Ahora sí  supe que yo era una zorra para ser usada y mi Amo haría conmigo lo que quisiese.

Transcurridos unos momentos maravillosos, mi Amo se puso de pie y me desató los brazos que estaban sujetos a la tumbona.

-       ¡De pie, esclava, ponte de rodillas ante mí y limpia con tu lengua todo mi

esperma. Trágalo como si fuese el néctar de tu dios!   ¡No dejes ni una gota!

Yo limpié cuidadosamente todo, feliz de tragar los restos. Al terminar permanecí de rodillas ante mi Amo, en espera de sus instrucciones.

Mi Amo examinó cuidadosamente la obra de limpieza realizada, mientras yo permanecía de rodillas esperando. Se acercó a mí, me miró a los ojos y me dio una bofetada en la mejilla, no muy fuerte, pero sí bastante dolorosa, sobre todo por lo inesperada. Yo creí que iba a felicitarme por haber obedecido su mandato.

-       Amo-pregunté- ¿por qué me castiga?

-       ¡Silencio, puta!, estarás de rodillas hasta que yo lo decida. Eres mi esclava y a partir de este momento estarás en silencio hasta que  yo quiera que hables. Mañana te diré las reglas que deberás seguir. Ya no vas a asistir a mis lecciones en el gimnasio. Como tu trabajo te deja libertad de movimientos comprarás un móvil para que yo pueda darte las órdenes oportunas cuando lo decida. Estarás siempre a mi disposición y harás todo  lo que yo diga en cualquier momento de tu vida. ¡Ahora puedes irte, coge tu ropa y te vistes ante la puerta del ascensor!

-       Mañana a las doce te presentarás en mi apartamento. Esperarás delante de la puerta de rodillas completamente desnuda hasta que yo llegue. ¿Has entendido, puta?

Salí con mis ropas en la mano de rodillas hasta la puerta del ascensor y oí cómo mi Amo cerraba la puerta de su casa. Rápidamente me vestí y bajé por las escaleras todo sofocada y nerviosa. No entendía nada, pero estaba convencida de que mi vida había cambiado radicalmente. Toqué mis pezones y acaricié mi culito. ¡Había conseguido ser la esclava de mi Amo. A partir de ahora me había convertido en Linda!

Al día siguiente, después de comprar un móvil con el dinero ahorrado en los últimos meses, fui a la casa de mi Amo. Subí en el ascensor hasta su apartamento y una vez allí miré el reloj. Eran las 11,45, es decir me quedaban quince minutos para desnudarme y ponerme de rodillas delante de su puerta.¿Y si venía alguien y me encontraba desnuda? Me entró un gran nerviosismo. Era la primera vez en mi vida que debía cumplir un mandato como éste. ¡Qué vergüenza! Empecé por quitarme la camisa y me quedé con los pantalones largos que usaba para mi trabajo. Yo me sentía muy femenina, pero mi sexo era de un chico de dieciocho años. Me sentí muy nerviosa. ¿Y si abandonaba mi relación de sumisa y volvía a ser un joven guapo e interesante? Había gastado todos mis ahorros en el móvil y había sido desflorado por un profesor de gimnasia. Sin pensarlo más, me desnudé completamente y me puse de rodillas ante la puerta del apartamento.

Todo estaba en silencio. Pasaron dos minutos y oí cómo subía el ascensor. En el piso había otros tres apartamentos. ¿Y si en el ascensor subía alguien y me encontraba en esa situación? Me sentí aterrorizada, pero afortunadamente el ascensor paró en el tercer piso. Al cabo de diez minutos el ascensor se puso nuevamente en marcha. Oí  dos voces de hombre que conversaban en voz alta. Una de ellas era la de mi Amo, pero la otra era desconocida. ¿Pararía el ascensor en el cuarto piso donde yo estaba? Me entró una debilidad terrible. El ascensor seguía subiendo y efectivamente paró detrás de mí, desnuda y quieta temblando de miedo. Se abrió su puerta y salieron dos hombres, uno de ellos mi Amo, el otro un desconocido.

-       ¿Ves Manuel? como te dije mi puta está aquí, desnudita y cumpliendo mi orden.

Mira qué culito tiene y no te pierdas su pene depilado, es de risa. Como te conté, he desvirgado a este chico y le he convertido en una mujercita sumisa. Ahora es mi esclava y me obedece. Ella nos servirá el aperitivo.

Manuel me contempló con curiosidad, más tarde supe que era uno de los estudiantes que practicaban en el gimnasio. El Amo abrió la puerta y ambos entraron en el apartamento. Yo no supe qué hacer y les seguí andando de rodillas hasta el interior.

-       Muy bien, Linda, me dijo. Ya sabes que nos vas a servir el aperitivo. Lo harás de pie, pero no te quiero desnuda del todo  - me dijo riéndose - te he traído todo esto para que te lo pongas y estés muy bonita.

Me colocó personalmente un collar de esclavo alrededor de mi cuello y me dio un par de guantes blancos.

-       Vas a estar bella, Linda. Póntelos y prepara el aperitivo que vamos a tomar en la terraza. Prepara unos vasos para las cervezas y un plato con patatas fritas y almendras.

Dócil y obediente me dispuse a preparar el aperitivo mientras ellos salieron a la terraza muy contentos, hablando de fútbol. Me puse de pie. Me gustaron los guantes blancos de hilo que me había comprado. Una vez terminé los preparativos salí a la terraza muy preocupada, porque mi ridículo pene se estaba poniendo duro. De repente me había dado cuenta de cuál era mi situación y sin desearlo mi sexo estaba empinándose. Intenté pensar en otra cosa pero la evidencia de mi vergüenza me había puesto cachonda. Me acerqué temerosa hasta su mesa y serví el aperitivo. Ellos se rieron al verme.

-       Estás muy mona, Linda, no te preocupes por tu pene, ya le pondremos una jaulita - dijo el Amo, guiñando el ojo a su colega - y te acostumbrarás a estar desnuda delante de los machos.

Los dos rieron muy divertidos. Bebieron unas cuatro cervezas y estaban muy satisfechos con el trabajo que yo hacía.

-       Ven, bonita, enséñale tu culito a Manuel.

-       Me gusta, me gusta, es redondito y su piel es blanca y tersa - dijo Manuel - acércate, que quiero tocar ese agujerito tan apetitoso.

Tuve que acercarme a él, girar mi cuerpo y mostrarle mi culo. El aprovechó para meterme dos dedos en mi mágico agujero. ¡Qué vergüenza! Me gustaba y moví mis piernas muy cachonda, incitándole incluso a que moviera sus dedos dentro de mí. Los dos reían viéndome y aprovecharon mis movimientos para darme varios azotes.

-       Tráenos más cervezas, Linda, que queremos divertirnos contigo. Vas a servir mejor de puta que de criada.

Así lo hice y fui llevada por ellos hasta la tumbona, donde se sentaron y tuve que estar de rodillas lamiendo y chupando sus pollas alternativamente. Me llenaron de semen por dentro y por fuera, Me azotaron, jugaron con mis pezones y estrujaron mi pollita hasta hacerme llorar. Después me hicieron bailar delante de ellos.

La fiesta acabó cuando me ordenaron masturbarme. ¡Lo que pudieron disfrutar viendo mis esfuerzos, usando una mano para tocarme mi pollita y la otra para sensibilizar mis pezones y sentirme una mujercita haciendo striptease!

El Amo y Manuel decidieron irse a comer juntos a un restaurante. Tuve que recoger las botellas vacías y el plato de aperitivos, limpiar todo y lavar los cubiertos! Después les acompañé desnuda hasta la puerta del ascensor donde mi Amo quitó el collar de mi cuello.

-       Déjalo sobre la mesa, ya te diré cómo lo vas a usar en el futuro.

Después me hizo un gesto cariñoso:

-       Lo has hecho muy bien, bonita - dijo el Amo - cuento contigo para más aperitivos.

La puerta del ascensor se cerró y me quedé desconsolada. Me di mucha prisa en vestirme para evitar que algún vecino saliera en esos momentos y ya en el portal respiré libre y tranquila. Había comentado a mi madre que llegaría a comer un poco más tarde debido al enorme trabajo que tenía. Me toqué levemente el culito, satisfecha porque no me habían follado y me sentía cómoda. Pellizqué mis pezones y me fui a casa relativamente contenta. No tenía hambre, porque  mi estómago estaba lleno de esperma de mis hombres, al que estaba estaba tomando cada vez más gusto.  Al llegar a casa, pensé, porque el olor a  macho salía por todos mis poros, que tendría que ducharme intensamente, para no llenar la casa del intenso aroma de mis hombres.